
En Mateo 12:18-21 vemos a Cristo como Siervo de Jehová. Éxodo 3 revela que Cristo es Jehová mismo, pero en estos versículos vemos que Él es el Siervo de Jehová. Como Siervo de Jehová, Cristo es Aquel que fue enviado por Jehová a fin de servir al propósito de Jehová.
Mateo 12:18a dice: “He aquí Mi Siervo, a quien he escogido; Mi Amado, en quien se complace Mi alma”. Cristo es el escogido y amado de Jehová, Aquel en quien Jehová se complace.
Mateo 12:18b añade: “Pondré Mi Espíritu sobre Él, y a los gentiles anunciará el derecho”. Como Siervo de Jehová, Cristo tenía el Espíritu de Jehová sobre Él. Cuando Cristo fue bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre Él y permaneció sobre Él como poder económico para Su ministerio. Con el Espíritu de Jehová sobre Él, Cristo anunció el derecho a las naciones. Aquí la palabra derecho denota “justicia” o “juicio justo”. Un juicio justo es una decisión en favor de las cosas correctas. El Señor Jesús anunció todas las decisiones correctas para las naciones.
Mateo 12:19 dice: “No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá en las calles Su voz”. Esto quiere decir que el Señor no gritó ni hizo ruido. En lugar de dar voces para hacer escuchar Su voz en las calles, Él era una persona serena y callada.
El versículo 19 indica que Cristo, como Siervo de Jehová, ya no podía ministrar abiertamente; por el contrario, debido a que había sido rechazado, Él tenía que esconderse. Como el contexto de Mateo 12 deja en claro, la razón por la cual el Señor padeció el rechazo de la gente y tuvo que esconderse fue que quebrantó los preceptos religiosos. Esto fue debido a que el Señor atendió a Su autoridad como cabeza y a los miembros de Su Cuerpo.
Después, Mateo 12:20 dice: “La caña cascada no quebrará, y el pábilo humeante no apagará, hasta que saque a victoria el derecho”. Como Siervo de Jehová, Cristo no quebrará las cañas cascadas ni apagará las mechas humeantes. Esto indica que mientras Él era rechazado y padecía oposición, todavía estaba lleno de misericordia. Aquellos que se oponían a Él eran como cañas cascadas y como pábilos humeantes, pero el Señor Jesús continuó siendo misericordioso para con ellos.
Los judíos solían hacer flautas de caña. Cuando una caña estaba cascada, la quebraban. Además, hacían mechas de lino para hacer arder el aceite. Cuando se agotaba el aceite, la mecha humeaba y la apagaban. En el pueblo del Señor algunos son como cañas cascadas, las cuales no pueden producir un sonido musical; otros son como mechas humeantes, las cuales no pueden producir una luz resplandeciente. No obstante, el Señor no quebrará las cañas cascadas ni apagará las mechas humeantes. Aunque el Señor fue rechazado, Él continuó siendo misericordioso. Él no quebró incluso a quienes se habían vuelto como cañas cascadas, ni tampoco apagó a quienes se habían vuelto como pábilos humeantes; más bien, les mantuvo abierta la puerta de la misericordia y de la gracia.
Entre quienes creen en el Señor Jesús actualmente hay muchos que se han vuelto como cañas cascadas, pues ya no pueden producir un sonido melodioso. Por norma, las cañas cascadas debieran romperse y ser desechadas. Pero Cristo no hará esto. Además, muchos de Sus creyentes ya no resplandecen como una luz brillante. Por norma, Él debiera apagarlos y desecharlos, pero Él no hará esto; más bien, como misericordioso Siervo de Jehová, Él usará a algunos que son como caña cascada y pábilo humeante para sacar a victoria el derecho. Si pensamos que nadie es útil excepto nosotros mismos, no podemos llevar adelante la obra del Señor. El Señor habrá de seleccionar algunas cañas cascadas y pábilos humeantes. Él habrá de perfeccionarlos de modo que lleguen a ser útiles en Sus manos para sacar a victoria el derecho. Sin importar cuánta oposición se levante contra Él, como Siervo de Jehová Él continúa siendo misericordioso.
“En Su nombre pondrán los gentiles su esperanza” (v. 21). Debido al rechazo por parte de los religiosos judíos, el Siervo de Jehová —con Su salvación— se volvió a los gentiles. Ahora los gentiles ponen su esperanza en Su nombre al creer en Él y recibirle como su Salvador.
Los gentiles tienen esperanza únicamente en el nombre del Señor Jesús. Aparte de Su nombre, no hay esperanza. La gente del mundo no tiene esperanza porque no tiene el nombre del Señor Jesús. Pero en Su nombre nosotros, los gentiles, tenemos puesta nuestra esperanza.
En Mateo 12:38-41 Cristo es revelado como Aquel que es mayor que Jonás. Cuando los escribas y fariseos pidieron una señal, el Señor Jesús les dijo que señal no les sería dada, “sino la señal del profeta Jonás” (v. 39). Como profeta, Jonás tipifica a Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
“Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (v. 40). El corazón de la tierra se llama las partes más bajas de la tierra (Ef. 4:9) y el Hades (Hch. 2:27), adonde el Señor fue después de Su muerte. El Hades, el cual equivale al Seol del Antiguo Testamento, tiene dos secciones: la sección de tormento y la sección de consuelo (Lc. 16:23-26). La sección de consuelo es el Paraíso, adonde el Señor y el ladrón salvo fueron después de morir (23:43). Así que, “el corazón de la tierra”, “las partes más bajas de la tierra”, “el Hades” y “el Paraíso” son sinónimos, pues se refieren al lugar donde el Señor estuvo tres días y tres noches después de Su muerte y antes de Su resurrección. Después de aquellos tres días y tres noches Él, como Hijo del Hombre, fue resucitado del corazón de la tierra.
Como Aquel que es mayor que Jonás, Cristo anuncia las buenas nuevas a los gentiles. “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron ante la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar” (Mt. 12:41). Aquí vemos que Cristo como el Profeta enviado por Dios a Su pueblo (Dt. 18:15, 18), es mayor que el profeta Jonás. Jonás se volvió de Israel a los gentiles y fue llevado al vientre del gran pez. Después de estar allí por tres días y tres noches, salió y llegó a ser una señal a aquella generación para arrepentimiento (Jon. 1:2, 17; 3:2-10). Esto tipificaba a Cristo, quien se volvería de Israel a los gentiles y sería sepultado en el corazón de la tierra tres días y tres noches y luego resucitaría, llegaría a ser una señal a esta generación para salvación. Como Aquel que es mayor que Jonás, el Cristo en resurrección es la única señal para la actualidad.
“La reina del sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar” (Mt. 12:42). Aquí vemos que Cristo, como Hijo de David, el Rey, es mayor que el rey Salomón. Salomón (1 R. 6:1) tipifica a Cristo como Aquel que posee sabiduría a fin de realizar el propósito eterno de Dios, edificar la casa de Dios, el templo, y regir sobre el reino de Dios.
Salomón habló palabras de sabiduría (3:12, 28). Como Aquel que es mayor que Salomón, Cristo habla palabras de sabiduría en la actualidad. En realidad, todo el Nuevo Testamento es una prolongada palabra de sabiduría dada por Cristo como nuestro Salomón.
En 1 Reyes 10:1-8 una reina gentil, procedente de Etiopía, habiendo oído de la sabiduría de Salomón y siendo atraída por ello, vino a él. Esto es también un cuadro de Cristo. En la actualidad Cristo, como Aquel que es mayor que Salomón, atrae a Sí mismo a las personas procedentes de entre los gentiles.
El Evangelio de Mateo comienza con el Hijo de David (1:1) y termina con el Dios Triuno (28:19). Entre el capítulo 1 y el capítulo 28 de este Evangelio tenemos al Sembrador (13:3). El Señor Jesús claramente se consideraba a Sí mismo un sembrador. En Su ministerio, aparentemente enseñaba como maestro y predicador. En realidad, al enseñar la verdad y predicar el evangelio, Él era un Sembrador, y Su vida fue una vida de sembrar. Como sembrador, el Señor Jesús fue Aquel que distribuyó la vida divina.
El sembrador es la maravillosa persona del Señor Jesús, y la semilla sembrada es también el propio Señor como corporificación del Dios Triuno. Cristo se ha sembrado como semilla de vida en nosotros (vs. 4a, 8). Cristo es la semilla representada por la palabra (v. 19), y nosotros, los escogidos de Dios, somos el suelo. A los ojos de Dios, nosotros somos el suelo para cultivar a Cristo. Por tanto, Cristo como Palabra es la semilla de vida sembrada en nosotros, el suelo.
Cristo vino a la tierra no solamente para estar con nosotros, sino también para ser sembrado en nuestro ser. Mediante la encarnación Él se convirtió en la semilla de vida, y en Su ministerio Él sembró esta semilla en los demás. Esto significa que Él se sembró como corporificación del Dios Triuno en Sus creyentes. Como sembrador, Cristo se ha sembrado como semilla de vida en nuestros corazones a fin de que Él pueda vivir en nosotros, crecer en nosotros y ser expresado desde nuestro interior.
Del mismo modo en que la semilla de vida es sembrada en la tierra, se mezcla con los elementos de la tierra y crece juntamente con la tierra para producir una planta, Cristo se ha sembrado como semilla de vida en nuestro ser, la tierra, y tanto Él como nosotros crecemos juntamente. Él es la semilla de vida que posee cierta clase de elemento, y nosotros, como tierra que crece, también tenemos cierta clase de elemento; ambos elementos se mezclan y crecen juntamente para ser una sola planta. Esto es el Cuerpo de Cristo constituido con la vida divina mezclada con la humanidad. En realidad, el Cuerpo de Cristo es una planta que crece procedente de Cristo como semilla de vida sembrada en el corazón humano, el cual es la tierra que crece.
