
Lectura bíblica: Hch. 1:14; 2:42; 6:4; Ef. 6:18
Himnos, #361
Recomendaría que oremos-leamos todos los versículos citados en la lectura bíblica para que podamos entrar en la carga que tengo en este mensaje.
En estos días tenemos la carga de que los santos se compenetren en los grupos vitales. Tal vez oremos por esta compenetración y hasta hablemos de ella, pero ¿cómo podemos compenetrarnos y así tener la verdadera unanimidad? Unanimidad en griego es homothumadón, una palabra compuesta por homo que significa “misma” y thumos que significa “mente, voluntad, propósito (alma, corazón)”. La unanimidad se refiere a la armonía en nuestro ser interior, en nuestra mente y voluntad. En Mateo 18:19 el Señor dijo: “Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos”. Aquí de acuerdo se refiere a la armonía de los sonidos musicales. Nosotros necesitamos esta armonía como nuestra unanimidad. ¿Cómo podemos tener esto?
Debemos darnos cuenta de que según el orden de Dios nuestra alma no debería dirigir todo nuestro ser. Desde luego, todos los hombres caídos son dirigidos ya sea por la carne para vivir una vida carnal y pecaminosa, o por el alma para vivir una vida filosófica, lógica o ética. Un hombre carnal, que es dirigido por la carne, es una persona que vive en la carne bajo la influencia y naturaleza de la carne (1 Co. 3:1, 3a). Una persona cuya alma domina todo su ser es lo que la Biblia llama el hombre del alma (1 Co. 2:14). Tal persona intenta controlar las concupiscencias de su carne por medio de su lógica y su ética. Ese tipo de control es ejercido por el alma. Pero según la manera ordenada por Dios, nuestro espíritu debería ser fuerte para dirigir nuestra alma, aun controlar todo nuestro ser. Una persona que es dominada, gobernada, dirigida, movida y guiada por su espíritu mezclado es un hombre espiritual (1 Co. 2:15). En la actualidad todos deseamos compenetrarnos, y nuestra compenetración ciertamente producirá la unanimidad en nuestro espíritu bajo la dirección del Espíritu.
En Mateo 18:19 el Señor habló acerca de dos personas que oran juntas en la tierra en armonía. En el libro de los Hechos, podemos ver que los ciento veinte practicaron lo que el Señor dijo acerca de orar en armonía, orar unánimes (1:14). Su unanimidad fue el resultado de haber estado en el espíritu. En los cuatro Evangelios, ninguno de los discípulos entendió nada acerca de estar en el espíritu. El Señor apodó a Jacobo y Juan “los hijos del trueno” por su impetuosidad (Mr. 3:17). Cuando el Señor y Sus discípulos no fueron recibidos por los samaritanos, Jacobo y Juan dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma?”. El Señor los reprendió diciéndoles: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois” (Lc. 9:54-55). A ellos no les importaba el Espíritu pues su espíritu no había sido aún regenerado. Pero en la noche del día de la resurrección, el Señor vino a los discípulos y se sopló a Sí mismo como el Espíritu dentro de ellos (Jn. 20:22). El Señor se hizo el Espíritu vivificante en el día de la resurrección y fue soplado dentro de Sus discípulos.
Con las cosas espirituales en la Biblia, primero tenemos la posición y luego la realidad. La primogenitura es primero un asunto de posición y luego le sigue la realidad. En 1 Pedro 1:3 dice que todos fuimos regenerados por medio de la resurrección de Cristo. Cuando Cristo resucitó, nosotros también fuimos resucitados (Ef. 2:6) y regenerados. La posición de nuestra regeneración fue totalmente ganada por Cristo en el día de Su resurrección. Así que, hace unos dos mil años fuimos puestos en la resurrección. Pero nosotros no recibimos esta realidad hasta que llegó el día en que confesamos nuestros pecados y creímos en el Señor Jesús.
Solamente el Señor mismo sabía acerca de la posición de nuestra regeneración. No sabíamos nada de esto hasta el día en que recibimos al Señor como la realidad de la regeneración. Esto se puede comparar con un niño pequeño que tiene la posición de recibir la primogenitura. El no sabe nada acerca de su primogenitura hasta que llega a los veintiún años de edad. Entonces recibe la realidad de su primogenitura. En la mañana del día de la resurrección, el Señor ganó la posición de la regeneración para Sus discípulos. Pero en la noche el Señor al soplar se impartió a Sí mismo como el Espíritu en los discípulos. En ese entonces ellos recibieron al Señor como el Espíritu vivificante para la realidad de su regeneración.
Al leer el Nuevo Testamento podemos ver la diferencia entre la condición de los discípulos en los cuatro Evangelios y la condición de ellos en Hechos. Aunque los discípulos siguieron fielmente al Señor en Su ministerio terrenal, ellos o estaban en la mente o en la carne. Incluso Pedro actuó de una manera que obligó al Señor llamarlo “Satanás” (Mt. 16:23). Pero en los Hechos su situación era muy diferente. En Hechos ellos eran personas espirituales. ¿Cómo pudieron los ciento veinte orar juntos en unanimidad por diez días? Sólo aquellos que están en el espíritu pueden hacer esto. Ellos eran personas que estaban en el espíritu porque el Espíritu había sido infundido en ellos. Muchas veces en los Evangelios, Pedro hablaba neciamente y era reprendido o corregido por el Señor. Pero en Hechos 1 él pudo exponer e interpretar la Biblia (vs. 15-22). Esto prueba que los discípulos estaban en el espíritu en Hechos 1. Es por esta razón que ellos pudieron orar juntos en unanimidad por diez días. Ellos oraron en unanimidad, y oraron para fortalecer la unanimidad. Existía una unanimidad muy fuerte entre ellos.
Nosotros no podemos decir que hoy no hay unanimidad entre nosotros. No es justo decir esto. Nosotros tenemos unanimidad, pero como todo, esto puede manifestarse en diferentes grados. Puede haber muchos graduados en una escuela, pero su graduación tiene diferentes grados. Algunos estudiantes se gradúan con una calificación excelente. Otros apenas pasan el curso. Todos estos estudiantes se gradúan pero en diferentes grados. Actualmente hay unanimidad entre nosotros, pero ¿cuán elevada y cuán profunda es nuestra unanimidad? Aquí está el problema. Los ciento veinte oraron unánimemente por diez días. Probablemente en el décimo día, su unanimidad subió a los cielos. Para entonces, la unanimidad era más fuerte y elevada. Fue en ese momento que el cielo se abrió y el Espíritu fue derramado.
Hoy necesitamos compenetrarnos a través de mucha oración en forma minuciosa. Al orar no solamente deberíamos ejercitar nuestro espíritu sino también liberar nuestro espíritu. La única manera de ejercitar nuestro espíritu e incluso liberarlo es orar. Cuando nuestro espíritu es liberado, podemos compenetrarnos en este espíritu liberado. En realidad, cuando nuestro espíritu es liberado, no hay necesidad de hablar acerca de la compenetración. Los espíritus liberados son una especie de compenetración.
Cuando nos reunimos para orar, necesitamos liberar nuestro espíritu por medio de oraciones cortas. Nuestras oraciones son muy largas. La oración larga es una composición. No es el resultado de una carga. La verdadera oración con carga no será una larga composición. Hubo un tiempo en la década de los años sesenta cuando en Los Angeles en Elden Hall, nuestras oraciones eran muy cortas. A veces teníamos más de doscientas personas en nuestra reunión de oración. Cada santo oraba sólo una frase, y éramos como una sola persona orando. Coordinábamos en nuestra oración, y no había oraciones largas. En una reunión reciente, les dije a algunos de los colaboradores que sus oraciones eran muy largas.
Inmediatamente después de haber sido salvo, me reuní con los Hermanos. Siempre teníamos largas reuniones de oración con largas oraciones. En esa reunión larga, había sólo unos cuatro o cinco que oraban. Cuatro o cinco llenaban todo el tiempo, y la composición de sus oraciones era siempre la misma. Además, de entre estos cuatro o cinco que oraban, sabíamos en qué orden ellos orarían. Cuando le tocaba al último orar, todos sabíamos que después de su oración, la reunión estaba por terminar. Nuestra reunión de oración en la iglesia ha llegado a esta situación de oraciones largas. Las oraciones largas matan, pero las oraciones cortas levantan nuestro espíritu. Las oraciones cortas encienden nuestro espíritu.
Es muy difícil para los hermanos y hermanas que están acostumbrados a hacer oraciones largas que cambien por oraciones cortas. Aquellos que hacen oraciones largas siempre ponen como fundamento muchas explicaciones en su oración. Le explican al Señor por qué cosas deben orar, o le dicen al Señor cómo responder sus oraciones. Ellos dicen: “Señor, Tú eres tan bueno. No estamos orando por nosotros. No estamos en esta tierra. Señor, hoy estamos en los cielos. Aun en Tu trono...”. Tenemos que dejar de darle explicaciones al Señor en nuestras oraciones. A fin de compenetrarnos en los grupos vitales, debemos dejar la vieja manera de hacer oraciones largas. Debemos hacer oraciones cortas, simplemente diciéndole al Señor lo que queremos que haga por nosotros (cfr. Mr. 10:51).
