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Mensajes del libro «Carne y el espíritu, La»
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CAPITULO CUATRO

UN ESPIRITU FIRME EN EL CUAL MORE DIOS

  Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; 2 Ti. 4:22a; 1 Co. 6:17; Ro. 8:4,9-10; Gá. 5.25; Ef. 2:22; 1 Co. 5:3; Ap. 1:10,12; Jn. 4:24; Dt. 12:5-7, 13-14

DIOS RESERVO EL ESPIRITU HUMANO PARA SU PROPOSITO

  La carne y el espíritu son la verdadera clave para nuestra vida espiritual y para la vida de la iglesia. Si tenemos una relación seria con el Señor en la vida cristiana y en la vida de la iglesia, tenemos que entender lo que son la carne y el espíritu. Tenemos que darnos cuenta de que nuestra carne fue completamente contaminada y corrompida por la presencia de Satanás. No importa cuán buenos seamos, de todos modos nuestra carne está corrupta por Satanás. Pero damos gracias porque Dios ha reservado al espíritu humano para el propósito que tiene con el género humano caído.

  Tal parece que Dios ha dibujado una línea de separación y ha encerrado al espíritu humano dentro de un círculo para protegerlo de la corrupción del diablo. Este principio puede verse claramente en el caso de Job. Dios le permitió a Satanás hacer daño a Job, pero le dijo a Satanás que había un límite. A Satanás se le permitió llegar hasta cierto punto. Dios no le permitió traspasar el límite (Job 2:4-6). Creo que Dios también hizo lo mismo con Satanás en cuanto al linaje humano. Dios le permitió a Satanás hacer daño al género humano hasta cierto límite. Satanás entró en el ser humano y dañó el alma humana, pero Dios preservó el espíritu humano para Sí.

  Si consideramos nuestro pasado antes de que fuéramos salvos, nos daremos cuenta de que aunque nuestra carne era tan mala, en lo profundo de nosotros había otra parte preservada por Dios. Cuando la gente obra según la concupiscencia de la carne, algo profundo dentro de ellos está diciendo: “No debes hacer esto. Esto no es correcto”. Esta es la voz que viene de la parte de nuestro ser que ha sido preservada por Dios.

  El principio relacionado con nosotros los salvos hoy día, es aún más claro. La lujuria de la carne puede impulsarlo a usted a ir al cine o a la tienda. Mientras usted es motivado a hacer esto, hay otra parte de su ser, en lo más recóndito, que le dice que no vaya. En lo profundo de usted el Señor tal vez le diga: “¿De veras me amas? ¿No recuerdas la reunión en la cual te levantaste y declaraste que te consagrabas a Cristo y la iglesia?” Tenemos esta horrible carne, pero también tenemos este maravilloso espíritu. Parte de nuestro ser, nuestra carne, está completamente poseída por Satanás, mientras que otra parte, nuestro espíritu, es guardado por el Señor y para El.

  Debemos tener un discernimiento claro de lo que es la carne y lo que es el espíritu. Es posible que una hermana le prepare a su esposo una comida no muy agradable. Esto puede ofender al hermano. Siendo específicos, esto ofende su carne. Cuando usted está ofendido en su carne, inmediatamente reacciona. Pero la parte interna de este hermano dirá aleluya a su amada esposa. Hay una lucha entre la carne y el espíritu (Gá. 5:16-17). Si un hermano está del lado de su carne, tendrá una discusión con su esposa. Si permanece en su espíritu, dirá: “¡Alabado sea el Señor! Jesús es el Señor, aun cuando mi comida no esté tan buena”.

LOS DOS PASOS DE CRISTO

  También debemos ver que Cristo como Hijo de Dios, como Dios mismo, dio dos pasos cruciales. Todo lo que tenemos que decir es “¡Aleluya por los dos pasos que Cristo dio!” El primer paso fue hacerse hombre (1:14). El no fue un hombre espléndido y atractivo externamente. El se hizo lo que somos nosotros. Nosotros somos carne y El se hizo carne. Esta carne en un sentido es terrible. Cristo se hizo algo horrible, no en realidad sino sólo en forma, en semejanza. La naturaleza, la substancia, de Cristo es maravillosa, y no es desagradable. Pero la apariencia de Cristo mientras estuvo en la carne fue desagradable. La Biblia dice que El no tenía externamente ningún atractivo ni belleza (Is. 53:2; 52:14). Nada de El era atractivo en lo externo.