Debemos ver la visión de Cristo, el Sembrador, que se siembra como semilla de vida en los seres humanos. Esta visión es el corazón mismo del recobro del Señor, pues está relacionada con el deseo del corazón del Señor. Durante más de sesenta años el Señor nos ha estado mostrando lo que está en Su corazón: Él desea entrar en nosotros, Su pueblo escogido, para ser nuestra vida por medio de la mezcla a fin que Él mismo sea nuestro elemento y haga de nosotros Su expresión. Cristo, la corporificación y expresión del Dios Triuno, se ha sembrado en nuestro ser. ¡Qué asunto tan profundo y hondo es éste!
Al sembrarse como semilla de vida en nuestro ser, Cristo hace de nosotros el trigo de vida (v. 30b). Como trigo de vida, somos los muchos granos producidos por Cristo (Jn. 12:24). El Dios Triuno en Su corporificación ha sido sembrado en nuestro ser para hacer crecer el trigo, con lo cual produce muchos granos que pueden ser juntamente compenetrados para ser una sola entidad: el único Cuerpo de Cristo (1 Co. 10:17). Este pensamiento es muy elevado, hondo y profundo.
Después del Sembrador tenemos a Aquel que alimenta (Mt. 14:16-21; 15:33-38). Cristo se sembró en nosotros, y ahora Él nos alimenta a fin de que podamos cultivarlo de modo que Él crezca en nuestro ser.
Como Aquel que alimenta, Cristo nos alimenta con Él mismo como panes de cebada y peces (Jn. 6:9). Mientras que los panes proceden de la vida vegetal, con lo cual representan el aspecto generador de la vida de Cristo, los peces son de la vida animal, con lo cual representan el aspecto redentor de la vida de Cristo. A fin de satisfacer nuestra hambre espiritual, tenemos necesidad tanto de la vida generadora de Cristo como de Su vida redentora.
Como vida generadora, Cristo crece en la tierra, la tierra creada por Dios. A fin de regenerarnos, Él crece en la tierra creada por Dios para reproducirse.
La cebada representa al Cristo resucitado. Según las Escrituras, la cebada representa las primicias de la resurrección. En Levítico 23 se le dijo al pueblo del Señor que debía ofrecer las primicias de su cosecha cada año. En la tierra de Palestina la cebada es el cultivo que madura primero antes que cualquier otro y el primero en ser cosechado; por tanto, tipifica al Cristo resucitado (v. 10). Así que, la cebada representa al Cristo resucitado, quien es nuestro suministro de vida. Como primicias, Él se ha convertido en nuestro pan de vida. Esto nos permite ver que los panes de cebada representan a Cristo en resurrección como alimento para nosotros. El Cristo que alimenta es el Cristo resucitado.
Los peces en Juan 6:9 pertenecen a la vida animal y representan el aspecto redentor de la vida de Cristo. Como vida redentora, Él vive en el mar, el mundo corrompido por Satanás. El Señor Jesús no solamente vino a la tierra creada por Dios, sino también al mundo corrompido por Satanás. Si Él sólo hubiera venido a la tierra creada por Dios, habría estado representado únicamente por los panes de cebada. Pero debido a que Él también vino al mundo corrompido por Satanás, Él también está representado por los peces.
Sin embargo, Cristo no tenía ningún tipo de relación con el mundo corrupto. Del mismo modo que los peces no son salados pero viven en el agua salada, también el Señor no fue corrompido por Satanás pese a que vivió en el mundo corrompido por Satanás. A fin de redimirnos, Él vivió en el mundo satánico y pecaminoso; pero Él no es pecaminoso, y el mundo no le afecta. En calidad de vida generadora, Cristo vivió como un hombre apropiado en la tierra creada por Dios. En calidad de vida redentora, Cristo vivió en el mundo corrompido por Satanás sin ser afectado por su corrupción. Tenemos necesidad de que el Señor Jesús sea tanto nuestra vida generadora como nuestra vida redentora. Como miembros de Cristo, ahora somos alimentados por Cristo con Él mismo como pan de vida en resurrección, y somos nutridos por Él con Su vida redentora.
Cristo nos alimenta con Él mismo como suministro de vida para que recibamos la vida eterna. “El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna” (v. 54). Esta vida eterna es la vida divina, la cual no solo es imperecedera con respecto al tiempo, sino que además es eterna y divina en cuanto a naturaleza.
Al ser alimentados por Cristo, recibimos vida eterna, la vida divina, a fin de que podamos vivir diariamente por causa de Él como nuestro suministro de vida. “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (v. 57b). Comer es ingerir el alimento para que sea asimilado en nuestro cuerpo orgánicamente. Por tanto, comer al Señor Jesús es recibirle para que Él, como vida, sea asimilado por el nuevo hombre regenerado. Entonces vivimos por Aquel que hemos recibido. Por tanto, Cristo no solamente es vida, sino también suministro de vida, el alimento que nos sustenta a fin de que vivamos por causa de Él en nuestro andar diario.