
Este libro está compuesto de los mensajes que dio el hermano Witness Lee en Chicago, Illinois, del 30 de mayo al 1º de junio de 1975.
Ahora debemos ver qué es el pecado. El pecado no consiste en malas acciones, tales como odiar o matar. Estos son actos externos. No son el pecado en sí. El pecado, según lo revela la Biblia, es Satanás mismo. Cuando el pecado entró en el hombre creado, Satanás entró en él. Podemos usar el ejemplo de un papel negro puesto dentro de un libro. El libro puede compararse con algo creado por Dios, y el papel negro introducido en el libro, con el pecado. Un día Satanás entró en el hombre. El pecado es Satanás dentro de usted.
El pecado es una persona viviente. Romanos dice que el pecado puede engañarnos, matarnos (7:11), y adueñarse de nosotros, esto es, dominarnos (6:12, 14). Todas estas actividades demuestran que el pecado es una persona viviente. Esta persona es Satanás. Cuando Satanás está fuera de usted, no es el pecado. Cuando entra en usted, viene a ser el pecado. El pecado es Satanás en usted. Tenemos que comprender en qué parte de nuestro ser está Satanás. El está en nuestra carne.
Pablo dice en Romanos que él hacía lo que aborrecía (v. 15). Por eso dijo: “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí” (v. 17). Pablo usó dos veces la expresión “ya no soy yo”. En Gálatas 2:20 él dijo: “Y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. En Romanos 7 dijo: “Ya no soy yo ... sino el pecado que mora en mí”. El pecado es otra persona que está en nosotros. Quizá me guste hacer algo, pero a la larga no lo hago, sino que hago lo que aborrezco. Entonces ya no soy yo quien lo hace, sino otra persona. Esta persona es mi carne. Pablo dice: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (v. 18). En mi carne no mora el bien, porque la carne está completamente poseída y controlada por Satanás como pecado.
Algunas personas no creen que exista Satanás, y no saben que este ser está en su carne. Ellos no creen que Satanás existe y no saben que mientras dicen eso, es Satanás quien está hablando en ellos. Ellos hablan por Satanás, el cual ellos no creen que exista. Satanás está en la carne del hombre.
Hemos mostrado que la carne es nuestro cuerpo corrupto. La carne también se usa refiriéndose a los seres humanos corruptos. Romanos 3:20 dice que por la ley ninguna carne puede ser justificada. La palabra carne aquí no se refiere a nuestro cuerpo contaminado, sino a nuestro ser caído. Por las obras de la carne ningún ser humano caído puede ser justificado. Significa que ninguna persona que sea carne puede ser justificada. A los ojos de Dios, todos los seres humanos son carne. Génesis 6:3 nos dice que en cierto momento el hombre se hizo carne a los ojos de Dios.
El hombre es totalmente carne porque su ser caído está bajo el dominio de la carne. Todo ser humano en la sociedad de hoy está dominado por su carne. ¿Quién lleva la gente a los casinos de Las Vegas? ¿Quién lleva la gente a los teatros? La carne lo hace. A los ojos de Dios nosotros no somos más que carne. A los ojos de Dios no somos simplemente seres humanos; somos carne, la cual ha sido poseída, saturada y controlada por Satanás y con la cual él se ha mezclado.
Considere la sociedad de hoy. Todos los hombres son carne. Externamente los hombres se conducen como caballeros, pero internamente son carne. Externamente las mujeres se conducen como damas, pero internamente son carne. El esposo es carne; la esposa es carne; el muchacho es carne; la muchacha es carne; el caballero es carne; el ejecutivo es carne; el que hace la limpieza es carne. Todos son carne porque todos están bajo el dominio de Satanás y han sido corrompidos por él.
Todos tenemos que darnos cuenta de que Satanás como pecado está en la carne y de que el pecado es Satanás en el hombre. En esta carne también está la muerte. La muerte se define como debilidad. Estamos muertos cuando somos debilitados al máximo. La muerte es la debilidad. Muchas veces tratamos de hacer el bien; queremos ser personas santas. Pero cuando tratamos de hacer el bien, fracasamos. Algunos de los jóvenes que viven en una casa de hermanos tal vez piensen que el Señor desea que ellos aprendan a ser pacientes. Ellos están dispuestos a aprender la lección de la paciencia. Pero en realidad ellos están propensos a perder su paciencia. Pablo dice: “El querer está en mí, pero no el hacerlo” (Ro. 7:18). Esto es debilidad, y la debilidad es muerte.
