Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Dios»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
21
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO SEIS

CÓMO DISFRUTAR A DIOS EN LA LECTURA DE LA PALABRA

  Lectura bíblica: 2 Ti. 3:16; Jn. 1:1, 4, 14; 6:63; Mt. 4:4; He. 4:12

  En el capítulo anterior vimos cómo disfrutar a Dios en la oración. En este capítulo hablaremos acerca de cómo disfrutarlo a Él en la lectura de la Palabra. En otras palabras, queremos ver cómo debemos estudiar la Biblia. Puesto que éste es un tema muy amplio, nos concentraremos solamente en cómo absorber a Dios mediante la lectura de la Palabra.

  Aquellos que tienen experiencia en tener comunión con Dios saben que es por medio de la oración o la lectura de la Palabra que recibimos y asimilamos a Dios. La oración y la lectura de la Palabra son las dos mejores maneras en que el hombre puede contactar a Dios. Pese a que muchos oran, no contactan a Dios, y pese a que muchos estudian la Palabra, no absorben a Dios. Así como hay diferentes clases de oración, también hay diferentes maneras de leer la Biblia. A fin de saber cómo asimilar a Dios cuando leemos la Biblia, necesitamos tener un entendimiento básico.

LEER, NO PARA RECIBIR ENSEÑANZAS, SINO PARA ASIMILAR A DIOS

  En el capítulo anterior señalamos que la oración no consiste en pedirle a Dios que haga muchas cosas, sino en inhalar a Dios. De manera semejante, la lectura de la Palabra no consiste en extraer muchas enseñanzas de la Biblia, sino en asimilar a Dios. Aunque la Biblia está repleta de enseñanzas, y es difícil encontrar otro libro que contenga tantas enseñanzas como la Biblia, cuando busquemos a Dios valiéndonos de la Palabra, debemos comprender que la Biblia no es simplemente un libro de enseñanzas. Cuando estudiemos la Palabra, no debemos buscar enseñanzas, así como tampoco debemos pedir muchas cosas cuando oramos. El propósito de nuestra oración es inhalar a Dios. De manera semejante, el propósito de nuestra lectura de la Biblia es asimilar a Dios. El tema y centro de la oración es Dios mismo, y el tema y centro de la lectura de la Palabra también debe ser Dios mismo. Así como exhalamos lo que somos e inhalamos a Dios mediante la oración, nos negamos a nosotros mismos y recibimos todo lo que Dios es mediante la lectura de la Palabra. La verdadera manera de leer la Palabra no tiene nada que ver con adquirir enseñanzas en la mente; más bien, se trata de asimilar a Dios de una manera fresca en el espíritu.

  Los hijos de Dios necesitan tener este entendimiento básico. Cada vez que nos acerquemos a la Biblia, no debemos tener el concepto de que lo hacemos para obtener algunas enseñanzas. En vez de ello, debemos tener el concepto de que estamos aquí para tocar a Dios mismo. En lugar de ser enseñados por la Biblia, estamos aquí para asimilar a Dios mismo mediante la Biblia. Cada vez que abramos la Biblia, no debemos desear enseñanzas; más bien, nuestro deseo debe ser obtener a Dios mismo. Considerar la Biblia como un libro de enseñanzas no es la actitud cristiana apropiada que debemos tener al leer la Palabra de Dios. La actitud apropiada que debe tener todo hijo de Dios al acudir a la Palabra es considerar ese tiempo como una oportunidad más para contactar a Dios mismo. Debemos permitir que esto nos impresione profundamente, y debemos tener este cambio básico de concepto. Veamos ahora cómo estudiar la Palabra.

LA BIBLIA ES EL ALIENTO DE DIOS

  Debemos entender que la Biblia es la palabra de Dios, es decir, Su aliento. En el universo las palabras son algo muy misterioso y a la vez tremendo. La Biblia dice que Dios creó todas las cosas por Su palabra. Por la palabra de Dios, tenemos los cielos y la tierra. No solamente todas las cosas fueron creadas por la palabra de Dios, sino que la existencia misma de todas las cosas también se sostiene por Su palabra. Tanto la vieja creación como la nueva llegaron a existir por Su palabra. Somos regenerados por Su palabra, y todas las experiencias espirituales que tenemos después de nuestra regeneración vienen como resultado de la palabra de Dios. Toda nuestra existencia como cristianos guarda una estrecha relación con la palabra de Dios.

  Los incrédulos tal vez piensen que somos personas extrañas. Aunque a ellos les atraigan mucho las películas, incluso una persona aficionada al cine se aburriría si fuera al cine todos los días. En cambio, nosotros los cristianos nos reunimos todos los días, y cuanto más nos reunimos, más nos encanta estar reunidos. Los incrédulos se preguntan qué es lo que hacemos en nuestras reuniones. En nuestras reuniones lo único que hacemos es hablar y hablar y hablar. Yo hablé anteanoche, hablé anoche, estoy hablando esta mañana y hablaré otra vez el próximo día del Señor. Hablamos en las reuniones de oración, y hablamos en las reuniones de comunión. Hablamos en las reuniones del partimiento del pan, y hablamos en la mañana del día del Señor. No existe otro lugar en la tierra donde se hable tanto como en nuestras reuniones.

  Nuestro hablar no tiene fin. Si habláramos todos los días por mil años, aun así, no se agotaría nuestro hablar. Hablar es algo maravilloso. Las palabras pueden matar a una persona o pueden darle vida. Con unas cuantas palabras podemos provocar a la gente a ira, y también con unas cuantas palabras podemos alegrarlas. Con unas cuantas palabras podemos lograr que las personas se sienten quietas, y también con unas cuantas palabras podemos hacer que se pongan de pie y se vayan. Esto nos muestra el poder de las palabras.

  Dios es la Palabra. En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios. No sólo estaba con Dios, sino que era Dios mismo (Jn. 1:1). La Biblia no es un libro de conocimiento, ciencia o filosofía; la Biblia es llamada la Palabra. El significado original de la palabra Biblia es “libro”, que es una colección de palabras. La Biblia es una colección de palabras que fueron primero habladas y después escritas. Es una colección de las palabras de Dios, no de las palabras del hombre. De hecho, estas palabras son la corporificación de Dios mismo.

  Las palabras de un hombre lo representan a él y lo expresan. Si yo estuviera aquí frente a ustedes sin decir palabra alguna, todos verían mi forma exterior, mas no sabrían lo que hay dentro de mí. A fin de que otros sepan y entiendan claramente lo que hay dentro de mí, las palabras son necesarias. Una vez que las palabras salen de mi boca, mis deseos e intenciones son expresados. Después que haya hablado por una hora, los demás empezarán a conocer lo que hay dentro de mi ser. De la misma manera, toda la Biblia es la palabra de Dios, Su aliento. Cada palabra en la Biblia, de principio a fin, es la expresión de Dios, Su corporificación. En espíritu estas palabras llegan a ser Dios mismo. Les pido que por favor no mal interpreten lo que digo; no estamos diciendo que literalmente la Biblia es Dios mismo. Afirmar tal cosa sería una mera superstición.

Leer la Palabra para contactar a Dios mismo

  Al contactar la Palabra, debemos tener claro que estamos contactando a Dios mismo. Cada vez que abramos la Biblia, nuestro primer pensamiento debe ser contactar al Dios vivo. El Dios vivo ha exhalado todo lo que hay en Su interior como la Palabra. Todas las riquezas que hay dentro de Él han sido exhaladas en forma de palabras. Cada palabra de la Biblia, desde la primera hasta la última, es el aliento de Dios. La Biblia no nos ha sido dada para que estudiemos filosofía o literatura, sino para que contactemos lo que Dios ha exhalado.

  Hermanos y hermanas, esto no es un asunto trivial. A menos que tengamos el concepto de que nos estamos acercando a Dios y lo estamos contactando, nos estaremos centrando en el objeto equivocado. En cuanto abramos las Escrituras, el primer pensamiento que debemos tener, el primer paso que debemos dar, es prepararnos para contactar a Dios. En otras palabras, estamos leyendo lo que Dios ha exhalado. Dios ha soplado Su aliento sobre estas palabras. No debemos pensar que estamos leyendo enseñanzas o literatura; antes bien, lo único que estamos haciendo es contactar al Dios manifestado, al Dios que se ha revelado por medio de Su hablar. El Dios que habita en luz inaccesible, quien no puede ser tocado o conocido, se ha revelado por medio de la Palabra. De hecho, Él mismo es la Palabra, y Él está corporificado en ella. Él ahora ha puesto la Palabra, que es Su aliento, delante de nosotros. Por lo tanto, cuando estudiamos la Palabra, cuando contactamos la Palabra, en realidad estamos contactando a Dios mismo.

