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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 099-113)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE NOVENTA Y NUEVE

LOS CREYENTES: SU ESTATUS

(1)

  En estos mensajes acerca de los creyentes hablaremos sobre su estatus, sus designaciones, sus símbolos, su vida, su naturaleza, su pasado, su presente y su futuro. Comenzaremos presentando el estatus de los creyentes, y en este mensaje abarcaremos el estatus que los creyentes tienen antes de ser salvos.

A. ANTES DE SER SALVOS

  El estatus de los creyentes antes de ser salvos tiene seis aspectos. Ellos eran pecadores, hijos de desobediencia, hijos de ira, hijos del diablo, enemigos de Dios e hijos de la Gehena.

1. Pecadores

  Antes de ser salvos éramos pecadores. En Mateo 9:13 el Señor Jesús dice: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. En 1 Timoteo 1:15 Pablo declara: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”.

a. Han pecado

  En nuestro estatus como pecadores, todos hemos pecado. “Todos han pecado, y carecen de la gloria de Dios” (Ro. 3:23). La palabra todos aquí se refiere a todos los seres humanos. En 1 Reyes 8:46 se nos dice: “No hay hombre que no peque”.

  Por ser aquellos que hemos pecado, carecemos de la gloria de Dios. La gloria de Dios es Dios expresado. Cada vez que Dios es expresado, se ve Su gloria. Dios creó al hombre a Su imagen a fin de que lo exprese para Su gloria; pero el hombre pecó. Ahora, en lugar de expresar a Dios, el hombre expresa el pecado y su yo pecaminoso, por lo cual carece de la gloria de Dios. Como pecadores, no solamente estábamos bajo los requisitos de la justicia de Dios, sino también bajo las exigencias de la gloria de Dios. Todos hemos quebrantado la justa ley de Dios, y todos carecemos de la gloria de Dios. Por tanto, antes de ser salvos, todos estábamos bajo la condenación de Dios.

b. Constituidos de pecado

  Como pecadores, no solamente pecábamos, sino que estábamos constituidos de pecado. Un pecador es alguien que está constituido de pecado. Romanos 5:19a dice: “Por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores”. Como resultado de la desobediencia de Adán, los muchos, entre los cuales estamos incluidos nosotros, no solamente fuimos hechos pecadores, sino que fuimos constituidos pecadores. Un elemento que no fue creado por Dios fue inyectado en nuestro ser y nos constituyó pecadores. Somos pecadores por constitución intrínseca, y no por accidente, pues el pecado ha sido forjado en nosotros y forma parte de nuestra constitución intrínseca. Por tanto, el pecado no es meramente una acción externa; el pecado es un elemento interno y subjetivo en nuestra constitución intrínseca. Antes de ser salvos, éramos pecadores típicos por naturaleza.

  No éramos pecadores únicamente porque hubiéramos pecado, sino porque estábamos constituidos de pecado. Fuimos constituidos pecadores en Adán mucho antes de nacer. Como resultado de ello, cuando nacimos, nacimos pecadores. Nacimos con una constitución intrínseca de pecado. Con base en esto podemos entender que no llegamos a ser pecadores una vez que hemos pecado, sino que éramos pecadores incluso antes de pecar. Todos los incrédulos, por estar constituidos de pecado, ya son pecadores al nacer.

c. Esclavizados por el pecado

  Como aquellos que están constituidos de pecado, estábamos esclavizados por el pecado. Romanos 7:14b dice: “Yo soy de carne, vendido al pecado”. La frase vendido al pecado significa estar bajo la esclavitud del pecado. El pecado es el amo que nos compró, y nosotros estábamos vendidos a él para ser sus esclavos.

  En Juan 8:34 el Señor Jesús dice: “Todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado”. Un esclavo siempre está bajo esclavitud. Satanás, el diablo, ha puesto a toda la humanidad bajo la esclavitud del pecado al impartirse en el hombre como naturaleza pecaminosa, la cual impulsa al hombre a pecar. Aunque no se nos enseñó a pecar, nacimos esclavizados al pecado y no podíamos dejar de pecar. Debido a que poseemos una naturaleza diabólica, somos esclavos del pecado. Es imposible para cualquier persona libertarse ella misma de esta esclavitud.

d. Llegamos a ser pecado

  Antes que fuéramos salvos no solamente éramos pecadores constituidos de pecado, sino que incluso éramos el pecado mismo. Nacimos siendo pecado, y en nuestra carne no somos sino pecado (Ro. 8:3). Ésta es la razón por la cual, a fin de salvarnos, Cristo fue hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21). El pecado provino de Satanás, quien se rebeló contra Dios (Is. 14:12-14); este pecado entró en el hombre (Ro. 5:12) e hizo que el hombre no sólo fuera pecador, sino el pecado mismo bajo el juicio de Dios. Por consiguiente, cuando Cristo se hizo hombre en la carne (Jn. 1:14), Él fue hecho pecado (no pecaminoso) por causa nuestra para ser juzgado por Dios, con la finalidad de que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.

