
El Nuevo Testamento es el cumplimiento del Antiguo Testamento. Mateo 1:22 y 23 indican esto: “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: ‘He aquí, una virgen estará encinta y dará a luz un hijo, y llamarán Su nombre Emanuel’ (que traducido es: Dios con nosotros)”. Este Hijo nacido de una virgen es la simiente de la mujer profetizada en Génesis 3:15. Por tanto, el nacimiento de Cristo fue un gran cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento.
La primera profecía en el Antiguo Testamento es Génesis 3:15. Después de la caída del hombre, esto es, después que la serpiente se forjó en el hombre, Dios prometió que la simiente de la mujer aplastaría a la serpiente. Esta promesa con respecto a la simiente de la mujer fue la primera profecía en la Biblia. Esta profecía es cumplida en Mateo 1:22 y 23. En Gálatas 4:4 Pablo dice que Cristo era Aquel nacido bajo la ley y nacido de mujer. Por tanto, Cristo no solamente vino para cumplir la ley, sino también para cumplir la promesa de que la simiente de la mujer habría de aplastar la cabeza de la serpiente.
En Isaías 7:14 hay otra profecía con respecto a Cristo: “He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo”. Según Mateo 1:23, este Hijo sería llamado Emanuel, que significa “Dios con nosotros”. Por tanto, el cumplimiento de esta promesa introdujo a Dios en el hombre.
Lucas 24:25-27 y 44-46 también indican que el Nuevo Testamento es el cumplimiento del Antiguo Testamento. Los versículos del 25 al 27 dicen: “Él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer en todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en Su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les explicaba claramente en todas las Escrituras lo referente a Él”. Como lo indica el versículo 44, las Escrituras incluían la ley de Moisés, los profetas y los salmos.
Lucas 24:44-46 procede a decir: “Les dijo: Éstas son Mis palabras, las cuales os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de Mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al tercer día”. La ley de Moisés, los profetas y los salmos son las tres secciones que conforman la totalidad del Antiguo Testamento, esto es, “todas las Escrituras” (v. 27). Lo dicho aquí por el Salvador devela que todo el Antiguo Testamento es una revelación de Él y que Él es el centro y contenido del mismo. El hecho de que el Señor abriese el entendimiento de Sus discípulos para que comprendiesen las Escrituras indica que para entender las Escrituras es necesario que el Señor Espíritu nos abra el entendimiento por medio de Su iluminación (Ef. 1:18).
Romanos 1:2 habla sobre el evangelio de Dios “que Él había prometido antes por medio de Sus profetas en las santas Escrituras”. Este evangelio, que es acerca de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor (v. 3), había sido prometido por Dios por medio de Sus profetas en las Escrituras. Esto indica que el evangelio de Dios no fue un accidente, sino que fue planeado y preparado por Dios. Antes de la fundación del mundo, Dios había planeado tener este evangelio. Por tanto, en numerosas ocasiones en las santas Escrituras, desde Génesis hasta Malaquías, Dios habló a manera de promesa por medio de los profetas referente al evangelio de Dios. Por tanto, Romanos 1:2 es una demostración adicional del hecho de que el Nuevo Testamento es el cumplimiento del Antiguo Testamento.
En 1 Corintios 15:3 y 4 Pablo dice: “Porque primeramente os he trasmitido lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. Nuevamente, aquí las Escrituras se refieren al Antiguo Testamento. La muerte de Cristo por nuestros pecados, Su sepultura para darnos fin y Su resurrección para nuestra germinación con la vida divina fueron, todos ellos, eventos que tuvieron lugar conforme a las profecías del Antiguo Testamento (Is. 53:5-8, 10-12; Sal. 22:14-18; Dn. 9:26; Is. 53:9; Sal. 16:9-10; Os. 6:2). Éstos son tres asuntos básicos de entre las cosas que componen el evangelio. El hecho de que la muerte de Cristo, Su sepultura y Su resurrección fueron realizados conforme a las Escrituras demuestra nuevamente que el Antiguo Testamento es cumplido en el Nuevo Testamento.
Los estudiosos de la Biblia con frecuencia dicen que las profecías referentes a Cristo en el Antiguo Testamento se cumplen en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, Miqueas 5:2 dice: “(Pero tú, oh Belén Éfrata, / tan pequeña entre los millares de Judá, / de ti me saldrá / Aquel que será Gobernante en Israel; / y Sus salidas son desde tiempos antiguos, / desde los días de la eternidad)”. Esta profecía se cumple en Mateo 2:4-6 y Lucas 2:4-7. Sí, aquí tenemos un caso del cumplimiento del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento. Sin embargo, debemos avanzar para ver algo más profundo con respecto al Nuevo Testamento como cumplimiento del Antiguo Testamento.
Si obtenemos un entendimiento más profundo del cumplimiento del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento, veremos que Cristo vino no solamente para cumplir las profecías, sino también para cumplir la dispensación eterna de Dios, la cual es la impartición de Dios mismo en Su pueblo escogido a fin de que la iglesia sea producida. Esta impartición de Dios mismo en Su pueblo escogido fue prometida, profetizada, tipificada y representada mediante sombras en el Antiguo Testamento, y fue cumplida por la venida de Cristo en el Nuevo Testamento. Por tanto, Cristo no vino solamente para cumplir las profecías acerca de Su nacimiento, muerte y resurrección; Él vino, en particular, para cumplir las promesas, las profecías, los tipos y las sombras referentes a la impartición de Dios mismo en Su pueblo escogido a fin de que la iglesia sea producida.
El Nuevo Testamento es el desarrollo y la cosecha de la semilla sembrada en el Antiguo Testamento. Los maestros de la Biblia están acostumbrados a decir que la revelación divina en la Biblia es progresiva. Yo mismo he hablado también de la revelación divina en estos términos. Sin embargo, esta manera de considerar la revelación divina en las Escrituras es, más bien, superficial. De hecho, en lugar de meramente ser progresiva, la revelación divina contenida en la Biblia es una revelación que se desarrolla.
Ciertos maestros de la Biblia han dicho que casi todas las semillas de las verdades están sembradas en el libro de Génesis. Después de años de estudiar la Biblia, he venido a estar de acuerdo con dicha afirmación. Las semillas de casi todas las verdades han sido sembradas en Génesis y después han crecido a lo largo de las Escrituras.
El crecimiento guarda relación con el desarrollo. Primero, una semilla es sembrada en el suelo y, después, la semilla crece. Mientras crece, la semilla se desarrolla. Después que un grano de trigo es sembrado en tierra, éste crece y se desarrolla hasta que finalmente produce muchos granos. Cuando el trigo está maduro, ése es el tiempo para recoger la cosecha. Del mismo modo, las verdades divinas en la Biblia son sembradas como semillas, principalmente en el libro de Génesis. Estas semillas se desarrollan a lo largo del Antiguo Testamento y especialmente en el Nuevo Testamento, hasta que llega el tiempo de la “cosecha” en el libro de Apocalipsis. En Apocalipsis 14 tenemos una visión respecto a la cosecha de la mies que ha madurado. Es importante ver que todo lo que es sembrado como semilla en el Antiguo Testamento es desarrollado en el Nuevo Testamento y, a la postre, es recogido como cosecha en Apocalipsis.
Ahora debemos hacer una pregunta crucial. ¿Qué se sembró como semilla en el Antiguo Testamento? Cristo es la semilla que se sembró en el Antiguo Testamento y que se desarrolla a lo largo de las Escrituras. En Génesis 3:15 Dios prometió a la humanidad caída que Cristo, como simiente de la mujer, vendría a aplastar la cabeza de la serpiente. La Biblia procede a revelar que esta semilla se desarrolla para llegar a ser la descendencia de Abraham, la descendencia de Isaac y la descendencia de Jacob. En el libro de Isaías vemos el desarrollo adicional de esta semilla para llegar a ser Aquel nacido de una virgen y que fue llamado Emanuel, el Dios fuerte e, incluso, el Padre eterno (Is. 7:14; 9:6). Finalmente, en el Nuevo Testamento, la semilla sembrada en el Antiguo Testamento producirá muchos granos, y estos granos se convertirán en la cosecha recogida en el libro de Apocalipsis. Con base en todo esto podemos ver que el Nuevo Testamento es el desarrollo y la cosecha del Cristo sembrado en el Antiguo Testamento, desarrollado a lo largo de los libros de la Biblia y recogido como cosecha en el último libro del Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento es la compleción de la revelación divina. En Colosenses 1:25 Pablo dice: “Fui hecho ministro, según la mayordomía de Dios que me fue dada para con vosotros, para completar la palabra de Dios”. La palabra de Dios es la revelación divina. Ésta no fue completada antes del Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento los apóstoles, especialmente Pablo, completaron la palabra de Dios en cuanto al misterio de Dios, que es Cristo, y en cuanto al misterio de Cristo, que es la iglesia, a fin de darnos una revelación plena de la economía de Dios. En tiempos de Pablo, la palabra de Dios incluía el Antiguo Testamento y lo predicado por los primeros apóstoles. Aunque la palabra de Dios predicada por los primeros discípulos crecía y se multiplicaba (Hch. 12:24), ella todavía no había sido completada en conformidad con la economía de Dios. Para lograr tal compleción, se requería de la revelación de Dios dada a Pablo. Según la mayordomía de Dios, Pablo fue hecho ministro de la iglesia a fin de completar la palabra de Dios. Consideren cuán grande sería nuestra carencia si no tuviéramos las epístolas de Pablo. Sin ellas, no tendríamos la compleción de la palabra de Dios.
Pablo recibió la revelación de Cristo como misterio de Dios. En Colosenses 2:2 él habla sobre “el pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo”. En Efesios 3:4 Pablo habla sobre el misterio de Cristo. El misterio de Dios en Colosenses 2:2 es Cristo, mientras que el misterio de Cristo en Efesios 3:4 es la iglesia. A Pablo también le fue dada la revelación con respecto a la dispensación de Dios (2 Co. 13:14; Ef. 3:14-19). Por tanto, la compleción de la palabra de Dios incluye el gran misterio de Cristo y la iglesia (Ef. 5:32), esto es, la plena revelación con respecto a Cristo, la Cabeza (Col. 1:26-27; 2:19; 3:11), y la plena revelación con respecto a la iglesia, el Cuerpo (Ef. 3:3-6).
En Colosenses 1:26 y 27 Pablo habla sobre “el misterio que había estado oculto desde los siglos y desde las generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a Sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Este misterio es Cristo mismo dentro de nosotros como nuestra vida hoy y como nuestra gloria en el futuro. Actualmente, esta gloria es nuestra esperanza. Con base en estos versículos vemos que la compleción de la revelación divina está relacionada con el Cristo que viene a impartir a Dios mismo en nosotros, quien es un misterio y nuestra esperanza de gloria.