
Hemos subrayado que en la reunión de grupo debemos tener una comunión debida, íntima y exhaustiva por medio del ejercicio de nuestro espíritu orando mucho y minuciosamente. Esta es la primera sección de la reunión del grupo vital, la cual debe ocupar alrededor de veinticinco minutos. En esta parte de la reunión debe haber comunión e intercesión, cuidado, pastoreo y comunicación. La segunda sección de la reunión, la cual debe ocupar unos treinta minutos está dedicada a la enseñanza mutua con preguntas y respuestas.
En el pasado hice hincapié en que las reuniones de grupo no deben ser formales ni deben ser servicios religiosos de adoración. Sin embargo, después de haber asistido a algunas de las reuniones de grupo, he observado que seguimos teniendo reuniones religiosas, reuniones de adoración, una especie de culto religioso. Esto se debe a que somos muy formales. En las reuniones de grupo, debemos tener comunión, cantar, orar, hacer preguntas y responder con libertad y sin formalismos. Cuando cantamos un himno, no es necesario que lo cantemos en orden empezando con la primera estrofa y terminando con la última. Podemos empezar con la última estrofa o con cualquier otra, dependiendo de la dirección del Espíritu. No debemos cantar los himnos sin vida sino de una manera viviente y ejercitada con la liberación de nuestro espíritu.
Nosotros necesitamos grupos vitales, no grupos formales, religiosos y muertos. Necesitamos orar así: “Señor, haznos personas llenas de vitalidad al cantar y al hablar, llenos vitalidad en todo”. Los Salmos nos dicen que tenemos que dar un grito de júbilo al Señor aclamando gozosamente (71:23; 100:1). Nuestro formalismo nos limita en las reuniones de la iglesia. Debemos estar “locos” en el Espíritu, pero nuestra locura debe ser espontánea y normal, no una demostración ni una mera actuación. En nuestros grupos vitales, debemos ser avivados y estar ejercitados en nuestro canto y oración.
Mediante el ejercicio y la liberación de nuestro espíritu, tendremos espontáneamente enseñanza en mutualidad. Es posible que un hermano diga: “Hermanos y hermanas, recientemente oímos acerca del pequeño Benjamín, los príncipes de Judá, los príncipes de Zabulón y los príncipes de Neftalí mencionados en el salmo 68. ¿Saben ustedes qué significa esto?”. Este puede ser un tema en torno al cual tener comunión. Podemos tener esta clase de comunión de muchas maneras.
Tal vez otra persona diga: “Se nos dijo que tenemos que ser tratados en nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestros rasgos peculiares. ¿Qué diferencia hay entre estas tres cosas?”. Hemos dicho que tenemos que tratar con estas tres cosas, pero, ¿cuántos de nosotros sabemos qué son? Nuestra manera de ser es lo que somos por naturaleza al nacer; nuestro carácter se forma en conformidad con nuestros hábitos. Según hayamos aprendido, es posible que en nuestra naturaleza, en nuestra manera de ser, seamos personas lentas. Pero hacer las cosas descuidadamente no concuerda con la naturaleza recibida al nacer sino con el hábito adquirido con la práctica, el cual ha venido a ser parte de nuestro carácter. Una persona es descuidada porque nunca ha sido adiestrada a hacer las cosas cuidadosamente. Necesitamos un cambio en nuestra práctica para poder cambiar nuestro carácter. Nuestros rasgos peculiares son nuestras inclinaciones y características deformadas que son la expresión de nuestra vida natural. No será de mucho provecho que tengamos comunión mutua acerca de la importancia de tratar con nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestros rasgos peculiares.
Es posible que en una reunión de grupo alguien no entienda Juan 7. Quizá pregunte por qué Juan 7:39 dice que “el Espíritu aún no era”. Luego los demás miembros del grupo pueden responder esta pregunta en mutualidad. Necesitamos esta clase de enseñanza en mutualidad de preguntas y respuestas.
Los versículos 24 y 25 de Hebreos 10 son la base para la práctica de las reuniones de grupo. Estos versículos dicen: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Estos versículos primero dicen que necesitamos considerarnos unos a otros. Esto implica que debemos tener un cuidado genuino por todos los miembros de nuestro grupo vital. El cuidado de los unos a los otros consiste en considerarnos unos a otros. Puede ser que hoy en día no nos preocupemos por los demás. En realidad no nos preocupa si cierto hermano viene o no a la reunión, o si cierta hermana está enferma. El cuidado genuino del uno por el otro necesita ser recobrado entre nosotros.
Las esposas idóneas siempre se preocupan por sus esposos. La hermana debe asegurarse de que su esposo esté adecuadamente abrigado cuando sale de la casa. Esto demuestra que ella considera a su esposo y lo cuida. Necesitamos tener esta clase de cuidado práctico los unos por los otros. Considerarnos los unos a los otros en una forma práctica es amarnos. Decimos que nos amamos los unos a los otros, pero ¿en qué forma nos amamos? Es posible que no cuidemos de nadie en una forma práctica. El amor es el cuidado práctico y la consideración. Cuando nos consideramos unos a otros, nos estimulamos al amor y a las buenas obras; nos estimulamos unos a otros. Si alguien se preocupa por mí, eso espontáneamente me estimula, me incita al amor y a las buenas obras. Aquí el amor no es un verbo, sino un sustantivo como lo es las buenas obras. Nosotros nos estimulamos los unos a los otros al amor y a las buenas obras cuidándonos y considerándonos mutuamente.
Necesitamos la comunión íntima y mutua por medio del cuidado práctico y del pastoreo. Una hermana puede mencionar que otra hermana del grupo está ausente porque tiene algún problema en particular. Después de hablar del carácter del problema con los demás miembros, el grupo puede orar por ella y tener comunión con relación a la manera de cuidarla y ayudarla prácticamente.
Si un hermano perdió su trabajo, deberíamos orar por él. También debemos considerar su situación material. Este es el amor verdadero. Jacobo dice en su epístola: “Si un hermano o una hermana no tienen ropa, y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de que aprovecha?” (2:15-16). Juan en su primera epístola dijo: “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (3:17-18). Si vemos hermanos que tienen necesidad, y nada más les decimos que el Señor los cuidará, eso no es amor. Eso es vana palabrería. Deberíamos cuidarnos los unos a los otros, considerándonos en una forma práctica.
Esta clase de cuidado despierta nuestro amor y nuestras buenas obras. Estas buenas obras pueden referirse a cosas pequeñas o grandes relacionadas con la economía de Dios. Quizá algún santo de su grupo no piense en la economía de Dios, y tal vez le parezca muy abstracta e inasequible. Piensa que hablamos mucho acerca de la economía de Dios, pero eso no tiene nada que ver con la necesidad actual en nuestra vida diaria. Por medio del cuidado amoroso para con este hermano, él será motivado a considerar la economía de Dios. Sin el cuidado amoroso y la consideración de los unos por los otros, seremos indiferentes hacia la economía de Dios en cuanto a Cristo y la iglesia. Cuando a un hermano se le ama en una forma práctica, eso lo impresiona y lo incita a pensar en la vida cristiana y en la economía de Dios. Cuando un hermano italiano cuida de un hermano chino, esto produce un testimonio maravilloso. Esto demuestra que las diferencias raciales son sorbidas en el nuevo hombre, y es testimonio de un amor práctico entre los miembros del Cuerpo de Cristo.
Pablo dijo que debemos considerarnos unos a otros para incitarnos al amor y a las buenas obras, y que no debemos dejar de congregarnos. Hoy en día las reuniones de los grupos vitales son el “congregarnos”. Para los creyentes hebreos de los tiempos de Pablo dejar de congregarse significaba volver a la manera judía de reunirse y abandonar su asamblea como cristianos. Pablo los exhortó a que no abandonaran sus reuniones cristianas. Hebreos 10:25 dice que en las reuniones de grupos debemos exhortarnos los unos a los otros y tanto más cuanto vemos que aquel día se acerca.
Lo primero que debemos hacer en las reuniones de grupos vitales es tener una comunión detallada para conocer a los miembros de nuestro grupo íntimamente. Cuanto más completa sea nuestra comunión, mejor será. ¿Sabemos dónde trabajan los santos de nuestro grupo vital y qué ocupaciones tienen? ¿Conocemos el nombre y el apellido de cada miembro de nuestro grupo vital? Al considerar estas preguntas podemos ver que nuestra comunión no ha sido minuciosa. Amarse unos a otros tiene muchas implicaciones. Necesitamos esforzarnos por conocernos íntimamente en el Señor. Si alguien está ausente de nuestra reunión de grupo vital, debemos preguntar inmediatamente dónde está. Decimos que nuestro grupo debería estar compenetrado, pero nuestra compenetración no ha sido completada, porque no nos conocemos a fondo. Cuando ustedes sirvan al Señor juntos, verán que esto es muy importante. Semana tras semana nos hemos estado reuniendo, y todavía no nos conocemos a fondo.
Debemos estar al día con la situación y condición de cada uno. Entonces nos daremos cuenta de que es necesario el cuidado práctico. Si nos damos cuenta de que una hermana está enferma, podemos tener comunión acerca de cómo cuidarla de una manera práctica y apropiada. Podemos tener comunión acerca de quién tiene la carga de ir o quién puede o debe ir. En las reuniones grandes de oración de la iglesia, oramos de una manera general, pero la oración de los unos por los otros en los grupos es específica con miras a un cuidado práctico y al pastoreo. Podemos orar por unos pocos minutos y luego podemos hacer arreglos para que una o varias personas la visiten. Esto es el pastoreo. Luego quien la visite debe comunicar al grupo la situación de esta hermana. Esto es lo que queremos decir cuando decimos que las reuniones de grupo son el ochenta por ciento de la vida de iglesia.
