
En este mensaje continuaremos considerando a Cristo como porción de los santos.
Como porción de los santos, Cristo es el Primogénito de toda creación (Col. 1:15). Puesto que Cristo es el Primogénito de toda creación, Él es el primero de toda creación. Cristo, por ser Dios, es el Creador. Sin embargo, por ser hombre que participa de sangre y carne (He. 2:14a), las cuales fueron creadas, Él forma parte de la creación. La expresión Primogénito de toda creación se refiere a la preeminencia de Cristo en toda la creación, pues en Colosenses 1:15-18 el apóstol recalca el primer lugar que Cristo tiene en todas las cosas. El versículo 15 revela que Cristo no solamente es el Creador, sino también el primero entre todo lo creado, el primero entre todas las criaturas.
Algunos insisten que Cristo es únicamente el Creador, mas no una criatura. Pero la Biblia revela que Cristo es el Creador y también una criatura, pues Él es tanto Dios como hombre. Por ser Dios, Cristo es el Creador, pero por ser hombre, Él es una criatura. Debido a que era una criatura, Él tomó un cuerpo de carne, sangre y huesos. Nuestro Cristo es Dios, siempre ha sido Dios y siempre será Dios. Pero mediante la encarnación Él se hizo hombre. De otro modo, Él no podría haber sido arrestado, juzgado y crucificado, y tampoco podría haber derramado Su sangre en la cruz por nuestros pecados. Debemos alabar al Señor por la verdad de que nuestro Cristo es tanto Dios como hombre.
Por ser Dios, Cristo es eterno y no necesitaba nacer, pero en el versículo 15 Él es llamado “el Primogénito de toda creación”. Todo cuanto requiera nacimiento tiene que ser una criatura, esto es, forma parte de la creación. Si Cristo fuera únicamente Dios y no hombre, Él podría no haber nacido, pues Dios es infinito y eterno, sin principio ni fin. Pero por ser hombre, Cristo tenía que nacer. Cristo nació como un ser humano. En concordancia con esto, Isaías 9:6 dice: “Un niño nos es nacido, / un Hijo nos es dado; / [...] y se llamará Su nombre / [...] Dios Fuerte, / Padre Eterno”. Como niño que nos es nacido, Cristo es llamado Dios Fuerte; como Hijo que nos es dado, Su nombre es llamado Padre Eterno. Como Aquel que es Dios Fuerte y Padre Eterno, Cristo es eterno, pero como Aquel que es un niño y un Hijo, Él tenía que nacer. Hay quienes argumentan que Cristo nació pero que no fue creado. Según la Biblia, el nacimiento lleva a cabo la creación; por tanto, nacer equivale a ser creado.
Algunos podrían preguntarse de qué manera Cristo pudo ser el Primogénito de toda creación puesto que Él nació hace poco menos de dos mil años, no al principio de la creación. Si hemos de entender esto apropiadamente, debemos comprender que en el caso de Dios no existe el elemento del tiempo. Por ejemplo, de acuerdo a nuestra estimación del tiempo, Cristo fue crucificado hace unos dos mil años; pero Apocalipsis 13:8 dice que Cristo fue inmolado desde la fundación del mundo. Ambos son correctos. Sin embargo, la manera en que Dios considera esto es mucho más importante que la nuestra. A los ojos de Dios, Cristo fue crucificado desde la fundación del mundo. En la eternidad Dios había previsto la caída del hombre. Por tanto, también en la eternidad Él realizó los preparativos para la realización de la redención.
La diferencia que hay entre la manera de considerar el tiempo por parte de Dios y por parte nuestra también nos ayuda a entender por qué Cristo es llamado el segundo hombre (1 Co. 15:47). Desde nuestro punto de vista, el segundo hombre era Caín, hijo del primer Adán, pero desde el punto de vista de Dios, el segundo hombre es Cristo.