e. Condenados

  En Juan 3:18b el Señor Jesús dice: “El que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”. Esto indica que como pecadores, aquellos que estábamos constituidos de pecado y esclavizados al pecado e, incluso, éramos el pecado mismo, estábamos condenados por Dios. En realidad, todos estábamos condenados en Adán por medio de su pecado. Fuimos juzgados cuando Adán fue juzgado. Esto significa que estábamos bajo la condenación de Dios incluso antes de nacer. Nuestro estatus era el de pecadores que estaban bajo la condenación de Dios.

f. Perecen en el lago de fuego

  Como pecadores, estábamos destinados a perecer en el lago de fuego. Juan 3:16 indica que quienes no creen en Cristo perecerán. Apocalipsis 20:15 dice: “El que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. El lago de fuego está preparado para el diablo y sus ángeles (Mt. 25:41). Debido a que los incrédulos siguen al diablo, ellos compartirán el juicio del diablo (Jn. 16:11) y serán copartícipes del eterno tormento del diablo. Los incrédulos son condenados por el Señor debido a sus malas obras, pero perecerán debido a su incredulidad. No creer en el Señor Jesús es el único pecado que hace perecer al hombre (v. 9).

2. Hijos de desobediencia

  Antes de ser salvos también éramos hijos de desobediencia. Esto es revelado de manera enfática por Pablo en Efesios 2:2: “En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la autoridad del aire, del espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”.

a. En cuyo interior opera el espíritu que es el conglomerado de todas las autoridades malignas angélicas, sobre las cuales Satanás es príncipe

  Efesios 2:2 se refiere al espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. “El espíritu”, en aposición con “la autoridad del aire”, se refiere al conglomerado de poderes, un ente que es el conglomerado de todas las autoridades malignas angélicas, sobre las cuales Satanás es príncipe. La tierra entera se encuentra bajo el imperio de este espíritu en el aire. Este espíritu maligno, esta atmósfera maligna, ejerce influencia sobre las personas para que cometan maldades que, como seres humanos, normalmente no cometerían. La fuente de este mal está en el espíritu, la atmósfera, que ejerce dominio sobre ellos. Este espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, aquellos que son desobedientes a Dios.

b. Andan conforme al príncipe (Satanás) de la autoridad del aire

  Efesios 2:2 también revela que los hijos de desobediencia andan conforme al príncipe de la autoridad del aire. Este príncipe se refiere a Satanás, el que gobierna la autoridad del aire mencionada en Efesios 6:12.

c. Andan siguiendo la corriente de este mundo

  Además, los hijos de desobediencia andan siguiendo la corriente de este mundo. “Este mundo” en 2:2 se refiere al sistema satánico compuesto de muchos siglos, o eras. Aquí la palabra corriente [lit., siglo] se refiere a una parte, una sección, un aspecto, del sistema de Satanás, particularmente a la apariencia actual y moderna de dicho sistema, el cual es usado por Satanás para usurpar y ocupar a la gente y alejarlas de Dios y Su propósito. Antes que fuéramos salvos, nosotros, los hijos de desobediencia, anduvimos según la corriente, la apariencia moderna, la era actual del mundo, el sistema satánico.

3. Hijos de ira

a. Por naturaleza

  En referencia a los hijos de desobediencia, Efesios 2:3 dice: “Entre los cuales también todos nosotros nos conducíamos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”. Aquí vemos que, como hijos de desobediencia, también éramos hijos de ira. Dios estaba enojado con nosotros. Estábamos bajo la ira de Dios debido a nuestra desobediencia.

b. Se conducen en los deseos de su carne

  Los hijos de ira se conducen en los deseos de su carne. Por tanto, tres cosas malignas dominan la vida de los hijos de ira: la corriente de este mundo, la cual está fuera de ellos; el príncipe de la autoridad del aire, quien está sobre ellos y dentro de ellos; y los deseos de la carne, que están en su naturaleza caída. Antes de ser salvos, como hijos de ira, nos conducíamos en los deseos de nuestra carne.

c. Hacen la voluntad de la carne y de los pensamientos

  Al conducirnos en los deseos de nuestra carne, hacíamos la voluntad de la carne y de los pensamientos. La palabra voluntad en Efesios 2:3 se refiere a lo que nos gusta. En el pasado hacíamos ciertas cosas simplemente porque nos gustaba hacerlas. Las predilecciones de la carne se refieren a cosas malignas, y las predilecciones de los pensamientos se refieren a cosas un tanto mejores. Ambas son señales de que estamos muertos en nuestro espíritu (v. 1), especialmente en nuestra conciencia. Cuando alguien se halla en una condición de muerte en su espíritu, hace todo cuanto su carne y sus pensamientos gustan. Éste es un cuadro que describe a los hijos de ira, lo cual éramos nosotros antes de ser salvos.

4. Hijos del diablo

  Aun peor que ser pecadores, hijos de desobediencia e hijos de ira es que, como incrédulos, éramos hijos del diablo (1 Jn. 3:10). Ser pecadores y practicar el pecado son asuntos vinculados a nuestra vida y naturaleza. Los hombres, por ser descendientes caídos de Adán, han nacido hijos del diablo, el maligno (Jn. 8:44), por lo cual poseen su vida, participan de su naturaleza y viven en pecado automática y habitualmente. Practicar el pecado es su vivir.

a. Serpientes, cría de víboras, engendradas por la antigua serpiente (el diablo)

  Los hijos del diablo, engendrados por él como antigua serpiente (Ap. 12:9), son “serpientes, cría de víboras” (Mt. 23:33; 3:7). Esto significa que los hijos del diablo poseen una naturaleza serpentina. Debido a que nuestra naturaleza humana fue completamente envenenada por la antigua serpiente, antes de ser salvos éramos cría de víboras. No importa cuán buena o culta pueda parecer una persona, su naturaleza pecaminosa es serpentina. A los ojos de Dios todos los incrédulos son serpientes, descendientes del diablo, llenos del veneno de la antigua serpiente.

b. Hacen el deseo de su padre el diablo

  Los hijos del diablo hacen el deseo de su padre el diablo. El Señor Jesús dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer” (Jn. 8:44). El diablo, un padre maligno, engendró hijos pecaminosos, los cuales hacen sus deseos. Debido a que nacimos del diablo, poseemos su naturaleza maligna. Los pecados que cometemos son la expresión externa de esta naturaleza. El pecado es un acto que expresa la naturaleza diabólica; es fruto de la naturaleza diabólica presente dentro de nosotros.

c. Perecen con el diablo en el lago de fuego

  A la postre, los hijos del diablo perecerán con el diablo en el lago de fuego. Apocalipsis 20:10 dice que el diablo “fue lanzado en el lago de fuego”, y el versículo 15 dice que también aquellos que no fueron hallados inscritos en el libro de la vida fueron lanzados al lago de fuego. Por tanto, el destino de los hijos del diablo es perecer junto con el diablo.

5. Enemigos de Dios

  Aquellos que son pecadores, hijos de desobediencia, hijos de ira e hijos del diablo ciertamente son enemigos de Dios. Ser enemigo de Dios es aún más serio que ser un pecador. La enemistad es el mayor problema existente entre el hombre y Dios. Antes de ser salvos éramos enemigos de Dios (Ro. 5:10).

a. En su mente

  Colosenses 1:21 dice que una vez fuimos enemigos en nuestra mente por nuestras malas obras. Nuestra enemistad hacia Dios radicaba principalmente en nuestra mente corrupta.

b. Por sus malas obras

  Según Colosenses 1:21, éramos enemigos en nuestra mente y por nuestras malas obras. Éramos rebeldes contra Dios y, por tanto, enemigos de Dios. Debido a que éramos pecadores, necesitábamos redención. Debido a que también éramos enemigos, necesitábamos reconciliación.

6. Hijos de la Gehena

  Finalmente, antes de ser salvos éramos hijos de la Gehena. El Señor Jesús usa la expresión hijo de la Gehena en Mateo 23:15. “Gehena” es el equivalente en griego de la palabra hebrea Ge Hinnom, valle de Hinom. Éste era un valle profundo y estrecho cerca de Jerusalén, usado como basurero de la ciudad, en el cual toda clase de inmundicias y los cuerpos de los criminales eran arrojados. También se le llamaba Tofet (2 R. 23:10; Is. 30:33; Jer. 19:13). Debido a que su fuego ardía continuamente, se convirtió en símbolo del lugar de castigo eterno: el lago de fuego.

  Todos los pecadores, que son hijos de desobediencia, hijos de ira, hijos del diablo y enemigos de Dios, también son hijos de la Gehena. En términos modernos, ellos son hijos del infierno. Que los incrédulos sean hijos de la Gehena significa que irán a la Gehena, al lago de fuego. Antes de ser salvos nuestro estatus era el de pecadores, hijos de desobediencia, hijos del diablo, enemigos de Dios e hijos de la Gehena.

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