
En 2 Corintios 5:14-17 Cristo es revelado como la esfera y el elemento de la nueva creación. Según el contexto del capítulo 4, la nueva creación en 5:17 está compuesta por aquellos que tienen a Cristo como tesoro en su interior y que portan a Cristo como imagen de Dios externamente. La esfera de la resurrección es la esfera de la nueva creación, y Cristo, como Espíritu vivificante, es el elemento germinador de la nueva creación.
En 2 Corintios 5:14 y 15 se nos dice: “El amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y resucitó”. La frase habiendo juzgado así en el versículo 14 significa “habiendo llegado a la conclusión”, probablemente en el momento de su conversión. Pablo llegó a la conclusión que debido a que Cristo murió por todos, “por consiguiente todos murieron”. La muerte de Cristo, sufrida en amor, es el factor motivador que constriñe a los apóstoles a vivir una vida de amor para Él. Puesto que Cristo murió como nuestro substituto, sufriendo la sentencia de muerte por todos nosotros, a los ojos de Dios todos morimos. Así que, no tenemos que morir según se ha establecido para los hombres, que mueran una sola vez y después de esto el juicio (He. 9:27). Además, Cristo murió por todos nosotros a fin de que ya no vivamos para nosotros mismos, sino para Él. La muerte de Cristo no sólo nos salva de la muerte de modo que no tengamos que morir, sino que también, por medio de Su resurrección, hace que ya no vivamos para nosotros mismos sino para Él.
Según 2 Corintios 5:14-15, Cristo es Aquel que nos amó, murió por nosotros y fue resucitado por nosotros. La muerte y resurrección de Cristo muestra Su amor para con nosotros. Este amor nos constriñe a vivir no para nosotros mismos, sino para Él. Muchos de nosotros podemos testificar que tenemos a Cristo como tesoro dentro de nosotros y que le amamos. No obstante, a veces somos renuentes a hacerle caso debido a que ciertas cosas en el mundo nos distraen del Señor mismo. Sin embargo, en tales ocasiones, el amor de Cristo que nos constriñe se manifiesta a nosotros y hace que veamos que Aquel que es el más excelente de todos nos ama, murió y fue resucitado por nosotros. Tal amor nos constriñe al máximo. Es este amor —no meramente una enseñanza, una religión o un rito— lo que nos constriñe a renunciar a tantas cosas del mundo que nos distraen.
El amor de Cristo que nos constriñe, mencionado en 2 Corintios 5:14, es el amor manifestado en la cruz mediante Su muerte por nosotros. La palabra griega traducida “constriñe” significa “presionar [...] por todos lados, mantener [...] para un solo fin, limitar por fuerza, confinar dentro de ciertos límites con miras a un solo objetivo, encerrar en una sola línea y con un solo fin” (como en un sendero estrecho y amurallado). La misma palabra griega se usa en Lucas 4:38; 12:50; Hechos 18:5 y Filipenses 1:23. De esta manera los apóstoles eran constreñidos por el amor de Cristo y así obligados a vivir para Él.
Hoy también somos constreñidos por el amor que Cristo nos tiene. Este amor ciertamente nos limita, nos confina a una senda estrecha, en dirección a una sola meta: Cristo mismo. Nos debe impresionar profundamente el hecho de que ser constreñidos por el amor de Cristo significa ser presionados por dicho amor por todos lados y ser sostenido por tal amor para un único fin. Cuando somos constreñidos de este modo, estamos limitados, como al andar por una senda estrecha y amurallada, y somos obligados a avanzar en cierta dirección. Aunque amamos al Señor, no siempre estamos dispuestos a tomar Su senda. De no haber sido confinados por Él, probablemente habríamos escapado de Él. Pero el amor de Cristo nos constriñe; nos presiona por todos lados y nos sostiene para un único fin. No tenemos otro camino; no hay otra senda por la que podamos optar. En realidad, esto no es nuestra elección. Si tal elección verdaderamente hubiera sido nuestra elección, probablemente estaríamos en otro lugar en la actualidad. No, no depende de nosotros hacer tal elección; más bien, es el amor de Cristo que nos constriñe. El amor del Señor nos constriñe a fin de que vivamos para Él.
Tenemos que ser personas que son arrastradas por el amor de Cristo. En 2 Corintios 5:14-15 Pablo indica que la muerte amorosa de Cristo es como torrente de aguas poderosas que nos empujan a vivir a Cristo más allá del control que podamos ejercer. Ser constreñidos es parecido a ser arrastrados por la marea. El amor de Cristo es tan fuerte como la marea que nos vence y arrastra. Es necesario que seamos inundados por el amor de Cristo. Debemos ser constreñidos por Su amor de modo que no tengamos otra opción. Debiéramos poder decir: “No tengo otra senda. Tengo que amar al Señor porque Su amor me constriñe”. Cuando las aguas nos inundan, no tenemos la opción de recibirlas o no; ellas no nos dan otra opción. Todos tenemos que ser constreñidos por el amor de Cristo del mismo modo.
Debemos orar día tras día pidiendo que el Señor nos muestre Su amor a fin de que seamos constreñidos por el amor de Cristo. Todos debemos orar al Señor: “Constríñeme con Tu amor. Oh Señor, inúndame con Tu amor”. Aunque es posible que nos encontremos en cierta encrucijada en nuestra experiencia cristiana y tengamos muchas opciones, una vez hayamos sido inundados por el amor de Cristo, perderemos todas nuestras propias elecciones.
En 2 Corintios 5:14-15 el apóstol Pablo une el amor de Cristo que nos constriñe con el hecho de que nosotros vivamos para el Señor, con lo cual indica que debido a que amamos a Cristo, vivimos atentos a Él, y no para nosotros mismos. Es muy significativo que en el versículo 15 Pablo no diga: “Ya no viven para sí, sino dedicados a Él”; más bien, dice: “Ya no vivan para sí, sino para Aquel”. Vivir para el Señor, en el sentido de vivir atento al Señor, tiene un significado más profundo que vivir dedicado al Señor. Vivir dedicado al Señor implica que yo y el Señor todavía somos dos, mientras que vivir atento al Señor indica que yo soy uno con el Señor, como la esposa es uno con el esposo en la vida conyugal.
En este sentido, vivir atentos al Señor significa que somos dirigidos y regulados por Él y que anhelamos cumplir con Sus requisitos, satisfacer Sus deseos y dar cumplimiento a lo que Él se ha propuesto. La gente del mundo vive para sí misma; pero nosotros somos constreñidos por el amor de Cristo a vivir atentos a Él y no para nosotros mismos. Vivir para nosotros mismos significa que estamos bajo nuestro propio control, dirección y gobierno, y que únicamente nos importan nuestros propios objetivos y metas. Esto no solamente es vivir por nosotros mismos, sino incluso vivir para nosotros mismos. Pero la única ambición de los apóstoles era la de agradar al Señor viviendo atentos a Él (v. 9). Ellos estaban absolutamente sujetos al Señor; eran dirigidos, regulados y gobernados por Él. Todo cuanto hicieron tenía por finalidad cumplir el propósito y deseo del Señor. Por ser tal clase de persona, ellos no vivían atentos a la ley, ni a sí mismos ni a ninguna otra cosa que no fuera el Señor mismo.
Pablo no vivía para sí mismo, sino atento a su Amo: Cristo. Él era diferente de los rabíes que vivían atentos a la ley y lo hacían todo en función de la ley. El único objetivo de Pablo era complacer a su Amo. Pablo procuraba agradar al Señor no al hacer una obra, sino al vivir atento a Él en todo aspecto de su vida diaria. Asimismo, no debemos procurar complacernos a nosotros mismos, sino procurar complacer al Señor al vivir atentos a Él. Todo cuanto hagamos tiene que ser en función de Él. Puesto que vivimos atentos a Él, también usamos nuestro tiempo y dinero en función de Él. Nada es para nosotros mismos, porque ninguno de nosotros vive para sí, sino que vivimos atentos a Él.
Además, si consideramos el contexto, veremos que vivir atentos al Señor en 5:15 significa vivir la clase de vida que el Señor Jesús vivió. En el capítulo 4 vemos que los apóstoles experimentaron el aniquilamiento propio de la muerte de Jesús (v. 10). Cuando experimentamos de este modo la muerte de Jesús, entonces podemos llevar la clase de vida que Jesús llevó. Esto es vivir atentos al Señor.
Vivir atentos al Señor es vivir una vida crucificada. Es vivir de tal modo que el hombre exterior es siempre aniquilado. El Señor Jesús llevó esta clase de vida, y quienes viven tal vida en la actualidad viven atentos al Señor. Entender de este modo lo que es vivir atentos al Señor concuerda con el concepto presentado en el capítulo 4.
Con frecuencia los cristianos viven para el Señor en conformidad con sus propios conceptos. Podemos hacer muchas cosas para el Señor en lugar de hacerlas atentos a Él. Lo que el Señor desea no es que estemos muy activos para Él. Él desea que experimentemos el aniquilamiento propio de la muerte de Jesús a fin de que nuestro hombre natural y nuestro ser tan activo puedan ser aniquilados. Muchas personas son muy activas o dinámicas para el Señor de una manera natural. Ellas hacen cosas para Él nacidas de su denuedo natural. Esto ofende al Señor, y hace que dejemos de disfrutarle. Por tanto, lo que debemos hacer es ser constreñidos por el amor del Señor a simplemente vivir atentos a Él.
Si hemos de vivir atentos al Señor, tenemos que negarnos a nuestro hombre exterior. El hombre exterior es la carne. Cuando vivimos atentos a Cristo, no vivimos regidos por nuestro hombre exterior, nuestra carne. Esto significa que vivir atentos a Cristo requiere que vivamos por nuestro hombre interior, por nuestro espíritu regenerado. Vivir atentos a Cristo en 2 Corintios 5:15 es equivalente a andar conforme al espíritu en Romanos 8:4.
En 2 Corintios 5:17 se nos dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es”. El que está en Cristo es una nueva creación. Estar en Cristo significa ser uno con Él en vida y naturaleza. Esto proviene de Dios a través de nuestra fe en Cristo (1 Co. 1:30; Gá. 3:26-28). La vieja creación incluye los cielos, la tierra, billones de cosas y la humanidad; pero la nueva creación incluye solamente al pueblo escogido y redimido de Dios. El pueblo de Dios perteneció alguna vez a la vieja creación; pero cuando Cristo como Espíritu vivificante entró en nosotros, germinamos con el Dios Triuno para ser hechos la nueva creación.
La nueva creación fue creada por Dios con Cristo como corporificación de la vida divina. Por tanto, el material para la nueva creación es la vida divina. Todo aquel que está en Cristo es una nueva creación debido a que la vida de Dios ha entrado en él. Antes de nuestra regeneración no teníamos la vida divina, pero mediante la regeneración Dios se impartió en nosotros y llegó a ser nuestra vida. Por tanto, llegamos a ser la corporificación de Cristo. Él ha nacido en nosotros como nuestra vida. De este modo, fuimos hechos una nueva creación.
La nueva creación en realidad es la vieja creación transformada por la vida divina, por el Dios Triuno procesado. La vieja creación es vieja porque Dios no forma parte de ella; la nueva creación es nueva porque Dios está en ella. Quienes fuimos regenerados por el Espíritu de Dios continuamos formando parte de la creación de Dios, pero ahora somos Su nueva creación. Sin embargo, esto es real para nosotros únicamente cuando vivimos y andamos por el Espíritu. Siempre que vivimos y andamos por la carne, estamos en la vieja creación y no en la nueva creación. Todo cuanto forme parte de nuestra vida diaria en lo cual Dios no esté presente, pertenece a la vieja creación, pero aquello en lo cual Dios está presente forma parte de la nueva creación.
Si hemos de estar en la nueva creación, tenemos que entrar en una unión orgánica con el Dios Triuno. Aparte de esa unión, permaneceremos en la vieja creación. Pero ahora, en virtud de nuestra unión orgánica con el Dios Triuno, estamos en la nueva creación. Como creyentes en Cristo, somos la nueva creación mediante una unión orgánica con el Dios Triuno. En Adán nacimos en la vieja creación, pero en Cristo fuimos regenerados en la nueva creación.
A continuación, 2 Corintios 5:17 dice: “Las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas”. Las cosas viejas de la carne pasaron mediante la muerte de Cristo, y todo ha sido hecho nuevo en la resurrección de Cristo. Las palabras he aquíson hechas nuevas son un llamamiento a observar el cambio maravilloso de la nueva creación. Según el versículo 17 lo que ha sido hecho nuevo son las cosas viejas. La vieja creación no tiene la vida y la naturaleza divinas, pero la nueva creación, compuesta por los creyentes, quienes renacieron de Dios, sí tiene la vida y la naturaleza divinas (Jn. 1:13; 3:15; 2 P. 1:4). Por tanto, los creyentes son una nueva creación, no según la vieja naturaleza de la carne, sino según la nueva naturaleza de la vida divina.