Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 323-345)»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE TRESCIENTOS TREINTA Y CINCO

EXPERIMENTAR, DISFRUTAR Y EXPRESAR A CRISTO EN LAS EPÍSTOLAS

(41)

63. La esfera y el elemento de la creación de la obra maestra de Dios

  Efesios 2:5-10 revela que Cristo es la esfera y el elemento de la creación de la obra maestra de Dios, los creyentes como entidad corporativa. Este pasaje de la Palabra revela que al impartir Su vida en los creyentes, Dios en el Hijo los vivificó juntamente con Cristo, los resucitó juntamente con Cristo y los sentó juntamente con Cristo en los lugares celestiales, con lo cual los creó en Cristo como Su obra maestra a fin de mostrar en los siglos venideros las superabundantes riquezas de Su gracia de vida. Cristo es el medio por el cual, la esfera en la cual y el elemento con el cual Dios nos vivificó, resucitó y sentó en los lugares celestiales. Sin Cristo y fuera de Cristo, le es imposible a Dios vivificarnos, resucitarnos y sentarnos en los lugares celestiales. Dios llevó a cabo estos tres asuntos por medio de Cristo como Su canal.

a. Nos dio vida juntamente con Cristo para nuestra salvación por gracia

  Dios nos dio vida juntamente con Cristo para nuestra salvación por gracia. En Efesios 2:5 Pablo dice: “Aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvos)”. Aquí la salvación por gracia no es meramente la salvación del juicio y condenación de Dios ni meramente la salvación del lago de fuego, sino que es la salvación que nos salva por completo (He. 7:25), la salvación que nos salva de todo cuanto nos reprime, oprime, esclaviza o retiene.

  Como pecadores, necesitamos el perdón y la justificación de Dios, pero como aquellos que estamos muertos en delitos y pecados (Ef. 2:1), necesitamos ser vivificados. El perdón y la justificación nos hacen volver a la presencia de Dios para disfrutar Su gracia y participar de Su vida, mientras que el ser vivificados hace que nosotros, miembros vivos del Cuerpo de Cristo, lo expresemos. Dios nos vivificó impartiendo Su vida eterna, la cual es Cristo mismo (Col. 3:4), en nuestro espíritu muerto por medio de Su Espíritu de vida (Ro. 8:2). Dios nos vivificó cuando vivificó al Jesús crucificado. Por tanto, nos dio vida juntamente con Cristo.

  En Efesios 2:5 Pablo dice: “Por gracia habéis sido salvos”. La gracia es gratuita. Aquí denota no sólo que Dios se imparte gratuitamente a nosotros para nuestro disfrute, sino que también nos da Su salvación gratuitamente. Por tal gracia hemos sido salvos de nuestra posición miserable de muerte para entrar en la esfera maravillosa de la vida.

  Fuimos salvos no sólo como pecadores, sino también como personas muertas, y no sólo por medio de la muerte de Cristo y con Su redención, sino también por medio de Su resurrección con la vida de resurrección que nos trajo, e incluso por Su ascensión con la trascendencia de la misma. Ésta es la salvación que lo trasciende todo, la cual fue dada a los pecadores muertos por el Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido, quien es la corporificación misma del Dios Triuno procesado. Tal salvación produce, para Su expresión, la iglesia como fruto de la Trinidad Divina procesada.

b. Nos resucitó y sentó juntamente en los lugares celestiales para nuestra salvación por gracia mediante la fe

  En Efesios 2:6-8 vemos que Dios nos resucitó juntamente con Cristo y nos sentó en los lugares celestiales juntamente con Él para nuestra salvación por gracia mediante la fe. El versículo 6 dice que Dios “juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales en Cristo Jesús”. Vivificarnos es el paso inicial de la salvación que Dios efectúa en vida. Después de esto, Dios nos resucitó de la posición de muerte. La salvación de la que se habla en el versículo 5 es la resurrección en poder. Mediante esta salvación Dios no solamente nos dio vida juntamente con Cristo, sino que también nos resucitó juntamente con Cristo y nos sentó juntamente con Él.

  Debemos hacer notar el hecho de que según los versículos 5 y 6 se nos dio vida y resucitó juntamente. Desde nuestro punto de vista, fuimos resucitados uno por uno de nuestra posición de muerte. Puesto que no existe el elemento del tiempo con Dios, a Sus ojos fuimos todos resucitados simultáneamente junto con los apóstoles Pedro, Juan y Pablo. A los ojos de Dios fuimos resucitados todos juntos, tal como todos los israelitas fueron resucitados de las aguas de la muerte del mar Rojo (Éx. 14). Según el libro de Éxodo, toda la congregación de los hijos de Israel fue salva al mismo tiempo, pues ellos pasaron por el mar Rojo juntos. En otras palabras, los hijos de Israel salieron de Egipto y cruzaron el mar Rojo no uno por uno en tiempos diferentes, sino como una sola congregación al mismo tiempo. Este tipo tan claro muestra que todos fuimos salvos juntos; todos fuimos vivificados y resucitados al mismo tiempo.

  El paso inicial de la salvación que Dios efectúa en vida es darnos vida juntamente con Cristo (Ef. 2:5), el segundo paso es resucitarnos de la posición de muerte (v. 6a) y el tercer paso es hacernos sentar conjuntamente en los lugares celestiales. Dios no sólo nos resucitó de la posición de muerte, sino que también nos hizo sentar en el lugar más alto del universo.

  Los lugares celestiales son la posición más elevada, a la cual fuimos introducidos por la salvación en Cristo. En el libro de Romanos, Cristo como nuestra justicia nos introdujo en una condición en la cual somos aceptables a Dios. En Efesios, Cristo como nuestra vida nos ha salvado y puesto en una posición donde estamos por encima de todos los enemigos de Dios. Aquí en la esfera celestial, que tiene una naturaleza y una característica celestiales, somos un pueblo celestial. La salvación de Dios nos ha trasladado a tal esfera y atmósfera.

  Aunque somos personas que viven y actúan aquí en la tierra, debemos vernos a nosotros mismos sentados juntamente con Cristo en los lugares celestiales en Cristo Jesús. Puesto que estamos en los lugares celestiales en Cristo, no estamos bajo ninguna persona o problema; más bien, estamos muy por encima de todas las personas y los problemas. Nos remontamos por encima de las cosas terrenales que molestan a los incrédulos. Las cosas terrenales no pueden afectarnos, porque somos personas que trascienden sobre todo ello. Somos tales personas porque estamos en los lugares celestiales en la unión orgánica con Cristo mediante Su resurrección y ascensión.

  En Cristo Dios nos hizo sentar a todos, una vez para siempre, en los lugares celestiales. Esto fue efectuado cuando Cristo subió a los cielos, y nos fue aplicado por el Espíritu de Cristo cuando creímos en Él. Hoy en día obtenemos y experimentamos esta realidad en nuestro espíritu al creer en el hecho cumplido.

  Tanto Romanos como Efesios indican que estamos en Cristo. En Romanos, nuestro traslado de Adán a Cristo consiste primordialmente en ser puestos en una posición en la que somos justificados; en Efesios, que estemos en Cristo no solamente implica estar en una posición celestial, sino, aún más importante, es un asunto de vida. Porque estamos en Cristo, tenemos la vitalidad propia de la vida. En Romanos, Cristo es la justicia de Dios, pero en Efesios, Cristo es vida. Por tanto, según Romanos, estar en Cristo significa estar en una posición en la que somos justificados; según Efesios, estar en Cristo significa tener la vitalidad de la vida.

  En el versículo 7 Pablo continúa, diciendo: “Para mostrar en los siglos venideros las superabundantes riquezas de Su gracia en Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”. La iglesia es producida en la era presente; los siglos venideros son las eras del milenio y de la eternidad futura. Mostrar las riquezas de la gracia de Dios es exhibirlas públicamente a todo el universo. Las riquezas de la gracia de Dios exceden todo límite. Éstas son las riquezas de Dios mismo destinadas a ser disfrutadas por nosotros. Serán exhibidas públicamente por la eternidad.

  El versículo 7 dice que las superabundantes riquezas de la gracia de Dios son en bondad para con nosotros en Cristo Jesús. La bondad es la benevolencia que resulta de la misericordia y el amor. En esta bondad nos es dada la gracia de Dios.

