
Con respecto a nuestro servicio a Dios en la iglesia, el énfasis recae en el material que usamos en nuestro servicio y en el resultado de nuestro servicio. Nosotros los que servimos en la iglesia debemos ver que la Nueva Jerusalén es lo que Dios desea producir a través de los siglos. Pero, ¿qué es lo que Dios produce por medio de la Nueva Jerusalén? La Biblia nos muestra que por medio de la Nueva Jerusalén Dios produce Su propia vida, naturaleza e imagen.
Por lo tanto, ya sea que administremos o sirvamos en la iglesia, debemos hacerlo con la vida y naturaleza de Dios; de este modo nuestro servicio producirá algo que será la mezcla de Dios con el hombre. En otras palabras, debemos edificar la iglesia con Cristo, logrando que Cristo sea edificado en el hombre para que nuestra vida y naturaleza internas puedan ser exactamente iguales a la vida y naturaleza de Cristo.
Efesios 3:16-21 dice: “Para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Ahora bien, a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros, a Él sea gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones por los siglos de los siglos. Amén”. Estas palabras nos ayudan a entender cómo servir a Dios en la iglesia y nos muestran cuál era el espíritu, actitud, oración y fe de Pablo. Nosotros debemos tener este mismo espíritu, actitud, oración y fe cuando sirvamos a Dios en la iglesia. Si realmente hemos visto la iglesia y los materiales que edifican la iglesia, tendremos esta clase de espíritu y actitud, y también ofreceremos esta clase de oración y tendremos esta clase de fe.
¿Por qué decimos que Efesios 3:16-21 muestra el espíritu y actitud de Pablo? Por ejemplo, cuando un hermano compra un terreno para edificar un salón de reuniones, su espíritu y actitud se manifiestan en todo lo relacionado con la edificación del salón de reuniones. Asimismo, si dos jóvenes tienen planes de casarse pronto, su espíritu y actitud será uno de matrimonio hasta el día en que se casen. El espíritu de ellos será un espíritu de matrimonio, y su actitud será una de matrimonio. Todo el que tenga contacto con ellos percibirá el espíritu que emana de ellos. Lo que ellos ven, lo que hablan, y lo que llena sus corazones estará enteramente relacionado con el asunto del matrimonio. Ése será el espíritu y actitud que manifestarán. Ellos tendrán dicho asunto en lo profundo de su ser, de modo que lo que ven, lo que hablan y lo único que sus corazones desean estará relacionado con este asunto. Debido a que este asunto embarga todo su ser, llegará a ser su espíritu y actitud.
Este pasaje de Efesios muestra que Pablo vio el misterio de Cristo (vs. 3-4). Por lo tanto, su espíritu y actitud —lo que vio, lo que lo llenaba, lo que dijo y lo que deseaba en su corazón— estaban relacionados con la visión de que Dios fuese manifestado en la carne y que se mezclara con el hombre para edificar la iglesia con Cristo a fin de que ésta fuese llena de Cristo. Este asunto ocupaba todo el ser de Pablo; por ello, lo que él veía, aquello de lo cual hablaba y lo que anhelaba en su corazón estaba relacionado con este asunto. Lo más precioso de este pasaje de las Escrituras no es la oración de Pablo ni su fe, sino su espíritu y actitud. Después que hayamos asistido a varias reuniones y que hayamos visto la iglesia y el material con que se edifica la iglesia, debemos llegar a sentirnos cautivados y embelesados al punto de desear regresar a nuestra localidad. Debemos regresar para poder forjar a Cristo en otros y edificar a Cristo como el material en otros, a fin de que lleguen a ser un templo espiritual con miras a la expresión de la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Éste debe ser nuestro espíritu y actitud.