  Muchas personas se preguntan por qué no reciben nada cuando leen la Palabra. Quisiera hacerles esta pregunta: “Cuando ustedes leen la Palabra, ¿tienen el pensamiento de que están acudiendo a un libro de letras, o el pensamiento de que están acercándose a la palabra viva que ha sido exhalada por Dios?”. Este pensamiento es muy crucial. Muchos hermanos y hermanas no tienen este pensamiento cuando acuden a la Palabra, y piensan que simplemente están leyendo palabras impresas. En el mejor de los casos, piensan que están estudiando enseñanzas, mandamientos o doctrinas. Por ello, no es de extrañar que no reciban un suministro vivo. Debemos estar conscientes de que la Biblia es la Palabra de Dios; el hablar de Dios. Dios se ha liberado por medio de Su hablar. Él está corporificado en la Biblia. Por consiguiente, cuando acudamos a la Biblia, debemos estar conscientes de que estamos contactando al Dios revelado, al Dios que se ha liberado. No estamos tocando simplemente las letras, sino al Dios vivo. No estamos tocando simplemente enseñanzas, sino a un Dios que se ha exhalado a Sí mismo. A fin de acercarnos a la Palabra de la manera apropiada, debemos albergar este pensamiento y prepararnos conforme a ello.

Ejercitar el espíritu en vez de la mente

  Con este entendimiento inicial podemos ahora proseguir. Cada vez que estudiemos la Palabra debemos ejercitar nuestro espíritu en vez de nuestra mente. Ésta es una lección que pone a muchos a prueba. Probablemente no estén de acuerdo con esto y digan: “¿Quién puede estudiar sin usar la mente?”. Pareciera que esto es una exigencia irrazonable. Pero yo más bien haría esta pregunta: “¿Hay alguna diferencia entre leer la Biblia y leer un periódico?”. No obtendremos ningún beneficio si ejercitamos el espíritu para leer un periódico. Debemos ejercitar nuestra mente cuando leemos un periódico, preguntándonos acerca del contenido de un artículo o un editorial. Debemos usar la mente para analizar y entender las noticias internacionales, la política y los informes de la economía. Pero debemos tener un enfoque diferente al leer la Biblia. Cuando acudimos a la Palabra, nuestro primer pensamiento debe ser que Dios puede ser liberado por medio de esas páginas porque las palabras de la Biblia son el aliento mismo de Dios. Dios ha hablado y se ha revelado a Sí mismo por medio de esas palabras. Así que debemos ejercitar nuestro espíritu, no nuestra mente, cuando leemos la Biblia, porque Dios es Espíritu (Jn. 4:24). Debemos creer que cuanto más nos volvamos de nuestra mente a nuestro espíritu, más apropiada será nuestra lectura de las Escrituras.

  Un hermano una vez dijo que había recibido mucha luz en su estudio de la Biblia una mañana. Cuando le pregunté qué luz había visto, respondió que se había dado cuenta de que a Adán le faltaba una costilla. Le pregunté cómo había llegado a esa conclusión, y dijo que mientras leía Génesis 2, empezó a reflexionar acerca de cómo Eva pudo ser hecha a partir de la costilla de Adán, y concluyó que a Adán debía faltarle una costilla. Señalando hacia su cabeza, le dije: “¡Hermano, tu mente te ha matado! Si estudias la Biblia de esa manera, nunca podrás recibir verdadera luz y estarás para siempre en tinieblas”.

  Ésa no es la manera correcta de estudiar la Biblia. Al leer la Palabra, debemos volvernos de nuestra mente a fin de liberar nuestro espíritu. Es muy difícil que alguien que nunca ha recibido ninguna educación, un analfabeta, lea la Biblia. Sin embargo, los que pueden leer la Biblia necesitan volverse de la mente y ejercitar su espíritu a fin de recibir algún beneficio. Hay mucho que aprender al respecto.

  Permítanme usar un ejemplo para que veamos la diferencia entre leer la Biblia con la mente o con el espíritu. Si una persona ejercita únicamente su mente cuando lee Génesis 1, que narra cómo Dios creó los cielos y la tierra, es posible que se pregunte cuándo ocurrió la creación. ¿Será que ocurrió hace seis mil años o hace diez mil años? No hay límite para el número de preguntas que uno se pueda hacer. Si alguien es geólogo o tiene libros de geología, su mente prevalecerá. Pondrá la Biblia a un lado y sacará un libro de geología para investigar el tema. Después de diez minutos o aun después de diez horas de esa clase de lectura, no habrá tocado a Dios. Al contrario, perderá la presencia de Dios cuando lea de esa manera. Su mente estará llena de conocimiento, pero su espíritu estará seco. Cuando salga de su estudio, estará irritable; cualquier cosa lo provocará y lo hará enojar. Esto muestra que su lectura no introdujo a Dios en él; al contrario, lo llevó a su carne. Esto que les digo no es una exageración. Los hijos de Dios comúnmente afrontan esta dificultad cuando acuden a la Palabra.

  Yo mismo estudié la Biblia de esta manera después de ser salvo. Cuando abría el Nuevo Testamento para leer Mateo 1:1, que habla del hijo de Abraham, me preguntaba: “¿Quién fue Abraham?”. Si no podía determinar quién era, de inmediato empezaba a investigar en los libros de consulta. Finalmente aprendía que Abraham era el padre de los judíos, el padre de Isaac y el abuelo de Jacob. Después surgían más preguntas. ¿Quién era Isaac? ¿Y quién era Jacob? Me ocupaba tanto con los libros de consulta que no me quedaba tiempo para continuar leyendo la Biblia. Cuanto más investigaba en los libros de consulta, más confundido estaba, y más me distraía del versículo que estaba leyendo. Mi espíritu estaba seco, en mi corazón yo estaba irritable y no recibía ningún suministro. Si es así como leemos la Biblia, dicha lectura no tendrá ningún valor. Muchos nuevos creyentes e incluso algunos estudiantes de la Biblia han tenido únicamente esta clase de experiencia.

  Cuando los hermanos me piden que les recomiende libros de consulta, me muestro reacio porque mi recomendación podría hacerles daño. Es mejor tener menos libros a nuestra disposición cuando acudimos a la Palabra. Lo mejor es si tenemos solamente un libro: la Biblia. No necesitamos consultar ningún otro material. Si necesitamos una fuente de consulta, ésa debe ser Dios. Al acudir a la Biblia, nuestro primer pensamiento no debe ser que nos estamos acercando a un libro de conocimiento o ética, sino que nos estamos acercando a Dios quien se ha revelado por medio de Su hablar. Al acudir a la Palabra, estamos contactando al Dios vivo. No necesitamos ningún material de consulta, ni tampoco necesitamos esforzarnos tanto ejercitando la mente. Lo único que necesitamos es contactar al Dios vivo mediante el ejercicio de nuestro espíritu.

  Si leemos Génesis 1:1 con el ejercicio de nuestro espíritu, adoraremos a Dios, diciendo: “Te alabo. Tú eres el principio. Sin Ti no hay principio. Todo empieza contigo”. Esto nos permitirá de inmediato tocar a Dios en nuestro espíritu, no en nuestra mente. Esto tiene que ver completamente con que nuestro espíritu toque al Espíritu. Podemos leer el versículo nuevamente: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Esto puede motivarnos a adorar a Dios, diciendo: “Tú eres el Creador. Todo procede de Ti. Tú eres el Iniciador, el Inaugurador, de todo. Sin Ti no puede haber ningún principio. Sin Ti no puede existir el cielo ni la tierra. Sin Ti no puede existir el universo”. Hacer esto no exige el ejercicio de nuestra mente, sino que tiene que ver absolutamente con contactar al Dios viviente con nuestro espíritu. Estudiar la Biblia de esta manera no requiere diez minutos; de hecho, nuestro espíritu puede ser lleno en tan sólo cinco minutos. Al salir a trabajar por la mañana, es posible que todavía digamos: “En el principio creó Dios... Dios creó... Te alabo. Tú eres el principio de todo. Tú creaste todas las cosas”. Sólo unos cuantos minutos y unas cuantas palabras nos permitirán tocar a Dios. Nuestro ser interior habrá tocado a Dios, y nosotros le disfrutaremos.

