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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 135-156)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE CIENTO CINCUENTA

LOS CREYENTES: SU PRESENTE

(34)

  Hemos visto que los creyentes experimentan y disfrutan la impartición de la Trinidad Divina en la transformación divina con miras a la conformación divina al ser transformados, al ser conformados a la imagen de Cristo como Hijo primogénito de Dios y al ser configurados a la muerte de Cristo. En este mensaje consideraremos otros aspectos de este disfrute que los creyentes tienen de la impartición divina.

d. Al entrar en el Lugar Santísimo

  A medida que los creyentes son configurados a la muerte de Cristo, ellos son liberados de muchas cosas negativas, entre las cuales están el viejo hombre, la carne con sus pasiones y concupiscencias, los hábitos del cuerpo, el yo y la vida del alma. Cuanto más somos liberados de estas cosas, más podemos avanzar de manera positiva y, habiendo atravesado el velo externo, podemos atravesar el velo interno para entrar al Lugar Santísimo (He. 10:19-20).

  Hebreos 10:19 dice: “Así que, hermanos, teniendo firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús”. Hoy en día el Lugar Santísimo está en los cielos, donde está el Señor Jesús (9:12, 24). Aunque todavía estamos en la tierra, podemos entrar en el Lugar Santísimo. El secreto para ello es nuestro espíritu, al cual se hace referencia en Hebreos 4:12. El Cristo que ahora está en los cielos también está en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Él, como escalera celestial (Gn. 28:12; Jn. 1:51), une nuestro espíritu con el cielo y trae el cielo a nuestro espíritu. Por consiguiente, cada vez que nos volvemos a nuestro espíritu, entramos en el Lugar Santísimo. Allí nos reunimos con Dios, quien está en el trono de la gracia.

  Después de mostrarnos al Cristo celestial que está detrás del velo, el libro de Hebreos nos anima a entrar detrás del velo (10:22), donde podemos fijar nuestra mirada en Él (12:2) y considerarle (v. 3; 3:1) disfrutando de un contacto directo con Él. Puesto que Cristo está detrás del velo, tenemos que entrar allí, detrás del velo, para verle y considerarle a fin de que Él mismo pueda infundirse en nosotros. Podemos hacer esto únicamente al ejercitar nuestro espíritu, el cual está unido al Lugar Santísimo celestial. Cuando nos volvemos a nuestro espíritu y lo ejercitamos, entramos detrás del velo. Aquí participamos del ministerio celestial del Cristo celestial. Aquí somos saturados y empapados con las riquezas divinas que hacen de nosotros la reproducción corporativa del Hijo primogénito de Dios para Su expresión.

(1) Por la sangre de Jesús

  Hebreos 10:19 dice que tenemos firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús. Es un asunto de gran importancia entrar en el Lugar Santísimo, pues allí está Dios sentado en el trono de gracia. A fin de entrar en tal lugar debemos tener firme confianza, y la tenemos por la muerte de Cristo y por Su sangre. Por la sangre de Jesús tenemos firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo en cualquier momento, a diferencia del sumo sacerdote en el Antiguo Testamento, quien sólo podía entrar allí una vez al año.

(2) Por un camino nuevo y vivo a través del velo rasgado

  Hebreos 10:20 indica que entramos al Lugar Santísimo por la entrada que Cristo “inauguró para nosotros como camino nuevo y vivo a través del velo, esto es, de Su carne”. El camino al Lugar Santísimo ha sido abierto. Según el griego, la palabra nuevo en este versículo significa recién inmolado. Mediante la muerte de Cristo en la cruz, el camino ha sido inmolado de manera fresca para nosotros. No solamente la carne, sino toda la vieja creación fue inmolada. El velo mencionado en Hebreos 10:20 es el segundo velo (9:3) dentro del tabernáculo. Este velo, que tipifica la carne de Cristo, representa la vieja creación, la cual nos incluye a nosotros. En este velo estaban los querubines (Éx. 26:31), los cuales representan a las criaturas (Ez. 10:15). Cuando el velo fue rasgado, los querubines también fueron rasgados; esto significa que cuando la carne de Cristo, tipificada por el velo, fue crucificada, todas las criaturas también fueron crucificadas juntamente con Su carne. Según Mateo 27:51, cuando el Señor Jesús murió, el velo fue rasgado de arriba abajo, lo cual significa que no fue rasgado por nadie aquí en la tierra, sino por Dios mismo en los cielos. La vieja creación fue inmolada, y se ha abierto un camino nuevo y vivo para entrar en el Lugar Santísimo. Ahora, a través del velo de la carne que ha sido rasgado y por la sangre de Jesús, podemos entrar en el Lugar Santísimo a fin de contactar a Dios para nuestro disfrute. Además, el hecho de que el velo haya sido rasgado implica que debido a que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo (Ro. 6:6), ahora tenemos un camino abierto para —en nuestro espíritu— contactar a Dios y disfrutarle como nuestra vida y suministro de vida.

  En tiempos del Antiguo Testamento únicamente el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo. Una vez al año él traía la sangre expiatoria y la rociaba sobre la cubierta expiatoria. Ese era el camino viejo. Hebreos 10 dice que ahora, en la era del Nuevo Testamento, hay un camino nuevo para entrar en el Lugar Santísimo. Este camino nuevo no es solamente para el sumo sacerdote, sino también para todos los creyentes; no es hecho posible por la sangre de cabras o de becerros, sino por la sangre de Jesús; y no pasa por un velo que no ha sido rasgado, sino por un velo que ha sido rasgado. Ahora podemos pasar a través del velo rasgado, entrar en el Lugar Santísimo e ir directamente al trono de la gracia.

(3) Al trono de la gracia que está detrás del velo para recibir misericordia y hallar gracia de parte del Cristo ascendido que está en los cielos

  Cuando entramos en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús y mediante el camino nuevo y vivo, venimos al trono de la gracia que está detrás del velo para recibir misericordia y hallar gracia de parte del Cristo ascendido que está en los cielos (He. 4:14, 16; 6:19-20). Hebreos 4:16 habla de acudir “confiadamente al trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Sin duda alguna, el trono de la gracia es el trono de Dios que está en los cielos (Ap. 4:2). El trono de Dios es el trono de autoridad para todo el universo (Dn. 7:9; Ap. 5:1), en el cual Dios se sienta para controlar y gobernar el universo. Es el trono de la administración de Dios. Pero para nosotros, los creyentes, este trono es el trono de la gracia, según está representado por la cubierta propiciatoria (el asiento de misericordia) sobre el Arca del Testimonio (Éx. 25:17, 21; Ro. 3:25) en el Lugar Santísimo (He. 9:3, 5) rociado con la sangre de Cristo (Lv. 16:15; He. 9:12). Aquí Dios se reúne con Su pueblo y tiene íntima comunión con ellos (Éx. 25:21-22). Cuando venimos al trono de la gracia por la sangre de Cristo, nos reunimos con Dios y tenemos íntima comunión con Él.

  Venir al trono de la gracia es algo que sucede íntegramente en nuestro espíritu. Puesto que hoy en día nuestro espíritu es el lugar donde Dios habita (Ef. 2:22), ahora este espíritu es la puerta al cielo, donde Cristo es la escalera que nos une a nosotros, los moradores de la tierra, con el cielo, y nos trae el cielo. Por tanto, cada vez que nos volvemos a nuestro espíritu, pasamos por la puerta del cielo y tocamos el trono de gracia que está en el cielo, por medio de Cristo como escalera celestial. Siempre y cuando estemos en nuestro espíritu, tenemos la puerta al cielo, y detrás de esta puerta está el trono de la gracia. Uno no se demora para entrar en el Lugar Santísimo debido a que ya no hay distancia alguna entre el Lugar Santísimo y nuestro espíritu. Siempre que desde lo profundo de nuestro ser clamamos: “Oh, Señor Jesús”, de inmediato nos encontramos en el Lugar Santísimo, con lo cual tocamos el trono de la gracia, que es Cristo mismo como cubierta propiciatoria, la misma que satisface las exigencias de los Diez Mandamientos y cumple con los requisitos de la justicia de Dios, de Su santidad y de Su gloria. En un sentido muy real, nuestro espíritu es el Lugar Santísimo, donde Dios se reúne con nosotros por medio de Cristo como cubierta propiciatoria, la cual, para los creyentes, es el trono de Dios y del Cordero (Ap. 22:1).

  Cuando nos acercamos al trono de la gracia, recibimos misericordia y hallamos gracia para el oportuno socorro. La misericordia y la gracia de Dios son la expresión de Su amor. Cuando estamos en una condición miserable, la misericordia de Dios llega hasta nosotros y nos lleva a una situación en la cual Él puede manifestarnos Su favor con Su gracia. Lucas 15:20-24 dice que cuando el padre vio regresar al hijo pródigo, tuvo compasión de él. Eso fue la misericordia, la cual expresó el amor del padre. Luego el padre lo vistió con la mejor túnica y lo alimentó con el becerro gordo. Eso fue la gracia, la cual también manifestó el amor del padre. La misericordia de Dios tiene mayor extensión que Su gracia y cubre la distancia que nos separa de la gracia de Dios. Con frecuencia, a causa de la condición miserable en la que nos encontramos, tenemos necesidad de recibir misericordia antes de poder hallar gracia.

  La misericordia y la gracia de Dios están siempre disponibles para nosotros. Sin embargo, debemos recibirlas y hallarlas ejercitando nuestro espíritu para acercarnos al trono de la gracia y contactar a nuestro Sumo Sacerdote, quien se compadece de nosotros en nuestras debilidades. Por tanto, simplemente necesitamos acercarnos, abrir nuestro ser y, entonces, recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. El socorro procedente de esta gracia es siempre oportuno y siempre encaja exactamente en nuestra situación y corresponde a nuestra necesidad. Según el libro de Hebreos, la verdadera vida cristiana es una vida de acercarse al trono de la gracia y de continuamente recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

e. Al seguir a Jesús

  Los creyentes disfrutan la impartición de la Trinidad Divina en la transformación divina con miras a la conformación divina no solamente al entrar en el Lugar Santísimo, sino también al seguir a Jesús.

  Después de indicar qué clase de muerte moriría Pedro para glorificar a Dios, el Señor Jesús le dijo: “¡Sígueme!” (Jn. 21:19). Todos nosotros debemos seguir al Señor que mora en nuestro interior. Aquel a quien seguimos está en nosotros. Como lo indica Juan 21:18, no debemos seguir al Señor conforme a nuestra propia voluntad, sino conforme a Su dirección. Que nosotros le sigamos hasta la muerte equivale a glorificar a Dios. Además, tenemos que seguirle sin prestar atención a lo que hacen los demás. Después que el Señor le dijo a Pedro que le siguiera, Pedro se volvió a Juan y le dijo a Jesús: “Señor, ¿y qué de éste?” (v. 21). Al respecto, el Señor respondió: “Si quiero que él quede hasta que Yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (v. 22). El Señor le estaba diciendo a Pedro que lo que fuera a suceder con Juan no era asunto de su incumbencia y que él sólo debía seguirle.

(1) Fuera del campamento

  Hebreos 13:13 indica que los creyentes deben seguir a Jesús fuera del campamento: “Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando Su vituperio”. Tanto en el libro de Hebreos como en la tipología bíblica el campamento representa la organización propia de la religión, la cual es humana y terrenal. Salir del campamento significa salir de la organización humana propia de la religión. Mientras que el campamento representa la organización humana, la ciudad (v. 14) representa la esfera terrenal. En el libro de Hebreos tanto la puerta (v. 12) como el campamento representan la religión judía con sus dos aspectos: el aspecto terrenal y el aspecto humano. El judaísmo es terrenal y humano. Toda religión es tanto una organización humana como una esfera terrenal en la cual las personas son impedidas de participar en la economía neotestamentaria de Dios. Toda religión —el judaísmo, el catolicismo o el protestantismo— que ha rechazado al Señor es un campamento, una organización humana, que Él ha abandonado.

  El libro de Hebreos nos instruye y ordena acercarnos al Lugar Santísimo y entrar detrás del velo. El camino al Lugar Santísimo, un camino nuevo y vivo, ha sido inmolado. Primero, este libro nos introduce en el Lugar Santísimo y, después, nos dirige a salir del campamento. Según nuestro propio concepto, primero salimos del campamento y después entramos detrás del velo; pero según lo entendido por Dios, primero entramos detrás del velo y sólo entonces podemos salir del campamento. Todo aquel que ha salido del campamento ha experimentado antes lo que se encuentra detrás del velo. Nadie ha salido primero del campamento y después entrado detrás del velo. Aunque el Señor Jesús primero salió por la puerta y después entró detrás del velo, con nosotros sucede exactamente lo opuesto. En otras palabras, nosotros primero entramos en el Lugar Santísimo, donde somos fortalecidos y alentados para que salgamos del campamento, y entonces salimos de la organización propia de la religión. Cuanto más entramos detrás del velo, más salimos del campamento.

  En el libro de Hebreos las frases hasta dentro del velo y fuera del campamento son cruciales y muy significativas. Por un lado, disfrutamos a Cristo detrás del velo; por otro, seguimos a Jesús fuera del campamento. La meta y conclusión final de este libro consiste en que todos nosotros entremos detrás del velo y, después, salgamos del campamento.

(2) Llevando Su vituperio

  Hebreos 13:13 indica que al seguir a Jesús fuera del campamento, llevamos Su vituperio. Pasar más allá del velo significa entrar en el Lugar Santísimo, donde el Señor está entronizado en gloria, y salir del campamento significa salir de la religión, de donde el Señor fue arrojado al ser rechazado. Esto significa que debemos estar en nuestro espíritu, donde ahora, hablando con base en nuestra experiencia y en términos prácticos, está el Lugar Santísimo, y que debemos estar fuera de la religión, donde hoy en día, en términos prácticos, está el campamento. Cuanto más estemos en nuestro espíritu, disfrutando al Cristo celestial, más saldremos del campamento de la religión, siguiendo a Jesús en Sus sufrimientos. Estar en nuestro espíritu y disfrutar al Cristo glorificado nos capacita para salir del campamento de la religión y seguir al Jesús rechazado. Cuanto más permanezcamos en nuestro espíritu para tener contacto con el Cristo celestial, quien está en Su gloria, más saldremos del campamento de la religión e iremos al humilde Jesús para sufrir con Él. Al tener contacto con Cristo en los cielos y al disfrutar de Su glorificación, somos vigorizados para tomar el angosto camino de la cruz en la tierra y llevar el vituperio de Jesús.

  El libro de Hebreos nos presenta primero una clara visión del Cristo celestial y del Lugar Santísimo celestial, y luego nos muestra cómo andar en la tierra en el camino de la cruz, es decir, cómo ir a Jesús fuera del campamento, fuera de la religión, llevando el vituperio de Jesús. Ir a Jesús fuera del campamento llevando Su vituperio es tomar el camino de la cruz.

  Cuando entramos detrás del velo al internarnos en nuestro espíritu, gustamos la tierna dulzura del Cristo celestial a fin de que seamos capacitados para salir del campamento abandonando la tierra y todo afecto terrenal. Al permanecer detrás del velo, también experimentamos ser llenos en nuestro espíritu de la gloria del Cristo celestial a fin de que nuestro corazón sea liberado de la usurpación de los deleites terrenales al estar fuera del campamento. Además, detrás del velo contemplamos al Cristo glorificado a fin de que seamos atraídos a seguir al Jesús sufriente fuera del campamento. Al contemplar Su semblante en los cielos, somos capacitados para seguir Sus pisadas en la tierra. A medida que entramos detrás del velo somos infundidos con el poder de la resurrección (Fil. 3:10) a fin de que recibamos poder para andar por el camino de la cruz que nos lleva fuera del campamento. También participamos en el ministerio del Cristo celestial a fin de que seamos equipados para ministrar Cristo a los espíritus sedientos que están fuera del campamento. Aquí disfrutamos lo mejor del Señor a fin de que seamos enriquecidos para satisfacer las necesidades de las personas fuera del campamento.

  El Lugar Santísimo, el camino de la cruz (el cual vemos representado en la frase: “Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando Su vituperio”) y el reino son tres asuntos cruciales presentados en el libro de Hebreos. El Lugar Santísimo nos capacita para seguir el camino de la cruz, y el camino de la cruz nos conduce al reino en su manifestación.

(3) En Sus pisadas

  Al seguir a Jesús fuera del campamento llevando Su vituperio, los creyentes siguen Sus pisadas (1 P. 2:21). Primero entramos en el Lugar Santísimo para recibir gracia; después, en virtud de esa gracia salimos del campamento para seguir a Jesús, llevando Su vituperio, en Sus pisadas.

  En 1 Pedro 2:21 se nos dice: “Para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un modelo, para que sigáis Sus pisadas”. La palabra modelo ha sido dañada por el uso que comúnmente se le ha dado. Literalmente, esta palabra griega denota un modelo para calcar, un patrón de escritura usado por los estudiantes para calcar letras y aprender su caligrafía. En tiempos antiguos los maestros solían escribir las letras modelo en el material correspondiente, y estas letras se convertían en el original que serviría de modelo; luego otra hoja del material en el cual se escribía era puesta encima del original. Entonces los niños practicaban su caligrafía al calcar las letras del original. La palabra griega para “modelo” es la misma que denota aquel original que servía para enseñar a escribir. El Señor Jesús ha puesto delante de nosotros Su vida de sufrimiento como aquel original que sirve de modelo a fin de que nosotros la calquemos siguiendo Sus pisadas.

  No seguimos al Señor Jesús andando en Sus pisadas al esforzarnos por imitarlo de manera externa. Intentar imitar al Señor Jesús simplemente no funciona. En lugar de esforzarnos por imitarle de manera externa, debemos llegar a ser Su reproducción al pasar por un proceso que involucra al Espíritu y las riquezas de la vida divina. El resultado de este proceso consiste en que Cristo es reproducido en nosotros; entonces, al ser hechos Su reproducción hemos de seguir Sus pisadas.

f. Al tomar Su yugo sobre ellos y aprender de Él

  Los creyentes disfrutan la impartición de la Trinidad Divina al tomar sobre ellos el yugo del Señor y aprender de Él. En Mateo 11:29 el Señor Jesús dice: “Tomad sobre vosotros Mi yugo, y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Tomar el yugo del Señor es aceptar la voluntad del Padre. No consiste en ser regulado ni controlado por alguna obligación de la ley o de la religión, ni tampoco en ser esclavizado por alguna obra, sino en ser constreñido por la voluntad del Padre. El Señor Jesús vivió tal vida, sin ocuparse de otra cosa que no fuese la voluntad de Su Padre (Jn. 4:34; 5:30; 6:38). Él se sometió plenamente a la voluntad del Padre (Mt. 26:39, 42). Por tanto, pide a lo creyentes que aprendamos de Él.

  En Mateo 11:30 el Señor Jesús procede a decir: “Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga”. El yugo del Señor es la voluntad del Padre, y Su carga es la obra de llevar a cabo la voluntad del Padre. Tal yugo es grato, no gravoso, y tal carga es ligera, no pesada. La palabra griega traducida “fácil” en este versículo, significa adecuado para su uso, y por ende, bueno, benévolo, benigno, suave, fácil, placentero, en contraste con duro, tosco, severo, gravoso.

  La voluntad de Dios es nuestro yugo. Debido a que hemos sido uncidos a este yugo, ya no somos libres para hacer lo que queramos. ¡Cuán bueno es tomar el yugo del Señor sobre nosotros y aprender de Él!

(1) En Su mansedumbre y humildad de corazón

  En Mateo 11:29 el Señor nos dijo que aprendiéramos de Él. Él es manso y humilde de corazón. Ser manso significa no ofrecer resistencia, y ser humilde significa no tener un concepto elevado de sí mismo. El Señor Jesús siempre se sometió completamente a la voluntad de Su Padre, sin desear hacer nada para Su propio bien y sin esperar ganar algo para Sí. Así que, no importa cuál fuera la situación, Él tenía descanso en Su corazón. Él estaba plenamente satisfecho con la voluntad de Su Padre.

  Al tener mansedumbre, no hay luchas ni pugnas entre nosotros, sino que cedemos. Si hay humildad, los pensamientos altaneros no tienen cabida. Esta humildad es más profunda que la modestia. Es posible ser modestos pero aún así tener pensamientos elevados acerca de nosotros mismos o con respecto a nuestra ocupación. Por tanto, tenemos necesidad de algo más profundo que ser meramente modestos, esto es, debemos ser humildes. No debiéramos considerar que somos alguien especial ni estimarnos como superiores a otros; más bien, debemos mantenernos en una condición de humildad. En esto consiste tomar el yugo de Cristo en Su mansedumbre y humildad, no de manera externa, sino en el corazón.

(2) Para descanso del alma

  Si tomamos el yugo del Señor y aprendemos de Él, encontraremos descanso para nuestras almas. En Mateo 11:28 el Señor hizo el llamado: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”. La labor aquí mencionada se refiere no solamente a la ardua labor de esforzarse por cumplir los mandamientos de la ley y los preceptos religiosos, sino también a la labor que consiste en luchar por ser exitoso en cualquier clase de obra. Todo aquel que labora de tal forma está siempre agobiado. El descanso aquí no sólo se refiere a ser librado de la ardua labor y carga agobiante que se tiene al estar bajo la ley en la religión o bajo cualquier clase de trabajo o responsabilidad, sino también a tener perfecta paz y plena satisfacción.

  El descanso que encontramos al tomar el yugo del Señor y aprender de Él, es descanso para nuestras almas. Es un descanso interior; no es algo meramente exterior en naturaleza. El Señor Jesús siempre se sometió a la voluntad del Padre al aceptar esta voluntad como Su porción y no resistirla en ningún aspecto. Debido a ello, Él siempre tenía descanso. Tenemos que aprender de Él y también adoptar esta perspectiva. Si lo hacemos, tendremos descanso en nuestras almas. Si luchamos por obtener una posición más elevada, no tendremos descanso. Pero si somos mansos y estamos felices de permanecer en una condición humilde, nada nos molestará y habremos de disfrutar el descanso de Cristo.

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