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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 001-020)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE DOCE

DIOS: SU BENEPLÁCITO

  En este mensaje consideraremos:

EL BENEPLÁCITO DE DIOS: EL DESEO DEL CORAZÓN DE DIOS

  Efesios 1:5 dice: “Predestinándonos para filiación por medio de Jesucristo para Sí mismo, según el beneplácito de Su voluntad”. Efesios 1:9 añade: “Dándonos a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo”. Dios tiene una voluntad en la cual está Su beneplácito. Este beneplácito es el deseo de Su corazón. El deseo del corazón de Dios es el deleite de Su corazón.

A. TENER MUCHOS HIJOS

  El beneplácito de Dios, el deseo del corazón de Dios, es tener muchos hijos. Dios nos predestinó, nos marcó de antemano, esto es, antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4), para un determinado destino. El destino para el cual Dios nos marcó de antemano es la filiación. La meta de la predestinación de Dios es tener muchos hijos. Éste es el deseo del corazón de Dios y se halla revelado de manera enfática en el libro de Romanos.

  El pensamiento central del libro de Romanos es que la salvación provista por Dios hace de pecadores hijos de Dios, los cuales tienen Su vida y naturaleza para poder expresarle, a fin de que lleguen a ser constituyentes del Cuerpo de Cristo con miras a Su expresión.

  Romanos 8:14 dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. Que el Espíritu nos guíe en nuestra vida diaria es una señal de que somos hijos de Dios. Por ser hijos de Dios, poseemos la vida de Dios y la naturaleza de Dios. El guiar del Espíritu siempre corresponde con la vida y naturaleza de Dios a fin de demostrar que somos hijos de Dios.

  Romanos 8:15 dice: “No habéis recibido espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido espíritu filial, con el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”. Como hijos de Dios clamamos: ¡Abba, Padre! Mediante la impartición del Dios Triuno hemos llegado a ser verdaderamente hijos de Dios en vida; por tanto, podemos llamarle: “¡Abba, Padre!”. Como hijos de Dios, tenemos dentro de nosotros la vida de Dios, la naturaleza de Dios y el Espíritu del Hijo de Dios.

  Romanos 8:29 procede a decirnos: “A los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el Primogénito entre muchos hermanos”. En la etapa inicial somos niños (v. 16). En la etapa más avanzada, somos hijos de Dios (v. 14). Romanos 8:29 no dice que hemos de ser conformados a la imagen de los niños de Dios, sino que hemos de ser conformados a la imagen del Hijo de Dios. Mediante el proceso de conformación, Jesucristo, el Hijo primogénito de Dios, obtendrá muchos hermanos. Como Hijo de Dios, Cristo era el único, el unigénito Hijo de Dios. Ahora, mediante Su encarnación, crucifixión y resurrección, Él ha llegado a ser el Hijo primogénito de Dios, y los muchos hijos de Dios, quienes son Sus hermanos, están siendo conformados a Su imagen.

  En Romanos 1:4, el Hijo primogénito de Dios es designado como tal, pero en 8:29 los muchos hijos de Dios son conformados a Su imagen. La designación del Hijo primogénito de Dios es la obra por la cual se produce el prototipo; la conformación de los muchos hijos de Dios a Su imagen es la obra que redunda en la producción en serie. Habiendo obtenido el prototipo, Dios ahora busca obtener la producción en serie a fin de producir muchos hijos a la imagen del Hijo primogénito.

  La meta de Dios en conformidad con Su beneplácito, el deseo de Su corazón, es producir muchos hijos. Esta meta de producir muchos hijos de Dios requiere la redención, la impartición de vida y el vivir por esta vida a fin de que estas personas sean regeneradas, transformadas y conformadas a la imagen del Hijo primogénito de Dios. Dios usa a Su Hijo primogénito como prototipo, modelo, molde, a fin de producir muchos hijos. Por tanto, el Hijo unigénito de Dios ha sido hecho el Primogénito entre muchos hermanos. Esto es resultado de la impartición del Dios Triuno en nosotros.

  Hebreos 2:10 dice que Dios ha de “llevar muchos hijos a la gloria”. Los muchos hijos aquí son los muchos hermanos mencionados en Romanos 8:29. El último paso de la gran salvación provista por Dios consiste en llevar a Sus muchos hijos a la gloria. Romanos 8 dice que la obra de gracia de Dios, de la cual somos objeto, comenzó cuando Él nos conoció de antemano, prosiguió mediante Su predestinación, llamamiento y justificación, y culminará en Su glorificación (vs. 29-30). Romanos 8 también dice que la creación entera aguarda con anhelo la revelación, la glorificación, de los hijos de Dios, con la esperanza de que también la creación misma será partícipe de la libertad de la gloria de los hijos de Dios (vs. 19-21). Esto tendrá lugar cuando el Señor regrese, tiempo en el cual seremos manifestados juntamente con Él en gloria (Col. 3:4). Esta glorificación de los hijos de Dios, como meta de la salvación de Dios, perdurará durante el reino milenario y será plenamente manifestada en la Nueva Jerusalén por la eternidad (Ap. 21:11, 23).

  El Dios Triuno continúa trabajando al presente a fin de llevar a Sus muchos hijos a la gloria. Somos hijos de Dios, pero todavía no estamos en gloria. Un día estaremos en gloria. Esto será la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23). Nuestro cuerpo todavía no ha sido redimido, pero un día será transfigurado en un cuerpo glorioso (Fil. 3:21). Dicha redención de nuestro cuerpo es nuestra plena filiación.

  Apocalipsis 21:7 dice: “El que venza heredará estas cosas, y Yo seré su Dios, y él será Mi hijo”. Esto nos habla de los hijos de Dios en la eternidad en la Nueva Jerusalén. Aquí “venza” significa vencer al creer, como en 1 Juan 5:4 y 5. Vencer de este modo hace aptos a todos los creyentes para participar de la Nueva Jerusalén con todo su disfrute como la porción que ellos tendrán en común de la salvación eterna provista por Dios para Sus hijos. En realidad, los hijos de Dios en la Nueva Jerusalén serán los constituyentes de la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén será una composición de todos los hijos regenerados de Dios a fin de cumplir el deseo del corazón de Dios.

B. PARA LA EXPRESIÓN DE SU HIJO

  Es el beneplácito de Dios, el deseo de Su corazón, tener muchos hijos para que Su Hijo sea expresado. Como hemos visto, Romanos 8:29 dice que Dios nos predestinó para ser conformados a la imagen de Su Hijo. Que seamos conformados a la imagen de Su Hijo tiene por finalidad que Su Hijo sea expresado. En 2 Corintios 3:18 se nos dice: “Nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Esto corresponde con Romanos 8:29 en el sentido de que nosotros, los hijos de Dios, debemos ser transformados y conformados a la imagen del Hijo de Dios a fin de expresarlo. En Filipenses 1:20 el apóstol Pablo, uno de los muchos hijos de Dios, manifiesta su confianza de que Cristo será magnificado en su cuerpo, o por vida o por muerte; esto es expresar al Hijo de Dios. A continuación, en Filipenses 1:21, Pablo declara: “Para mí el vivir es Cristo”. La vida de Pablo era una vida que expresaba a Cristo el Hijo de Dios. En 1 Juan 3:2 se nos dice que “cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él”. Ser semejante al Señor también es expresar al Hijo de Dios. De acuerdo con el deseo de Dios y Su plan, nosotros, los hijos de Dios, debemos expresar a Su Hijo en el presente y estamos destinados a expresar a Su Hijo en la venida de Su Hijo.

  Con respecto a la expresión del Hijo de Dios, Efesios 1:23 indica que Su Cuerpo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Esta plenitud es la expresión de Cristo el Hijo de Dios. Cristo, quien es la corporificación del Dios infinito sin ninguna limitación, es tan grande que todo lo llena en todo. Para obtener Su expresión completa, un Cristo tan grandioso necesita del Cuerpo, cuyos constituyentes son los muchos hijos de Dios. Por ser la expresión del Cristo inescrutablemente rico, la iglesia es la expresión ilimitada del Cristo ilimitado. La iglesia es la plenitud de Cristo, quien es, Él mismo, la corporificación de la plenitud de Dios (Col. 2:9). El deseo de Dios es que la iglesia hoy en día sea tal expresión de Cristo, Su Hijo. A la postre, en Apocalipsis 21, la Nueva Jerusalén, la cual es la composición de todos los hijos de Dios (Ap. 21:7) y la consumación de la iglesia, será la expresión corporativa de Cristo el Hijo de Dios, quien será el templo dentro de la ciudad santa así como la lámpara que resplandecerá a través de la ciudad (vs. 22-23).

C. A FIN DE QUE ÉL SEA EXPRESADO EN EL HIJO POR EL ESPÍRITU

  Dios desea tener muchos hijos para la expresión de Su Hijo a fin de que Él sea expresado en el Hijo por el Espíritu. Mediante la encarnación, crucifixión y resurrección de Cristo, el Hijo primogénito de Dios, Dios ha producido millones de hijos. Estos hijos tienen por finalidad ser la expresión del Hijo de Dios. El deseo de Dios es tener muchos hijos que sean la expresión de Su Hijo, quien es ahora el Primogénito entre muchos hermanos. Cuando Su Hijo es expresado, Dios es expresado en el Hijo por el Espíritu.

  Pablo se refiere a la expresión de Dios en Efesios 3:19 cuando dice que habremos de ser llenos “hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. La plenitud de Dios aquí es la expresión corporativa de Dios por medio de la iglesia. Ser llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios equivale a ser llenos con el resultado de que nosotros, la iglesia, llegamos a ser la expresión de Dios. En Efesios 3 Pablo oró pidiendo que el Padre nos fortaleciera en nuestro hombre interior con poder por Su Espíritu para que Cristo pueda hacer Su hogar en nuestros corazones y lleguemos a conocer las dimensiones de Cristo —la anchura, la longitud, la altura y la profundidad— a fin de que seamos llenos hasta, o sea, resultando en, la plenitud de Dios, la cual es Su expresión corporativa: la iglesia.

  En Efesios 3:19 vemos la expresión de Dios, y en Efesios 3:16 se nos dice algo en cuanto al Espíritu. Los muchos hijos de Dios son la expresión de Su Hijo a fin de que Dios mismo pueda ser expresado en el Hijo por el Espíritu. En esto consiste el beneplácito de Dios, el deseo de Su corazón.

D. MEDIANTE SU IMPARTICIÓN

  Para que Dios sea expresado en el Hijo por el Espíritu se requiere que Dios se imparta Él mismo en Su pueblo escogido a fin de producir una expresión corporativa. En Efesios 3 el Padre responde la oración del apóstol y la lleva a cabo mediante el Espíritu para que Cristo el Hijo pueda hacer Su hogar en nuestros corazones. Como resultado de ello, somos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. En esto consiste la impartición del Dios Triuno en nuestro ser con miras a Su expresión corporativa. Hoy en día dicha expresión se halla en la iglesia, y ésta alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén, la eterna expresión corporativa del Dios Triuno.

  Dios desea impartirse Él mismo en Su pueblo escogido a fin de producir la iglesia de modo que Él pueda ser expresado corporativamente. Hemos visto los muchos aspectos de la persona de Dios y los ítems de Sus atributos. Todos los aspectos de la persona de Dios y todos los ítems de Sus atributos son los ingredientes de Dios como nuestro alimento a fin de ser impartidos en nuestro ser.

E. LA VIDA ES EL MEDIO, Y COMER ES LA MANERA

  Según Génesis 1, Dios creó al hombre a Su imagen con la intención de impartirse en el hombre. La manera en que esta impartición se lleva a cabo está descrita en el capítulo 2 de Génesis. La manera en que Dios se imparte Él mismo en el hombre es por medio de que el hombre le coma como árbol de la vida. Comer del árbol de la vida implica dos cosas: primero, que la vida es el medio por el cual Dios se imparte en nosotros; segundo, que comer es la manera en que Dios se imparte en nosotros. Si hemos de disfrutar la impartición de Dios, tenemos necesidad de la vida como el medio y de comer como la manera.

  Este asunto de comer es hallado en toda la Biblia, desde el principio en Génesis hasta el final en Apocalipsis. Tenemos el árbol de la vida en Génesis 2, y nuevamente tenemos el árbol de la vida en Apocalipsis 22. Entre Génesis 2 y Apocalipsis 22 hay una línea referente al comer. En el tiempo de la Pascua, los hijos de Israel comieron la carne del cordero a fin de recibir el suministro de vida (Éx. 12:3-5, 8-9). Después, en el desierto, ellos fueron sostenidos por el maná (16:14-15). El maná fue su alimento, y al comer el maná ellos recibieron el suministro de vida. A la postre, los hijos de Israel entraron en la buena tierra, y allí ellos disfrutaron el rico producto de la tierra (Jos. 5:12). Tres veces al año el pueblo se reunía para comer el producto de la tierra delante de Dios y con Dios. En sus fiestas ellos comían, y Dios también comía.

  En el Nuevo Testamento, el Señor Jesús en Juan 6 dice que Él es el pan de vida y que nosotros debemos comerle (vs. 35, 51, 56-57). Si le comemos como pan de vida, viviremos por Él. También Pablo, en sus epístolas, habla de comer el alimento espiritual. En 1 Corintios 10:3 él dice: “Todos comieron el mismo alimento espiritual”. En Apocalipsis 2:7 y 22:14, el Señor habla de comer del árbol de la vida.

  Esta serie de menciones con respecto al comer espiritual en la Biblia es un indicio contundente e implica claramente que Dios se ha propuesto impartirse Él mismo en nuestro ser teniendo como medio la vida y como manera el comer. Dios es vida para nosotros, y la manera en que nosotros le tomamos como vida consiste en comerle. Dios es nuestro alimento, y nosotros le comemos. Dios no solamente es nuestro alimento, sino que también es nuestro banquete. Esto es lo que se revela en las Escrituras.

  Dios no está ocupado principalmente en enseñarnos, sino en impartirse a nosotros. La impartición de Dios es un alimentar divino. Dios está alimentándonos constantemente. Él nos alimenta consigo mismo como alimento.

  Durante los siglos pasados ha habido quienes han recibido la impartición de Dios, santos que contactaron a Dios todo el tiempo. Incluso cuando ellos podrían no haber conocido la palabra impartición ni haber tenido el conocimiento adecuado acerca de comer a Dios, ellos ingirieron a Dios mismo como su alimento. Mayormente, ellos comieron a Dios al comer la Palabra. La Palabra nos comunica a Dios, quien es el contenido de la misma. Si no percibimos a Dios como contenido de la Palabra, ésta es vacía. Por tanto, comer las palabras de la Biblia es, en realidad, comer al Dios transmitido en la Palabra. En el pasado, las personas piadosas que dedicaron mucho tiempo a contactar a Dios recibían, espontáneamente e incluso sin darse cuenta, la impartición de Dios. Los aspectos de la persona de Dios y los ítems de Sus atributos son infundidos en nosotros como ingredientes del Dios que es nuestro alimento por medio de Su impartición. Tal vez no podamos recordar todos los aspectos específicos de la persona de Dios o todos los ítems de Sus atributos, pero siempre y cuando estemos recibiendo Su impartición, estos ingredientes son infundidos en nosotros. Simplemente coman a Dios, y todo lo que Él es y tiene será impartido en ustedes. Comer es la manera de experimentar la impartición de Dios para Su expresión.

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