  El tomó esa forma con el propósito de llevar nuestra horrible carne a la cruz. El se hizo carne para aplastar la carne y destruir a Satanás en la carne. En el aspecto judicial, tanto Satanás como nuestra carne fueron condenados una sola vez y para siempre. Pero Dios le permitió a la carne permanecer con nosotros para ayudarnos y forzarnos a volvernos a Cristo en nuestro espíritu. Cristo dio el primer paso, el de hacerse carne, para aplastar la carne.

  Después de esto, dio otro paso. El postrer Adán, quien estaba en la carne, resucitó y se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Muchos cristianos se oponen a esta verdad. Dicen que Cristo es solamente el Hijo en el Dios Triuno. Pero la Biblia nos dice categóricamente en 1 Corintios 15:45: “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. También en 2 Corintios 3:17 tenemos: “Y el Señor es el Espíritu”. Si Cristo no fuera el Espíritu, no podría estar dentro de nosotros. Incluso en nuestra experiencia, el Cristo que está en nosotros es el Espíritu. La Palabra pura nos dice que nuestro Cristo hoy no es simplemente el Cordero de Dios. Hoy El es el Espíritu vivificante. Antes del proceso de Su muerte y resurrección, El era el Cordero de Dios, y actualmente en los cielos, continúa siendo el Cordero de Dios. Pero al pasar por el proceso de Su muerte y resurrección, El llegó a ser algo más. Nuestro Cristo es todo inclusivo. El es el Espíritu vivificante. Ahora el Señor es el Espíritu.

ANDAR CONFORME AL ESPIRITU

  El es el Espíritu y por ende puede estar con nosotros dentro de nuestro espíritu (2 Ti. 4:22; Ro. 8:16). El Señor Jesucristo está con vuestro espíritu (Gá. 6:18). El se hizo carne para aplastar nuestra carne. Después dio otro paso, el de hacerse el Espíritu para estar con nuestro espíritu. En 1 Corintios 6:17 dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Damos gracias al Señor porque somos un solo espíritu con El. Este espíritu es un espíritu compuesto, mezclado. Es el Espíritu divino mezclado con el espíritu humano.

  En pasajes como Romanos 8:4, 9-10 y Gálatas 5:25, es difícil para los traductores determinar si el espíritu mencionado en estos versículos es el Espíritu Santo o el espíritu humano. No es fácil ya que se refiere al espíritu mezclado, o sea el Espíritu Santo mezclado con el espíritu humano. Necesitamos andar conforme al espíritu, esto es, conforme al espíritu mezclado. Por el espíritu mezclado disfrutamos dos espíritus. Disfrutamos al Espíritu Santo en nuestro espíritu, y disfrutamos nuestro espíritu unido al Espíritu Santo. Hoy necesitamos ocuparnos de una sola cosa: andar conforme al espíritu.

  Tenemos muchas preguntas acerca de la manera en que debemos conducirnos y en que debemos obrar. Puede ser que alguien se pregunte: “¿Debería ir al cine?” Otros dudan qué clase de ropa usar. Otros cristianos consideran qué tan largo deben llevar el cabello. En 1 Corintios 11 dice que es vergonzoso que el hombre lleve el cabello largo (v. 14). Pero, ¿qué tan largo es largo? Nadie puede determinar esto con precisión. Por favor, no vengan a mí con este tipo de preguntas. Tenemos a alguien dentro de nosotros cuyo nombre es Consejero (Is. 9:6). Vaya a El y averígüelo usted mismo. Entonces tendrá la respuesta.

  Cierta vez una hermana me preguntó cómo debía ella tratar a su esposo. Le contesté que ella no tenía que venir a mí porque ella ya tenía la respuesta. Me dijo que no entendía lo que yo decía. Repliqué: “Anoche el Señor Jesús le dijo algo a usted. El le dijo que no debe hablarle a su esposo de la manera que lo hace”. Nadie me había hablado de esa hermana, pero yo vi la “televisión celestial” en cuanto a la situación de esta hermana. Ella admitió que ya el Señor le había dicho eso. Le dije que atendiera con cuidado a lo que el Señor le había dicho. Le dije: “El Señor Jesús está dentro de usted, y usted tiene Sus palabras. Ahora ande conforme al espíritu”. Si andamos conforme al espíritu, no tendremos problemas.