Los nuevos que traigamos a nuestras reuniones de grupo no recibirán una mera enseñanza exterior. Ellos observarán nuestra práctica. Esto es similar a los niños que aprenden las cosas observando la forma en que la familia vive y actúa. Los nuevos seguirán el ejemplo que vean y escuchen en nuestros grupos vitales. Esta es la razón por la cual debemos aprender a tener una comunión mutua y a liberarnos.
También tenemos que edificarnos según los siete puntos tratados en los dos últimos mensajes. Específicamente, tenemos que orar por el trato con nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades. Un hermano puede ser lento por naturaleza. Esa es su manera de ser, así que él debe permitir que la cruz sea aplicada a su lentitud. El debe incluso condenar su lentitud. Algunas personas tienen la excusa de que no pueden cambiar porque nacieron así. Pero nosotros no debemos tener esa excusa. Si una persona es lenta de nacimiento, debe aprender a tomar a Cristo para hacer las cosas más rápido.
Nuestras peculiaridades también estorban nuestra utilidad. Hace muchos años en el Lejano Oriente, había un colega entre nosotros que tenía un rasgo peculiar muy notorio. El hermano Nee me habló de este hermano, y me contó que si uno quería que él fuera hacia el oriente, más valía que le pidiera que fuera al occidente. El era una persona que hacía lo opuesto de lo que se le pedía. Esa era su peculiaridad. Cada uno de nosotros tiene al menos un diez por ciento de peculiaridades en su manera de ser. Cuando un hermano le pide a su esposa que cierre la puerta, es posible que ella diga: “¿Por qué no dejarla abierta?”. Cuando le pida que abra la puerta, ella dirá: “¿Por qué no dejarla cerrada?”. Esta es su peculiaridad. Por supuesto, los esposos también tienen sus peculiaridades. Todos tenemos peculiaridades, así que todos necesitamos experimentar la cruz. Si nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades no son tratados, nuestras reuniones de grupos no tendrán vida.
Yo creo que el Señor usará en gran manera las reuniones de los grupos vitales. En la iglesia muchos de nosotros amamos al Señor, amamos el recobro del Señor y amamos la iglesia, pero no muchos son útiles a causa de los defectos relacionados con la manera de ser, su carácter y sus peculiaridades. Todos estos defectos nos anulan y nos inutilizan. Este entrenamiento para los grupos vitales y la práctica de los mismos nos hará útiles para salvar a los pecadores, para nutrir a los nuevos y para alimentar a los santos. Debemos esforzarnos por poner en práctica en las reuniones de grupo vital todas las cosas que hemos tratado en el entrenamiento.
A fin de tratar con nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades, necesitamos tener una visión de que hemos sido crucificados (Gá. 2:20a). Debemos orar así: “Señor, te agradezco que clavaste en la cruz mi manera de ser, mi carácter y mis peculiaridades”. Necesitamos tener una visión de la crucifixión de Cristo. Por Su misericordia y gracia debemos aceptar esta visión y luego vivir por el Espíritu. En nuestra vida diaria el Espíritu aplica la muerte de Cristo a todas las cosas negativas de nuestro ser.
Tenemos que aprender en nuestra vida diaria y práctica a ser tratados muy finamente en nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades. En ciertas ocasiones podemos pensar que algunos hermanos y hermanas han mejorado, pero su mejoría es cuestionable. La verdadera mejoría debe ser causada por el trato específico con nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades. Si no tenemos algunas experiencias específicas y prácticas en esto, no podemos tener una verdadera mejoría en vida. Más del noventa por ciento de nuestro crecimiento en vida depende de cuánto hayan sido tratados nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades. Nuestra vida diaria está llena de estas tres cosas.
Cada uno de nosotros tiene una manera de ser particular. Un hermano tiene su manera particular de asistir a las reuniones y escoger un asiento. Aun al venir a la reunión y buscar un asiento, dicho hermano no obedece al Espíritu, sino a su peculiaridad. Si un ujier trata de ubicar a este hermano en otro sitio, es posible que se ofenda. Necesitamos considerar con qué frecuencia obedecemos al Espíritu durante el día. La mayoría de las veces nos conducimos, nos movemos y nos comportamos según nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades.
Algunos hermanos son muy activos, por lo tanto les gusta laborar en las reuniones ayudando a acomodar a los hermanos en sus asientos y les gusta ayudar en la distribución del pan y el vino en la mesa del Señor. Otros hermanos son muy inactivos. Una vez que están sentados, no quieren que nada ni nadie los mueva. Si usted le pide al hermano activo que ayude en la reunión, él se alegrará mucho. Si le pide al hermano inactivo que lo haga, responderá que a él no le gusta hacer eso. Ambos hermanos están conduciéndose y sirviendo de acuerdo a su manera de ser y no según el Espíritu. Esto muestra que necesitamos morir a lo que somos para que Cristo pueda vivir en nosotros.