  Los hijos de Dios necesitan ver que cada vez que acudamos a Su Palabra, debemos estar convencidos en nuestro corazón de que esta Palabra es el hablar del Dios vivo. No debemos estudiarla con nuestra mente, sino con nuestro espíritu. No es necesario entender mucho la Biblia. Permítanme decirles que con respecto a muchas personas, cuanto más entienden la Biblia, más empeora su vida espiritual. No se trata de “entender” la Biblia, sino de “contactar” la Biblia. La Biblia es, sin duda, un libro maravilloso. Pero la manera de acudir a ella no es entenderla sino contactarla, tocarla y disfrutarla.

  Un hermano joven una vez me preguntó si leer la Biblia tenía algún valor ya que no entendía mucho de lo que leía. Él dijo: “Cuando leí la segunda parte del libro de Éxodo, lo único que vi allí eran los materiales, la construcción y las medidas del tabernáculo. Cuanto más leo, más confundido estoy. ¿De qué sirve leer?”. Le respondí: “Querido hermano, déjeme sugerirle un experimento. Mañana por la mañana cuando se despierte, cambie la manera en que usted lee, y compruebe si hay alguna diferencia”. Al siguiente día él vino a verme y dijo: “Hermano Lee, he visto una diferencia. Esta mañana cuando abrí el libro de Éxodo, seguí sin entender mucho de lo que leía, pero tuve la intención de acercarme a Dios y de ponerme bajo Su resplandor”. Le dije: “Hermano, eso es muy precioso. Ésa es la manera correcta”. Cuando leamos la Palabra, debemos ponernos bajo el resplandor de la luz de Dios. Podemos leer veinticinco capítulos de Éxodo, y nuestra mente tal vez no entienda lo suficiente y esté totalmente confundida. Sin embargo, después de pasar quince minutos en la Palabra de esta manera, tendremos la sensación de haber estado bajo el resplandor de Dios. Interiormente seremos refrescados, limpiados y alumbrados. Ésta es la manera más valiosa de leer.

  Esto no significa que no necesitemos entender ni recordar nada cuando leemos la Palabra; más bien, significa que entender y memorizar son cosas secundarias. Nuestra necesidad primordial es experimentar el resplandor de Dios siempre que leamos la Biblia. La Biblia es un libro que debemos contactar más que entender. Nosotros contactamos el resplandor del sol cada día aunque no lo entendemos. Asimismo, aunque no entendemos el agua, la contactamos cada día. Una cosa es contactar algo y otra entenderlo. De manera semejante, una cosa es recibir y otra comprender. La Biblia no es principalmente para fines de comprensión, sino de comunicación y recepción. Siempre que leamos la Palabra de Dios, si reconocemos que ella es el propio hablar de Dios y la contactamos con nuestro espíritu, nuestro ser interior tocará a Dios y lo recibiremos.

Convertir el entendimiento intelectual en meditación y oración

  Es una imposibilidad que nosotros no recibamos ningún entendimiento cuando contactamos la Biblia. Ciertamente habrá algo que podremos entender, no importa qué capítulo de la Biblia leamos. Una vez que recibamos cierta comprensión, debemos meditar en nuestro entendimiento. En ese momento debemos ejercitar nuestra mente. En el paso anterior ejercitamos nuestro espíritu, no nuestra mente, para contactar la Palabra, pero en este paso necesitamos usar nuestra mente. Sin embargo, esto es meditación, no un entendimiento alocado e incontrolado. En otras palabras, debemos considerar lo que hemos contactado y recibido, y convertirlo en oración. Por ejemplo, no es necesario que tratemos de entender Génesis 1:1; pues espontáneamente en nuestro interior tendremos la comprensión de que Dios es el principio y que Él es el Creador. En ese momento podemos reflexionar y considerar, e incluso convertir nuestros pensamientos en oración, diciendo: “Dios, te pido que Tú seas el principio en todos mis caminos. Que toda mi vida y que el principio de todo lo que haga esté lleno de Tu elemento divino”. De ese modo, podemos aplicar nuestra comprensión de la Palabra a nuestro vivir diario. Cuando hacemos esto, estamos absorbiendo a Dios.

  Debemos aprender esta lección. Sobre todo en la mañana cuando leamos la Palabra, no debemos ocupar nuestra mente leyendo los libros de consulta. Esto no nos aprovechará. En lugar de ello, debemos practicar este tipo de comunión, ejercitando nuestro espíritu para contactar la palabra viva de Dios. Una vez que contactemos a Dios, espontáneamente debemos convertir nuestro entendimiento en meditación y oración, y concentrarnos en absorber a Dios mismo.

Recibir más de Dios

  Además de esto, debemos comprender que el resultado de nuestra meditación y nuestra oración debe ser que haya más de Dios en nuestro ser interior. Puesto que la Biblia es el aliento de Dios, Su exhalación y Su palabra hablada, que es Dios mismo, cada vez que la recibamos, el resultado deberá ser que haya más de Dios en nosotros. Nunca debemos felicitarnos por el simple hecho de haber entendido algunas verdades que anteriormente no entendíamos. Eso no tiene mucho valor. Si el resultado de acudir a la Palabra es que recibimos algún conocimiento, enseñanza o verdad, mas no al Señor mismo, nuestra lectura habrá sido un fracaso. Cuando leamos la Palabra, el resultado final no debe ser simplemente adquirir más verdades, sino ganar más del Señor mismo. Puesto que estamos contactando al Señor, recibiéndolo y orando a Él, al final de ello debemos ganar al Señor.

  Permítanme ampliar un poco más este punto. Si al orar por un asunto tomamos dicho asunto como el tema de nuestra oración, habremos fracasado. El tema de toda oración debe ser el Señor mismo, y no otras cosas. Todos los que toman otras cosas como el tema de sus oraciones, yerran fundamentalmente. Ese tipo de oración nunca nos trae claridad; al contrario, nos trae confusión. Aun si pensamos que tenemos claridad, en realidad estamos bastante confundidos. Este tipo de oración a menudo nos lleva a tener la impresión equivocada de la dirección del Señor. Cuando oremos, primero debemos dejar de lado nuestros intereses y simplemente tocar al Señor, inhalarlo y contactarlo. Al tocar al Señor, es posible que nos sintamos llenos de paz y percibamos que la presencia del Señor está en el asunto por el que oramos, permitiéndonos seguir adelante. O quizás no tengamos paz ni sintamos Su presencia, en cuyo caso no es necesario que sigamos orando por dicho asunto; sencillamente debemos dejarlo de lado. Este tipo de dirección no llega a ser claro para nosotros mientras oramos al respecto, sino a medida que tocamos al Señor y lo ganamos a Él en nuestra oración. El Señor en nuestro interior llegará a ser nuestra dirección.

  La mayoría de los hermanos y hermanas tiene el mismo problema al leer la Biblia. Cuando tienen problemas que necesitan ser resueltos, acuden al Señor para inquirir en cuanto a este asunto. También consultan las Escrituras para ver qué dice la Biblia en cuanto a este asunto. Por ejemplo, si un hermano está buscando trabajo, tal vez busque en las Escrituras algo relacionado con los trabajos y las carreras. Incluso puede usar una concordancia para encontrar los versículos. Al final puede decir que ha recibido claridad en cuanto a la perspectiva cristiana respecto al trabajo. Podría incluso decir: “Señor, gracias por mostrarme Tu voluntad”. Sin embargo, este hermano simplemente ha recibido una doctrina que puede retener en la mente. Su mente quizás haya sido corregida, enseñada y educada, pero ésta es la manera equivocada de leer la Palabra.

  Cuando tengamos un problema en nuestro trabajo o cuando estemos buscando soluciones para otros problemas, no debemos hacer de estas cosas el tema en el momento de acudir a Dios. El Señor debe ser el tema de nuestra oración y también debe ser el tema de nuestra lectura. Cuando estudiemos la Palabra, debemos decir: “Señor, deseo contactarte por medio de Tu Palabra. Tu Palabra es Tu mismo ser”. Debemos ejercitar nuestro espíritu para contactar al Señor. Génesis 1 no dice nada acerca de los trabajos o las carreras. El versículo 1 simplemente dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Sin embargo, si tocamos a Dios y lo contactamos por medio de esta palabra, ella nos llevará a meditar y a orar para que podamos absorber a Dios y recibirlo a Él y Su elemento en nuestro ser. No necesitaremos decir nada relacionado con nuestra empresa. Sin embargo, después de leer de esta manera, sentiremos la presencia del Señor en nosotros al proseguir con los asuntos de nuestra empresa. Su presencia nos llevará a considerar si Él ha iniciado nuestra empresa y si participa en ella. Bajo esta luz, es posible que veamos que fuimos nosotros —no el Señor— los que iniciamos nuestra empresa. Es posible que comprendamos que fuimos nosotros mismos —no el Señor— los fundadores de nuestra empresa. Él no tiene parte en ella, mientras que nosotros estamos completamente ocupados en ella. Entonces el Señor tal vez nos comunique el claro sentir de que lo que Él no ha iniciado no es Su voluntad. Es así como entendemos claramente cuál es la voluntad del Señor. No se trata de entender la verdad, sino de ganar la verdad. Mientras contactamos al Señor viviente y mientras Su elemento aumenta en nosotros, Él, el Dios vivo, llega a ser nuestra dirección viviente. Él es quien nos enseña a entender la voluntad de Dios.

Ser vivificados y resplandecientes en espíritu

  Finalmente, si nuestra lectura de la Biblia es apropiada, nuestro ser interior será vivificado cada vez que contactemos la Palabra. Si nuestro ser interior no es vivificado, nuestra lectura está mal. La palabra de Dios es viva (He. 4:12). Sus palabras son espíritu y son vida (Jn. 6:63). Cada vez que nuestro espíritu contacte la palabra viva de Dios, sin duda alguna seremos vivificados, refrescados, enriquecidos, alumbrados y fortalecidos. En otras palabras, cuando leamos la Palabra de la manera apropiada, nuestro espíritu será lleno después de la lectura, nuestra vida será fortalecida y nosotros seremos alumbrados. Esta iluminación no está relacionada con la claridad de nuestra mente. Esto es algo completamente diferente. Algunas personas reciben mucha claridad en su mente después que leen la Palabra, pero sus espíritus permanecen insensibles. Otros quizás no tengan tanta claridad en su mente, pero en su espíritu tienen mucha claridad. Pueden discernir las cosas en su espíritu. Esto es maravilloso.

  Por ejemplo, es posible que los amigos de un nuevo creyente traten de persuadirlo a que vaya al cine. Tal vez él rechace su invitación porque tiene mucha claridad en su espíritu, aunque al mismo tiempo no pueda explicarles la razón por la cual rehúsa ir. Él sencillamente sabe que no debe ir. Si nosotros aprendemos a vivir en la palabra de Dios y aprendemos a contactarlo por medio de Su Palabra, ésta será nuestra historia. Aunque tal vez no entendamos muchas cosas ni sepamos muchas doctrinas, nuestro espíritu tendrá claridad. Tendremos claro lo que nos conduce a la presencia del Señor y lo que nos hace perder Su presencia. Sabremos cuándo el Señor anda con nosotros y cuándo está lejos de nosotros. Sabremos cuándo nos estamos mezclando con Él y cuándo estamos separados de Él. Aunque este tipo de conocimiento no depende de nuestro entendimiento, sí tendremos un claro resplandor en nuestro espíritu. Éste es el resultado normal de leer la Palabra.

  Al leer la Biblia, debemos comprender que Dios está contenido en Su Palabra, y debemos contactarla de esta manera. Debemos ejercitar nuestro espíritu para contactar la Palabra viva. Cuando contactemos algo en la Palabra, debemos convertirlo en meditación y oración. De este modo, ganaremos más del Señor, absorberemos más de Él y nuestro ser interior será avivado, refrescado, fortalecido y alumbrado. Como resultado, ganaremos más de Dios y disfrutaremos más de Él. Espero que todos aprendamos a ejercitarnos en estas dos áreas. Debemos ejercitarnos para tener la clase de oración que describimos en el capítulo anterior, y debemos ejercitarnos para leer la Palabra de la manera descrita en este capítulo. Debemos absorber a Dios, ganarlo y disfrutarlo por medio de la oración y la lectura. Si hacemos esto, expresaremos mucha gloria, riquezas y plenitud divina. Además, la iglesia ascenderá a un nivel más elevado. Espero que seamos fieles para continuamente aprender a seguir este camino y a llevar esta vida.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración