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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 346-366)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE TRESCIENTOS CINCUENTA Y UNO

EXPERIMENTAR, DISFRUTAR Y EXPRESAR A CRISTO EN LAS EPÍSTOLAS

(57)

  Filipenses presenta aspectos maravillosos de Cristo para nuestra experiencia y disfrute. En el capítulo 1, Cristo es la vida para que nosotros vivamos; en el capítulo 2, Cristo es el modelo que debemos seguir; y en el capítulo 3, Cristo es la meta y el premio a los cuales debemos proseguir. En este mensaje abordaremos el capítulo 4, donde Cristo es el secreto y el poder que hemos de disfrutar.

79. Aquel que nos reviste de poder

  Filipenses 4:1-19 revela a Cristo como Aquel que nos reviste de poder. Éste es un aspecto muy precioso de Cristo para nuestra experiencia y disfrute. La expresión griega traducida “reviste de poder” es la forma verbal del sustantivo dúnamis, que significa “poder motivador, o fuerza”. Esto indica que en Cristo, como fuerza motivadora que nos reviste de poder todo el tiempo, podemos hacer todas las cosas que atañen a nuestra experiencia de Cristo según son reveladas en Filipenses 4, incluyendo estar firmes en Cristo, regocijarnos en Él siempre, permitir que la paz de Dios guarde nuestros corazones y pensamientos en Cristo, contentarnos por medio de Él como secreto, y hacer que Dios supla, en Cristo, cada una de nuestras necesidades.

a. Estar firmes en Él

  En 4:1 Pablo encarga a los creyentes: “Estad así firmes en el Señor”. La palabra así significa que debemos estar firmes de una manera particular, es decir, de la manera presentada en los capítulos anteriores. En este versículo Pablo instaba a los creyentes en Filipos a permanecer en el camino que él les había mostrado.

  En el capítulo 3 Pablo dijo que él aspiraba a ser hallado en Cristo. En 4:1 él nos insta a estar firmes en el Señor. Estar firmes en el Señor es la clave para que sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que somos (v. 5). Si no estamos firmes en el Señor, es imposible que sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que somos. A fin de hacer cualquier cosa, tenemos que estar afirmados en la posición correcta. Esto también se aplica a dar a conocer lo comprensivos que somos. Por tanto, a fin de dar a conocer lo comprensivos que somos, tenemos que estar firmes en el Señor, esto es, tenemos que permanecer en Él. Por tanto, lo dicho por Pablo acerca de estar firmes en el Señor equivale a lo dicho por el Señor acerca de permanecer en Él (Jn. 15:4).

  En Filipenses 4:2 Pablo procede a decir: “Exhorto a Evodia y exhorto también a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor”. Por ser aquellos que están firmes en el Señor, también debemos ser “de un mismo sentir en el Señor”. Separados del Señor no podemos ser de un mismo sentir. Si hemos de ser de un mismo sentir en el Señor, primero tenemos que estar firmes en Él.

b. Regocijarse en Él siempre

  En el versículo 4 Pablo dice: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez diré: ¡Regocijaos!”. Todos los creyentes deben regocijarse en el Señor. Los que no se regocijan están errados, y los que se regocijan están en lo correcto. Según lo dicho por Pablo aquí, debemos regocijarnos en el Señor siempre. El regocijo nos proporciona la fortaleza requerida para la unidad de la que se habla en los versículos 2 y 3, esto es, ser de un mismo sentir en el Señor y combatir juntamente en el evangelio. Si los creyentes han de ser de un mismo sentir, es necesario que ellos aprendan a regocijarse. Regocijarse en el Señor es también el secreto para manifestar las excelentes características enumeradas en los versículos del 5 al 9, incluyendo el ser comprensivos y otras virtudes dignas de alabanza. Si hemos de manifestar las virtudes mencionadas en esos versículos, será necesario que nos regocijemos en el Señor. Por tanto, regocijarse en el Señor es importante.

  Además, Pablo recalca este asunto al iniciar el versículo 10 diciendo: “En gran manera me gocé en el Señor”. Asimismo, en 1:18 Pablo, refiriéndose a su aflicción, dice: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o con veracidad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo; sí, me gozaré aún”. Lo dicho por Pablo acerca de regocijarse es especialmente significativo cuando consideramos sus circunstancias. Mientras Pablo se encontraba prisionero en Roma, algunos de sus opositores hacían todo lo posible para dañar su ministerio; no obstante, Pablo declaró: “Sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación” (v. 19). Como ya dijimos, aquí “salvación” denota magnificar a Cristo al vivirle. Por tanto, Pablo dice: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte” (v. 20). Pablo no tenía la expectativa de ser avergonzado en ningún asunto. Independientemente de cuán difíciles fueran sus circunstancias, él no estaba afanoso por nada. Debido a que Pablo no estaba afanoso respecto de nada, no fue avergonzado en nada; más bien, Cristo fue magnificado en él. Incluso durante su tiempo en prisión, Pablo pudo magnificar a Cristo porque era extremadamente comprensivo.

  Ser comprensivo está relacionado con regocijarse en el Señor. En 4:4 Pablo dice: “Regocijaos en el Señor siempre”. Inmediatamente después dice: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois” (v. 5). Si no nos regocijamos en el Señor, no podremos ser comprensivos. Si ha de ser conocido por todos cuán comprensivos somos, entonces debemos estar felices y gozosos en el Señor. Aquellos que están tristes o apenados no pueden ser comprensivos; en lugar de ello, fácilmente se molestan, se quejan o se enojan. Ser comprensivos, según es mencionado en el versículo 5, es el fruto, el resultado, de regocijarse en el Señor según se menciona en el versículo 4. Por experiencia sabemos que regocijarnos y ser comprensivos van a la par.

  Regocijarse en el Señor es ser uno con Él. Cuando somos uno con el Señor, no estamos afanosos por nada, pues no solamente estamos bajo la mano soberana del Señor, sino también en el Señor mismo. Si llevamos esta clase de vida, ¿cómo podríamos estar afanosos? Cuanto más practiquemos ser uno con el Señor, más comprenderemos que Su destino es el nuestro. Si Él desea que permanezcamos en la tierra por más tiempo, Él nos mantendrá vivos. Pero si Su deseo es que vayamos a Él, Él nos tomará a Sí mismo. Puesto que todo depende de Su voluntad y dado que somos uno con Él de manera práctica, no hay razón para estar afanosos.

  Cuando estamos separados del Señor, estamos afanosos por todo. Todo en la vida humana incita a la ansiedad, pero cuando somos uno con el Señor, somos separados de la vida humana natural y su ansiedad. Si ha de ser conocido de todos los hombres lo comprensivos que somos y no hemos de estar afanosos por nada, debemos practicar el ser uno con el Señor. Ésta es la razón por la cual Pablo nos exhorta a regocijarnos en el Señor antes de exhortarnos a que sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que somos.

  Aunque Pablo estaba preso en Roma, no estaba afanoso por nada, pues era uno con el Señor de manera concreta, práctica y completa. Él incluso podía decir que morir era mejor que vivir. Pablo era uno con el Señor al grado de saber con certeza que el Señor era su destino. No solamente el destino de Pablo estaba en las manos del Señor, sino que su destino era el propio Señor. Debido a que Pablo era uno con el Señor, él sabía que Satanás no podía hacerle nada, si bien envió un mensajero, un aguijón en la carne, para golpear a Pablo (2 Co. 12:7). Pablo no estaba preocupado por lo que Satanás pudiera hacer, pues el Señor era su destino.

  Pablo había aprendido el secreto para poder hacer todas las cosas en Aquel que le revestía de poder (Fil. 4:3). En el versículo 4 él nos exhorta a regocijarnos en el Señor siempre. Podríamos pensar que es fácil regocijarse en el Señor. En realidad, regocijarse en el Señor requiere de la superresurrección. A fin de regocijarnos en el Señor, debemos estar en Él como Aquel que nos reviste de poder.

c. La paz de Dios guarda nuestros corazones y pensamientos en Cristo

  A continuación, en el versículo 7 Pablo dice que “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. La palabra griega traducida “guardará” también puede traducirse “montará guardia sobre”. El Dios de paz patrulla, o monta guardia sobre, nuestros corazones y pensamientos en Cristo. El corazón es la fuente, y los pensamientos son el resultado. La paz de Dios guarda tanto nuestro corazón como nuestros pensamientos. Esto significa que en Cristo Jesús la paz de Dios patrulla nuestro corazón y nuestros pensamientos, preservándonos en calma y tranquilos. Aunque podamos tener muchos problemas y afanes, nada nos perturbará. La paz de Dios infundida en nosotros mediante la impartición de Dios nos mantendrá serenos.

  En nuestra oración a Dios tiene que haber, en esencia, adoración y comunión, y además, tienen que hacerse peticiones por necesidades específicas. Incluso si no tenemos necesidades específicas, debemos apartar un tiempo de oración diario a fin de adorar al Señor y tener comunión con Él. Al adorar al Señor y tener comunión con Él en oración, disfrutamos de íntima comunión con Él y practicamos la unión orgánica con Él.

  El fruto, el resultado, de practicar la unión orgánica con el Señor es que la paz de Dios guarda nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús. La paz de Dios es en realidad Dios como paz (v. 9) infundido en nosotros mediante nuestra comunión con Él por medio de la oración. Esta paz contrarresta los problemas y es el antídoto para los afanes (Jn. 16:33).

  Recibir malas noticias o pasar por situaciones difíciles podría hacer que nos preocupemos o estemos ansiosos. Encontramos el antídoto a tal ansiedad cuando oramos, practicamos tener comunión con Dios y disfrutamos la unión orgánica con Él. Entonces, espontáneamente, incluso sin darnos cuenta, la paz de Dios es transfundida a nuestro ser interior. Esta paz que nos es transfundida llega a contrarrestar los problemas y se convierte en el antídoto para nuestra ansiedad. Por experiencia sabemos que mediante la oración recibimos este antídoto para la ansiedad cuando la paz de Dios es infundida en nosotros.

d. Para que nos contentemos por medio de Él como secreto

  En Filipenses 4:11 Pablo dice: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”. Este versículo indica que Pablo había aprendido a contentarse en toda circunstancia. La palabra contentarse significa “estar autoabastecido, estar satisfecho en sí mismo”. Este término era usado por los estoicos, quienes enseñaban que una persona debe estar contenta en toda circunstancia.

  A continuación, en el versículo 12 Pablo dice: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. La frase he aprendido el secreto es una interpretación de la expresión en el griego que literalmente significa “he sido iniciado”. La metáfora aquí usada se refiere a una persona que es iniciada en una sociedad secreta, a la que se le da instrucciones en sus principios rudimentarios. Después que Pablo se convirtió a Cristo, fue iniciado en Cristo y en el Cuerpo de Cristo. Luego aprendió el secreto, esto es: aprendió cómo tomar a Cristo como vida, cómo vivir a Cristo, cómo magnificar a Cristo, cómo ganar a Cristo y cómo tener la vida de iglesia, todo lo cual constituyen principios rudimentarios. El secreto del Cuerpo consiste en tomar a Cristo como nuestra vida, vivir a Cristo, ir en pos de Cristo, ganar a Cristo, magnificar a Cristo y expresar a Cristo. Éstos son los principios básicos de la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Como uno que había sido iniciado en el Cuerpo, Pablo aprendió el secreto.

  Cristo es nuestro secreto y poder. Cuando vivimos por medio de este secreto y poder, podemos resolver todo cuanto nos sobrevenga. Debido a que conocemos el secreto, no nos preocupa si somos ricos o pobres, si padecemos necesidad o tenemos abundancia. Debido a que Cristo es nuestro secreto, sabemos cómo enfrentar toda clase de situación. Ya sea que las personas nos honren o nos menosprecien, conocemos el secreto y tenemos el poder.

  Pablo había aprendido el secreto de la suficiencia que hay en Cristo. Cuando él tenía alguna necesidad y era tentado a preocuparse por su situación, aplicaba el secreto; entonces, en su experiencia, este secreto eliminaba su preocupación. Por tanto, él podía testificar con toda confianza que sabía tanto tener abundancia como padecer necesidad. El hecho de que Pablo sabía padecer necesidad indica que había experimentado lo que se siente al padecer necesidad. Él sabía lo que era preocuparse y estar afanoso en tiempos de sufrimiento, pero en esos tiempos él aplicaba el secreto del Cristo que mora en nosotros. Pablo era una persona en Cristo, y él experimentaba a Cristo y lo aplicaba en todas sus circunstancias. Pablo podía contentarse debido a que aplicaba al Cristo en quien él vivía y en quien permanecía. Este Cristo es real, viviente, cercano, disponible y prevaleciente. Este Cristo llegó a ser el secreto de Pablo.

  En Filipenses, un libro donde se mencionan las circunstancias en que se encontraba Pablo, vemos el secreto de la vida cristiana y la manera práctica de llevar adelante la vida de iglesia, esto es, el Cristo que mora en nosotros. No importa cuáles sean nuestras circunstancias, en nosotros vive una persona maravillosa que lleva todas nuestras cargas. Debemos aprender a volvernos a Cristo, tomarle como nuestra persona y permitir que Él nos reemplace. Todas nuestras circunstancias nos enseñan a aprender el secreto de vivir por Cristo; todas nuestras circunstancias nos obligan a renunciar a nosotros mismos y tomar a Cristo como nuestra persona. Ésta es la principal lección presentada en esta epístola.

e. Poder hacerlo todo en Él

  En el versículo 13 encontramos el principio básico relacionado con el secreto de la suficiencia hallada en Cristo por el apóstol: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. En este versículo encontramos el secreto al cual Pablo se había referido en el versículo 12: “El secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. Cristo era el secreto para la suficiencia de Pablo.

  Que Cristo nos revista de poder equivale a ser hechos dinámicos interiormente. Cristo mora en nosotros (Col. 1:27). Él nos reviste de poder, nos hace dinámicos internamente, no desde afuera. Al ser revestido de poder internamente, Pablo podía hacer todas las cosas en Cristo.

  Pablo era una persona que estaba en Cristo (2 Co. 12:2), y deseaba que otros lo hallaran en Cristo. Luego declaró que lo podía todo en Cristo, en el Cristo que lo revestía de poder. Ésta es una palabra todo-inclusiva y concluyente en cuanto a su experiencia de Cristo. Esto es el reverso de la palabra del Señor en cuanto a nuestra relación orgánica con Él en Juan 15:5: “Separados de Mí nada podéis hacer”. Siempre y cuando tengamos a Cristo y estemos en Él, podremos hacer todas las cosas en Él.

  La palabra todo en Filipenses 4:13 se refiere a las cosas mencionadas en el versículo 12 y a las virtudes enumeradas en el versículo 8. Esto significa que la aplicación del versículo 13 está limitada por el contexto que proveen los versículos del 8 al 12. Por un lado, al ser revestidos de poder por Cristo, podemos llevar una vida de contentamiento (vs. 11-12). Que podamos hacerlo todo en el Cristo que nos reviste de poder equivale a estar satisfechos en toda circunstancia mediante el Cristo que nos fortalece como secreto de nuestra vida cristiana diaria. Por otro lado, al ser revestidos de poder por Cristo, podemos ser personas veraces, honorables, justas, puras, amables y de buen nombre. Esto significa que somos personas en Cristo, quien nos reviste de poder a fin de manifestar en nuestro vivir todo tipo de virtudes. Esto es vivir a Cristo, magnificar a Cristo en Sus virtudes.

  Debemos comprender que lo dicho por Pablo acerca de Cristo como Aquel que nos reviste de poder se aplica específicamente a que Cristo nos reviste de poder para que le vivamos a Él mismo como nuestras virtudes humanas y, de este modo, le magnifiquemos en Su grandeza ilimitada. Las seis virtudes mencionadas en el versículo 8 en realidad conforman la imagen de Dios. Dios creó al hombre a Su imagen, es decir, en conformidad con Sus atributos de amor, luz, santidad y justicia. Que el hombre fuese hecho a imagen de Dios significa que fue hecho según la forma del amor, de la luz, de la santidad y de la justicia. Los seis elementos —todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre— se encuentran en estos cuatro atributos divinos de amor, luz, santidad y justicia. Éstas son las verdaderas virtudes, pues ellas son la expresión de Cristo. Cristo reviste de poder a los creyentes para que éstos le vivan y magnifiquen en todas estas virtudes. En Cristo que nos reviste de poder podemos practicar estas cosas, expresando estas virtudes humanas sumamente elevadas; en Cristo que nos reviste de poder podemos ser veraces, honorables, justos, puros, amables y de buen nombre.

  Llevar una vida que manifiesta todas estas virtudes es mucho más difícil que realizar una obra cristiana. Muchos pueden predicar el evangelio, enseñar la Biblia e, incluso, establecer iglesias, pero no pueden llevar esta clase de vida, una vida llena de las virtudes que consisten en ser veraces, honorables, justos, puros, amables y de buen nombre. A fin de vivir a Cristo como nuestras virtudes humanas para la expresión de los atributos divinos, debemos ser revestidos de poder por el Cristo que mora en nosotros.

  Si hemos de experimentar a Cristo como Aquel que nos reviste de poder capacitándonos para hacerlo todo en Él, debemos permitir que Él viva en nosotros (Gá. 2:20), sea formado en nosotros (4:19), haga Su hogar en nosotros (Ef. 3:17) y sea magnificado en nosotros (Fil. 1:20). Si esto no ocurre, Él no podrá revestirnos de poder; pero cuando Cristo vive en nosotros, es formado en nosotros, hace Su hogar en nosotros y es magnificado en nosotros, entonces el camino está preparado para que Él nos revista de poder. En este caso, fortalecidos por el Cristo que mora en nosotros, podremos hacer todas las cosas mencionadas en Filipenses 4:8-12.

f. A fin de que Dios supla en Cristo todo cuanto nos falte

  En el versículo 19 Pablo dice que Dios recompensaría abundantemente a los creyentes. Pablo en su experiencia tenía la convicción y la certeza de que Dios era su Dios. Él pudo decir: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”. Dios era el Dios de Pablo, pues Pablo era uno con Él. Por tanto, Pablo consideraba los donativos materiales dados a él por los filipenses como sacrificios ofrecidos a Dios (v. 18); además, creía con certeza que Dios recompensaría ricamente a los filipenses. Aquí vemos que siempre que recibimos un donativo, debemos tener la certeza que tal dádiva no solamente es ofrecida a nosotros, sino también a Dios. Entonces será necesario tener la convicción de que Dios recompensará a quien nos da la dádiva. Al recompensarlo, Dios suplirá todo lo que falte a quien hizo el donativo suministrándole abundantemente y satisfaciéndolo.

  Pablo le dijo a los filipenses que Dios supliría todo cuanto les falte en conformidad con Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Puesto que los filipenses se ocupaban del enviado de Dios, Dios se ocuparía de todas las necesidades de ellos. Filipenses 4:19 indica que la recompensa del Señor es “en Cristo Jesús”. “En Cristo Jesús” modifica la palabra suplirá. Cristo, Aquel que es todo-inclusivo, es la base, el elemento, la esfera y el canal en el cual y por el cual Dios cuida a Su pueblo conforme a Sus riquezas y en gloria. Como Aquel que es todo-inclusivo, Cristo es el elemento, la esfera, el canal y la atmósfera de la recompensa provista por Dios. Esto indica que incluso el dar y recibir bienes materiales de los creyentes está íntimamente relacionado con la experiencia de Cristo.

  En resumen, debemos experimentar y disfrutar a Cristo como Aquel que nos reviste de poder a fin de que podamos estar firmes en Él, regocijarnos en Él siempre, permitir que la paz de Dios guarde nuestros corazones, contentarnos todo el tiempo, hacer todas las cosas que expresan las virtudes humanas más elevadas y experimentar a Dios como Aquel que nos suple en Cristo todo cuanto nos falta. Cuando disfrutamos a Cristo a tal grado, aunque haya muchos problemas en nuestras circunstancias, éstos serán resueltos en Cristo y con Dios.

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