La oración que se encuentra en Efesios 3 muestra que Pablo estaba absolutamente cautivado por Cristo. Este asunto, esta visión, esta revelación, este panorama, llegó a ser su espíritu y actitud. Como resultado, él hizo esta oración en Efesios 3. Basándonos en el contexto de Efesios, vemos que esta oración no era necesaria. Pablo oró en el capítulo 1 porque le preocupaba que los santos de Éfeso no entendieran sus palabras; por esta razón, le pidió a Dios que les diera espíritu de sabiduría y de revelación. Esto es comprensible. Sin embargo, cuando llegó al capítulo 3, ofreció otra oración. Él no sólo oró, sino que además dijo: “Doblo mis rodillas ante el Padre” (v. 14). Pablo se arrodilló para orar porque la carga que sentía era muy grande; algo muy pesado lo obligó a doblar sus rodillas ante el Padre. Su visión, su revelación y aquello que vio llegó a ser su espíritu, su actitud y su estado de ánimo interior. Esto es semejante a una pareja que está próxima a casarse; esto es lo único que les preocupa y no ven la hora de casarse. También podemos comparar esto a las personas que ven juegos de béisbol porque están obsesionados con los deportes. Debido a que Pablo estaba obsesionado con Cristo, en Efesios 3 él no pudo evitar arrodillarse.
Si hemos visto esta visión, estaremos obsesionados con ella y doblaremos nuestras rodillas ante el Padre. Por lo tanto, todo anciano, diácono, colaborador y todos los que sirven al Señor deben recibir una visión, una revelación, al punto en que estén completamente obsesionados con ello y tengan el mismo espíritu, actitud y estado de ánimo que Pablo. Debido a que Pablo tenía esta clase de espíritu, actitud y estado de ánimo, espontáneamente ofreció esta clase de oración; además, él creía que Dios era capaz de hacer mucho más abundantemente de lo que pedía. Todos los que sirven a Dios en la iglesia deben tener esta clase de espíritu y actitud, y deben ofrecer esta clase de oración. Todas nuestras oraciones deben girar en torno a esta clase de oración, y debemos tener la fe de que tales oraciones se cumplirán.
Pablo en su oración pidió que Dios les concediera a los creyentes efesios el ser fortalecidos. Su oración no fue una oración ordinaria; de hecho, él describió este fortalecimiento en cuatro aspectos. En primer lugar, rogó pidiendo que ellos fuesen fortalecidos “conforme a las riquezas de Su gloria” (v. 16). ¿Qué es la gloria? La gloria es la expresión del misterio, el contenido que está en Dios. En la Biblia, la palabra gloria se refiere a Dios expresado. Dios expresado es gloria. Los hijos de Israel edificaron el tabernáculo en el monte Sinaí. Cuando el tabernáculo fue erigido, la gloria de Jehová llenó el tabernáculo, y los hijos de Israel vieron la gloria (Éx. 40:34). Salomón edificó el templo, y cuando la edificación del templo concluyó, la gloria de Jehová llenó aquel lugar. Cuando los hijos de Israel vieron la gloria, vieron a Dios (2 Cr. 7:3). Ezequiel 1 y 10 muestran que Dios se movía entre los querubines y andaba en medio de ellos. Cuando Ezequiel describió lo que vio, no dijo que había visto a Dios, sino que había visto la gloria de Dios (1:28; 10:4). Por lo tanto, la gloria es Dios expresado; Dios expresado es gloria.
Puesto que la gloria es Dios expresado, “las riquezas de Su gloria” debe de referirse a la expresión de las riquezas de la vida y la naturaleza de Dios, las riquezas de Sus excelentes atributos, las riquezas de la Deidad. Todo lo que está en la Deidad es rico, y la expresión de la Deidad es plena. Colosenses 2:9 nos habla de toda la plenitud de la Deidad, lo cual se refiere a la expresión de las riquezas de Dios. La Deidad se refiere a lo que está en Dios, y la gloria de Dios se refiere a la expresión de Dios, lo cual es externo. La gloria es la expresión de la Deidad. Por ejemplo, la electricidad es el elemento intrínseco dentro de una lámpara eléctrica. La expresión de la naturaleza intrínseca de la electricidad en la luz de la lámpara eléctrica es la “gloria” de la electricidad. Cuando activamos el interruptor, la electricidad se expresa en la lámpara. Por lo tanto, la expresión externa de la Deidad es gloria. Colosenses muestra que el contenido intrínseco de la Deidad es las riquezas, y la gloria que es expresada es la plenitud.
En Efesios 3 Pablo no oró por la expresión de la Deidad; más bien, oró pidiendo que Dios les concediera a los creyentes efesios el ser fortalecidos en su hombre interior. La frase conformea las riquezas de Su gloria indica que Dios desea ser expresado. Sin embargo, debido a que es restringido en los creyentes, Él debe fortalecerlos en su hombre interior. Dios no desea permanecer solamente en Sí mismo; Él desea ser expresado, y la gloria es Dios expresado. El Señor Jesús es Dios, la expresión de Dios, el resplandor de la gloria de Dios (He. 1:3). Cuando hablamos de la gloria de Dios, estamos también hablando del Dios de gloria. Por lo tanto, las riquezas mencionadas en Efesios 3:16 son las riquezas de la Deidad, y la gloria como expresión de las riquezas de la Deidad es la plenitud.
Pablo le pidió a Dios que les concediera a los creyentes el ser fortalecidos en su hombre interior “conforme a las riquezas de Su gloria”. Esto significa que oró pidiendo que las riquezas de la gloria de Dios entraran en los creyentes, a fin de que fuesen fortalecidos al grado en que otros pudieran percibir la expresión de Dios. La gloria del Dios expresado puede entrar en los creyentes y llegar a ser el poder que los fortalece interiormente. Al mismo tiempo, ellos son fortalecidos para expresar la gloria de Dios. En otras palabras, si nuestra fuerza no expresa la gloria de Dios, entonces no es la fuerza de la que se habla aquí. Algunos hermanos son muy fuertes; sin embargo, su fuerza no expresa la gloria de Dios sino la de Adán. De igual manera, algunas hermanas son muy fuertes, pero su fuerza muestra la carne y su ser tiene una voluntad muy fuerte y llena de opiniones. Esta clase de fuerza no es conforme a las riquezas de Dios, sino a las riquezas de su carne.
Debemos orar, diciendo: “Señor, no permitas que seamos fuertes conforme a nuestra carne”. Muchos hermanos y hermanas son fuertes de una manera que muestra a las personas las riquezas de la carne; en cambio, otros hermanos y hermanas son fuertes de una manera que verdaderamente muestra a las personas las riquezas de la gloria de Dios. Por esta razón, Pablo dijo: “Os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos [...] en el hombre interior”. Este fortalecimiento tiene como fin que los creyentes expresen la gloria de Dios, es decir, que Dios se exprese a Sí mismo en los creyentes. Esta oración es sumamente maravillosa.
El segundo aspecto del fortalecimiento de los creyentes efesios tiene lugar “por Su Espíritu”. Sin el Espíritu, Dios no puede expresarse por medio del hombre. El tercer aspecto es que los creyentes efesios fueran fortalecidos “con poder” en el hombre interior. Esto significa que el poder de Dios entra en el hombre y llega a ser el poder motivador que fortalece al hombre. El cuarto aspecto es que ellos fueran fortalecidos “en el hombre interior”. Este fortalecimiento no está relacionado con el fortalecimiento del cuerpo físico sino del “hombre interior”. El propósito de este fortalecimiento es que expresemos la gloria de Dios, que es Dios mismo.
El versículo 17 dice: “Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe”. Éste es el resultado de que el hombre interior sea fortalecido. Pablo no habló de Cristo antes de esto; él sólo habló de la gloria y del Espíritu, pero el resultado de ello es que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. En todo el Nuevo Testamento no hay otro versículo como Efesios 3:17, el cual nos habla del hecho de que Cristo vive en nosotros: “Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones”. Por ejemplo, Gálatas 4:19 dice: “Hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Esto se refiere al hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. La palabra corazones mencionada en Efesios 3:17 es una palabra muy importante, pues da a entender que nosotros podemos percibir a Cristo en nuestro interior. Él no simplemente mora en nosotros, sino que mora en nuestro corazón, el cual tiene sentimientos y emociones. Nuestro corazón es donde residen nuestros sentimientos y emociones. El corazón es el órgano de nuestros sentimientos y emociones, y es allí donde Cristo mora en nosotros. La frase haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe significa que cuando empecemos a buscar la gloria de Dios para nuestro fortalecimiento, quizás no sintamos que Cristo more en nosotros; de ahí que tengamos que permitir que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones “por medio de la fe”.
