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Mensajes del libro «Cómo administrar la iglesia»
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CAPíTULO SEIS

LA EDIFICACIÓN Y ADMINISTRACIÓN DE LA IGLESIA

(4)

EL CRECIMIENTO DEL CUERPO DE CRISTO

  Efesios 4:11-13 muestra que la Cabeza, Cristo, dio varios dones a la iglesia a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo. Además, el versículo 13 muestra que la meta, el propósito, del servicio y obra de edificar el Cuerpo de Cristo consiste en que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios a fin de que seamos plenamente maduros y alcancemos la medida de la estatura de la plenitud de Cristo en la iglesia.

  El versículo 13 nos habla de llegar a tres cosas; éstas no representan tres metas distintas, sino una sola en tres etapas. Cuando llevamos a los santos a conocer al Hijo de Dios, hacemos que crezcan en vida y alcancen la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; por lo tanto, estas tres cosas son una sola. La palabra griega traducida lleguemos a también significa “entremos en”. Cuando guiamos a los santos, nuestro propósito es que ellos entren en el pleno conocimiento del Hijo de Dios y en el crecimiento en vida; finalmente, la meta final y más elevada es que alcancen la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Por lo tanto, conocer al Hijo de Dios es el comienzo, mientras que alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo es la meta final. Además, llegar a en Efesios 4 no sólo tiene el sentido de “entrar en”, sino también de “pasar por”, como si pasáramos a través de una caja entrando por un lado y saliendo por el otro, para luego entrar en una segunda caja y después en una tercera.

  Mientras que el versículo 13 habla de la meta de la obra de la iglesia, el versículo 14 habla de la obra que Satanás realiza en contra de la meta de Dios presentada en el versículo 13. La herramienta que Satanás utiliza para realizar su obra antagónica en la iglesia es el viento de enseñanza, el cual hace que el hombre lo siga hasta entrar en un sistema de error. No obstante, el versículo 15 contrarresta lo que se encuentra en el versículo 14. Debido a la obra antagónica de Satanás, es necesario asirnos a la verdad en amor, asirnos al crecimiento de Cristo en la iglesia y asirnos a Dios manifestado en la carne. Esto es lo que significa asirnos a la verdad.

  El resultado de asirnos a la verdad es que creceremos en todo hasta la medida de la Cabeza, Cristo. Anteriormente nada de lo que hacíamos se hallaba en Cristo, pero ahora podemos crecer en Él en todas las cosas porque podemos asirnos a la verdad en amor. El significado de crecimiento en griego no simplemente denota crecer, sino crecer hasta la medida de la Cabeza, Cristo. En el pasado, todo nuestro vivir y todas nuestras acciones no estaban en Cristo ni guardaban relación alguna con Cristo. Pero ahora, debido a que nos asimos a la verdad en amor, podemos llegar al punto en que todo nuestro vivir y todo lo que hacemos crece hasta la medida de Cristo.

  El versículo 16 dice: “De quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. La frase de quien significa que cuando crecemos hasta la medida de la Cabeza, Cristo, recibimos un suministro de Él. Los que son coyunturas de suministro no son la fuente, sino más bien estaciones de abastecimiento; la fuente es Cristo, la Cabeza. Las coyunturas de suministro son semejantes a las estaciones de gasolina, pero la gasolina viene de la refinería, la cual es la Cabeza. Los miembros que son coyunturas reciben el suministro de la Cabeza, y luego se convierten en estaciones de abastecimiento, y cada uno suple las necesidades del Cuerpo. Además, debemos ver que cada miembro es útil; cada miembro debe manifestar su función en la vida de Cristo.

  A fin de que los miembros manifiesten su función, se necesita el suministro que proveen las coyunturas de suministro; y cuando las funciones de los miembros se manifiesten, el Cuerpo será unido y entrelazado. Con la Cabeza como la fuente y por medio del suministro de las coyunturas y la función de cada miembro, el Cuerpo crecerá al ser unido y entrelazado. Éste es el aumento de Cristo en el Cuerpo y, como resultado, el Cuerpo se edificará a sí mismo en amor. Ésta es también la condición de nuestro cuerpo: a partir de la cabeza, y por medio de muchas coyunturas de suministro y por la función de cada miembro, el cuerpo humano se une y entrelaza, y crece hasta alcanzar su plenitud.