CRISTO FORTALECE NUESTRO ESPIRITU PARA EDIFICAR LA MORADA DE DIOS

  Tenemos que darnos cuenta de que nuestra carne ha sido aplastada y de que nuestro espíritu no solamente ha sido regenerado sino también fortalecido. El Espíritu vivificante mora en nuestro espíritu. Tenemos dentro de nosotros el espíritu mezclado maravilloso y fortalecido, y este espíritu debe ser la parte más fuerte de todo nuestro ser. No tenga una mente ni una voluntad ni una parte afectiva fuerte. Las hermanas no deben permitir que sus emociones sean la parte más fuerte de su ser. ¡Tenemos a Jesús! No necesitamos derramar muchas lágrimas. Muchas veces las lágrimas de las hermanas tienen el fin de ganarse el favor de otros. El Antiguo Testamento nos dice que dos de los hijos de Aarón fueron condenados y muertos debido a la santidad de Dios. Moisés le dijo a Aarón que no llorara por sus hijos (Lv. 10:1-3, 6). Esto significa que el sacerdote debe controlar su afecto natural, y no tener compasión de la víctima condenada por la santidad de Dios. Aún más, la gloria de la presencia de Dios estaba allí. No debe haber llanto delante de la gloria shekinah de Dios. No debemos tener una parte emotiva fuerte. Debemos tener un espíritu fuerte. Pablo dijo que tenemos un espíritu de poder (2 Ti. 1:7), un espíritu fuerte, fortalecido por el espíritu divino. Quiero recalcar al máximo este punto: ¡tenemos el espíritu más fuerte, el espíritu de poder!

  Los que siguen la dirección de su espíritu parecen estar un poco fuera de sí, pero los cristianos normales son locos. No quiero decir que necesitemos un psiquiatra. Lo que quiero decir es que ¡estamos locamente enamorados de Cristo! Los que aman a Cristo son aquellos que andan conforme al espíritu. En el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan dijo: “Yo estaba en el espíritu en el día del Señor ... y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro” (1:10, 12). Juan estaba en su espíritu mezclado, oyó la voz en su espíritu, y se volvió en su espíritu para ver los siete candeleros. Si a usted le molestan ciertos asuntos en la iglesia, no permanezca en su mente tratando de descifrar las cosas de acuerdo a su conocimiento y alegando al respecto. Olvídese de su mentalidad y vuélvase a su espíritu. Cuando usted se vuelve a su espíritu, el velo es quitado y usted ve las iglesias como los candeleros de oro.

  Cristo se hizo carne para aplastar la carne, y se hizo espíritu para impartirnos vida y fortalecer nuestro espíritu, no simplemente para nuestra salvación, sino para la edificación de la morada de Dios. Dios desea tener un lugar de reposo. En Isaías 66:1 Dios dijo que el cielo es Su trono y la tierra el estrado de Sus pies. El busca un lugar de reposo. Su lugar de descanso, Su morada, está compuesto de seres humanos que han sido regenerados, transformados y edificados. Dios busca esto, y Cristo, el ungido de Dios lo cumplirá.

  El se hizo carne y aplastó la carne en la cruz. Entonces se hizo el Espíritu y ahora fortalece nuestro espíritu con el propósito de edificar Su morada. En Efesios 2:22 Pablo dijo: “En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu”. Podemos decir que nuestro espíritu es la morada de Dios. Pero siendo exactos, Efesios 2:22 muestra que nuestro espíritu es el lugar donde está la morada de Dios. La morada de Dios es el Cuerpo, la iglesia edificada. Esta morada está en nuestro espíritu. Solamente hay un lugar donde podemos ser uno. Ese lugar es nuestro espíritu. Si nos salimos de nuestro espíritu y nos quedamos en nuestra mente, discutiremos. Debemos volvernos a nuestro espíritu.

  Cuando usted esté a punto de intercambiar palabras con su cónyuge, debe volverse a su espíritu. Una vez allí, todos los reclamos terminan. Es posible que algunas veces tengamos la idea de alegar con los hermanos, pero el Espíritu vivificante enviará un “telegrama” a nuestra mente diciéndole que se vuelva al espíritu. El Cristo que mora en nosotros nos dice que nos volvamos al espíritu. Al ejercitarnos en volvernos a nuestro espíritu, crecemos en vida.

  Algunas personas han venido a nosotros para discutir acerca de la verdad del terreno de la iglesia o del recobro del Señor. Algunas veces les digo: “Usted en su mente discute conmigo, pero en su espíritu dice Amén”. Metámonos en nuestro espíritu. Cuando entramos en el espíritu, inmediatamente somos uno. Los cristianos están divididos porque la mayoría de ellos vive en la mente. La mente es realmente facciosa, pero en el espíritu hay unidad. Los cristianos han debatido acerca de la forma del bautismo. Existe el bautismo por inmersión, por aspersión, con agua dulce o salada, en el río, en el bautisterio, en la bañadera o tina. Existe el bautismo en el nombre de Jesús y en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Algunos dicen que debemos seguir a Jesús y ser bautizados en el río Jordán, donde El fue bautizado. Debemos olvidarnos de todas estas diferencias doctrinales y regresar al espíritu. Las doctrinas pueden ser trampas. Tenemos que salirnos de estas trampas. Nosotros hemos sido salvos por la sangre y regenerados en nuestro espíritu. Regresemos a nuestro espíritu donde somos uno.

  En Deuteronomio 12—16 el Señor mandó al pueblo de Israel, una y otra vez, que cuando ellos entrasen en la buena tierra, tenían que adorar a Dios en el lugar que El escogiera. Los hijos de Israel no tenían el derecho de adorar a Dios con todas las ofrendas en el lugar que ellos escogieran. Tenían que ir al único lugar que Dios escogió, donde El pondría Su nombre y donde moraría. Este lugar sería el centro de la adoración corporativa. Podían orar a Dios y tener comunión con el Señor en sus hogares, pero no tenían derecho de tener adoración corporativa en ningún lugar que a ellos les gustara. Tenían que ir al único lugar que el Señor había escogido, el cual fue Jerusalén.

  En Jerusalén estaba el templo de Dios, la morada de Dios, la cual llevaba el glorioso nombre de Dios. Todos los israelitas iban allí tres veces al año (Dt. 16:16) y este único centro preservó la unidad de las doce tribus. Si ellos hubieran tenido la libertad de establecer sus propios centros de adoración, se habrían dividido. La tribu de Dan en el norte habría dicho: “Nos queda muy lejos ir hacia el sur para adorar a Dios en Jerusalén. Nuestro Dios es omnipresente. Si El está allá con ustedes, indudablemente está aquí en Dan con nosotros”. Inmediatamente se habría creado una división. Pero en la sabiduría de Dios, El ordenó desde el principio que ellos no tenían derecho a hacer esto. Todos ellos tenían que ir al mismo lugar designado.

  Hasta la fecha, después de tantos siglos, ningún judío se atreve a edificar un templo. Ellos se atreven a construir centenares de sinagogas, pero ninguno construye un templo, porque conocen el mandato dado en Deuteronomio. No hay más que un solo terreno, un solo sitio, donde ellos pueden edificar la morada de Dios. Este es el monte de Sion en Jerusalén. Este único terreno preservó la unidad del pueblo de Dios.

  Lo que hubo en el Antiguo Testamento es un tipo de la realidad del Nuevo Testamento. Juan 4 narra la historia cuando el Señor Jesús habló con la mujer samaritana. Ya entrados en la conversación ella dijo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). Entonces el Señor le dijo que la hora había llegado para la verdadera adoración de Dios (v. 21). Esto significa que la dispensación había cambiado. Los hombres ya no adorarían a Dios en tipos o figuras, sino en la realidad. El Señor dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (v. 23). Jerusalén era el único centro de adoración donde el pueblo de Dios podía adorar a Dios; éste era un tipo del espíritu humano. Podemos ser uno solamente si adoramos a Dios en nuestro espíritu, el cual es la Jerusalén de hoy. Hoy tenemos que adorar a Dios en espíritu y en realidad (v. 24). No necesitamos ir a Jerusalén para adorar a Dios con las ofrendas. Cristo está ahora presente como la realidad de todos los sacrificios y las ofrendas, y nosotros podemos adorar a Dios en nuestro espíritu con El como nuestra realidad.

  Si no adoramos a Dios corporativamente en nuestro espíritu, estaremos divididos por nuestras opiniones y conceptos. Una asamblea de los Hermanos se dividió por la insignificancia de si debían usar piano u órgano en las reuniones. Algunos quieren usar guitarras en la reunión, pero tal vez otros no estén de acuerdo. ¿Quién tiene razón y quién está equivocado? Si argumentamos de esta manera, nuestros argumentos no tendrán fin. Tenemos que ser librados de todos estos argumentos. El lugar donde debemos estar no es nuestra mente, sino nuestro espíritu.

  Tal vez a algunos no les agraden las reuniones de la iglesia porque piensan que son bulliciosas. Necesitamos volvernos a nuestro espíritu y ver lo que diría el Señor. El Señor dice en Su Palabra que debemos cantar alegres a Dios, y que debemos clamar a El (Sal. 100:1; Is. 12:6). Una voz es ordenada, pero las aclamaciones no lo son. ¡Aclamemos al Señor con alegría y alcemos la voz! Hebreos 5:7 dice en cuanto a Cristo: “El, en los días de Su carne, habiendo ofrecido ruegos y súplicas con gran clamor...” Cuando estamos bajo una presión extrema o en alguna situación difícil como estuvo el Señor, ofreceremos ruegos con gran clamor. Si no hacemos una algarabía de gozo ni alzamos la voz ni clamamos, no podremos liberar totalmente nuestro espíritu. Este tipo de ejercicio nos llenará de gozo y regocijo.

  Lo principal que queremos presentar es que podemos tocar al Señor en nuestro espíritu. No es asunto de cuánto adoramos, sino de liberar nuestro espíritu y tocar al Señor en el espíritu. Todos debemos regresar al espíritu. Cuando lo hacemos, tenemos la presencia del Señor y somos uno. En el espíritu somos uno solo, y en el espíritu ofrecemos a Cristo a Dios. En el espíritu disfrutamos a Cristo con otros delante de Dios. Tenemos una adoración corporativa en la Jerusalén de hoy, en nuestro espíritu, no con ofrendas sino con Cristo. De este modo se edifica la morada de Dios.

  Hoy en día muchos cristianos dirían que tienen todo el deseo de reunirse en el nombre del Señor. Pero también debemos prestar atención a la morada del Señor. Tenemos que reunirnos en el lugar donde está el nombre del Señor y Su morada. La morada es el edificio. Donde esté el nombre del Señor y donde los santos sean edificados, allí está el lugar donde nosotros nos debemos reunir para adorar al Señor. Ese lugar es nuestro espíritu. Si estamos en nuestro espíritu, somos uno y somos edificados. La mente es un campo abierto para las divisiones. No podemos ser uno con los demás estando en la mente. Debemos permanecer en el espíritu. Allí está la unidad; ahí hay unión; ahí hay paz; ahí se da la edificación del Cuerpo; ahí está la morada de Dios, y ahí se adora a Dios.

  Cristo se hizo carne para deshacerse de la carne, y llegó a ser el Espíritu para fortalecer nuestro espíritu. El espíritu mezclado es el lugar donde debemos ser edificados y donde debemos adorar a Dios, mas no con lo que somos nosotros, sino con lo que Cristo es para nosotros. En nuestro espíritu disfrutamos a Cristo. Esta es la manera adecuada de llevar a cabo la vida de iglesia. Practiquemos continuamente esta acción de volvernos al espíritu. Entonces tendremos la vida adecuada de iglesia. El espíritu humano regenerado y transformado, en el cual mora el Señor, es el lugar donde se lleva a cabo la edificación del Cuerpo, la práctica de la vida de iglesia, la verdadera adoración a Dios, y la comunión mutua. Al permanecer nosotros en el espíritu y al volvernos al espíritu, espontáneamente tendremos la vida cristiana apropiada en nuestro andar diario y la vida corporativa adecuada, la vida de iglesia apropiada. Este es el camino de Dios.

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