
En este mensaje consideraremos la manera de disfrutar a Dios mediante la lectura de la Palabra. Hay muchas maneras de leer la Biblia. Uno puede encontrar cientos de maneras de estudiar la Biblia en el cristianismo, pero quisiera que consideremos la mejor manera y la más provechosa. Podemos llamar a esto la manera de leer la Biblia que es conforme a la vida, es un estudio-vida. Ésta es la manera más sencilla y más provechosa de leer la Biblia.
Nuestro concepto en cuanto a la lectura de la Biblia necesita ser simplificado. No debemos pensar que es difícil leer la Biblia. Muchas personas creen que la Biblia es un libro difícil de leer. Piensan que puesto que la Biblia es el canon de la religión cristiana, jamás pueden entenderla. Este concepto estorba nuestra capacidad para entender la Biblia. Sin embargo, debemos considerar que leer la Biblia es tan sencillo como comer. Todos estamos de acuerdo en que comer es algo sencillo. Aunque no es fácil preparar una comida, es muy fácil comerla. Esto se aplica a la lectura de la Biblia. Dios no quiere que nosotros escribamos la Biblia; Él simplemente quiere que la leamos. No necesitamos inventar nada ni investigar nada. Hablando con propiedad, cuando acudimos a la Biblia, venimos a la presencia de Dios para ser alimentados por Él. Por lo tanto, debemos primero entender que leer la Biblia es algo sencillo.
Sin embargo, este pensamiento no significa que no necesitemos leer la Biblia. Nadie puede decir que porque comer es algo fácil, no necesita comer. En lugar de ello, este pensamiento debe animarnos a todos a comer.
Decir que es sencillo leer la Biblia no significa que es fácil entenderla. Aun si yo pasara otros seis mil años leyendo la Biblia, no la entendería completamente. Nadie puede entender la Biblia cabalmente. Cuanto más uno la lee, más le parece que no la entiende. Hace treinta años yo pensaba que entendía uno de los libros de la Biblia, pero hoy puedo decir que verdaderamente no entiendo ningún libro de la Biblia. La Biblia es un libro muy rico y nadie puede entenderlo cabalmente. Aunque es sencillo leer la Biblia, es difícil entenderla cabalmente; sin embargo, es muy fácil recibir alimento de la Biblia. No importa qué capítulo o versículo leamos, podemos encontrar una rica provisión de alimento y ser llenos porque la Biblia está llena de alimento.
Mi carga consiste primeramente en ayudarles a aceptar que leer la Biblia es algo sencillo. Damos gracias a Dios porque la Biblia fue escrita y porque está en nuestras manos. Es muy fácil para nosotros obtener alimento de la Biblia. No necesitamos tener un nivel educativo muy alto para alimentarnos con la Biblia. Podemos alimentarnos aunque no entendamos completamente las palabras de la Biblia. Leer la Biblia es algo sencillo.
Al acudir a la Biblia de manera sencilla, nunca debemos disponer nuestra mente para hallar doctrinas en ella. No debemos centrar nuestra atención en estudiar la Biblia. Cuando comemos, no disponemos nuestra mente para estudiar la comida. Cuando venimos a comer, lo mejor es no saber nada. Si venimos con un corazón deseoso de estudiar, nos meteremos en problemas. Si disponemos nuestra mente para estudiar cómo fueron preparados los diferentes platos que están sobre la mesa y el sabor que deben tener, el alimento se enfriará antes de que terminemos nuestro estudio. Los que están sentados a la mesa estarán satisfechos, pero nuestro estómago aún estará vacío. Nuestro estudio del alimento nos impide comer. De igual manera, al acudir a la Biblia, no debemos venir con un corazón deseoso de estudiar doctrinas ni de investigar alguna verdad. Si venimos con esa mentalidad, no disfrutaremos a Dios; no hallaremos alimento en Su Palabra.
Al acudir a la Biblia, también debemos abandonar nuestros conceptos. Nunca debemos ponernos lentes del color de nuestros conceptos. Todos tenemos interiormente un par de lentes de color que nos impiden conocer el verdadero color y significado de la Biblia. Si nos ponemos lentes verdes y miramos un libro blanco, el libro se verá verde, y no veremos el verdadero color del libro. Es difícil encontrar a una persona que no acuda a la Biblia con lentes de color. Los que son de Zheqiang usan los lentes de Zheqiang. Los de Shantung usan los lentes de Shantung. Los de Inglaterra usan los lentes británicos, y los de Estados Unidos usan los lentes estadounidenses. La clase de personas que somos determina la clase de Biblia que tenemos, porque la clase de persona que somos determina el tipo de lentes que usamos, y el color de nuestros lentes determina el color de nuestra Biblia. Un estudiante de ciencias acude a la Biblia con un par de lentes “científicos” y tiene una Biblia de ciencias. Un estudiante de Confucio usa lentes “confucianos” y tiene una Biblia de enseñanzas confucianas. Un estudiante de literatura usa lentes “literarios” y tiene una Biblia de literatura. La clase de persona que somos determina el tipo de lentes que tenemos, y nuestros lentes determinan el tipo de Biblia que leemos. Por lo tanto, al acudir a la Biblia, tenemos que quitarnos los lentes de nuestros conceptos a fin de ver el verdadero color y significado de las Escrituras.
