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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 021-033)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE VEINTISIETE

CRISTO: SU PERSONA

(7)

  En este mensaje abarcaremos la persona de Cristo en Su vivir humano.

E. EN SU VIVIR HUMANO

  Los mensajes anteriores sobre la persona de Cristo han tratado principalmente sobre la persona de Cristo en el elemento divino. Ahora debemos ver Su persona en el elemento humano. Sin duda alguna, este aspecto de Cristo también tiene por finalidad la impartición de Dios. Para que Dios se impartiera en nuestro ser, era necesario que Él se hiciera un hombre. Antes que Dios pudiera impartirse en nosotros, Él primero tenía que impartirse en Cristo Jesús el hombre.

  Hemos señalado que en Su encarnación, Cristo fue concebido del Espíritu de Dios y nació de una virgen humana. Debido a esta concepción y nacimiento, Él posee tanto la esencia divina como la esencia humana. Por tanto, cuando Cristo se hizo hombre, Él era el Dios-hombre poseedor de la esencia divina y la esencia humana. Ahora debemos considerarlo a Él, el Dios-hombre, en Su vivir humano.

1. El Hijo del Hombre, hallado en Su porte exterior como hombre

  En Su vivir humano Cristo fue el Hijo del Hombre, hallado en Su porte exterior como hombre. Él no era solamente el Hijo del Hombre, sino que además fue hallado en Su porte exterior como hombre, pues vivió como un hombre. En Mateo 8:20 el Señor se refiere a Sí mismo como el Hijo del Hombre: “Las zorras tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar Su cabeza”. En Su vivir, el Señor Jesús continuamente vivió en Su porte exterior como hombre. Por tanto, Filipenses 2:8 dice que en Su vivir humano Él fue “hallado en Su porte exterior como hombre”. La frase porte exterior denota la apariencia externa, la semblanza. Ésta es una repetición específica de la noción de semejanza hallada en Filipenses 2:7. El aspecto de Cristo en Su humanidad, lo que los hombres veían, era Su porte exterior de hombre. Habiendo sido hallado en Su porte exterior como hombre, con aspecto de hombre, Él se humilló a Sí mismo. Esto significa que Él era un hombre y, como tal, Él no exigía nada para Sí; más bien, se humilló incluso al punto de morir en una cruz. Primero, teniendo la forma de Dios, Él se despojó a Sí mismo. Luego, hallado en Su porte exterior como hombre, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente incluso hasta la muerte (Fil. 2:7-8).

2. Un nazareno menospreciado

  En Su vivir humano, Cristo también era un nazareno menospreciado (Jn. 1:45-46). María concibió un niño en Nazaret (Lc. 1:26-27, 31). Sin embargo, según la profecía en Miqueas 5:2, Cristo tenía que nacer en Belén. Bajo el arreglo soberano de Dios, César Augusto ordenó un censo (Lc. 2:1-7), lo cual obligó a todos los habitantes a regresar a sus lugares de origen. María y José tuvieron que regresar a Belén, su pueblo natal. Inmediatamente después que ellos llegaron a Belén, Jesús nació allí. A la postre, un error cometido por los magos suscitó el odio y el celo del rey Herodes, quien se enfureció porque un niño destinado a ser rey hubiera nacido. Luego José, en un sueño, fue dirigido a llevar al niño a Egipto (Mt. 2:13-15). Esto le permitió a Dios cumplir la profecía dada en Oseas 11:1. Después que Herodes murió, a José se le dijo, en otro sueño, que regresara a la Tierra Santa (Mt. 2:19-20). Cuando José regresó y se enteró de que Arquelao, el hijo de Herodes, reinaba en Judea, tuvo temor de permanecer en territorio cercano a Belén; por tanto, se fue a Nazaret, donde Jesús fue criado (vs. 21-23). Por esta razón, Jesús fue llamado el nazareno (26:71; Mr. 10:47).

  Cuando Jesucristo nació en el linaje humano, Él apareció de una manera en cierto modo oculta, en una manera que no era pública ni evidente para todos. Él fue llamado Jesús el nazareno debido que Él procedía de Nazaret. Cuando Felipe conoció a Jesús, él comprendió que Jesús era el Mesías. Después, Felipe fue a Natanael y le dijo que había conocido al Mesías y que éste era hijo de José, un varón de Nazaret. De inmediato Natanael le dijo: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn. 1:45-46). ¿Le dio Felipe a Natanael la información equivocada? Es difícil decirlo. Felipe sólo sabía que Jesús era el hijo de José y que era un nazareno. Aunque Jesús procedía de Nazaret y era un nazareno, Él no había nacido en Nazaret, sino en Belén. Natanael se sentía turbado. Sin embargo, Felipe no discutió con él, sino que simplemente le dijo: “Ven y ve” (v. 46).

  Cristo, la descendencia de David, nació en Belén, pero se presentó como un nazareno de Galilea (Jn. 7:52), una aldea menospreciada por la gente de aquel entonces. Debido a que el Señor creció en Nazaret, los demás no lo consideraron como alguien nacido en Belén. En cierta ocasión Nicodemo, quien había venido a conocer a Jesús, intentó argumentar con los fariseos con respecto a Jesús. Ante ello, los fariseos le preguntaron: “¿Eres tú también galileo?” (v. 52). Galilea era una región gentil; la Biblia habla de “Galilea de los gentiles” (Mt. 4:15). Los fariseos parecían decirle a Nicodemo: “¿Eres tú también de Galilea? Sabemos que Jesús procede de Galilea, pero de Galilea no salen profetas”. Aparentemente, Jesús procedía de Galilea, de Nazaret; pero, en realidad, Él había nacido en Belén en conformidad con Su manera escondida y secreta de presentarse. En calidad de nazareno, el Señor creció como “raíz de tierra seca”, sin tener un “aspecto atractivo ni majestad”, “ni apariencia hermosa para que le deseemos”, pues Él “fue despreciado y desechado de los hombres” (Is. 53:2-3). Por esta razón, no debemos conocerle según la carne (2 Co. 5:16), sino según el Espíritu.

  Como nazareno menospreciado, el Señor Jesús externamente no era una persona en una posición elevada; más bien, Él estaba en una posición inferior, no en cuanto a su estándar, moral o virtudes, sino en cuanto a Su rango y posición. Cuando Él se hizo hombre, Él tomó la posición y el rango más bajo. Por tanto, Él fue menospreciado como nazareno.

  Galilea era una provincia menospreciada, y los galileos eran personas menospreciadas. Si consultan un mapa, verán que Samaria estaba entre Judea y Galilea. De estas tres provincias, Judea era tenida en alta estima. Samaria era menospreciada porque sus pobladores eran de sangre mixta. Aunque los galileos no eran de sangre mixta, aún así Galilea era considerada una región inferior. Todos los pobladores de esa región, en especial los habitantes de Nazaret, eran menospreciados. Tal como hicimos notar, aunque Cristo nació en Belén, la ciudad real de David, Él creció en Nazaret y, como resultado, fue conocido como un nazareno.

  Mateo 2:23 dice: “Vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por medio de los profetas, que habría de ser llamado nazareno”. Aquí “los profetas”, en plural, indica que no se refiere a una profecía en particular, sino a una síntesis del significado de varias profecías, tales como la contenida en Salmos 22:6-7. El título nazareno puede referirse a la palabra vástago en Isaías 11:1, la cual es la palabra hebrea netzer. Aquí el vástago, que representa a Cristo, es un brote [o retoño] “del tocón de Isaí”, el padre de David. Para cuando Jesús nació, el trono de David había sido derribado. Esto significa que el tronco real de David había sido talado, pero después un nuevo brote había retoñado del tocón de Isaí y crecido de sus raíces. Este brote retoñó y creció en medio de una situación de humillación. Jesús no nació en una casa real reconocida y honrada, ni tampoco creció en una ciudad de renombre como Jerusalén. Él nació en un hogar pobre y creció en un pueblo menospreciado. Todo esto hizo de Él un nazareno, no la rama elevada de un árbol majestuoso, sino un brote aparentemente insignificante del tocón de Isaí.

  Aunque Jesús era un nazareno, en Su interior estaba la gloria de Dios. Por tanto, no debemos conocer a Cristo conforme a Su apariencia externa; más bien, debemos saber discernir la realidad interna de Cristo.

3. Un carpintero, hijo de carpintero

  El Señor Jesús era un carpintero, hijo de carpintero (Mr. 6:3; Mt. 13:55). Aunque el Señor era descendiente de la familia real de David, Él era hijo de un carpintero. Esto indica que la familia real había descendido de una posición social elevada a una inferior, la de un carpintero. El Señor Jesús era el Hijo del Hombre, un nazareno menospreciado y un carpintero, hijo de carpintero.

  Únicamente en el Evangelio de Marcos se le llama al Señor Jesús un carpintero. Aquellos que le rechazaron preguntaron: “¿No es éste el carpintero?”. Ellos usaron la palabra carpintero de manera despectiva. Ellos se admiraban de Su enseñanza, Su sabiduría y Sus obras poderosas, pero ellos le consideraban una persona de estatus inferior. En términos modernos, ellos podrían haberse preguntado qué aptitudes podría tener Él o qué clase de títulos tendría.

  Marcos 6:3 dice que quienes rechazaron al Señor Jesús lo consideraban apenas un carpintero y, por ello, “tropezaban a causa de Él”. ¿Por qué tropezaban a causa de Él? Ellos tropezaban a causa de Él debido a que, por un lado, escuchaban salir de Sus labios cosas maravillosas y podían ver Sus obras maravillosas, pero, por otro, ellos lo consideraban como alguien que no tenía un estatus elevado ni título alguno. Ellos lo veían meramente como un carpintero. Por tanto, ellos tropezaron a causa de Él y le menospreciaban.

  En Marcos 6 vemos que el Señor Jesús era un carpintero. Él no tenía un estatus social elevado; pero ciertamente tenía las riquezas del Dios Triuno y, además, conocía las profundidades de la verdad contenida en las Escrituras. Sus oyentes estaban grandemente sorprendidos ante Su conocimiento de la Biblia.

  El relato en Marcos 6 debería hacer que nos preguntemos qué es lo que deseamos y qué es lo que valoramos. ¿Deseamos obtener un título profesional o un estatus social elevado? En el recobro del Señor deseamos a Jesús y deseamos las riquezas de Cristo. En lugar de conocer meramente las doctrinas superficiales de la Biblia, deseamos conocer las profundidades de las verdades divinas contenidas en la palabra de Dios. Deseamos, además, seguir al Señor Jesús en lo referente a ministrar las riquezas del Dios Triuno a los demás y presentarles las profundidades de las verdades divinas contenidas en las Escrituras. Sin embargo, no debiéramos pensar que si tenemos las riquezas de Cristo y las profundidades de la verdad habremos de ser bien recibidos en todo lugar. No, ésta no es la era en la cual la verdad del Señor es bien recibida en la tierra; por el contrario, ésta es una era en la que el Señor y Sus discípulos son menospreciados y rechazados.

  Nadie puede compararse con el Señor Jesús. Él tenía las riquezas del Dios Triuno, y Él poseía las profundidades de la verdad. No importa cuán rico Él era o cuánto Él sabía de la verdad en las Santas Escrituras, Él era menospreciado y rechazado en lugar de ser bien recibido.

4. Tomó forma de esclavo al servicio de Dios y de los hombres

  En Su vivir humano Cristo tomó forma de esclavo al servicio de Dios y de los hombres (Fil. 2:7; Hch. 3:13; Mr. 10:45). Él era un esclavo no solamente para Dios, sino también para los hombres. En el uso neotestamentario, la palabra esclavo se refiere a alguien que se ha vendido y ha perdido todos sus derechos. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra como hombre, Él fue tal clase de persona. Él era un esclavo que no tenía derechos.

  Refiriéndose a Cristo, Filipenses 2:7 dice que Él “se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo, haciéndose semejante a los hombres”. La palabra griega traducida “forma” en este versículo es la misma palabra usada para referirse a la forma de Dios en Filipenses 2:6. En Su encarnación el Señor no cambió Su naturaleza divina; Él cambió solamente Su expresión externa al dejar la forma de Dios y tomar la de un esclavo. Esto no fue un cambio de esencia, sino de apariencia externa.

  El Evangelio de Marcos presenta al Señor Jesús como Esclavo de Dios. Debido a que Marcos presenta a Cristo como un esclavo, él no nos habla de Su genealogía ni de Su estatus, pues el linaje de un esclavo no es digno de mención. Marcos tampoco intenta impresionarnos con las maravillosas palabras dadas por el Esclavo (tal como lo hace Mateo al presentarnos Sus maravillosas enseñanzas y parábolas acerca del reino celestial, y como lo hace Juan al presentarnos Sus profundas revelaciones de las verdades divinas), sino con Sus obras realizadas en Su servicio evangélico. Al respecto, el Evangelio de Marcos da más detalles que los otros Evangelios a fin de describir la diligencia, fidelidad y otras virtudes de Cristo, las cuales se manifestaban en el servicio que como Salvador rindió a los pecadores de parte de Dios. En el Evangelio de Marcos se ve el cumplimiento de las profecías acerca de Cristo como Esclavo de Jehová hechas en Isaías 42:1-4, 6-7; 49:5-7; 50:4-7; 52:13—53:12, y se ven también los detalles de la enseñanza acerca de Cristo como el Esclavo de Dios dada en Filipenses 2:5-11. Tal Esclavo sirvió a los pecadores como su Salvador al dar Su vida en rescate por ellos (Mr. 10:45) para el cumplimiento del propósito eterno de Dios, de quien Él era Esclavo.

  En Marcos 10:45 el Señor Jesús dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos”. Ésta es una afirmación contundente de que Cristo, como Hijo de Hombre en Su humanidad, es el Esclavo de Dios para servir a los pecadores incluso dando Su propia vida, es decir, Su alma, por ellos. Además, el uso de la palabra rescate aquí indica que incluso la redención efectuada por el Señor era un servicio brindado por Él a los pecadores por causa del plan de Dios.

5. El Testigo fiel de Dios

  En Apocalipsis 1:5 Cristo es llamado el Testigo fiel. Como Testigo fiel, Cristo testifica de Dios. Sin Él, no podemos conocer a Dios ni ganar a Dios. Él vivió Su vida como testigo de Dios. Aunque fue un nazareno menospreciado e incluso fue un esclavo, Su vivir era un testimonio de Dios, pues Él era un testigo viviente de Dios. Esto significó que Él vivió a Dios. Como hombre menospreciado en una posición inferior, Él vivió a Dios. Él llevó una vida que dio testimonio de Dios fielmente.

  En Apocalipsis 3:14 el Señor indica que Él es el Amén, el Testigo fiel y verdadero. En el griego, “amén” significa firme, estable, confiable. El Señor Jesús es Aquel que es firme, estable y digno de confianza. Debido a que Él es firme, estable y digno de confianza, Él es el Testigo fiel y verdadero.

6. El Santo y el Justo

  En Hechos 3:14 Pedro llama al Señor Jesús el “Santo y Justo”. ¿Qué significa afirmar que el Señor Jesús es el Santo? En este versículo “Santo” indica que Jesús el nazareno, Aquel que fue menospreciado por los líderes judíos, era absolutamente para Dios y estaba apartado para Él. Además, Él era absolutamente uno con Dios. Conforme al significado que la palabra santo tiene en la Biblia, esta palabra denota a alguien que está absolutamente entregado a Dios, que es absolutamente para Dios y que es absolutamente uno con Dios. En toda la historia de la humanidad, únicamente el Señor Jesús ha sido tal clase de persona. A lo largo de toda Su vida, Él estuvo absolutamente apartado para Dios, estuvo absolutamente entregado a Dios y fue absolutamente uno con Dios. Jamás hubo un instante en que Él no fuese absolutamente para Dios y no fuese absolutamente uno con Él. Por tanto, Él es llamado el Santo. Únicamente Él merece este título.

  Puesto que el Señor Jesús es el Santo, Su vivir humano fue por completo santo en naturaleza. Él fue concebido del Espíritu Santo (Mt. 1:18, 20) y fue llamado “lo santo” (Lc. 1:35). Tanto en Su ser como en Su conducta Él era santo. Su vivir, el cual estaba por completo apartado para Dios, estaba absolutamente entregado a Dios y era absolutamente uno con Dios, correspondía con el deseo y la naturaleza de Dios.

  En Hechos 3:14, Pedro llamó al Señor Jesús no solamente el Santo, sino también el Justo. Ser justo consiste en ser correctos con Dios y también con todos y con todo. Únicamente el Señor Jesús puede ser llamado el Justo, debido a que únicamente Él es correcto con Dios, con todos y con todo. En todo cuanto el Señor dijo e hizo, Él fue correcto tanto con Dios como con el hombre. Por ser el Justo, el Señor Jesús es Aquel que es el Correcto. Él jamás fue incorrecto con Dios, ni con ninguna persona ni con cosa alguna. En Su vivir humano el Señor siempre fue el Santo, Aquel que está absolutamente apartado para Dios, está absolutamente entregado a Dios y es absolutamente uno con Dios; además, Él es el Justo, Aquel que fue correcto con Dios, con todos y con todo.

  En este mensaje hemos abarcado seis aspectos de Cristo en Su vivir humano: el Hijo del Hombre hallado en Su porte exterior como hombre, un nazareno menospreciado, un carpintero que fue hijo de carpintero, Aquel que tomó forma de esclavo para servir a Dios y al hombre, el Testigo fiel de Dios y el Santo y el Justo. Como tal Persona, Cristo es impartido en nosotros, los miembros de Su Cuerpo. Si nos mantenemos recibiendo Su impartición, ciertamente seremos la clase de persona que Él fue en Su vivir humano. No queremos ocupar una posición elevada, sino tomar una posición y rango inferior. En realidad, no somos nosotros los que vivimos de este modo. Éste es Cristo que vive en nosotros después de haberse impartido en nosotros. Esto no es cuestión de seguir Sus pasos o imitarle. Esto es cuestión de que Cristo sea impartido en nosotros y que, entonces, le vivamos a Él. Primero, Cristo es impartido en nuestro ser, y después Él vive desde nuestro interior. Por supuesto, cuando Él viva dentro de nosotros hemos de tener un vivir humano que tome una posición y rango inferior pero que, no obstante, sea santo en naturaleza y justo en conducta.

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