
Gálatas 6:12-18 revela que podemos experimentar y disfrutar a Cristo como Creador de la nueva creación, la cual es el fruto supremo de Su cruz y Su gracia.
Por medio de Su cruz, Cristo crucificó no solamente la carne, sino también el mundo religioso con sus ritos, incluyendo la circuncisión.
La cruz de Cristo eliminó la religión. En Gálatas 6:14-15 Pablo dice: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. La cruz era una verdadera humillación, pero el apóstol la convirtió en su gloria. El mundo nos ha sido crucificado, y nosotros al mundo. Esto no ocurrió directamente con nosotros, sino por medio de Cristo, quien fue crucificado. El uso de la palabra porque al inicio del versículo 15 indica que este versículo explica el versículo anterior. Que la circuncisión fuera mencionada en el versículo 15, al ser algo propio de la religión, muestra que “el mundo” mencionado en el versículo 14 tiene que referirse principalmente al mundo religioso, no al mundo secular. En Gálatas Pablo confrontó a los religiosos, que se preocupaban por las cosas de Dios pero que también habían sido guiados equivocadamente y estaban errados, y cuya religión se había convertido en un mundo. Por un lado, el mundo religioso ha sido crucificado para nosotros; por otro, nosotros fuimos crucificados al mundo religioso. Mediante la cruz somos apartados del mundo religioso y de esta manera somos hechos aptos para vivir en la nueva creación.
Ni la circuncisión ni la incircuncisión significan nada para Dios. Lo que cuenta es una nueva creación, y esta nueva creación fue generada mediante la cruz de Cristo. La vieja creación es nuestro viejo hombre en Adán (Ef. 4:22), nuestro ser natural por nacimiento, sin la vida de Dios y la naturaleza divina. La nueva creación es el nuevo hombre en Cristo (v. 24), nuestro ser que ha sido regenerado por el Espíritu (Jn. 3:6), en el cual la vida de Dios y la naturaleza divina han sido forjadas (v. 36; 2 P. 1:4), que tiene a Cristo como su elemento constitutivo (Col. 3:10-11), y que ha llegado a ser una nueva constitución. Esto se refiere a la naturaleza, el elemento constitutivo interno e intrínseco, de la iglesia. Por tanto, la nueva creación se compone de hijos; es una filiación divina y corporativa (Gá. 3:26; 4:5, 7) producida por medio de la redención de Cristo, la regeneración del Espíritu y la impartición de Dios mismo en nosotros, y también de nuestra entrada colectiva, como nuevo hombre, en una unión orgánica con el Dios Triuno.
La vieja creación era vieja porque no tenía el elemento de Dios; la nueva creación es nueva porque tiene a Dios como su elemento. Aunque todavía estamos en la vieja creación, experimentamos la realidad de la nueva creación cuando andamos según el Espíritu (5:16, 25). Somos la nueva creación y debemos vivir por la nueva creación mediante una unión orgánica con el Dios Triuno. La nueva creación cumple el propósito eterno de Dios, que es expresarse a Sí mismo en la filiación de Sus hijos.
La circuncisión es un precepto de la ley; la nueva creación es la obra maestra de la vida divina con la naturaleza divina. Aquélla es de la letra muerta; ésta es del Espíritu viviente. Por tanto, lo que importa es la nueva creación. Gálatas expone la impotencia de la ley y de la circuncisión. La ley no puede impartir vida (3:21) para regenerarnos, y la circuncisión no puede darnos energía (5:6) para que vivamos como nueva creación. Pero el Hijo de Dios, que ha sido revelado en nosotros (1:16), puede vivificarnos y hacernos una nueva creación, y Cristo, quien vive en nosotros (2:20), puede darnos las riquezas de Su vida para que vivamos en la nueva creación. La ley ha sido reemplazada por Cristo (vs. 19-20), y la circuncisión ha sido cumplida por la crucifixión de Cristo (6:14). Así que, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino que lo importante es la nueva creación con Cristo como vida. Sembramos para el Espíritu a fin de ser la nueva creación, y la nueva creación es el resultado de esta siembra (v. 8). Guardar la ley y practicar la circuncisión es sembrar para la carne; tales prácticas no cambian la vieja creación. Pero sembrar para el Espíritu nos hace una nueva creación, la cual es creada de nuevo por el Espíritu, transformada por la vida divina y constituida con el rico elemento del Dios Triuno procesado por medio de Su acción de mezclarse con nosotros.