Pablo jamás se olvidaba de la necesidad de que Cristo fuese forjado en el hombre. A él le preocupaba el hecho de que aunque los creyentes efesios habían recibido a Cristo, aún no tenían el profundo sentir de que Cristo moraba en sus corazones, es decir, en lo que se refiere a sus sentimientos y emociones. Por esta razón, Pablo oró pidiendo que Dios les concediera a ellos, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu, para que Cristo hiciera Su hogar en sus corazones por medio de la fe.
Al parecer, Pablo estaba “obsesionado” con el asunto de que Cristo estuviera en nosotros, y esto llegó a ser su espíritu y actitud. Pablo sabía que Cristo aún no estaba en los corazones de los creyentes de Éfeso, pese a que Él estaba en ellos. Si alguien nos pregunta si Cristo está en nosotros, sin duda responderemos que sí. Pero la pregunta es: ¿verdaderamente lo amamos con nuestro corazón? Tomemos por ejemplo el asunto del matrimonio. Si pudiéramos ver lo que hay en el interior de una pareja que está próxima a casarse, descubriríamos que sus emociones y sentimientos están completamente centrados en el matrimonio. La oración de Pablo no tenía otro fin, pues sólo se centraba en que la gloria de Dios pudiera operar en los creyentes de tal modo que ellos, al creer en Cristo y al confesar a Cristo, pudieran percibir a Cristo, amar a Cristo y ser llenos de Él, y así Cristo pudiera hacer su hogar en sus corazones.
La preocupación principal de Pablo tenía que ver con que Cristo estuviera en los creyentes. En nuestra obra y servicio de administrar la iglesia, debemos tener esta clase de espíritu, teniendo la expectativa de que los creyentes tengan a Cristo en su interior y que Cristo entre en ellos. Por ejemplo, supongamos que un hermano siempre murmura y se enoja en las reuniones de comunión. ¿Qué clase de espíritu y actitud debemos tener para con este hermano? Si nuestro deseo es que este hermano controle su enojo, éste será nuestro espíritu y actitud para con él.
En la iglesia donde servimos, es posible que haya un hermano al cual le gusta hablar y tiene un mal genio, y es posible que los hermanos y hermanas encuentren difícil tolerarlo. Como hermano responsable que es, quizás usted espere que él controle su enojo, pero si después de unos cuantos años no muestra ningún cambio, es posible que desee que dicho hermano no vuelva más a las reuniones para que no afecte a otros. Si continúa viniendo, es posible que incluso usted le empiece a tener aversión. Aunque no se atrevería a reconocerlo, éste puede llegar a ser su espíritu y actitud. Si un hermano se enoja en la iglesia y lo único que usted espera es que controle su enojo, eso indica que no ha visto lo que es servir en la iglesia. En lugar de desear que él controle su enojo, debe desear que él perciba a Cristo en su interior. Esto significa que él percibirá a Cristo en su interior y responderá al Cristo que mora en él. Si todos los servidores en la iglesia son como Pablo, quien estaba “obsesionado” con este asunto, no tendrán la expectativa de que dicho hermano controle su enojo, sino más bien que Cristo pueda crecer en él.
El propósito por el cual Dios nos concede, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos en el hombre interior es que Cristo sea expresado en los sentimientos de nuestro corazón, es decir, que Él se aparezca a nosotros interiormente. Para ello, se requiere una oración semejante a la de Pablo. En nuestro servicio en la iglesia, no debemos esperar que las personas mejoren o cambien; antes bien, debemos esperar solamente que Cristo en ellos llegue a ser muy precioso, dulce y agradable, y que perciban a Cristo en sus corazones a fin de que Cristo haga Su hogar en sus corazones por medio de la fe. El hecho de que los creyentes sean fortalecidos conforme a la gloria de Dios le permite a Cristo hacer Su hogar en sus corazones.
El resultado de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones es éste: que seamos arraigados y cimentados en amor (v. 17). Cuando contactamos a Cristo podemos percibir Su amor en nuestro interior. De ese modo, podemos ser arraigados y cimentados en el amor de Dios. Ser arraigados y cimentados en amor equivale a asirnos a la verdad en amor (4:15). Ser arraigados y cimentados en amor se refiere al amor de Cristo, no a nuestro amor, porque Él vive en nosotros y hace que nos arraiguemos y cimentemos en Su amor. Ser arraigados y cimentados nos permitirá comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. Cuando seamos arraigados y cimentados en Cristo, conoceremos la anchura, la longitud, la altura y la profundidad.
Algunos dicen que cuando Pablo llegó a este punto en su epístola, estaba tan motivado y conmovido por el amor del Señor que dejó inconcluso su hablar. Ésta es la opinión de algunos maestros de la Biblia, pero en realidad no es así. Mientras Pablo escribía estas palabras, ascendió por encima del universo. Si hemos visto cuán grande Cristo es, no discutiremos con los hermanos y hermanas, y mucho menos con nuestro cónyuge. Si Cristo está en nuestros sentimientos y es real en nuestro corazón, seremos arraigados y cimentados en Su amor. En esta condición, Pablo expresó su deseo de que conociéramos la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. De este modo, comprenderemos que así como Dios es inconmensurable, la gloria expresada por medio de Él es inconmensurable, y así como Cristo es inconmensurable, el amor de Cristo también lo es.
¿A qué se refiere la anchura, la longitud, la altura y la profundidad? Estas cuatro palabras juntas denotan la inconmensurabilidad. Pablo dijo que cuando conozcamos a Cristo interiormente y cuando percibamos a Cristo en nuestro interior, seremos arraigados y cimentados en Su amor, y conoceremos la anchura, que es Cristo mismo. Ese día, también conoceremos la longitud, que es Cristo; la altura, que es Cristo; y la profundidad, que también es Cristo. La anchura, la longitud, la altura y la profundidad son nada menos que Cristo mismo. Si conocemos a Cristo interiormente, si vivimos en Él y si somos arraigados y cimentados en Su amor, veremos que Aquel que mora en nosotros es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. Ese día comprenderemos con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. La anchura, la longitud, la altura y la profundidad son nada menos que Cristo.
Pablo dijo a continuación en 3:19: “Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento”, el resultado de lo cual es “que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. Pablo estaba completamente cautivado por este asunto, y éste llegó a ser su espíritu y actitud. Cuando Cristo haya hecho Su hogar en nuestros corazones, podremos comprender lo inconmensurable que Él es, y el resultado de ello es que seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Nosotros los que servimos al Señor debemos tener esta actitud, y nuestros pensamientos y oraciones deben girar en torno a esto.
Al administrar la iglesia, todos los hermanos responsables deben tener esto como su espíritu, su actitud y su esperanza. Ellos no deben esperar simplemente que todos los santos vengan a las reuniones, sean fervientes, prediquen el evangelio y conduzcan a las personas a la salvación. Los hermanos responsables deben tener muy claro cuál debe ser su meta: ¿Es su meta el crecimiento numérico o el aumento de Cristo? Ellos deben ser como Pablo, quien estaba completamente “obsesionado” con este asunto. Necesitamos recibir misericordia para no pensar que es suficiente que los hermanos y hermanas simplemente sean fervientes y asistan a las reuniones. Incluso si todos los habitantes de Taiwán asistieran a las reuniones y fueran fervientes, eso no significaría nada si no conocen a Cristo en su interior.
Nuestra expectativa debe ser que Cristo haga Su hogar en los creyentes por medio de la fe, a fin de que ellos sean arraigados y cimentados en el amor del Señor, y salgan de su pequeño y finito ser, y vean lo inconmensurable que es el Señor. Nuestra esperanza también es que los creyentes conozcan al Señor como la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, a fin de que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. De este modo, ellos lograrán la meta gloriosa y rica de que Dios sea glorificado y expresado en la iglesia. Ésta es la oración que ofreció el apóstol, la cual demuestra su espíritu y actitud.
Debemos centrar nuestra atención en este asunto al grado en que no sepamos otra cosa por la cual orar. No podemos seguir orando como de costumbre, diciendo: “Oh Señor, el hermano fulano de tal es muy indiferente. Por favor, haz que sea ferviente. Oh Señor, la hermana fulana de tal ha retrocedido; por favor, haz que vuelva a las reuniones. La hermana fulana tiene un genio terrible; por favor, haz que cambie”. Pablo no oró de esta manera; en vez de ello, oró diciendo: “Dios, concede a los creyentes, conforme a las riquezas de Tu gloria, el ser fortalecidos en el hombre interior, para que conozcan y experimenten a Cristo interiormente, para que Cristo haga Su hogar en sus corazones, para que sean arraigados y cimentados en Su amor, para que vean lo inconmensurable que es el Cristo que vive en ellos y para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. Ésta debe ser la actitud, el espíritu y la oración de uno que sirve a Dios.
Algunos probablemente dirán: “No es fácil orar pidiendo que los hermanos y hermanas sean fervientes y decidan reunirse. ¿Cuánto más difícil será orar pidiendo que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios?”. Esto es demasiado ideal y difícil. Es por ello que el versículo 20 nos muestra la fe de Pablo. Él habló de “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros”. Poder es una palabra muy importante en la Biblia. Este poder no es un poder objetivo, lejos de nosotros y vago; no, este poder es subjetivo. Cuando somos salvos, el poder que está en nosotros es capaz de hacer mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos.
Este versículo no está relacionado con bendiciones materiales. Por ejemplo, si yo le pido a Dios que prepare una casa de trescientos pies cuadrados para mí, y Él me da una casa de cuatrocientos pies cuadrados, esto aparentemente es más de lo que he pedido o pensado. Una hermana que no tiene hijos quizás ore así: “Oh Dios, ten misericordia de mí. No tengo hijos; Tú eres un Dios que contesta la oración; por favor, dame un hijo”. Cuando Dios contesta su oración y ella no sólo tiene un hijo sino gemelos, esto al parecer es más de lo que ella pidió o pensó. Asimismo, si un hermano necesita $400 dólares y el Señor le da $600 dólares, también parece ser más de lo que él pidió o pensó. Sin embargo, no es eso a lo que se refiere este versículo.
Debido a que a Pablo le preocupaba que los santos efesios pudiesen pensar que la oración que expresó en los versículos del 16 al 19 era demasiado difícil de cumplir, él enseguida continuó diciendo en el versículo 20 que Dios es “poderoso” y hace las cosas “mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos”. Al final, él alabó a Dios por ser glorificado en la iglesia y en Cristo Jesús. La palabra gloria del versículo 21 significa que Dios es liberado y expresado grandemente en la iglesia; esto es gloria. El hecho de que Dios sea glorificado en la iglesia significa que Él es plenamente expresado en la iglesia. No importa cuál sea nuestra condición actual, debemos tener la fe de que la Nueva Jerusalén finalmente se manifestará. En aquel tiempo, veremos que la gloria de Dios ilumina la ciudad, y que la lámpara de la ciudad es el Cordero; la luz resplandece a partir de la lámpara e ilumina toda la ciudad (Ap. 21:23).
El significado completo de la frase a Él sea gloria en la iglesia se ve en la Nueva Jerusalén. Aquel día Dios hará que resplandezca toda Su plenitud. En la Nueva Jerusalén nada es opaco; incluso el oro es semejante al vidrio claro (v. 18). Cristo es la lámpara de la ciudad, y Dios en Cristo resplandece a partir de la Nueva Jerusalén a todas las naciones. La Nueva Jerusalén es la expresión completa de la gloria de Dios; la iglesia hoy debe ser una miniatura de la Nueva Jerusalén. Es con esta clase de espíritu, actitud, oración y fe que debemos servir al Señor. Debemos hacer esta clase de oración y tener esta clase de fe. Nuestro espíritu y actitud deben ser que los hermanos y hermanas puedan tener a Cristo en su interior, que Cristo haga Su hogar en sus corazones y que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Al mismo tiempo, con base en este espíritu y actitud, debemos orar, doblar nuestras rodillas y tener fe delante de Dios.
De esta manera, nuestro servicio en la iglesia será grande y glorioso. Aunque este servicio es grande y glorioso, debemos tener presente que ello depende del Dios que es poderoso, y que Dios es el que opera cada día. Gálatas 4:19 dice: “Hasta que Cristo sea formado en vosotros”. La palabra hasta no significa que Dios no esté operando, sino que Dios ha estado operando y continuará operando sin cesar hasta acabar la obra, es decir, hasta que Cristo sea completamente formado en nosotros. Si tenemos una visión así de clara, ésta se convertirá en nuestro espíritu, actitud, oración y fe. Si nuestro espíritu, actitud, oración y fe se centran únicamente en esto, los hermanos y hermanas serán llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.