Aun en cosas espirituales hay muerte. Sabemos que todos los miembros del Cuerpo deben funcionar. Quizá antes de venir a la reunión de la iglesia estemos dispuestos a funcionar. Pero hallamos que el querer está presente, mas no el hacerlo. Cuando llegamos a la reunión sentimos la debilidad. Esta debilidad es muerte. La muerte obra y nos afecta día tras día.
Los seres humanos hoy no viven. En realidad todos ellos están en el proceso de morir. Con el tiempo todos los seres humanos mueren. Debemos comprender que todas las personas están muriendo porque la muerte opera en todas y cada una de ellas. La muerte obra específicamente en nuestra carne. Si perdemos el control y nos airamos por un minuto, esto tal vez nos deje muertos por tres días. No podemos orar ni tener avivamiento matutino ni leer la Biblia, porque hemos sido amortecidos por nuestro pecado.
El pecado es otro título de Satanás. El pecado va junto con la muerte, y Satanás es el que tiene el poder de la muerte como se menciona en Hebreos 2:14. Podemos ver estas tres cosas: el pecado, la muerte y Satanás. Los tres están en la carne. La carne es el lugar donde se reúnen el pecado, la muerte y Satanás. Ellos siempre se reúnen allí, y sus reuniones son tan largas que nunca terminan. Muchos de nosotros empleamos nuestro tiempo asistiendo a las reuniones de la iglesia en el salón de reunión. Satanás también tiene un salón de reunión. El salón de reunión de Satanás es nuestra carne. Si usted quiere ver a Satanás, vaya a la carne. Allí está Satanás. El está siempre en la carne junto con el pecado y la muerte.
Necesitamos ver cuán mala es la carne. En primer lugar, la carne está en enemistad con Dios. Segundo, la carne no está sujeta a la ley de Dios; siempre se rebela contra la ley de Dios. Tercero, la carne no puede sujetarse a la ley de Dios (Ro. 8:7), pues tiene una naturaleza que no puede sujetarse a Dios. Por consiguiente, no debemos tratar de hacer el bien con nuestra carne, debido a que ella no se sujeta a la ley de Dios. Cuarto, la carne nunca puede agradar a Dios (v. 8).
Ahora bien, podemos preguntarnos: “¿Qué haremos con la carne?” Según Gálatas, tenemos que crucificarla (5:24). Pablo nos dice en Romanos que primero debemos comprender que existe la carne. Hoy día tenemos la carne, la cual es nuestro cuerpo transmutado, contaminado y corrompido por dentro. La carne está llena de Satanás, el pecado y la muerte. La carne, Satanás, el pecado y la muerte son uno solo. No debemos pensar que tenemos algo bueno, o que tenemos alguna posibilidad de ser buenos. Debemos ser iluminados para ver que nuestra carne es un cosa detestable. Tenemos que condenarla en lugar de tratar de mejorarla. Algunos cristianos son engañados pensando que después de ser salvos, su carne será recobrada. Dios nunca recobra la carne. Nuestra carne es un caso perdido. No debemos tener ninguna esperanza positiva en cuanto a nuestra carne. Tenemos que comprender que la carne es pecado.
Quisiera que viéramos ahora que la carne, a la larga, nos es útil. ¿De qué manera nos es útil? Nos sirve para obligarnos a volvernos a nuestro espíritu. Tenemos un cosa tan maligna que nunca la podemos vencer; pero de todos modos nunca se desvanece. Siempre está ahí.
Hace muchos años leí varios libros que decían cómo podía uno ser santo y victorioso. Traté aquellos métodos. Al principio sirvieron un poco, pero con el paso del tiempo, ningún método trajo resultados. Así que quedé completamente desilusionado. Me di cuenta de que la carne está desahuciada. Me preguntaba por qué el Señor no quitaba la carne. Me imaginaba que si El erradicaba nuestra carne, todo quedaría resuelto.
En la cruz Cristo le puso fin a todas las cosas, pero podríamos preguntarnos por qué dejó esta carne tan detestable en nosotros. Parece que cuanto más oramos para deshacernos de la carne, más somos perturbados por ella, y más activa se vuelve. Parece que nunca podemos controlarla. Finalmente le dije al Señor: “Ya que no pones fin a mi carne, no volveré a tratar de ser bueno. Dejaré de intentar ser bueno. Ya no procuraré ser victorioso”. El Señor me dijo: “Hijo, eso es maravilloso. Eso es exactamente lo que quiero que hagas. Tienes que cesar de tratar de controlar la carne por tu cuenta”. Finalmente, el Señor me mostró que El dejó la carne en nosotros por nuestro propio bien, pues esto nos ayuda y nos obliga a volvernos a El, a volvernos al espíritu.
Si no tuviéramos en nosotros una cosa tan maligna como la carne, probablemente no oraríamos tan desesperadamente. La carne nos ayuda y nos obliga a clamar al Señor. Estamos forzados por causa de la carne a volvernos a nuestro espíritu. Si no nos volvemos al Señor, entonces el asunto será peor. Pero si la carne no nos deja otra salida que volvernos al Señor, entonces es verdaderamente útil. Podemos decir: “Gracias Señor por la ayuda de la carne. Gracias Señor, que en Tu soberanía puedes usar mi carne para forzarme a volverme a mí espíritu”.
Tenemos que comprender que la carne y el espíritu están muy cerca. Romanos 8:6 dice que poner nuestra mente en la carne es muerte, y que poner nuestra mente en el espíritu es vida. El versículo 4 dice que tenemos que andar según el espíritu, y no según la carne. Romanos 8:10 dice que si Cristo está en nosotros, nuestro cuerpo está muerto. Esto significa que nuestro cuerpo es la carne. Pero si el Espíritu mora en nosotros, nuestro espíritu es vida. Podemos ver en estos versículos que la Biblia menciona la carne muy ligada al espíritu.
Aun si usted es salvo desde hace mucho tiempo y ha tenido una íntima relación con el Señor, de todos modos estas dos cosas están con usted. La carne y el espíritu están con usted. Nuestra carne es la corporificación de Satanás. El pecado y la muerte están en nuestra carne. Pero alabamos al Señor porque también tenemos el espíritu dentro de nosotros.
En el universo existe una persona cuyo nombre es Satanás. El está en nuestra carne y él mismo es el pecado; y el pecado a su vez trae muerte. La carne, el pecado, Satanás y la muerte son uno solo. Dios no tiene la intención de poner fin a la carne hasta que nosotros estemos maduros. Cuando estemos maduros, ya no necesitaremos la ayuda de la carne. La carne está aquí ayudándonos y forzándonos a volvernos al espíritu. No debemos desanimarnos. Aunque tenemos la carne, también tenemos que decir: “¡Alabado sea el Señor, también tengo el espíritu!”
Por un lado, aborrecemos nuestra carne; por otro, alabamos al Señor por la ayuda que recibimos de la carne. Puse toda mi confianza en el Señor después de que comprendí que mi carne no tenía remedio. Desde el día que descubrí que mi carne era un caso perdido, tuve temor y temblor, y empecé a acudir al Señor y a volverme al espíritu en todo lo que hacía. Estaba alerta y decía: “Señor, tienes que intervenir. Tienes que guardarme y cuidarme. Tienes que mantenerme en la esfera del espíritu; de no ser así, seré descuidado y estaré en la carne”.
Tenemos que comprender que la carne es un caso perdido. Los cristianos éticos y moralistas, enseñan cómo vencer y controlar la lujuria. Pero la Biblia solamente revela que la lujuria está en la carne y que la carne es un caso perdido. Solamente sirve para ayudarnos y forzarnos a volvernos al espíritu y a confiar en el Señor. Esto no está en la esfera de la ética ni la moral. Esto es asunto de volvernos de la carne al espíritu.
Todos tenemos que volvernos de la carne al espíritu. Tenemos que comprender que la carne no tiene remedio y que está ahí para nuestro bien. Está aquí ayudándonos y forzándonos constantemente, momento tras momento, a volvernos al espíritu, a confiar en el Señor, y a no volver a confiar en nuestra carne (Fil. 3:3).