  En el versículo 8 Pablo continúa, diciendo: “Porque por gracia habéis sido salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. La palabra porque presenta la razón por la cual Dios muestra Su gracia (v. 7). Puesto que hemos sido salvos por Su gracia, Dios puede mostrar tal gracia.

  La gracia es Dios infundido en nosotros. Por tanto, ser salvos por gracia significa ser salvos por medio de que el Dios Triuno procesado se imparta en nosotros. Efesios revela que la gracia salvadora es Dios mismo en Cristo forjado en nuestro ser. Según esta epístola, la salvación consiste en la transmisión a nuestro ser del Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido. Cuando esta persona viene a nosotros como gracia, somos salvos. Una vez que recibimos tal transmisión divina, somos vivificados, somos resucitados y se nos hace sentar con Cristo en los lugares celestiales. Dios procesado en Cristo y transmitido a nuestro ser es la gracia salvadora y la gracia que abunda.

  Esta gracia tiene superabundantes riquezas. Ella tiene muchos aspectos, virtudes y atributos, tales como la vida, la luz y el poder. Sin la vida, la luz y el poder, Dios no puede salvarnos. A fin de salvarnos, Dios requería de amor y sabiduría. Éstas son algunas de las superabundantes riquezas de la gracia salvadora de Dios. En Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús, Dios nos salvó por Su gracia. En las eras venideras —en el milenio y en la eternidad futura— Dios mostrará públicamente esta gracia al universo entero.

  En el versículo 8 Pablo dice que por gracia hemos sido salvos por medio de la fe. La fe es lo que da sustantividad a lo invisible (He. 11:1). Por medio de la fe damos sustantividad a todo lo que Cristo ha realizado por nosotros. Es mediante esta capacidad de dar sustantividad a lo invisible que hemos sido salvos por gracia. La acción gratuita de la gracia de Dios nos salvó por medio de tal fe. La fe que tenemos es la fe con la cual creemos en Cristo, y es Cristo en nosotros como nuestra fe. Nuestra fe en Cristo no proviene de nosotros; más bien, proviene de Él. Cuando vemos a Cristo, la fe es impartida a nosotros. En nosotros mismos no tenemos ninguna fe. Antes que fuéramos salvos, nos era completamente imposible creer, pero el día que fuimos salvos, la fe, la capacidad de creer, nos fue impartida, y creímos. Esta fe no es de nosotros, sino que forma parte de la gracia transmitida a nosotros.

c. Hace de nosotros un poema en Su nueva creación

  A continuación, en Efesios 2:10 Pablo dice: “Somos Su obra maestra, creados en Cristo Jesús”. La palabra griega aquí traducida “obra maestra” es póiema, la cual significa “aquello que ha sido hecho, una obra de artesanía”, o “algo que ha sido escrito o compuesto como poema”. No sólo un escrito poético puede considerarse un poema, sino también cualquier obra de arte que exprese la sabiduría y propósito del autor. Nosotros, la iglesia, la obra maestra de todo lo que ha hecho Dios, somos un poema que expresa la sabiduría infinita de Dios y Su propósito divino. En el universo nada es más significativo que la iglesia, un poema escrito por Dios.

  A los ojos de los ángeles e, incluso, a los ojos de Satanás, nosotros somos un poema dulce, hermoso y sabio escrito por Dios. En Cristo somos un poema en extremo grato para Dios, aun cuando a nosotros no nos parezca así. Si consideramos a los creyentes desde la perspectiva humana, probablemente lamentemos sus deficiencias y carencias, pues nos parecerá que es un grupo de personas dignas de lástima. Por el contrario, si consideramos a los creyentes desde la perspectiva de Dios, veremos que ellos son las personas más gratas que existen y que, incluso, son muy superiores a los ángeles. En la actualidad tenemos que creer en el hecho de que en Cristo Jesús somos la obra maestra de Dios. En la eternidad cuando todos estemos en la nueva creación, la Nueva Jerusalén, comprenderemos que verdaderamente somos la obra maestra de Dios, Su poema, como Su nueva creación.

  Los escritores, compositores y artistas con frecuencia se esfuerzan por lograr una obra maestra, una obra sobresaliente. Dios ha hecho muchas cosas, pero ninguna de ella es tan querida, preciosa, valiosa y deseable como la iglesia. Los cielos, la tierra y el hombre, creados por Dios, no son Su obra maestra; en realidad, la obra maestra de Dios es la iglesia, el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (1:23), el nuevo hombre que es corporativo y universal (2:15). Como obra maestra de Dios, somos una exhibición incomparable de la sabiduría divina de Dios y la suprema obra de artesanía realizada por Dios, cuyo magnífico diseño no puede ser mejorado.

  El versículo 10 dice que somos la obra maestra de Dios “creados en Cristo Jesús”. Nosotros, la iglesia, la obra maestra entre las obras de Dios, somos una entidad completamente nueva en el universo, un nuevo invento de Dios. Dios nos creó en Cristo por medio de la regeneración para que fuésemos Su nueva creación (2 Co. 5:17). La obra maestra de Dios es absolutamente nueva porque es la mezcla de Dios y el hombre. La obra maestra de Dios, Su artesanía suprema, es la obra que consiste en forjarse Él mismo en el hombre y en constituir al hombre en unidad con Él a fin de producir un poema maravilloso.

  Nosotros somos la obra maestra de Dios, Su obra de artesanía. Esto significa que no debiéramos pensar que podemos trabajar para Dios o realizar la obra de Dios. Dios no espera que nosotros trabajemos para Él. Por el contrario, Él busca la oportunidad de trabajar en nosotros. Si consideramos nuestra situación, comprenderemos cuánto trabajo falta por hacer en nosotros. Dios no necesita que nosotros trabajemos para Él; más bien, Él trabajará en nosotros hasta que lleguemos a ser Su obra maestra. La razón por la cual somos la obra maestra de Dios es que Cristo es forjado dentro de nosotros. Podemos gloriarnos ante la creación de Dios de que tenemos a Cristo en nosotros. Cuanto más Cristo es forjado en nosotros, más llegamos a formar parte de la obra de artesanía de Dios, Su obra maestra.

  Según Efesios 3:10, la multiforme sabiduría de Dios será dada a conocer por medio de la iglesia. Un himno expresa la sabiduría de su autor. En los siglos venideros, tanto en el milenio como en la eternidad, habrá un himno único: la Nueva Jerusalén como máxima consumación de la iglesia, la cual expresa la sabiduría y el diseño de Dios. Cuando veamos la Nueva Jerusalén, probablemente exaltemos a Dios por la belleza, la sabiduría y el diseño manifestado en esta producción maravillosa. La Nueva Jerusalén será el poema de Dios, Su obra maestra.

d. Para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas

  En Efesios 2:10 Pablo continúa, diciendo: “Para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Las buenas obras para las cuales Dios nos creó no son las que se consideran buenas según el concepto general que tenemos, sino las buenas acciones específicas que Dios planeó y ordenó de antemano para que anduviésemos en ellas. Estas buenas cosas deben de referirse a hacer Su voluntad a fin de vivir la vida de iglesia y ser el testimonio de Jesús, como se revela en los capítulos siguientes de Efesios. No debemos hacer las cosas en conformidad con nuestra voluntad o intención; más bien, debemos hacer las cosas que Dios preparó antes de la fundación del mundo de modo que andemos en ellas. Por tanto, en Cristo hemos sido salvos por gracia para ser la obra maestra de Dios a fin de que andemos en las buenas obras que Dios preparó de antemano.

  No solamente éramos pecadores, sino que además estábamos muertos en nuestros delitos. Sin embargo, mediante Su gran misericordia Dios vino a nosotros en Su gracia y, por Su vida divina, nos dio vida juntamente con Cristo, nos resucitó juntamente con Él y nos hizo sentar con Él en los lugares celestiales. Por tanto, hemos pasado de muerte a vida y hemos sido trasladados de la tierra al cielo. En esta posición de resurrección y ascensión, ya no vivimos en pecado; más bien, andamos en las buenas obras que Dios preparó de antemano para nosotros. De este modo Dios, en Su gracia, ha operado en nosotros para hacer de nosotros el poema divino, celestial y universal, esto es, la obra maestra de Dios creada en Cristo Jesús.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración