
Este libro consiste de una recopilación de mensajes, dados por Witness Lee en 1952, relacionados con el servicio de la iglesia. Contiene nueve mensajes acerca de lo que es la iglesia, la edificación y administración de la iglesia, los materiales usados en la obra de Dios, y la debida oración y fe de uno que sirve. Estos mensajes han sido traducidos del chino, el idioma original.
Debemos considerar la administración de la iglesia tomando como base las Escrituras. En 1 Timoteo 3:15 se nos dice: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente”. La palabra conducirte aquí alude a la administración. Pablo le escribió a Timoteo, y Timoteo recibió la comisión de Pablo de que se encargara de los asuntos relacionados con la dirección y administración de las iglesias. Cuando Pablo le dijo que debía saber “cómo uno debe conducirse en la casa de Dios”, estaba hablando respecto a cómo administrar y ocuparse de los asuntos de la iglesia. Pablo dijo esto porque sabía que podría estar ausente por un largo período de tiempo, es decir, que podría tardarse. Por ello, él quería que Timoteo supiera cómo administrar la iglesia y cómo conducirse en la iglesia. Pareciera que Pablo únicamente le estaba diciendo que él mismo podría tardarse, pero si tenemos el debido entendimiento espiritual, nos daremos cuenta de que en realidad se estaba refiriendo a que el Señor podría tardarse. Antes de que el Señor regrese, nosotros debemos saber cómo administrar la iglesia y cómo conducirnos en ella. Éste es el único versículo en toda la Biblia que claramente habla de administrar la iglesia y de conducirnos en ella.
Con respecto al asunto de administrar la iglesia y cuidar de ella, primero debemos ver lo que es la iglesia. La iglesia es la casa de Dios. La iglesia no es una organización, una compañía, una escuela, una fábrica o un hospital; antes bien, la iglesia es una casa, la casa de Dios. Debemos conocer esta casa de manera clara y profunda. Todos los asuntos y su orden apropiado en el universo, como por ejemplo los padres y los hijos en una familia, y los empleadores y empleados en una compañía, son dispuestos por Dios y son de Dios. Todas estas cosas que Dios dispone tienen un significado simbólico. El padre en una familia representa a Dios el Padre, los hijos representan a los que son salvos como los hijos de Dios, y la familia entera representa la casa de Dios. Si queremos conocer el significado de la iglesia como casa de Dios, podemos entenderlo al observar nuestra propia familia, porque Dios nos ha puesto este símbolo ante nuestros ojos conforme a la manera en que Él ha dispuesto las relaciones humanas. En circunstancias normales, toda persona debe tener su propio hogar; un hogar apropiado es un símbolo de la casa de Dios.
En cuanto a la función de una familia, todos los que tienen una familia apropiada, sean hijos o padres, tienen cierto entendimiento. Una familia apropiada debe al menos hacer que el hombre experimente reposo tanto interno como externo. Además, una familia es un lugar para la multiplicación y continuación de la vida. Es raro encontrar una pareja que sienta que no necesita hijos. Todos esperan tener muchos hijos y nietos cuando lleguen a una edad avanzada. Cuanto más edad tenga una persona, más deseará ver que sus hijos crezcan y más le gustará hablar de sus hijos y nietos.
Igualmente, Dios se deleita en la continuación de Su vida. La razón por la cual Dios tiene una familia es que Él desea tener hijos. Aunque algunas familias no tienen hijos por razones biológicas, de hecho y en principio, una familia es llamada familia porque es un lugar donde son producidos los hijos. Sea que estemos de acuerdo o no, esto es lo que Dios dispuso. Los hijos son la multiplicación y continuación de la vida. Por lo tanto, para Dios, el significado primordial de una familia es que ella permite que Su vida se multiplique y continúe. Éste es el significado simbólico de una familia, lo cual nos muestra que la casa de Dios es un lugar donde la vida puede tener continuación y puede multiplicarse. Éste es el único lugar en el universo donde la vida puede ser multiplicada y tener continuación. Éste es el significado primordial de una familia.
