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Mensajes del libro «Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Dios»
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CAPÍTULO DIECINUEVE

EJERCITARNOS PARA ORAR EN EL ESPÍRITU SANTO

  Lectura bíblica: Jud. 20

LA NECESIDAD DE ORAR EN EL ESPÍRITU SANTO

  En este mensaje practicaremos la oración valiéndonos de Judas 20. Este versículo nos habla de dos cosas. En primer lugar, nos habla de ser edificados en la santísima fe, lo cual está relacionado con la lectura de la Palabra. En segundo lugar, nos habla de orar en el Espíritu Santo, lo cual tiene que ver con la oración. Ningún otro versículo de la Biblia es tan conciso como éste respecto al asunto de la oración. La oración debe ofrecerse en el Espíritu Santo. Debemos orar en el Espíritu Santo. La oración, en la cual el hombre coopera con Dios, debe poseer dos naturalezas. Las oraciones que únicamente provienen del hombre, las cuales no están mezcladas con Dios, son simplemente oraciones religiosas. Dichas oraciones no nos llevan a tocar a Dios, a inhalarle ni tampoco nos acercan a Él. Es por ello que Judas dice que debemos orar en el Espíritu Santo. Las palabras en el Espíritu Santo son una muy buena expresión. En Efesios 6:18 la versión china, Chinese Union Version, traduce este pasaje “orando por el Espíritu”. El significado de orar por el Espíritu no es claro. Sin embargo, Judas ha sido traducido correctamente; debemos orar en el Espíritu Santo. Orar en el Espíritu Santo significa que nosotros y el Espíritu Santo debemos orar juntos.

  El secreto de la vida cristiana es que nos mezclemos con el Espíritu Santo. La vida espiritual de un cristiano tiene que ver absolutamente con que el hombre se mezcle con el Espíritu Santo. Cuando estamos en el Espíritu Santo, tenemos una vida espiritual; pero cuando no lo estamos, no tenemos una vida espiritual. Es posible que tengamos toda índole de actividades religiosas, pero si no estamos en el Espíritu Santo, no existe posibilidad alguna de que tengamos una vida espiritual genuina. Esto se aplica particularmente a la oración. Aparte del Espíritu Santo, lo único que podemos ofrecer son oraciones religiosas que comúnmente se escuchan en el cristianismo. Tales oraciones no tienen ningún valor espiritual delante de Dios. Si queremos ofrecer oraciones genuinas y espirituales, oraciones que lleguen a Dios, y nos lleven a tocar a Dios e inhalarlo, y oraciones que estén en Dios, debemos orar en el Espíritu Santo.

ESTAR EN EL ESPÍRITU SANTO IMPLICA LA COMUNIÓN Y MEZCLA DEL ESPÍRITU SANTO CON NUESTRO ESPÍRITU

  Puesto que muchos hermanos y hermanas aún no entienden lo que es estar en el Espíritu Santo, permítanme explicar esto un poco más. Dios es Espíritu, y nosotros tenemos un espíritu. Nuestro espíritu es igual en naturaleza al Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios es invisible e inmaterial. Nuestro espíritu también es invisible e inmaterial. Así que, en nuestro interior tenemos un espíritu que nos permite contactar a Dios, quien es Espíritu.

  El Señor Jesús dijo que Dios es Espíritu y que es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu (Jn. 4:24). Eso significa que tenemos que volvernos a nuestro espíritu y ejercitarlo a fin de adorar y tocar a Dios, quien es Espíritu. Estos dos espíritus, el Espíritu de Dios y nuestro espíritu, necesitan tener comunión el uno con el otro, vivir juntos y mezclarse. Por ello Romanos 8:16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Las palabras juntamente con revelan que el Espíritu y nuestro espíritu se mezclan como una sola entidad.

