
Este libro se compone de los mensajes presentados en chino por el hermano Witness Lee en Anaheim, California, en una conferencia internacional de colaboradores y ancianos del 1 al 3 de octubre de 1996.
Quisiera hablarles francamente. Según mi observación durante muchos años, el problema más grande entre los colaboradores y los ancianos es que muchos estiman mucho su posición como colaborador o como anciano. En realidad, nosotros los colaboradores y los ancianos no tenemos ninguna posición. Según el amor y la gracia de Dios, todos somos Sus hijos y pertenecemos a la misma especie. En este sentido, no podemos decir que no tenemos posición. Según nuestra posición pertenecemos a la especie de Dios y somos Sus hijos. Dios, según Su economía, quiere, a partir del linaje humano que El creó en la tierra, obtener la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, y con el tiempo quiere obtener la Nueva Jerusalén para que se cumpla Su economía eterna. En el proceso se necesita mucho trabajo y mucho servicio, por eso son necesarios los colaboradores y los ancianos.
En los evangelios podemos ver claramente que Pedro, Jacobo y Juan eran los primeros que seguían al Señor. Estuvieron al lado de Señor siguiéndole durante tres años y medio. Al final, el Señor los llevó consigo a Jerusalén. Iba allí para morir, a fin de que se cumpliera la economía de Dios, pero Sus seguidores disputaban en el camino en cuanto a quién entre ellos era el mayor (Mr. 9:34; Lc. 22:24). Esto era verdaderamente algo desagradable y vergonzoso. Habían seguido al Señor por tres años y medio; habían estado junto a El y habían recibido muchas revelaciones de Su parte. Luego, en camino a Jerusalén el Señor les dijo repetidas veces que iba a Jerusalén a morir y que al tercer día resucitaría (Mt. 16:21; 17:22-23; 20:17-19). Aunque oyeron al Señor decir que iba a morir, no oyeron que dijo que al tercer día resucitaría. La palabra resurrección era una palabra extraña e incomprensible para ellos.
Oyeron que el Señor iba a morir, y también estaban a punto de entrar en Jerusalén. Pero estaban junto al Señor y disputaban acerca de quién era el mayor entre ellos. Jacobo y Juan eran primos del Señor, porque su madre era hermana de María, la madre del Señor Jesús. Por tanto, pidieron a su madre que visitara al Señor Jesús, y ella fue y le dijo al Señor: “Di que estos dos hijos míos se sienten uno a Tu derecha y otro a Tu izquierda en Tu reino”. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se indignaron por los dos hermanos (Mt. 20:20-24). El hecho de que Jacobo y Juan se valieran de su parentesco con el Señor fue un acto desagradable.
Entonces el Señor Jesús llamó a los discípulos y dijo: “El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo” (vs. 26b-27). Aquí esclavo no se refiere a un siervo empleado, sino a un esclavo comprado. Según la ley romana, los esclavos no tenían derechos.
Nosotros como colaboradores y ancianos somos esta clase de esclavos. Pablo dijo: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como vuestros esclavos por amor de Jesús” (2 Co. 4:5). Esto significa que los creyentes no deben estimar demasiado a Pablo, ni a Pedro ni a otros por el simple hecho de que eran apóstoles y evangelistas. En realidad, eran esclavos de los creyentes. Hoy tampoco debemos considerarnos colaboradores ni ancianos; más bien, debemos considerarnos esclavos de todos para servirles.
Mi carga más grande es ésta: espero que el Señor tenga misericordia de ustedes por medio de mi comunión en amor para que sean convencidos y entiendan que ser colaborador o anciano equivale a ser esclavo. En cuanto a esto, el Señor Jesús se nos presentó como un buen ejemplo. El era el Señor y el Maestro, pero se vació y ciñó Sus lomos para lavar los pies de Sus discípulos, sirviéndoles como esclavo (Jn. 13:3-5). El Señor también nos mandó hacer lo que El hizo (vs. 12-17). Nosotros los hermanos que somos colaboradores y ancianos hemos cometido errores y debemos arrepentirnos. Digo esto con un corazón afligido, porque siempre asumimos la posición de que nos consideramos superiores a los demás, y no permitimos que digan que estamos equivocados. Si alguien dice que estamos equivocados, le guardamos rencor en nuestro corazón. Esta no es la actitud adecuada de un esclavo.
Por esta razón quisiéramos tener comunión primero en cuanto a cómo ser un colaborador y cómo ser un anciano. Debemos saber que ser hijo de Dios no requiere ningún aprendizaje. Después de ser regenerados, espontáneamente llegamos a ser hijos de Dios, y por esto le damos gracias al Señor y le alabamos. Pero nadie es un colaborador al momento de ser salvo, y nadie es un anciano al momento de ser regenerado. Ser colaborador y ser anciano requiere mucho aprendizaje.
Para ser un colaborador o un anciano, primero debemos conocer a Cristo. En Filipenses 3:10 Pablo habló de conocer a Cristo y el poder de Su resurrección, configurándose a Su muerte. Conocer a Cristo no es algo sencillo. Quiero tener comunión con ustedes en cuanto a conocer a Cristo principalmente en cuatro aspectos. Los colaboradores y los ancianos deben conocer estos aspectos. No sólo deben conocerlos, sino que también deben estudiarlos a fondo y ser capaces de comunicarlos. Conocer a Cristo no significa conocerle de modo común, sino conocerle de modo particular. Las riquezas de lo que es Cristo son inescrutables (Ef. 3:8), pero entre ellas se encuentran los cuatro aspectos siguientes, los cuales debemos conocer en particular.
Primero, debemos saber particularmente que Cristo es tanto Dios como hombre. No debemos pensar que ya sabemos esto. Necesitamos recordar constantemente que Cristo es tanto Dios como hombre. El era Dios y se hizo hombre, así que es tanto Dios como hombre. Por consiguiente, es un Dios-hombre.
En segundo lugar, necesitamos saber que puesto que Cristo es un Dios-hombre, posee tanto divinidad como humanidad. Algunos tal vez digan: “Ya sabemos esto”. Es posible que lo sepamos, pero no sabemos cómo comunicarlo. Debemos tener un conocimiento completo de la divinidad y la humanidad de Cristo.
En tercer lugar, debemos saber que Cristo en Su humanidad efectuó la redención jurídica por medio de Su muerte. Para conocer a Cristo, tenemos que discernir claramente que es una cosa que El esté en Su humanidad y es otra que esté en Su divinidad. En cuanto a la obra redentora de Cristo, se dice generalmente que Cristo era un hombre de sangre y carne, así que podía morir por nosotros en Su carne. Pero es más profundo decir que Cristo efectuó la redención en Su humanidad. No debemos limitarnos al dicho general; esto indica que nuestro conocimiento en cuanto a Cristo no es lo suficientemente profundo. Debemos penetrar en lo más profundo de la verdad divina para ver el significado intrínseco de Cristo en Su humanidad.
En cuarto lugar, también debemos saber que Cristo en Su divinidad lleva a cabo Su salvación orgánica en Su resurrección. Necesitamos ver además que la obra redentora de Cristo es diferente de Su obra salvadora. Romanos 5:10a dice que fuimos “reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo”; esto se refiere a Su obra redentora. Romanos 5:10b dice: “Mucho más ... seremos salvos en Su vida”; esto se refiere a Su obra salvadora. La salvación orgánica se lleva a cabo en la resurrección por Cristo en Su divinidad. Esta es la nueva luz y el idioma nuevo que Dios nos dio. En Su divinidad y en Su resurrección, El lleva a cabo Su obra salvadora orgánica en los creyentes. La redención jurídica ya se efectuó, pero la salvación orgánica se está llevando a cabo.
Necesitamos conocer claramente estos cuatro aspectos. Entonces, no importa si somos colaboradores o ancianos, cuando pastoreamos y enseñamos, podremos proclamar estos asuntos de modo muy claro. Los colaboradores y los ancianos necesitan conocer a Cristo específicamente en estos cuatro aspectos principales. No deben menospreciarlos. Quizás piensen que ya conocen estos aspectos, pero cuando van a hablar a los demás, es posible que no sepan cómo hacerlo ni cómo llamarles la atención a los puntos principales. Esto requiere práctica. Las iglesias de Taiwán actualmente practican cuatro cosas: orar, estudiar, recitar y hablar. Esta es la manera correcta. Todos los colaboradores y los ancianos deben familiarizarse con estos cuatro aspectos relacionados con Cristo al orar-leerlos, estudiarlos profundamente, recitarlos de memoria y hablarlos a fondo para presentar de modo claro los puntos principales.
Para ser un colaborador o un anciano, también debemos experimentar y disfrutar a Cristo (ganarlo, Fil. 3:8) en Su ministerio completo, en Sus tres etapas divinas y místicas. ¿Cómo podemos ser colaboradores y ancianos? Primero necesitamos conocer a Cristo; en segundo lugar, necesitamos experimentarlo y disfrutarlo, es decir, ganarlo, en Su ministerio completo. Primero tenemos el conocimiento, luego tenemos la experiencia y el disfrute. Experimentar y disfrutar a Cristo es ganarlo. En Filipenses 3:8 Pablo dijo: “...Cristo Jesús mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. “Tener” no es suficiente; necesitamos “ganar”. Ganar a Cristo requiere que se pague un precio. Ganar a Cristo es experimentar, disfrutar y tomar posesión de todas Sus inescrutables riquezas al pagar un precio. Esto no es sencillo. Por tanto, después Pablo dijo: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya haya sido perfeccionado; sino que prosigo ... no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta” (vs. 12-14a). No es fácil ganar un juego, ni tampoco es fácil ganar la victoria en una guerra. Es necesario que prosigamos, olvidando lo que queda atrás y extendiéndonos a lo que está delante. Del mismo modo, necesitamos ganar a Cristo experimentándole y disfrutándole en Su ministerio completo.
El ministerio completo de Cristo tiene tres etapas divinas y místicas. La primera etapa, Su encarnación, empezó cuando nació como ser humano y terminó cuando murió, e incluye toda Su vida humana. Por tanto, Su nacimiento humano, Su paso por la vida humana y Su muerte formaron la etapa de Su encarnación.
Cristo, en Su ministerio completo en la primera etapa, la encarnación, introdujo al Dios infinito en el hombre finito. Algunos tal vez piensen que este punto es muy sencillo. Pero quizás usted sólo pueda decir que Cristo en Su encarnación introdujo a “Dios en el hombre”; no puede decir que introdujo “al Dios infinito en el hombre finito”. Este es nuestro idioma nuevo. Dios es infinito, y nosotros los seres humanos somos finitos. Cristo, en Su ministerio completo en la etapa de la encarnación, introdujo al Dios infinito en el hombre finito. Uno es infinito, y el otro es finito; ¿cómo pueden estos dos llegar a ser uno? De todos modos, Cristo llevó esto a cabo en Su ministerio. Esto es verdaderamente maravilloso.
En general, la mayoría de los cristianos sabe que en Navidad se celebra el nacimiento de Cristo nuestro Salvador. Pero no han visto nada del aspecto místico del ministerio completo de Cristo en la etapa de Su encarnación. Me preocupa y temo que tal vez muchos colaboradores y ancianos en el recobro del Señor no hayan entrado en estos asuntos significativos y profundos. Por eso, los demás no ven nada interesante en lo que usted dice, e incluso lo consideran algo trillado, algo que hasta los que no son cristianos han oído. Pero si usted usa el idioma nuevo para hablar de los asuntos vistos en la cultura nueva, diciendo que Cristo, en Su ministerio completo en la etapa de Su encarnación, introdujo al Dios infinito en el hombre finito, se entusiasmarán y tendrán interés en escucharle, porque esto es algo que no se encuentra en la cultura vieja, sino en la cultura nueva en la esfera divina y mística.
Cristo en Su ministerio completo en la primera etapa, Su encarnación, también se unió y se mezcló con el hombre tripartito. El Dios Triuno es misterioso, y es difícil de entender el hombre tripartito. Si simplemente decimos que Cristo unió y mezcló a Dios con el hombre, esto es sencillo. Pero conforme al nuevo idioma de la nueva cultura en la esfera divina y mística, debemos decir que Cristo unió y mezcló al Dios Triuno con el hombre tripartito. En cuanto al Dios Triuno, el Padre es la fuente, el Hijo es la expresión, y el Espíritu es la entrada. En cuanto al hombre tripartito, el espíritu es la parte más profunda, el alma está en medio, y el cuerpo está afuera. No es fácil explicar esto con claridad. No obstante, necesitamos conocer estos asuntos. Si no tenemos el conocimiento, no podemos experimentarlo ni disfrutarlo. Si no experimentamos ni disfrutamos a Cristo, simplemente no podemos ganarlo. Entonces cuando hablemos, no tendremos nada que decir ni tendremos las palabras adecuadas, y nos faltarán palabras para expresarnos. Aun si nos forzamos a hablar, lo que decimos será superficial, sencillo y trillado.
A veces algunos colaboradores y ancianos me dicen: “No me atrevo a hablar de estas verdades elevadas, porque los creyentes a quienes sirvo no pueden entenderlas debido a su condición espiritual actual”. Yo respondería: “No es que ellos no entiendan, sino que usted no puede presentar las cosas claramente”. Podemos hablar, conforme al idioma nuevo del recobro del Señor, en cuanto a este Cristo que hemos ganado, sólo después de conocer a Cristo, experimentarlo y ganarlo. Tenemos que aprender a usar el idioma nuevo para hablar de la cultura nueva en la esfera divina y mística. Entonces las personas nos escucharán con mucho placer, y sin duda entenderán lo que decimos. Sólo así seremos aptos para ser colaboradores y ancianos. De otro modo, seremos anticuados en cuanto al mover del Señor en la edad presente.
El ministerio de Cristo no sólo unió sino que también mezcló al Dios Triuno con el hombre tripartito. Deberíamos decir a la gente claramente lo que significa estar unido y lo que significa ser mezclado. Cuando dos piezas de madera se juntan, son unidas; cuando dos cosas son desmenuzadas y se juntan, son mezcladas. Es fácil hablar de la unión de Dios con el hombre, pero no es fácil hablar de la mezcla de Dios con el hombre. Cuando predicamos estas verdades, necesitamos explicarlas en detalle.
Cristo, en Su ministerio completo en la primera etapa, la encarnación, también expresó en Su humanidad al Dios generoso en Sus ricos atributos mediante Sus virtudes aromáticas. Nadie puede negar que las virtudes humanas de Cristo eran aromáticas; incluso cuando los incrédulos leen los cuatro evangelios, perciben que el Jesús descrito en estos libros era una persona que emanaba un dulce aroma, cuyas virtudes eran aromáticas. Esto se debe a que expresó en Su humanidad al Dios generoso en Sus ricos atributos.
Nuestros atributos son característicos de lo que somos. Por ejemplo, enojarse fácilmente, querer hablar primero, hablar descuidada e irresponsablemente, conducirse livianamente son atributos humanos. Sin embargo, conducirse cuidadosamente, hablar razonadamente, obrar decisivamente y no conducirse irresponsable o descuidadamente también son atributos humanos. Nuestro Dios tiene Sus atributos, y Sus atributos son ricos, porque El es grandioso y generoso. El es amor, luz, santidad y justicia. Estos ricos atributos fueron expresados por el Señor Jesús en Su humanidad para llegar a ser las virtudes aromáticas de Su humanidad.
El relato de los cuatro evangelios muestra que cuando algunas personas llevaron sus niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara, los discípulos les regañaron. Pero Jesús dijo: “Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a Mí; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mt. 19:13-15). El Señor se conducía de modo diferente al de los discípulos. Los discípulos no se conducían en conformidad con los atributos de Dios. Dios escogió a los necios, a los débiles, a los innobles y a los menospreciados del mundo (1 Co. 1:27-28). A través de las generaciones conforme a Su amor, Su longanimidad y Su gracia perdonadora, El ha llamado, uno por uno, a los débiles que no tienen nada, que son como niños. De este modo Cristo expresó los atributos de Dios en Su humanidad.
Dios es generoso; por tanto, es rico en Sus atributos, Sus características. El Señor expresó sólo algunos de los ricos atributos del Dios generoso en Su vida en la tierra, en Su humanidad, y los hombres vieron sólo algunos como virtudes expresadas en Su humanidad, pero estas virtudes exhalaban un dulce aroma. Cristo en Su vida humana expresaba al Dios generoso principalmente en Sus ricos atributos, es decir, en las inescrutables riquezas de lo que Dios es.
Además, Cristo en Su humanidad expresó a Dios por medio de Sus virtudes aromáticas, por las cuales atraía y cautivaba a las personas. El relato de Mateo 4 nos muestra que cuando el Señor Jesús andaba junto al mar de Galilea, vio a Pedro, a Juan y a Jacobo, quienes estaban pescando o remendando las redes con sus respectivos padres. Luego El los llamó diciendo: “Venid en pos de Mí”. Le siguieron inmediatamente, dejando las redes, abandonando sus barcos y a sus padres (vs. 18-22). Todavía no llego a entender por qué cuando El simplemente dijo: “Venid en pos de Mí”, los discípulos lo dejaron todo y le siguieron. Verdaderamente creo que en aquel entonces el Señor debe de haber exhibido un poder aromático en Su semblanza y en Su voz que realmente atraía y cautivaba a las personas.
Ser atraído y cautivado es ser encantado. Muchas veces las personas nos preguntan: “¿Quién te ha cautivado? ¡Despiértate!”. Una vez que estemos fascinados por el Señor, estamos encantados para siempre, así que nos es difícil despertarnos. Esto se ve en el ejemplo de un hombre y una mujer que se enamoran a primera vista; el hombre es encantado por la mujer, y la mujer es atraída y cautivada por el hombre. Del mismo modo, el Señor debió de haber poseído una dulzura indescriptible y un aroma que emanaba de El en Su humanidad. Si estuviéramos con el Señor en aquel entonces, nosotros también habríamos estado “locamente” encantados por El.
Pedro fue encantado por el Señor hasta el extremo de que aunque el Señor lo reprendía frecuentemente, continuó siguiéndole decididamente. Las frecuentes reprensiones del Señor no pudieron hacerle desistir. Hoy día no me atrevo a usar palabras firmes con los colaboradores y los ancianos. Si mi regaño es severo, temo de que no puedan aceptarlo y dimitan. Pero Pedro era insensible. El había sido regañado por el Señor muchas veces, pero de todos modos le seguía. En la noche de Su traición, el Señor dijo a los discípulos: “Todos vosotros tropezaréis por causa de Mí esta noche”. Pedro respondió: “Aunque todos tropiecen por causa de Ti, yo nunca tropezaré” (Mt. 26:31-33). Y el Señor le dijo: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero Yo he rogado por ti, que tu fe no falte”. Pedro dijo: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte”. Pero el Señor dijo: “Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces” (Lc. 22:31-34). No sólo Pedro no creyó esto, pero incluso dijo: “Aunque me sea necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré” (Mt. 26:35). Después, cuando Pedro estaba sentado en el patio del sumo sacerdote una simple sirvienta vino a hacerle preguntas. Debido a sus preguntas, Pedro negó al Señor. En esa ocasión el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro, acordándose de lo que el Señor le dijo, salió fuera y lloró amargamente (Lc. 22:54-62).
Después de que Pedro negó al Señor, el Señor pudo haberse olvidado de él. Pero no lo hizo. En la mañana de la resurrección del Señor, un ángel dijo a varias mujeres: “Id, decid a Sus discípulos, y a Pedro...” (Mr. 16:7). Además, el Señor le dijo personalmente a María la magdalena: “Ve a Mis hermanos...” (Jn. 20:17). El Señor llamó a Sus discípulos “hermanos” y específicamente mencionó el nombre de Pedro. De este modo le cautivó a Pedro.
El Señor Jesús debe de haber poseído algunas virtudes aromáticas en Su humanidad que podían atraer y cautivar a las personas. De otro modo, no le habrían seguido tantas personas. Entre ellos había incluso unas mujeres nobles a quienes sólo les interesaba el Señor y que simplemente le siguieron durante tres años y medio (Lc. 8:1-3). A veces cuando el Señor profería ciertas palabras que estaban en otra esfera, la esfera divina y mística, Sus discípulos no le podían entender y no las podían captar porque no habían entrado en esa esfera. No entendieron lo que el Señor les había dicho (Jn. 16:13 cfr. 2:22) sino hasta después de la resurrección del Señor, cuando fueron regenerados.
Cristo expresaba Sus virtudes aromáticas por las cuales atraía y cautivaba a las personas, al no vivir por Su vida humana en la carne sino por Su vida divina en la resurrección. El estaba en la carne, pero no vivía por Su vida humana en Su carne; más bien, vivía por Su vida divina en resurrección. Hoy nosotros como Dios-hombres ¿por cuál vida vivimos? Sin duda, todos estamos en la carne. No obstante, podemos salir de la esfera de la carne y entrar en la resurrección para vivir por la vida divina en resurrección, es decir, en la esfera divina y mística.
Hoy la clase de vida que llevamos depende de la clase de vida por la cual vivimos en nuestro cuerpo físico. Debemos vivir no por la vida humana sino por la vida divina. Gálatas 2:20 dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Esto significa que no debemos llevar la vida del viejo “yo”, sino la vida del nuevo “yo”. Queridos hermanos, no debemos escuchar estos puntos detallados y simplemente pasarlos por alto. Que el Señor me cubra. El Señor me guió a escribirlos sólo después de estudiarlos yo por varias décadas. Ustedes necesitan realmente experimentar estos puntos.
Cristo, en Su ministerio completo en la primera etapa, Su encarnación, realizó cuatro actos notables. Primero, introdujo al Dios infinito en el hombre finito; segundo, unió y mezcló al Dios Triuno con el hombre tripartito; tercero, expresó al Dios generoso en Sus ricos atributos por medio de Sus virtudes aromáticas; cuarto y último, efectuó la redención jurídica que todo lo incluye. Los primeros dos actos estaban relacionados con Su nacimiento, el tercero, con Su vida humana, y el cuarto, con Su muerte. Después de pasar por Su vida humana, fue a la cruz a morir para efectuar la redención jurídica que todo lo incluye.
La redención jurídica de Cristo, una redención que todo lo incluye, tiene cinco aspectos. Primero, puso fin a todo lo que pertenece a la vieja creación. En segundo lugar, redimió todas las cosas que Dios creó y que habían caído en el pecado (He. 2:9; Col. 1:20). Puso fin a todo lo que pertenece a la vieja creación por Cristo por medio de Su muerte. Después de esto, redimió todas las cosas que Dios creó y que habían caído en el pecado. En tercer lugar, creó (concibió) al nuevo hombre con Su elemento divino. Efesios 2:15 dice que en la cruz creó en Sí mismo de los creyentes, los judíos y los gentiles, un solo y nuevo hombre. Esa creación fue una concepción. Cualquier concepción requiere un elemento; sin el elemento, no puede haber una concepción. Cristo creó (concibió) al nuevo hombre en Sí mismo, lo cual indica que El era el mismo elemento con el cual se concibió el nuevo hombre. El concibió en Sí mismo como elemento de los dos pueblos un solo y nuevo hombre. Mientras el Señor Jesús moría en la cruz, creaba al nuevo hombre.
En cuarto lugar, cuando Cristo efectuó dicha redención, liberó Su vida divina de la cáscara de Su humanidad. Juan 12:24 dice que el Señor Jesús era un grano de trigo. A menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, su cáscara no se quebrará y la vida que está en él no se liberará. Cristo tenía la vida divina, aunque estaba escondida en la cáscara de Su humanidad. Por tanto, El necesitaba sufrir la muerte en la cruz para que la cáscara de Su humanidad fuera quebrada a fin de liberar de Su cáscara humana la vida divina.
En quinto lugar, al efectuar Su muerte jurídica, que todo lo incluye, Cristo también puso el cimiento para la salvación orgánica y estableció el procedimiento para cumplir Su ministerio en la etapa de inclusión. La redención jurídica es el cimiento de la salvación orgánica. Cristo requiere un procedimiento en Su ministerio completo en la segunda etapa, Su inclusión. Su redención jurídica es el procedimiento por el cual efectúa Su ministerio en la etapa de la inclusión.
En cuanto a todos los puntos cruciales mencionados, necesitamos aprenderlos de modo detallado y penetrante y dedicar tiempo a estudiarlos diligentemente. He hablado de algunos de estos puntos cruciales antes, y ustedes también los han oído. No obstante, necesitan aprender a entrar en ellos, a hablarlos y a permitir que sean parte de su experiencia.