
Hemos visto que los creyentes experimentan la impartición de la Trinidad Divina al servir y adorar a Dios. Ahora debemos ver que ellos también experimentan esta impartición al trabajar y laborar para el Señor.
Los creyentes sirven y adoran a Dios; además, ellos trabajan y laboran para el Señor. En 1 Corintios 16:10 Pablo dice acerca de Timoteo, que “él hace la obra del Señor así como yo”. En 15:58 Pablo le dice a los corintios: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes e inconmovibles, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestra labor en el Señor no es en vano”. El contexto de este versículo es lo tratado por Pablo acerca de la resurrección (vs. 1-58). Poner en duda la verdad de la resurrección nos desalentaría con respecto a nuestro futuro y, por ende, nos desanimaría en cuanto a trabajar para el Señor. La fe nos da una fuerte aspiración para abundar en la obra del Señor con la esperanza de agradar al Señor en resurrección a Su regreso.
Los creyentes trabajan y laboran para el Señor por la vida y poder de resurrección del Señor. Debido a que 1 Corintios 15 trata de manera exhaustiva y completa el tema de la resurrección, lo dicho por Pablo en el versículo 58 alude implícitamente a la vida y poder de resurrección. Trabajamos y laboramos para el Señor no por nuestra vida y habilidad naturales, sino por la vida y poder de resurrección del Señor.
En 1 Corintios 15:10 se nos indica cómo Pablo trabajó y laboró para el Señor por Su vida y poder de resurrección: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. La gracia, mencionada tres veces en este versículo, es el Cristo resucitado, que se hizo el Espíritu vivificante (v. 45) para, en resurrección, introducir en nosotros al Dios procesado para que sea nuestra vida y suministro de vida a fin de que vivamos en resurrección. Así que, la gracia es el Dios Triuno que llega a ser nuestra vida y nuestro todo. Es por esta gracia que Saulo de Tarso, el primero de los pecadores (1 Ti. 1:15-16), llegó a ser el apóstol principal, que trabajaba mucho más que todos los apóstoles. Su ministerio y su vida, llevados a cabo por medio de esta gracia, son un testimonio innegable de la resurrección de Cristo.
La frase no yo, sino la gracia de Dios es el equivalente de la frase ya no vivo yo, mas vive Cristo en Gálatas 2:20. La gracia que motivó al apóstol y operó en él no era algún asunto o cosa, sino una persona viviente, o sea, el Cristo resucitado, la corporificación del Dios Triuno, quien se hizo el Espíritu vivificante y todo-inclusivo que moraba en el apóstol como su todo. Era por esta gracia que Pablo podía ser lo que era y trabajar más abundantemente que los demás apóstoles. A lo largo de los siglos, todos los siervos vivientes del Señor han tenido a este Cristo resucitado viviendo en ellos. Podemos testificar que Él vive en nosotros, capacitándonos para hacer lo que jamás podríamos hacer en nosotros mismos.
En 1 Corintios 15:58 Pablo nos alienta diciéndonos que nuestra “labor en el Señor no es en vano”. Nuestra labor por el Señor en Su vida de resurrección y con el poder de Su resurrección nunca será en vano, sino que dará por resultado el cumplimiento del propósito eterno de Dios al predicar nosotros Cristo a los pecadores, ministrar vida a los santos y edificar la iglesia con las experiencias que tenemos del Dios Triuno procesado como oro, plata y piedras preciosas (3:12). Tal labor será recompensada por el Señor que ha de regresar, en el día de la resurrección de los justos (v. 14; Mt. 25:21, 23; Lc. 14:14).
Debemos percatarnos de que en 1 Corintios 15:58 se nos habla de algo que está en resurrección y que está estrechamente relacionado con la resurrección. Si estamos en resurrección, este versículo se aplica a nosotros; pero si no estamos en resurrección, podríamos tener la idea equivocada de que este versículo nos anima a esforzarnos y ser dinámicos. El hecho de que este versículo está relacionado con la resurrección se halla indicado por el uso de la frase Así que al inicio del versículo, con lo cual se hace referencia a todo lo dicho por Pablo en este capítulo. Con base en lo que él ha escrito en 15:1-57, Pablo anima a los creyentes a estar firmes e inconmovibles, abundando siempre en la obra del Señor. Según la vida natural, podemos ser conmovidos incluso por algo pequeño. ¿Cómo podríamos entonces estar firmes? Podemos estar firmes únicamente por la vida de resurrección dentro de nosotros. La resurrección hace de nosotros personas firmes e inconmovibles, que siempre abundan en la obra del Señor. Además, esto nos permite saber que nuestra labor en el Señor no es en vano. Sin la resurrección, todo cuanto hacemos es vano; pero en resurrección nuestra labor en el Señor no es vana. Por tanto, la resurrección no solamente nos alienta, sino que además nos motiva a realizar la obra del Señor.
Al trabajar y laborar por el Señor, los creyentes predican a Cristo como evangelio a los pecadores al predicar la palabra. Hechos 5:42 dice que los apóstoles no cesaban de “anunciar el evangelio de Jesús, el Cristo”, esto es, no cesaban de predicar a Cristo como evangelio. Hechos 8:4 dice: “Así que, los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando la palabra de Dios como evangelio”. Fue por la soberanía de Dios que los creyentes fueron dispersados desde Jerusalén hacia otras localidades mediante la persecución, y así se llevó a cabo la propagación del evangelio a fin de que se cumpliera lo dicho por el Señor en Hechos 1:8. Que los creyentes anuncien la palabra de Dios como evangelio equivale a anunciar al Señor mismo como evangelio.
Uno de los que fue dispersado en aquella persecución y que iba por todos lados anunciando la palabra de Dios como evangelio era Felipe. Hechos 8:5 dice: “Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les proclamaba el Cristo”. Hechos 8:12 dice que Felipe “anunciaba el evangelio del reino de Dios y el del nombre de Jesucristo”. Estos versículos son indicio adicional de que los creyentes deben predicar a Cristo como evangelio a los pecadores al predicar la palabra.
En 2 Timoteo 4:2a Pablo exhorta a Timoteo: “Que proclames la palabra; que te mantengas preparado a tiempo y fuera de tiempo”. La palabra que Timoteo debía proclamar incluía todo lo que él había aprendido tanto de Pablo como del Antiguo Testamento (3:14-15). Timoteo no debía enseñar meramente las palabras con respecto a la salvación del infierno para ir al cielo. Él debía impartir palabras que completasen la revelación de Dios con respecto a Cristo y la iglesia. Estas sanas palabras constituyen la verdad, la realidad del contenido de la economía neotestamentaria de Dios. A Timoteo se le exhortó estar preparado para predicar esta palabra a tiempo y fuera de tiempo. Predicar a tiempo y fuera de tiempo significa predicar tanto en situaciones oportunas como en las inoportunas, ya sea que resulte conveniente o inconveniente, ya sea que uno sea bien recibido o rechazado.
En Marcos 16:17 y 18 vemos que quienes trabajan y laboran para el Señor deben echar fuera demonios en el nombre del Señor y sanar a los enfermos al imponerles las manos. No debiéramos pensar que debido a que no estamos a favor del movimiento pentecostal, no le damos importancia a echar fuera demonios ni a sanar a los enfermos. Por el contrario, debemos atender a esto, pero no debemos hacer de ello una práctica que caracterice nuestra obra. Los elementos particulares de nuestra obra son Cristo y la iglesia con el Espíritu y la vida divina. No obstante, al predicar el evangelio en ciertos lugares confrontaremos casos de posesión demoníaca. Es nuestro deber echar fuera demonios, expulsar el poder diabólico. No hay necesidad de que nadie nos pida que echemos fuera un demonio; de inmediato, sin que se nos pida, debemos cumplir nuestra tarea de echar fuera demonios. Sin embargo, cuando nos encontramos con aquellos que están enfermos, debemos esperar a que se nos pida antes de imponerles nuestras manos para sanidad. Si una persona enferma nos pide que la sanemos mediante la imposición de las manos en el nombre del Señor y en oración, debemos hacerlo, dejando el resultado al Señor. Con frecuencia veremos sanidades, pero a veces no se producirá tal sanidad; por tanto, debemos dejar en manos del Señor la realización concreta de una sanidad. Además, debemos recordar siempre que no podemos permitir que estos dos asuntos —echar fuera demonios y sanar a los enfermos— superen en importancia los componentes principales del evangelio, que son Cristo y la iglesia.