ASIRNOS A LA VERDAD EN AMOR

  Efesios 4:15-16 usa la frase en amor dos veces. Por un lado, debemos asirnos a la verdad en amor y, por otro, el Cuerpo se edifica a sí mismo en amor. Dios está unido al hombre porque ama al hombre, y el hombre está unido a Dios también porque Dios ama al hombre. Ésta es la gran verdad hallada en la Biblia. En toda la Biblia, la unión de Dios con el hombre se debe completamente al amor. Sin la iluminación que efectúa el Espíritu Santo, nos sería muy difícil entender el significado de la frase en amor.

  Por ejemplo, el Señor claramente dijo: “El que me ama [...] Yo le amaré, y me manifestaré a él [...] y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:21, 23). Pablo también dijo: “Porque el amor de Cristo nos constriñe [...] para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado” (2 Co. 5:14-15). El hecho de que Pablo dijera que no podía vivir por sí mismo significa que él vivía por Cristo. Él no podía vivir por sí mismo porque el amor de Cristo lo constreñía. Él amaba a Cristo y se asía a la verdad en amor. Él dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí [...] el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gá. 2:20). El amor sacrificado de Cristo conmovía a Pablo y hacía que él en respuesta no viviera para sí mismo, sino que permitiera que Cristo viviera en él. No vivir para nosotros sino permitir que Cristo viva en nosotros equivale a asirnos a la verdad en amor.

  Además, Efesios 3 también habla sobre el amor: “Arraigados y cimentados en amor [...] y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios” (vs. 17, 19). Por lo tanto, en la Biblia vemos que el amor entre Dios y el hombre hace que el hombre viva en Dios y permite que Dios viva en el hombre. Asirnos al hecho de que el hombre viva en Dios y Dios viva en el hombre es asirnos a la verdad. Es en este amor entre Dios y el hombre que nos asimos a la Cabeza.

  En el Antiguo Testamento, El Cantar de los Cantares habla de cómo la que busca al Señor tiene comunión con Él, cómo ella se pierde en el Señor y cómo permite que el Señor sature todo su ser para que ella pueda llegar a ser exactamente como el Señor. Al final, ella y el Señor, el Señor y ella, son inseparables en amor. La unión de amor (cfr. 8:6-7) es la unión que experimentan ellos en la vida de Dios. Estamos unidos al Señor en amor, y también nos asimos a la verdad en amor.

  En el libro de Efesios Pablo les encargó a los efesios asirse a la verdad en amor. En el libro de Apocalipsis el Señor también trata el asunto del amor. Él deseaba que la iglesia en Éfeso recobrara su primer amor (2:4). Cuando una iglesia abandona su primer amor, corre el peligro de perder el testimonio del candelero (v. 5) y la vida del árbol de la vida (v. 7). El candelero se refiere a Dios en el hombre como luz; y la vida se refiere a Dios en el hombre como vida. Si perdemos nuestro amor por el Señor, no podremos asirnos a la verdad de la unión de Dios con el hombre. Sin amor, la verdad misma se perderá. Por consiguiente, en toda la Biblia el motivo de la unión entre Dios y el hombre es el amor.

  El que no ama al Señor ni lo desea no puede vivir en el Señor; el que no desea al Señor no puede permitirle tener cabida en él ni ser el todo para él continuamente. Solamente aquel que desea al Señor y lo anhela puede permitirle vivir en su interior. Esta clase de persona no desea nada que no tenga al Señor como centro y contenido; sencillamente ama y desea al Señor mismo. Esto es lo que significa asirnos a la verdad en amor. Por lo tanto, si queremos vivir en este amor y sencillamente queremos al Señor mismo, debemos asirnos a la verdad de que Dios fue manifestado en la carne y a la verdad de la unión de Dios con el hombre. Cuanto más amemos al Señor de esta manera, más el elemento de Cristo aumentará en nosotros; y cuanto más aumente el número de esta clase de personas, más alcanzaremos la medida de la estatura de Cristo en la iglesia y más el Cuerpo se edificará a sí mismo en amor (Ef. 4:16).

