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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 205-220)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE DOSCIENTOS SEIS

LA IGLESIA: LAS REUNIONES DE LA IGLESIA

(2)

  En este mensaje continuaremos considerando las diferentes clases de reuniones y procederemos a ver la manera en que debemos reunirnos.

3. La reunión para edificación al ejercer los dones espirituales

  Además de la reunión para la mesa del Señor y la reunión para orar, tenemos la reunión para edificación al ejercer los dones espirituales (1 Co. 14:26-35). En esta clase de reunión, una reunión para la mutua edificación, no hay una persona especial que realice algo específico, sino que todos ejercen sus dones espirituales. Cada uno de los creyentes puede participar con la meta de edificar corporativamente y contribuir a la edificación personal de los demás.

a. En mutualidad

  En 1 Corintios 14:26 se nos indica que la reunión para edificación al ejercer los dones espirituales es una reunión en mutualidad. “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene enseñanza, tiene revelación, tiene lengua, tiene interpretación. Hágase todo para edificación”. La palabra tiene, la cual aparece cinco veces en este versículo, es la traducción de la palabra griega éco, una palabra extensamente usada, la cual tiene muchos significados. Sus tres significados principales son los siguientes: (1) “retener, poseer, guardar cierta cosa”; (2) “tener cierta cosa para disfrutarla”; (3) “tener los medios o el poder para hacer cierta cosa”. Los primeros dos significados deben aplicarse a los primeros tres puntos de los cinco enumerados en este versículo —un salmo, una enseñanza y una revelación—, y el tercer significado, a los dos últimos: lengua e interpretación. Esto indica que al asistir a la reunión de la iglesia debemos tener algo del Señor para compartirlo con los demás, ya sea un salmo para alabar al Señor; una enseñanza (de parte de un maestro) con la cual ministrar las riquezas de Cristo para edificar y nutrir a otros; una revelación (de parte de un profeta, v. 30) para comunicar visiones del propósito eterno de Dios con respecto a Cristo como misterio de Dios y a la iglesia como misterio de Cristo; una lengua dada por señal a los incrédulos (v. 22) a fin de que conozcan y acepten a Cristo; o una interpretación que pueda hacer que algo hablado en lenguas acerca de Cristo y Su Cuerpo sea comprensible. Antes de llegar a la reunión, debemos prepararnos para la reunión con dichas cosas, las cuales provienen del Señor y que pertenecen al Señor, ya sea por medio de nuestra experiencia de Él o de nuestro disfrute de Su palabra y de nuestra comunión con Él en oración. Una vez en la reunión, no necesitamos ni debemos esperar recibir inspiración, sino que debemos desempeñar nuestra función ejercitando nuestro espíritu y valiéndonos de nuestra mente adiestrada para presentar al Señor lo que hemos preparado para Su gloria y satisfacción y también a los santos para su beneficio, o sea, para que sean iluminados, nutridos y edificados.

  Esta reunión en mutualidad se puede comparar a la Fiesta de los Tabernáculos celebrada en los tiempos antiguos. En dicha fiesta, los hijos de Israel traían a la fiesta el producto de la buena tierra, el cual habían cosechado de su labor en la tierra, y lo ofrecían al Señor para que Él lo disfrutara y para que ellos mismos participaran en mutualidad en su comunión con el Señor y los unos con los otros. Nosotros debemos laborar en Cristo como nuestra buena tierra para poder cosechar algún producto de Sus riquezas a fin de traerlo a la reunión de la iglesia y ofrecérselo allí. De esta manera la reunión de la iglesia será una exhibición de Cristo en Sus riquezas y será un disfrute mutuo de Cristo, el cual todos los que asisten compartirán unos con otros delante de Dios y juntamente con Dios, para la edificación de los santos y de la iglesia.

  En cada reunión de la iglesia debemos observar el principio de la mutualidad. Según el Nuevo Testamento, las reuniones de la iglesia son íntegramente reuniones en mutualidad. En 1 Corintios 14:26 uno tiene salmo, otro tiene enseñanza, otro tiene revelación, otro tiene lengua y otro tiene interpretación. Todo esto es realizado en mutualidad. No hay simplemente una sola persona o unas pocas personas que desempeñen su función; por el contrario, todos ejercen su función en mutualidad. Hebreos 10:25 nos anima a no dejar de congregarnos, sino a exhortarnos unos a otros. Esto indica que las reuniones de la iglesia deben realizarse en mutualidad. La mutualidad es el principio básico que rige las reuniones de la iglesia. Una reunión de la iglesia en la que no haya mutualidad es errónea. En nuestras reuniones la proclamación de la Palabra divina debe realizarse en mutualidad, no de manera individual. La mutualidad, no el individualismo, debe ser prevaleciente en nuestras reuniones.

b. Al hablar

  Ejercemos los dones espirituales para edificación al hablar (1 Co. 14:26-31). Una reunión de iglesia apropiada, por tanto, tiene que ser única en dos cosas: en la mutualidad y en el hablar, un hablar que es genuino, positivo, nutritivo y edificante. Esto significa que siempre que nos reunimos debemos tener un hablar en mutualidad, no el hablar de uno o dos. Todos los santos deben tener iguales derechos y oportunidades para hablar acerca de Cristo, para hablar por Él y para proclamarle. Depender del hablar de otros, de que otros oren y de que otros sugieran himnos es una tradición que mata la vida de iglesia, pues anula la función que desempeñan los miembros del Cuerpo de Cristo. En lugar de seguir la práctica tradicional, debemos ejercer nuestra función en las reuniones de la iglesia en mutualidad. Esto edificará, mejorará y desarrollará la capacidad de ejercer su función en todos los que asisten a las reuniones de la iglesia.

  La manera de reunirse con mutualidad en el hablar es la manera inventada y ordenada por Dios. Ésta es la manera de reunirse creada por Dios, y nadie puede mejorarla. Por tanto, tenemos que dejar atrás la práctica tradicional de tener un solo orador o unos pocos oradores y recobrar la manera de reunirse ordenada por el Señor en la que hablamos en mutualidad. Debemos regresar por completo a esta manera de reunirnos inventada y ordenada por Dios.

  Incluso cuando toda la iglesia se reúne debemos practicar la mutualidad en el hablar. En 1 Corintios 14:26 se nos indica que cuando toda la iglesia se reúne en un solo lugar, debemos practicar la mutualidad. La mutualidad en el hablar es claramente revelada en 1 Corintios 14. No hay indicio alguno en el Nuevo Testamento de que en una reunión de la iglesia debe haber solamente una o dos personas que hablen. Las reuniones de la iglesia deben estar abiertas para que todos los asistentes ejerzan su función.

c. Mantenida en paz

  La reunión para edificación que se lleva a cabo al ejercer los dones espirituales y al hablar, debe ser mantenida en paz. Esto significa que esta reunión debe ser llevada a cabo en buen orden. Por esta razón, en 1 Corintios 14:33 Pablo dice: “Dios no es Dios de confusión, sino de paz”. Esto indica que la reunión de la iglesia debe mantenerse en paz y en orden decoroso conforme a lo que Dios mismo es.

d. Las hermanas deben callar en lo referente a impartir enseñanzas

  En las reuniones de la iglesia las hermanas deben callar en lo referente a impartir enseñanzas. En 1 Corintios 14:33b-35 se nos dice: “Como en todas las iglesias de los santos, las mujeres callen en las iglesias; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus propios maridos; porque es vergonzoso que una mujer hable en la iglesia”. La frase en las iglesias significa en las reuniones de la iglesia. Según 1 Corintios 11:5, las mujeres pueden profetizar (por supuesto, en público) teniendo su cabeza cubierta, y Hechos 2:17-18 y 21:9 confirman que las mujeres sí profetizaban. Pero 1 Timoteo 2:12 dice que no se permite que las mujeres enseñen, es decir, que enseñen como autoridades (allí la enseñanza está relacionada con el ejercicio de la autoridad), como para definir la doctrina. Por tanto, conforme al principio neotestamentario, no permitir que las mujeres hablen en las reuniones de la iglesia, significa no permitir que enseñen con autoridad con respecto a definir doctrinas. En este sentido, deben callar en las reuniones de la iglesia. No se les permite hablar, porque deben estar sujetas a los hombres. Esto está relacionado con el asunto de la autoridad ordenada por Dios en Su gobierno. Según lo dispuesto gubernamentalmente por Dios, no se permite que las mujeres hablen ejerciendo autoridad sobre los hombres. Pueden orar y profetizar, que es (principalmente) hablar por el Señor y proclamar al Señor. Sin embargo, deben hacerlo bajo el resguardo de los hermanos, porque aquí se les encarga que estén sujetas (v. 11).

  No debiéramos entender 1 Corintios 14:34 como una aseveración aislada del resto de la Biblia. Según la enseñanza de todo el Nuevo Testamento, las mujeres pueden profetizar, pero carecen de la autoridad necesaria para definir doctrinas. Dicha tarea compete a los hermanos. Además, es un hecho histórico que algunas de las herejías más graves han sido introducidas por medio de mujeres. Por un lado, a las hermanas no se les debe prohibir dar testimonios o hablar para edificación en las reuniones; por otro, las hermanas deben tener cuidado de permanecer dentro de sus límites y no caer en la presunción de enseñar como quien define doctrinas.

  En 1 Timoteo 2:11 Pablo dice: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción”. El silencio aquí significa quietud. Que las hermanas aprendan en silencio y con toda sujeción tiene como fin que comprendan cuál es su posición como mujeres. Esto salvaguarda a las hermanas para que no caigan en la presunción de sobrepasar su posición en la asamblea local.

  En 2:12 Pablo procede a decir: “No permito a la mujer enseñar, ni ejercer autoridad sobre el hombre, sino estar en silencio”. Aquí enseñar denota enseñar con autoridad, esto es, definir y determinar el significado de las doctrinas referentes a la verdad divina. Que una mujer enseñe de tal modo o que ella ejerza autoridad sobre un hombre equivale a que ella deje la posición que le corresponde. En Su obra de creación Dios dispuso que el hombre fuera la cabeza y que la mujer estuviera en sujeción al hombre (1 Co. 11:3). Tal ordenamiento debe ser mantenido en la iglesia.

4. La reunión para leer la Palabra de Dios

  “Reuniendo a la multitud, entregaron la carta; habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación” (Hch. 15:30-31). Estos versículos dicen que cuando Pablo y sus compañeros llegaron a Antioquía, ellos reunieron a los santos para leerles la carta que los apóstoles y ancianos que se habían reunido en Jerusalén redactaron bajo la dirección del Espíritu Santo. Esto indica que nosotros ocasionalmente también debemos reunirnos para leer la palabra de Dios contenida en la Biblia.

  En Colosenses 4:16 Pablo dice: “Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros”. Este versículo también hace referencia a reunirse para leer la Palabra de Dios.

5. La reunión para escuchar mensajes

  En la iglesia también podemos reunirnos para escuchar mensajes. Según el relato de Hechos, esta clase de reunión no es tan frecuente. Un versículo que se refiere a esta clase de reunión es Hechos 20:7: “Estando nosotros reunidos [...] Pablo conversaba con ellos, habiendo de salir al día siguiente”. En aquel día los creyentes en Troas se reunieron para escuchar a Pablo, quien conversó con ellos acerca de las cosas espirituales de Dios a fin de que ellos pudieran ser edificados y confirmados. Esto indica que a veces nosotros también debemos reunirnos para escuchar mensajes espirituales hablados por Dios mediante el ministro del Señor que ministra Su palabra, a fin de que seamos edificados y confirmados.

6. La reunión para predicar el evangelio

  Otra clase de reunión es la reunión para predicar el evangelio. Hechos 5:42 se refiere a esta clase de reunión. “Todos los días, en el templo y de casa en casa, no cesaban de enseñar y anunciar el evangelio de Jesús, el Cristo”. Aquí vemos que los apóstoles predicaron el evangelio en el templo y en las casas de los creyentes. Hoy en día nosotros debemos seguir esta práctica de reunirnos para predicar el evangelio de casa en casa.

7. La reunión para tener comunión con relación al mover de Dios

  Finalmente, tenemos la reunión para tener comunión con relación al mover de Dios. Hechos 14:27 dice: “Habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron lo que Dios había hecho con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles”. Aquí vemos que después del primer viaje ministerial de Pablo, él regresó a Antioquía, reunió a la iglesia y les contó lo que Dios había hecho mediante su ministerio refiriéndoles lo realizado por Dios en Su mover. Esto indica que nosotros a veces podemos reunirnos para tener comunión con relación al mover de Dios.

  Hemos abarcado siete clases de reuniones de la iglesia: la reunión para la mesa del Señor, la reunión para orar, la reunión para edificación al ejercer los dones espirituales, la reunión para leer la Palabra de Dios, la reunión para escuchar mensajes, la reunión para predicar el evangelio y la reunión para tener comunión con relación al mover de Dios. Estas son las únicas categorías de reuniones de la iglesia mencionadas en el Nuevo Testamento.

C. La manera de reunirse

1. Ser congregados en el nombre del Señor

  El primer aspecto con respecto a la manera de reunirse es que debemos ser congregados en el nombre del Señor. En Mateo 18:20, el Señor Jesús dice: “Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. El predicado de esta oración no está en voz activa sino en voz pasiva, pues nos dice que dos o tres están congregados. Además, la palabra griega aquí traducida “en” se traduce más precisamente “dentro de”. La manera de reunirse en la iglesia consiste en ser congregados por el Señor dentro de Su nombre para disfrutar de Su presencia. No somos congregados dentro de una organización, ni tampoco dentro de una enseñanza ni dentro de una práctica. Somos congregados dentro del nombre del Señor Jesús. El nombre del Señor siempre denota Su persona. Un nombre denota una persona real y concreta, y la persona del Señor Jesús es el Espíritu. En la actualidad Jesucristo es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En 2 Corintios 3:17 se nos dice: “El Señor es el Espíritu”.

  Tenemos que unir Mateo 18:20 con 1 Corintios 12:3, que dice: “Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Primero, reunirse equivale a ser congregados en el nombre, la persona, del Señor Jesús, y ser congregados en Su persona significa ser congregados en el Espíritu. Segundo, siempre que nos reunimos, no importa cuán grande o pequeña sea la reunión, tenemos que practicar invocar el nombre del Señor a fin de que entremos en el Espíritu. Cuando entramos en el Espíritu, estamos en la persona del Señor Jesús. Cuando estamos en la persona del Señor Jesús, estamos en la realidad del nombre del Señor Jesús.

  A fin de tener una reunión de iglesia apropiada es necesario que seamos congregados en el nombre del Señor. Sin embargo, es posible que antes de la reunión hayamos estado ocupados con otras cosas; por tanto, cuando llega el tiempo de la reunión, el Señor Jesús nos congrega al sacarnos de tales preocupaciones e introducirnos en Su nombre. Volvemos nuestro corazón al Señor e invocamos Su nombre desde lo profundo de nuestro espíritu. Como resultado de ello, entramos en el nombre, la persona, el Espíritu, del Señor. En tal Espíritu, al estar bajo tal condición, nos congregamos para una reunión de la iglesia.

2. De casa en casa

  La manera de reunirse es primero de casa en casa (Hch. 2:46; 5:42). Hechos 2:46 dice que los creyentes partieron el pan “de casa en casa”, y en 5:42 dice que “de casa en casa, no cesaban de enseñar y anunciar el evangelio de Jesús, el Cristo”. Los creyentes primero se reunieron en las casas, comenzando el día de Pentecostés. Aquellos tres mil se reunían de casa en casa. La expresión en el griego indica que ellos se reunían según las casas, los cual implica que en cada casa había una reunión. Había una reunión en cada una de las casas de los creyentes.

  La expresión griega traducida “de casa en casa” también significa “en el hogar”, en contraste con “en el templo”. La manera cristiana de reunirse concuerda con la economía neotestamentaria de Dios; esto difiere de la manera judía de reunirse en las sinagogas (6:9). La manera cristiana de reunirse en las casas llegó a ser una práctica continua y general en las iglesias (cfr. Ro. 16:5; 1 Co. 16:19; Col. 4:15; Flm. 2).

  En las reuniones de hogar, según Hechos 2:46 y 5:42, ellos predicaban el evangelio, enseñaban la verdad, partían el pan para recordar al Señor y oraban. Esto debiera mostrarnos que reunirse en los hogares era una costumbre y se convirtió en un hábito durante los primeros días de la iglesia. Con base en esto podemos afirmar que la manera básica de reunirse propia de los creyentes es en los hogares. La iglesia en Jerusalén tenía un gran número de santos. Según Hechos 5:14, “eran agregados al Señor más y más creyentes, multitudes de hombres y de mujeres”. Con certeza la manera básica en que estos creyentes se reunían era de casa en casa.

  Reunirse en las casas de los creyentes tiene por finalidad que todos los miembros de Cristo ejerzan su función. En una reunión grande es difícil para los santos ejercer sus respectivas funciones. Sin embargo, en una reunión pequeña realizada en un hogar todos pueden ejercer su función.

3. Toda la iglesia se reúne en un solo lugar

  La iglesia también debe tener reuniones grandes en un lugar más amplio a fin de que toda la iglesia se reúna. En 1 Corintios 14:23 Pablo hace referencia a cuando la iglesia se reúne en un solo lugar. Por tanto, debe haber dos clases de reuniones: las reuniones pequeñas en los hogares de los creyentes y las reuniones grandes en un salón de reunión más amplio. Sin embargo, estas reuniones grandes no deben ser frecuentes. Tener reuniones grandes no debiera ser una práctica constante. Si practicamos las reuniones grandes constantemente, podríamos traer muerte a la situación en la iglesia.

  Con respecto a las reuniones de la iglesia, debemos ser equilibrados y aprender a tener las dos clases de reuniones: reuniones de casa en casa y reuniones en las que toda la iglesia se reúne. Así como Dios diseñó el cuerpo humano de forma simétrica, con dos orejas, dos ojos, dos brazos y dos piernas, nosotros también debemos ser equilibrados con respecto a las dos clases de reuniones. Por un lado, debemos reunirnos en los hogares; por otro, cuando haya necesidad, debemos tener reuniones grandes en un lugar de reunión más amplio. Pero al reunirnos en un lugar más amplio, no debiéramos tener un orador definido y hacer que toda la congregación preste atención a este orador. Por el contrario, tenemos que reunirnos de manera que practiquemos la mutualidad en la cual todos los asistentes participen en la edificación de la iglesia al ejercer sus respectivas funciones. Todos pueden y todos deben tener algo de Cristo para la reunión.

4. Sin dejar de congregarnos

  Hebreos 10:25 dice: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. La palabra griega aquí traducida “costumbre” también podría traducirse “hábito”. No debiéramos tener la costumbre, el hábito, de dejar de congregarnos. En Hebreos 10:24 Pablo dice que los creyentes debemos considerarnos “unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”. Esto indica que las reuniones de la iglesia pueden hacer que nos consideremos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. Esto hace que tengamos comunión espiritual con los santos para recibir el suministro de vida de parte de ellos. Por tanto, no debemos dejar de asistir a las reuniones, y más aún cuando sabemos que el Señor regresará pronto. Nuestra vida cristiana no es como la de una mariposa, a la cual le va bien estando sola; nuestra vida es como la de las ovejas, la cual es gregaria y lleva una vida de reuniones. Por consiguiente, debemos reunirnos. Las reuniones son cruciales para nosotros, y no debemos dejar de congregarnos.

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