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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 135-156)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE CIENTO CINCUENTA Y CINCO

LOS CREYENTES: SU PRESENTE

(39)

  En el mensaje anterior vimos que los creyentes disfrutan la impartición de la Trinidad Divina en la transformación divina con miras a la conformación divina al ser llenos en su espíritu con el Dios Triuno procesado y al permitir que la palabra de Cristo more ricamente en ellos (Ef. 5:18b; Col. 3:16a). En este mensaje consideraremos dos aspectos del vivir que es producto de ser llenos en el espíritu y permitir que la palabra more en nosotros.

(1) Para llevar una vida que corresponda al nuevo hombre en gracia y verdad

  Los creyentes son llenos en su espíritu con el Espíritu y permiten que la palabra de Cristo more ricamente en ellos para llevar una vida que corresponda al nuevo hombre en gracia y verdad (21, Ef. 4:24, 29). En Efesios 4:24 Pablo nos insta a vestirnos “del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad [o, la verdad]”. El nuevo hombre es de Cristo. Es Su Cuerpo, creado en Él en la cruz (2:15-16). No es un individuo, sino una entidad corporativa (Col. 3:10-11). El hecho de que el nuevo hombre fue creado con base en dos pueblos demuestra que es una entidad corporativa. Además, Colosenses 3:10 y 11 revelan que el nuevo hombre es una composición de muchos pueblos diferentes. En este nuevo hombre corporativo no hay griego ni judío, esclavo ni libre, bárbaro ni escita, sino que Cristo lo es todo y está en todos. En Colosenses 3:11 la palabra todos se refiere a todas las personas. Esto significa que en el nuevo hombre Cristo es todas las personas y está en todas las personas. Por tanto, en el nuevo hombre corporativo Cristo lo es todo y está en todos.

  En calidad de Cuerpo de Cristo, la iglesia necesita a Cristo como su vida, mientras que en calidad de nuevo hombre, la iglesia necesita a Cristo como su persona. Esta nueva persona corporativa debe llevar una vida como la que llevó Jesús sobre la tierra, esto es, una vida de verdad (Ef. 4:21), una vida que exprese a Dios y haga que el hombre le experimente como realidad.

  El uso del artículo definido antes del sustantivo realidad en Efesios 4:24 es enfático. La justicia y santidad del nuevo hombre son propias de la realidad, la verdad. Del mismo modo que el engaño en el versículo 22, relacionado con el viejo hombre, es la personificación de Satanás, también la verdad aquí, relacionada con el nuevo hombre, es la personificación de Dios. Esta verdad fue exhibida en la vida de Jesús. En la vida de Jesús, la justicia y la santidad de la verdad eran manifestadas todo el tiempo. El nuevo hombre fue creado en la justicia y en la santidad de esta verdad, la cual es Dios hecho real y expresado.

  El vivir diario de los creyentes que se describe en Efesios 4:17-32 tiene como elementos básicos la verdad y la gracia. En este pasaje Pablo indica que debemos llevar una vida como la que llevó Jesús, es decir, una vida llena de gracia y de verdad (Jn. 1:14, 17). La gracia es Dios dado a nosotros para nuestro disfrute, y la verdad es Dios revelado a nosotros como nuestra realidad. Cuando vivimos y hablamos la verdad (Ef. 4:21, 24), expresamos a Dios como nuestra realidad, y otros reciben a Dios como gracia para su disfrute (v. 29).

  La gracia es el disfrute del Dios Triuno en todo lo que Él es para nosotros. Cuando Él es vida para nosotros, esto es gracia. Cuando Él es poder para nosotros, esto también es gracia. La gracia equivale a todo aquello que Cristo es para nosotros subjetivamente como nuestro disfrute. Necesitamos la gracia diariamente, incluso a cada hora. Tenemos necesidad del disfrute de Cristo como nuestra vida, nuestro poder y todo para nosotros. La gracia es el Dios Triuno que llega a ser nuestro disfrute. Él ha venido a nosotros a fin de que podamos ganarle, experimentarle y disfrutarle. Cuando le experimentamos como nuestro disfrute, Él llega a ser gracia para nosotros.

  En la exhortación de Pablo hallada en 4:17-32 la verdad, la realidad, es claramente mencionada, pero la gracia está en cierto modo escondida, pues se halla implícita de manera especial en lo dicho por Pablo con respecto a los detalles de nuestro diario vivir. Si no tenemos suficiente gracia, no podremos cumplir con el estándar referente a estos detalles. Mientras que los principios rectores según los cuales aprendemos a Cristo (v. 20) guardan relación con la verdad, los detalles de nuestro diario vivir se relacionan con la gracia. Si hemos de ser conformados a la imagen de Cristo, esto es, si hemos de aprender a Cristo, necesitamos tanto los principios rectores como los detalles. Si poseemos la verdad, tendremos los principios rectores. Si tenemos la gracia, lograremos conformarnos al correspondiente estándar en todos los detalles. Debido a que los detalles de nuestro diario vivir están relacionados con la gracia, tenemos necesidad de la gracia en cada aspecto de nuestra vida.

  La gracia es Dios mismo en Cristo como nuestro disfrute. Debemos permitir que este disfrute elimine de nuestro ser los elementos negativos mencionados en el versículo 31. Uno de estos elementos negativos es la amargura. Sin la gracia, será imposible para nosotros renunciar a nuestra amargura. Pero cuando tenemos a Dios en Cristo como nuestro disfrute, nuestra amargura desaparecerá. Cuando tengamos gracia suficiente, seremos llenos con Cristo como nuestro disfrute y entonces ya no habrá cabida en nosotros para ninguna clase de amargura. Únicamente cuando somos llenos con la gracia, las cosas negativas serán depuradas de nuestro ser.

  Si la gracia llena nuestro ser, entonces en lugar de amargura, enojo, ira y gritería tendremos benignidad, paciencia, misericordia, perdón y gracia. Estas cualidades no proceden de nuestros propios esfuerzos, sino de tener a Cristo como nuestro disfrute. Cuando Cristo es nuestro disfrute, no nos sentimos inclinados a la amargura, el enojo, la ira o la gritería; en lugar de ello, deseamos la benignidad, la paciencia, la perseverancia, la amabilidad, la misericordia, el amor y varias otras virtudes y cualidades. ¡Cuánta diferencia hay en nuestro diario vivir cuando nos sentimos felices y satisfechos mediante nuestro disfrute de Dios en Cristo como gracia!

  En Efesios 4:29 Pablo dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación según la necesidad, a fin de dar gracia a los oyentes”. Aquí vemos que las palabras que salen de nuestra boca deben de dar gracia a los que nos oyen. La gracia es Dios corporificado en Cristo como nuestro disfrute y suministro. Nuestras palabras debieran comunicar esto, impartiendo gracia a los demás. Las palabras que edifican a los demás son siempre aquellas que ministran gracia a los oyentes. Nuestras palabras deben comunicar a Dios en Cristo como disfrute, con lo cual imparten Cristo a los demás como suministro de vida.

  Efesios 4:25 dice: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”. Nuestras palabras deben traer consigo la gracia, y nuestro hablar debe estar lleno de la verdad. La mentira mencionada en el versículo 25 se refiere a todo aquello que sea falso en naturaleza. Debido a que nos despojamos del viejo hombre, también nos despojamos de todo lo que sea falso. Si tenemos el disfrute de Cristo, entonces en términos prácticos en nuestro diario vivir hemos de despojarnos de todo lo que sea falso. Las personas más honestas y fieles son aquellas que tienen el pleno disfrute de Cristo. Cuando estemos llenos de Cristo hasta rebosar, entonces toda mentira será quitada de nosotros. Habiéndonos despojado de la falsedad, debemos entonces hablar verdad cada uno con su prójimo. Cuando estemos llenos de Cristo, hablaremos de aquellas cosas que son verdad.

  Debido a que podríamos estar preocupados con conceptos naturales respecto a la verdad, tal vez tengamos dificultad en entender lo que la verdad significa en conformidad con el Nuevo Testamento. Podríamos considerar que la verdad es meramente la doctrina o la sinceridad. Según el Nuevo Testamento, la verdad es Dios revelado. En principio, debido a que la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo (Jn. 1:17), estas cosas deben ser algo propio de Dios mismo. Jesús es Dios que viene a nosotros. Cuando Dios viene a nosotros, Él no viene como doctrinas o sinceridad. Cuando Él viene, todo lo relacionado con Su ser también viene. Dios viene a nosotros para nuestro disfrute. Esto es gracia. Dios también viene a revelarse Él mismo a nosotros. Esto es la verdad. En otras palabras, cuando Dios es disfrutado por nosotros, Él es gracia; pero cuando Dios es revelado a nosotros, Él es la verdad. La verdad, por tanto, es Dios revelado a nosotros.

  En Efesios 4:21 Pablo dice: “Le habéis oído, y en Él habéis sido enseñados, conforme a la realidad [o, la verdad] que está en Jesús”. Con la frase la realidad que está en Jesús se hace referencia a la verdadera condición de la vida de Jesús según se describe en los cuatro Evangelios. En el andar impío de las naciones, la gente caída, hay vanidad (v. 17). Pero en la vida piadosa de Jesús hay verdad, realidad. Jesús vivió una vida en la cual Él hacía todo en Dios, con Dios y para Dios. Dios estaba en Su vida, y Él era uno con Dios. Ésta es la realidad que está en Jesús. Nosotros los creyentes, quienes somos regenerados con Cristo como vida y somos enseñados en Él, aprendemos de Él conforme a la realidad, la verdad, que está en Jesús.

  Hemos visto que la verdad es Dios revelado. También podríamos afirmar que la verdad es el resplandecer de la luz, la expresión de la luz. Puesto que Dios es luz (1 Jn. 1:5), la verdad es la expresión de Dios. Todo aspecto de la vida de Jesús relatado en los Evangelios es expresión de Dios. Esta expresión de Dios es el resplandecer de la luz, por tanto, es la verdad.

  La vida de Jesús en conformidad con la verdad constituye el modelo para nuestro vivir actual como creyentes. Con base en este modelo aprendemos a Cristo conforme a la realidad, la verdad, que está en Jesús. Esto significa que aprendemos a Cristo conforme a la verdad presentada en los Evangelios, esto es, conforme a la vida del Señor Jesús, la cual se conformaba íntegramente a la verdad de Dios. Esta vida es el resplandecer de la luz. El resplandecer de la luz es la verdad, y la verdad es la expresión de Dios. Por tanto, en la vida de Jesús está presente la verdad. La esencia del modelo establecido por el Señor Jesús es la verdad. La esencia de la vida de Jesús es la verdad. Cuando el Señor Jesús vivía en la tierra, Él siempre anduvo en la verdad, en el resplandecer de la luz divina. Por tanto, el Señor Jesús vivió y anduvo en la expresión de Dios.

  Efesios 4:17-24 nos presenta el principio que debe regir nuestro diario vivir renovado para aprender a Cristo. Este principio es la verdad, el vivir del Señor Jesús cuando estuvo en la tierra. El vivir del Señor consistió siempre en despojarse de Su propia vida para vestirse de la vida del Padre. Ésta es la vida de Jesús, y esta vida es la verdad que sirve de principio rector para una vida de aprender a Cristo. Según este principio rector, nos hemos despojado del viejo hombre y vestido del nuevo. Ahora, al ser llenos en nuestro espíritu regenerado con el Dios Triuno procesado y al permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros, llevamos una vida que corresponde al nuevo hombre en gracia y en verdad.

(2) Llevar una vida que corresponda a la esposa de Cristo en amor y luz

  Un segundo resultado de ser llenos en nuestro espíritu con el Dios Triuno procesado y de permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros es que habremos de llevar una vida que corresponda a la esposa de Cristo (Ef. 5:22-25) en amor y luz. Así como la gracia y la verdad son los elementos básicos mencionados en Efesios 4:17-32, así también el amor (5:2, 25) y la luz (vs. 8-9, 13-14) son los elementos básicos mencionados en 5:1-33. La gracia es la expresión del amor, y el amor es la fuente de la gracia. La verdad es la revelación de la luz, y la luz es el origen de la verdad. Dios es amor y luz (1 Jn. 4:8; 1:5). Cuando Dios es expresado y revelado en el Señor Jesús, Su amor se convierte en gracia y Su luz se convierte en verdad. Después de que, en el Señor Jesús, hemos recibido a Dios como gracia y lo hemos aprehendido como verdad, acudimos a Él y disfrutamos Su amor y luz. El amor y la luz son más profundos que la gracia y la verdad. Por tanto, Pablo primero presenta la gracia y la verdad como elementos básicos propios de una vida que corresponde al nuevo hombre y después presenta el amor y la luz como los elementos propios de una vida que corresponde a la esposa de Cristo. Esto implica que en nuestro diario vivir debemos crecer, de modo que profundicemos al avanzar de los elementos externos a los elementos internos.

  El amor es la sustancia interna de Dios, mientras que la luz es el elemento expresado de Dios. El amor de Dios, el cual es interno, se puede sentir, y la luz de Dios, la cual es externa, se puede ver. Nuestro andar en amor debe estar constituido de ambos elementos, la sustancia amorosa y el elemento iluminador de Dios. Éstos deben ser la fuente interna de nuestro andar.

  En Efesios 5:2 Pablo dice: “Andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a Sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”. En 4:32 Pablo nos presenta a Dios mismo como el modelo para nuestro andar diario, y en 5:2 él nos presenta a Cristo como el modelo para nuestro vivir. En 4:32 Dios en Cristo es nuestro modelo, ya que en esa sección la gracia y la verdad de Dios, expresadas en la vida de Jesús, son tomadas como los elementos básicos. Según 4:32, hemos de perdonar a los demás como Dios nos perdonó en Cristo; esto significa que Dios es el modelo con relación al perdón. Pero en el capítulo 5, Cristo mismo es nuestro ejemplo, porque en esta sección el amor que Cristo nos expresa (v. 25) y la luz que Cristo hace resplandecer sobre nosotros (v. 14) son tomados como los elementos básicos. Aquí Cristo, quien nos amó y se entregó por nosotros, es el ejemplo de alguien que anda en amor.

  En Efesios 5:8 Pablo procede a decir: “En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz”. No sólo estábamos en tinieblas, sino que éramos las tinieblas mismas. Ahora no solamente somos hijos de luz, sino la luz misma (Mt. 5:14). Así como Dios es luz, el diablo es tinieblas. Éramos tinieblas porque éramos uno con el diablo. Ahora somos luz porque somos uno con Dios en el Señor.

  En Efesios 5:2 Pablo nos insta a andar en amor, y en 5:8 él nos insta a andar como hijos de luz. Así como Dios es luz, del mismo modo nosotros, los hijos de Dios, también somos hijos de luz. Debido a que ahora somos luz en el Señor, debemos andar como hijos de luz. No debiéramos simplemente vivir conforme a la verdad y por la gracia, sino también en amor y bajo la luz. Andar en amor y en luz es más profundo e íntimo que vivir conforme a la verdad y por la gracia.

  En nuestra experiencia, probablemente sean frecuentes las ocasiones en las que percibimos a Dios como verdad para nosotros, como nuestra realidad; pero a veces, cuando entramos en la presencia de Dios, tenemos el sentir de que estamos en la luz. En tales ocasiones no solamente experimentamos la realidad, sino que somos la luz misma. Por tanto, la experiencia que tenemos de la luz es más profunda que la experiencia que tenemos de la verdad.

  Después de exhortarnos a andar como corresponde a hijos de luz, en 5:9 Pablo inserta una afirmación parentética acerca del fruto de la luz: “El fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad”. La bondad denota la naturaleza del fruto de la luz; la justicia es la manera o el procedimiento por el cual es producido el fruto de la luz; y la verdad es la realidad, la expresión real, del fruto de la luz. Esta expresión es Dios mismo. El fruto de la luz debe de ser bueno en naturaleza, justo en procedimiento y real en expresión, a fin de que Dios sea expresado como la realidad de nuestro andar diario.

  Es muy significativo que al hablar del fruto de la luz Pablo mencione únicamente tres cosas: la bondad, la justicia y la verdad. La razón por la cual él menciona solamente tres cosas es que el fruto de la luz en bondad, justicia y verdad está relacionado con el Dios Triuno.

  La bondad se refiere a la naturaleza del fruto de vida. El Señor Jesús una vez indicó que el Único que era bueno es Dios mismo (Mt. 19:17). Por tanto, aquí la bondad denota a Dios el Padre. Dios el Padre como bondad es la naturaleza misma del fruto de la luz.

  La justicia es el procedimiento por el cual el fruto de la luz es producido. En la Deidad el Hijo, Cristo, es nuestra justicia. Él vino a la tierra a fin de producir ciertas cosas en conformidad con el proceder de Dios, el cual es siempre justo. La justicia es la manera en que Dios actúa, Su manera de proceder. Cristo vino para llevar a cabo el propósito de Dios conforme al procedimiento justo de Dios. Por tanto, el segundo aspecto del fruto de la luz se refiere a Dios el Hijo.

  La verdad es la expresión del fruto de la luz. Este fruto tiene que ser real, es decir, tiene que ser la expresión de Dios, el resplandor de la luz escondida. Sin duda alguna, esta verdad se refiere al Espíritu de realidad, el tercero del Dios Triuno. Por tanto, el Padre como bondad, el Hijo como justicia y el Espíritu como verdad, la realidad, están todos relacionados con el fruto de la luz.

  Efesios 5:9 es la definición del andar que corresponde a los hijos de luz. Si andamos como hijos de luz, produciremos el fruto descrito en este versículo. El fruto que produzcamos al andar como hijos de luz tiene que ser en bondad, justicia y verdad. La prueba de que andamos como hijos de luz puede ser vista en que produzcamos tal fruto.

  Primero recibimos a Dios en Cristo como gracia y conocemos a Dios en Cristo como verdad. Después venimos a disfrutar de Dios como amor y luz. El amor y la luz son los elementos internos, mientras que la gracia y la verdad son los elementos externos. El amor es la sustancia interna de Dios y, como tal, puede ser sentido o percibido; y la luz es el elemento expresado de Dios y, como tal, puede ser vista. Tanto el amor como la luz deberán ser la fuente interna de nuestro andar diario como creyentes.

  Debe impresionarnos profundamente que la vida de iglesia acorde con el deseo de Dios tiene que ser vivida en amor y en luz, los cuales son los elementos de Dios mismo. En la sustancia de Dios tenemos amor y luz. El objetivo del libro de Efesios es introducirnos en la sustancia interna de Dios a fin de que le conozcamos en amor y luz. Aquí, al ser llenos en nuestro espíritu con el Espíritu y al permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros, hemos de vivir en íntima comunión mientras disfrutamos la luz en su resplandor y el amor en su dulzura.

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