CRISTO, EL HIJO DE DIOS, ES EL CENTRO

  Debemos entender que el viento de enseñanza no es el “viento de las religiones paganas” como se tradujo en la Biblia en chino. Esta frase griega se refiere a enseñanza, porque la palabra maestros en Efesios 4:11 tiene la misma raíz que la palabra enseñanza en el versículo 14. Ver este punto es de gran ayuda para nosotros. En el pasado pudimos haber tenido el pensamiento de que la frase viento de enseñanza se refería a los vientos de otras religiones, es decir, a los engaños de otras religiones. Sin embargo, basándose en el griego, Pablo no estaba hablando de esto en absoluto; más bien, estaba hablando de la enseñanza que no toma a Cristo como el centro en la iglesia. Por lo tanto, no debemos pensar que los vientos de enseñanza se refieren a los vientos de religiones paganas.

  En nuestra predicación no nos debemos apartar jamás de Cristo, el centro, a fin de que nuestra predicación de la Palabra y nuestra predicación para edificación no se conviertan en vientos de enseñanza. Si queremos oponernos a la estrategia de Satanás, debemos conformarnos a Cristo y estar unidos a Cristo en nuestra predicación. Cada vez que estemos separados de Cristo en nuestra predicación, estaremos carentes de vida, y nuestra predicación vendrá a ser un viento de enseñanza que sacudirá y zarandeará a las personas. Si verdaderamente hemos visto que Cristo es el centro, independientemente de lo que prediquemos, nuestro hablar tomará a Cristo como punto de partida y regresará a Cristo. Esto es semejante a una rueda, la cual tiene un eje o centro. El punto central de nuestra predicación es Cristo, y éste crucificado (1 Co. 2:2). Al igual que la rueda, esto tiene un eje. Además de esto, están los radios que van del eje al aro. Aunque hay muchas verdades en el aro, no podemos hablar de la verdad desde la perspectiva del aro; más bien, debemos hablar partiendo desde el centro hasta el aro y luego regresando del aro al centro. De este modo, la palabra que prediquemos no perderá su centro.

  Si queremos hablar en cuanto al bautismo, debemos hablar tomando a Cristo como el centro. Es así como Pablo hablaba la palabra. Él dijo: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?” (Ro. 6:3). En contraste, muchas personas hoy en día discuten sobre la práctica del bautismo, y estos debates alejan a las personas de Cristo. Lo mismo sucede con la práctica de cubrirse la cabeza. Cuando Pablo habló de esta práctica, empezó hablando de Cristo. Él dijo: “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Co. 11:3). Él habló acerca de la práctica de cubrirse la cabeza empezando con Cristo y volviendo a Cristo. No es necesario que hablemos a las hermanas acerca de la práctica de cubrirse la cabeza. Mientras las conduzcamos a Cristo, ellas espontáneamente se cubrirán la Cabeza. Si hay hermanas que están en contra de esta práctica, no necesitamos discutir con ellas; simplemente debemos llevarlas a Cristo como el centro. Llegará el momento en que ellas espontáneamente le dirán al Señor: “Oh Señor, te tomo como el Señor de todo; Tú eres la Cabeza sobre todas las cosas”. En ese momento, ellas tendrán un sentir muy claro de que deben cubrirse la cabeza. Ésta es la manera de hablar acerca de la práctica de cubrirse la cabeza empezando con Cristo, continuando por medio de Cristo y regresando a Él.

  En cuanto al asunto de resistir al diablo, no podemos saltarnos todo lo dicho en los capítulos del 1 al 5 de Efesios e ir directamente al capítulo 6. A fin de resistir al diablo, debemos reinar con Cristo en ascensión porque no podemos resistirlo fuera de Cristo. Si estamos fuera de Cristo, no podremos oponernos al diablo; al contrario, el diablo se opondrá a nosotros. Si esto sucede, caeremos en los vientos de enseñanza, en el error de las estratagemas y el sistema de Satanás. En Efesios 6 el guerrero que está firme contra el diablo ha muerto con Cristo, ha sido resucitado juntamente con Cristo y está sentado en los lugares celestiales con Cristo.