Ahora abordaremos un asunto que reviste gran importancia: ministrar Cristo como vida a los santos con las palabras nutritivas de la fe neotestamentaria. En 1 Timoteo 4:6 Pablo dice: “Si expones estas cosas a los hermanos, serás buen ministro de Cristo Jesús, nutrido con las palabras de la fe y de la buena enseñanza que has seguido fielmente”. Un ministro de Cristo no se refiere principalmente a un ministro que pertenece a Cristo, sino a una persona que ministra Cristo a los demás. Un ministro de Cristo es aquel que sirve Cristo a otros, ministrándoles a Cristo como Salvador, vida, suministro de vida y como todas las cosas positivas. Es diferente de aquel que enseña la ley y otras cosas (1:7, 3).
En la actualidad hay una gran cantidad de ministros que pertenecen a Cristo, pero muy pocos de ellos ministran Cristo a los demás. Ser un ministro de Cristo no significa primordialmente predicar a Cristo, enseñar a Cristo o hablar a los demás con respecto a Cristo. El significado principal de esta expresión es que se ministra Cristo a los demás.
Que Pablo usara la palabra nutrido indica que su concepto es el de suministrar vida a los demás. Es significativo que en 4:6 Pablo no dice “enseñado”, sino “nutrido”. Para ministrar Cristo a otros se requiere que primero nosotros mismos seamos nutridos. Al ser nutridos con Cristo, le tendremos a Él como nuestro alimento, como nuestro suministro de vida, a fin que podamos ministrarlo a los demás. El uso del término nutrido, por tanto, sirve de base para afirmar que un buen ministro de Cristo no meramente enseña a otros acerca de Cristo, sino que ministra Cristo a los demás como alimento. Los demás deben poder testificar acerca de nosotros de que los hemos nutrido con Cristo.
Somos nutridos a fin de experimentar el crecimiento en vida, lo cual es un asunto de vida; esto difiere de ser meramente enseñados, lo cual es un asunto de conocimiento. Al ministrar a los demás debemos ejercitar nuestro espíritu para no solamente transmitir conocimiento sino que, mientras sea manifestado cierta clase de conocimiento en los oyentes, ellos sean suministrados con algo nutritivo. Nuestro deseo debe ser ministrar las riquezas de Cristo como alimento para que los santos sean nutridos.
Si de corazón desean cuidar a otros en el recobro del Señor, no deben impartirles meras enseñanzas. Siempre que tengan comunión con los demás acerca de Cristo, pueden impartirles cierto conocimiento; pero mientras les enseñan, deben ejercitar su espíritu para ministrar alimento espiritual a fin de que puedan ser nutridos. Si hacen esto, serán buenos ministros de Cristo.
Con Pablo y Timoteo vemos un modelo excelente. Antes de poder ministrar a otros, Timoteo primero tenía que alimentarse él mismo de las palabras de la fe. Él tenía que digerirlas, asimilarlas y permitir que estas palabras saturaran su ser interior. Entonces él podría exponer estas cosas a los hermanos. Hoy en día nosotros debemos seguir el ejemplo de Timoteo y exponer ante los santos las cosas con las cuales hemos sido nutridos por el Señor mediante el ministerio. ¡Cuán maravillosa sería la vida de iglesia si todos hiciéramos esto!
Me carga profundamente el hecho de que muchos que aman al Señor Jesús y le buscan hayan sido engañados e impedidos de avanzar. Tenemos que encontrar la manera de compartir con ellos las riquezas espirituales que el Señor nos ha provisto. Muchos que verdaderamente aman al Señor se están muriendo de hambre. Debemos tomar la carga de suministrarles alimento. Todos debemos ser buenos ministros de Cristo, sirviendo Sus riquezas a los demás. Seamos primero nutridos nosotros mismos, y después ministremos este nutrimento a todo el pueblo de Dios.
En 4:6 Pablo específicamente habla de ser “nutrido con las palabras de la fe y de la buena enseñanza”. Las palabras de la fe son las palabras del evangelio completo tocante a la economía neotestamentaria de Dios. Las palabras de la buena enseñanza son palabras dulces que contienen y transmiten las riquezas de Cristo a fin de nutrir, edificar y fortalecer a Sus creyentes. En realidad, las palabras de la fe y las palabras de la buena enseñanza se refieren a lo mismo. Si hemos de enseñar a otros, nosotros mismos debemos seguir fielmente estas palabras. Si las seguimos fielmente y somos nutridos por ellas, entonces podremos alimentar a otros. Por ejemplo, si una madre no sabe cómo nutrirse ella misma apropiadamente, no sabrá cómo alimentar saludablemente a sus hijos. Es por medio de su propia experiencia de ser nutrida que ella sabrá qué alimentos son los mejores para sus hijos. Esto se aplica en especial a una madre que amamanta a su bebé. El alimento nutritivo que ella ingiere y digiere llegará entonces a ser la leche con la cual nutrirá a su bebé. Esto sirve de ilustración para el hecho de que, como buenos ministros de Cristo, primero tenemos que ser nutridos nosotros mismos con las palabras de la fe y de la buena enseñanza que hemos seguido fielmente; entonces, podremos nutrir a otros al ministrarles Cristo como vida.
Mediante su experiencia de la impartición de la Trinidad Divina, los creyentes también pueden pastorear a los santos como rebaño de Dios según Dios, esto es, en conformidad con Su naturaleza, deseo, camino y gloria. En Hechos 20:28 Pablo le dice a los ancianos en Éfeso: “Mirad por vosotros, y por todo el rebaño, en medio del cual el Espíritu Santo os ha puesto como los que vigilan, para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él ganó por Su propia sangre”. La principal responsabilidad de los ancianos como los que vigilan no consiste en gobernar sino en pastorear, es decir, en brindar un cuidado tierno y todo-inclusivo al rebaño, la iglesia de Dios. Pastorear el rebaño de Dios requiere que suframos por el Cuerpo de Cristo tal como lo hizo Cristo (Col. 1:24). Esta clase de pastoreo acompañado de sufrimientos será recompensado con la corona inmarcesible de gloria (1 P. 5:4).
En 1 Pedro 5:2a se nos dice: “Pastoread el rebaño de Dios que está entre vosotros, velando sobre él, no por fuerza, sino voluntariamente, según Dios”. Pastorear según Dios significa pastorear según la naturaleza, el deseo, el camino y la gloria de Dios, no conforme a la preferencia, el interés y el propósito del hombre. Los ancianos no deben pastorear el rebaño en conformidad con su propia opinión, sus propias ideas ni sus propias preferencias o aversiones; en lugar de ello, deben pastorear según la elección, el deseo, el propósito y la preferencia de Dios. Los ancianos tienen que pastorear a los santos como rebaño de Dios completamente según el pensamiento de Dios, Su sentir, voluntad y elección. Ellos tienen que pastorear según lo que a Dios le gusta o disgusta.
Los creyentes edifican la iglesia con las experiencias del Dios Triuno procesado como Aquel que es oro, plata y piedras preciosas (1 Co. 14:4, 12; 3:12). En 1 Corintios 3:12 Pablo dice: “Si sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas”. El oro representa la naturaleza del Padre con todos sus atributos; la plata representa al Cristo que redime y secreta vida junto con todas las virtudes y atributos de Su persona y obra; y las piedras preciosas representan la obra transformadora del Espíritu con todos sus atributos. Estos materiales preciosos son producto de nuestra experiencia de la impartición del Dios Triuno procesado.
Es significativo que Pablo mencione únicamente tres clases de materiales —oro, plata y piedras preciosas—, pues éstos corresponden a los tres de la Trinidad Divina. El oro, el primero de los materiales preciosos mencionados por Pablo, se refiere al primero de la Trinidad, Dios el Padre. El oro no representa la redención ni la transformación; más bien, por ser un elemento precioso, representa algo que no cambia ni se corrompe en su naturaleza. Por tanto, el oro, que siempre permanece inalterable, representa la naturaleza de Dios el Padre. La plata representa la redención efectuada por Cristo el Hijo, el segundo de la Trinidad. Por tanto, la plata en 3:12 se refiere a la redención efectuada por Cristo. Las piedras preciosas están relacionadas con la obra transformadora del Espíritu Santo. Toda piedra preciosa es una sustancia que ha sido transformada; por tanto, las piedras preciosas denotan transformación. Según 2 Corintios 3:18, nosotros somos transformados por el Señor Espíritu. Esto revela claramente que la transformación es la obra del Espíritu. Por tanto, el tercero de los materiales preciosos mencionados en 1 Corintios 3:12 se refiere al tercero de la Trinidad, el Espíritu. Debemos experimentar al Dios Triuno procesado como tales materiales preciosos; entonces podremos edificar la iglesia.
La razón por la cual hay tan poca edificación entre los cristianos en la actualidad es que son pocos los creyentes que experimentan la impartición del Dios Triuno procesado de modo que sean transformados y conformados. Debido a que a los creyentes no les interesa esta clase de experiencia, no pueden edificar la iglesia. En lugar de edificar la iglesia, ellos organizan denominaciones y grupos. Aunque un buen número de creyentes está en las denominaciones y, de hecho, son miembros de la iglesia, tales miembros han sido usurpados y mal utilizados para formar una organización. Por tanto, debemos discernir la diferencia entre las denominaciones, en las que están incluidos hermanos y hermanas en el Señor, y la iglesia. Debido a que las denominaciones son organizaciones, ellas constituyen un sustituto de la verdadera iglesia. En el recobro del Señor no estamos edificando ninguna clase de organización. Estamos edificando un organismo —el Cuerpo de Cristo— al ser constituidos con el Dios Triuno experimentándole como oro, plata y piedras preciosas.
Los creyentes trabajan y laboran para el Señor también con oración y ayuno. A veces tenemos que ayunar para confrontar el poder de las tinieblas al echar ciertos demonios que insisten en quedarse. En Mateo 17:21 el Señor Jesús le dijo a los discípulos: “Esta clase de demonios no sale sino con oración y ayuno”. A fin de confrontar el poder de las tinieblas es necesario ejercer la autoridad del Rey celestial. Nosotros podemos ejercer tal autoridad únicamente por medio de la oración y el ayuno. Como Rey celestial, el Señor Jesús posee tal autoridad, pero nosotros debemos orar, incluso con ayuno, a fin de ejercer la autoridad del Señor.
Con respecto a la oración, Hechos 1:14 dice: “Todos éstos perseveraban unánimes en oración”. Los discípulos sentían la carga de orar con perseverancia en unanimidad. Dios necesita que Su pueblo ore con respecto a lo que Él ha prometido realizar en Su economía neotestamentaria. El Dios de los cielos necesita que los hombres en la tierra cooperen con Él para llevar a cabo Su plan.
Hechos 6:4 dice: “Nosotros perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra”. Orar no consiste solamente en rogar al Señor que haga cosas para Su mover, sino también en ejercitar y fortalecer nuestro espíritu. Por tanto, la oración debe preceder a la palabra. Sin la oración, el ministerio de la palabra no puede ser vivificado ni revestido de poder.
En Hechos 13:2 vemos que los profetas y maestros en Antioquía estaban “ministrando [...] al Señor, y ayunando”. Estos profetas y maestros no conferenciaban con los hombres ni se organizaban; más bien, ministraban al Señor y ayunaban. Ellos ministraban directamente al Señor. Esto significa que, en términos espirituales, ellos no estaban en el altar del atrio, sino en el altar del incienso en el Lugar Santo. En el Antiguo Testamento los sacerdotes ministraban en dos lugares. Cuando servían a las personas, ellos ministraban en el altar del atrio, donde ofrecían sacrificios a Dios en favor del pueblo. Pero cuando servían al Señor directamente, ellos estaban en otro lugar: en el altar del Lugar Santo, donde hacían arder el incienso. Los profetas y maestros en Antioquía estaban en el altar del incienso en el Lugar Santo, ministrando directamente al Señor mediante sus oraciones.
Los creyentes que trabajan y laboran para el Señor serán recompensados por el Señor que regresa en el día de la resurrección de los justos. Dicha recompensa está por completo relacionada con el reino. En realidad, ser recompensados consiste en que nos sea dada rica entrada en el reino. Aquellos que sean recompensados con esta rica entrada entrarán en el reino y en el gozo del Señor, y al disfrutar de la vida eterna en la era venidera, reinarán juntamente con Cristo como Sus co-reyes.
En 1 Corintios 3:14 Pablo dice: “Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa”. La obra que permanezca tendrá que ser de oro, plata y piedras preciosas, materiales producidos por los ministros fieles de Cristo. Tal obra será recompensada por el Señor, quien vendrá y juzgará. La recompensa se basa en la obra que el creyente haya realizado después de ser salvo. Es diferente de la salvación, la cual se basa en la fe en el Señor y en Su obra redentora.
En Mateo 24:45-47 el Señor Jesús dice: “¿Quién es, pues, el esclavo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a su debido tiempo? Bienaventurado aquel esclavo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá”. Se muestra fidelidad para con el Señor, pero se ejerce prudencia para con los creyentes. La casa mencionada en el versículo 45 se refiere a los creyentes (Ef. 2:19), quienes constituyen la iglesia (1 Ti. 3:15). Dar alimento se refiere a ministrar la palabra de Dios y Cristo como suministro de vida a los creyentes en la iglesia. En estos versículos ser bienaventurado significa recibir como recompensa la autoridad para reinar en la manifestación del reino. En la manifestación del reino de los cielos, el Señor pondrá al esclavo fiel sobre todos Sus bienes. Esto será su recompensa.
Otro versículo que nos habla de la recompensa que se dará a los creyentes es Mateo 25:21: “Su señor le dijo: Bien, esclavo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Estas mismas palabras son halladas también en el versículo 23. Aquí la palabra poco denota la obra del Señor en esta era; sobre denota la autoridad para gobernar en el reino venidero; mucho denota las responsabilidades en el reino venidero; y el gozo de señor denota el disfrute que tendremos del Señor en el reino venidero. Este disfrute consiste en la satisfacción interna, no en una posición externa. Ser partícipes del gozo del Señor es la más grande de las recompensas, mejor aún que la gloria y la posición presentes en el reino.
En Lucas 14:14 el Señor Jesús habla acerca de ser recompensado en la resurrección de los justos: “Serás bienaventurado; porque ellos no tienen con qué recompensarte, pero te será recompensado en la resurrección de los justos”. La resurrección de los justos es la resurrección de vida (Jn. 5:29; Ap. 20:4-6), cuando Dios recompensará a los santos (11:18) al regresar el Señor (1 Co. 4:5).