Podemos aplicar este asunto de las diferentes maneras de considerar el tiempo a Cristo como Primogénito de toda creación. Según nuestro sentido del tiempo, Cristo nació en Belén hace unos dos mil años; pero a los ojos de Dios, el Señor Jesús nació antes de la fundación del mundo. Si Él fue inmolado desde la fundación del mundo, ciertamente Él tiene que haber nacido antes de ello. Por tanto, según la perspectiva de Dios en la eternidad, Cristo nació en la eternidad pasada. Ésta es la razón por la cual, según la perspectiva de Dios, Cristo ha sido siempre el primero de todas las criaturas. Dios sabía de antemano qué día Cristo nacería en un pesebre en Belén. Debido a que Cristo es el primero entre las criaturas, podemos decir que Aquel que es todo-inclusivo, es tanto el Creador como parte de la creación.
Colosenses 1:17 dice: “Él es antes de todas las cosas”. Esto indica Su preexistencia eterna.
En el versículo 16 Pablo dice: “Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean señoríos, sean principados, sean autoridades; todo fue creado por medio de Él y para Él”. “En Él” significa en el poder de la persona de Cristo. Todas las cosas fueron creadas en el poder de lo que Cristo es. Toda la creación es portadora de las características del poder intrínseco de Cristo. La expresión por medio de Él indica que Cristo es el instrumento activo por medio del cual la creación de todas las cosas fue lograda en su debida secuencia. En concordancia con esto, Juan 1:3 dice: “Todas las cosas por medio de Él llegaron a existir, y sin Él nada de cuanto existe ha llegado a la existencia”. En este versículo el énfasis no es que Cristo sea el Creador, sino que Él es el medio por el cual la creación fue procesada y llegó a existir. “Para Él” indica que Cristo es el fin de toda la creación. Todas las cosas fueron creadas para Él, para que sean Su posesión. “En”, “ por medio” y “para” indican que la creación está relacionada subjetivamente con Cristo. La creación fue creada en Él como esfera, por medio de Él como medio y para Él como meta.
En el versículo 17 Pablo dice: “Todas las cosas en Él se conservan unidas”. Esto significa que en la actualidad todas las cosas subsisten juntamente en Cristo así como los rayos de una rueda se sostienen juntos por medio del eje. Cristo es el eje de todas las cosas que existen en el universo; todas ellas subsisten juntamente en Cristo como eje. Los científicos reconocen el hecho de que hay cierta clase de poder en el universo que conserva unidas todas las cosas. Este hecho científico concuerda con el concepto de Pablo de que todas las cosas subsisten en Cristo. El poder sostenedor, el cual es el eje, el centro, del universo, es Cristo. Debido a que Cristo es este poder sostenedor, todas las cosas subsisten en Cristo; Él es el centro que conserva unidas todas las cosas, el eje que sostiene todos los rayos. Todo en el universo, sea viviente o no, subsiste en Cristo como eje. Sin Cristo, el universo y todo en él colapsaría. Somos sostenidos no por la tierra, sino por Cristo. Aparentemente existimos sobre la tierra, pero en realidad existimos en Cristo. Nuestra existencia es mantenida por Cristo, en quien todas las cosas se conservan unidas.
Cristo es el Primogénito de toda creación a fin de expresar a Dios. En el mensaje anterior indicamos que Cristo es la imagen de Dios (Col. 1:15). Dios es invisible, pero si consideramos la creación de Dios, veremos que ella expresa al Dios invisible. En la creación vemos la expresión del poder de Dios y de la naturaleza de Dios. Como dice Romanos 1:20: “Las cosas invisibles de Él, Su eterno poder y características divinas, se han visto con toda claridad desde la creación del mundo, siendo percibidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”. Cristo es la imagen de Dios expresada en la creación. Si vemos esto, comprenderemos que todas las cosas materiales fueron creadas en Cristo, por medio de Cristo y para Cristo, y que todas las cosas subsisten en Cristo con el propósito de que Dios sea expresado.
Debemos ver que Cristo es el Primogénito entre todo lo creado; los diversos aspectos de la creación de Dios constituyen la expresión de Dios en Cristo. Cuando contemplemos los cielos, debemos recordar a Cristo. Cuando consideremos la tierra, debemos pensar en Cristo. Debemos tener en mente a Cristo incluso cuando nos miramos a nosotros mismos. Todo aspecto de la creación de Dios fue creado en Cristo, por medio de Cristo y para Cristo. Todas estas cosas continúan subsistiendo en Cristo para la expresión de Dios. Esta expresión de Dios en la creación es Cristo como imagen de Dios.
