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Mensajes del libro «Cómo administrar la iglesia»
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CAPíTULO CUATRO

LA EDIFICACIÓN Y ADMINISTRACIÓN DE LA IGLESIA

(2)

DISCERNIR LOS VIENTOS DE ENSEÑANZA

  Lectura bíblica: Ef. 4:12-14

EL ORDEN EN EFESIOS 4:12

  Efesios 4:11-12 muestra que el servicio en la iglesia es efectuado por las personas dotadas que perfeccionan a los santos para que éstos lleven a cabo el ministerio de edificar el Cuerpo de Cristo. Éste es un cuadro muy claro y tiene un buen orden. Las personas dotadas no edifican el Cuerpo de Cristo directamente; antes bien, ellas perfeccionan a los santos para que cada uno de ellos tenga parte en la obra del ministerio para la edificación del Cuerpo de Cristo. Debemos captar muy bien este orden: arriba tenemos la Cabeza del Cuerpo, la cual da los dones para la edificación y el perfeccionamiento de los santos a fin de que todos participen en la obra del ministerio para la edificación del Cuerpo de Cristo. Este orden incluye a la Cabeza, a las personas dotadas, a los santos y el Cuerpo de Cristo. Este orden nos permite entender claramente nuestra posición y nuestra obra.

LLEGAR

  Entre aquellos que llevan a cabo la obra del ministerio en la iglesia están los ancianos, los diáconos y los servidores. Su servicio consiste en llevar a todos los santos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, lo cual da por resultado que todos lleguemos a un hombre de plena madurez y a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (v. 13). Cuando llevemos a cabo la obra del ministerio en nuestro servicio en la iglesia, la estatura de Cristo, que es Cristo mismo, aumentará.

CONOCER AL HIJO DE DIOS Y CRECER A LA MEDIDA DE LA ESTATURA DE LA PLENITUD DE CRISTO

  Efesios 4:13 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios [...] a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Llegar a la unidad de la fe es llegar a la unidad del pleno conocimiento del Hijo de Dios. Sin embargo, Pablo primero habla del conocimiento del Hijo de Dios, y luego de la medida de la estatura de Cristo, no del Hijo de Dios. ¿Cuál es la diferencia entre el Hijo de Dios y Cristo? En términos de Su persona, el Señor Jesús es el Hijo de Dios, y en términos de Su obra, Él es Cristo. Aquel que conocemos es el Hijo de Dios, la vida de Dios, y al final crecemos hasta la medida de la estatura de Cristo. Dentro de nosotros está la vida de Dios y sobre nosotros actúa la obra de Dios. El término Hijo de Dios recalca el hecho de que la vida de Dios ha entrado en nuestro ser; y el término Cristo se refiere al hecho de que la obra de Dios actúa sobre nosotros. La obra de Dios es Cristo mismo; la obra de Cristo consiste en que Dios mismo se forje en nosotros. Aquel que conocemos es el Hijo de Dios, pero al final el resultado de nuestro crecimiento es Cristo.

  Debemos llegar a entender en el Espíritu Santo que el Hijo de Dios siempre denota la vida de Dios, y que Cristo denota la obra de Dios. Puesto que el Hijo de Dios denota la vida de Dios, denota también la naturaleza de Dios; y puesto que Cristo denota la obra de Dios, también denota el plan de Dios. En la iglesia Dios desea que los santos crezcan hasta la medida de la estatura de Cristo al conocer al Hijo de Dios. Esto implica que la vida y la naturaleza divinas están en los santos; al mismo tiempo, la obra y el plan de Dios también operan sobre los santos. En otras palabras, los santos poseen la vida y la naturaleza de Dios dentro de ellos como resultado de la obra consumada de Cristo, la cual opera sobre ellos.