Cuando nos referimos a la casa de Dios, estamos tratando el asunto de la vida de Dios, porque una familia es donde la vida puede continuar. A las personas chinas les gusta tener hijos porque desean trasmitir la vida y producir hijos. Dios necesita de una casa, una familia, para dar continuación a Su vida. Esta vida no es una vida escondida, sino una vida que genera. Antes de casarnos, nuestra vida estaba escondida, pero después que nos casamos, empezamos a generar vida. Hace dieciséis años, cuando estaba en Tianjín, un hermano vino a mi casa. Al ver a mis hijos, dijo: “Cada uno de ellos es un pequeño Witness Lee”. Antes de casarme, había un solo Witness Lee, pero después que me casé, hubo muchos Witness Lees. De igual manera, un día Dios podrá gloriarse delante de Su enemigo en el universo, diciendo: “Antes, Yo era el único que existía, pero ahora he llegado a ser muchos”. La casa de Dios es donde Su vida puede obtener continuación.
Es posible que algunas personas digan: “Muy bien, ése es el significado de una casa según el significado simbólico, pero ¿hay acaso alguna base bíblica para ello?”. ¡Por supuesto que sí! En 1 Timoteo 3:15 se nos dice: “La casa de Dios [...] es la iglesia del Dios viviente”. Dios es un Dios viviente. La palabra viviente denota la vida. ¿Hay algún árbol viviente que no dé fruto? ¿Hay algún animal viviente que no produzca crías? En tanto que algo sea viviente, sea animal o planta, ciertamente producirá crías y dará fruto. Todo lo que tiene vida es capaz de generar vida. Podemos tener hijos y propagar la vida porque somos vivientes. Nuestro Dios no es Dios de muertos sino de vivos; por lo tanto, en Su casa Él desea propagar Su vida.
En segundo lugar, la función de una casa es expresar y manifestar al dueño de la casa. Ningún otro lugar expresa lo que somos tanto como nuestra casa. Estando en la casa de una persona podemos darnos cuenta de su verdadera condición. Lo que no somos capaces de decir a los demás y lo que nos daría vergüenza decir delante de otros lo podemos decir en nuestra casa. Lo que no podemos hacer público en otros lugares podemos hacerlo público en nuestra casa. Por consiguiente, nuestra casa es el mejor lugar donde podemos expresar lo que somos. El lugar donde nos sentimos más cómodos y libres es nuestra casa. La iglesia es la casa de Dios, donde la vida de Dios puede ser propagada y donde Dios mismo es expresado. Los deseos y tendencias de Dios se manifiestan en Su casa.
Si Dios no tuviera una casa en el universo, no podría tener un lugar donde propagar Su vida; asimismo, si Dios no tuviera un hogar en el universo, no podría tener un lugar donde expresarse ni manifestarse, y por ende, no podría dar a conocer Su misterio. No hay otro lugar semejante a la iglesia, en el cual Dios puede hablar y darse a conocer. Si la iglesia no es así, esto nos muestra que se ha olvidado de su naturaleza. Si en nuestra casa tuviéramos que guardar silencio y no se nos permitiera decir ni una sola palabra, entonces nuestra casa simplemente sería como un tribunal. La iglesia es donde Dios puede expresarse libremente.
En tercer lugar, una casa es un lugar de reposo; en un hogar hay afecto y amor. En el hogar hay cuidado y entendimiento, y las relaciones humanas son placenteras. Es únicamente en el hogar donde podemos percibir lo placenteras que son las relaciones humanas. Si un hogar ha sido corrompido por Satanás, el disfrute de las relaciones humanas es anulado. Por lo tanto, lo grave que Satanás hace en las relaciones humanas es corromper la familia. Todo el disfrute y sentido de las relaciones humanas se encuentran en el hogar. En el hogar uno puede expresar sus emociones y descansar. Solamente cuando una persona tiene un hogar puede hallar reposo interiormente y en su entorno. Lo mismo se aplica a la iglesia. Si Dios no tiene la iglesia en el universo, Él no tendrá reposo. Sin la iglesia, Dios no podrá tener un lugar que responda a Su amor y al deseo de Su corazón. Esta casa es donde Dios halla reposo.
La iglesia como casa de Dios da lugar para que la vida de Dios continúe, y hace posible que Dios sea expresado y manifestado y que encuentre reposo. Si conocemos la iglesia de esta manera, sabremos cómo conducirnos en la iglesia. La manera en que nos comportamos en la iglesia debe permitirle a Dios propagar Su vida, expresarse a Sí mismo y hallar reposo. Dicha conducta estará basada en nuestro conocimiento de la iglesia.
Hablé acerca de esto en Cantón hace cuatro años, porque en aquel tiempo yo había visto una situación en la cual los hermanos y hermanas tenían muchas opiniones cada vez que se reunían a servir. Percibí que la iglesia se parecía más a una asamblea legislativa que a la casa de Dios. Cuando los hermanos y hermanas se sentaban, todos actuaban como legisladores y no le permitían a Dios expresarse a Sí mismo. Por lo tanto, cuando me hicieron preguntas acerca de la iglesia, les dije que la iglesia era la casa de Dios y que debíamos permitir que Dios hablara. Si el amo de la casa no tiene libertad de decir nada en su propia casa, eso indica que el hogar no es apropiado.
En toda nuestra conducta, debemos adherirnos firmemente al principio de que la iglesia es la casa de Dios. Nuestra conducta en la iglesia debe ser restringida por estos principios. No debemos hacer nada que impida la propagación de la vida de Dios, y debemos dejar de hacer cosas que impidan que Dios hable y sea expresado; de lo contrario, la naturaleza de la casa de Dios se perderá. Más aún, debemos permitir que Dios obtenga reposo en la iglesia.
Según 1 Timoteo 3:15, la casa de Dios es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. La iglesia es la casa del Dios viviente, y la iglesia es también columna y fundamento de la verdad. Primero necesitamos ver a qué se refiere la palabra verdad en este versículo, puesto que es un asunto de suma importancia. La verdad de la cual nos habla este versículo corresponde a la frase “Él fue manifestado en la carne”, que aparece en el versículo siguiente. Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Luego el versículo 14 dice a continuación: “Y la Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros..., llena de gracia y de realidad [la verdad]”. Sabemos que esta verdad se hizo carne, porque el versículo 17 dice: “La gracia y la realidad [la verdad] vinieron por medio de Jesucristo”. Juan 14:6 dice: “Yo soy [...] la realidad [la verdad]”. Éste es el Dios que creó todas las cosas y que se hizo carne. Por lo tanto, la palabra verdad aquí se refiere al Dios que entra en el hombre.
La verdad es Dios manifestado en el hombre; la unión de Dios con el hombre es la verdad. Alguien podría preguntar: “¿Por qué la verdad es la unión de Dios con el hombre?”. No debemos decir que Dios es la verdad; más bien, la verdad es Dios que se hizo carne y entró en el hombre, porque si Dios no se añade, todas las cosas creadas son postizas y vacías. Por ejemplo, una lámpara eléctrica sin la electricidad es postiza y vacía. Es sólo cuando la electricidad entra en la lámpara eléctrica que ésta puede ser real y verdadera. Dios es la realidad de todas las cosas, así como la electricidad es la realidad de la lámpara eléctrica. La electricidad misma no necesita llegar a ser real, porque ya lo es. Asimismo, nuestro espíritu y nuestra alma son la realidad de nuestro cuerpo, el cual es como un cascarón; si nuestro espíritu y nuestra alma partieran, nuestro cuerpo sería una falsedad. Dios tiene que entrar en los seres humanos para que ellos puedan tener la realidad en su interior. Por lo tanto, la verdad se refiere al hecho de que Dios entre en el hombre, es decir, a que el Creador entre en Sus criaturas. Esto es llamado la verdad, la cual es la manifestación de Dios en la carne.
La verdad de Dios manifestado en la carne es la verdad que la iglesia sostiene. La iglesia es columna y fundamento de esta verdad. La iglesia es sumamente importante; Dios manifestado en la carne es un asunto de gran trascendencia. La Biblia dice: “Grande es el misterio de la piedad” (1 Ti. 3:16). Este asunto tan importante es lo que la iglesia sostiene. La iglesia es columna y fundamento de Dios manifestado en la carne, y este asunto necesita ser sostenido por la iglesia. Cuando vemos la iglesia, vemos la manifestación de Dios en la carne. Si la iglesia no está presente, la manifestación de Dios es anulada.
Esto nos recuerda las palabras que el Señor Jesús dijo en Mateo 16:18: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia”. Todos sabemos que Cristo es la roca, el cimiento, sobre la cual la iglesia es edificada. Sin embargo, cuando llegamos a 1 Timoteo, vemos que la iglesia llega a ser el fundamento de la manifestación de Dios en la carne. Este hecho, este misterio, está a cargo enteramente de la iglesia. La iglesia es columna y fundamento de esta verdad. Una columna denota apoyo, lo cual podemos ver en las vigas de una casa, las cuales son sostenidas por las columnas. Sin embargo, con respecto a la verdad de Dios manifestado en la carne, la iglesia no es solamente columna de ello sino también fundamento. Esto nos muestra que la iglesia sostiene y presenta el asunto de la manifestación de Dios en la carne a todo el universo, en tiempo y espacio. Dios le ha confiado este misterio a la iglesia. Si vemos esto, confesaremos que la administración de la iglesia es un asunto de gran trascendencia.
Todos los que servimos a Dios en la iglesia, todos los que laboramos para el Señor, todos los que predicamos el evangelio y todos los que administramos la iglesia debemos permitir que el Señor nos lleve a una esfera tan elevada en la que podamos ver que la iglesia es columna y fundamento de la verdad, y que ella sostiene este hecho: la manifestación de Dios en el universo. Éste es un asunto muy grande y misterioso. Sin esta visión, no sabremos lo que estamos haciendo. Debe llegar el día en que nuestros ojos sean abiertos y veamos que la iglesia a la cual servimos y la cual administramos reviste gran importancia; sólo entonces sabremos lo que estamos haciendo. ¡Lo que hacemos es demasiado grande y misterioso!
En 1 Timoteo 3:16 se dice: “Grande es el misterio de la piedad”. El misterio de la piedad es el misterio de Dios que entra en el hombre y se une al hombre. Al mismo tiempo, este misterio es piadoso. La definición de la palabra traducida piadoso en el léxico bíblico es “como Dios, semejante a Dios”. Es un término bíblico que tiene que ver con el hecho de ser como Dios o semejante a Dios. Cuanto más expresamos la semejanza de Dios en nuestro vivir, más somos como Dios; cuanto más vivimos como Dios, más piadosos somos. Una persona piadosa es una persona que es como Dios. Por lo tanto, siempre que leamos acerca de la piedad en la Biblia, debemos tener la noción de ser como Dios. El misterio de Dios manifestado en la carne es el misterio de que el hombre sea semejante a Dios. El misterio de Dios que entra en Sus criaturas es el misterio de la piedad. Cuando no tenemos este misterio, no somos como Dios. Pero si tenemos el misterio de Dios manifestado en la carne y de los hombres de carne que se unen a Dios, entonces nosotros, hombres de carne, podemos ser como Dios. Esto es la piedad, y esto también es un misterio.
Si les decimos a las personas que tenemos a Dios en nosotros, ellas dirán que estamos locos, porque este asunto es un misterio demasiado grande. El mundo no conoce ni ve ni entiende esto. Dios hecho carne es un gran misterio. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él era un misterio. En Su porte exterior, Él era un judío que creció en Nazaret, pero interiormente había una historia que aún no se había manifestado: aún había un misterio. Un día Él murió y entró en la muerte; fue en aquel entonces que el misterio fue manifestado. Después que resucitó y ascendió, Él, como Espíritu Santo, entró en nosotros, y de ese modo también llegamos a ser parte del misterio.
Cuando predicamos el evangelio, testificamos a las personas que tenemos un tesoro en nosotros, el cual aun la persona más noble del mundo no puede obtener (2 Co. 4:7). Cuando Jesús de Nazaret estuvo en la tierra, Él era un misterio entre los hombres. Hoy en día los cristianos también son un misterio entre los hombres, un misterio incomprensible para ellos. Cuando ellos nos ven partiendo el pan, cantando, alabando y orando juntos, dicen: “Estas personas están locas; ellas cantan y gritan, y dan gracias y ofrecen alabanzas. ¿Qué es lo que realmente han visto?”. Ellos no saben ni entienden lo que estamos haciendo. Éste es el misterio de Dios manifestado en la carne.
Todos sabemos que la iglesia es Dios manifestado en la carne. La vida que propagamos nos representa a nosotros mismos. Cuando las personas ven a nuestros hijos, ellas más o menos pueden darse cuenta de quién son hijos, porque nuestros hijos en cierto modo se parecen a nosotros. A la gente de Fukien le gusta tener hijos. Para ellos no es suficiente tener un hijo, sino que también están dispuestos a adoptar a otro niño. Sin embargo, hay una diferencia entre un niño engendrado y un niño adoptado. Por ejemplo, el hermano Lin tiene un niño biológico que tiene su apellido Lin y tiene dos niños adoptados también con el mismo apellido. Si los tres estuvieran aquí, podríamos distinguir entre su hijo biológico y sus niños adoptados simplemente al mirarlos. Un hijo es la expresión de aquel que lo ha engendrado. La iglesia es la casa de Dios, el lugar donde Dios está y, como tal, es la manifestación de Dios en la carne. En esta casa podemos ver a Dios, no un Dios en el aspecto individual, sino al Dios que está en Sus hijos, esto es, en muchos hombres de carne. Esto es la iglesia.
Cada vez que nos reunimos, somos la manifestación de Dios en la carne. Cuando las personas ven que nuestras reuniones son tan buenas, ellas dicen que Dios ciertamente está entre nosotros (1 Co. 14:25). Dios está entre nosotros; nosotros ciertamente tenemos a Dios en nuestras reuniones. Toda persona salva es la manifestación de Dios en la carne. Cuando algunas personas ven que nosotros nos reunimos todos los días, se preguntan cómo podemos soportarlo. Pero no se dan cuenta de que no podemos vivir sin reunirnos. En cuanto salimos del trabajo, vamos al salón de reuniones. Esto es algo misterioso y sorprendente a los ojos de los hombres. La iglesia no es un salón de reuniones; la iglesia es Dios manifestado en la carne, la casa de Dios, el lugar donde la vida de Dios es propagada. Esto es un gran misterio, el misterio de la piedad.
Además de esto, 1 Timoteo 3:16 dice: “Justificado en el Espíritu, / visto de los ángeles, / predicado entre las naciones, / creído en el mundo, / llevado arriba en gloria”. Estos cinco asuntos nos hablan de Cristo y también de la iglesia. Cristo es la manifestación de Dios en la carne en el aspecto individual, y la iglesia es la manifestación corporativa de Dios en la carne. La Cabeza de la manifestación de Dios en la carne es Cristo, y el Cuerpo de esta manifestación es la iglesia; sólo cuando estos dos —la Cabeza y el Cuerpo— se unen, la manifestación puede ser completa. Por consiguiente, este versículo se refiere tanto a Cristo como a la iglesia. Dios manifestado en la carne significa que Cristo está en esta manifestación. Estos cinco asuntos no se refieren únicamente a Cristo ni únicamente a la iglesia; en vez de ello, hablan al mismo tiempo de Cristo y la iglesia, puesto que los dos no pueden ser separados. Por lo tanto, cuando predicamos a Cristo, predicamos la iglesia, porque la iglesia es Cristo.
Hay quienes dicen que nosotros hemos perdido nuestro vigor para predicar el evangelio, que únicamente nos gusta escuchar mensajes acerca de Cristo y la cruz y sólo queremos recibir revelación. Esto pone en tela de juicio el poder de nuestra predicación del evangelio. Si el fervor y el entusiasmo de nuestra predicación en el pasado provenían de Cristo, entonces los mensajes que son dados acerca de Cristo y la cruz deben hacernos aun más fervientes para la predicación del evangelio. Sin embargo, si el poder de nuestra predicación era un reemplazo de Cristo, entonces cuando Cristo se manifieste entre nosotros, el reemplazo se desvanecerá. La predicación apropiada del evangelio consiste en que la iglesia, en calidad de Cristo, predique a Cristo. Cuando les decimos a las personas que crean en Cristo, la iglesia en realidad está también diciéndoles que crean en la iglesia. El versículo 16 dice: “Él fue [...] predicado entre las naciones, creído en el mundo”. La iglesia, sin embargo, no es predicada entre las naciones, ni es creída en el mundo, sino que más bien Cristo es predicado entre las naciones y creído en el mundo.
Hay dos maneras de predicar a Cristo: una es predicar al Cristo que murió, resucitó y ascendió, y la otra es predicar al Cristo que murió, resucitó, ascendió y ahora vive en nosotros. Una manera es predicar al Cristo ascendido, y otra es predicar al Cristo que vive en nosotros. “Porque para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Debido a que Cristo vive en nosotros (Gá. 2:20), nosotros somos Cristo. Así, cuando predicamos el evangelio, somos Cristo, y todo lo que predicamos es Cristo. Si hacemos esto, nuestra predicación del evangelio tendrá otro sabor, y cuanto más escuchemos mensajes acerca de Cristo y la cruz, más predicaremos el evangelio.
En Hechos, los que predicaban el evangelio, los que predicaban a Cristo, eran Cristo; incluso las iglesias que predicaban a Cristo eran Cristo. Únicamente cuando vemos esto podemos entender el libro de Hechos. En Hechos los doce apóstoles, los ciento veinte y Esteban predicaban a Cristo, pero al mismo tiempo eran Cristo. ¿Podríamos separar a los ciento veinte de Cristo? ¿Podríamos separar a Esteban de Cristo? Es por ello que Saulo, cuando se encontró con Cristo, escuchó una voz del cielo que le decía: “¿Por qué me persigues?” (Hch. 9:4). Cuando Saulo estaba persiguiendo a Esteban y a los otros cristianos, él estaba persiguiendo a una entidad representada por el complemento me; cuando Saulo perseguía la iglesia estaba persiguiendo a este me.
Así pues, los que predicaban a Cristo eran Cristo, y las iglesias y los apóstoles que predicaban a Cristo también eran Cristo. Debemos ver que aquellos que predicaban el evangelio en Hechos, aquellos que predicaban a Cristo, eran Cristo. Cuando Cristo era creído en el mundo, ellos eran creídos en el mundo; cuando Cristo era predicado entre las naciones, ellos eran predicados entre las naciones; cuando Cristo fue visto por los ángeles, ellos fueron vistos por los ángeles; cuando Cristo fue llevado arriba en gloria, ellos también fueron llevados arriba en gloria. Cristo estaba unido a ellos y Cristo vivía en ellos; por consiguiente, para ellos, el vivir era Cristo. Debemos tener muy claro este asunto; de lo contrario, no sabremos lo que estamos haciendo en la iglesia.
Es preciso que oremos a Dios pidiéndole que nos muestre lo que la iglesia es en naturaleza, función y contenido. La iglesia es la casa del Dios viviente, es donde Su vida es propagada, donde Él puede expresarse y manifestarse, y donde Él encuentra reposo. Más aún, la iglesia es Dios manifestado en la carne. El misterio de la piedad es grande porque la iglesia es uno con Cristo y está mezclada con Cristo; así fue en el pasado, y sigue siendo así en el presente. La iglesia es justificada en el Espíritu, vista de los ángeles, predicada entre las naciones, creída en el mundo y llevada arriba en gloria. Esto es la iglesia.
A fin de administrar la iglesia, es imprescindible ver lo que es la iglesia. Eso es lo que el Espíritu Santo nos comunica en 1 Timoteo 3:15-16. Si queremos administrar la iglesia y servir a la iglesia, debemos ver que la iglesia es un asunto de gran trascendencia. Debemos ver esto para saber cómo conducirnos en la iglesia si el Señor tarda en regresar.