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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 099-113)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE CIENTO OCHO

LOS CREYENTES: SUS SÍMBOLOS

(2)

  En este mensaje abarcaremos seis símbolos más de los creyentes: una lámpara, una ciudad sobre un monte, el sol, las vírgenes, las plantas y las piedras vivas.

F. UNA LÁMPARA

1. No está puesta bajo un almud, sino sobre el candelero

  En Mateo 5:15 los creyentes están simbolizados por una lámpara: “Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa”. A fin de ser una lámpara que resplandece sobre los demás, debemos estar libres de cualquier cosa que nos cubra. Tal como la lámpara que está sobre el candelero, la luz no debe estar escondida.

  En el versículo 15 el Señor Jesús habla de poner la lámpara debajo de un almud. Una lámpara encendida colocada debajo de un almud no puede irradiar su luz. El pueblo del reino, como lámpara encendida, no debe estar cubierto por un almud, un instrumento relacionado con los alimentos, asunto que puede ser causa de ansiedad (6:25). En lugar de ser cubiertos por el almud, tenemos que estar sobre el candelero.

  El Señor Jesús sabiamente hizo referencia a no ser cubiertos por un almud. En tiempos antiguos un almud era un recipiente para medir granos, lo cual guarda relación con los alimentos y, por ende, alude a la necesidad de ganarse la vida. Por tanto, esconder la lámpara bajo un almud denota ansiedad con respecto a nuestro sustento. Si nosotros los cristianos estamos ansiosos con respecto a nuestro sustento diario y nos preocupamos por cuánto dinero ganamos, esta ansiedad se convertirá en un almud que cubrirá nuestra luz.

  A fin de irradiar nuestra luz para los demás, debemos salir de aquello que nos cubra. Esto indica que, como pueblo del reino, vivimos sin preocuparnos ni estar ansiosos por nuestra existencia. Lo único que nos importa es Cristo y la iglesia. Día tras día somos personas felices, un pueblo que alaba a Dios. Cuando los demás entren en contacto con nosotros, percibirán que no hay ansiedad en nosotros, que no nos preocupamos por nuestro sustento. Por experiencia sabemos que tal ausencia de ansiedad conmueve a los demás. Si cada vez que alguien le contacta, usted se encuentra feliz y disfrutando al Señor, tal persona será profundamente conmovida. Puesto que están llenos de ansiedad y están ocupados por toda clase de preocupaciones, la gente de este mundo habla de su temor a perder su empleo o de las dificultades que tienen en su trabajo. Pero al pueblo del reino, aquellos que no están cubiertos por un almud, únicamente les interesa hablar de Cristo y la iglesia. Al ser tal clase de persona, tocamos el corazón de los demás y resplandecemos sobre ellos.

2. Alumbra a todos los que están en la casa

  Mateo 5:15 dice que esta luz “alumbra a todos los que están en la casa”. Podríamos pensar que la casa aquí se refiere a la iglesia. Sin embargo, no es necesario interpretar la casa de esta manera. Según el contexto, el tema principal es que el resplandor de la luz tiene dos aspectos: el aspecto externo y el aspecto interno. La luz como una ciudad asentada sobre un monte (v. 14) alumbra a los de afuera, mientras que la lámpara encendida, puesta en el candelero, alumbra a los que están en la casa. Como ciudad, la luz resplandece sobre la gente; pero como lámpara dentro de la casa, esta luz alumbra en el interior de las personas. Esto indica que la influencia que ejercemos sobre los demás no debe ser meramente externa, sino también interna.

  El alumbrar externo por parte del pueblo del reino, el cual es comparado al de una ciudad asentada sobre un monte, es general, y toda la sociedad puede verlo. La sociedad puede ver un grupo de personas que han sido conjuntamente edificadas, puestas en la cima de un monte y que resplandecen. El alumbrar interno, en cambio, es particular. Cuando los demás perciben que no estamos ansiosos por nuestro sustento diario, entonces la luz de la lámpara penetrará en su ser y los alumbrará internamente. Este resplandecer no es un resplandecer general procedente de algo externo, sino que es el resplandecer particular procedente del interior. Si somos el pueblo apropiado del reino, seremos aquella lámpara que no está cubierta, la cual resplandece alumbrando al interior de los demás. Este resplandor interno penetra el ser interior de las personas y las redarguye.

3. Glorifican a su Padre, quien está en los cielos

  A la postre, que nosotros resplandezcamos glorificará al Padre: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt. 5:16). El uso del título vuestro Padre indica que el Señor Jesús se estaba dirigiendo a quienes eran hijos regenerados de Dios (Jn. 1:12; Gá. 4:6). Aquí las buenas obras constituyen la conducta del pueblo del reino; por medio de tales obras, los hombres pueden ver a Dios y ser conducidos a Él.

  Que nosotros resplandezcamos glorificará al Padre debido a que expresará lo que Dios es. Glorificar a Dios el Padre es darle a Él la gloria. La gloria es Dios expresado. Cuando el pueblo del reino expresa a Dios en su conducta y en sus buenas obras, los hombres pueden ver a Dios y darle gloria. Cuando Dios está oculto, Él es Dios mismo; pero cuando Él es expresado, esto es la gloria de Dios. Si como pueblo del reino tenemos tal luz resplandeciente, Dios será expresado en este resplandecer y todos los que nos rodean verán la gloria, esto es, Dios expresado. Cuando los demás ven a Dios en nuestro resplandor, esto es la gloria de Dios.

G. UNA CIUDAD ASENTADA SOBRE UN MONTE

  En Mateo 5:14a el Señor Jesús dice: “Vosotros sois la luz del mundo”; después, en 14b, Él añade: “Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”. Como luz resplandeciente, el pueblo del reino es semejante a una ciudad asentada sobre un monte.

  Algunos tal vez se pregunten por qué el Señor Jesús usa una ciudad asentada sobre un monte a manera de ilustración de los creyentes como luz resplandeciente. Si somos personas involucradas de manera práctica en la edificación de la iglesia, comprenderemos que únicamente al ser conjuntamente edificados podremos ser una ciudad asentada sobre un monte. Esta ciudad se convierte en una luz resplandeciente. Los santos en las iglesias ahora tienen la práctica de agruparse en sus vecindarios. Si esta práctica llega a ser prevaleciente y los santos en estos grupos son conjuntamente edificados, entonces esos grupos formarán parte de la ciudad resplandeciente asentada sobre un monte.

  La luz en 5:14 no es ningún individuo, sino una ciudad edificada. Esto indica que el pueblo del reino necesita experimentar la edificación. Si los santos en la iglesia de su localidad no están conjuntamente edificados, sino que están dispersos, divididos y separados, entonces allí no hay una ciudad. Y mientras no haya una ciudad no habrá luz, porque la ciudad es la luz; la luz no es un creyente individual. La luz es una ciudad corporativa edificada como una sola entidad a fin de resplandecer sobre la gente que la rodea. A fin de resplandecer externamente sobre los demás, debemos ser edificados como ciudad asentada sobre un monte. Toda iglesia local en el recobro del Señor tiene que ser tal ciudad edificada.

  En el libro de Apocalipsis las iglesias son candeleros de oro (1:20). El principio subyacente a la ciudad y a los candeleros es el mismo, a saber: ninguno de ellos es una entidad individual, sino una entidad corporativa. El candelero, al igual que la ciudad, no es un creyente individual sino la iglesia. Si estamos fuera de la iglesia, no formamos parte del candelero. A fin de formar parte del candelero, tenemos que ser conjuntamente edificados como iglesia local. La iglesia local, que es el candelero, es comparada por el Señor a una ciudad edificada que está puesta sobre un monte. Si hemos sido conjuntamente edificados en nuestra localidad, estaremos asentados sobre la cima de un monte; pero si estamos dispersos, separados y divididos, estaremos en un valle profundo y bajo. En toda localidad tenemos que ser un solo candelero, una ciudad puesta sobre un monte. Para esto, es necesario que guardemos la unidad y permanezcamos como una sola entidad, un Cuerpo corporativo. Entonces podremos resplandecer. Pero si estamos divididos, nos será imposible resplandecer. Cuando verdaderamente hayamos sido conjuntamente edificados, entonces habremos de ser la ciudad asentada sobre la cima de un monte que resplandece sobre aquellos que nos rodean.

1. Elevada sobre todo cuanto la rodea

  La ciudad asentada sobre la cima de un monte se encuentra en una elevación que le permite estar por encima de todo cuanto la rodea.

2. Imposible que esté escondida

  El Señor Jesús dice que los creyentes que son como una ciudad asentada sobre un monte no pueden estar ocultos. Es imposible que tal luz esté escondida.

3. Tiene por consumación la Nueva Jerusalén que está asentada sobre un monte de oro, la cual resplandece sobre la tierra nueva y la ilumina con la luz divina

  La ciudad asentada sobre un monte tendrá por consumación la Nueva Jerusalén que está asentada sobre un monte de oro, la cual resplandece sobre la tierra nueva y la ilumina con la luz divina. Apocalipsis 21:18b dice: “La ciudad era de oro puro, semejante al vidrio claro”, y el versículo 11 dice: “Teniendo la gloria de Dios. Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. Además, Apocalipsis 21:23 y 24 nos dicen: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara. Y las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria a ella”. Aquí vemos que la máxima consumación de la revelación divina nos muestra a Dios como luz, al Cordero como lámpara y a la Nueva Jerusalén como candelero. Además, las naciones andarán a la luz de la ciudad. Bajo el resplandor de la Nueva Jerusalén con la gloria divina, las naciones no estarán en tinieblas.

  Nosotros, el pueblo del reino, somos la luz del mundo. Por ser la luz, somos como una ciudad asentada sobre un monte y somos como una lámpara que alumbra dentro de una casa. Por ende, tanto por fuera como por dentro resplandecemos para expresar a Dios, permitiendo que Dios sea glorificado a los ojos de los demás. ¡Que ejerzamos tal influencia en aquellos que nos rodean!

H. EL SOL

  En Mateo 13:43a el Señor Jesús compara a los creyentes vencedores con el sol: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre”. En la actualidad resplandecemos como lámparas, pero en la era venidera resplandeceremos como el sol. Al presente, esto va más allá de nuestra experiencia y entendimiento.

1. Los hijos del reino son los justos

  Aquellos que resplandecerán como el sol son los hijos del reino (Mt. 13:38), quienes son los justos. Según Mateo 5:20, estos hijos del reino poseerán la justicia insuperable. Ellos serán justos al grado que todo su ser resplandecerá. Esta justicia es el Cristo que mora en nosotros expresado en nuestro vivir como nuestra justicia para que podamos vivir en la realidad del reino hoy y entrar en su manifestación en el futuro. Es imposible que nuestra vida natural obtenga esta justicia insuperable, la cual sólo puede ser producida por la vida de resurrección de Cristo.

2. Resplandecen en el reino de su Padre: la parte celestial del milenio

  En Mateo 13:43a el Señor Jesús no se refiere al reino de Dios, ni al reino de Cristo ni al reino de los cielos, sino al reino del Padre. El reino del Padre es la parte celestial del milenio (Ap. 20:4, 6), la manifestación del reino de los cielos como recompensa para los vencedores. En este reino, los justos resplandecerán como el sol. Nosotros somos los hijos de Dios el Padre, y Dios es luz (1 Jn. 1:5; 1 Ti. 6:16). La luz divina, la cual es Dios mismo, por supuesto es mucho mayor que la luz del sol. Cuando en el milenio los vencedores disfruten al Padre como luz, ellos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre.

I. LAS VÍRGENES

  Otro símbolo neotestamentario de los creyentes es el de las vírgenes. Mateo 25:1 dice: “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron al encuentro del novio”. Las vírgenes representan a los creyentes en el aspecto de la vida. Los creyentes, quienes son el pueblo del reino, son como vírgenes puras portadoras del testimonio del Señor (la lámpara) en la era oscura y salen del mundo al encuentro del Señor. Para esto necesitan que el Espíritu de Dios no sólo more en ellos, sino que también los llene.

  Ser una virgen no es algo relacionado con la obra, el servicio o las actividades que realicemos, sino que es un asunto relacionado con la vida. Además, nosotros no somos meramente vírgenes, sino vírgenes castas y puras. Esto indica que ser una virgen no depende de lo que hagamos o de lo que podamos hacer, sino que depende por completo de lo que somos.

  Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él fue amado mucho más por Sus seguidoras femeninas que por Sus seguidores masculinos. Por ejemplo, Lucas 8:1-3 nos dice que ciertas mujeres ministraban de sus propios bienes al Señor y a Sus discípulos. Esto era expresión de su amor por el Señor. Además, fue una mujer, una viuda, no un soltero, quien echó en las arcas todo lo que tenía (Mr. 12:41-44). Así también, fue una mujer quien quebró el frasco de alabastro de ungüento de nardo puro de mucho precio y lo derramó sobre el Señor Jesús (14:3). Ante esto, sin embargo, los discípulos indignados comentaron: “¿Para qué se ha hecho este desperdicio de ungüento?” (v. 4). El punto aquí es que mientras los varones suelen reflexionar antes de amar, las mujeres aman a ciegas y lo derraman todo en el Señor Jesús expresando su auténtico amor por Él. Por esta razón, en la nueva creación Dios hace de todos los creyentes seres femeninos, esto es, vírgenes que aman al Señor Jesús. Por tanto, Pablo podía decirle a los creyentes en Corinto: “Os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Co. 11:2). Además, Apocalipsis 21:2 describe la Nueva Jerusalén como “dispuesta como una novia ataviada para su marido”. Esto indica que si hemos de participar en la Nueva Jerusalén, la cual es una virgen corporativa, nosotros mismos tenemos que ser vírgenes que aman al Señor y le esperan.

  A los ojos de Dios, todos los creyentes, hermanos y hermanas por igual, son vírgenes. Cuando el Señor Jesús regrese por los creyentes, Él se reunirá únicamente con las vírgenes, no con varón alguno. Todo el que se considere un varón, y no una virgen, no es apto para ser arrebatado a los aires a fin de encontrarse con el Señor allí. Por tanto, todos tenemos que considerarnos como vírgenes y declarar: “Amo al Señor Jesús. Amo a mi Marido, aun cuando jamás lo he visto. Debido a que le amo, me entrego a Él. Renuncio a mi futuro y a todo por causa de Él. Ahora, mientras trabajo para Él, estoy en el camino para salir del mundo e ir a Su encuentro”.

1. El pueblo del reino de los cielos

  Las vírgenes descritas en Mateo 25:1 son el pueblo del reino de los cielos (5:3, 10).

2. Portador de las lámparas (sus espíritus juntamente con el Espíritu de Dios portan el testimonio de Cristo) y sale (del mundo) para ir al encuentro del Novio, el Cristo que viene

  Mateo 25:1 dice que las vírgenes tomaron sus lámparas. Las lámparas representan el espíritu de los creyentes (Pr. 20:27), el cual contiene al Espíritu de Dios como aceite (Ro. 8:16; He. 1:9). Los creyentes irradian la luz del Espíritu de Dios desde el interior de sus espíritus. Como resultado de ello, ellos llegan a ser la luz del mundo, al igual que una lámpara resplandece en la oscuridad de esta era (Mt. 5:14-16; Fil. 2:15-16), a fin de portar el testimonio del Señor para la glorificación de Dios. Por tanto, como vírgenes tomamos las lámparas para testificar, resplandecer e iluminar. En nuestras manos está una lámpara que resplandece en pro del testimonio del Señor.

  Las vírgenes en Mateo 25:1 “salieron”. Esto indica que los creyentes salen del mundo para ir al encuentro del Cristo que viene. Las vírgenes no se demoran ni permanecen en ningún lugar; en lugar de ello, salen del mundo. Por ser vírgenes, no estamos arraigados en este mundo, sino que salimos del mundo para ir al encuentro del Cristo que viene como nuestro Novio.

  El novio en Mateo 25:1 representa a Cristo como la más placentera y atractiva de las personas (Jn. 3:29; Mt. 9:15). ¡Qué bueno es que aquí el Señor Jesús no se compara a un general victorioso ni a un gran comandante en jefe, sino a un novio, la más placentera de las personas! Por tanto, nosotros somos vírgenes que salen, y Él es el Novio que viene.

  Mateo 25:4 nos dice que las vírgenes prudentes “tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas”. Somos vasijas hechas para Dios (Ro. 9:21, 23-24), y nuestra personalidad reside en nuestra alma. Por tanto, las “vasijas” en Mateo 25:4 representan las almas de los creyentes. Las cinco vírgenes prudentes no sólo tienen aceite en sus lámparas, sino que también toman aceite en sus vasijas. El hecho de que tengan aceite en sus lámparas significa que el Espíritu de Dios mora en su espíritu, y el hecho de que tomen aceite en sus vasijas significa que el Espíritu de Dios llena y satura sus almas. Si somos las vírgenes prudentes, no solamente hemos de tener la porción de aceite común a todos los creyentes —el Espíritu en nuestro espíritu—, sino que también obtendremos la porción adicional de aceite, esto es: el Espíritu en nuestra alma para nuestra transformación.

J. PLANTAS

  En 1 Corintios 3:6-8 Pablo usa las plantas a manera de ilustración con respecto a los creyentes. Lo dicho por el Señor en Mateo 15:13 comunica la misma ilustración.

1. Plantados por Dios mediante Sus siervos

  Los creyentes son plantados por Dios mediante Sus siervos. Esto fue lo que los apóstoles hicieron con todos los creyentes. Este asunto está íntegramente relacionado con la vida, tal como lo ilustra la vida de las plantas. Por tanto, existe la necesidad de plantar y regar así como también de crecimiento. Plantar y regar es realizado por los apóstoles, pero el crecimiento es dado únicamente por Dios, quien es la fuente de vida.

2. En la iglesia

  Los creyentes, como plantas de Dios, son plantados en la iglesia, la cual es la labranza de Dios (1 Co. 3:9). En la labranza de la iglesia los creyentes no solamente son plantados, sino también regados. También es en la labranza de la iglesia que Dios da crecimiento a los creyentes.

3. Crecen por Cristo como vida

  Según el contexto de los primeros capítulos de 1 Corintios, la vida con la cual los creyentes crecen en la iglesia es el Cristo crucificado y resucitado. Es para experimentar y disfrutar a Cristo en la iglesia que crecemos en la vida divina como plantas de Dios.

4. Son transformados en piedras preciosas

  Según 1 Corintios 3:8-12, los creyentes, como plantas de Dios, al tener a Cristo como su vida han de ser transformados en piedras preciosas para el edificio de Dios, esto es: la iglesia. La iglesia no solamente es la labranza de Dios, sino también el edificio de Dios (v. 9). En la iglesia los creyentes no solamente son plantados, regados y cultivados para crecer en la vida divina, sino también transformados con la vida divina a fin de llegar a ser materiales preciosos para la edificación de la casa de Dios (1 Ti. 3:15).

K. PIEDRAS VIVAS

1. Pecadores transformados

  En el Nuevo Testamento los creyentes también son simbolizados por piedras y son llamados piedras vivas (1 P. 2:5). Estas piedras vivas en realidad son pecadores transformados. Una vez fuimos pecadores, pero ahora estamos en el proceso de ser transformados en piedras.

  Según Juan 1:42, cuando el Señor Jesús miró a Pedro por primera vez le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro [o, piedra])”. Aquí la piedra denota una obra de transformación que produce materiales para el edificio de Dios (1 Co. 3:12). La piedra en Juan 1:42 representa a quienes han creído en Cristo y que —después de haber nacido de Dios y ser regenerados al recibirle (Jn. 1:12-13)— están siendo transformados en piedras preciosas vivientes. Esto tiene por finalidad la edificación de la iglesia, la casa de Dios (Mt. 16:18). ¡Cuán maravilloso es ser transformados en piedras preciosas vivientes para la edificación de la iglesia!

2. Edificados como casa espiritual: la iglesia

  En 1 Pedro 2:5 se nos dice: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual”. Nosotros, los que creemos en Cristo, llegamos a ser piedras vivas, iguales a Cristo (v. 4), por medio de la regeneración y la transformación. Nosotros fuimos hechos de barro (Ro. 9:21). Sin embargo, en la regeneración recibimos la simiente de la vida divina, la cual crece en nosotros y así nos transforma en piedras vivas. Cuando Pedro se convirtió, el Señor le dio un nombre nuevo: Pedro, que significa una piedra; y cuando Pedro recibió la revelación referente a Cristo, el Señor le reveló además que Él mismo era la roca, una piedra (Mt. 16:16-18). Con estos dos incidentes quedó impreso en Pedro de que Cristo y Sus creyentes son piedras para el edificio de Dios.

  Según 1 Pedro 2:5, como piedras vivas nosotros estamos siendo conjuntamente edificados como casa espiritual. Si bien la leche nutritiva de la palabra (v. 2) alimenta nuestra alma por medio de la mente, ella con el tiempo nutre nuestro espíritu. Esto hace que seamos personas espirituales, aptos para ser edificados como casa espiritual de Dios.

  La meta de Dios en cuanto a los creyentes es tener una casa edificada con piedras vivas, no piedras separadas y esparcidas, ni tampoco un montón de piedras, sino piedras edificadas.

  La casa espiritual que llegamos a ser mediante la edificación es el edificio de Dios. A la postre, este edificio tendrá por consumación la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén no habrá más barro, pues todo el barro habrá sido transformado en piedras preciosas. Esto significa que la Nueva Jerusalén es edificada con piedras preciosas. Ahora nosotros somos hechos piedras preciosas que serán conjuntamente edificadas para constituir la Nueva Jerusalén.

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