  Nuestro servicio en la iglesia debe hacer que los santos conozcan al Hijo de Dios, que conozcan la vida y la naturaleza de Dios en Su Hijo, o sea, que conozcan la vida y la naturaleza de Dios mismo. Un hermano recién salvo quizás sólo sepa que tiene paz y gozo, mas no sepa que la vida de Dios está en su interior. Por medio de nuestro servicio y comunión, él debe darse cuenta de que posee la vida y la naturaleza del Hijo de Dios en su interior. En 1 Juan 5:12 se nos dice que el que tiene al Hijo de Dios tiene la vida; la vida eterna está en el Hijo de Dios. Cuando hablamos del Hijo de Dios, estamos hablando de la vida y la naturaleza divinas; la vida y la naturaleza de Dios están en el Hijo de Dios.

  Nuestro servicio en la iglesia consiste en llevar a los hermanos y hermanas a contactar la vida y la naturaleza de Dios y de ese modo permitir que el plan de Dios opere en ellos. El resultado de la operación del plan de Dios en nosotros es el aumento de Cristo. Cuando Cristo crece en nosotros, la estatura de Cristo también aumenta en nosotros. Por ejemplo, si un hermano recién salvo vive en la vida del Hijo de Dios, el plan de Dios operará en su interior y hará que el elemento de Cristo aumente en él. La medida de la estatura de la plenitud de Cristo también aumentará. Ésta es la meta en la cual debemos centrar nuestra atención y a la cual debemos llegar mientras administramos la iglesia y ministramos a los santos en nuestro servicio, el cual consiste en llevar a cabo la obra del ministerio.

PRESTAR ATENCIÓN AL MATERIAL QUE USAMOS EN NUESTRO SERVICIO Y PREDICAR ÚNICAMENTE A CRISTO

  Nuestro servicio en la iglesia consiste en llevar a los hermanos y hermanas a que conozcan al Hijo de Dios con miras a que Cristo aumente en ellos, y a que finalmente lleguen a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. A fin de alcanzar esta meta, debemos prestar atención al material que usamos. El material que usamos a fin de ayudar a las personas a que conozcan al Hijo de Dios y alcancen la medida de la estatura de la plenitud de Cristo es un asunto muy crucial. Por ejemplo, al hacer una silla, debemos prestar atención al material que usamos, además de saber las dimensiones y la calidad. El material que usamos debe ser el Hijo de Dios, Cristo. Podemos hacer que los santos conozcan al Hijo de Dios únicamente al usar al Hijo de Dios como el material; y podemos hacer que Cristo crezca en los santos únicamente al usar a Cristo como el material. Nuestra predicación por sí sola no necesariamente logrará que los santos conozcan al Hijo de Dios. A fin de que los santos conozcan al Hijo de Dios, debemos usar al Hijo de Dios como el material; y a fin de que Cristo aumente en los santos, debemos usar a Cristo como el material.

  Si predicamos la Biblia con las enseñanzas de Confucio y Mencio, ¿podríamos hacer que las personas conozcan al Hijo de Dios o que Cristo sea aumentado en ellos? Únicamente podremos hacer que las personas conozcan al Hijo de Dios cuando nuestra predicación y nuestras palabras y elocuencia sean el Hijo de Dios. Al respecto, no debemos ser descuidados; al contrario, debemos adherirnos firmemente a este asunto. Una hermana me dijo una vez que yo debía dar mensajes que digan que los esposos deben amar a sus esposas y que las esposas deben estar sujetas a sus maridos, porque ella pensaba que sería difícil que las personas vinieran a la iglesia sin ese tipo de mensajes. Les digo con franqueza que si diera mensajes sobre honrar a los padres, sujetarse a los esposos y amar a las esposas, yo podría conmover a muchos al punto de hacerlos derramar lágrimas. Sin embargo, no he sido enviado para dar este tipo de mensaje ni para reformar la ética de las personas. Tales mensajes no hacen que las personas obtengan más de Cristo. Yo no soy un servidor de la ética; soy un esclavo de Cristo.

  Alguien también me escribió de forma anónima y me pidió que hablara acerca del cielo y del infierno. En realidad, es mucho más fácil hablar del cielo y del infierno que de Cristo y la cruz. Yo podría hablarles del infierno por ocho o diez días y acerca del cielo por otros ocho o diez días. Podría infundir un gran temor en las personas al hablar acerca del infierno y despertar un profundo anhelo al hablar acerca del cielo. Sin embargo, no he sido enviado para hablar acerca del cielo y del infierno; antes bien, he visto al Señor de gloria y he sido enviado por Él. Estoy lleno de Él, y todos mis sentimientos profundos son para Él.

TOMAR A CRISTO COMO EL MATERIAL

  Un mensaje puede diferir de otro, y no todos los mensajes pueden hacer crecer el elemento de Cristo en las personas. Sólo Cristo mismo puede hacer que las personas conozcan a Cristo y que tengan el aumento de Cristo en ellas. Si les decimos a las personas que deben amar a sus esposas, sujetarse a sus maridos, honrar a sus padres y criar a sus hijos con ternura, debemos infundirles a Cristo mismo como su amor y sumisión, y como su capacidad de honrar y de criar. Cuando una hermana se sujeta a su esposo, su sumisión debe ser Cristo. Al amar a Cristo, al ser llena de Cristo, al tener comunión con Cristo y al permitir que Cristo viva en ella y se exprese en su vivir, ella experimentará la realidad de la sumisión. Esto también se aplica a los esposos; el amor con el cual ellos aman a sus esposas debe ser el resultado de que Cristo sea impartido en ellos. Los que tienen comunión con Cristo y permiten que Cristo viva en ellos ciertamente respetarán y amarán a sus esposas y serán considerados con ellas. La manera en que los padres cuidan de sus hijos también debe ser tan espiritual que sea evidente que su cuidado es Cristo. Por lo tanto, el amor con el cual los esposos amen a sus esposas debe ser Cristo; el amor que tenga un padre por sus hijos, así como la enseñanza y cuidado que les brinden, también deben ser Cristo. Todas estas virtudes deben provenir de Cristo. Si estamos llenos de Cristo interiormente, ¿cómo no cuidaremos de nuestros hijos? ¿cómo no honraremos ni seremos considerados con nuestros padres? Esta clase de cuidado, honra y consideración son simplemente Cristo mismo.

  Nuestra vida de iglesia debe ser tan fuerte que haga que los demás vean a Cristo en el amor de un esposo para con su esposa, como también en la sumisión de la esposa; asimismo, los demás deben ver a Cristo en la consideración y honra que un hijo manifiesta hacia sus padres. Si todo está lleno de Cristo, entonces independientemente de si hablamos de la honra debida a nuestros padres, el amor o la sumisión, los demás podrán ganar a Cristo. Solamente al tomar al Hijo de Dios como el material nosotros podemos ayudar a otros a conocer al Hijo de Dios y a ganar al Hijo de Dios. Sólo al tomar a Cristo como el material podemos ayudar a otros a ganar a Cristo y a conocerle.

  Es fácil hablar acerca de tomar a Cristo como el material, pero para tomarle como el material se requiere experiencia y práctica. Si nos relacionamos con nuestro cónyuge aparte de Cristo y nunca hemos aprendido esta lección, no podremos tomar a Cristo como el material. Si hemos aprendido la lección de conocer y experimentar a Cristo al relacionarnos con nuestras esposas, espontáneamente tomaremos a Cristo como el material al contactar a otros. Si verdaderamente conocemos la vida del Hijo de Dios que está en nuestro interior, si vivimos en esta vida, tomamos esta vida al relacionarnos con nuestro cónyuge y vivimos con nuestro cónyuge conforme a esta vida, podremos tener comunión con las personas que están teniendo dificultades en su relación con su cónyuge. Sólo así nuestra obra tendrá valor espiritual y será eficaz. De lo contrario, nuestra obra tendrá el nombre de Cristo, pero en realidad sólo será una obra religiosa. En otras palabras, nuestra obra será hecha en el nombre de Cristo pero sin la realidad de Cristo. Debemos hablar en el nombre de Cristo, hablar la palabra de Cristo e infundir a Cristo en los demás mediante nuestro hablar.

EL FUNDAMENTO DE NUESTRA PREDICACIÓN ES CRISTO

  Alguien podría preguntar: “¿Por qué algunos colaboradores enseñan a las personas que no se vistan a la moda ni se pinten los labios ni vayan al cine?”. Si simplemente nos centramos en si está bien pintarse los labios o vestirse a la moda, no seremos más que predicadores que pueden mejorar la sociedad. Al enseñar a las personas que no hagan ciertas cosas, como ir al cine, vestirse a la moda o hacerse una permanente, debemos tener a Cristo como el firme fundamento. Es únicamente cuando enseñamos basándonos en Cristo como fundamento que nuestra enseñanza tiene un verdadero valor e impacto. No podemos vestirnos a la moda porque Cristo está en nosotros; no podemos ir al cine porque Cristo está en nosotros. El hecho de no vestirnos a la moda ni ir al cine debe provenir de Cristo. Si no proviene de Cristo, no importa si nos ponemos ropa llamativa o ropa sencilla. Nuestra predicación únicamente debe trasmitir a Cristo mismo. Nosotros predicamos a Cristo para edificar a los santos, fortalecerlos en su fe y perfeccionarlos. El material con el cual edificamos a los demás, los fortalecemos en su fe y los perfeccionamos es Cristo mismo. Cada mensaje debe estar centrado en Cristo; cada exhortación debe estar unida a Cristo y tener a Cristo como el fundamento. Nuestras exhortaciones deben conducir a las personas a Cristo.

  No estamos aquí para estudiar asuntos doctrinales. Tampoco estamos aquí para aprender a predicar desde el podio, para aprender a conversar con las personas ni para aprender a servir en la iglesia; todas estas cosas no son más que asuntos técnicos. Fundamentalmente, tenemos que conocer a Cristo, experimentar a Cristo y ganar a Cristo en nuestro interior. De este modo, podremos ministrar e impartir a Cristo en cuanto surja la necesidad. Entonces podremos suministrar a otros el Cristo a quien conocemos y experimentamos aplicando las técnicas para hablar y los métodos correctos para laborar que hemos aprendido.

YA NO SER NIÑOS ZARANDEADOS POR VIENTOS DE ENSEÑANZA

  Efesios 4:14 dice: “Para que ya no seamos niños [...] zarandeados por todo viento de enseñanza en las artimañas de los hombres en astucia, con miras a un sistema de error”. Esto tiene que ver con el aspecto negativo. Por un lado, necesitamos llegar a ser el hombre de plena madurez mencionado en el versículo 13 y, por otro, como dice el versículo 14, debemos dejar de ser niños. Ser niños es un asunto espiritual y no físico. Ciertamente debemos ser como niños (cfr. Mt. 18:3; Mr. 10:15; Lc. 18:17), pero no debemos ser niños. Después de muchos años algunas personas todavía son niños que no han crecido. Ser niños nos habla de la falta de crecimiento en vida. Ser niños nos pone en la posición riesgosa de caer fácilmente en las artimañas de los hombres y ser engañados. A un niño se le puede engañar con un chocolate. Algunos hermanos y hermanas son atraídos por una buena reunión o una buena enseñanza. Los niños fácilmente caen en las estratagemas de los hombres.

  Si pudiéramos pedirle al apóstol Pablo que viniera a hablarnos de las cosas que podrían inspirar a los niños, él diría que tales cosas son de la carne. Algunas veces, después de escuchar un buen mensaje que da alguien en cierto lugar, algunos hermanos me han preguntado si debiéramos invitarlo a que venga a darnos un mensaje. Por lo general no digo nada porque me doy cuenta de que son como niños que dicen tonterías. Hay algunos hermanos y hermanas que dijeron tonterías hace cuatro o cinco años y todavía siguen diciendo las mismas cosas. Ciertamente necesitamos la misericordia del Señor para ya no ser niños. Puesto que los niños no saben ni entienden lo que deben hacer, fácilmente son engañados.

LOS VIENTOS DE ENSEÑANZA ALEJAN A LAS PERSONAS DE CRISTO

  En nuestro servicio en la iglesia, el camino es Cristo, y el material también es Cristo. Efesios 4:14 dice que hay toda clase de vientos de enseñanza, tales como tormentas, huracanes y fuertes vendavales. Desde los púlpitos del cristianismo soplan toda clase de vientos. Un hermano de edad, que prestaba mucha atención a la moralidad, una vez citó veintiocho pasajes que abarcaban desde Éxodo hasta Efesios y dio un mensaje muy atractivo acerca de honrar a los padres. Después de escucharlo, muchos estudiantes universitarios fueron conmovidos, pues sintieron que Dios les había mostrado una gran luz. Desde la perspectiva humana, este mensaje ayudó a las personas a honrar a sus padres; sin embargo, desde la perspectiva de Cristo, fue un viento de enseñanza que llevó a las personas a otro lugar. Esto no quiere decir que no debamos hablar acerca de honrar a los padres; antes bien, la honra que mostramos a nuestros padres debe ser Cristo. Si simplemente les enseñamos a las personas que honren a sus padres sin llevarles a Cristo ni impartirles a Cristo, nuestra enseñanza solamente será como la enseñanza de Confucio o Mencio. La esencia y el contenido de todas las enseñanzas de la Biblia, incluyendo la enseñanza de honrar a nuestros padres, amar a nuestras esposas o sujetarnos a nuestros maridos, son simplemente Cristo.

  Si las hermanas son llenas de Cristo y son sumisas a sus esposos como fruto de nuestra predicación de sumisión, entonces dicha predicación será la predicación de Cristo, y no un viento de enseñanza que aleja a las personas de Cristo. Hoy en día, desde los púlpitos del cristianismo soplan una infinidad de vientos de enseñanza que alejan a las personas de Cristo. Nuestra predicación del evangelio tiene como fin conducir a las personas a Cristo, pero lo triste es que una persona sea alejada de Cristo por vientos de enseñanza después que es salva. Algunas enseñanzas se basan en las Escrituras, pero su esencia no es Cristo; otras, aunque son buenas desde la perspectiva humana, su contenido no es Cristo. No importa lo que prediquemos, debemos tomar a Cristo como el centro y permanecer con Cristo, tomándole como la esencia y el contenido.

  Incluso si nuestra predicación trata sobre asuntos relacionados con nuestra vida diaria, como por ejemplo, la manera de vestirnos apropiadamente, con todo, aún tiene que ser conforme a Cristo. De este modo, después que alguien escuche un mensaje así, se arrodillará delante del Señor y dirá: “Oh Señor, te doy gracias por enseñarme a vestirme apropiadamente”. Solamente esta clase de predicación es verdadera y bíblica. En lugar de alejar a las personas de Cristo, esta clase de predicación conduce a las personas a Cristo. De lo contrario, por buena que sea una enseñanza, ésta puede ser un viento que nos aleja de Cristo. Aunque es una buena enseñanza, es un viento que aleja a las personas de Cristo.

  Todo mensaje, independientemente del tema, debe hacer que las personas deseen a Cristo y que deseen someterse a Cristo, de modo que sean conducidas a Cristo. No importa si se trata de un mensaje sobre amar a nuestras esposas, sujetarnos a nuestros esposos o vestirnos apropiadamente, el efecto debe ser que cuanto más las personas escuchen, más amen a Cristo, lo deseen y sean llenas de Él. Si no es así, entonces por llamativo e inspirador que sea un mensaje, éste será un viento de enseñanza que aleja a las personas de Cristo. Sería mejor si las personas no escucharan ese mensaje, puesto que se encontraban más cerca de Cristo antes de escucharlo. Después de escuchar dicho mensaje, ellas irán en pos de algo bueno, pero estarán cada vez más lejos de la meta, que es Cristo. Eso es lo que significa ser zarandeados por los vientos.