Si hemos de vivir la nueva creación, debemos experimentar la cruz. Si todavía estamos involucrados con el mundo religioso, no podremos vivir la nueva creación. Deberíamos poder afirmar que el mundo religioso ha sido crucificado para nosotros y que nosotros hemos sido crucificados al mundo religioso. Deberíamos poder testificar que incluso si intentásemos volver a ese mundo, seríamos rechazados, pues hemos sido crucificados al mismo. Incluso si Pablo hubiera deseado regresar al judaísmo, los fanáticos religiosos no le habrían aceptado; más bien, le habrían ordenado dejarlos, pues él estaba en otro mundo. Para el judaísmo Pablo había sido crucificado, y el judaísmo había sido crucificado para Pablo. Entre él y el mundo religioso existía la separación de la cruz. Es esta separación la que nos hace aptos para vivir la nueva creación. Todo lo practicado en el mundo religioso forma parte de la vieja creación. Pero mediante la cruz de Cristo, nosotros hemos sido aniquilados con respecto a la religión y estamos en otro mundo, otra esfera. En esta esfera vivimos la nueva creación por el Espíritu, no vivimos la vieja creación por la carne.
Mediante Su cruz, Cristo crucificó no solamente el mundo religioso, sino también la carne. Por medio de Su muerte en la cruz Cristo dio fin a la carne. En 6:12-13 Pablo habla acerca de la carne y la cruz de Cristo: “Todos los que quieren quedar bien en la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, pero es sólo para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne”. La circuncisión, al igual que la cruz, no es un buen espectáculo, sino que es una humillación. Sin embargo, los judaizantes hicieron de ella un espectáculo, algo de lo cual se gloriaban en la carne. En el versículo 12, la expresión en la carne significa exteriormente en la esfera de la carne, la cual es condenada y repudiada por Dios. Estar en la carne equivale a estar en nuestro ser natural y externo sin la realidad interna y sin el valor espiritual que están en nuestro espíritu regenerado. En contraste con los judaizantes, que se gloriaban en la circuncisión de la carne y obligaban a los demás a circuncidarse de modo que pudieran gloriarse en su carne, Pablo se gloriaba en la cruz de Cristo, por la cual el mundo religioso y la carne fueron crucificados (v. 14). A causa de la cruz de Cristo se dio fin a la ley, a la carne y a la religión. Si vemos esta visión, alabaremos al Señor por la cruz. Por la cruz somos libertados de la ley, de la carne y de la religión.
Debemos gloriarnos en la cruz de Cristo y vivir la nueva creación. La cruz de Cristo es aquello de lo cual nos gloriamos. Nos gloriamos en el hecho de que se puso fin a todas las cosas en la cruz. Puesto que nos gloriamos en la cruz, no podemos vivir en la vieja creación; en lugar de ello, tenemos que vivir en la nueva creación.
Cristo creó la nueva creación por Su gracia que es con el espíritu de los creyentes. En 6:18 Pablo dice: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu, hermanos”. La gracia de Jesucristo es el abundante suministro del Dios Triuno (quien está corporificado en el Hijo y es hecho real a nosotros como Espíritu vivificante), suministro que es disfrutado por nosotros cuando ejercitamos nuestro espíritu humano. La gracia es Dios el Padre corporificado en el Hijo, quien es hecho real a nosotros como Espíritu. De manera consumada, el Espíritu es la gracia (He. 10:29). Este Espíritu, la máxima consumación del Dios Triuno, ahora mora en nuestro espíritu. Por tanto, nuestro espíritu es el único lugar donde podemos experimentar la gracia. A fin de recibir la gracia y disfrutarla, debemos volvernos a nuestro espíritu y permanecer allí, reconociendo al Señor como Cabeza y como Rey, respetando Su posición y honrando Su autoridad. Debemos ver que el trono de la gracia está en nuestro espíritu (4:16). Siempre que acudimos al trono de la gracia al volvernos a nuestro espíritu e invocar el nombre del Señor, debemos entronizar al Señor, dándole a Él la autoridad como cabeza, el reinado y el señorío en nuestro ser (Col. 1:18; Ap. 4:2). El trono de Dios es la fuente de la gracia que fluye. Siempre que dejamos de entronizar al Señor y, en efecto, lo destronamos, se detiene el fluir de la gracia (22:1). Si entronizamos al Señor Jesús dentro de nosotros, el Espíritu —como río de agua de vida— fluirá desde el trono de la gracia para abastecernos, y entonces recibiremos la gracia y la disfrutaremos (He. 4:16; cfr. Ap. 22:1-2).
Debemos ser aquellos que reciben y disfrutan la gracia del Señor en nuestro espíritu. Recibir a Cristo como Espíritu de gracia es algo que se realiza de continuo por toda la vida. Día tras día debe tener lugar esta maravillosa transmisión divina: Dios suministra abundantemente el Espíritu de gracia, y nosotros recibimos de continuo el Espíritu de gracia (Gá. 3:2-5; Jn. 3:34). La manera de abrirnos a la transmisión celestial a fin de recibir el suministro del Espíritu de gracia vivificante y todo-inclusivo consiste en ejercitar nuestro espíritu para orar e invocar al Señor (1 Ts. 5:16-18; Ro. 10:12-13). Al recibir y disfrutar al Dios Triuno como nuestra gracia, gradualmente llegaremos a ser uno con Él orgánicamente; Él llegará a ser nuestro elemento constitutivo, y nosotros llegaremos a ser Su expresión (2 Co. 1:12; 12:9).
La marca de la economía de Dios es que Cristo, hoy en día, es la gracia de Dios en nuestro espíritu. Nuestro espíritu regenerado, donde mora el Espíritu, es el enfoque de la bendición prometida por Dios. Es en nuestro espíritu donde experimentamos y disfrutamos al Espíritu como bendición central del Nuevo Testamento. Por tanto, necesitamos que la gracia del Señor, que es la abundante suministración del Espíritu todo-inclusivo (Fil. 1:19), sea con nuestro espíritu. Si no conocemos nuestro espíritu humano, el cual ha sido regenerado por el Espíritu Santo, no podemos disfrutar a Cristo como Espíritu todo-inclusivo. Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu y a andar en nuestro espíritu a fin de disfrutar la gracia de Cristo, la cual es Cristo mismo para nuestro disfrute.
Cristo, el Espíritu, la nueva creación y nuestro espíritu son los cuatro puntos básicos que se revelan en Gálatas y son el pensamiento subyacente a la economía de Dios. Cristo es el centro de la economía de Dios, y el Espíritu es la realidad de Cristo. Cuando Cristo es hecho real a nosotros por el Espíritu en nuestro espíritu, llegamos a ser la nueva creación. La nueva creación es Cristo que vive en nuestro espíritu. Por tanto, nuestro espíritu es de vital importancia para que vivamos la vida propia de la nueva creación para el cumplimiento del propósito de Dios.
En Gálatas 6:16 Pablo dice: “A todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea sobre ellos, o sea sobre el Israel de Dios”. La regla que Pablo menciona en este versículo se refiere a la regla de ser una nueva creación, de vivir por el Espíritu por fe, de tener al Dios Triuno como nuestra vida y nuestro vivir, en contraste con guardar la ley al observar las ordenanzas. Debemos andar según la regla que es el propio Dios Triuno que fue procesado para ser nuestra vida y nuestro vivir. Vivir de este modo en virtud de la nueva creación es la regla que seguimos.
Andar en el Espíritu es andar en la nueva creación. En 5:25 Pablo nos exhorta a andar por el Espíritu, y en 6:16 nos insta a andar “conforme a esta regla”. Esto indica que andar conforme a esta regla es andar por el Espíritu. En otras palabras, la regla equivale al Espíritu. Andar conforme a tal regla es cumplir el propósito eterno de Dios. Únicamente esta clase de vivir y andar, el cual es por el Espíritu, forma parte de la nueva creación.
Debemos andar según el principio rector de la nueva creación, a saber, la mezcla de Dios con el hombre. El principio fundamental de la nueva creación es que debemos vivir por la vida divina (2:20; Jn. 6:57). A fin de ser la nueva creación es imprescindible que entremos en una unión orgánica con el Dios Triuno. Todo cuanto se encuentra fuera de esta unión forma parte de la vieja creación. Vivir la nueva creación es andar por la vida y naturaleza divinas como principio rector. Andar según el principio rector de la nueva creación es algo misterioso porque es un asunto orgánico íntegramente relacionado con la vida (3:8). Cuando tenemos este andar, somos una nueva creación no solamente en cuanto a nuestra posición y naturaleza, sino también en nuestra práctica diaria. Si hemos de vivir la nueva creación, tenemos que hacerlo todo en unidad con el Dios Triuno, y el elemento de Dios tiene que ser forjado en nosotros (15:4-5; 1 Co. 6:17). Vivir la nueva creación es vivir, andar, tener nuestro ser y hacer todas las cosas, grandes o pequeñas, con el elemento de Dios. En todo cuanto hacemos debemos actuar no por nosotros mismos, sino según nuestro espíritu regenerado, el cual está lleno del elemento divino.
Además, la regla mencionada en Gálatas 6:16 consiste en sembrar para el Espíritu a fin de vivir la nueva creación. Esta regla consiste en tener por objetivo al Dios Triuno procesado como Espíritu y en andar por Él (v. 8). No debemos tener por objetivo corregirnos o mejorarnos a nosotros mismos, pues estas cosas no son la nueva creación. El significado de la nueva creación es que Dios, el Espíritu divino, se mezcla Él mismo con nosotros y nos constituye consigo mismo para hacernos nuevos. Cuando tenemos por objetivo al Dios Triuno y andamos por el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, el Espíritu imparte el elemento divino en nuestro ser y nos reconstituye con éste. Como resultado, ya no seguimos siendo la vieja creación, sino que nos convertimos en una nueva creación con el elemento divino forjado en nosotros. El resultado consumado de esto será la Nueva Jerusalén. La nueva creación consiste en que el pueblo escogido de Dios tome como su objetivo al Espíritu todo-inclusivo, dirigiéndose hacia Él, sea un solo espíritu con Él y, como resultado, experimente la transfusión del elemento divino al ser de ellos a fin de reconstituirlos y hacerlos nuevos.
La gracia de Cristo está con el espíritu de los creyentes que andan conforme a la regla de ser una nueva creación, quienes llevan en su cuerpo las marcas de Jesús. En 6:17 Pablo dice: “De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas de Jesús”. En tiempos antiguos, cuando una persona se convertía en un esclavo, su dueño solía marcarlo con un hierro. Hacer esta marca en el cuerpo del esclavo dejaba una cicatriz, la cual era una marca que denotaba la pertenencia a un propietario. Pablo se consideraba un esclavo de Cristo. Así como un esclavo podía llevar una marca que daba testimonio de que pertenecía a cierto dueño, Pablo llevaba en su cuerpo las marcas de Jesús. Era como si el nombre de Cristo hubiera sido grabado sobre él una y otra vez como testimonio y declaración de que Pablo pertenecía al Señor.
En el caso de Pablo, esclavo de Cristo (Ro. 1:1), las marcas eran las cicatrices físicas de las heridas que recibió mientras servía fielmente a su Amo (2 Co. 11:23-27). Espiritualmente, representan las características de su vida, una vida semejante a la que el Señor Jesús vivió en la tierra. Tal vida es crucificada continuamente (Jn. 12:24), hace la voluntad de Dios (6:38), no busca su propia gloria, sino la de Dios (7:18), y es sumisa y obediente a Dios, aun hasta la muerte de cruz (Fil. 2:8). El apóstol siguió el ejemplo del Señor Jesús, llevando las marcas, las características de Su vida. En esto él era absolutamente diferente de los judaizantes. Mientras que los judaizantes, quienes se gloriaban en la circuncisión, deseaban hacer una exhibición, tener una apariencia favorable, en su carne, el apóstol llevaba sobre su cuerpo las marcas de Jesús.
Como dijimos anteriormente, el significado espiritual de la expresión las marcas de Jesús es que Pablo llevaba una vida crucificada. Al leer los cuatro Evangelios, vemos el retrato de un hombre que constantemente vivía una vida crucificada; esta clase de vida es una marca. Por tanto, cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él llevaba tal marca. Él fue perseguido, ridiculizado, menospreciado y rechazado. Sin embargo, Él no dijo nada para defenderse; más bien, llevó una vida crucificada, llevó sobre Sí la marca que mostraba que Él pertenecía al Padre. Pablo siguió al Señor Jesús para vivir esta clase de vida. En Filipenses 3:10 él se refiere a “la comunión en Sus padecimientos”. Como alguien que vivía en la comunión de los padecimientos de Jesús, Pablo llevaba las marcas de Jesús como señal de que llevaba una vida crucificada. Debido a que fue perseguido, menospreciado, ridiculizado, rechazado y condenado, él podía verdaderamente decir que llevaba las marcas de Jesús.
Siempre y cuando tomemos el camino de la cruz, nosotros también sufriremos la oposición de los demás. Si somos fieles de modo que llevemos una vida crucificada, la oposición se levantará contra nosotros una y otra vez. En Gálatas 4:29 Pablo dice: “Como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora”. Lo dicho aquí indica claramente que quienes son según la carne perseguirán a quienes son según el Espíritu. Tal como el Señor Jesús y Pablo fueron perseguidos debido a que llevaban una vida crucificada, lo mismo sucederá con nosotros si, por la misericordia y gracia del Señor, seguimos Sus pisadas para llevar tal clase de vida. Cuando somos menospreciados, rechazados, condenados, ridiculizados y objeto de mofa, llevamos las marcas de Jesús.
Todo el que disfruta la gracia del Señor para andar según la regla de ser una nueva creación y que haya dejado la religión como lo hizo el Señor Jesús, está destinado a llevar Sus marcas. Esto se debe a que Jesús fue llevado fuera del campamento del judaísmo y fue crucificado fuera de las puertas de la ciudad de Jerusalén; esta clase de sufrimiento es una marca de Jesús (He. 13:12-13). Debemos ser portadores de las marcas de Jesús al dejar todo tipo de religión y llevar una vida absolutamente en Cristo. No debemos tener relación alguna con la religión; en lugar de ello, debemos estar únicamente en Cristo, una persona viviente, y siempre vivir la vida de Jesús, una vida bajo el efecto aniquilador de la cruz.
Gálatas pone mucho énfasis en la cruz y en la experiencia de la crucifixión para poner fin a asuntos negativos tales como la ley, la carne, el “yo”, el mundo religioso, la esclavitud y la maldición, con lo cual introduce los asuntos positivos que se revelan en este libro: Cristo, el Espíritu, los hijos de Dios, los herederos de la promesa y la nueva creación. Es significativo que al final de Gálatas, Pablo hable acerca de la gracia del Señor que es con el espíritu de los creyentes, el andar de ellos según la regla de ser una nueva creación y llevar las marcas de Jesús en sus cuerpos. Por medio de la cruz de Cristo la ley, la carne y la religión llegaron a su fin para que nosotros tengamos al Espíritu en nuestro espíritu y que, por medio del Espíritu, que es Cristo hecho real para nosotros, seamos la nueva creación, teniendo las marcas de Jesús y disfrutando la gracia del Señor Jesucristo en nuestro espíritu.