Hechos 2:42 nos muestra la importancia de tal oración. Los tres mil que entraron en la vida de iglesia perseveraban en cuatro cosas: la enseñanza de los apóstoles, la comunión de los apóstoles, el partimiento del pan y las oraciones. La oración era una de las cuatro cosas principales en las cuales ellos perseveraban. Yo diría que en la actualidad nosotros tenemos las tres primeras. Permanecemos en la enseñanza y comunión de los apóstoles y tenemos el partimiento del pan, el recuerdo del Señor en Su mesa, cada domingo. Hoy nuestra mejor reunión es la reunión de la mesa del Señor, pero nuestra oración es inferior. Incluso la asistencia a la reunión de oración fue muy baja por un tiempo, y los que oraban estaban mayormente muertos y moribundos. Ellos oraban en una manera muerta y moribunda. Entonces, muchos de los santos perdieron el interés de ir a la reunión de oración.
Las oraciones en la reunión de oración han sido largas, llenas de explicaciones al Señor y de descripciones e instrucciones. Muy pocos le dicen al Señor directamente lo que desean que El haga por ellos. También había muy poco mandato en nuestras oraciones. Era raro escuchar a alguien orar: “Señor, te damos a Ti la palabra. Te ordenamos. Tienes que hacerlo”. Se necesita esta clase de oración con mandamiento (Is. 45:11). Necesitamos aprender a orar en una manera apropiada en las reuniones de oración. Debemos orar lenta, enfática y espiritualmente. Debemos practicar esta clase de oración en todos los grupos vitales.
Los tres mil que fueron ganados en el día de Pentecostés perseveraron en las oraciones del Espíritu con una verdadera carga. Primero, los ciento veinte perseveraron en oración por diez días. Luego los tres mil perseveraron en oración. Hechos 6:4 también nos dice que los apóstoles tomaron la decisión de perseverar en la oración y en el ministerio de la palabra.
En Efesios 6:18 Pablo dice que necesitamos orar en todo tiempo en el espíritu, y velar para ello con toda perseverancia. Necesitamos ser vigilantes, estar alerta, para mantener nuestra vida de oración. La oración debe ser seguida de la vigilancia. A parte de orar necesitamos velar en nuestra oración. Después de que decidamos orar, muchas cosas se levantarán para desviarnos de la oración. Es por esto que necesitamos velar en nuestra oración con toda perseverancia. Velar significa que estamos en el campo de batalla. La batalla arrecia, y los enemigos nos rodean.
Si queremos perseverar en oración, necesitamos programar y aun administrar nuestro tiempo en la manera que haríamos con nuestro dinero. Si no administramos nuestro dinero, lo gastaremos sin control. Así como administramos nuestro dinero, debemos administrar nuestro tiempo. En la administración de nuestro tiempo, debemos establecer por lo menos dos o tres momentos de oración. En la mañana, podemos orar al menos por quince minutos. Luego conforme a nuestro programa, podemos dedicar otro tiempo para orar a media mañana, a la tarde o en la noche. Luego podemos asignar otro tiempo para antes de acostarnos. Debemos asignar estos tres momentos para orar.
Si usted toma la decisión de comenzar mañana a orar en ciertos momentos, prepárese para las cosas que se levantarán en su derredor para estorbarlo. Cuando empiece a orar, tal vez alguien llame a la puerta. Durante todos los días del año, nadie llamó a su puerta a esa hora del día excepto después que usted tomó la decisión de usar esa hora para orar. Cuando usted va a la puerta para ver quién es, tal vez descubra que el que llamó se había equivocado de dirección. Eso puede causar que usted se enoje y así pierda el interés de orar. Entonces, los quince minutos que usted apartó para orar serán anulados. Si usted decide orar a las 10:00, tal vez vengan a visitarlo tres amigos a esa hora para pasar una hora con usted. Debemos ver que tales cosas son el ataque del enemigo contra nuestra oración.
Mejor sería no responder a la puerta ni al teléfono durante nuestro tiempo de oración. En realidad, estamos muy ocupados para ir a responder a la puerta o al teléfono durante nuestro tiempo de oración. Estamos ocupados con nuestro Señor, nuestro Rey. Puesto que estamos con nuestro Rey, ¿cómo podemos alejarnos de El para ir a atender otras cosas? No deberíamos permitir que nada interrumpa nuestro tiempo de oración, nuestro tiempo con el Rey. En un sentido, debemos considerar que estamos lejos de nuestra casa durante nuestro tiempo de oración. Estamos lejos de casa con nuestro Rey. El Señor podría decirnos: “Tú estás aquí ocupado conmigo. ¿Cómo puedes dejarme aquí, ir a responder a la puerta, y estar ocupado con tus amigos por una hora?”. Ciertamente esto no está bien. Debemos orar en todo tiempo en el espíritu y velar en oración con toda perseverancia. Perseverancia significa ser firme en insistir. Nuestra actitud en nuestra oración debería ser que ahora estamos con nuestro Rey y que no seremos interrumpidos en este tiempo con El.
Tenemos que velar. El enemigo siempre hará cosas para anular nuestro tiempo de oración. Si éste no fuese el caso, el apóstol no nos habría encomendado velar en oración con toda perseverancia. No debemos permitir que nuestro tiempo de oración sea estropeado, capturado o anulado. Necesitamos velar y estar alerta para mantener nuestro tiempo de oración. Debemos guardar siempre nuestro tiempo de oración. Durante este tiempo debemos considerar que estamos lejos de casa porque estamos ocupados con nuestro Rey, con nuestro Señor.
La oración apropiada siempre nos libera. Si oramos y nuestro espíritu no es ejercitado y liberado, nuestra oración está mal. La oración debe ejercitar y liberar nuestro espíritu. Cuando nuestro espíritu es liberado por medio de nuestra oración, somos personas liberadas. Cuando ya no estamos atados sino liberados, estamos siempre alegres. Por esta razón Pablo dijo: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar” (1 Ts. 5:16-17). Estar gozoso todo el tiempo se relaciona con orar sin cesar.
Además, si no estamos liberados, no podemos compenetrarnos con otros. Si venimos a la reunión con un espíritu callado, estamos atados. Si asistimos a las reuniones del grupo vital de esta manera, no habrá posibilidad de que nos compenetremos. Cuando usted está liberado, cuando yo estoy liberado, y cuando todos están liberados, habrá la verdadera compenetración. La manera de compenetrarnos es la oración que libera nuestro espíritu.
Hechos 1:14 dice que los ciento veinte perseveraban unánimes en la oración, “con las mujeres...”. Necesitamos considerar por qué la Biblia dice “con las mujeres” en este versículo. Cada palabra de la Biblia está escrita con un propósito. Espero que las hermanas me permitan decir algo francamente. Siempre hay problemas en la unanimidad por culpa de las mujeres. Cuando las hermanas no tienen problemas en la iglesia, es casi seguro que la iglesia no tendrá problemas. En la vida de iglesia hay por lo general más hermanas que hermanos. En la casa en Betania que vemos en Juan 12, había dos hermanas y un hermano (vs. 2-3). De aquí podemos ver que la vida de iglesia depende mucho de las hermanas. Cuando las hermanas están bien, la vida de iglesia estará bastante bien. El futuro vital de los grupos vitales depende mucho de las hermanas. Si las hermanas se compenetran, la compenetración de los grupos será un éxito.
A fin de compenetrarnos, todos necesitamos liberar nuestro espíritu en la oración. Es posible orar juntos sin estar liberados en nuestra oración. Por el contrario, estamos todos atados. Muchos de los que componen oraciones largas son hermanas. Muy pocos hermanos hacen oraciones largas llenas de explicaciones y descripciones. Yo les aconsejaría a algunas de las hermanas que no oren muchas veces. Además, no deberíamos orar muy rápido porque los santos no podrán seguir nuestra oración. Pablo dijo que necesitamos orar de una manera en que los santos puedan decir “amén” a nuestra oración (1 Co. 14:16). Deberíamos orar para que otros puedan escuchar, entender, percibir, asentir y decir “amén” a nuestra oración.
Me doy cuenta de que todos los que estamos en este entrenamiento amamos al Señor. Encontrar un grupo de personas que aman al Señor y al recobro es un tesoro. Pero todos hemos sido anulados por nuestras fallas. Todos tenemos nuestras fallas particulares las cuales nos anulan e impiden nuestra apropiada función. Todos tenemos defectos que nos impiden ser de provecho para la iglesia. Pero a pesar de todas nuestras desventajas, el Señor aún está con Su recobro.
Nuestra cooperación con el Señor al mudarnos a Rusia ha sido de gran aliento para mí. En menos de un año establecimos iglesias en Moscú y en San Petersburgo. El Señor nos ha bendecido con los obreros, con los fondos y con el fructífero resultado de Su mover en Rusia. Esto demuestra que a pesar de todas nuestras fallas y defectos, el Señor aún ha bendecido Su recobro.
Yo aprecio que todos amemos el recobro del Señor. Si no amáramos el recobro, no estaríamos aquí. Pero necesitamos ver que en las siete epístolas a las iglesias mencionadas en Apocalipsis 2 y 3, lo primero que el Señor trata es el recobro del primer amor (2:4). ¿Lo amamos? Seguro que sí. Pero ¿le damos la preeminencia, el primer lugar, en todas las cosas? Darle al Señor el primer lugar en todas las cosas es amarlo con el primer amor, el mejor amor. A fin de darle la preeminencia, debemos estar dispuestos a ser calibrados, quebrantados, convertidos en nada, para que el Señor pueda hacer algo en nosotros, a través de nosotros y entre nosotros para la edificación de Su Cuerpo orgánico.
En este mensaje también me gustaría recomendar Himnos, #361. Nos ayudará el leer, orar, y cantar este himno: