Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Dios»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
21
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO ONCE

CÓMO DIOS LLEGA A SER EL DISFRUTE DEL HOMBRE

  Lectura bíblica: Ef. 3:16-20; Fil. 2:13; Ro. 8:2; Jn. 6:57; 15:7-8; Ef. 6:18; 1 Ts. 5:17, 19

LA VIDA CRISTIANA CONSISTE EN COMER Y EN BEBER A DIOS

  Consideremos un poco más la manera de disfrutar a Dios al comerle y beberle, es decir, al inhalar a Dios. Yo llevo sobre mis hombros una carga muy pesada y siento que es muy difícil hablar acerca de cómo comer y beber a Dios. Sin embargo, sin una explicación clara, es posible que los santos tengan un entendimiento equivocado. Si toman lo que les he hablado como un método, el resultado de ello será una práctica artificial. Cuanto más actuemos por imitación, menos comeremos a Dios y menos lo contactaremos. Cuanto más actuemos por imitación, más estaremos en nosotros mismos y menos naturales nos comportaremos. Es difícil explicar cómo disfrutar a Dios. Hay métodos que podemos usar para contactar a Dios; no es que no dispongamos de un camino. Existe una manera para contactar a Dios, recibirlo e inhalarlo. Hay una manera para hacer todas las cosas. Sin embargo, no siento que deba darles métodos a los hermanos y hermanas, pues los métodos pueden convertirse en algo artificial. Si lo único que tenemos es métodos, no podremos usarlos de una manera normal.

  Dios no tiene ningún deseo de que nosotros hagamos algo por Él. Él ya lo hizo todo por nosotros. Sin embargo, aunque Él es nuestro alimento, aún nos corresponde cierta medida de responsabilidad. Aunque no necesitamos hacer nada, aún necesitamos comerlo y beberlo. Nuestra responsabilidad consiste en recibirlo. Sólo necesitamos hacer una sola cosa: necesitamos recibirlo, absorberlo, comerlo y beberlo. Si hemos de ser cristianos normales, ello dependerá de si comemos, bebemos y disfrutamos a Dios de una manera apropiada. Ser un cristiano depende únicamente de que recibamos a Dios. Si tenemos problemas en cuanto a recibir a Dios y estamos al menos un poco desviados, no somos cristianos conforme a la norma de Dios. Sin embargo, si absorbemos a Dios de la manera apropiada, todos nuestros problemas se resolverán, y seremos cristianos apropiados que se conforman a la norma de Dios. Por esta razón, he subrayado que en la vida cristiana sólo importa una cosa: comer, beber y absorber a Dios.

EL SIGNIFICADO DE COMER Y BEBER A DIOS

  En los mensajes anteriores hicimos notar que Dios únicamente le exige al hombre que lo reciba como alimento. Él desea que el hombre solamente lo reciba como vida al ingerirlo como su alimento. El hecho de que Dios sea vida para el hombre significa que Él llega a ser cada elemento del hombre. Dios simplemente desea entrar en nosotros como alimento para ser nuestra vida y nuestro todo. Nuestra responsabilidad es comerlo y beberlo, o sea, absorberlo. Estas expresiones son nuevas incluso en el cristianismo. La vida cristiana sencillamente consiste en comer y beber a Dios. Aunque estas palabras son sencillas, son a la vez muy profundas.

  En primer lugar, comer y beber denotan una unión. El hermano Hwang y yo somos dos personas. Jamás podremos unirnos completamente. Aunque podemos darnos la mano, abrazarnos o incluso atarnos con cadenas, no podemos unirnos completamente. Su respiración es la suya y mi respiración es la mía; no hay una unión perfecta. La mejor manera —y la más completa— en que podemos experimentar una unión es que yo lo coma a él a fin de que entre en mí. Si eso fuera posible, se los demostraría. Tomaría un cuchillo, cortaría al hermano Hwang en pedazos, lo cocinaría en una olla y me lo comería. Entonces, a la mañana siguiente, el hermano Hwang y yo seríamos perfectamente uno; estaríamos unidos al grado en que dejaríamos de ser dos personas; mi respiración sería su respiración y él respiraría dentro de mí. Esto sirve para mostrarles que la mejor manera en que podemos experimentar una unión es mediante el comer y el beber. Muchos pollos, patos, peces y cerdos se han unido a nosotros, porque los hemos comido. Por medio del comer y beber, dos entidades se hacen uno; se unen hasta ser una sola entidad. Aquellos que conocen a Dios saben que Su mayor deseo es unirse al hombre y que el hombre se una a Él. Esta unión puede ocurrir únicamente por medio del comer y beber. Dios viene a nosotros como alimento, y nosotros lo tomamos a Él al comerlo. De esta manera, Dios y nosotros llegamos a ser absolutamente uno; experimentamos una unión perfecta. Éste es el significado primordial del comer y beber.

