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Mensajes del libro «Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Dios»
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CAPÍTULO TRECE

DISFRUTAR A DIOS COMO ALIMENTO AL LEER LA PALABRA

  Lectura bíblica: Jn. 6:27-36, 41-43, 47-58, 60-61, 63, 66-68; 12:50; Mt. 4:4; Jer. 15:16; 2 Ti. 3:16

LEER LA PALABRA ES UNA MANERA DE DISFRUTAR A DIOS

  Hemos visto cómo disfrutar a Dios por medio de la oración. En este capítulo veremos cómo disfrutar a Dios mediante la lectura de la Biblia.

  Los que disfrutan a Dios saben que Dios es Espíritu y que lo podemos contactar con nuestro espíritu. Sin embargo, hay dos maneras o medios para contactarlo en nuestro espíritu. El primero es la oración, y el segundo, la lectura de la Palabra. Alguien que absorbe y disfruta a Dios es el que ora y lee la Palabra. Un creyente que no ora ni lee la Palabra ha dejado de disfrutar a Dios. A fin de absorber a Dios, comerle y beberle, y disfrutarle continuamente, necesitamos orar y leer la Palabra cada día. Tanto la oración como la lectura de la Palabra son necesarias. No podemos tener una cosa sin la otra.

  Con respecto a inhalar a Dios por medio de la oración, hemos señalado que Dios mora en nuestro espíritu por medio de Su Espíritu. Por lo tanto, la oración consiste en volvernos a nuestro espíritu para exhalar, punto por punto, todo lo que hay en nosotros, e inhalar a Dios. Al exhalar, debemos también inhalar. De este modo, inhalamos a Dios mismo, así como todo lo relacionado con Él. Exhalar de este modo lo que somos e inhalar a Dios es la verdadera oración. La verdadera oración no depende de cuántas cosas le presentemos al Señor, sino de que exhalemos lo que hay dentro de nosotros e inhalemos lo que hay en Dios. Exhalar e inhalar nos libra de todo lo que tiene que ver con nosotros y nos llena de todo lo que tiene que ver con Dios. Inhalar a Dios, quien es Espíritu, mediante la oración, nos provee la manera más excelente de disfrutar a Dios.

  Sin embargo, la oración no es el único medio que Dios ha dispuesto para que le disfrutemos. Él también ha dispuesto la lectura de la Palabra. En el universo Dios creó todo en pares. A fin de que el linaje humano pudiera propagarse, se necesitaba tanto el hombre como la mujer. No es adecuado que el hombre o la mujer estén solos. Asimismo la transmisión de las ondas eléctricas requiere tanto una antena como un cable a tierra; no es suficiente tener sólo uno de los dos. En el universo vemos que todas las cosas tienen dos lados, dos aspectos. Un hombre con una sola pierna sólo puede saltar o brincar, pero no puede caminar. No es nada agradable y también es incómodo. Todas las cosas tienen una parte superior y una parte inferior, una parte externa y una parte interna, un aspecto positivo y un aspecto negativo. De manera semejante, Dios tiene dos senderos, no uno solo. En un sendero tenemos nuestros ojos cerrados, pero en el otro los tenemos abiertos. Un sendero no requiere nuestros pensamientos, pero el otro sí los requiere. Un sendero empieza con nuestro espíritu y no tiene que ver con cosas físicas, mientras que el otro empieza con letras impresas y termina en el espíritu. A fin de disfrutar a Dios, necesitamos estos dos senderos que corren paralelamente.

  Cuando caminamos, necesitamos la pierna derecha, así como también la izquierda. De manera semejante, cuando absorbemos a Dios, necesitamos cerrar nuestros ojos para orar y abrir nuestros ojos para leer la Palabra. Todos los que inhalan apropiadamente a Dios oran y leen, y leen y oran. Si queremos disfrutar a Dios, debemos aprender a usar ambos pies. Debemos aprender a seguir ambos senderos: debemos aprender a orar y también aprender a leer la Palabra.