  Es posible que un hermano dé un mensaje acerca de la música, y todos sintamos la carga de aprender a cantar los himnos y a practicar nuestro talento para cantar, pero a la postre no conozcamos más de Cristo ni ganemos más de Él. Esta clase de mensaje es un viento de enseñanza que nos aleja de Cristo. Asimismo, es posible que otro hermano venga y nos dé una serie de mensajes sobre el significado de los números en la Biblia y nos hable acerca del número seiscientos sesenta y seis, y después, por un periodo de dos años, nosotros escasamente hayamos tenido comunión con Cristo porque hemos gastado todo nuestro tiempo estudiando estos números. Es posible que tengamos muy claro el significado de las setenta semanas del libro de Daniel —incluso puede ser que recitemos todo esto de memoria, dibujemos un diagrama y les digamos a las personas cuándo fue destronado el rey Nabucodonosor, cuándo su reinado fue restaurado, cuándo Daniel fue herido, cuándo Jerusalén fue reedificada y cuándo las setenta semanas empezarán—, pero nosotros mismos no nos hayamos acercado más a Cristo. Esto es ser alejados de Cristo por un viento de enseñanza. Aunque no hemos cometido ningún pecado; más bien, hemos estudiado solamente las setenta semanas y el significado del número seiscientos sesenta y seis, buscando todos los versículos relacionados con este tema en la Biblia, no hemos centrado nuestra atención en Cristo y nos hemos desviado de Él.

EL SISTEMA SATÁNICO DE ERROR

  Los hombres de plena madurez que se mencionan en Efesios 4:13 no escuchan estos vientos de enseñanza, porque saben de este engaño. Cuando escuchan mensajes acerca de las setenta semanas y del número seiscientos sesenta y seis, ellos saben que la Biblia está siendo usada como una fachada solamente para engañar a las personas. Debido a su conocimiento del Hijo de Dios, ellos son hombres de plena madurez y han crecido hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Ellos no son afectados por vientos de enseñanza, ni son sacudidos ni zarandeados por dichos vientos. Los vientos de enseñanza son conforme a las artimañas de los hombres, en astucia, con miras a un sistema de error (v. 14); por consiguiente, es un sistema de error. Todos los que conocen la guerra espiritual reconocen que esto se refiere a la astucia de Satanás en la iglesia. Estos vientos de enseñanza provienen del sistema satánico. Los mensajes que suelen atraer e inspirar a los hombres son, de hecho, parte del complot satánico.

  Si alguien entre nosotros nos enseñara que no honremos a nuestros padres, de ningún modo lo escucharíamos porque estamos convencidos de que esto proviene de Satanás. Sin embargo, si nos desviamos de Cristo después de escuchar un mensaje muy atractivo que nos habla de honrar a nuestros padres, esto también es la astucia de Satanás. Si alguien nos enseñara que no debemos leer la Biblia, de ningún modo lo escucharíamos. Sin embargo, si alguien dice que la Biblia es un libro verdaderamente maravilloso porque habla de asuntos tales como el número seiscientos sesenta y seis y las setenta semanas, y si nosotros, al escucharlo, somos alejados de Cristo, entonces esta clase de enseñanza es una artimaña del maligno. Las artimañas de Satanás son un sistema de error que él ha preparado intencionalmente. Satanás hace que algunas personas den mensajes atractivos en la iglesia y utiliza tales mensajes para alejar a los creyentes de Cristo a fin de que no conozcan a Cristo como vida, aunque hayan sido salvos por muchos años.

  Me temo que hay muchos así entre nosotros; es posible que hayan sido salvos por más de diez años y hayan escuchado mensajes y asistido a reuniones semana tras semana, pero aún no conozcan a Cristo como la vida que está en ellos. Esto se debe a que las enseñanzas que ellos escuchan los alejan de Cristo. Un mensaje puede ser bíblico, puede ser sacado de la Biblia, y aun podría decir que es de Dios, pero si dicho mensaje no nos motiva a amar a Cristo, a desearle, a ser llenos de Él, a vivir en Cristo y a expresar a Cristo en nuestro vivir, entonces es un viento de enseñanza que nos aleja de Cristo. Esta clase de mensajes es parte de las artimañas de Satanás, el fin de las cuales es anular la obra del Espíritu Santo. Hoy en día muchas enseñanzas que aparentemente son apropiadas distraen a los creyentes, apartándolos de Cristo. Estas enseñanzas aparentemente provienen de los hombres como resultado de su estudio, pero en realidad son las artimañas del maligno y pertenecen al sistema del maligno. Por medio de los vientos de enseñanza, Satanás desvía a los creyentes y los conduce a su sistema de error. Él es como un mago que hace que las personas, sin darse cuenta, sean engañadas por su prestidigitación.

TENER CUIDADO DE LA ASTUCIA DE SATANÁS

  En términos prácticos, debemos considerar si nuestra predicación de la palabra aleja a las personas de Cristo. Muchos hermanos sin tener el deseo ni la intención de alejar a las personas de Cristo, aún terminan haciéndolo. Si no tenemos un entendimiento completo acerca de la astucia de Satanás y no tenemos el debido cuidado, podemos volvernos a nuestra mente en vez de nuestro espíritu cuando vayamos a predicar la palabra. Así, espontáneamente, caeremos en el sistema satánico de error y cederemos a sus estratagemas y maquinaciones. Por ejemplo, es posible que nos demos cuenta de que no tenemos la elocuencia necesaria para predicar a Cristo y la cruz. Por consiguiente, otro tema, como el número seiscientos sesenta y seis y las setenta semanas, puede venírsenos a la mente, y pensamos que debemos hablar de esto para demostrar lo maravillosa que es la Biblia. Cuando predicamos conforme al tema que se nos viene a la mente, aunque éste puede ser muy interesante y los hermanos y hermanas pueden ser conmovidos y tomar la determinación de estudiar la Biblia, inconscientemente ellos quitarán la mirada de Cristo, y su mente estará ocupada con los números.

  Más aún, debido a que un hermano habló acerca del número seiscientos sesenta y seis y de las setenta semanas, cuando otro hermano vaya a hablar, también pensará en decir algo que atraiga a las personas. ¿Deberá hablar acerca del servicio en coordinación? ¿Qué pasará si los santos no responden a esto? ¿Deberá él hablar acerca de Cristo como vida? ¿Qué pasará si nadie es conmovido? ¿Deberá hablar acerca de que la cruz de Cristo ha puesto fin al viejo hombre? ¿Qué sucederá si no tiene las palabras suficientes para hablar? En efecto, no sabe sobre qué debe hablar. Después de considerar esto por muchos días y después de mucha oración, él siente que debe evitar el tema de Cristo como nuestra vida. En lugar de ello, decide contar una maravillosa historia acerca de la experiencia de cierto gigante espiritual. Así que, cuenta esta historia de una manera maravillosa, de tal modo que muchos hermanos y hermanas son conmovidos, pero ninguno ha tenido contacto con Cristo. Una semana después, otro hermano puede hallarse en la misma situación. Él piensa en hablar de cierto tema pero lo rechaza por no ser tan atractivo y luego considera otro tema, pero lo rechaza también porque no resulta inspirador. Así que, en vez de ello, da un mensaje acerca de ser buenas personas, lo cual tampoco hace que las personas tengan contacto con Cristo. Por consiguiente, un mensaje tras otro es sólo un viento de enseñanza que sopla, llevando los hermanos y hermanas en una dirección y luego en otra. Después de ser zarandeados por estos vientos por muchos años, ellos aún no conocerán a Cristo ni sabrán vivir en Cristo, y la vida de Cristo en ellos no habrá aumentado.

  Por consiguiente, no debemos dejarnos engañar por la astucia del diablo. El enemigo trata de usar estas estratagemas para anular de forma sistemática la obra del Espíritu Santo, la cual consiste en hacerles posible a las personas conocer al Hijo de Dios. Aunque hayamos sido cristianos por muchos años, con todo y eso ¿nos hemos dado cuenta de que debemos conocer a Cristo interiormente, ser llenos de Él y permitirle vivir en nosotros? Si los mensajes que escuchamos no nos ayudan en estos asuntos, entonces no son más que vientos de enseñanza. Este mes seremos zarandeados en la dirección de hacer el bien, y el próximo mes seremos zarandeados en la dirección de estudiar la Biblia. Aunque estos mensajes quizás nos conmuevan y puedan ser buenos, después de diez o veinte años aún no estaremos más cerca de Cristo ni conoceremos más a Cristo como vida, y la vida de Cristo no habrá aumentado en nosotros. Lo único que habrá sucedido es que hemos sido sacudidos por las olas que levantan los vientos.

DISCERNIR LOS VIENTOS DE ENSEÑANZA Y EXPERIMENTAR A CRISTO

  Con respecto a la administración de la iglesia, todos los colaboradores, ancianos, diáconos y todos los que aprenden a servir a Dios, deben pedirle al Señor que tenga misericordia para que veamos cómo debemos servir, con qué debemos servir y el propósito de nuestro servicio. Debemos ver tanto el aspecto negativo como el aspecto positivo. Muchos ancianos y diáconos dan a los santos un mensaje tras otro al administrar y servir en la iglesia. Sin embargo, cuanto más hablan, más los vientos de enseñanza sacuden a los santos. Puesto que ellos no tienen un conocimiento interior adecuado, algunos hermanos alejan a otros de Cristo por medio de su hablar, incluso cuando intentan ayudarlos. Por lo tanto, debemos ser cuidadosos no solamente cuando escuchemos mensajes, sino también cuando tengamos comunión con otros. Si no somos cuidadosos, sin darnos cuenta seremos engañados por el maligno y los mensajes que demos desviarán a las personas.

  Por esta razón, no estamos de acuerdo en publicar nada que sea escrito por hermanos que no estén entre nosotros. Esto se debe a que muchos libros que supuestamente son “buenos” contienen vientos de enseñanza que alejan a los santos de Cristo. Espero que todos prestemos más atención al “viento de enseñanza” mencionado en Efesios 4:14 para que cuando vayamos a cierto lugar y escuchemos la predicación, podamos discernir si es un viento de enseñanza. Cuando hablemos con las personas, debemos ser cuidadosos y fijarnos si estamos haciendo soplar un viento de enseñanza. Podemos saber esto por medio de Efesios 4:13, que dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

  Nuestro servicio en la iglesia debe hacer que las personas conozcan al Hijo de Dios y lleguen a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; por consiguiente, nunca debemos usar nada que sea un sustituto de Cristo. Debemos tomar únicamente al Hijo de Dios —Cristo— como el material; sólo entonces podremos generar y producir a Cristo. Que Dios tenga misericordia de nosotros para que nuestros ojos sean abiertos y veamos la administración de la iglesia. Todo lo relacionado con la administración de la iglesia debe ser Cristo. Puesto que el propósito de la administración de la iglesia es que las personas ganen a Cristo, debemos usar solamente a Cristo como el material cuando administremos la iglesia. Por lo tanto, debemos conocer a Cristo, experimentarle y ganarle. Una vez que experimentemos a Cristo en todas las cosas, podremos impartirlo y llevarlo a otros en nuestro diario vivir.

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