
En este mensaje me gustaría entrenarlos en cuanto a la manera de relacionarse con otras personas y de traerlas al Señor.
Estamos continuamente relacionándonos con la gente. Estamos en contacto con nuestros familiares, vecinos, compañeros de clase y de trabajo. Lo primero que tenemos que aprender en nuestro contacto con la gente es la manera de discernirlos, de conocerlos. Tenemos que discernir qué clase de manera de ser y de carácter tienen. También debemos conocer su modo de ser y su temperamento cuando hablemos con ellos. Tenemos que discernir si están contentos o enojados. A veces las personas tratan de ocultar su temperamento cuando hablan con uno. Es difícil hablarle a una persona que está enojada o muy excitada. Esta es la razón por la cual debemos discernir la situación de una persona cuando le hablemos.
Quizás nos demos cuenta de que ciertas personas son muy orgullosas, giran en torno a su mente, son muy filosóficas o muy emotivas. Tal vez veamos que otras son muy obstinadas y no están dispuestas a cambiar su manera de pensar. Lo que ellos dicen, eso debe hacerse. Si discernimos apropiadamente a los demás, esto nos ayudará a llegar hasta ellos y a tener una relación adecuada con ellos. No debemos dejar que la gente se dé cuenta de que discernimos lo que son, de que los estamos midiendo y examinando. Simplemente debemos actuar normalmente con ellos.
Aunque conozcamos el carácter, la manera de ser y la situación de alguien, nunca debemos tratar de corregirlo. Si uno descubre que cierta persona es emotiva y de mal carácter, debe procurar no hablarle de su mal genio. Si lo hace, comete un error. Siempre hable, actúe y exprésese con naturalidad, y no trate de corregir a otros.
Además de esto, tenemos que aprender a confiar en el Señor en el momento que estemos hablando con alguien. Debemos orar interiormente: “Señor, mira a esta persona. Señor, ¿qué debo hacer?”. Mientras oramos interiormente, debemos simplemente seguir la dirección del Señor y hablar con naturalidad.
Esta clase de contacto con la gente está basada enteramente en el principio de la encarnación. La encarnación es asunto de dos naturalezas: la naturaleza divina y la naturaleza humana. La encarnación significa que estas dos naturalezas se unen y se mezclan. Cuando nos relacionamos con otros, debemos practicar el principio de la encarnación.
El principio sobre el cual los apóstoles escribieron las epístolas es el principio de la encarnación. Romanos fue escrito en esta forma. No hay duda de que fue escrito humanamente. Pero tal hecho no fue total ni exclusivamente de un hombre, Pablo. Pablo escribía junto con el Espíritu. En las epístolas, Pablo nos dijo que era él quién escribía a los santos. El no decía: “Así dice el Señor...”. Esta es la creencia del movimiento pentecostal, y concuerda con el Antiguo Testamento; no corresponde al principio de encarnación, que corresponde al Nuevo Testamento, y el cual todos debemos practicar.
Es por esto que necesitamos mucha preparación para hacernos uno con el Dios Triuno que mora en nosotros. Dondequiera que estemos y a dondequiera que vayamos, debemos decir que somos uno con Dios. Cada vez que hablemos, deberíamos hablar según el principio de encarnación. No debemos hablar a otros estando en nosotros mismos, sino que debemos hablar juntamente con el Señor, quien mora en nosotros. Nosotros hablamos, pero es el Señor quien se expresa. Esto concuerda con lo que el apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 7. El dio su parecer (vs. 10, 12, 40) aunque dijo que no tenía mandamiento del Señor al respecto (v. 25). Al final él dijo: “Pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios” (v. 40). Esto demuestra que él y Dios el Espíritu hablaban juntos. Debemos practicar siempre este principio.
En el Antiguo Testamento la palabra de Jehová venía sobre el profeta (Jer. 1:2; Ez. 1:3); el profeta no era más que el portavoz de Dios. Pero en el Nuevo Testamento el Señor es uno con Sus apóstoles, y ellos son uno con El; de esta manera ambos hablan unánimes. La palabra del Señor se convierte en la palabra de los apóstoles, y lo que ellos dicen es la palabra de El. Este es el principio de encarnación.
Ahora me gustaría mencionar unos cuantos puntos prácticos. Al tener contacto con las personas, no debemos comenzar nuestra conversación de un modo extraño. Debemos, más bien, hablar de un modo común y corriente. En nuestra manera común y corriente de hablar podemos hablarles algo del Señor.
Un hermano nos contó que en su trabajo conoció a un ingeniero joven y le leyó algunas de las notas de la Versión Recobro del Nuevo Testamento acerca de la genealogía de Cristo en Mateo 1. El tenía la esperanza de que el joven sería atraído por la verdad que hay en Mateo 1. Pero cuando aquel joven se enteró de que este hermano se reunía en una iglesia local en el recobro del Señor se puso a criticar. Este hermano también tiene un vecino que es pastor. Este pastor también se puso a criticar cuando descubrió dónde se reunía este hermano. Cuando se encuentre con casos de rechazo y de crítica como éstos, no debe desanimarse. Hay muchos casos como éstos.
Debe tener paciencia; no debe discutir con la gente. Cuando alguien diga algo de una manera negativa y contenciosa, lo mejor que se debe hacer es cambiar el tema de conversación para calmar a la persona y conservar su amistad. Uno tiene que buscar la dirección del Señor para saber cuál es la mejor oportunidad para hablarle a la persona acerca de sus preocupaciones y conceptos erróneos. Tal vez la próxima ocasión que esté con la persona, tenga la oportunidad de hacerlo. Desde luego, antes de esta ocasión usted debe orar mucho. Debe orar por el tiempo propicio para hablar con las personas. Luego puede conversar con ellas con naturalidad.
Si el Señor dispone otra ocasión para que usted hable con ese joven, puede cambiar el tema de la genealogía de Cristo por el libro de Filipenses. Este joven es cristiano y conoce la situación de los cristianos hoy. El ciertamente busca al Señor. De no ser así, no estaría preocupado por que usted esté en el recobro del Señor. Usted puede compartir Filipenses 1:19 con esta persona. Este versículo es una palabra muy placentera acerca de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Este es un tema agradable y placentero. No debe hablar con él acerca de la genealogía de Cristo. Más bien, háblele de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.
Después de cierto tiempo puede compartir con él Filipenses 1:21a. Aquí Pablo dijo: “Porque para mí el vivir es Cristo”. Pablo vivía a Cristo para poder magnificar a Cristo, o por vida o por muerte (v. 20). Esta es otra palabra agradable. Si puede hablar con él cada dos o tres días y enseñarle bastantes cosas agradables de las Escrituras, el corazón de ese joven será conmovido.
Por medio de su oración y su conversación, se ganará la confianza de él y tal vez, con el tiempo, le exprese una vez más sus preocupaciones acerca de los rumores falsos que ha oído acerca de nosotros. Usted debe aprender a ser sabio. No le debe responder diciendo meramente que estos rumores son falsos y sin sentido. Puede decir: “Todos nosotros conocemos el principio de causa y efecto. Si hay un efecto, debe de haber alguna causa. Yo he estado escuchando el ministerio en las iglesias locales por mucho tiempo, y usted sabe que yo no soy insensato. ¿Cómo puede el Señor obtener semejante resultado entre nosotros con un depósito tan rico de la verdad? ¿Cuál es la causa?”. No le diga nada más. Tal vez él querrá que le comparta más, pero usted debe esperar otra ocasión para seguirle hablando. No debemos tener prisa. No debemos pensar que necesitamos terminar nuestra conversación en un solo día para ganar una persona. Un buen pescador es muy constante. Si un pescador actúa demasiado rápido, alejará los peces. Un buen pescador sabe que cuanto más el pez muerda la carnada, más atrapado será.
En otra ocasión tal vez puede decirle algo más. Puede decirle: “El mes pasado le compartí acerca de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo y acerca de que vivimos a Cristo para poder magnificarle o por vida o por muerte. Yo fui cristiano años y nunca oí estas verdades. Ni siquiera sabía que estas cosas estaban en la Biblia. Cuanto más escuchaba el ministerio en la iglesia, más verdades de la Biblia descubría. Centenares de personas han tenido la misma experiencia”. Esta es la manera de aclarar las dudas de los rumores falsos que aquella persona ha oído.
En principio usted debe tratar con el pastor de la misma manera. Es posible que él le pregunte si usted tiene pastor. Usted puede responderle que tiene muchos pastores y que también usted es pastor. Usted puede decir: “Yo estoy trabajando, pero también soy un pastor que no recibe salario”. Después puede hablarle de algunos creyentes nuevos o de algunos santos que usted ha pastoreado. El también puede preguntarle cómo está organizada su iglesia, y cómo recauda fondos para su iglesia y para su obra. Usted debe siempre contestarle en una forma que despierte interés. No tenga prisa al tratar de ganar a la gente.
Con el tiempo quizá él le pregunte si puede venir a la reunión, pero usted no debe responder hasta que tenga el sentir de que es el momento adecuado para que él venga. Cuando usted vea que es el tiempo propicio, puede decirle: “Ahora yo lo llevaré a mi reunión, pero primero usted tiene que hacerme un favor. Lléveme a su iglesia para ver su reunión”. Sería mejor si usted pudiera ir al lugar de su reunión dos o tres veces antes de traerlo a nuestra reunión. Entonces usted podrá ver sus prácticas. Esto lo preparará para traerlo a nuestra reunión. Entonces usted sabrá cómo compartir con él y cómo dirigirlo para que vea algunas cosas y para que pueda comparar. Esta comparación será beneficiosa para él. Estos son ejemplos de la manera en que podemos cuidar a las personas ministrándoles a Cristo. Necesitamos aplicar el principio de la encarnación con todas las personas con quienes nos relacionamos.
Como miembros de los grupos vitales, necesitamos pagar la deuda del evangelio (Ro. 1:14-15), la cual tenemos para con nuestros familiares, quienes son nuestro círculo íntimo, nuestros contactos más cercanos. Muchos de nuestros familiares todavía no son salvos. Necesitamos orar por ellos. Es posible que a partir de hoy el Señor nos guíe a orar por ellos durante seis meses. Usted no necesita hacer oraciones largas. Cada día después de levantarse, podría decir: “Señor, mi madre todavía no es salva”. Esta es su oración. Después del trabajo, por la tarde, cuando se suba al carro, podría repetir: “Señor, mi madre todavía no es salva”. Suplíquele al Señor en esta manera por medio año, y vea lo que sucederá.
George Müller, en su autobiografía, nos dice que él oró por cientos de personas. Tarde o temprano todas estas personas fueron salvas. El oró mucho tiempo por una persona de su lista, y más tarde, ese hombre fue salvo después de que George Müller murió. Tenemos que creer que nuestra preocupación por los pecadores procede del Señor. El escogió y predestinó muchas personas, y ahora nuestra oración es necesaria para que sean salvas. Miles de personas en nuestras localidades fueron escogidas y predestinadas por nuestro Padre Dios, pero si no hubiese habido oración, ni preocupación de parte de los hijos de Dios para con quienes El escogió, El no salvará a nadie. El no puede salvar a nadie hasta que nosotros oremos. En principio, todos nosotros hemos sido salvos a través de la oración de alguien. Yo fui salvo a través de la oración de mi hermana. Todos nosotros necesitamos orar por nuestros familiares continuamente hasta que todos ellos sean salvos.
No necesitamos hacer oraciones largas. Algunos de nosotros tenemos el hábito de hacer oraciones largas cuando oramos. Esta manera de orar es un desperdicio de palabras. El Señor desea oír nuestras oraciones genuinas, no nuestras explicaciones ni enseñanzas. Nosotros debemos suplicarle al Señor de una manera simple y directa por la salvación de todos nuestros familiares, uno por uno. Esta es la manera de pagar la deuda del evangelio que tenemos para con nuestros familiares, el círculo del cual somos responsables. Debemos considerar a nuestros vecinos como nuestro segundo círculo, y luego a nuestros compañeros de clase y colegas como nuestro tercer círculo. El Señor les dijo a Sus discípulos que ellos serían Sus testigos en Jerusalén (el círculo íntimo), en Judea (el segundo círculo), en Samaria (el tercer círculo), y hasta lo último de la tierra (Hch. 1:8).
Esto no significa que mientras estamos pagando la deuda del evangelio que tenemos para con nuestros familiares, no debemos hablar con nadie más. Mientras laboramos con el Señor en el evangelio, El soberanamente nos dará personas. No debemos olvidar el caso de Felipe con el eunuco de Etiopía en Hechos 8. Este eunuco volvía a su país después de haber alabado a Dios en Jerusalén, y estaba leyendo el libro de Isaías. El Espíritu guió a Felipe a este eunuco para que fuera salvo. Ese eunuco no era alguien íntimamente relacionado con Felipe. Si nosotros amamos al Señor y estamos dispuestos a sacrificar todo por la salvación de otros, el Señor soberanamente nos llevará a quienes El escogió y predestinó.
El Señor busca a los que le aman. Para poder ser miembros vitales en los grupos vitales, debemos amar al Señor. El Señor debe tener el primer lugar, la preeminencia, en nuestros corazones. Necesitamos vivir al Señor y debemos vivir para El. Si somos personas así, ¿no nos usaría el Señor? Con seguridad El nos usaría. El nos usaría todos los días para relacionarnos con la gente. Ya que amamos al Señor espontáneamente nos preocuparemos por la salvación de otros.
Todos nosotros necesitamos tener la carga de pagar nuestra deuda. Pablo dijo en Romanos 1 que él era deudor a los que no habían escuchado el evangelio por medio de él (vs. 14-15). Pablo se esforzaba por pagar la deuda que tenía en el evangelio. El dijo que le debía el evangelio a la gente. Nosotros les debemos a nuestros padres, familiares, primos, cuñados, vecinos, compañeros de clase y colegas. Le debemos el evangelio a todo hombre.
Le podemos decir a alguien que le debemos algo. Cuando él nos pregunte qué le debemos, le podemos decir: “Yo le debo a Cristo”. Luego le podemos hablar de Cristo. Si amamos al Señor y nos esforzamos por pagar nuestra deuda en el evangelio, el Señor nos utilizará para conducir personas a El. Nosotros todavía no nos hemos “enloquecido” de tal manera. Yo fui salvo por medio de una persona que estaba “loca” en esta manera, que amaba al Señor a lo sumo. Ella era una hermana joven que era seis años mayor que yo. Debemos recordar que las personas que engendremos serán como nosotros.
En el recobro del Señor, estamos bajo Su perfeccionamiento para ser miembros útiles de Su Cuerpo. Efesios 4:11 y 12 nos dice que El dio a Su Cuerpo, la iglesia, unos como apóstoles, otros como profetas, otros como evangelistas a otros como pastores y maestros a fin de perfeccionar a los santos. El versículo 12 dice que somos perfeccionados para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo. Finalmente, los que han sido perfeccionados llevarán a cabo la obra del ministerio igual que los miembros dotados. El apóstol Pablo permaneció en Efeso tres años para hacer esta obra de perfeccionamiento (Hch. 20:31). El dijo que enseñaba públicamente y de casa en casa (v. 20). También dijo que amonestaba con lágrimas a cada uno (v. 31). De casa en casa quiere decir que Pablo enseñó en las casas de los santos.
Debido a que los santos de Efeso habían recibido el perfeccionamiento de Pablo, él les podía escribir esa maravillosa epístola, o sea, Efesios. El estuvo con ellos tres años preparándolos, para luego poder escribirles esa epístola. El capítulo 1 de Efesios revela la impartición de la Trinidad Divina y la transmisión del Cristo ascendido. El capítulo 2 revela la obra maestra de Dios en la nueva creación, y la creación del nuevo hombre. El capítulo 3 nos muestra la economía eterna de Dios y al Cristo que hace Su hogar en nuestros corazones. El capítulo 4 nos revela la mezcla divina y el crecimiento en el Cuerpo de Cristo. También nos muestra que el Cuerpo se edifica a sí mismo, y nos muestra la renovación en el Espíritu. Los capítulos 5 y 6 nos muestran los asuntos de la unión y la lucha. Nuestra unión matrimonial con Cristo se encuentra en el capítulo 5, y nuestra lucha en la batalla espiritual, en la cual tratamos con el enemigo de Dios, se encuentra en el capítulo 6. Esto corresponde a Apocalipsis 19. En este capítulo vemos la unión matrimonial de Cristo y Su novia (vs. 7-9). Inmediatamente la novia y el Novio llegan a ser un ejército para luchar contra el anticristo y sus seguidores y para así vencerlos (vs. 14-21). Pablo pudo escribirles el libro de Efesios a los santos de esa ciudad, debido a que él los había preparado y perfeccionado por tres años.
Nosotros indudablemente necesitamos poner en práctica Efesios 4:12. Todos nuestros hermanos y hermanas en el Señor que están en el recobro deben de ser perfeccionados para la obra del ministerio, es decir, para la edificación del Cuerpo de Cristo. Nosotros no sólo estamos ganando almas en la predicación del evangelio, sino que también nos estamos esforzando por llevar a cabo Efesios 4:12. Hoy día, Dios busca a los que han sido perfeccionados. Yo espero que nos relacionemos con otros y que hablemos con ellos en una manera perfeccionada conforme al principio de encarnación. Necesitamos pagar nuestra deuda en el evangelio de la manera revelada en este mensaje.