NUESTRA PERSONA DETERMINA LA MANERA EN QUE LEEMOS

  Si la oración representa nuestra respiración espiritual, ¿qué representa nuestra lectura de la Palabra? Éste es un asunto de suma importancia. Diferentes personas reciben diferentes cosas cuando leen la misma Biblia. La Biblia se compone de sesenta y seis libros, comenzando con la creación en Génesis y terminando con la amonestación de que nadie puede añadir nada a la Palabra de Dios que está en Apocalipsis ni quitar nada de ella. La Biblia que tenemos en nuestras manos es la misma, pero pareciera que leemos diferentes Biblia porque recibimos diferentes cosas. Usted puede recibir una cosa, y yo puedo recibir algo diferente. Ambos recibimos diferentes cosas de la misma Biblia. Un hermano que tiene un conocimiento profundo de Dios y de las Escrituras dijo una vez que la clase de persona que somos determina la clase de Biblia que tenemos. Eso es totalmente cierto.

  Un joven preguntó una vez: “¿Por qué dice usted que no debemos mentir? En el libro de Josué Dios bendijo a Rahab la ramera, la cual mintió. Ella escondió a los espías enviados por Josué, mintió y recibió una bendición”. Yo no pude responderle nada.

  Un hermano mayor que deseaba que sus hijos y nietos lo trataran bien, dijo: “La Biblia es maravillosa en la manera en que explica la piedad filial”. Él reconocía que se había unido al cristianismo porque la Biblia cristiana provee la enseñanza más clara acerca de la piedad filial. Incluso me pidió que viniera a su casa una vez por semana para que les enseñara a sus descendientes las enseñanzas de la Biblia. Cuando le pregunté cuál debía ser el tema de las reuniones, me respondió: “Aparte de la piedad filial, ¿de qué otra cosa puede uno hablar basándose en la Biblia?”. Según su entendimiento, la Biblia era un libro sobre la piedad filial.

  Una hermana una vez vino y me dijo que había encontrado una afirmación importante en la Biblia: los esposos deben amar a sus esposas. Luego me pidió que visitara a su esposo, pues él necesitaba recibir esta enseñanza. Por lo tanto, para el hombre anciano que tenía muchos hijos y nietos, la Biblia era un libro sobre la piedad filial, mientras que para la esposa que tenía un esposo que la trataba con frialdad, la Biblia era un libro que enseña a los esposos a amar a sus esposas.

  No estoy bromeando. Supongamos que después de haber hablado con la hermana, al siguiente día venga el esposo y diga: “Estoy plenamente de acuerdo con el cristianismo, porque la Biblia de ellos enseña a las esposas a sujetarse a sus esposos. Ésta es una enseñanza muy buena. Para tener una buena vida familiar, una persona debe aceptar la Biblia de los cristianos. Espero que algunas hermanas vengan a mi casa para que le enseñen a mi esposa acerca del tema más importante de la Biblia. Esto es superior a la enseñanza china acerca de las esposas que sermonean a sus esposos. La Biblia dice que una esposa debe estar sujeta a su marido, así como la iglesia está sujeta a Cristo y así como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor. Ningún otro libro habla tan bien acerca de la sumisión como la Biblia”.

  Un científico, quien era una persona muy reflexiva, dijo una vez: “Cuando era joven, menospreciaba la Biblia, pues la consideraba un cuento de hadas sin ninguna base científica. Pero ahora veo que la Biblia contiene la ciencia más avanzada”. Sus palabras me dejaron perplejo puesto que no sabía a qué ciencia se refería. Cuando le pregunté si se estaba refiriendo a Juan 3:16 ó a 1 Timoteo 1:15, ni siquiera sabía dónde estaban estos versículos. Para él la Biblia era un libro de ciencias.

  Un abogado me dijo una vez: “Cuando era joven, estudiaba derecho y me oponía al cristianismo. Menospreciaba la Biblia, pensando que era un libro muy sencillo. Pero después de tantos años, lamento no haber estudiado la Biblia. Si hubiese leído la Biblia hace quince años, hoy en día mis argumentos como abogado serían mucho más contundentes. He estudiado muchos libros de derecho, pero ninguno de ellos supera el libro de Romanos en los argumentos que presenta. Este libro muestra que Pablo no sólo era un hombre elocuente, sino también poderoso en sus argumentos. Sus argumentos convencen a los hombres y los dejan callados”. Sin embargo, él ni siquiera sabía cuál era el tema de los argumentos de Pablo.

  Otro hombre que estudiaba literatura dijo: “He leído muchos escritos famosos, pero ninguno de ellos se compara a la Biblia en forma, estructura y estilo literario. La Biblia contiene prosa, poemas, relatos históricos y muchas otras cosas. Es como una enciclopedia”. Sin embargo, él no sabía cuál era el contenido de dicha prosa, poemas, relatos e historias.

  Así pues, debemos tener claro lo siguiente: la misma Biblia puede ser un libro diferente en manos de diferentes personas. Para cierta clase de personas la Biblia es cierta clase de libro. Los que están llenos de odio encontrarán odio en la Biblia; y los que están llenos de amor encontrarán amor en la Biblia. Los que mienten encontrarán mentiras en la Biblia; y los que son honestos encontrarán honestidad en la Biblia. La clase de persona que uno sea determinará la clase de Biblia que lea.

  ¿Qué clase de Biblia queremos tener en nuestras manos? ¿Queremos tener un libro de literatura, de ciencias, de argumentos, de piedad filial, de amor para los esposos, de sumisión para las esposas, de honestidad o de mentiras? La clase de Biblia que tengamos dependerá de la clase de persona que seamos. Diferentes clases de personas tienen diferentes clases de Biblias. Nadie puede alterar este principio.

LA BIBLIA ES ALIMENTO PARA NOSOTROS DE PARTE DE DIOS

  Puesto que deseamos ser personas que comen, beben, absorben e inhalan a Dios, necesitamos experimentar un cambio drástico en nuestros conceptos con respecto a la Biblia. Necesitamos ver que la Biblia es el alimento que Dios nos ha dado. Leemos la Biblia con el propósito de comer, beber, absorber e inhalar a Dios, porque sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios. Juan 1 dice que la Palabra de Dios es Dios mismo. La Palabra de Dios es Dios mismo que viene a nosotros. Cuando Dios se expresa y se presenta a nosotros, tenemos la Palabra, la Biblia. Puesto que Dios desea ser nuestro alimento, el hecho de que Él se exprese y se manifieste al hombre como la Palabra significa que la Palabra es el alimento del hombre.

  Algunos piensan que las palabras de Dios son solamente preceptos o mandamientos, pero en Juan 12:50 el Señor Jesús dijo que el mandamiento de Dios es vida eterna. El mandamiento de Dios es vida porque es alimento. Cuando recibimos los mandamientos de Dios, debemos recibirlos comiéndolos. Cuando estos mandamientos entran en nosotros como alimento, espontáneamente recibimos vida y nutrimento. Los que han experimentado esto pueden testificar que cuando leemos la Biblia con un corazón deseoso de absorber a Dios, ésta se convierte en alimento para nosotros. Incluso el mandamiento de que los esposos deben amar a sus esposas llega a ser alimento para nosotros cuando lo recibimos a manera de absorber a Dios. Cuando hacemos esto, somos llenos del suministro de Dios y de Su presencia para amar a nuestras esposas. Mientras amamos a nuestras esposas, Dios es vida para nosotros. Así que el mandamiento —amad a vuestras mujeres— llega a ser vida eterna para nosotros. Cuanto más recibimos este mandamiento de amar a nuestras esposas, más percibimos la presencia de Dios, Su suministro y Su vida.

  Conforme al mismo principio, si leemos los pasajes de la Biblia que mandan que los hijos honren a sus padres, con un corazón deseoso de absorber a Dios, recibiremos este mandamiento como nuestro alimento. Entonces cuando obedezcamos este mandamiento que nos dice que obedezcamos a nuestros padres, sentiremos que en nosotros se mueve el Espíritu Santo; experimentaremos al Espíritu Santo como vida para nosotros. Cuanto más honremos a nuestros padres, más seremos llenos y satisfechos, y más comeremos y beberemos a Dios y seremos saturados de Su vida. Esto es lo que significa que el mandamiento de Dios sea vida eterna para nosotros.

El Señor Jesús es alimento para el hombre mediante Su Palabra

  Toda la Biblia, desde la primera letra hasta la última, es la Palabra de Dios. Es la expresión de Dios y Su exhalación. La Palabra de Dios es Dios mismo. Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Esta Palabra es nuestro Señor Jesús. Esto es maravilloso. El Señor Jesús es la Palabra de Dios porque Él es la expresión y explicación de Dios. Él hace manifiesto a Dios; por lo tanto, Él es la corporificación de Dios. Cuando un hombre lo recibe, recibe a Dios mismo. Con la Palabra tenemos vida, alimento y suministro. Dios está contenido en la Palabra; por lo tanto, cuando el hombre recibe la Palabra, recibe todo lo que Dios es.

  Cuando la Palabra vino a la tierra, Él fue recibido en forma de alimento. Él dijo que era el pan que descendió del cielo a fin de ser comido por los hombres. Sin embargo, los que le oyeron decir esto se sintieron confundidos. El Señor, compadeciéndose de su debilidad, les explicó esto usando el tipo de las ofrendas. Cuando los judíos celebran la Pascua, ellos sacrifican el cordero, derraman su sangre para el perdón de sus pecados, y comen la carne del cordero. Todos los judíos están familiarizados con esto. El Señor dijo que Su carne es verdadera comida y Su sangre es verdadera bebida. Esto significaba que ellos debían comerle de la misma manera en que sacrificaban y comían el cordero pascual. El cordero era inmolado para satisfacer la necesidad del hombre a causa de su pecaminosidad y vaciedad. Cuando el cordero era inmolado, su sangre era derramada para el perdón de los pecados y su carne era comida para la satisfacción del hombre. Puesto que los judíos entendían este tipo, ellos también debieron haber entendido que el Señor era el Cordero que Dios les había preparado. Él fue inmolado, Su sangre fue derramada y Su cuerpo fue partido. Su sangre derramada redimió al hombre de sus pecados, y Su cuerpo partido liberó Su vida a fin de que entrara en el hombre para la satisfacción de éste. Su carne es verdadera comida, y Su sangre es verdadera bebida. Los que comen Su carne y beben Su sangre, le comen, y los que le comen vivirán por causa de Él (vs. 55-57).

  Sin embargo, los judíos se sintieron confundidos cuando escucharon estas palabras. Se preguntaban cómo la carne de este hombre podía ser su alimento. Ésta fue una palabra dura para ellos, y no pudieron recibirla. Hermanos y hermanas, los judíos estaban confundidos, y nosotros muchas veces también nos sentimos confundidos cuando leemos Juan 6. Por esta razón, el Señor Jesús también dijo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha” (v. 63). Él no les estaba dando Su carne visible como alimento. Si ellos comieran Su carne física, aun así morirían; no habrían vivido. El Espíritu es el que da vida. Esto demuestra que la intención del Señor no era que ellos comieran su carne visible, sino que comieran del Espíritu invisible. Su deseo era entrar como Espíritu en el espíritu del hombre, a fin de ser el alimento y la vida del hombre, y de ese modo hacer que el hombre viviera por Él. Aquí se introduce el tema del Espíritu. La oración consiste en inhalar al Espíritu con nuestro espíritu; es tocar al Espíritu con nuestro espíritu.

  Puesto que al Señor le preocupaba que las personas aún no entendieran, dijo a continuación: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63). Esto nos muestra que el Señor es alimento para nosotros de dos maneras: primero en calidad de Espíritu y, en segundo lugar, en calidad de Palabra. En otras palabras, el Señor hoy es primeramente el Espíritu, y en segundo lugar la santa Biblia. Él es el Espíritu y la Palabra. Hoy podemos inhalar al Espíritu al orar, y podemos contactar la Palabra al leerla. El Señor está en el Espíritu, y también está en la Palabra. Él es el Espíritu, la Palabra es el Espíritu, y el Señor es la Palabra. Por lo tanto, el Señor, el Espíritu y la Palabra son tres en uno. El Señor está en el Espíritu, y también es el Espíritu. El Señor está en la Palabra, y también es la Palabra. La Palabra es también Espíritu. Permítanme repetirles: nuestro Señor está en el Espíritu, y es el Espíritu; Él está en la Palabra, y es la Palabra. No sólo eso; pues la Palabra es el Espíritu. Los tres son uno solo. Él es el Espíritu para que nosotros lo inhalemos; en esto consiste orar. Él es también la Palabra para que la leamos; en esto consiste estudiar la Biblia.

Leer la Palabra es recibir la palabra del Señor como alimento

  Orar es inhalar al Espíritu del Señor, y leer es recibir al Señor, quien es la Palabra. El Señor como Palabra es nuestro alimento. El hombre no vive solamente de pan, porque no se compone únicamente de un cuerpo; el hombre en su interior también tiene un espíritu. El cuerpo físico requiere alimento físico, pero el espíritu del hombre requiere un tipo de alimento diferente. El alimento físico no es suficiente para hacer que el hombre viva. Por eso, el Señor dijo que no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt. 4:4). Todas las palabras que salen de la boca de Dios son el alimento espiritual del hombre. Por esta razón, el profeta Jeremías dijo: “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí” (Jer. 15:16).

Leer la Palabra con la actitud de comer y beber a Dios

  Nuestra actitud debe ser que la Biblia es nuestro alimento. La Biblia es un libro que contiene alimento. Cuando leemos la Biblia, debemos comer este alimento. Cada vez que leamos la Palabra, debemos tener la actitud de que estamos viniendo a comer y a beber a Dios. Si nuestra motivación es simplemente estudiar las verdades, analizar enseñanzas o entender doctrinas, no estaremos comiendo ni bebiendo a Dios, y la Biblia será un libro de doctrinas y enseñanzas para nosotros. Debemos experimentar un cambio en nuestros conceptos para ver que la Biblia no es un libro que contiene las enseñanzas o verdades acerca de Dios, sino que es el alimento que Dios nos da.

  Espero que recibamos esta exhortación concienzudamente. Esto no significa que la Biblia no contenga enseñanzas ni verdades; no, la Biblia está llena de enseñanzas y verdades. Sin embargo, si recibimos este libro simplemente como un libro de enseñanzas y verdades, y tratamos de estudiarlo únicamente con nuestra mente, sólo seremos un estudiante de las verdades y un aprendiz de enseñanzas. La Biblia simplemente será un libro de enseñanzas y verdades para nosotros; no será vida ni alimento para nosotros. No obstante, si nuestra perspectiva cambia, y consideramos la Biblia como la expresión y exhalación de Dios, ella será un libro diferente para nosotros. Comprenderemos que puesto que Dios es alimento para el hombre, la Biblia, que es Su palabra exhalada, debe también ser alimento para el hombre. Cuando acudimos a la Biblia, debemos comer y beber a Dios como nuestro alimento; debemos inhalar a Dios mismo y disfrutarlo. Si leemos la Biblia de esta manera, ella ya no será un libro de enseñanzas, mandamientos, verdades o doctrinas para nosotros; en vez de ello, será la corporificación, revelación, expresión y exhalación de Dios. También será nuestro rico alimento, y recibiremos nutrimento, suministro y vida en cada palabra.

No estudiar sino comer y beber

  Hermanos y hermanas, esto nos trae nuevamente al asunto de nuestra persona. Una persona que estudia la Biblia, procura obtener enseñanzas y mandamientos, investiga las verdades y escudriña las doctrinas puede ser mejor que los que no leen la Biblia, pero esto cuando mucho sólo se aproxima a lo mejor. Sabemos que lo que se aproxima a lo mejor muchas veces es enemigo de lo mejor. Esta clase de lectura puede hacerle daño a una persona o impedirle tener contacto con el Señor. Muchos hermanos y hermanas a menudo leen la Biblia pero raras veces tocan a Dios, porque no son personas que buscan a Dios. Cuando leen la Biblia, no absorben a Dios, ni le comen ni beben. Son solamente estudiantes de la Biblia, que buscan verdades y desean hallar la lógica, los mandamientos y los preceptos de Dios. Debido a que son esta clase de personas, ellos encuentran que la Biblia es la clase de Biblia que ellos mismos han escogido.

  En mi interior siento la pesada carga de que los hijos de Dios comprendan que las diferentes clases de Biblia que existen y las diferentes maneras de leerla se deben a las diferencias que hay en nuestra persona. Hablando con propiedad, no es que haya diferentes Biblias, sino que la misma Biblia es considerada de manera diferente porque las personas que la leen son diferentes. Cuando una persona no es apropiada, cuando no come ni bebe a Dios, la Biblia que tiene en sus manos llega a ser algo inapropiado. En lugar de ser una persona que absorbe a Dios, es una persona que estudia doctrinas.

  Siempre que acudamos a la Palabra, debemos ser estrictos y no escudriñar doctrinas. En vez de ello, debemos comer y beber a Dios; debemos absorberlo. Es posible que algunos hermanos y hermanas aún no conozcan la diferencia entre escudriñar doctrinas y absorber a Dios. Existen dos maneras de leer la Biblia. La primera es la manera común, la manera natural, de escudriñarla o estudiarla. Todos acuden a la Biblia con un corazón deseoso de estudiarla. Pero jamás podríamos entenderla a fondo aun si agotáramos las mentes de todos los estudiosos. La Biblia jamás puede ser estudiada de manera exhaustiva. No debemos despreciar este pequeño libro. Yo he estado leyendo este libro casi todos los días durante los pasados treinta y cuatro años. He invertido mucho tiempo estudiándola. Pero finalmente he tenido que confesar que no es posible conocerla completamente. Cuanto más uno estudia este libro, más difícil se hace, y más confundido uno llega a estar.

  Por ejemplo, Mateo 1 es como un gran obstáculo para todo estudiante de la Biblia. Este capítulo que trata sobre la genealogía de Jesús es como un elevado monte, como un gran rompecabezas. El versículo 1 dice: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”. ¿Quién es David y quién es Abraham? ¿Qué significan los nombres Jesús y Cristo? El versículo 2 dice que Abraham engendró a Isaac, e Isaac engendró a Jacob, y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. ¿Quién es Isaac? ¿Quién es Jacob? ¿Quién es Judá? ¿Y quiénes son sus hermanos? En el versículo 3 leemos que Judá engendró hijos de Tamar. ¿Quién es Tamar? Después de esto se mencionan más de cuarenta nombres. Los primeros diecisiete versículos de este capítulo son imposibles de estudiar. Incluso después de tres meses de estudiarlos, aún no los entenderemos claramente. Todo lo contrario, es posible que acabemos con un dolor de cabeza, una úlcera o se quebrante nuestra salud espiritual. Muchos hermanos y hermanas se hallan en esta condición. Cuanto más leen, más hambre tienen. Cuanto más estudian, más vacíos y secos están en su espíritu. Éste es el resultado de simplemente estudiar la Biblia.

  Desistamos de todos esos esfuerzos. No es necesario esforzarnos tanto. Yo ya he sufrido suficiente; no es necesario que usted sufra más. Nos han puesto un “pollo” delante de nosotros, pero en vez de comerlo, nosotros insistimos en sacarle los “huesos” y estudiarlos, pese a que no tienen ningún valor nutritivo. Cuanto más estudiamos de esta manera, más hambre nos da. El pollo es para que lo comamos, no para que lo estudiemos. Un hombre sabio se negará a estudiar el contenido mineral de los huesos y simplemente se comerá la carne. En lugar de intentar comerse el pollo entero, simplemente comerá hasta quedar lleno.

  Aunque esto pueda parecer un tanto peculiar, muchas personas leen la Biblia de esta manera y, por tanto, no reciben ningún beneficio. Estudian el “hueso” de la palabra Abraham y el “pico” de la palabra Tamar. Debemos olvidarnos de estas cosas. Estamos aquí para comernos la carne del “pollo”, no los “huesos”. Cuando leamos los primeros diecisiete versículos de Mateo 1, debemos olvidarnos de todos esos nombres; pero cuando leamos el versículo 21, que dice: “Dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados”, podemos entender que nosotros somos del pueblo de Dios, y que Él tiene que salvarnos a nosotros de nuestros pecados. Podemos orar entonces, diciendo: “Señor, sálvame de mis pecados”. Después de esto el Espíritu Santo nos hablará y mostrará nuestros pecados de haber golpeado a nuestros hijos y de haber reprendido a nuestra esposa por tantos años, y del hecho de que somos de muy mal carácter. Así, espontáneamente confesaremos estos pecados, diciendo: “Señor, soy de muy mal carácter. No puedo vencer mi enojo. He estado en pecado. Pero Tú eres Jesús. Tú salvarás a Tu pueblo de sus pecados. Yo soy parte de Tu pueblo. Sin duda alguna, Tú me salvarás de mis pecados”. Cuando oramos de esta manera, estamos comiendo la “carne”. Después de esto, podemos leer: “‘Llamarán Su nombre Emanuel’ (que traducido es: Dios con nosotros)” (v. 23). Aquí hay un trozo de “carne” aún más grande. Así que podemos orar, diciendo: “¡Emanuel! ¡Dios con el hombre! ¡Señor, Tú eres Dios con el hombre! Tú eres Dios, y yo soy un hombre; Tú estás conmigo. Tú estás en mí, y Tú estás en mi presencia”. Versículos como éstos pueden llenarnos. Durante el día estaremos orando, diciendo que Jesús está salvando a Su pueblo de sus pecados y que Dios está con el hombre. Esta clase de lectura hará que la Biblia sea nuestra comida, suministro y alimento. Esta clase de lectura hará que la Biblia entre en nosotros como nuestra vida.

  Ahora tenemos claro que no leemos la Palabra para estudiarla, de la misma manera que comer el pollo no es lo mismo que estudiarlo. Los zoólogos y los biólogos estudian los pollos. Ellos pasan toda su vida estudiándolos, pero a pesar de ello es posible que no entiendan todo lo relacionado con los pollos. Nosotros no somos “zoólogos” ni “biólogos” de la Palabra; no estamos aquí para estudiar, sino para comer. No leemos la Palabra con el fin de estudiarla. Dejemos que los teólogos estudien teología y que los estudiantes de la Biblia estudien la Biblia. Nosotros estamos aquí para comer y beber a Dios. Somos comensales, y queremos disfrutar de la Palabra como nuestro banquete hasta quedar saciados.

  En conclusión, Dios es Espíritu y, como tal, está disponible para que nosotros lo inhalemos al orar, y Dios es la Palabra y, como tal, está disponible para que nosotros lo comamos al leer la palabra. Cuanto más oremos, más inhalaremos Su Espíritu, y cuanto más leamos, más comeremos Su palabra. El Espíritu es Dios, y la Palabra también es Dios. Cuando inhalemos y comamos lo suficiente de Dios, seremos llenos y satisfechos de Dios. Eso es lo que significa disfrutar a Dios al orar y al leer.

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