El universo es la expresión de Dios por Cristo. En todo el universo vemos a Cristo, la imagen del Dios invisible. Vemos a Cristo en todo lugar y en todas las cosas. Por tanto, debemos vivir a Cristo, no a ninguna otra cosa. El Cristo a quien vivimos es todo-inclusivo. Él es la imagen, la expresión, de Dios en la creación original. Por tanto, nuestro concepto del universo debe estar íntegramente relacionado con Cristo. Únicamente debemos conocer a Cristo y vivir conforme a Cristo.
Colosenses 1:18 dice: “Él es la Cabeza del Cuerpo que es la iglesia; Él es el principio, el Primogénito de entre los muertos, para que en todo Él tenga la preeminencia”. Este versículo muestra que Cristo como Cabeza del Cuerpo es el primero en la resurrección. Como tal, Él tiene el primer lugar en la iglesia, la nueva creación de Dios (2 Co. 5:17; Gá. 6:15).
Según Colosenses 1:18, Cristo es el principio de la nueva creación, el Primogénito de entre los muertos. Como Primogénito de toda creación, Él fue el primero de la vieja creación. Ahora, en resurrección, Cristo como Primogénito de entre los muertos es el primero de la nueva creación. Por tanto, Él es el principio de la nueva creación a fin de que Él tenga el primer lugar, la preeminencia, en todo.
Como Hijo de Dios, Cristo pasó por dos nacimientos. El primer nacimiento tuvo lugar en Su encarnación, y el segundo, en Su resurrección. Todos los cristianos comprenden que Cristo nació mediante la encarnación, pero no muchos consideran que Su resurrección también sea un nacimiento. Hechos 13:33 indica que Cristo fue engendrado, o nacido, en resurrección. Mediante la resurrección Él fue engendrado como Hijo de Dios.
Antes de Su encarnación, Cristo no era un hombre, sino que Él simplemente era el Dios infinito y eterno. Pero en la plenitud del tiempo, Cristo fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de María y, nueve meses después, Él nació en un pesebre en Belén (Mt. 1:18, 20; 2:1; Lc. 2:7). Según Juan 1:14, la Palabra que es Cristo se hizo carne. Esto significa que Él dio el paso de hacerse un hombre. ¡Cuán maravilloso que mediante la encarnación el Dios infinito y eterno se hiciera hombre! Sin embargo, al hacerse hombre, Él no dejó de ser Dios.
Después de vivir en la tierra por treinta y tres años y medio, Cristo fue crucificado. Después, en resurrección, Él dio un segundo paso a fin de nacer por segunda vez y llegar a ser el Hijo primogénito de Dios. Antes de Su resurrección, Cristo era el Hijo unigénito de Dios (3:16), pero mediante la resurrección el Hijo unigénito llegó a ser el Hijo primogénito entre muchos hermanos (Ro. 8:29). Según Hebreos 2:10, Dios está llevando muchos hijos a la gloria. Estos muchos hijos son los muchos hermanos de Cristo, el Hijo primogénito.
Mediante los dos nacimientos de Cristo, la divinidad fue introducida en la humanidad y la humanidad fue introducida en la divinidad. Por medio de la encarnación de Cristo, Dios fue introducido en el hombre. Antes de la encarnación de Cristo, Dios estaba fuera del hombre. Sin embargo, mediante la encarnación de Cristo, Dios fue introducido en la humanidad. Podemos decir que con el nacimiento de Cristo en la encarnación, Dios nació en el hombre. Por tanto, mediante el primer nacimiento de Cristo, Dios fue introducido en el hombre a fin de hacerse uno con él. Después, mediante la resurrección de Cristo, el hombre fue introducido en Dios. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Dios vivía en un hombre, pues Dios estaba en Él. Ahora, mediante la resurrección de Cristo, el hombre ha sido introducido en Dios. Como hombre, Cristo está en los cielos. Dios ha sido introducido en el hombre, y el hombre ha sido introducido en Dios. Mediante esta circulación en doble sentido, Dios entró en el hombre mediante la encarnación y el hombre fue introducido en Dios mediante la resurrección. En la eternidad Cristo era Dios. Mediante Su encarnación Él se hizo hombre, y mediante la resurrección Él llegó a ser el Hijo primogénito de Dios.
Por medio de Cristo, Dios ha sido introducido en nosotros y nosotros fuimos introducidos en Dios. Cuando nacimos de nuevo, simultáneamente Cristo nació en nosotros y nosotros fuimos introducidos en Dios. Por tanto, en nuestra vida cristiana tenemos una experiencia personal e interna de ambos nacimientos de Cristo. En el caso de Cristo, Su nacimiento en resurrección tuvo lugar treinta y tres años y medio después de Su nacimiento mediante la encarnación. Sin embargo, en nuestra experiencia de Cristo, Dios fue introducido en nosotros y nosotros fuimos introducidos en Dios al mismo tiempo. Debemos alabar al Señor por este maravilloso tráfico que tiene lugar entre Dios y nosotros.
Dios ha realizado dos creaciones: la vieja creación y la nueva creación. La vieja creación incluye el cielo, la tierra, la humanidad y millones de cosas diferentes. La nueva creación es la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Colosenses 1:15-17 revela a Cristo como el primero de la creación original, Aquel que tiene la preeminencia entre todas las criaturas. El versículo 18 nos muestra que Cristo como Cabeza del Cuerpo es el primero en la resurrección. Como tal, Él tiene el primer lugar en la iglesia.
La primera creación llegó a existir mediante el hablar de Dios. Como dice Romanos 4:17, Dios llamó las cosas que no son, como existentes. La nueva creación, en cambio, llegó a existir mediante la resurrección, mediante la muerte y la resurrección de la vieja creación. En esta nueva creación, la cual es la iglesia, Cristo es el Primogénito de entre los muertos.
Tanto en la vieja creación como en la nueva creación, Cristo es el primero. Si la vieja creación existe en Cristo, por medio de Cristo y para Cristo, y además, subsiste conjuntamente en Cristo, con mucha mayor razón esto se aplica a la nueva creación. Por ser la nueva creación, nosotros, la iglesia, existimos en Cristo, por medio de Cristo y para Cristo. Además, momento a momento subsistimos conjuntamente en Cristo. Externamente somos la vieja creación, pero internamente somos la nueva creación. En la iglesia existimos en Cristo, por medio de Cristo y para Cristo, y además subsistimos en Cristo a fin de ser la expresión de Dios en Cristo.
Tanto en la vieja creación como en la nueva creación Cristo es el primero y ocupa el primer lugar, el lugar de preeminencia. Tanto en el universo como en la iglesia, Cristo es quien tiene la preeminencia. Si vemos esto como una visión —y no meramente como una doctrina— nuestro vivir y nuestra vida de iglesia serán revolucionados. Comprenderemos que en todas las cosas Cristo tiene que ser el primero.
En Colosenses 1:18 Pablo dice: “Para que en todo Él tenga la preeminencia”. En la Biblia ser el primero es serlo todo. Puesto que Cristo es el primero tanto en el universo como en la iglesia, Él tiene que serlo todo en el universo y en la iglesia. Por ser el primero, Él lo es todo.
La manera en que Dios considera este asunto difiere de la nuestra. Según nuestra consideración, si Cristo es el primero, entonces algo más tiene que ser segundo, tercero y otros más en la correspondiente secuencia. Pero según la perspectiva de Dios, que Cristo sea el primero significa que Él lo es todo. Él es el Alfa, la Omega y todas las letras de en medio (Ap. 22:13).
El primer Adán incluyó no solamente a Adán como individuo, sino a toda la humanidad. Bajo el mismo principio, a los ojos de Dios el primogénito de los egipcios incluía a todos los egipcios (Éx. 12:12). El primogénito incluye a todos. Por tanto, que Cristo sea el Primogénito en el universo significa que Él lo es todo en el universo. Asimismo, que Cristo sea el Primogénito en resurrección significa que Él lo es todo en la resurrección. Que Cristo sea el Primogénito tanto de la vieja creación como de la nueva creación significa que Él lo es todo tanto en la vieja creación como en la nueva creación. Esto corresponde con lo dicho por Pablo en Colosenses 3:11, donde él afirma que en el nuevo hombre, en la nueva creación, “no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. En el nuevo hombre Cristo es todos y está en todos. En la nueva creación, sólo hay cabida para Cristo.
La revelación con respecto a Cristo en Colosenses es tanto todo-inclusiva como extensa. Colosenses revela que Cristo lo es todo. Cristo es el Primogénito tanto de la vieja creación —el universo— como de la nueva creación: la iglesia (1:15, 18). El universo es el entorno en el cual la iglesia, la nueva creación, existe como Cuerpo de Cristo a fin de expresar plenamente a Cristo. La nueva creación no es tan extensa como la vieja creación, el universo. La iglesia es todo-inclusiva, pero no es extensa. Que Cristo sea el Primogénito tanto de la creación original como de la nueva creación significa que Él es extenso y todo-inclusivo. En el nuevo hombre sólo hay cabida para Cristo; Cristo es el todo y está en todos (3:11). Esto muestra que Cristo es todo-inclusivo. Sin embargo, el hecho de que Él sea el Primogénito de toda la creación indica Su extensividad. En las palabras de Efesios 3:18, Cristo es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad.
Es de gran impacto cuando la visión del Cristo todo-inclusivo prevalece en nuestro ser. Cuando veamos esta visión, aborreceremos todo lo que proceda del yo. No solamente menospreciaremos nuestro odio, sino incluso nuestro amor, bondad y paciencia. Al hacer que aborrezcamos nuestro yo, esta visión nos constreñirá a amar al Señor. Entonces diremos: “Señor Jesús, te amo porque Tú lo eres todo. Señor, no hay necesidad de que yo luche o me esfuerce por hacer algo. Oh Señor, Tú significas mucho para mí. Tú eres Dios, Tú eres el Primogénito de toda creación y Tú eres el Primogénito de entre los muertos”. Debemos orar hasta que todos los aspectos de Cristo revelados en Colosenses saturen nuestro ser. Debemos ser infundidos y saturados con Cristo como Aquel que es todo-inclusivo. Si Cristo es infundido en nosotros, abandonaremos todo lo que no sea Cristo y seremos constituidos con Cristo en nuestro ser.
En Colosenses 1:19 Pablo dice que “agradó a toda la plenitud habitar” en Cristo. Aquí la palabra plenitud se halla personificada. Si la plenitud no fuera una persona, ¿cómo podría la plenitud habitar en Cristo? La expresión agradó [...] habitar indica que la plenitud es la Persona divina. A esta Persona divina, la plenitud, le agradó habitar en Cristo. A esta plenitud —Dios mismo expresado— le agradó habitar en Cristo a fin de reconciliarnos consigo mismo y presentarnos a Sí mismo.
La plenitud en el versículo 19 se refiere a la imagen de Dios mencionada en el versículo 15, quien es Cristo, una persona viviente. La imagen del Dios invisible es la plena expresión del Dios invisible. Que la plenitud habite en Cristo significa que a toda la expresión de Dios, a toda Su imagen, le agradó habitar en Él.
En los versículos del 15 al 19 Cristo es revelado como el primero tanto en la vieja creación como en la nueva creación. Como Aquel que es el primero en ambas creaciones de Dios, Cristo es la expresión de Dios. Dios es expresado en Él debido a que todas las cosas llegaron a existir en Él, por medio de Él y para Él, y todas ellas subsisten en Él. Esto no solamente se aplica a la vieja creación, sino con mayor razón a la nueva creación. La nueva creación, la iglesia, es el Cuerpo de Cristo, del cual Él es la Cabeza. Mediante Su relación subjetiva con la creación, Cristo es la plenitud del Dios invisible, la imagen del Dios invisible. La plenitud en el versículo 19 no es una cosa, sino una persona, quien es la expresión, la imagen, del Dios Triuno.
“Toda la plenitud” se refiere a la plenitud de la vieja creación y de la nueva creación. La palabra plenitud no tiene modificador, lo cual indica que esta plenitud es única. No denota las riquezas de lo que Dios es, sino la expresión de esas riquezas. La expresión plena del rico ser de Dios, en la creación y en la iglesia, habita en Cristo. Toda la creación y la iglesia en su totalidad están llenas del Cristo que es la expresión de las riquezas de Dios. Tal plenitud se agrada en esto. Esto es agradable a Cristo.
El rico ser de Dios es expresado tanto en la vieja creación como en la nueva creación por medio de Cristo como Aquel en quien, por quien y para quien todas las cosas llegaron a existir y como Aquel en quien todas las cosas subsisten juntamente. De este modo el Dios invisible es expresado. Cuando consideramos el universo y la iglesia, la vieja creación y la nueva creación, vemos toda la plenitud del Dios Triuno; contemplamos la expresión del Dios Triuno. A esta plenitud le agradó habitar en el Hijo y reconciliar todas las cosas consigo mismo para Su expresión. Además, esta plenitud nos presentará a Sí mismo como personas santas, sin mancha e irreprensibles a fin de que Dios pueda tener Su expresión en la nueva creación.
A continuación, en el versículo 20 Pablo dice: “Por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de Su cruz”. La frase por medio de Él significa por medio de Cristo como instrumento activo mediante el cual fue lograda la reconciliación. El versículo 20 no dice “todas las personas” sino “todas las cosas”, lo cual se refiere no solamente a los seres humanos sino también a todas las criaturas, que fueron creadas en Cristo y ahora subsisten, es decir, se conservan unidas en Él (vs. 16-17) y son reconciliadas con Dios por medio de Él. Reconciliar todas las cosas consigo mismo significa hacer la paz entre Él y todas las cosas. Esto fue logrado por medio de la sangre que Cristo derramó en la cruz. Esto indica que Cristo es el Redentor no solamente de la humanidad, sino también de todas las cosas. Consideren el cuadro del arca edificada por Noé. El arca no solamente salvó a los ocho miembros de la familia de Noé, sino que también salvó a los animales de toda especie (Gn. 7:1-9; 8:1). ¡Cuán extenso es Cristo como Redentor y cuán extensa es la reconciliación lograda por Él!
Tanto las cosas que están en los cielos como las cosas que están en la tierra debían ser reconciliadas con Dios debido a la rebelión de Satanás y a la caída del hombre. Dios creó el universo y lo confió al cuidado de Su arcángel. Pero éste, junto con otros ángeles, se rebeló contra Dios y se convirtió en enemigo de Dios, con lo cual contaminó todo el universo y, particularmente, los cielos. Dios, entonces, restauró el universo contaminado, creó al hombre y le dio a éste ejercer dominio sobre el universo, haciendo del hombre la cabeza de la creación. Sin embargo, el hombre siguió a Satanás y cayó, con lo cual contaminó la tierra. Por esta razón, tanto las cosas en los cielos como las cosas en la tierra debían ser reconciliadas con Dios. La sangre de la cruz de Cristo no solamente sirvió para el hombre, sino también para todas las criaturas en el cielo y en la tierra. Por medio de la sangre de la cruz de Cristo, esto es, por medio de Su muerte en la cruz, Dios reconcilió consigo mismo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos.
Según Colosenses 1:21-22, entre toda Su creación Cristo también nos reconcilió a nosotros, los santos, con Dios para presentarnos santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él. Esta reconciliación de los santos mencionada en el versículo 22 procede de la reconciliación de todas las cosas mencionada en el versículo 20.
Debemos disfrutar al Cristo todo-inclusivo como porción de los santos. Como Aquel que es la imagen del Dios invisible, Cristo es el centro de Dios; como Aquel que es el Primogénito de toda creación, Cristo es el centro de la vieja creación; y como Cabeza del Cuerpo, Cristo es el centro de la iglesia. En resurrección Él es el Primogénito de entre los muertos. A toda la plenitud de Dios, la cual es la Persona divina misma, le agradó habitar en Él. Por medio de Él todas las cosas en el universo fueron reconciliadas con Dios y por medio de Él nosotros, los santos, hemos sido reconciliados con Dios a fin de que Él pueda tener un grupo de personas que sean santas, sin mancha e irreprensibles delante de Él.