
En este mensaje veremos otro aspecto del estatus de la iglesia: el reino de Dios.
Efesios 2:19 dice: “Ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”. La expresión conciudadanos de los santos denota el reino de Dios. Todos los creyentes, judíos y gentiles, son ciudadanos del reino de Dios, el cual es una esfera donde Dios ejerce Su autoridad. Siempre y cuando uno sea un creyente, es un ciudadano del reino de Dios. Esta ciudadanía implica ciertos derechos y responsabilidades, dos cosas que siempre van juntas. Disfrutamos los derechos que corresponden al reino y asumimos las responsabilidades propias del reino.
En Efesios 2:19 Pablo aborda dos aspectos de la iglesia: el reino, indicado por el término conciudadanos, y la familia de Dios, indicado por la frase la familia de Dios. La casa de Dios se relaciona con la vida y el disfrute; todos los creyentes nacieron de Dios en Su familia para disfrutar Sus riquezas. El reino de Dios se relaciona con los derechos y responsabilidades; todos los creyentes nacidos en la casa de Dios tienen derechos civiles y obligaciones en el reino de Dios. Por tanto, en 2:19 se abordan dos asuntos profundos: el reino de Dios con sus derechos y responsabilidades, y la casa de Dios con su disfrute de la vida y de las riquezas del Padre.
Efesios 2:19 se refiere a los santos, a la familia de Dios y al reino de Dios. Los santos son individuos, pero la casa de Dios es una entidad corporativa cuyo desarrollo resulta en el reino de Dios. Si no hubiera una familia, no podría haber un reino. Primero somos, en términos individuales, santos; después, en términos corporativos, somos la casa de Dios, la cual produce el reino de Dios.
Es significativo que en el versículo 19 Pablo hable acerca del reino de Dios antes de referirse a la familia de Dios. El pensamiento de Pablo aquí guarda relación con el hecho de que antes éramos extranjeros y advenedizos. Los extranjeros y advenedizos están relacionados con un reino, no con una familia. Quienes no son oriundos de este país no son forasteros con relación a una familia, sino forasteros con relación a la nación que los acoge. Debido a que los extranjeros y advenedizos son forasteros con relación a reinos, y no familias, Pablo menciona primero el reino. El principal concepto presentado por Pablo en este versículo tiene que ver con la ciudadanía en el reino de Dios. El reino, sin embargo, está compuesto por familias. Por esta razón, Pablo también menciona la casa de Dios, esto es, la familia de Dios.
Efesios 2:19 nos proporciona el fundamento necesario para afirmar que la iglesia en la actualidad es el reino de Dios. Los ciudadanos mencionados aquí guardan relación con un reino, una nación, y no con una familia. Una familia está compuesta por sus miembros, no por ciudadanos. Por un lado, somos miembros de la familia de Dios; por otro, somos ciudadanos de la nación de Dios, del reino de Dios.
Aunque hoy en día la iglesia es el reino de Dios, nosotros estamos en la realidad del reino únicamente cuando vivimos y andamos en el espíritu. Siempre que nos conducimos según nuestro viejo hombre o vivimos en la carne o en el yo, entonces nosotros, en términos prácticos, estamos fuera del reino de Dios. Esto significa que cuando estamos en la carne, estamos en la vieja esfera propia de la naturaleza humana caída, la cual ha sido completamente usurpada por Satanás para formar su reino. Por tanto, un auténtico cristiano, si vive en la carne en lugar del espíritu, podría vivir de modo práctico en el reino de Satanás y no en el reino de Dios. Únicamente cuando vivimos, andamos, nos conducimos y tenemos nuestro ser íntegramente en nuestro espíritu, y no en nuestro hombre natural, estamos en el reino de Dios y, en realidad, somos el reino de Dios.
El reino de Dios, al igual que la casa de Dios, es una persona corporativa. La iglesia como casa de Dios es una persona corporativa debido a que esta casa es la familia de Dios, Su casa. Asimismo, el reino es una persona corporativa debido a que también se trata de una entidad corporativa. Que vivamos en la iglesia como casa de Dios o como reino de Dios depende de si vivimos, respectivamente, como miembros o como ciudadanos. Vivir como miembros de la casa de Dios es un asunto relacionado con el disfrute, pero vivir en el reino de Dios es un asunto relacionado con asumir responsabilidades y ser regulados. Somos miembros de la familia, la casa, de nuestro Padre, y somos ciudadanos del reino de Dios.
El reino de Dios es la realidad de la iglesia. Según el Nuevo Testamento, la iglesia está íntimamente relacionada con el reino. En Mateo 16:18 el Señor Jesús declaró: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia”, y en el versículo 19 Él procedió a hablar acerca del reino de los cielos. Las frases el reino de los cielos en el versículo 19 e iglesia en el versículo 18 se usan de modo intercambiable entre sí. Esto es una evidencia clara de que la iglesia genuina es el reino de los cielos en esta era.