Después de escuchar los testimonios de algunos hermanos acerca de su lectura de la Palabra, me doy cuenta de que es difícil encontrar a una persona que no lea la Biblia con lentes de color. A alguien que lee Mateo 11 quizás únicamente le impresionen las palabras del Señor acerca de ser mansos y humildes de corazón. Les ruego que no me malinterpreten; esto no quiere decir que sea malo ser mansos y humildes de corazón. Ser mansos y humildes de corazón es algo muy positivo; el Señor mismo habló estas palabras. Sin embargo, todos los hombres que tienen alguna idea de ética y moralidad, tanto del oriente como del occidente, prestan atención a las palabras manso y humilde cuando leen Mateo 11. Es posible que en realidad tengan puestos los lentes de la mansedumbre y la humildad incluso antes de empezar a leer Mateo 11. No es necesario que lean Mateo 11, puesto que ya valoran el concepto de la mansedumbre y humildad. Hermanos y hermanas, debemos abandonar nuestros conceptos cuando acudamos a la Biblia. Debemos quitarnos los lentes que tenemos puestos interiormente; debemos quebrarlos a fin de poder ver el verdadero color y significado de la Biblia. Si introducimos nuestros conceptos, perderemos de vista el verdadero significado de la Biblia.
Les daré otro ejemplo. Hace diez años un hermano joven se ofendió con un anciano. Todos los días se sentía molesto al pensar cómo ese anciano, quien debió haberse mostrado compasivo con otros, pudo ofender a una persona de esa manera. Este pensamiento echó raíces en él al punto en que cuando acudía a la Biblia, subconscientemente buscaba pasajes que decían que los ancianos deben ser compasivos con otros y que los de edad avanzada deben ser sensibles con los más jóvenes. Aunque no estaba buscando tales pasajes intencionalmente, este concepto estaba oculto en él. Por muchos días su lectura de la Biblia estuvo bajo la influencia de este concepto. Así que pasó mucho tiempo leyendo la Biblia pero no recibió nada. Luego un día leyó 1 Pedro 5:3, que dice que los ancianos no deben tener señorío sobre el rebaño, sino ser ejemplos del rebaño. Sus ojos se iluminaron, y dijo: “¡Esto es excelente! ¡He recibido una gran luz! No sabía que la Biblia hablaba tan claramente acerca de que los ancianos no deben tener señorío sobre otros”. Queridos hermanos y hermanas, ¿creen ustedes que verdaderamente recibió luz? Si eso fue luz, entonces no la recibió de la Biblia, pues ya tenía dicha “luz” antes de leer la Biblia. Eso es lo que significa leer la Biblia con los lentes de nuestros conceptos. El resultado de leer de esta manera no es otra cosa que la proyección de nuestros propios conceptos.
Les contaré una historia verídica. Hace más de diez años me alojé en el hogar de una pareja cristiana. Una mañana mientras desayunábamos empezamos a hablar de nuestra experiencia de leer la Palabra y de orar. El esposo dijo que había leído Efesios 5 esa mañana y que había encontrado la buena enseñanza de que las esposas deben estar sujetas a sus maridos. La esposa dijo que también había leído Efesios 5 esa misma mañana y había encontrado una enseñanza superior a la que había encontrado su esposo. Ella encontró que los esposos deben amar a sus esposas como también Cristo amó a la iglesia. Así que el esposo encontró la enseñanza de que las esposas deben sujetarse a sus esposos, y la esposa encontró la enseñanza de que los esposos deben amar a sus esposas. Esto nos muestra que la manera en que leemos la Palabra es un reflejo de nuestra persona. En nuestra conversación quedó muy claro que al esposo le parecía que su esposa actuaba como si ella fuera la cabeza, que no conservaba su lugar y que tenía que someterse más a él. Al mismo tiempo, a la esposa le parecía que su esposo no era muy sensible con ella ni la amaba lo suficiente. Si ellos no hubieran leído Efesios 5 esa mañana, no los habría conocido tan bien. A simple vista, los dos eran una buena pareja, pero después de aquella conversación, entendí completamente lo que sucedía en el interior de ellos. Su lectura de la Palabra los puso al descubierto completamente.
