
En este mensaje abordaremos aspectos adicionales con respecto a los vencedores en la iglesia. Veremos que los vencedores reinarán con Cristo y serán sacerdotes de Dios y de Cristo durante el milenio, que ellos heredarán el reino de Cristo y de Dios para entrar en la manifestación del reino de los cielos y que ellos serán glorificados con Cristo.
En el reino venidero los creyentes vencedores reinarán con Cristo. Apocalipsis 20:4b dice: “Vivieron y reinaron con Cristo mil años”. El versículo 6b nos dice: “Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años”. Además, en 2 Timoteo 2:12a Pablo dice: “Si perseveramos, también reinaremos con Él”. Estos versículos indican que en la manifestación venidera del reino, los creyentes vencedores reinarán con Cristo como co-reyes Suyos y que serán sacerdotes de Dios y de Cristo.
En la actualidad algunos enseñan que todos los creyentes serán reyes y sacerdotes en el milenio. Esta enseñanza no es exacta. Durante el milenio únicamente los cristianos vencedores, no todos los creyentes, serán los reyes y sacerdotes. Los que reinarán con Cristo en el reino milenario serán los que vivan en la realidad del reino en la actualidad. Luego, en la era venidera, ellos estarán en la manifestación del reino.
Por ser co-reyes con Cristo, los vencedores serán coronados con diversas coronas. Estas coronas incluyen la corona de justicia, la corona inmarcesible de gloria, la corona de la vida y la corona incorruptible.
En 2 Timoteo 4:8 Pablo dice: “Me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan amado Su manifestación”. La corona, un símbolo de gloria, es dada como premio, además de la salvación del Señor, al corredor que triunfa en la carrera (1 Co. 9:25). En contraste con la salvación que proviene de la gracia y se recibe por fe (Ef. 2:5, 8-9), este premio proviene de la justicia a través de las obras (Mt. 16:27; Ap. 22:12; 2 Co. 5:10). Los creyentes serán recompensados con dicho premio no según la gracia del Señor, sino según Su justicia. Por tanto, ésta es la corona de justicia. El Señor otorga este premio no como Dios misericordioso o Redentor lleno de gracia, sino como el Juez justo. Pablo estaba seguro de que tal premio estaba reservado, separado, para él y de que lo recibiría por recompensa el día de la segunda manifestación del Señor.
Pablo dice que tal premio será otorgado a todo aquel que haya amado la manifestación del Señor. La manifestación del Señor, Su regreso, es una advertencia, un estímulo y un incentivo para nosotros. Debemos amarla y esperarla con anhelo y gozo.
En 1 Pedro 5:4 se nos dice: “Cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona inmarcesible de gloria”. En los tiempos de Pedro se otorgaban coronas a quienes ganaban las competencias atléticas o triunfaban en la guerra (1 Co. 9:25; 2 Ti. 4:8). Estas coronas eran corruptibles y su gloria se marchitaba. La corona que el Señor otorgará a los vencedores será una recompensa para ellos. La gloria de esta corona jamás se marchitará. Será una porción de la gloria que disfrutarán los vencedores cuando el reino de Dios y de Cristo sea manifestado (2 P. 1:11).
En Apocalipsis 2:10b el Señor Jesús dice: “Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida”. Según el Nuevo Testamento, una corona siempre denota un premio dado además de la salvación. La corona de la vida, como premio concedido a los que son fieles hasta la muerte para vencer la persecución, denota la fuerza vencedora que es el poder de la vida de resurrección (Fil. 3:10); además, significa que estos vencedores han obtenido “la superresurrección de entre los muertos”, es decir, la resurrección sobresaliente (v. 11).
En 1 Corintios 9:25 Pablo dice: “Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”. La corona incorruptible, la cual el Señor dará a Sus santos vencedores que ganen la carrera, es una recompensa adicional a la salvación. Todos nosotros, Sus creyentes, hemos recibido Su salvación por medio de la fe en Él. Esto quedó establecido una vez para siempre. Pero si hemos de recibir una recompensa de Él o no, depende de cómo corramos. Aquí, en 1 Corintios 9, el apóstol está corriendo la carrera. En Filipenses, una de sus últimas epístolas, él seguía corriendo (Fil. 3:14). No fue sino hasta el último momento de su carrera, en 2 Timoteo 4:6-8, que Pablo tuvo la certeza de que recibiría una recompensa del Señor en Su manifestación. Con miras a este premio, el apóstol exhortó a los creyentes a correr la carrera para que obtuvieran la recompensa.
En Apocalipsis 3:21 el Señor Jesús dice: “Al que venza, le daré que se siente conmigo en Mi trono, como Yo también he vencido, y me he sentado con Mi Padre en Su trono”. Sentarse con el Señor en Su trono será un premio dado a los vencedores a fin de que participen de la autoridad del Señor en el reino milenario venidero. Esto significa que los vencedores serán reyes junto con Cristo al gobernar sobre toda la tierra.
Un versículo que debemos considerar en relación a Apocalipsis 3:21 es Mateo 19:28. Allí el Señor Jesús dice: “De cierto os digo que en la restauración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de Su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”. Ésta es la restauración que vendrá en la era del reino (Hch. 3:21), después de la segunda venida del Señor. En el reino venidero los vencedores se sentarán en tronos para reinar sobre la tierra (Ap. 20:4). Los primeros doce apóstoles, incluyendo a Pedro, juzgarán a las doce tribus de Israel, mientras que los demás vencedores reinarán sobre las naciones (2:26).
En la manifestación venidera del reino de los cielos, los vencedores tendrán autoridad sobre las naciones, las gobernarán, y las pastorearán. En Apocalipsis 2:26 y 27 el Señor Jesús dice: “Al que venza y guarde Mis obras hasta el fin, Yo le daré autoridad sobre las naciones, y las pastoreará con vara de hierro, y serán quebradas como vasijas de barro; como Yo también la he recibido de Mi Padre”. Reinar con Cristo sobre las naciones en el reino milenario es un premio para los vencedores. Esta promesa del Señor implica claramente que los que no respondan a Su llamado para vencer, no participarán en el reinado del reino milenario. En Salmos 2:9 Dios le dio a Cristo autoridad para gobernar a las naciones. En el reino venidero, Cristo les dará la misma autoridad a los vencedores.
Apocalipsis 12:5 dice que el hijo varón “pastoreará con vara de hierro a todas las naciones”. En el reino milenario el gobernante será un pastor. La vara de hierro en este versículo es la autoridad de Cristo que es dada por Él a los vencedores. Los vencedores ejercerán la autoridad de Cristo sobre las naciones y las gobernarán juntamente con Cristo durante el reino milenario.
En la enseñanza impartida por el Señor acerca de la necesidad de ser fieles en Lucas 19:11-27, Él indica que los vencedores gobernarán las naciones. El versículo 17 dice: “Bien, buen esclavo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades”. Y en el versículo 19 Él dice: “Tú también sé sobre cinco ciudades”. Tener autoridad sobre diez ciudades o cinco ciudades significa que los vencedores reinarán sobre las naciones. Además, estos versículos indican que la recompensa de los creyentes vencedores, reinar en el reino venidero, diferirá en extensión.
En Mateo 25:21 y 23 el Señor dice al vencedor: “Sobre mucho te pondré”. “Sobre” indica la autoridad para reinar en el reino venidero, y “mucho” indica las responsabilidades del reino venidero.
En Mateo 25 el Señor Jesús dice dos veces: “Entra en el gozo de tu señor” (vs. 21b, 23b). La frase el gozo de tu señor indica el disfrute del Señor en el reino venidero. Cuando el Señor Jesús regrese, ése será el tiempo en que Él disfrutará de la tierra. Satanás será atado, Cristo recobrará la tierra y toda la tierra estará bajo Su reinado. Al volver a poseer la tierra, el Señor obtendrá Su disfrute. Entonces Él invitará a Sus seguidores, Sus socios, a participar de este disfrute, a entrar en Su gozo.
Los vencedores serán coronados, se sentarán con Cristo en Su trono, tendrán autoridad sobre las naciones y las pastorearán, y también participarán del gozo del Señor. Por una parte, ellos se sentarán con Cristo en Su trono para tener autoridad sobre las naciones; por otra, ellos entrarán en el gozo del Señor. Entrar en el gozo del Señor es algo mayor que ser coronado y tener autoridad sobre las naciones. El gozo del Señor será lo más grandioso que haya en el milenio.
En Efesios 5:5 Pablo se refiere a la “herencia en el reino de Cristo y de Dios” destinada para los creyentes. El reino de Cristo es el milenio (Ap. 20:4, 6; Mt. 16:28) y también es el reino de Dios (13:41, 43). Los creyentes han sido regenerados y entraron en el reino de Dios (Jn. 3:5) y hoy en día, están en la vida de iglesia, viviendo en el reino de Dios (Ro. 14:17). Sin embargo, sólo los vencedores, no todos los creyentes, participarán del milenio. En el siglo venidero los creyentes derrotados no tendrán herencia en el reino de Cristo y de Dios.
La frase el reino de Cristo y de Dios no se refiere al reino en la actualidad en la vida de iglesia, sino a la manifestación del reino en el milenio venidero. El milenio será un reino de una manera más concreta de la experimentada hoy en día en la iglesia. Únicamente en el milenio el reino de Dios será también el reino de Cristo. Actualmente, todos los creyentes están en el reino de Dios, pero no todos ellos obtendrán herencia en el reino milenario venidero. Tanto los creyentes derrotados como los vencedores pueden estar en la iglesia como reino de Dios, pero únicamente los vencedores heredarán el reino durante el milenio.
En 1 Corintios 6:10b Pablo se refiere a heredar el reino de Dios. Aquí la palabra heredar implica disfrute. Heredar algo es disfrutarlo. Por tanto, heredar el reino venidero significa disfrutar el reino. El reino venidero será una herencia gozosa para los vencedores. Según Mateo, la manifestación del reino será una recompensa para los santos vencedores al ser para ellos el disfrute que tengan con el Señor. Heredar el reino no es simplemente entrar en el reino, sino que es recibir el reino como recompensa para nuestro disfrute. Esto debiera ser un incentivo para que llevemos una vida vencedora. Al llevar una vida vencedora en la actualidad hemos de ser hechos aptos para heredar el reino venidero como recompensa.
En Gálatas 5:21 Pablo, en referencia a las obras de la carne, dice: “Los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Heredar el reino de Dios se refiere a disfrutar del reino venidero dado como recompensa a los creyentes vencedores. No está relacionado con la salvación del creyente. Aquellos creyentes que practican las obras de la carne enumeradas en Gálatas 5, no heredarán el reino venidero como recompensa.
En 2 Pedro 1:11 se nos dice: “De esta manera os será suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. El suministro abundante que disfrutamos en el desarrollo de la vida y naturaleza divinas nos suministrará rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor. Este suministro nos capacitará y hará aptos para entrar en el reino venidero mediante todas las riquezas de la vida divina y de la naturaleza divina como nuestras virtudes excelentes para la espléndida gloria de Dios.
El reino eterno en 2 Pedro 1:11 se refiere al reino de Dios, que le fue entregado a nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Dn. 7:13-14), y que será manifestado a Su regreso (Lc. 19:11-12). Será una recompensa para Sus creyentes fieles que procuran el crecimiento en Su vida hasta llegar a la madurez y lograr el desarrollo de las virtudes de Su naturaleza a fin de participar de Su reinado en la gloria de Dios en el milenio (2 Ti. 2:12; Ap. 20:4, 6). Entrar de esta manera en el reino eterno del Señor está relacionado con entrar en la gloria eterna de Dios, a la cual Dios nos llamó en Cristo (1 P. 5:10; 1 Ts. 2:12).
Los vencedores heredarán el reino de Cristo y de Dios a fin de entrar en la manifestación del reino de los cielos (Mt. 5:20; 7:21; 2 Ti. 4:18). El reino de los cielos tiene tres aspectos: la realidad, la apariencia y la manifestación. La realidad del reino de los cielos es su contenido interior con respecto a su naturaleza celestial y espiritual, como fue revelado en Mateo 5—7. La apariencia del reino de los cielos es el estado exterior y nominal del reino de los cielos, como se reveló en Mateo 13. La manifestación del reino de los cielos será la venida práctica del reino de los cielos en poder, como lo reveló el Señor Jesús en Mateo 24 y 25. Tanto la realidad como la apariencia del reino de los cielos están hoy en la iglesia. La manifestación del reino de los cielos comenzará con el regreso del Señor Jesús. Cuando el Señor regrese, el reino de los cielos será manifestado. Mientras que la apariencia del reino de los cielos incluye a todos los falsos creyentes, únicamente los creyentes victoriosos, los vencedores, están en la realidad del reino de los cielos. Después que el Señor Jesús regrese, estos creyentes vencedores participarán en la manifestación del reino de los cielos.
Los vencedores también serán glorificados con Cristo. Romanos 8:17b dice: “Si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados”. La gloria es la expresión de Dios. Cristo, la esperanza de gloria (Col. 1:27), ha sido sembrado en nosotros como simiente de gloria, y esta simiente crecerá hasta florecer, etapa en la cual dicha gloria será manifestada. Que Dios nos glorifique significa que la gloria que fue sembrada en nosotros ha saturado todo nuestro ser y es expresada a través de nosotros. Cuando todo nuestro ser haya sido impregnado y saturado con el elemento de gloria, esa gloria saldrá de nosotros manifestándose. Esto es lo que significa que los creyentes sean glorificados.
La glorificación de los creyentes no ocurrirá accidentalmente; más bien, será el resultado de su madurez en vida. Primero, somos regenerados y, después, somos gradualmente transformados por medio del crecimiento de la vida divina en nosotros. En la medida que la vida crece dentro de nosotros, ella nos satura con el elemento divino, y este elemento nos cambia metabólicamente. Este cambio metabólico es lo que el Nuevo Testamento llama transformación. La glorificación es el resultado de la transformación, y la transformación es lograda mediante el crecimiento en vida, que es gradual y continuo. Un día, cuando lleguemos a nuestra madurez, seremos glorificados y, con ello, seremos introducidos en la plena expresión del Dios Triuno.
En Romanos 8:17 Pablo indica que si padecemos juntamente con Cristo, también seremos glorificados juntamente con Él. Aunque no debiéramos decir que sin padecimientos no seremos glorificados, podemos tener la certeza que el grado de nuestros sufrimientos determinan el grado de nuestra gloria. Cuanto mayor sea el sufrimiento por el que pasemos, más será intensificada nuestra gloria, pues el sufrimiento incrementa la intensidad de nuestra gloria. Deseamos ser glorificados, pero quizá no deseamos pasar por sufrimientos. Sin embargo, sufrir hace que la gloria aumente. Eventualmente, todos hemos de resplandecer y ser glorificados, pero la intensidad de nuestra gloria dependerá del grado de sufrimiento que estemos dispuestos a recibir. Habiendo comprendido esto, en Romanos 8:18 Pablo dijo: “Pues tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de compararse con la gloria venidera que en nosotros ha de revelarse”. Los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria venidera.