
Este pequeño tomo es una traducción de algunos mansajes que el hermano Witness Lee dio y que fueron luego publicados en chino en septiembre de 1979. La traducción no fue revisada por el autor.
¿De qué habla la Biblia de principio a fin? Todos los estudiosos de la Biblia reconocen que hay un principio básico en la Biblia: cuando la Biblia menciona algo por primera vez, establece el significado inmutable de ese tema en su desarrollo posterior. Por consiguiente, si deseamos conocer la debida relación entre Dios y el hombre, debemos ver lo que Dios quería que él hiciera cuando lo creó. Cuando El creó a Adán, no le dijo: “Adán, te he creado para que me adores”. No notamos estas cosas en la Biblia, pues los pensamientos del hombre son religiosos. No digo con esto que tales conceptos sean malos, sino que son religiosos y provienen de la mentalidad del hombre caído; no son el pensamiento original. Cuando Adán fue creado, Dios lo puso frente al árbol de la vida y le dijo que podía comer gratuitamente del fruto de los árboles del huerto. Lo primero que Dios deseaba era que el hombre comiera, comiera y comiera. Por eso decimos que la Biblia es un libro que habla de comer. Pero ¿comer qué? Comer a Dios. Comer al Señor.
Sin embargo, podemos ver que de inmediato el hombre cometió el error de comer lo que no debía, y cayó. Es terrible comer lo que no debemos. Adán cayó porque comió. Comer físicamente es un símbolo de esto. Lo que comamos, sea de la vida animal o de la vida vegetal, es nuestra provisión vital. Si comemos lo que no debemos, podemos intoxicarnos. En algunos casos, nos podemos enfermar, y en casos más serios, hasta podemos morir. Lo mismo se aplica al ámbito espiritual. Solamente Dios es la verdadera comida; debemos comerlo únicamente a El. Si comemos otro alimento, comemos lo que no debemos. No nos debe sorprender que todos los seres humanos estén intoxicados. La última oración del libro de Génesis dice, refiriéndose a José: “Lo embalsamaron y lo pusieron en un ataúd en Egipto” (50:26). Tal fue el fin de José, y ése es precisamente el final del género humano. Este fue el resultado de que el hombre que Dios creó se hubiera intoxicado. Después de que el hombre se envenenó, murió, luego fue puesto en un ataúd, y permaneció en Egipto.
Después de Génesis, tenemos el Exodo, libro en el que Dios salva al hombre, quien todavía estaba en Egipto. ¿Cómo llevó a cabo Dios la salvación? En esta ocasión Dios se presentó en otra forma. En Génesis Dios se presentó como árbol de la vida, mas en Exodo se presenta como el Cordero.
Primero, Dios se presenta como una planta; luego como un animal. Ambos son figuras muy significativas. Un cordero es pequeño, y creo que el árbol de la vida no era un árbol grande ni alto, ya que estaba al alcance de Adán. De hecho, pienso que no era un árbol que crecía muy alto, sino que se extendía horizontalmente como la vid. Por consiguiente, Dios no se nos presenta como algo enorme.
No digo con esto que Dios no sea grande, sino que cuando El se nos dio para que lo comiéramos, se hizo pequeño. Cuando Jesús vino, los judíos esperaban al Mesías. Para ellos, éste tenía que ser un hombre grandioso. No obstante, cuando vino el Señor Jesús, a ellos les pareció muy débil y sin atractivo ni majestad; para ellos, El era un nazareno, de Galilea. Era verdaderamente insignificante.
Un día este pequeño hombre Jesús hizo algo espectacular. Alimentó con cinco panes y dos peces a cinco mil personas, sin contar a las mujeres ni a los niños. Por eso los judíos dijeron: “Este verdaderamente es el Profeta”, y trataron de hacerle rey. El Señor se les escabulló cuando oyó tal cosa. Nosotros no lo necesitamos aplaudir, pues si lo hacemos, El no recibirá el homenaje, sino que se irá. Al día siguiente el Señor Jesús regresó, pero no haciendo un despliegue de grandeza, sino en secreto, y les dijo: “Yo soy el pan de vida. Vine como alimento. No me interesa ser vuestro rey. No me adoréis, ya que cuanto más lo hacéis, más me desagrada. Pero si me coméis, me alegraré. Yo soy el pan de vida; el que me come vivirá por causa de Mí”.
Este concepto no se basa en la moral ni en la religión; ya que es un concepto divino. Hasta el presente, nosotros tenemos conceptos religiosos y seguimos pensando que el Señor está lejos en los cielos y que es supremamente santo. No digo que esto sea errado ni que no sea bueno, sino que no concuerda con el concepto de Dios, el cual consiste en que no hagamos un sinnúmero de actividades sino que le comamos.
Los versículos que leímos en Deuteronomio 15 dicen que el primogénito del ganado no debe ser puesto a trabajar, ni se debe esquilar al primogénito de las ovejas, sino que deben comerse (vs. 19-20). ¿Qué significa esto en la tipología? Cuando muchos creyentes, y también incrédulos, hablan de Cristo, esperan que El labore para ellos o desean esquilarlo. Nadie piensa en comer a Cristo. Pedirle a Cristo que labre la tierra significa pedirle que haga algo para nosotros. ¿Ha notado que todos queremos que Cristo labre la tierra para nuestro beneficio todos los días? Si uno no puede resolver algún desacuerdo con su esposa, ora así: “Señor, Tú sabes qué esposa me diste; ya no sé qué hacer. Por favor cámbiala”. Esto es pedirle al Señor que labre la tierra en favor nuestro. Algunas hermanas oran así: “Señor, Tú sabes cuán terco es mi esposo. Por favor cámbialo; si no, no podré soportar más esta situación”. Cuando le pedimos al Señor que haga estas cosas para nosotros, le estamos pidiendo que labre la tierra.
¿Qué significa esquilar a las ovejas? Es quitarles la lana, la cual se usa para hacer ropa. Tal vez queramos que Cristo sea nuestro ornamento externo y tratemos de imitarlo. Son pocos los creyentes que escapan a esto. Los creyentes que no aman al Señor lo hacen a un lado sin siquiera notarlo. Pero los que le aman desean que El les labre la tierra o quieren esquilarlo.
La Biblia no nos dice que debemos labrar la tierra sino que debemos comer. No le pida a Cristo que haga algo en favor suyo; más bien coma a Cristo. No le pida que cambie a su cónyuge; más bien, coma a Cristo y vívalo a El. Tal vez su cónyuge no cambie nada, pero para usted, el vivir será Cristo. No le pida al Señor que discipline a su cónyuge, pues El nunca responde esa clase de oración. El Señor le dirá: “Mejor usaré mi vara para disciplinarte a ti”. Necesitamos comer al Señor. Cuando comemos al Señor, cualquier maltrato por parte de nuestro cónyuge nos será placentero. ¡Aleluya! No necesitamos que el Señor labre la tierra por nosotros ni necesitamos esquilarlo; sencillamente debemos comerlo.
Es como si el Señor nos dijera: “Yo soy el pan de vida. El que me come vivirá por causa de Mí. No esperéis que haga obras en vuestro favor, ni esperéis que yo sea vuestro ornato. Debéis comprender que yo vine para daros vida, y vida en abundancia. Yo deseo entrar en vosotros y ser vuestra vida y vuestro todo. Si yo vivo en vosotros, no os preocuparéis por las circunstancias. Es bueno que vuestro cónyuge cambie, pero es aún mejor si no cambia. Es bueno que vuestra esposa sea sumisa, pero es mejor si no lo es. Es hermoso tener un esposo tierno y comprensivo; sin embargo, es más hermoso si es tosco y áspero”.
Por consiguiente, lo que importa es tener vida en nosotros; no implorarle a Cristo que nos haga favores. Si Cristo entra en nosotros para ser nuestra vida y nuestro suministro vital, podemos hacer lo que otros no pueden, soportar lo que otros no pueden y llevar las cargas que otros no pueden. No labremos la tierra ni esquilemos las ovejas; más bien ¡comamos al Señor! No esperemos que El sea nuestro Profeta ni nuestro Rey. El vino para ser nuestro pan de vida. Así que, comámosle.
¿De qué trata la Biblia? ¡De comer! ¿Para qué vino Jesús? Para que le comamos. Cuando un creyente tradicional habla de la Pascua, le da importancia suprema a la sangre, lo cual es válido; no lo niego. El hombre pecó y necesita la sangre. Sin embargo, en el huerto de Edén sólo estaba el árbol de la vida, y no se menciona la sangre, ya que ésta sólo se hizo necesaria cuando el hombre pecó, pero el cordero no sólo tiene sangre, sino también carne. La sangre nos limpia de los pecados que cometimos por causa de la caída, y la carne nos suministra la vida del árbol de la vida. Por lo tanto, no sólo tenemos la sangre, sino también la carne.
Al leer Exodo 12 vemos dos cosas, la sangre y la carne. Aquélla fue rociada en los postes de la casa, por fuera, para que la casa estuviese cubierta por la sangre. ¿Qué hicieron los hijos de Israel que estaban cubiertos por la sangre? Comieron. Muchos creyentes hablan claramente de la sangre, pero el centro de la Pascua no es la sangre, sino la carne. La sangre es necesaria para participar de la carne; la aspersión de la sangre conduce al hombre a comer la carne. La sangre trae redención, y ésta, a su vez, conduce el hombre a disfrutar a Cristo como vida.
En el libro de Deuteronomio, vemos todo tipo de productos como diversas ofrendas que el pueblo de Israel traía a Dios. Estos productos tipifican a Cristo. Aunque las ofrendas se ofrecen a Dios, se convierten en nuestra comida. Ofrecemos a Dios estos productos, pero también llegan a ser nuestro alimento. Así que comemos lo que traemos como ofrenda.
En esta etapa, lo que disfrutamos no es sólo el cordero sino también la fiesta, en la cual tenemos bueyes, ovejas, tórtolas, grano, vino fresco y una gran variedad de primicias. Tenemos un rico banquete que incluye plantas y animales. Además, comemos este banquete siete días, no uno solo. Comemos durante los siete días de la fiesta.
Hoy comemos a Cristo no sólo como el árbol de la vida y como el Cordero, sino también como la fiesta. Guardamos la fiesta de Cristo. En cada reunión de la iglesia guardamos la fiesta y comemos a Cristo. ¡Venid y celebrad la fiesta! ¡Venid y comed a Cristo!
Por último, al final de Apocalipsis vemos la Nueva Jerusalén, la cual tiene un río y el árbol de vida que crece a ambos lados del río. Hay un versículo en el último capítulo de Apocalipsis que dice: “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por la puertas en la ciudad” (v. 14). Vemos, entonces, que nuestro destino es comer y beber al Señor, ya que Dios así lo dispuso. El ordenó nuestro destino. No debemos elegir lo que a nosotros nos parece.
Aun antes de la fundación del mundo, Dios determinó que nuestro destino y nuestro futuro sería comer al Señor diariamente. ¿Qué deben hacer los creyentes? ¡Comer al Señor! ¿Qué clase de creyentes debemos ser? Debemos ser creyentes que comen al Señor. ¿Qué clase de iglesia hemos de ser? Una iglesia que come al Señor. Los creyentes son personas que comen al Señor. En esto consiste el recobro del Señor. ¿Qué está recobrando el Señor? El está recobrando la práctica de comerle. La cristiandad, en general, perdió esto, y dejó de ver el hecho de que los creyentes tienen derecho a comer al Señor. Esto es lo que el Señor está recobrando en la actualidad.
Bienaventurados los que lavan sus ropas, porque ellos tienen derecho al árbol de la vida. No dice que tienen derecho a adorar ni a servir, sino a comer. Ultimamente cuando se reúne la iglesia en Los Angeles, los asientos no están ordenados en hileras, sino en numerosos círculos pequeños. Oí que planeaban tener muchas mesas, a fin de sentarse juntos y disfrutar el banquete. Esto tiene mucho significado. Miren cómo están organizadas las bancas en este salón. Cuando los hermanos y las hermanas se reúnen ocupan las bancas, fila por fila, da la impresión de que estuvieran en “el culto dominical de adoración”. Cuando ustedes se sientan de esta forma, reina la atmósfera de un “culto dominical de adoración”. No piensen que la distribución de los asientos no merece nuestra atención. Cuando todos se sientan tan ordenadamente, predomina el sabor de la religión, y se pierde la atmósfera de banquete. Pero si distribuimos los asientos en pequeños círculos de cinco o seis, tendremos un ambiente de banquete.
Si el Señor a quien comemos es el Espíritu, ¿qué órgano debemos utilizar para comerle? Debemos usar nuestro espíritu. El Señor es el Espíritu; así que debemos usar nuestro espíritu para comerle. ¿Cómo le comemos? Lo hacemos invocándole: “¡Oh, Señor! ¡Oh, Señor!” Invocar al Señor equivale a comerle. La Biblia dice explícitamente que el Señor es nuestro alimento y que debemos comerle. El, como Espíritu, es nuestra comida, y el órgano con el cual le ingerimos es nuestro espíritu. Además, la manera de comerle es invocar Su nombre. Invocar al Señor es comerle.
Algunos tal vez digan que nosotros no celebramos el culto dominical de adoración con aclamación e invocación. Tienen toda la razón. A nosotros no nos interesa ningún tipo de culto dominical; nos reunimos para comer al Señor. ¿Cómo lo hacemos? Invocando Su nombre. Uno puede ser refinado en muchas reuniones, pero no cuando se trata de comer. Tal vez piensen que invocar al Señor no es algo muy refinado, pero yo sé que es agradable y dulce, pues lo he saboreado. Agradecemos y alabamos al Señor porque El está recobrando esto hoy. ¿Qué está recobrando el Señor en la actualidad? ¡Que debemos comerle a El! ¡Aleluya!