La clase de Biblia que tenemos es un reflejo de la clase de persona que somos. No podemos ocultarlo. Si no queremos que nuestra lectura sea un reflejo de lo que somos, y si queremos tener el significado original de la Biblia, tenemos que quitarnos los lentes. Un hombre de Zheqiang debe quitarse los lentes de Zheqiang, y un hombre de Shantung debe quitarse los lentes de Shantung. Una persona lenta debe desechar su concepto de que es mejor ser lento, y una persona acelerada debe desechar su concepto de que es mejor ser rápido.
Cuando era joven, conocí a un anciano que era una persona muy lenta. Él decía que no debíamos apresurarnos a hacer nada que tuviera que ver con Dios, porque nada que se haga de manera apresurada, rápida o precipitada proviene de Dios. Él decía que la Biblia no menciona ninguna ocasión en la que Dios haya corrido porque Él es un Dios que nunca tiene prisa, que nunca se apresura; con Dios todo se da lentamente. Puesto que me parecía esto muy razonable, hice todo muy lentamente por unos cuantos días siendo influenciado por esta enseñanza. Sin embargo, después de unos cuantos años oí a otro siervo de Dios que decía que Dios corrió al menos una vez en la Biblia. Él dijo que en Lucas 15 el Padre, que representa a Dios, corrió para encontrarse con el hijo pródigo y lo besó. Él nos mostró a todos que Dios corrió al menos una vez. Tal vez pensemos que estos ejemplos son tontos, pero muestran que la clase de persona que somos determina la clase de Biblia que leemos. La Biblia de una persona lenta confirma su lentitud, y la Biblia de una persona rápida confirma su rapidez. Las enseñanzas obtenidas de la Biblia son un reflejo de la persona que la lee.
Conocí una vez a un hombre muy malhumorado que tenía una voz como de trueno, y que se ponía rojo cada vez que hablaba. Un día dijo que en la Biblia cuando Dios aparece, sube humo de Sus narices y Su voz es como el trueno (Sal. 18:8, 13). Cuando escuché esto, supe que hablaba con un hombre malhumorado que tiene una voz de trueno. Tal vez pensemos que esto es gracioso. Una persona afable tiene una Biblia “afable”, una persona malhumorada tiene una Biblia “malhumorada”, una persona burda, tiene una Biblia “burda” y una persona refinada tiene una Biblia “refinada”. No hay ninguna excepción a esta regla. Permítanme repetirles, la clase de Biblia que tenemos es un reflejo de la clase de persona que somos. Por esta razón, es difícil encontrar a alguien que conozca el verdadero significado de la Biblia. Una persona será un buen lector de la Biblia si es capaz de leerla conforme al sabor y color original de ella.
Debemos considerar que leer la Biblia es un asunto sencillo, y debemos abandonar el pensamiento de estudiarla. Este pensamiento únicamente nos va a estorbar en nuestra lectura de la Palabra. Tampoco debemos confiar en nuestros conceptos; antes bien, debemos abandonarlos y desechar todos los diferentes lentes que tenemos.
Al acudir a la Biblia, tampoco debemos procurar recibir inspiración. No debemos tratar de encontrar ni crear ninguna inspiración. No debemos procurar recibir ninguna inspiración del Espíritu Santo. La inspiración del Espíritu Santo es como las ondas radiales en el aire; en cuanto ajustamos la frecuencia correcta en nuestro espíritu, las señales radiales son captadas. Cuando intencionalmente buscamos algo, muchas veces encontramos algo que es falso. Cuando muchos hermanos y hermanas leen la Biblia, crean su propia inspiración. Esto es innecesario. El Espíritu que ha sido enviado a toda la tierra es omnipresente y todo lo invade. Siempre y cuando la frecuencia en nuestro espíritu sea la correcta y la condición de nuestro espíritu sea apropiada, no necesitaremos buscar ni pensar acerca de ninguna inspiración cuando acudamos a la Biblia; la inspiración ciertamente vendrá.
Espero que los hijos de Dios puedan captar estos cuatro puntos. Debemos entender que leer la Biblia es un asunto sencillo, no debemos venir con un corazón deseoso de estudiar, debemos abandonar nuestros conceptos y no debemos procurar recibir nuestra propia inspiración. Espero que todos pongamos en práctica estos cuatro puntos.
Consideremos ahora nuestra práctica. Cuando leamos la Palabra, debemos apartar nuestro ser de las cosas externas. Esto comúnmente se conoce como aquietarnos o estar calmados. Tan pronto como estemos calmados, todo nuestro ser podrá volverse al espíritu. En ese momento debemos ignorar nuestros conceptos. En lugar de tener la intención de averiguar algo en la Palabra, debemos tener un corazón deseoso de contactar a Dios mismo, de comerle, beberle y disfrutarle por medio de nuestra lectura. En lugar de leer pasajes de la Biblia seleccionados al azar, simplemente debemos seguir un horario regular y continuar leyendo donde dejamos el día anterior. Al leer la Biblia, no debemos entretener diferentes pensamientos ni tratar de estudiar o investigar un tema, a fin de que las palabras de la Biblia espontáneamente impresionen nuestro ser interior.
Supongamos que leemos Mateo 11. En este capítulo Juan el Bautista, el primer testigo fiel del Señor, estaba encarcelado. Después de oír sobre los milagros que hizo el Señor al sanar a los enfermos, echar fuera demonios e incluso resucitar a los muertos, Juan se preguntó cómo las personas que no habían hecho nada por el Señor podían recibir tales milagros, pero él no era rescatado. Por este motivo, envió a ciertos hombres a que fueran al Señor y le preguntaran si Él verdaderamente era el Cristo que había de venir. En otras palabras, si el Señor era el Cristo, debía liberar a Juan de la cárcel, y si no lo era, Juan debía esperar que viniera alguien más. Con estas palabras pretendía provocar al Señor Jesús. Pero el Señor le respondió diciendo: “Bienaventurado es el que no tropieza a causa de Mí” (v. 6). Si nuestro ser interior es conmovido por la respuesta del Señor, debemos decir al Señor: “Aunque te he servido fielmente, y Tú no pareces preocuparte por mí en mis sufrimientos y estás haciendo muchas cosas por otros que no parecen estar haciendo nada por ti, no tropiezo a causa de Ti. Al contrario, soy bendecido”. Esta respuesta no proviene de nuestros conceptos; no es imaginada, ni proviene de nuestro estudio. En vez de ello, el Espíritu Santo nos ha impresionado e inspirado a nosotros mientras leemos la Palabra de manera sencilla. Ésta es la manera correcta de comer la Palabra.
Por esta razón, cuando leamos la Palabra, debemos aprender a ser sencillos; cuando comemos, somos sencillos. No necesitamos tener conceptos, ni necesitamos tener la intención de aprender algo, ni tampoco necesitamos procurar recibir ninguna inspiración. Lo único que necesitamos es leer. Mientras leemos, el Espíritu Santo a menudo impresionará nuestro ser interior con la Palabra. La intención de estudiar nos estorbará en nuestra lectura. Cualquier concepto que tengamos será un velo que nos impide ver el verdadero panorama en la Biblia. El pensamiento de recibir inspiración muchas veces producirá una falsa inspiración. Debemos desechar tales cosas. Cuando acudamos a la palabra, debemos ser muy sencillos, teniendo la actitud de no querer nada ni saber nada, y que lo único que queremos es contactar a Dios en Su Palabra. Entonces, según sea la condición de nuestro espíritu, el Espíritu usará las palabras de la Biblia para tocar nuestro ser interior apropiadamente, y recibiremos algo de la Biblia. Después de recibir algo, aún debemos restringir nuestra mente y no pensar demasiado. En vez de ello, debemos ejercitar nuestro espíritu para convertir en oración las palabras que nos han impresionado. Entonces nuestra lectura ascenderá a un plano más alto, y siempre seremos ricamente alimentados cuando leamos la Palabra.
Tal vez nos preguntemos cómo una lectura en la que no prestamos atención a la inspiración espiritual pueda ayudarnos a entender la Biblia. Sin embargo, los que tienen el mejor entendimiento de la Biblia leen de esta manera. Si diariamente leemos la Biblia con la única intención de comer la Palabra y de ser nutridos con las riquezas de Dios, después de cierto tiempo veremos que la Biblia es un libro abierto para nosotros. Aunque la luz de la Biblia brillará intensamente ante nosotros, al mismo tiempo tendremos el sentir de que nadie puede entender completamente este libro, pues es inagotable. No importa desde qué ángulo la leamos, siempre nos dará riquezas frescas y nos proporcionará un alimento nuevo.
Espero que todos los hermanos y hermanas reciban esta palabra de tal modo que sean sencillos y consideren que la lectura de la Palabra es algo sencillo. No debemos tratar de estudiarla. Debemos además abandonar nuestros conceptos y no procurar recibir ninguna inspiración. Esto es lo que significa ser sencillos. Si podemos ser así de sencillos, nuestra lectura de la Biblia será muy provechosa. Entonces, cuando nos impresione algún pasaje de la palabra, debemos restringir nuestros pensamientos y ejercitar nuestro espíritu para digerir la palabra. Es mejor no tener muchos pensamientos. Debemos permanecer en la inspiración del Espíritu y recibir las palabras que nos han impresionado. Entonces, espontáneamente ejercitaremos nuestro espíritu para convertir en oración aquello que nos ha impresionado. De este modo, nuestra lectura será la absorción de Su nutrimento y un verdadero disfrute y satisfacción. Al comer la Palabra de Dios y al absorber a Dios, tendremos la experiencia de disfrutar a Dios mediante la lectura de Su Palabra.