  En segundo lugar, las acciones de comer y beber implican la digestión y la asimilación. Doce horas después que me haya comido al hermano Hwang, él habrá sido digerido y asimilado dentro de mí. Esto significa que el comer y el beber implican una transformación. Cuando comemos a Dios, Él llega a ser nosotros.

  Algunos pensarán que nos extralimitamos al hablar de esta manera, y piensen que es suficiente con que el hombre, quien es tan pequeño, vil, está en tinieblas y es maligno, se acerque a Dios. Después de todo, Dios es grande, alto, santo y está en luz, mientras que el hombre es pequeño, vil, maligno y está en tinieblas. Así que es un privilegio que el hombre pueda contactar a Dios. Otros pensarán que afirmar que el hombre puede acercarse a Dios por la sangre de Jesucristo es una afrenta a la santidad de Dios. Sin embargo, yo estoy diciendo que el hombre puede comer a Dios, y aun me atrevo a decir que podemos digerir y asimilar a Dios. ¿Será demasiado atrevido hablar de esa manera? No, no debemos pensar que Dios desaparecerá después que nosotros lo digiramos; afirmar eso sería una herejía. Sin embargo, la intención de Dios es llegar a ser nosotros. La única manera en que Dios, quien está fuera de nosotros, puede llegar a ser nosotros desde nuestro interior es si le comemos y bebemos. Todo lo que recibimos dentro de nosotros finalmente llega a ser nosotros. De igual manera, cuando comemos y bebemos a Dios, Él llega a ser nosotros.

  Tercero, lo que comemos y bebemos llega a ser nuestro elemento constitutivo intrínseco. Lo que yo como y bebo no sólo es digerido y transformado dentro de mí, sino que además se hace parte de mi constitución intrínseca.

  Un hermano una vez observó que debido a que algunas personas comen carne de res o de oveja, despiden un fuerte olor a vaca u oveja. Si alguien come carne tres veces al día, después de algún tiempo olerá a vaca. No se habrá convertido en una vaca, pero los demás detectarán que huele a vaca, porque la vaca que ha sido digerida ha llegado a ser él; es decir, ha llegado a ser parte de su constitución. Lo que comemos llega a ser nuestra constitución. De igual manera, cuando comemos y bebemos a Dios, Él es digerido y transformado en nuestro interior para convertirse en nuestra constitución.

  Por último, lo que comemos y bebemos llega a ser nuestra nutrición y alimento, por el cual vivimos. Todo lo que comemos se convierte en nuestro alimento y suministro interior, y es por ello que nosotros vivimos. Si no comiéramos o si no recibiéramos suficiente alimento, estaríamos escasos del alimento y suministro interior, y no podríamos sobrevivir. Cuando comemos a Dios, Él llega a ser nuestro alimento y suministro, y nosotros podemos vivir por causa de Él. Es por eso que el Señor Jesús dice que el que le come vivirá por causa de Él (Jn. 6:57). Cuando comemos al Señor, Él se mezcla con nosotros, es digerido por nosotros y llega a ser nuestra constitución, alimento y suministro, lo cual nos capacita para vivir por causa de Él. Nosotros podemos vivir, realizar actividades y trabajar porque lo hemos comido a Él y lo hemos recibido como nuestro alimento y suministro.

CRISTO ES NUESTRA VIDA AL LLEGAR A SER NUESTRO ALIMENTO

  Lo que hemos dicho se aplica al alimento físico. Sin embargo, el Señor Jesús es el verdadero pan que descendió del cielo; Él es mucho más grande que nuestro alimento físico. Cuando Él entra en nosotros, no sólo se une a nosotros para llegar a ser parte de nosotros como nuestra constitución, alimento y suministro, sino que además llega a ser nuestra propia vida. El alimento físico puede proporcionarnos solamente cierta cantidad de suministro; nunca puede llegar a ser nuestra vida. Puede ser nuestro suministro, mas nunca puede ser nuestra vida. Sin embargo, el Señor como alimento para nosotros no sólo es nuestro alimento y suministro, sino que también es nuestra propia vida. Él mismo es la vida. En el universo únicamente Él es vida porque solamente Él es inmortal. Solamente Él puede ser considerado vida porque todo lo demás aparte de Él es mortal. Solamente el Señor es inmortal e inmutable. Cuando Él es digerido en nosotros para llegar a ser nuestra constitución, alimento y suministro, llega a ser nuestra vida, y nosotros podemos vivir por causa de Él.

  Un organismo viviente se mueve y actúa porque tiene vida. Si pierde su vida, muere y se detienen todos sus movimientos y actividades. Toda especie de vida tiene cierta clase de vivir y hace determinadas cosas. Debido a que un pez posee la vida de un pez, nada. Debido a que un ave posee la vida de un ave, vuela. De igual manera, nosotros los cristianos necesitamos la vida de Cristo porque todas las actividades de un cristiano dependen de la vida de Cristo. La vida que poseemos por nuestro nacimiento es incapaz de llevar la vida cristiana.

  Cuando una persona cree, es regenerada; es decir, Dios entra en ella como vida. Además de su vida humana, posee a Dios como vida. Nuestra vida humana es totalmente inútil en el reino de Dios. Los seres humanos jamás pueden llevar la vida que exige el reino de Dios. Así como un pez nunca puede volar en el aire ni llevar la vida de un ave, nuestra vida natural es totalmente inútil en el reino de Dios. Nuestra vida no puede satisfacer los requisitos de Dios, y es inútil en lo que se refiere a vivir la clase de vida que Dios desea que vivamos. Es por eso que necesitamos ser regenerados. Necesitamos recibir a Cristo en nosotros como vida.

  Cristo entra en nosotros en forma de alimento a fin de ser nuestra vida. Él llega a ser nuestra vida al llegar a ser nuestro alimento. Cuando nosotros le comemos, bebemos, recibimos y digerimos, Él llega a ser nuestra constitución, alimento y suministro. Es así como Él llega a ser nuestra vida. Cuando comemos y bebemos a Cristo, Él llega a ser nuestra vida, y nosotros podemos llevar una vida cristiana genuina.

LLEVAR LA VIDA CRISTIANA AL DISFRUTAR A CRISTO

  Creo que todos ahora entendemos más claramente el significado de llevar la vida cristiana. En realidad, no hemos estado viviendo la vida cristiana. Puesto que somos salvos, asistimos a las reuniones y oramos y leemos la Biblia, nadie diría que no somos cristianos. Sin embargo, no vivimos como un cristiano. Podemos parecer cristianos y al mismo tiempo no parecerlo, porque en nuestro interior hay dos vidas contrarias: la vida de Dios y nuestra vida. Es difícil determinar cuál está en conflicto con cuál. Podríamos decir que la vida de Dios está en conflicto con nuestra vida, o que nuestra vida está en conflicto con la vida de Dios. En cualquier caso, estas dos vidas están en continuo conflicto.

  A veces puede sobrevenirnos una prueba severa que es más de lo que podemos soportar, y nuestro único recurso es gemir delante de Dios. Pero, maravillosamente, mientras exhalamos nuestra tristeza, tocamos al Señor y el sentimiento de opresión en nuestro espíritu se va. Cuando tocamos la presencia de Dios, no hay ninguna carga que nos oprima, ni ninguna tentación o prueba que nos quebrante. No hay palabras con las que podamos describir la condición interna que experimentamos. Nos sentimos contentos, nuestro rostro resplandece y estamos llenos de optimismo como si ya estuviéramos en los cielos. Cánticos brotan de nosotros espontáneamente, las alabanzas fluyen y nuestro rostro ya no está decaído. Cuando otros nos ven, perciben a Dios. Ésta es la descripción de la verdadera vida cristiana.

  Lamentablemente, muchos creyentes son cristianos de “cinco minutos”. Mientras cantan y alaban, es posible que otros los exhorten con palabras amables y con enseñanzas sanas para que estén firmes y confíen en el Señor, y expresen preocupación por ellos, lo cual indica que están orando por ellos. Sin embargo, puede ser que tales palabras de exhortación parezcan haber “cortado sus alas”, y ahora ellos se sienten incapaces de volar, cuando antes parecían estar por encima de todo. Su optimismo, sus alabanzas y su rostro cristiano desaparecen y, en vez de ello, se sienten cargados y gravemente turbados. Quizás consideren qué hacer en esa condición tan “miserable” y se preocupen de que debido a que han sido animados, ahora tienen que confiar en el Señor. Sin embargo, cuanto más “confían”, más secos se sienten y más sufren. Cuanto más “confían”, más cargados se sienten y más desean rendirse. Así que empiezan a quejarse y a murmurar contra Dios, diciendo: “Aunque he amado al Señor todo este tiempo, mi situación ha ido de mal en peor. A los que no les importa Dios están en mejores condiciones que yo. Dios no les hace nada a ellos, pero a mí me trata duramente. Eso no es justo. Dios, Tú no eres fidedigno. ¿Por qué estoy en esta condición cuando he orado a Ti cada día?”. ¿Acaso estos creyentes siguen llevando la vida cristiana? Hay muchos casos así.

  Estos creyentes experimentan este cambio porque nuestra exhortación interrumpe su comer y su beber. Si nos ejercitamos en el asunto de comer y beber a Dios, primero procuraremos saber si estos creyentes sufrientes han absorbido lo suficiente de Dios. Si no tienen suficiente de Dios, no les hablaremos mucho; de lo contrario, seremos semejantes a los amigos de Job. En el mejor de los casos, seremos como Eliú, quien hizo que el consejo de Dios quedara escondido en palabras sin conocimiento (Job 42:3). No es necesario que digamos mucho. Simplemente debemos tener un poco de comunión con ellos y brindarles un suministro. Entonces cuando nos vayamos, ellos tendrán más de Dios, y disfrutarán el haber sido llenos. Ésta es la manera apropiada de ser un cristiano.

  Nuestro problema radica en haber tratado de ser cristianos sin disfrutar a Cristo. Pese a que no disfrutamos a Cristo, aún queremos ser cristianos. Finalmente, perdemos a “Cristo” y nos quedamos apenas con el sufijo “-iano”, lo cual es vano y carente de sentido. Cristo se ha ido y sólo nos quedamos con el sufijo “-iano”. ¿No es ésa nuestra historia? Debido a que no disfrutamos a Cristo, no vivimos como cristianos. Al contrario, dudamos de Dios y nos quejamos de que Él no es justo. Pensamos que Dios no es fidedigno o que no es real. Así que, Él llega a ser una idea abstracta para nosotros. Historias trágicas como éstas ciertamente ocurren.

  Hermanos y hermanas, solamente Cristo puede ser un verdadero cristiano. Pero en Sí mismo, Él únicamente puede ser Cristo; Él no puede ser un cristiano. Para ello, Él debe entrar en nosotros, mezclarse con nosotros, y brotar de nosotros a fin de ser un cristiano. Nosotros no podemos ser cristianos aparte de Él, y Él no puede ser un cristiano aparte de nosotros. Él ha llegado a ser nuestro alimento; Él se mezcla con nosotros y ha llegado a ser nuestra vida y nuestro suministro de vida. Cada vez que le disfrutamos, somos cristianos.

  Sin la electricidad, las lámparas no pueden brillar. Hablando con propiedad, no pueden ser consideradas lámparas cuando no están brillando. Son lámparas cuando el interruptor es activado y la electricidad fluye por medio de ellas. Entonces cuando resplandecen, son lámparas. Cuando la electricidad fluye por medio de ellas, son lámparas. Cuando disfrutan de la electricidad, son lámparas. De manera semejante, nosotros somos cristianos cuando estamos conectados con Cristo, cuando le disfrutamos y cuando le permitimos vivir en nosotros y expresarse por medio de nosotros. Cuando no hay ninguna barrera entre nosotros y Él, y cuando Él es digerido por nosotros y opera en nuestro interior, podemos ser cristianos sin esforzarnos por vivir como tales. Debido a que Cristo nos llena y resplandece por medio nuestro, seremos un cristiano genuino y no simplemente en apariencia. Esto es lo que significa ser cristiano.

  Cuando un hombre está embriagado de vino, es un borracho. Un borracho es alguien que bebe y se llena de vino al grado en que su transpiración y aliento huelen a alcohol, su rostro está rojo por el vino y sus expresiones son controladas por el vino. Una persona deja de estar embriagada cuando deja de beber, recupera la sobriedad y se separa del alcohol. No debemos decir que por el hecho de que somos salvos, bautizados, recibimos respuestas a nuestras oraciones y entendemos la Biblia automáticamente somos cristianos. Es posible que sepamos recitar de memoria todos los versículos de la Biblia y aún no parecer cristianos. Mientras un creyente habla, es posible que no disfrute a Cristo, ni coma ni beba de Cristo aunque sea salvo, bautizado y reciba respuestas a sus oraciones. Tal creyente no tiene comunión con Cristo, y Cristo no opera en él ni es su suministro. Cristo no vive en su interior de una manera viva y fresca. Cuando un creyente se halla en esa condición, es solamente un cristiano de nombre; no puede ser llamado un cristiano en realidad, pues carece de Cristo, es un cristiano que ha sido separado de Cristo.

  Un cristiano es una persona que inhala a Cristo y le disfruta a cada momento. En todo aspecto está unido a Cristo; Cristo opera en su interior y lo abastece continuamente. Cristo es la corporificación de Dios. Cuando Él vive en nosotros, toda la plenitud de Dios nos satura, y somos cristianos. Esto es lo que significa disfrutar a Cristo; es lo que significa comerle y beberle; y eso es lo que significa disfrutar a Dios.

  Todo nuevo creyente ha experimentado esto. Ha comido a Dios y le ha disfrutado. Al menos lo ha tocado y contactado una vez. Alguien que jamás ha tocado o contactado a Dios no es salvo, sino simplemente un cristiano nominal. Una persona llega a ser cristiana cuando contacta a Dios y establece un vínculo con Él. Una bombilla tiene que ser conectada a una central eléctrica a fin de que la electricidad pueda fluir por medio de ella. De manera semejante, cuando nos conectamos con Dios, Él fluye en nuestro interior. Esto es lo que significa ser salvos, y esto es lo que significa ser regenerados. En el momento de nuestra salvación, no hubiéramos podido describir esto de una manera tan clara, pero considerando esto retrospectivamente, podemos testificar que ésta ciertamente fue nuestra experiencia. Tocamos a Dios, lo contactamos y nos unimos a Él. Algo indescriptible sucedió en nuestro interior. Probablemente experimentamos cierto resplandor, alivio, convicción acerca de nuestros pecados o cierto poder que nos elevaba como si estuviéramos volando, y sin ningún esfuerzo vencimos el mundo, el pecado y toda clase de tentaciones. Esto es lo que sucede cuando tocamos a Dios interiormente.

  Sin embargo, esta maravillosa situación que ocurre en nuestro espíritu sólo dura poco tiempo. Entonces nuestra mente es activada, y empezamos a considerar las cosas que ya no podemos hacer. Tal vez digamos: “Puesto que ahora soy cristiano, debo comportarme apropiadamente. Antes era áspero con mi esposa, pero ahora seré amable con ella”. Así que, tomamos resoluciones y nos proponemos hacer ciertas cosas. Ésta es nuestra historia. Tal vez escuchemos un mensaje sobre la vida cristiana apropiada en el que se nos exhorta a andar como es digno de la vocación con que fuimos llamados. Este mensaje quizás fortalezca nuestra convicción, pensamiento y punto de vista, de modo que nos proponemos aún más ser un cristiano apropiado. Debido a que somos conscientes de que somos débiles y que por nosotros mismos no podemos lograrlo, es posible que empecemos a orar, a confiar en el Señor y a pedirles a otros que oren por nosotros.

  Aunque esto puede funcionarnos por uno o dos días, nuestro verdadero yo a la postre aflorará. Cuando esto sucede tratamos de controlar nuestro yo. Sin embargo, dos días después nos sentimos cansados de restringir nuestro yo, y nuestra verdadera condición se manifiesta. Así que cuando oramos, nos quejamos de lo difícil que es ser cristiano y le pedimos al Señor que tenga misericordia de nosotros. Aunque aparentemente al hacer esto estamos exhalando nuestros pecados, en realidad no hay ningún ejercicio del espíritu, pues simplemente estamos ejercitando nuestra mente para reflexionar en cómo debemos controlarnos a nosotros mismos, cómo confiar en el Señor y cómo suplicarle Su ayuda. Durante todo este tiempo de oración en ningún momento inhalamos a Dios. Después de hacer esta “oración”, nada cambia; de hecho, ahora nos enojamos como nunca antes. Cuando esto sucede, sentimos vergüenza de orar, y no nos interesa escuchar mensajes. La palabra que es predicada no puede penetrar en nuestro ser, puesto que sencillamente no vemos ninguna relación entre el mensaje y nuestra vida cristiana. Sentimos que es muy gravoso ser cristianos; y aunque no podemos desistir, tampoco podemos seguir adelante. Tal vez testifiquemos que aunque hemos hecho lo mejor que hemos podido, el resultado ha sido un fracaso total. Así que nos encontramos atados y desconcertados. Hermanos y hermanas, ¿no han experimentado esto?

  Quizás mucho tiempo después, seamos llevados a nuestro fin, y apartemos un tiempo para arrodillarnos delante del Señor. Sin embargo, esta vez ya no sabremos cómo orar. Lo único que podemos hacer es clamar “Señor” y llorar. No nos quejaremos de ser cristianos, no haremos súplicas ni le pediremos a Dios que nos ayude, sino que únicamente lloraremos. Sin embargo, nuestro llanto en realidad es nuestra respiración, en la cual exhalamos lo que somos. Entonces, después que exhalamos, inhalamos. Así, de manera subconsciente y sin percatarnos de ello, estaremos inhalando a Dios.

  Después de esto nos sentimos completamente aliviados. Ya no estamos más confundidos, y sentimos como si estuviéramos elevándonos por el cielo. Cuando otros tienen contacto con nosotros, perciben que en vez de resentimiento y amargura, todo nuestro ser desborda de mansedumbre y dulzura. No nos interesa ya hablar de esto o aquello, sino que únicamente deseamos alabar y dar gracias. Querremos reírnos y saltar de gozo. Es una experiencia inexplicable. Esto es lo que significa ser un cristiano. Interiormente tocamos a Cristo una vez más; lo absorbemos, disfrutamos, comemos y bebemos, y Él vive y opera en nosotros una vez más. Ésta es la manera de vivir por Cristo y de vivir a Cristo.

  No obstante, después de esta experiencia, es posible que todavía no hayamos aprendido el secreto. Así que dos días después, volvemos a orar, diciendo: “Te doy gracias y te alabo, Señor. Tú realmente me has ayudado en estos dos días pasados. Pero temo que esta situación maravillosa no dure mucho y que mañana vuelva a fracasar. ¡Señor, por favor, te ruego, protégeme!”. Debido a que nuestra oración ha hecho que Dios se vaya, experimentamos desconcierto en nuestras partes internas y nos endurecemos. Antes de orar, estábamos conectados con Cristo, pero nuestra oración nos separó de Él. Antes de orar, estábamos contentos y éramos inocentes, viviendo espontáneamente en el espíritu, pero nuestra oración nos sacó de nuestro espíritu. Así que, ahora estamos en nuestra mente y bullen los pensamientos; de este modo, estamos separados de Cristo. Anteriormente éramos dichosos ignorantes; pero ahora vemos claramente que somos malignos, poco fidedignos y propensos a enojarnos. Sin embargo, los que ven esto con claridad en su mente han estado comiendo mucho del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Los ojos de Adán y Eva fueron “abiertos” en cuanto comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal. Ellos de inmediato vieron que estaban desnudos y buscaron con qué vestirse. Antes que comieran del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, eran dichosos ignorantes. Aunque sus ojos aparentemente estaban cerrados, ellos vivían delante de Dios. Nuestras oraciones muchas veces “abren” nuestros ojos. Incluso los mensajes que escuchamos pueden “abrir” nuestros ojos. Antes que oráramos o escucháramos cierto mensaje, estábamos en nuestro espíritu y nos sentíamos contentos, libres y sin ninguna preocupación. Teníamos comunión con Cristo en nuestro espíritu. No sabíamos lo que era enojarnos ni controlar nuestro enojo, y no nos preocupaba ni temíamos enojarnos. Era como si en este universo no existiera el enojo. Sencillamente permitíamos que Cristo viviera en nosotros. Estábamos unidos a Cristo y espontáneamente vivíamos la vida cristiana. Éramos cristianos de hecho y en realidad. Sin embargo, un mensaje “abrió” nuestros ojos, y fuimos llevados de nuestro espíritu a nuestra mente. Recibimos algunas exhortaciones y empezamos a cuidarnos de nuestro enojo, pensando en cómo evitar enojarnos. Empezamos a preocuparnos acerca de nuestro enojo y a temer enojarnos. En ese mismo instante fuimos separados de Cristo. Por lo tanto, nuestro temor de enojarnos aumentó, y nos volvimos más propensos a enojarnos. Una vez que interiormente somos separados de Cristo, perdemos nuestro disfrute de Cristo y ya no podemos vivir la vida cristiana.

VIVIR CONTINUAMENTE EN EL ESPÍRITU PARA DISFRUTAR A CRISTO

  Debemos aprender a no extraviarnos de nuestro espíritu y a no estar preocupados con nuestros pensamientos ni con tantas otras cosas. Simplemente debemos vivir en el espíritu. Cristo mora en nuestro espíritu, y nosotros debemos aprender a estar conectados a Él continuamente. Es por ello que la Palabra dice que debemos permanecer en Él (Jn. 15:4). Cuando permanecemos en Él, podemos orar sin cesar. Esta oración sin cesar no ocurre en la mente sino en el espíritu. Cuando inhalamos a Cristo, lo recibimos, tenemos comunión con Él y estamos conectados con Él en todo momento y en todo lugar, podemos orar sin cesar y sin tener en cuenta ningún método. Esto no significa que no debamos tener tiempos específicos para orar. Muchas veces necesitamos orar a horas específicas. Sin embargo, cuando hacemos esto, debemos tener cuidado de no volvernos de nuestro espíritu a nuestra mente. No debemos preocuparnos por nuestra mente ni por tantas otras cosas. No necesitamos pensar, ni preocuparnos ni considerar demasiado las cosas. Ni siquiera necesitamos tanta enseñanza. Lo que necesitamos es ser un cristiano sencillo y concentrarnos únicamente en el hecho de que Cristo es nuestra vida y que Él mora en nosotros. Simplemente podemos disfrutarle a Él en nuestro espíritu. Cuando le disfrutamos y estamos conectados con Él, somos cristianos. Todo lo que pedimos en oración debe proceder de Él; Él debe ser quien hace las peticiones desde nuestro interior. Las peticiones hechas de esta manera sin duda alguna serán concedidas, y nosotros llevaremos mucho fruto porque Su plenitud se expresa y manifiesta por medio nuestro. Espontáneamente glorificaremos a Dios y seremos Sus discípulos porque interiormente estamos llenos de Él. Cuando estamos llenos de Cristo, somos cristianos. Entonces Cristo hará Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe, y seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Dios operará en nosotros, y la supereminente grandeza de Su poder lo hará todo por nosotros, aún mucho más de lo que pedimos o pensamos. Seremos cristianos que están llenos de Cristo y que disfrutan plenamente a Dios. Disfrutaremos a Dios mismo, y día a día y momento a momento, estaremos comiendo y bebiendo a Dios. Le disfrutaremos y absorberemos sin interrupciones.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración