
Tengo mucha carga por la iglesia en Anaheim en cuanto a la práctica de las reuniones de grupo. En 1984 cuando fui a Taiwán, lo primero que traté fue las reuniones de grupo. En mi ministerio acerca de este asunto dije que podemos olvidarnos de los cielos y la tierra, pero no de las reuniones de grupo. También les dije a las iglesias que el ochenta por ciento de la vida de iglesia depende de las reuniones de grupo.
Las reuniones de grupo como parte de la manera ordenada por Dios, se ven claramente en la revelación del Nuevo Testamento. La iglesia nació el día de Pentecostés. Según Hechos 2:46, los creyentes que acababan de ser salvos empezaron a reunirse en sus hogares. Hechos 2:46 usa la frase de casa en casa (lit.). Según el griego, esta frase significa que los creyentes se reunían por casas, usando la casa como unidad básica de reunión. Esto implica que dondequiera que había un hogar de un creyente, allí había una reunión. El número de hogares era el número de reuniones de creyentes. Por consiguiente, el Nuevo Testamento indica que cada uno de nosotros debe tener una reunión en su hogar. Por supuesto, las reuniones de hogar no deben constar solamente de nuestra propia familia; deben incluir también a otros. Las Epístolas de Pablo indican que en algunas localidades la iglesia se reunía en un hogar (Ro. 16:5; 1 Co. 16:19; Col. 4:15; Flm. 2).
El Nuevo Testamento también nos muestra que además de tener las reuniones de grupos en los hogares, toda la iglesia debía reunirse en un solo lugar (1 Co. 14:23). Estas dos clases de reuniones —las reuniones de grupo en los hogares y las reuniones en las cuales toda la iglesia se reúne en un solo lugar— son como las dos alas de un avión. Con una sola ala el avión no puede volar. Las reuniones de grupo en los hogares son un “ala”. Y la reunión de toda la iglesia es la otra. Sin embargo, debemos ver que las reuniones de grupo son más fundamentales. Sin las reuniones de grupo es difícil obtener el aumento de la iglesia. Sin las reuniones de grupo que traen miembros nuevos, no podríamos reunirnos como la iglesia en su totalidad. Aunque la iglesia en Anaheim ha existido desde 1974, el número de hermanos de habla inglesa que se reúnen cada día del Señor es de aproximadamente ciento cincuenta. Este número es demasiado pequeño. La falta de crecimiento entre nosotros se debe principalmente a la deficiencia que hay en las reuniones de grupo en los hogares de los santos.
Durante más de siete años he dado muchos mensajes acerca de la práctica de las reuniones de grupo (véase El ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, mensajes 23-30, y The Practice of the Group Meetings [La práctica de las reuniones de grupo], publicados por Living Stream Ministry). En esos mensajes me basé en la Biblia para transmitir la visión y la revelación a este respecto. También di instrucciones detalladas acerca de la manera de conducir las reuniones de grupo. Durante este período no hice nada directamente para dar comienzo a la práctica de las reuniones de grupo, pues confiaba en que muchos santos comenzarían a hacer esto. Tenía la certeza de que los ancianos, los colaboradores y los santos que tienen un búsqueda seria tomarían lo que yo compartí, y que se reunirían para practicar y aprender a conducir las reuniones de grupo. Todos estos santos son muy aptos; si ellos practicaran esto, con seguridad tendrían éxito. Aunque he estado esperando ver esto en Anaheim desde abril de 1989, según la situación actual, casi nadie se ha levantado para poner en práctica las reuniones de grupo según la nueva manera. Algunos de los santos tienen cierta especie de reunión de grupo, pero esas reuniones son conducidas según la manera vieja. Dichas reuniones tiene su utilidad, pero tengo que decir que la manera en que se llevan a cabo no tiene mucho impacto. Esa no es la manera que nos muestra la Biblia. Nuestra desesperada necesidad hoy es practicar las reuniones de grupo según la nueva manera. Sin esto es muy difícil que obtengamos crecimiento alguno.
Para practicar la manera ordenada por Dios necesitamos las reuniones de grupo. Me alegro de ver que un buen número de santos hayan permanecido fieles al recobro del Señor en los últimos ocho años de mi ministerio, en los cuales he compartido acerca de la manera ordenada por Dios. No obstante, las iglesias necesitan “sangre nueva”, es decir, miembros nuevos. Solamente podemos traer miembros nuevos a la iglesia por medio de las reuniones de grupo.
Entiendo que muchos de los santos tienen el deseo de practicar las reuniones de grupo según la nueva manera, pero no lo han hecho porque piensan que no saben hacerlo. Sin embargo, déjenme decirles que ellos no saben hacerlo porque no lo han hecho. Si ellos lo hicieran, sabrían cómo hacerlo. Es un hecho que aprendemos a hacer las cosas haciéndolas. Si no tocamos cierta cosa, no la conoceremos. Es sólo cuando nos metemos en algo, que llegamos a conocerlo. Hay muchas cosas comunes y corrientes que no sabemos hacer sencillamente porque nunca las hemos hecho. Si las hiciéramos, aprenderíamos mientras las hacemos.
