
En 2 Corintios 12:9 Cristo es revelado como la corporificación de la gracia. Cristo no es solamente el factor de la gracia, sino también la corporificación de la gracia, o sea, Cristo es la gracia misma.
En 2 Corintios 12:2 Pablo dice: “Conozco a un hombre en Cristo”. La expresión un hombre en Cristo—un hombre que siempre vive en Cristo y es hallado en Cristo— se refiere al apóstol (v. 7), no como parte de la vieja creación sino de la nueva (5:17). Después, Pablo nos dice que a causa de la excelente grandeza de las revelaciones que él recibió, no podía evitar exaltarse desmedidamente; por lo cual, el Señor le dio un aguijón, un mensajero de Satanás, para que lo guardase de enaltecerse sobremanera. Pablo rogó tres veces al Señor que ese aguijón le fuera quitado (12:7-8). Sin embargo, el Señor le dijo: “Bástate Mi gracia” (v. 9); en lugar de quitar el aguijón, el Señor suministró a Pablo la gracia suficiente a fin de capacitarlo para soportar el sufrimiento. Si unimos los versículos 2 y 9, vemos que la gracia de Cristo es suficiente para un hombre en Cristo. Siempre y cuando estemos en Cristo, Su gracia nos basta.
La gracia mencionada en 2 Corintios 12:9 no es algo realizado por el Señor o dado por el Señor. Es el propio Señor dentro de nosotros, quien nos sustenta, nos vigoriza y fortalece a fin de poder enfrentar toda situación. Ésta es una gracia viva, una gracia real, y es nada menos que Cristo como corporificación del Dios Triuno procesado, quien se imparte en nuestro ser para nuestro disfrute. La gracia, principalmente, no es la obra que el Señor Jesús realiza por nosotros; la gracia es el propio Dios Triuno en Cristo impartido a nosotros y experimentado como nuestro disfrute. En su experiencia Pablo percibió que la gracia es Cristo mismo. Cuando Cristo es disfrutado por nosotros como nuestra porción, esto es gracia. La gracia es Cristo, no en doctrina sino en nuestra experiencia, porque la gracia equivale a Cristo con todo lo que Él es para nuestro disfrute; esto incluye la vida, el poder y Sus otros atributos divinos. Por tanto, debemos aprender a no esperar recibir algo externamente, ni a que el Señor haga algo por nosotros; más bien, debemos tener la expectativa de simplemente disfrutar al Señor mismo como gracia.
En 2 Corintios 12:9 el Señor le dijo a Pablo: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Habiendo aceptado lo que le dijo el Señor, en el versículo 9 Pablo procede a decir: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí”. Este versículo revela que la gracia de Cristo es el poder perfeccionado en la debilidad. Todos debemos amar nuestras debilidades, porque nuestras debilidades llegan a ser el lugar en el cual la gracia de Cristo, como poder Suyo, es perfeccionada. Si somos fuertes en nosotros mismos, no podemos disfrutar a Cristo como gracia. A fin de disfrutar a Cristo como gracia, tenemos que ser personas débiles. Cuanto más débiles somos, más aprehenderemos en nuestra experiencia la gracia suficiente que constantemente nos fortalece en nuestro hombre interior (Ef. 3:16). Cristo no quiere que seamos fuertes ni poderosos en nosotros mismos; más bien, Él quiere que seamos débiles. Nuestra debilidad es preciosa. Es a causa de nuestras debilidades que el poder del Señor tiene una base para manifestarse y que nosotros podemos disfrutar Su poder. Cuando somos débiles, podemos experimentar el poder de Cristo en nuestra debilidad.
Cuando somos fuertes, hacemos a un lado al Señor, porque no lo necesitamos. En otras palabras, cuando somos fuertes, el Señor carece de una base en nosotros y no puede hacer nada por nosotros. No obstante, cuando somos débiles y comprendemos que separados de Él nada podemos hacer, entonces el Señor tiene una base en nosotros y puede hacerlo todo por nosotros. Cuando el Señor lo hace todo por nosotros, disfrutamos la gracia suficiente del Señor que es perfeccionada en nuestra debilidad. Por esta razón, el Señor permitió que el aguijón permaneciera con Pablo para poner al descubierto su debilidad a fin de que él experimentase Su gracia todo-suficiente. Sin el aguijón, Pablo no comprendería cuán débil era él; pero con el aguijón en la carne, él tenía necesidad de que el Señor fuera su gracia. El Señor dejó el aguijón con Pablo a fin de que él experimentase el poder de Cristo que lo cubría, el cual era perfeccionado en su debilidad.
Tal vez nos quejemos de nuestra debilidad o falta de capacidad. Sin embargo, debemos ver que en nuestra debilidad es perfeccionado el poder de Cristo. Nuestra debilidad nos da la oportunidad de disfrutar el poder de Cristo. Por esta razón, Pablo se gloriaba en sus debilidades —no en las revelaciones que había recibido— de modo que Cristo como gracia suficiente, el poder de la resurrección, pudiera cubrirlo en sus debilidades. Finalmente, Pablo aprendió a decir: “Por amor a Cristo me complazco en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy poderoso” (2 Co. 12:10). Al igual que el apóstol Pablo, nosotros también debemos gloriarnos en nuestras debilidades para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre nosotros.
Es necesario que padezcamos sufrimientos para que la suficiencia de la gracia del Señor sea magnificada; es necesario que padezcamos debilidad para que se exhiba la perfección del poder del Señor. Por tanto, el apóstol de buena gana se gloriaba de sus debilidades, para que el poder de Cristo fijara tabernáculo sobre él. La gracia es el suministro, y el poder es la fuerza, la capacidad, de la gracia. Los dos son el Cristo resucitado, quien ahora es el Espíritu vivificante que mora en nosotros (1 Co. 15:45; Gá. 2:20) para que le disfrutemos.
La gracia de Cristo es el poder perfeccionado en la debilidad que, como una tienda o tabernáculo que se extiende sobre nosotros, nos cubre en nuestra debilidad. La palabra griega que se traduce “extienda tabernáculo” es un verbo compuesto de dos palabras. La primera palabra significa “poner encima”, y la segunda, “morar en una tienda”, como también en Juan 1:14 y Apocalipsis 21:3. Aquí este verbo significa “fijar una tienda o habitación sobre algo o alguien”. Describe cómo el poder de Cristo, Cristo mismo, habita sobre nosotros como una tienda extendida sobre nuestro ser, cubriéndonos con Su sombra en nuestras debilidades.
Muchas veces el Señor nos asigna sufrimientos y dificultades para que, por medio de la impartición divina, experimentemos a Cristo como gracia y poder. En su experiencia, Pablo pudo comprender que la gracia del Señor se convertía en el poder que se extendía sobre él como una tienda. Por tanto, tal gracia-poder se convirtió en una morada para Pablo en sus sufrimientos. Mientras sufría, Pablo podía morar en el tabernáculo extendido sobre él. Este tabernáculo, esta tienda, lo sustentaba, lo sostenía, lo mantenía y lo guardaba.
Pablo era débil en su ser viejo, pero era poderoso en el Cristo que lo cubría con Su sombra (2 Co. 12:10). En 2 Corintios se nos revela una persona que ha sido reducida a nada, la cual no tiene fuerzas propias, de modo que el poder de Cristo pueda ser perfeccionado en su debilidad. Pablo fue reducido a nada, pero tomó a Cristo como su todo. Al igual que Pablo, debemos experimentar a Cristo como la gracia todo-suficiente que satisface nuestras necesidades en toda clase de entorno, y debemos gustar de Él al experimentar Su poder que es perfeccionado en nuestra debilidad.
En 2 Corintios 13:3-5 Cristo es revelado como Aquel que es poderoso en los creyentes. Cristo no es débil en nosotros; Él es poderoso. Él es el Poderoso. Aquel que es el Poderoso en realidad es el poder de resurrección mencionado en Filipenses 3:10. Cristo mismo es el poder de Su resurrección.
En 2 Corintios 13:3 Pablo dice a los corintios: “Puesto que buscáis una prueba del Cristo que habla en mí, el cual no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros”. Cristo es Aquel que habla en el apóstol a fin de ministrarse a los creyentes. Cristo era poderoso en los creyentes mientras Él hablaba en el apóstol. Para los creyentes ésta era verdaderamente una prueba sólida y subjetiva de que Cristo hablaba en el apóstol.
A continuación, en 2 Corintios 13:4 Pablo dice: “Porque ciertamente fue crucificado en debilidad, pero vive por el poder de Dios”. Cuando Cristo fue crucificado, Él era débil. Nadie que sea fuerte puede ser crucificado; para ser crucificado, uno tiene que ser débil. Cristo fue crucificado en debilidad, pues permitió que Sus perseguidores hicieran lo que querían. Pero ahora, en resurrección Cristo no es débil, sino poderoso, debido a que vive por el poder de Dios.
Cristo era el Dios todopoderoso, pero cuando fue crucificado, Él estuvo dispuesto a hacerse débil y se hizo débil. Cristo no necesitaba ser débil con relación a Sí mismo en ningún aspecto, pero para realizar la redención por nosotros Él estaba dispuesto a ser débil en Su cuerpo para ser crucificado. Cuando fue arrestado, juzgado y crucificado, Él no exhibió Su poder. En lugar de ello, Él fue débil al máximo. Si Cristo no hubiera sido débil, Él no habría podido ser arrestado, mucho menos clavado a la cruz. Únicamente alguien que es débil puede ser crucificado. Ahora que la redención ha sido efectuada y Cristo ha resucitado, Él ya no es débil; más bien, después de ser resucitado, Él vive por el poder de Dios.
A continuación, en 2 Corintios 13:4 se nos dice: “Pues en verdad nosotros somos débiles en Él, pero viviremos con Él por el poder de Dios para con vosotros”. Al ir a los creyentes griegos, Pablo lo hizo “con debilidad, y temor y mucho temblor” (1 Co. 2:3). Pablo no se presentó como una persona fuerte físicamente mientras estuvo entre los griegos, quienes no solamente procuraban ser fuertes psicológicamente en la filosofía, sino también físicamente en la gimnasia. La presencia física de Pablo era débil (2 Co. 10:10), y cuando estuvo con los creyentes griegos él fue manso, modesto y humilde. Por tanto, los griegos, quienes deseaban alcanzar la grandeza en su filosofía y condición atlética, menospreciaban al apóstol. No obstante, el apóstol les dijo a los creyentes corintios que aun cuando era débil en Cristo, él vivía por el poder de Dios para con los creyentes.
Los apóstoles siguieron el ejemplo de Cristo y, al estar en la unión orgánica con Él, estaban dispuestos a ser débiles para poder vivir una vida crucificada con Él. De esta manera vivirían juntamente con Él por el poder de Dios para con los creyentes. Aparentemente, eran débiles para con los creyentes; mas en realidad, eran poderosos. Siempre se nos ha enseñado que debemos ser fuertes, pero tenemos que aprender a ser débiles. Somos demasiado fuertes en nosotros mismos, en nuestro hombre natural. Debemos aprender a ser débiles a fin de que Cristo pueda ser poderoso en nosotros.
En 2 Corintios 13:4 Pablo hace notar a los corintios que los apóstoles eran débiles en Cristo. Mediante la unión orgánica, ellos eran uno con Cristo a fin de ser débiles. Ellos eran débiles de tal modo por causa de la edificación de la iglesia. Cuando los apóstoles vinieron a Corinto, no vinieron en fortaleza sino en debilidad, con el propósito de impartir a Cristo en los corintios y de edificarlos, perfeccionarlos, a fin de que pudieran ser edificados como Cuerpo de Cristo. En realidad, los apóstoles no eran débiles; no obstante, ellos voluntariamente se habían hecho débiles y, según el versículo 4, continuaron siendo débiles en Cristo.
La frase en Él en el versículo 4 es muy importante. Nuestro concepto es que estar en Cristo consiste en ser fuertes, no débiles; no obstante, en este versículo Pablo dice que somos débiles en Él. ¿Por qué somos débiles en Cristo? Somos débiles en Él a fin de llevar una vida crucificada.
Además, que Pablo viviera por el poder de Dios para con los creyentes significa que él era poderoso al hablarles. Por un lado, cuando salimos para predicar el evangelio a los demás, no debemos mostrarnos como personas fuertes físicamente; más bien, debemos ser débiles en Cristo y ser humildes entre los demás. Por otro, cuando les hablemos, debemos ser poderosos de manera interna, no de manera externa; es decir, debemos ser fuertes en nuestro espíritu, no en nuestro cuerpo, pues es por medio del espíritu que podemos ganar a las personas para el Señor.
En 2 Corintios 13:5 Pablo dice: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”. Este versículo indica que Cristo está en los creyentes mediante la fe de ellos. Aquí la fe se refiere a la fe objetiva (Hch 6:7; 1 Ti. 1:19). Si alguien está en la fe objetiva, indudablemente tiene la fe subjetiva, o sea que cree en Cristo y en toda la economía neotestamentaria de Dios. Siempre y cuando una persona tenga esta fe, independientemente de lo grande o pequeña que sea, tiene a Cristo morando en ella.