  Toda enseñanza debe proceder de Cristo, pasar por Cristo y regresar a Cristo. Incluso si damos mensajes acerca de asuntos relacionados con el aro, aún necesitamos empezar desde el centro, pasar por el centro y regresar al centro. Una persona que no ha visto el centro siempre hablará a partir del aro, y su hablar llegará a ser un viento de enseñanza que distrae a las personas de Cristo. Todos nuestros problemas estriban en que no vemos a Cristo como centro. Cuando vemos que Cristo es el centro, todo es muy sencillo. Desde 1934 Dios fue abriendo gradualmente mis ojos para ver esto; y desde 1944 hasta el día de hoy, rara vez he dado un mensaje aparte de Cristo. No importa sobre qué hable, siempre hablo de Cristo. Si no hablamos de Cristo, nuestro mensaje no tendrá ninguna sustancia. Por lo tanto, no importa sobre qué hablemos, debemos regresar al centro: a Cristo y Su cruz.

  Cuando hablamos acerca de cómo administrar la iglesia, nuestra meta debe ser que los santos conozcan al Hijo de Dios y disciernan los vientos de enseñanza (Ef. 4:13-14). La administración de la iglesia consiste en impartir a Cristo a los hermanos y hermanas. A algunas personas les preocupa que su predicación pueda convertirse en vientos de enseñanza debido a que no tienen un conocimiento adecuado del Hijo de Dios. Por esta razón, debemos adherirnos firmemente a este principio: debemos hablar únicamente conforme al nivel de nuestro conocimiento del Hijo de Dios; nunca debemos ir más allá de esto. El Hijo de Dios es el centro, y nosotros debemos hablar del conocimiento que tenemos de Él. Aunque las hermanas no se ponen de pie en el podio para dar mensajes, en su constante contacto y conversación con las personas, ellas no deben exhortar a otras hermanas, diciendo: “Ustedes no deben ponerse nada rojo ni floreado”. Si hablan de esta manera, esto se convertirá en un viento de enseñanza. En vez de ello, primeramente debemos ayudar a las personas a ver que el Señor está en nosotros como vida. Aunque este punto es sencillo, es un principio muy elevado. Debemos hablar de esto a las personas con quienes tenemos contacto, y en el testimonio que les demos y en nuestra conversación con ellas, debemos ayudarles a ver que el Señor está en nosotros como nuestra vida. Si no sabemos otra cosa que esto y si únicamente hablamos de esto, esto hará que las personas con quienes nos relacionamos sean bendecidas. Hablar de cualquier otra cosa llegará a ser un viento de enseñanza. Nuestro servicio en la iglesia consiste en servir a Cristo a los demás; nuestra administración en la iglesia consiste en suministrar Cristo a los demás. Únicamente podemos ministrar lo que tenemos. Debemos ministrar lo que tenemos, y no debemos ministrar más de lo que tenemos. Éste es un principio muy sencillo.

DISCERNIR LOS VIENTOS DE ENSEÑANZA

  Algunas personas pueden ser muy talentosas en la predicación de la palabra; pero, hablando con propiedad, su talento no está relacionado con la predicación de la palabra misma, sino que es una especie de habilidad. Ya que tenemos lo central, necesitamos tener un don. Sin embargo, me temo que si tenemos un don o talento sin el centro, probablemente llegaremos a ser una fábrica que produce vientos de enseñanza y un experto que crea vientos de enseñanza. Algunas personas pueden ser muy elocuentes, de modo que su predicación siempre conmueve a las personas. No obstante, de entre los que escuchan su predicación, son muy pocos los que se levantan para seguir a Cristo; simplemente se sienten satisfechos con ir al cielo después de ser salvos. Muchas veces es difícil encontrar siquiera a uno de ellos que viva en Cristo. Quiera el Señor tener misericordia de los que predican la palabra, porque ciertamente son expertos en crear vientos de enseñanza.

  Otros, en cambio, no son muy elocuentes en su predicación, pero cuando las personas escuchan su predicación, desean al Señor y quieren permitirle que viva en ellas. Esta clase de predicación es una predicación asida a la verdad. Cuando tenemos comunión con ellos, aunque su hablar quizás no sea tan claro, hace que vivamos en el Señor y procuremos obtener Su vida. Eso es lo que tenemos que valorar. Aunque algunos sean tardos en el habla y torpes de lengua, con todo, debemos inclinar nuestra cabeza y darle gracias al Señor por preparar a tales hermanos en la iglesia para que nos impartan la verdad, la realidad.

  Por supuesto, es mejor si tenemos tanto la verdad como el don. Las expresiones que usa Pablo en Efesios 4:11-16 son muy buenas; él era una persona muy elocuente. Sin embargo, su elocuencia no es un viento de enseñanza que desvía a las personas, pues al final de su hablar, él nos exhorta a asirnos a la verdad en amor para que en todas las cosas podamos crecer en Cristo, la Cabeza, “de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. Pablo ciertamente era muy elocuente; Pedro no podía expresar tales verdades tan grandes y elevadas. Sin embargo, Pablo no sólo era capaz de hablar tales verdades, sino que además vivía en ellas, por lo que vinieron a ser su ministerio.

  A esto se refería Pablo en 2 Corintios cuando dijo: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (4:7). Él dijo que Cristo estaba en nosotros y que nosotros seríamos transformados en la misma imagen de gloria en gloria si mirábamos y reflejábamos como un espejo la gloria del Señor a cara descubierta (3:18). Pero incluso si somos alumbrados, a veces nos negamos a morir interiormente. Es por eso que el Señor vendrá entonces a realizar una obra aniquiladora en nosotros para que aunque nuestro hombre exterior se vaya desgastando, el interior se renueve de día en día (4:16). Así pues, en 2 Corintios vemos un ministerio en el cual Pablo no sólo recibió la luz, sino que también llegó a ser lo mismo que vio.

  Por medio de esta comunión, creo que podremos discernir los vientos de enseñanza. Tal vez un hermano no sea tan culto ni tan elocuente, pero esté lleno del Espíritu Santo y ministre Cristo a las personas por medio de su hablar. Eso es lo que queremos. En cambio, es posible que otro hermano sea muy elocuente, y su hablar sea muy fluido, pero no nos permita tocar a Cristo; esto es un viento de enseñanza. Cuando escuchemos la predicación de los hombres, aun si no recibimos claramente algo, debemos al menos poder discernir si se trata de un viento de enseñanza o si es la verdad. En palabras sencillas, la verdad entre nosotros debe corresponder a la verdad en el Nuevo Testamento, que es Dios manifestado en la carne y la unión de Dios con el hombre. Si un mensaje no tiene al Hijo de Dios como contenido, de inmediato debemos concluir que es un viento de enseñanza. Este principio nos permitirá discernir los vientos de enseñanza para que no seamos más engañados.

  No estamos aquí para aprender a criticar a otros, sino para aprender a servir a Dios. Si estamos aprendiendo a ser ancianos o diáconos, nuestro servicio debe tener al Hijo de Dios como contenido y centro y debe ministrarlo a Él a los demás. De lo contrario, nuestro hablar será un viento de enseñanza. Por lo tanto, primeramente debemos entender lo que significa administrar los asuntos de la iglesia. Si administramos los asuntos de la iglesia sin ver esto, seremos principiantes que intentan hacer un trabajo de profesionales; realmente no sabremos lo que estamos haciendo. Debemos dar a los demás nuestro conocimiento del Hijo de Dios. Si sentimos que tenemos poco del conocimiento del Hijo de Dios, debemos pedirle al Señor que nos capacite para tocarlo, para conocerlo como el Hijo de Dios, a fin de ministrar aquello que hemos tocado a los hermanos y hermanas, e impartir al Hijo de Dios a aquellos que conocemos. De este modo, aunque no digamos mucho, lo que digamos será la verdad, y no vientos de enseñanza.

  Desde que vinimos a Taiwán en 1949, muchos pueden testificar que los mensajes que dimos siempre han tenido al Hijo de Dios como su contenido. Aunque ciertamente animamos a las personas a que estudien la Biblia, el estudio de la Biblia no es nuestra carga principal; nuestra carga principal es ministrar a Cristo, el Hijo de Dios, a los demás. Debemos siempre tener un sentimiento de vergüenza delante del Señor si no hemos ministrado lo suficiente al Hijo de Dios a los hermanos y hermanas. Nuestra carga más profunda es que los hermanos capten muy claramente este principio: servir al Señor es servir a otros con el conocimiento del Hijo de Dios. Yo preferiría ganar a diez personas que conocen este principio que mil que no lo conocen.

LAS PERSONAS DOTADAS DEBEN REALIZAR LA OBRA DE PERFECCIONAR A LOS SANTOS

  Cuando una persona dotada sirve a determinada iglesia local, debe entender que el servicio en dicha iglesia es responsabilidad de los hermanos y hermanas de ese lugar, no suya. Él no debe reemplazarlos en el servicio a Dios; en lugar de ello, debe enseñarles a servir a Dios. Si él nota que cierto hermano tiene potencial para ser un anciano, entonces, en su servicio, debe hablar acerca del ancianato en varias reuniones; además, debe introducir a este hermano en el servicio. De esta manera, la responsabilidad caerá espontáneamente sobre este hermano. Algunos hermanos y hermanas se preocupan de los asuntos prácticos de la iglesia y también son diligentes, por lo que son idóneos para el diaconado. Por lo tanto, el hermano debe hablar algo en cuanto al diaconado, y también debe introducir a estos hermanos y hermanas en el servicio. Después que haya laborado en ese lugar por un buen tiempo, podrá poner sus cargas sobre los hombros de algunos de los hermanos y hermanas. Una vez que sus cargas sean liberadas y los hermanos y hermanas sean capaces de llevar dichas cargas, y estén dispuestos a hacerlo, él podrá partir de ese lugar. Su obra consiste en enseñar y perfeccionar a los santos, no en reemplazarlos.

  Sin embargo, los pastores del cristianismo no son así. Cuando los invitan a cierto lugar, ellos sirven a Dios en reemplazo de los creyentes. Esto muestra una gran diferencia. Si nadie en su casa sabe cocinar, usted entonces puede contratar a un cocinero para que cocine por ustedes. Pero es posible que un día el cocinero renuncie, quejándose de que no le pagan lo suficiente. Como consecuencia, usted no tendrá más opción que contratar a otro cocinero. En diferentes circunstancias, alguien que no sabe cocinar puede pedirle a un chef famoso que le enseñe a cocinar, paso a paso, empezando con la compra de los víveres, hasta que haya aprendido todas las destrezas necesarias. Ésta es la manera en que proceden las personas dotadas mencionadas en Efesios 4:11. Las personas dotadas no sirven en lugar de los demás; más bien, guían a otros para perfeccionarlos hasta que aprendan a servir, y una vez cumplido su objetivo, se van a otro lugar para perfeccionar a otros. El principio que rige la obra de las personas dotadas es completamente diferente del principio mediante el cual laboran los pastores y predicadores del cristianismo hoy en día.

  Todos los hermanos y hermanas que sirven a Dios, sobre todo los colaboradores, deben adherirse firmemente a este principio: Dondequiera que sirvan, deben enseñar y perfeccionar a los santos en lugar de reemplazarlos. Yo viví en Chifú por un buen tiempo, y aparentemente muchos de los asuntos de la iglesia estaban sobre mis hombros. Sin embargo, cuando me enfermé, no tuve que entregar a otros ninguno de dichos asuntos, porque éstos ya estaban en manos de los santos. Cuando partí, no hubo necesidad de reunir a algunos hermanos para dejar en sus manos los asuntos. Esto se debe a que yo no reemplacé a los hermanos y hermanas en el servicio a Dios; de hecho, ellos ya estaban sirviendo regularmente. Yo siempre he guardado el principio de no reemplazar a los hermanos y hermanas en el servicio; en vez de hacer esto, los perfecciono para que sirvan. No debe sucedernos que cuanto más tiempo estemos en algún lugar, más pesada se haga nuestra carga; al contrario, cuanto más tiempo estemos en determinado lugar, más pesada debe ser la carga que reposa sobre los hombros de los hermanos y hermanas. Una persona dotada debe adherirse firmemente a este principio.

  No debemos permanecer bajo la influencia del cristianismo. Una persona dotada no debe ser contratada por ninguna iglesia local para que reemplace a los santos en el servicio a Dios. Ninguno de los colaboradores debe ser contratado ni empleado por ninguna localidad para que reemplace a los santos en el servicio a Dios. La manera apropiada radica en que las personas dotadas sean equipadas por Dios y enviadas por Él a diferentes lugares a fin de enseñar y perfeccionar a los santos para que sirvan a Dios. Todos los que sirven al Señor deben ver esta luz bendita y entender con toda claridad que no deben reemplazar a los santos, sino más bien perfeccionarlos. No solamente los colaboradores deben ver esto, sino que también los ancianos que están en las iglesias locales deben aprender a no reemplazar a otros. Los ancianos deben encargarse de ciertos asuntos personalmente, pero al mismo tiempo deben perfeccionar a otros hasta que también puedan ocuparse de estos asuntos; de lo contrario, la iglesia en dicha localidad no será fuerte. Esto es algo que nosotros debemos ver primeramente y después podremos llevar a los santos a conocer al Hijo de Dios, para que sean un hombre plenamente maduro y alcancen la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA FINALMENTE SE LLEVARÁ A CABO

  Hoy en día los vientos de enseñanza aún abundan, por lo cual los hijos de Dios son zarandeados. Sin embargo, en la eternidad, la meta final de Dios, la Nueva Jerusalén, se logrará. Cuando aparezca la Nueva Jerusalén, no habrá allí ningún ladrillo o piedra rotos, ni tampoco habrá madera, hierba ni hojarasca. En lugar de ello, solamente habrá oro, perlas y piedras preciosas; todo será conforme a la naturaleza de Dios, la imagen de Dios y la gloria de Dios. En realidad, desde la perspectiva de Dios, la Nueva Jerusalén ya está aquí hoy.

  Una vez una hermana colaboradora oró en una reunión de oración: “Oh Señor, Tu iglesia es débil y pobre y desventurada”. Esta oración conmovió nuestros sentimientos, pero inmediatamente después de su oración, un hermano colaborador se puso en pie y oró con acción de gracias, diciendo: “Oh Señor, la iglesia jamás es pobre y débil; la iglesia es fuerte de eternidad a eternidad”. Esta oración, que fue como un trueno, fue totalmente diferente a la oración de la hermana. Les hago esta pregunta: ¿Cuál oración estaba correcta? Ambas lo estaban. Cuando vemos la iglesia desde la perspectiva humana, la iglesia es débil, pobre y desventurada; la iglesia no es aceptable. Pero cuando la vemos desde la perspectiva de Dios, la iglesia no es simplemente aceptable, sino también fuerte. Aunque los hijos de Israel cayeron en idolatría y en fornicación, Dios hizo que Balaam los bendijera cuando estuvo a punto de maldecirlos, diciendo: “No ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto agravio en Israel” (Nm. 23:21). A los ojos de Dios, no había iniquidad en la casa de Jacob, ni había agravio en la casa de Israel. A nuestro parecer, la Nueva Jerusalén venidera está en el futuro; pero para Dios está aquí ahora. Dios ya vio la Nueva Jerusalén; ella tiene oro por dentro y piedras preciosas por fuera; ella tiene la vida de Dios interiormente y la gloria de Dios exteriormente.

  A lo largo de los siglos todos los que tienen la misma perspectiva de Dios han dicho con alabanzas: “La iglesia no es débil sino fuerte; la iglesia tampoco es pobre sino rica”. A los ojos de Dios, nosotros somos oro, perlas y piedras preciosas. En la Nueva Jerusalén sólo hay oro, perlas y piedras preciosas; no hay madera ni piedras. No importa cuán sutiles sean las estratagemas de Satanás y su sistema de error, al final Dios saldrá exitoso. Hoy en día, debemos permanecer en el camino que conduce al éxito, no en el camino que conduce a la anulación. Debemos participar en la obra que sostiene la verdad en amor, no en la obra anuladora de Satanás. Ésta es nuestra vida y nuestro servicio.

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