Sin el reino como realidad de la iglesia, la iglesia no puede ser edificada. Para la edificación de la iglesia, tenemos necesidad del reino como realidad de la iglesia. Aunque el reino es la realidad de la iglesia, no podemos decir que la iglesia sea la realidad del reino. Únicamente podemos afirmar que el reino es la realidad de la iglesia.
El reino de Dios es el vivir de la iglesia. Un versículo que constituye prueba contundente de esto es Romanos 14:17: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Según algunos maestros de la Biblia, el reino todavía no ha venido. Ellos alegan que la era actual es la dispensación de la iglesia y que la siguiente dispensación será la correspondiente al reino. Pero en 14:17 Pablo no dice que el reino de Dios será, sino que usa el tiempo presente y afirma que el reino de Dios es. Según el contexto de Romanos 14, que habla acerca de recibir a los creyentes, el reino es la vida de iglesia en la actualidad. La realidad de la vida de iglesia es el reino. Romanos 12 habla sobre la vida del Cuerpo, y Romanos 14, sobre la vida del reino. Esto indica que, en Romanos, la vida del reino es la realidad de la vida del Cuerpo.
En cierto sentido, es correcto afirmar que la era presente es la era de la iglesia y que la era venidera será la era del reino. Sin embargo, en otro sentido, el reino de Dios está aquí en la actualidad, pues el reino es la realidad de la iglesia y el vivir de la iglesia. Por tanto, la iglesia es el reino. Puesto que la iglesia es el reino en la actualidad, no es correcto decir que el reino está suspendido totalmente hasta la era venidera. Romanos 14:17 demuestra de manera definitiva que el reino es el vivir de la iglesia en la actualidad.
Además, en Hechos, que trata sobre la iglesia, se menciona frecuentemente el reino (8:12; 14:22; 19:8; 20:25; 28:23, 31). En Hechos los creyentes predicaban el reino de Dios como evangelio (8:12). Incluso el evangelio es llamado el evangelio del reino. Por tanto, no es correcto afirmar que el reino esté por completo separado de la vida de iglesia actual.
Según la revelación del Nuevo Testamento, la vida de iglesia apropiada es la vida del reino. Si vivimos regidos por el Dios vivo que está en nosotros, esto es, sujetos al gobierno del reino de los cielos, llevaremos la clase de vida descrita en los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo. También tendremos la vida del reino llevada a la práctica en la vida de iglesia. Por tanto, no debemos separar el reino de Dios de la iglesia.
En Romanos 14:17 vemos que el reino de Dios manifestado como el vivir de la iglesia es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Cuando la autoridad del reino de Dios opera en nosotros, entonces la justicia, la paz y el gozo caracterizan nuestra vida diaria.
La justicia, la paz y el gozo en realidad son la expresión de Cristo. Cuando Cristo es expresado, Él es nuestra justicia en relación con nosotros mismos, nuestra paz en relación con los demás y nuestro gozo en relación con Dios.
Al llevar la vida del reino en la iglesia, los creyentes vivirán de manera justa en relación con ellos mismos. Esto significa que tenemos que ser estrictos con nosotros mismos y no buscar pretextos para justificarnos.
Llevar la vida del reino en la iglesia también significa que vivimos en paz con los demás. Nuestras relaciones con los demás tienen que estar caracterizadas por la paz. Con respecto a los demás, tenemos que esforzarnos por procurar la paz, buscando continuamente estar en paz con ellos. Esta paz es Cristo mismo, quien desde nuestro ser interior es expresado en nuestro vivir.
Llevar la vida del reino en la iglesia también requiere que vivamos gozosamente para con Dios en el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es un Espíritu de gozo. Si no estamos gozosos, esto indica que no estamos en el Espíritu Santo. Si verdaderamente vivimos la vida del reino, estaremos gozosos con Dios alabándole. Siempre que vivimos justamente en relación con nosotros mismos y en paz con relación a los demás, hemos de vivir llenos de gozo para con Dios en el Espíritu Santo. Tal vivir es el reino de Dios, el vivir propio de la iglesia.
Quienes no sean dignos de permanecer en la vida de iglesia no heredarán el reino de Dios. Heredar el reino de Dios es diferente de entrar en el reino de Dios mediante la regeneración (Jn. 3:3, 5). Habiendo entrado en el reino al ser regenerados, ahora debemos crecer y desarrollarnos en la vida divina. Entonces, como resultado de este crecimiento y desarrollo, hemos de heredar el reino de Dios.
Los pasajes de 1 Corintios 6, Gálatas 5 y Efesios 5 se refieren, en todos los casos, a heredar el reino de Dios. En 1 Corintios 6:9a se nos dice: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?”. Heredar el reino de Dios en la era venidera es una recompensa para los santos que buscan justicia (Mt. 5:10, 20; 6:33). Los creyentes que no sean justos no heredarán el reino de Dios. Debido a que el reino de Dios se halla establecido sobre la justicia, tenemos que ser justos para heredarlo.
En 1 Corintios 6:9 y 10 Pablo se refiere a distintas clases de personas que no heredarán el reino de Dios. Aquí Pablo no se refiere a entrar en el reino, sino a heredarlo. Entrar en el reino de Dios simplemente requiere que experimentemos un nuevo nacimiento, pero heredar el reino de Dios requiere que vivamos en la realidad del reino de los cielos en la actualidad. Ninguna persona pecaminosa o injusta puede tener parte en el reino venidero de Dios.
La palabra heredarán en 1 Corintios 6:9 y 10 implica disfrute. Heredar algo es disfrutarlo. En la actualidad el reino no es un disfrute, sino un ejercicio. Sin embargo, cuando el Señor Jesús regrese, el reino será nuestro disfrute. Entonces disfrutaremos el reino, pues seremos reyes que reinen juntamente con el Señor Jesús.
En Gálatas 5:21 Pablo, refiriéndose a las obras de la carne, dice: “Los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Aquí, heredar el reino de Dios se refiere a disfrutar del reino venidero dado como recompensa a los creyentes vencedores. Aquellos creyentes que practiquen las obras de la carne enumeradas en Gálatas 5:19-21 no heredarán el reino venidero como recompensa.
En Efesios 5:5 Pablo nuevamente se refiere a quienes no tienen “herencia en el reino de Cristo y de Dios”. El reino de Cristo es el milenio (Ap. 20:4, 6; Mt. 16:28) y también es el reino de Dios (13:41, 43). Los creyentes han sido regenerados y entraron en el reino de Dios y, hoy en día, están en la vida de iglesia viviendo en el reino de Dios. Sin embargo, no todos los creyentes participarán del milenio. En el siglo venidero los creyentes derrotados e inmundos no tendrán herencia en el reino de Cristo y de Dios.
En 2 Pedro 1:3-11 vemos que a aquellos creyentes que se desarrollen y crezcan en la vida de Dios en la vida de iglesia, les será suministrada rica y abundante entrada en el reino de Dios. Después que hemos entrado en el reino de Dios mediante la regeneración, debemos proseguir a obtener rica entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por un lado, hemos entrado en el reino; por otro, todavía debemos obtener una rica entrada. La entrada inicial en el reino es la regeneración, pero la rica entrada es por medio del pleno crecimiento y desarrollo de la vida divina según se revela en 2 Pedro 1:5-11.
El versículo 11 dice: “Porque de esta manera os será suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. El suministro abundante que disfrutamos en el desarrollo de la vida y de la naturaleza divinas (vs. 3-7) nos suministrará rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor, lo cual será una recompensa para Sus creyentes fieles, quienes procuran obtener el crecimiento en Su vida hasta la madurez y el desarrollo de las virtudes propias de Su naturaleza, de tal modo que puedan participar, en el milenio, en Su reinado en la gloria de Dios (2 Ti. 2:12; Ap. 20:4, 6).
En 2 Pedro 1:5-7 vemos el desarrollo de la vida divina con la naturaleza divina por etapas. El versículo 5 dice: “Poniendo toda diligencia, desarrollad abundantemente en vuestra fe virtud; en la virtud, conocimiento”. La palabra desarrollad en el versículo 5 significa “suministrad”. Por consiguiente, desarrollar virtud en la fe significa suministrar la virtud en el ejercicio de la fe, en el ejercicio de la fe igualmente preciosa que Dios nos asignó (v. 1) como porción común de la bendición de vida del Nuevo Testamento para el inicio de la vida cristiana.
La virtud en el versículo 5 se refiere a lo mencionado en el versículo 3, donde Pedro se refiere a Aquel que “nos llamó por Su propia gloria y virtud”. Además, dicha virtud está relacionada con la naturaleza divina (v. 4), lo cual denota las riquezas de lo que Dios es. La virtud mencionada en los versículos 3 y 5 es, por tanto, el resultado de experimentar la naturaleza divina según el versículo 4. Cuando somos participantes de la naturaleza divina —o sea, de los diferentes aspectos de las riquezas de lo que Dios es— esas riquezas se convierten en nuestras virtudes.
En el versículo 5 Pedro también nos habla de desarrollar “en la virtud, conocimiento”. La virtud, la acción vigorosa, necesita la provisión abundante del conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor (vs. 2-3, 8) con respecto a todas las cosas que se relacionan con la vida divina y la piedad, y con el hecho de ser participantes de la naturaleza divina para nuestro disfrute en el desarrollo descrito en los versículos del 5 al 7. Este conocimiento en realidad es el conocimiento de todas las cosas relacionadas con la vida y la piedad. Es imprescindible que este conocimiento sea desarrollado en nuestra virtud.
A continuación, en el versículo 6 Pedro dice: “En el conocimiento, dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad”. Dominio propio significa ejercer control y restricción sobre uno mismo en relación con nuestras pasiones, deseos y hábitos. El dominio propio se ejerce para con uno mismo, mientras que la perseverancia consiste en sobrellevar a otros y nuestras circunstancias. En cuanto a nosotros mismos, tenemos necesidad de ejercer dominio propio; y en cuanto a nuestras circunstancias, independientemente de cuáles sean, tenemos necesidad de la perseverancia. Luego, en nuestra perseverancia debemos desarrollar piedad, esto es, llevar una vida que es como Dios y que expresa a Dios. Mientras ejercemos control sobre nosotros mismos y sobrellevamos a otros y nuestras circunstancias, es necesario que en nuestra vida espiritual se desarrolle la piedad para que seamos como Dios y le expresemos.
En el versículo 7 Pedro concluye diciendo: “En la piedad, afecto fraternal; en el afecto fraternal, amor”. La palabra griega traducida “afecto fraternal” es filadelfia, que se compone de filéo, que significa “sentir afecto”, y adelfós, que significa “hermano”; por tanto, un afecto fraternal, un amor caracterizado por deleite y placer. Esta palabra griega para “amor” en el versículo 7 es agápe, la misma palabra usada en el Nuevo Testamento para el amor divino, el cual es Dios en Su naturaleza (1 Jn. 4:8, 16). Es un amor más noble que filéo y adorna todas las cualidades de la vida cristiana (1 Co. 13; Ro. 13:8-10; Gá. 5:13-14). Es más fuerte en su habilidad y de mayor capacidad que el amor humano (Mt. 5:44, 46), aun así un creyente que viva por la vida divina y participe de la naturaleza divina puede ser saturado de dicho amor y expresarlo en plenitud. Es necesario que tal amor sea desarrollado en el afecto fraternal para gobernarlo y fluir en él a fin de que Dios, quien es este amor, sea expresado plenamente.
Puede considerarse que la fe es la simiente de vida y que el amor es el fruto en su desarrollo pleno. Este desarrollo incluye virtud, conocimiento, dominio propio, perseverancia y piedad. Finalmente, tenemos el pleno desarrollo y la madurez procedente de la simiente de fe, a través de las raíces de la virtud y el conocimiento, el tronco del dominio propio y las ramas de la perseverancia y la piedad, para el florecimiento y el fruto del afecto fraternal y el amor. El versículo 11 indica que, como resultado del crecimiento y desarrollo de la vida divina hasta la madurez, nos será suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Según lo dicho por Pedro en 1:5-11, crecer hasta la madurez es desarrollar lo que ya hemos recibido. A todos nos ha sido asignada la misma fe preciosa, la cual es una simiente todo-inclusiva. Todas las riquezas divinas están en esta simiente, pero tenemos que ser diligentes para desarrollar en tales riquezas, la virtud. Entonces, tenemos que desarrollar en la virtud, conocimiento; en el conocimiento, dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad; en la piedad, afecto fraternal; y en el afecto fraternal, amor. Por medio de tal crecimiento y desarrollo nosotros finalmente alcanzaremos la madurez y obtendremos rica entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
El hecho de que aquellos que se desarrollan y crecen en la vida de Dios en la vida de iglesia obtengan rica entrada en el reino venidero implica que ciertos creyentes no tendrán parte en el reino venidero, porque ellos no han estado viviendo en la vida de iglesia apropiada y no han tenido el adecuado crecimiento en la vida divina. Por esta razón, en el tiempo de la manifestación del reino ellos no tendrán participación en el reino. Pero a quienes crezcan y se desarrollen en la vida divina en plenitud les será suministrada rica y abundante entrada en el reino venidero.
Hemos visto tres aspectos del estatus de la iglesia: primero, la iglesia como asamblea separada del mundo; segundo, la iglesia como casa de Dios compuesta de aquellos que han nacido de Dios; y tercero, la iglesia como reino de Dios, que es la realidad y el vivir de la iglesia en la actualidad. Todos debemos crecer en la vida divina en la vida de iglesia a fin de que en la era venidera podamos obtener rica entrada en el reino de Dios.