Tengo la carga de enseñarles con lujo de detalles la manera de formar los grupos y la manera de practicar las reuniones de grupo, igual que un profesor de inglés les enseña a sus alumnos las primeras letras. Sin embargo, no puedo hacer esto con toda la iglesia. No creo que toda la iglesia esté preparada para esto. Pero creo que algunos santos sí lo están.
Para formar los grupos según la nueva manera no hay necesidad de modificar ninguna de las reuniones actuales de la iglesia ni las reuniones de grupo. Podemos dejar que continúen como hasta ahora, sin tratar de cambiarlas ni de ponerles fin. Si deseamos empezar una reunión de grupo, debemos orar primero. No se debe hacer nada sin orar primero. Debemos hacerlo todo por medio de la oración y en conformidad con ella. En nuestra oración, podemos decir: “Señor, tengo la carga de tener una reunión de grupo. Señor, trae las personas. No puedo tener una reunión de grupo yo solo. Necesito por lo menos unas cuantas personas”. Para formar un grupo, uno no necesita un gran número de personas; tres o cinco son suficientes. Después de que usted ora al Señor, es posible que El le diga que vaya y tenga comunión con cierto hermano. Mientras usted va a ver a ese hermano, debe orar diciendo: “Señor, ¿qué le debo decir?”. Háganlo todo con oración; esto cambiará las cosas.
Si el hermano consiente y se une a usted, debe orar una vez más: “Señor, ¿qué debemos hacer? Este hermano desea unirse a mí. ¿Qué debemos hacer?”. En esta situación usted debe orar y no dominar al otro hermano diciéndole lo que debe hacer. Más bien pregúntele: “Bueno, ya que has expresado tu deseo de unirte a mí, ¿qué debemos hacer?”. Tal vez el otro hermano proponga que se reúnan los dos al día siguiente para orar y tener comunión. A partir del momento en que él dice que sí quiere unírsele y usted le responde preguntándole qué deben hacer, ustedes dos estarán unidos orgánicamente en el Espíritu. Su relación no será la misma de antes. Inmediatamente el Espíritu Santo confirmará esto, haciendo de los dos uno solo. Ustedes dos se amarán más que antes. Entonces usted aprenderá de él, y él de usted.
Después de orar juntos, es probable que en pocos días el Señor los guíe a ponerse en contacto con un tercer hermano. Por medio del contacto que ustedes tienen con él, como resultado de la oración, es posible que él se les una. Ahora tienen un grupo de tres. Les aseguro que si forman su grupo así, todo el que se una al grupo al instante vendrá a ser uno con ustedes orgánicamente.
No hagan nada según el concepto natural. Háganlo todo con oración. Es posible que el Señor los guíe a ponerse en contacto con otro. Quizá éste viva a gran distancia de usted, y usted le diga al Señor que él vive demasiado lejos. Sin embargo, ése es su propio concepto; en lugar de dejarse guiar por su concepto, usted debe seguir la dirección que recibió del Señor en oración. En una semana o diez días puede ser que usted se comunique con cuatro o cinco santos que estén de acuerdo en unirse con usted en un grupo. Este modo de agruparse es diferente del arreglo o la asignación hecha por los ancianos, y también difiere de la manera de formar grupos según la geografía o el vecindario. De hecho, son necesarios tanto el camino de la oración como el de la designación, para la formación de los grupos. En futuros mensajes voy a hablar más acerca de la manera de formar los grupos.
Antes de que tenga cuatro o cinco, es posible que usted ya tenga dos o tres. Ustedes dos o tres deben reunirse a orar, y empezar a conocerse mutuamente. Aunque se hayan reunido en la misma iglesia por años, quizá usted ni sepa cuántos hijos tiene otro miembro. También es probable que usted ni sepa que la esposa de uno de los hermanos ha estado enferma por un largo tiempo. Si ustedes estuvieran practicando las reuniones de grupo en la debida forma, en la misma hora que uno de los miembros del grupo se enfermara, los demás se enterarían de ello. Al reunirnos en grupo, lo primero que hacemos es conocernos mutuamente. Cuando nos reunamos debemos averiguar la situación de cada uno de los miembros del grupo. Quizá digamos que nos conocemos mutuamente, pero en realidad ése no es el caso. Cuando uno de los miembros de nuestra familia se enferma, tal vez evitemos decírselo a otros. Tal vez digamos que todos en la casa están bien, cuando en realidad algunos no lo están. En lugar de hacer eso, debemos ser francos y presentar nuestra situación a los demás, sin esconder cosas.
Después de sincerarnos los unos con los otros acerca de nuestra situación, debemos orar los unos por los otros, y cuidarnos y ayudarnos mutuamente. Este es un paso que va más allá en la práctica de las reuniones de grupo. Debido a que no hemos sido francos los unos con los otros, y no nos cuidamos mutuamente, hemos perdido el impacto. Si ustedes practican la nueva manera, inmediatamente tendrán el impacto. Cuando ustedes formen un grupo, no deben salir al día siguiente a visitar gente y a tocar en puertas nuevas, sino que los miembros del grupo deben orar juntos. El Señor es viviente y verdadero. El está con nosotros; pero El no nos respalda en la vieja manera. En la vieja manera El ni es viviente ni es real para nosotros, porque nosotros no tomamos Su camino orgánico. Cuando nos reunimos para tener comunión, no somos totalmente francos con los demás. Es por esto que ha habido poco fruto en nuestra comunión. Da la impresión de que el Señor no está con nosotros o que está con nosotros sólo en parte. El Señor sí nos concede Su gracia y El es muy amplio y nos cuida; pero eso no quiere decir que está satisfecho con nosotros. El se alegra con nosotros al grado en que estemos abiertos a tener comunión con los demás miembros.
Tenemos poco impacto porque nunca hemos sido francos en nuestra comunión con los demás miembros. Cuando salimos a tocar a las puertas, hasta los incrédulos pueden notar que entre ustedes dos o tres hay conflictos. No es necesario que ustedes lo digan; ellos pueden percatarse de que ustedes tienen problemas. Eso reduce el impacto. Pero si ustedes son realmente uno, los incrédulos también pueden percibir esto. Puede ser que digan para sí: “¡Qué maravilloso es ver que estas tres personas son uno. En toda mi vida jamás había visto nada semejante”. Ese es el impacto. Cuando hay tanta unidad e impacto, sin lugar a dudas los incrédulos tomarán la decisión personal de unirse a ustedes. Quizás ellos no entiendan claramente lo que ustedes predican, pero después de que ustedes se vayan, dirán ellos entre sí: “Esta gente es sincera. Ellos dicen lo que creen, y hablan lo que son”. Después del día de Pentecostés, los creyentes no empezaron a practicar intencionalmente algún tipo de comunismo. De haberlo hecho, habría sido una vergüenza para ellos. Sin embargo, ellos tenían todas las cosas en común (Hch. 2:44-45; 4:32) para mostrarle a todo el universo, y aun a los demonios, a los ángeles, al Señor y a Satanás, que ellos eran verdaderamente uno. Espontáneamente tuvieron impacto (5:12-14).
Necesitamos calibrar la manera en que bautizamos a los nuevos. Después de que alguien es salvo, ustedes no deben bautizarlo inmediatamente. Además, si es posible ustedes deben evitar bautizarlo en la bañera. Bautizar a alguien en la bañera no es ni elegante ni distinguido. Reconozco que esto difiere de lo que he enseñado antes. Les dije desde el comienzo que soy como un científico en el laboratorio. Estoy estudiando para poder descubrir la manera óptima de practicar la manera ordenada por Dios. Basados en lo que practicamos antes en Taipéi, aprendimos que esto de bautizar inmediatamente a la gente debía ser considerado con más detenimiento. Fueron tantas las personas que bautizamos allí, que no pudimos cuidarlas adecuadamente. No es normal que una madre dé a luz quince hijos en un solo parto. En Taipéi tratamos de bautizar toda la gente que pudiéramos en el menor tiempo posible. Al final bautizamos treinta y ocho mil personas, pero perdimos tal vez treinta y cinco mil de éstas porque no les cuidamos como debimos. Descubrimos que esta clase de práctica no era muy eficaz. Si setecientos santos hubiesen bautizado solamente tres mil personas en ocho meses, con seguridad cada una de ellas habría sido cuidada como es debido.
Después de buscar al Señor en oración pidiéndole que les guíe en la formación de su grupo, ustedes deben orar mucho en cuanto a qué persona deben visitar y llevarle el evangelio. Creo que el Espíritu Santo les guiará a cuidar de sus amigos íntimos y de sus familiares primero. Ustedes también deben orar acerca de cuál de los tres o cinco miembros del grupo debe ir y tener contacto con sus amigos y parientes. El Señor les guiará.
La primera vez que ustedes salgan a tener contacto con otras personas, no deben hablarles mucho del Señor. Si ustedes hablan mucho del Señor o de la Biblia, es posible que ellos piensen que ustedes son demasiado religiosos. Es posible que no les guste la idea de llegar a ser tan religiosos como ustedes. En las primeras ocasiones que tengan contacto con ellos, ustedes deben darse a conocer y ganarse la amistad de ellos. Después de dos o tres encuentros, el Espíritu quizá le dé la indicación de que ellos los han aceptado. Entonces ustedes pueden hablar francamente acerca del Señor. Aun en esta ocasión, no deben pedirles precipitadamente que oren. Esperen hasta la siguiente vez que hablen. Avancen lentamente, paso por paso. Si en un lapso de un mes después de formar un grupo ustedes pueden hacer que una persona sea salva, esto será maravilloso.