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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 323-345)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE TRESCIENTOS TREINTA Y CUATRO

EXPERIMENTAR, DISFRUTAR Y EXPRESAR A CRISTO EN LAS EPÍSTOLAS

(40)

62. El medio del poder divino

  En Efesios 1:19-23 vemos que podemos experimentar y disfrutar a Cristo como Aquel que es el medio del poder divino. Este poder divino es Dios mismo. Cuando Dios es nuestro disfrute, Él es gracia. La gracia se refiere a un aspecto de Dios como nuestro disfrute. Pero hay otro aspecto referente al ser mismo de Dios: Él es el poder divino para Su mover dentro de nosotros. Dios no solamente es gracia, el disfrute dentro de nosotros, sino que también es el poder divino, un factor motivador dentro de nosotros. Mediante la regeneración Dios entró en nosotros y, desde entonces, Él siempre nos ha motivado internamente. Los creyentes somos personas activas y denodadas debido a que tenemos a Dios como poder divino que nos motiva y fortalece. Antes que fuéramos salvos estábamos, espiritualmente hablando, muertos, pero cuando creímos en el Señor Jesús, Dios como poder divino entró en nosotros por medio de Cristo, de modo similar a como la electricidad viene a un edificio por medio de los cables eléctricos. Nuestro Dios es el poder divino, la electricidad celestial, quien entró en nosotros, y Cristo es el medio del poder divino, esto es, el medio a través del cual Dios, como poder divino, es comunicado a nosotros.

  En Efesios 1:19 Pablo se refiere a “la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de Su fuerza”. Este poder que es para con nosotros es el Dios Triuno. Este poder no es solamente el poder creador, sino también el poder que pasó por la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Después de todos estos pasos, el Dios Triuno viene a nosotros como tal poder. Dentro de este poder, por tanto, está presente el poder de la creación, de la encarnación, de la crucifixión y de la ascensión; así que, es un poder todo-inclusivo. El poder para con nosotros que creemos es el Dios Triuno, el Creador del universo, quien se encarnó, pasó por la crucifixión, entró en resurrección y ascensión, y descendió a nosotros. Este poder ha sido instalado en nosotros, tal como la electricidad es instalada en un edificio. La supereminente grandeza del poder de Dios para con nosotros es muy subjetiva, y la podemos experimentar. El poder de Dios para con nosotros es sumamente grande. Necesitamos conocerlo y experimentarlo.

a. El poder divino opera en Él

  La supereminente grandeza del poder de Dios para con nosotros es conforme a la operación del poder de Su fuerza, que Él hizo operar en Cristo. El poder de Dios para con nosotros es el mismo poder que Él hizo operar en Cristo. Cristo es la Cabeza, y nosotros somos el Cuerpo. El Cuerpo participa del poder que opera en la Cabeza.

1) Resucitándolo de los muertos

  En el versículo 20 Pablo dice que Dios hizo que el poder divino operase en Cristo resucitándolo de los muertos. Resucitar a una persona muerta levantándola del Hades y del sepulcro requiere mucho poder. El poder divino ha vencido la muerte, el sepulcro y el Hades, donde están retenidos los muertos. La muerte y el Hades no pudieron retener a Cristo (Hch. 2:24), debido al poder de resurrección de Dios.

  Aparte de Cristo, nadie ha vencido a la muerte ni ha salido de entre los muertos. Que Cristo fuera resucitado de la muerte indica que nada puede retenerlo. Cuando la muerte viene a visitarnos, no podemos rehusarnos a recibirla, pues la muerte tiene poder para retenernos, pero ella no tenía el poder para retener a Cristo. Aunque la muerte hizo todo para retenerle, después de haber visitado el ámbito de los muertos por tres días, Cristo salió en resurrección. De igual manera que nada puede retener a Cristo, tampoco nada negativo puede retenernos, pues tenemos a Cristo en nosotros.

  A fin de experimentar el poder de resurrección de Cristo, es imprescindible que no toleremos la muerte dentro de nosotros y que tengamos el intenso anhelo de rechazar la muerte. Si somos indiferentes con respecto a la muerte, jamás conoceremos en nuestra experiencia el poder de la resurrección. Por el contrario, si aborrecemos la muerte y nos sentimos urgidos a ser libertados de la muerte, el poder de resurrección dentro de nosotros será manifestado.

2) Sentándolo en los lugares celestiales por encima de todo

  Según Efesios 1:20-21, el poder de Dios no solamente resucitó a Cristo de las profundidades del Hades y del sepulcro, sino que también lo sentó a la diestra de Dios en los lugares celestiales, por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. A la diestra de Dios, donde Cristo fue sentado por la supereminente grandeza del poder de Dios, es el lugar de mayor honra, el lugar de autoridad suprema. La palabra celestiales no sólo se refiere al tercer cielo, la cumbre del universo, donde Dios mora, sino también al estado y atmósfera propia de los cielos, donde Cristo fue sentado por el poder de Dios.

  En el versículo 21 Pablo dice que Cristo fue sentado por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra. “Principado” se refiere al cargo más elevado; “autoridad” se refiere a toda clase de poder oficial (Mt. 8:9); “poder” simplemente se refiere a la fuerza de la autoridad; y “señorío” se refiere a la preeminencia que el poder establece. Después de esto vemos que lo enumerado aquí incluye no sólo a las autoridades angélicas y celestiales, ya sean buenas o malas, sino también a las autoridades humanas y terrenales. El Cristo ascendido fue sentado por el gran poder de Dios, muy por encima de todo principado, autoridad, poder y señorío del universo. La expresión todo nombre que se nombra no sólo se refiere a los títulos de honor, sino también a todo nombre. Cristo fue sentado por encima de todo nombre que se nombra no sólo en este siglo, sino también en el venidero.

  Todos debemos ver la visión del Cristo ascendido que está ahora en el tercer cielo y la visión del Cristo que, como nuestra Cabeza, nos ha elevado por encima de la tierra; por tanto, al estar en Él, estamos en los cielos. Todas las cosas negativas que hay en la tierra conforman un entorno muy pobre, pero nosotros estamos sentados en el tercer cielo viendo todas esas cosas debajo de nosotros. Tenemos necesidad de una visión en la que veamos que debido a que estamos unidos al Cristo exaltado, la Cabeza en ascensión, no estamos en la tierra sino en el tercer cielo y, por tanto, estamos por encima de todas las cosas negativas. Esta posición celestial es nuestra victoria triunfal.

  Además, tenemos que comprender que todos nuestros problemas son oportunidades para que experimentemos el poder de Dios que todo lo trasciende. En un sentido muy real, tenemos necesidad de situaciones problemáticas, incluyendo nuestros errores y sufrimientos, para que sea manifestado el poder de Dios que todo lo trasciende. En medio de todos nuestros problemas debemos proclamar que en lo profundo de nuestro ser está el poder que todo lo trasciende, el cual sentó a Cristo a la diestra de Dios por encima de todo. Como resultado de ello, aun cuando los demás se opongan a nosotros o nos molesten, nos sentaremos juntamente con Cristo en los lugares celestiales y, por ende, en Él podremos trascender sobre todas las cosas (Ef. 2:6). Si en todas nuestras circunstancias experimentamos el poder de Dios que todo lo trasciende, se manifestará la vida de iglesia apropiada como Cuerpo de Cristo.

3) Somete todas las cosas bajo Sus pies

  En el versículo 22 de Efesios 1 Pablo indica que Dios, como poder divino, después de haber sentado a Cristo a la diestra de Dios, sometió todas las cosas bajo Sus pies. El hecho de que Cristo esté por encima de todo es diferente de que todas las cosas estén sometidas bajo Sus pies. Aquello es la trascendencia de Cristo; esto es la sujeción de todas las cosas a Él.

  A fin de experimentar el poder que somete todas las cosas, debemos orar diciendo: “Señor, todas las cosas fueron sometidas bajo Tus pies. Ahora todas las cosas deben estar debajo de mí, pues Tú, como poder que somete todas las cosas, estás dentro de mí”. Cuanto más tales cosas son sometidas bajo nuestros pies, más la iglesia se hace realidad. Es posible que algunos de nosotros estemos dominados por hábitos malignos o inmundos, o por las modas y estilos de la era presente. En contraste, Pablo declaró: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas son provechosas; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna” (1 Co. 6:12). Esto indica que aunque Pablo tenía verdadera libertad, él no era dominado por nada. Debemos experimentar el poder que somete todas las cosas para poder vivir tal vida que todo lo domina; entonces todas las cosas estarán bajo nuestros pies. Si experimentamos plenamente el poder de Dios que somete todas las cosas, el Cuerpo de Cristo será plenamente manifestado.

4) Lo dio por Cabeza sobre todas las cosas

  A continuación, en Efesios 1:22 Pablo dice que el poder que Dios hizo operar en Cristo dio a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. La posición de autoridad que Cristo tiene como Cabeza sobre todas las cosas es un don que Dios le dio. Fue por medio de la grandeza del supereminente poder de Dios que Cristo recibió la posición de Cabeza sobre todas las cosas del universo. Fue como hombre, en Su humanidad con Su divinidad, que Cristo fue resucitado de los muertos, fue sentado en los lugares celestiales, tuvo todas las cosas sometidas bajo Sus pies y fue dado por Cabeza sobre todas las cosas.

b. Transmitido a la iglesia

  En Efesios 1:22-23 Pablo dice que Dios dio a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Hay cuatro aspectos del poder que operó en Cristo: el poder de resurrección (v. 20a), el poder de ascensión (v. 20b), el poder que somete todas las cosas (v. 22a) y el poder que reúne todas las cosas bajo una cabeza (v. 22b). Este poder cuádruple es transmitido a la iglesia, el Cuerpo de la Cabeza.

  La frase a la iglesia implica una clase de transmisión. Esta transmisión conecta a Cristo en los cielos con los creyentes en la tierra, tal como la corriente eléctrica conecta la planta generadora de energía con los artefactos eléctricos en un edificio. Esta transmisión conecta la Cabeza en los cielos con Su Cuerpo en la tierra.

  Todo lo que Cristo, la Cabeza, ha logrado y obtenido es transmitido a la iglesia, Su Cuerpo. En esta transmisión la iglesia participa de todos los logros de Cristo: Su resurrección de entre los muertos, haber sido sentado en lo alto por causa de Su trascendencia, la sujeción de todas las cosas bajo Sus pies y el ser Cabeza sobre todas las cosas.

  Las frases para con nosotros los que creemos (v. 19) y a la iglesia indican que el poder divino, el cual incluye todo aquello por lo cual el Dios Triuno ha pasado, ha sido instalado en nosotros una vez para siempre, y que es transmitido a nosotros continuamente, haciendo que disfrutemos a Cristo ricamente y que tengamos la vida de iglesia adecuada como Su Cuerpo, Su plenitud, el cual es el producto de la bendición de Dios revelada en Efesios 1.

  La transmisión de este poder cuádruplo está dirigida a quienes creen. Tenemos que creer que el poder divino fue lo que motivó a Jesús —quien era un auténtico ser humano que murió y fue sepultado— a levantarse del Hades, a salir del sepulcro y a ascender a los cielos según fue testificado por los discípulos, sentándolo a la diestra de Dios en el tercer cielo, sometiendo todas las cosas bajos Sus pies y, finalmente, dándolo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Ésta es la revelación contenida en la santa Palabra. Debemos olvidar nuestros sentimientos, nuestra condición y nuestra situación; en lugar de ello, debemos tomar la palabra con respecto a este poder cuádruplo, creer la palabra y proclamarla. Al creer adquirimos la posición requerida para recibir el poder de Dios y somos hechos aptos para ello. No solamente es necesario que creamos en el hablar de Dios referente al poder, sino que también debemos hacer eco a esto una y otra vez al hablar de ello continuamente. Cuanto más hablemos acerca del poder cuádruplo, más experimentaremos este poder transmitido a nosotros. A la postre, por medio de nuestra fe en esta transmisión y al proclamarla, la iglesia será producida en términos prácticos.

  El día que nos arrepentimos, el poder divino fue instalado en nosotros. Cuando nos abrimos al Señor, este poder opera a fin de saturarnos con la esencia divina que es transmitida a nosotros desde los cielos. Debido a que no siempre estamos abiertos o debido a que podemos tener problemas en nuestra conciencia, mente, parte emotiva o voluntad, la transmisión podría ser temporalmente restringida. Si hemos de experimentar una transmisión continua, es necesario que nos arrepintamos, confesemos y eliminemos todo obstáculo. Entonces la transmisión será restaurada y continuará saturando nuestro ser. Para disfrutar la transmisión, necesitamos de una mente sensata, emociones fervientes, una voluntad sumisa y una conciencia pura. Al experimentar esta transmisión, llegamos a ser el Cuerpo de Cristo.

1) Su Cuerpo

  El Cuerpo de Cristo no es una organización, sino un organismo constituido de todos los creyentes regenerados para la expresión y las actividades de la Cabeza. El Cuerpo de Cristo es el fruto del Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido, quien entró en la iglesia. Por medio de la transmisión celestial del Cristo ascendido, somos hechos uno con Él, y así Su Cuerpo es producido.

  El día de Pentecostés todo aquello por lo cual Cristo había pasado, lo que Él obtuvo y lo que Él logró, fue transmitido del tercer cielo a la iglesia. Si hemos de experimentar el Cuerpo, es imprescindible que tengamos una experiencia personal de la transmisión celestial. Muchos auténticos cristianos no tienen experiencia del Cuerpo ni tampoco perciben que están en el Cuerpo, porque ellos carecen de la visión de la transmisión que ha tenido lugar desde la Cabeza al Cuerpo. Ellos no han visto que todo cuanto Cristo es, posee y ha logrado ha sido transmitido al Cuerpo.

  El Cuerpo de Cristo no es nada del hombre natural; el Cuerpo procede de la transmisión del Cristo ascendido. La iglesia como Cuerpo de Cristo es resultado de la transmisión del Cristo que trasciende sobre todo. Todo asunto del cual hablemos en la vida de iglesia, en el ministerio o en la comunión tiene que resultar de esta transmisión. Si nuestro hablar procede de esta transmisión, entonces nuestro hablar es propio del Cuerpo. Si no procede de tal transmisión, no es del Cuerpo. Es en la transmisión que tenemos la vida de iglesia y que el Cuerpo ejerce su función. Por medio de la transmisión celestial, el Cuerpo es real, auténtico, viviente y dinámico.

2) La plenitud de Aquel que todo lo llena en todo

  Es en tal transmisión que el Cuerpo de Cristo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo, porque el Cristo que todo lo llena en todo está en dicha transmisión. Esta transmisión nos conecta con el Cristo que todo lo llena. De este modo, la iglesia llega a ser la plenitud del Cristo que todo lo llena.

  Aquel que todo lo llena en todo es el Cristo ilimitado, inescrutable, todo-inclusivo y omnipresente: el Cristo cuyas dimensiones son las del universo (3:18). Por un lado, la frase todo lo llena en todo de Efesios 1:23 es similar a la frase el todo, y en todos de Colosenses 3:11. En Colosenses 3, Cristo es todos los miembros que constituyen el nuevo hombre y está en todos los miembros. En Efesios 1, la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que está en todos los creyentes y que es todos los creyentes. Cristo es Aquel que llena a todos los creyentes y está en todos los creyentes, y el Cuerpo de Cristo es resultado de ser llenos de tal modo.

  Por otro lado, que Cristo sea Aquel que todo lo llena en todo, en Efesios 1:23, supera el hecho de que Él sea el todo y en todos, en Colosenses 3:11. Mientras que Colosenses 3:11 se refiere a la esfera del nuevo hombre, Efesios 1:23 no se refiere solamente al Cuerpo de Cristo, sino también al universo, lo cual incluye el tiempo y el espacio. Cristo no solamente es el todo y quien está en todos con relación al nuevo hombre, sino que Él todo lo llena en todo con relación al universo. Cristo es tan vasto universalmente que Él llena todas las cosas. A nivel universal, Cristo está por encima de todo y todo lo llena en todo. El Cuerpo de Cristo es la plenitud de este gran Cristo universal.

  En la actualidad Cristo es Aquel que llena todas las cosas en el universo. Este Cristo universal, el Cristo que llena todas las cosas y que está tanto en los cielos como en la tierra, necesita de un Cuerpo que sea Su plenitud. Cuando Jesús el nazareno estaba en la tierra, antes de Su resurrección Él como hombre no era omnipresente, pues era un hombre común y corriente limitado por Su carne. No obstante, Él descendió a las partes más bajas de la tierra, resucitó de entre los muertos y ascendió muy por encima de todos los cielos para llenarlo todo (4:9-10). Ahora, Él puede estar en los cielos y en la tierra simultáneamente. Debido a que Él es Aquel que llena todas las cosas, Él necesita de un gran Cuerpo que sea Su plenitud. El Cuerpo de Cristo es Su plenitud universal. Cristo, quien es el Dios infinito sin ninguna limitación, es tan grande que lo llena todo en todo. Un Cristo tan grandioso necesita que la iglesia sea Su plenitud a fin de ser expresado por completo.

  La iglesia como Cuerpo de Cristo es Su plenitud. La plenitud de Cristo resulta del disfrute de las riquezas de Cristo (3:8). Al disfrutar las riquezas de Cristo, llegamos a ser Su plenitud y lo expresamos. La plenitud de Cristo es hecha realidad en virtud de que nosotros recibamos las riquezas de Cristo a fin de experimentarlas y disfrutarlas de modo que sean asimiladas y constituidas en todo nuestro ser.

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