  Nosotros fuimos creados como hombres, y tenemos un espíritu en nuestro interior. En el momento de nuestra salvación, la sangre nos lavó y el Espíritu Santo entró en nuestro espíritu. En el Evangelio de Juan el Señor Jesús dijo que cuando el Espíritu viniera, estaría con nosotros para siempre (14:16-17), que permanecería en nosotros para siempre. Todo creyente tiene al Espíritu de Dios en su espíritu. El Espíritu de Dios está en nuestro espíritu, y nuestro espíritu está en Su Espíritu. Ambas expresiones, Vosotros en Mí y Yo en vosotros, se encuentran en el Evangelio de Juan (v. 20). Esto ocurre en nuestro espíritu. Vosotros en Mí significa que nuestro espíritu está en Su Espíritu, y Yo en vosotros significa que Su Espíritu está en nuestro espíritu. La frase permaneced en Mí, y Yo en vosotros significa que nuestro espíritu permanece en Su Espíritu, y que Su Espíritu permanece en nuestro espíritu (15:4). Estos pasajes de las Escrituras describen una condición en nuestro espíritu.

  Algunos preguntarán cómo sabemos que esta condición existe en nuestro espíritu. ¿Cómo sabemos que el Espíritu de Dios permanece en nuestro espíritu y que nuestro espíritu permanece en Su Espíritu? En otras palabras, ¿cómo sabemos que en nuestro interior ocurre una comunión y mezcla entre los dos espíritus? Esto es algo que todo creyente puede saber fácilmente. Por ejemplo, aunque nuestras circunstancias externas puedan ser dolorosas y difíciles de soportar, tenemos una dulce sensación de consuelo y un gozo inefable en lo profundo de nuestro ser. Esta sensación de consuelo y gozo es el resultado de experimentar a Dios. Es una sensación de estar delante de Dios, de estar junto con Él. En otras ocasiones podemos estar confundidos, sin saber qué hacer. Pero si acudimos al Señor, nuestra condición interior será resplandeciente y transparente, y espontáneamente sabremos con claridad cómo proceder. Esta condición en lo profundo de nuestro ser es la historia en la cual el Espíritu de Dios se mezcla con nuestro espíritu.

  En ocasiones podemos sentirnos secos, vacíos e inseguros aunque no nos haga falta nada externamente. Podemos sentirnos intranquilos, ya sea que estemos sentados, caminando o acostados. Esto revela que nuestro espíritu está carente de la presencia de Dios; que a nuestro espíritu le hace falta el alimento del Espíritu Santo. Hay una carencia entre nuestro espíritu y el Espíritu.

  Estos ejemplos nos ayudan a entender lo que significa que el Espíritu de Dios esté en nuestro espíritu y que nuestro espíritu esté en Su Espíritu. Una vez que entendemos la historia de la comunión mutua que tienen estos dos espíritus, podemos entender lo que significa estar en el Espíritu Santo. Estar en el Espíritu Santo es completamente un asunto relacionado con nuestro espíritu.

  Hay una historia acerca de un hermano cuyo rostro irradiaba un gozo inefable mientras trabajaba. Él estaba tan contento que hasta se reía continuamente. Esto hizo que sus colegas le preguntaran qué le había sucedido. Ellos pensaban que era algo psicológico. Él les dijo que puesto que ellos no tenían a Jesús en su interior, no podían entender lo que le estaba ocurriendo. Les dijo que su gozo era el resultado de que su espíritu tuviera comunión con el Espíritu de Dios que estaba en él. Por esta razón, él no podía evitar estar contento. Les dijo que si su felicidad fuese simplemente algo psicológico, eso sería fingido y forzado. Cuando su espíritu tenía comunión con el Espíritu de Dios, todas sus cargas desaparecían. Así que, no podía evitar manifestar una felicidad que provenía desde lo profundo de su ser.

  Esta historia es un ejemplo de lo que es estar en el espíritu. Mientras toquemos al Espíritu de Dios con nuestro espíritu, tendremos esta experiencia. Aunque no podemos ver al Espíritu de Dios con nuestros ojos ni tocarlo con nuestras manos, podemos percibirlo claramente cuando Él nos toca interiormente. En la noche del día de Su resurrección, el Señor Jesús sopló en los discípulos y les dijo: “Recibid al Espíritu Santo” (Jn. 20:22). El Señor Jesús usó el aliento para representar al Espíritu Santo. Esto es muy significativo. Aunque no podemos ver ni tocar el aire, sabemos que ha entrado en nosotros porque interiormente nos sentimos aliviados, refrescados y consolados. En contraste, cuando no circula suficiente aire en el cuarto donde estamos, nos sentimos sofocados e incómodos. Esto es un buen ejemplo que también se aplica al Espíritu Santo que está en nosotros. Cuando no tenemos suficiente del Espíritu Santo, nos sentimos oprimidos, atados y confinados interiormente, pero cuando tenemos comunión con Él, enseguida nos sentimos aliviados y refrescados. Esta condición indica que el Espíritu Santo está en nosotros y que está mezclado con nuestro espíritu. Esto demuestra que nuestro espíritu mora en el Espíritu de Dios y que Su Espíritu permanece en nuestro espíritu. En otras palabras, nosotros permanecemos en Dios, y Dios permanece en nosotros. Esto se halla absolutamente en el espíritu.

ORAR EN EL ESPÍRITU SANTO ES ORAR EN LA COMUNIÓN MUTUA DE LOS DOS ESPÍRITUS

  Orar en el Espíritu Santo es orar en la comunión mutua de los dos espíritus. Nuestro espíritu debe tocar al Espíritu, y el Espíritu debe tocar nuestro espíritu. Debe incluir estos dos espíritus mezclados. Cuando seguimos al Espíritu para orar de esta manera, oramos en nuestro espíritu y también oramos en el Espíritu Santo.

  Muchas veces decimos que la oración nos trae a la presencia de Dios. Pero, ¿qué significa esto? Nuestras oraciones nos traen a la presencia de Dios cuando oramos en el Espíritu. Entonces cada frase de nuestra oración es sólida y toca a Dios. Cuando oramos de esta manera, nuestra oración ha tocado la presencia de Dios.

  Quizás algunos hermanos y hermanas no entiendan lo que significa que nuestra oración sea sólida y toque a Dios. Les presento este ejemplo. Si yo trato de golpear al hermano Hwang pero no lo golpeo, el golpe que doy no es sólido; pero si lo golpeo una y otra vez, mis golpes son sólidos. Cuanto más lo golpeo, más entusiasmado y satisfecho estaré, porque mis golpes no son en vano. Probablemente hayamos tenido la misma experiencia cuando oramos. Cuando oramos, a veces podemos sentir que las palabras se pierden en el aire y que no dan en el blanco. Ninguna de nuestras palabras parece tocar a Dios, y es como si Dios no estuviera presente. Esto significa que nuestra oración no es sólida. Esto es un indicio de que no estamos orando en el Espíritu. También indica que no estamos permaneciendo en el Espíritu. Debido a que oramos aparte del Espíritu, nuestra oración parece golpear únicamente el aire; es decir, no es sólida ni toca a Dios. Sin embargo, cuando oramos en el Espíritu, sentimos que cuanto más oramos, más tocamos a Dios y que nuestras palabras tocan a Dios. Nos sentimos llenos de Dios. Nuestro Dios no sólo está en el cielo, sino que también ha entrado en nosotros. Esto es maravilloso. Cuanto más oramos de esta manera, más somos alumbrados, reconfortados, satisfechos, nutridos, llenos de regocijo y ungidos interiormente. Estos sentimientos muestran que hemos recibido a Dios en nuestra oración, que lo hemos inhalado. Sólo este tipo de oración es genuina, espiritual y valiosa. Sólo este tipo de oración debiera ser ofrecida en el universo. Todas las demás oraciones que son religiosas, formales y externas no tienen valor alguno.

  Los hermanos y hermanas ahora deben entender lo que es orar en el Espíritu Santo. Si alguien aún no entiende, probablemente no sea salvo; tal vez no tenga al Espíritu de Dios en su interior. Toda persona que sea salva tiene al Espíritu de Dios en su interior y debe tener este tipo de experiencias. Debe haber un amén en su interior, que da testimonio de que cuanto más ora, más toca a Dios y es lleno de Dios. Cuanto más oramos, más satisfechos y cómodos nos sentimos.

  Sin embargo, hay momentos cuando nuestras oraciones parecen hacer que Dios se aleje. En esos momentos es posible que nos estemos forzando a orar. Por ello, nos sentimos vacíos y secos interiormente y tenemos el deseo de terminar nuestra oración. Si todos hemos tenido esta clase de experiencia, sabemos la diferencia que hay entre estas dos condiciones y consecuencias de la oración.

APRENDER A RESTRINGIRNOS A NOSOTROS MISMOS Y A VOLVERNOS A NUESTRO ESPÍRITU EN ORACIÓN

  Algunos hermanos y hermanas quizás entiendan claramente que deben orar en el Espíritu Santo, pero no sepan cómo entrar en el Espíritu. Toda persona que aprende a orar enfrenta este tipo de problema. A menudo tenemos pensamientos que nos distraen cuando nos arrodillamos a orar. Cuando tratamos de rechazar un pensamiento, nos viene otro. Mientras aún estamos tratando de rechazar el segundo pensamiento, otro pensamiento invade nuestra mente. Los pensamientos que vienen a nosotros son como un enjambre de abejas. Zumban alrededor de nuestra mente y nos impiden orar. Si no somos capaces de controlar nuestros pensamientos, es posible que nos contrariemos y digamos que no vamos a orar más. En ese caso habremos fracasado. Muchas veces los pensamientos que nos distraen estorban nuestras oraciones. Nos hacen apartar de nuestro espíritu, de modo que no podemos orar.

  Nuestros pensamientos nos distraen porque somos personas descuidadas delante del Señor. Una persona indisciplinada y descuidada tiene pensamientos que la distraen. Si somos indisciplinados y descuidados delante de Dios, no podremos estar calmados. Tendremos pensamientos que vagan y nos distraen si somos descuidados delante del Señor. Cuanto más descuidados seamos delante del Señor, más nos distraerán nuestros pensamientos. No obstante, si por la gracia de Dios aprendemos a controlarnos, nuestros pensamientos estarán bajo nuestro control; y cuando nos detengamos a orar, enseguida estaremos calmados y nos será fácil volvernos a nuestro espíritu.

  Permítanme decirles que he visto muchos hermanos y hermanas —más hermanas que hermanos— que son muy descuidados en su manera de hablar. Esto no significa que usen palabras inmundas, sino que sus labios son indisciplinados. Cuando conversan con otros, es como si no pudieran parar de hablar. Puesto que son indisciplinados y descuidados al hablar, sus pensamientos vagan por todo el mundo. Después de hablar de esta manera, probablemente tengan que esperar hasta el día siguiente antes de poder orar, puesto que no son capaces de estar calmados ni de volverse a su espíritu. Aunque se despierten temprano en la mañana, aún pueden pasar toda clase de pensamientos por su mente, por lo que ellos no podrán orar. Todos los que tienen mucho de que hablar no pueden orar. Cuando una persona habla continuamente, todo su ser se extravía. Todo su ser es llevado cautivo por pensamientos que vagan por todo el mundo; no puede detener su ser ni puede orar. Por esta razón, una persona que desee aprender a orar debe aprender a controlar sus palabras; debe aprender a restringir su ser, no sólo en una cosa sino en todo.

  Muchos santos han aprendido algunas lecciones en cuanto al asunto de restringirse. Algunos son capaces de contenerse en medio de su enojo y volverse a Dios para confesar y orar. Esta oración y confesión se llevan a cabo absolutamente en su espíritu. Tales personas pueden orar fácilmente en su espíritu. Esto no significa que una persona que se enoja con facilidad puede orar fácilmente en su espíritu; más bien, significa que una persona que es capaz de controlarse a sí misma, incluso cuando se enoja, tiende a volverse fácilmente a su espíritu para orar.

  También hay, por supuesto, muchos hermanos y hermanas que no son capaces de controlarse cuando se enojan. Incluso cuando otros tratan de calmarlos, ellos no pueden controlarse a sí mismos una vez que se enojan. No saben lo que significa estar bajo control. Pueden ser comparados a un auto sin frenos; no pueden detenerse. A este tipo de personas no le es fácil volverse a su espíritu para orar. Quizás tengan que esperar una semana antes de poder orar nuevamente, pues todo su ser ha quedado agotado a causa de su enojo.

  Este ejemplo debe de ayudarnos a ver que si queremos aprender a orar, tenemos que aprender a controlarnos delante de Dios. Si nos controlamos en lo común y corriente, nos resultará fácil controlar nuestros pensamientos cuando oremos. Nuestros pensamientos serán sumisos, y nos será fácil detenernos, estar calmados y volvernos a nuestro espíritu. Fácilmente nos desenredaremos de nuestros pensamientos para volvernos a nuestro espíritu. Todo el que desee aprender a orar en el espíritu debe aprender a controlarse a sí mismo en todo momento.

  Muchas veces clasificamos a las personas como extravertidas o introvertidas. Es difícil que los que son extravertidos aprendan a orar. Parece que pueden hacerlo todo, pero les es difícil estar calmados a fin de orar. Por esta razón, les es difícil absorber y disfrutar a Dios, y no digamos ya que muchas de sus oraciones quedan sin contestar. Esto es una gran pérdida. Así que es provechoso que tales personas dediquen algún tiempo cada día para calmar sus pensamientos y volver todo su ser a Dios a fin de contactarlo. Sin embargo, para conseguir esto ellas deben restringirse. Si queremos aprender a orar en el Espíritu Santo, tenemos que aprender la lección de restringirnos en nuestra vida diaria, es decir, de controlarnos en todo. Si somos capaces de controlarnos de esta manera, nos será fácil suspender lo que estamos haciendo para orar.

APRENDER A CONTEMPLAR A DIOS ANTES DE ORAR

  Si somos capaces de restringirnos y volvernos al Espíritu de esta manera, no debemos abrir inmediatamente nuestra boca para orar. En el capítulo 5 consideramos diez puntos a los que debemos prestar atención cuando oremos. Después de estar calmados debemos contemplar a Dios. Esto significa que a fin de orar, primero debemos tocar a Dios. Primeramente debemos tocar a Dios antes de poder orar. Esto significa que nuestro espíritu debe tocar el Espíritu de Dios. Cuando estamos ocupados con muchas cosas externas, no nos es posible tocar a Dios. Cuando queramos orar, debemos liberarnos de toda ocupación, detener toda actividad mental y volver todo nuestro ser de las cosas externas a nuestro espíritu. Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu para tocar al Espíritu de Dios. Entonces aprenderemos a contemplar a Dios. Debido a que Dios es Espíritu y mora en nuestro espíritu, no es difícil tocarle. Cuando todo nuestro ser está ocupado, y vivimos en nuestra mente, Dios parece desaparecer. Sin embargo, no es que Él haya desaparecido, sino que nosotros le hemos dado la espalda y ya no lo estamos contemplando. Pero tan pronto como nos liberamos de nuestros pensamientos y nos volvemos de las cosas externas a nuestro espíritu, de inmediato tocamos a Dios. Esto es lo que significa contemplar a Dios, y lo que significa tocar Su presencia en nuestro espíritu. En cuanto tocamos a Dios en nuestro espíritu, nos sentimos sólidos interiormente; sentimos que tenemos la unción y el mover del Espíritu Santo. Es en ese momento que podemos abrir nuestra boca para orar.

SER AYUDADOS POR LA PALABRA PARA VOLVERNOS A NUESTRO ESPÍRITU

  Algunos dirán que les es difícil volverse a su espíritu y contemplar a Dios de esta manera. Los nuevos creyentes probablemente encontrarán difícil practicar el orar de esta manera. Si una persona no es capaz de volverse a su espíritu ni estar calmada, puede empezar leyendo la Palabra. Puede usar las palabras de la Biblia para calmar sus pensamientos a fin de volverse a su espíritu. Puede convertir en oración las palabras que más le hayan impresionado. Ésta es una manera fácil de volvernos a nuestro espíritu.

  Algunos santos son capaces de volverse directamente a su espíritu sin ninguna ayuda. Siempre que oran, sólo necesitan cerrar sus ojos, y pueden detener todo su ser. A veces ni siquiera necesitan cerrar los ojos, sino que pueden volverse a su espíritu aun mientras que los que están a su lado les hablan. Las distracciones no los perturban. Un hermano dijo que había aprendido a orar aun mientras otros discutían frente a ellos. Él podía orar calmadamente para contactar al Señor, sentir Su presencia y ser introducido en el Espíritu Santo, por fuerte que la otra persona le gritara. Una persona así es muy experimentada en su espíritu; su espíritu es muy fuerte, pues puede controlarse y no molestarse con nada. Cuando desea orar, puede volver todo su ser a su espíritu.

  Sin embargo, muchos hermanos y hermanas no han aprendido a orar de esta manera. Ni siquiera pueden estar calmados cuando están solos, mucho menos cuando otros discuten y pelean frente a ellos. Esto muestra que no están restringidos delante de Dios y que son inmaduros en el Señor. Nunca debemos pensar que una persona es madura simplemente porque ha sido cristiana por muchos años. La madurez no se mide por el número de años que uno tenga de cristiano, ni depende de la cantidad de enseñanzas que uno conozca. En vez de ello, la madurez está relacionada con nuestra capacidad para estar calmados y para volvernos a nuestro espíritu cuando oramos. Si podemos hacer esto, somos relativamente maduros. Pero si no podemos hacerlo, somos todavía muy jóvenes y no somos capaces de restringirnos a nosotros mismos. Por esta razón, debemos continuar ejercitándonos hasta que podamos detenernos y volvernos a nuestro espíritu cuando vayamos a orar.

  Es posible que no se nos haga fácil empezar a practicar, y tal vez necesitemos usar la Biblia. En ese caso, podemos leer la Biblia sin prisa, permitiendo que la Palabra de Dios toque nuestro ser interior. En ese momento debemos convertir en oración las palabras de la Biblia. De este modo, nos será fácil estar calmados y volvernos a nuestro espíritu. Entonces podremos contemplar a Dios y podremos verle; nuestro espíritu contactará a Dios, y podremos ofrecer oraciones genuinas.

  Mientras ofrecemos tales oraciones, aún debemos prestar atención al asunto de tocar a Dios. Una vez que dejemos de tocarle, no debemos forzarnos a orar; más bien, debemos continuar leyendo la Palabra. Debemos usar la Biblia como nuestro apoyo para disfrutar a Dios por medio de la oración. Una vez que estemos calmados y podamos tocar nuestro espíritu mediante la lectura de la Palabra, podemos empezar a orar nuevamente. En resumen, no necesitamos forzarnos a orar cuando nuestro espíritu esté seco y no podamos tocar a Dios. Si nos forzamos a nosotros mismos, nuestro espíritu no recibirá ningún beneficio, sino que posiblemente será perjudicado. En esos momentos, lo mejor es dejar de orar y continuar leyendo la Palabra.

LA PRÁCTICA DE ORAR TOCANDO A DIOS EN EL ESPÍRITU EN TODO MOMENTO

  Las únicas oraciones que tocan a Dios son aquellas que se ofrecen en el Espíritu. Únicamente mediante estas oraciones podemos recibir a Dios. Debemos orar de esta manera, no sólo por la mañana cuando contactamos a Dios, sino también en nuestro tiempo de oración durante el día. Mientras oramos, debemos siempre experimentar el agua que refresca, la unción y la presencia divina. Pero si mientras oramos por algo en particular nos sentimos secos y carentes de Dios, debemos dejar de orar y cambiar la dirección o el tema de nuestra oración hasta que toquemos a Dios. Entonces podremos continuar orando. Si hacemos esto, podremos permanecer en el espíritu mientras oramos.

  Debemos practicar el orar en el Espíritu Santo. Que el Señor nos conceda Su gracia para que aprendamos a orar en el Espíritu Santo, y ofrezcamos oraciones que nos lleven a tocar a Dios y a absorberle.

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