
En 2 Timoteo 2 Cristo es presentado como la esfera y el elemento de la gracia. Este pasaje revela que Cristo, el linaje de David, fue resucitado de los muertos (v. 8) para salvación del pueblo escogido por Dios con gloria eterna (v. 10), y que Pablo, Su siervo, fue fortalecido en la gracia que es en Cristo Jesús.
En el versículo 8 Pablo dice: “Acuérdate de Jesucristo, resucitado de los muertos, nacido del linaje de David, conforme a mi evangelio”. La palabra resucitado indica la victoria que Cristo obtuvo sobre la muerte por medio de Su vida divina y el poder de resurrección de la misma. La expresión linaje de David indica la naturaleza humana de Cristo llena de dignidad, la cual fue exaltada y glorificada juntamente con Su naturaleza divina. Las palabras mi evangelio indican que el evangelio del apóstol es las buenas nuevas que consisten en una persona viviente: Cristo, quien posee la naturaleza divina y la naturaleza humana, el cual se encarnó para ser el Hijo del Hombre y resucitó para ser el Hijo de Dios como se relata en el pasaje paralelo: Romanos 1:1-4.
A continuación, en 2 Timoteo 2:10 Pablo dice: “Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos mismos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna”. “Los escogidos” denota a los que creen en Cristo, quienes fueron escogidos por Dios el Padre antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4) y elegidos de entre la humanidad para salvación. El apóstol soportó todos los sufrimientos por causa de nosotros, los escogidos, para que obtengamos la salvación, así como él.
En 2 Timoteo 2:10 Pablo no habla de salvación y gloria eterna, sino de la salvación con gloria eterna. La gloria eterna es la meta final de la obra salvadora de Dios (Ro. 8:21); la salvación de Dios nos lleva a Su gloria (He. 2:10). Esto nos anima a soportar los sufrimientos por causa del evangelio (Ro. 8:17).
En 2 Timoteo 2:1 Pablo dice a Timoteo: “Fortalécete en la gracia que es en Cristo Jesús”. Este versículo indica que Cristo es la esfera y el elemento de la gracia. Mientras la iglesia caía en degradación, Timoteo era fortalecido para permanecer firme en contra de tal degradación. Él podía hacer esto por la gracia que es en Cristo Jesús. La gracia de Dios es poderosa, la cual nos capacita para soportarlo todo. Esta gracia que nos fortalece hará de nosotros personas vivientes y fuertes. Debemos ser fuertes en el poder de la gracia del Señor para la economía de Dios. Mientras que 2 Timoteo 1:1 revela que la vida prometida constituyó a Pablo como apóstol, en 2:1 se revela que la gracia fortalecía a Timoteo. Estos dos versículos muestran que podemos servir a Dios no solamente en virtud de haber sido constituidos con la vida prometida, sino también en virtud de la gracia que nos fortalece.
En la actualidad debemos ser fortalecidos en la gracia, la cual es el Dios Triuno procesado impartido en nosotros para nuestro disfrute, de modo que podamos confiar las sanas palabras que hemos experimentado a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros las mismas sanas palabras (v. 2). Hemos de ser fortalecidos en esta gracia no para realizar milagros, sino para confiar las sanas palabras que hemos disfrutado a hombres fieles a fin de producir muchos maestros idóneos, cuyo hablar vacune a la iglesia contra la degradación. Ser fortalecidos en la gracia resultará en que lleguemos a ser maestros (v. 2), soldados (v. 3), atletas que compiten (v. 5), labradores (v. 6), obreros que trazan bien la palabra de Dios (v. 15) y vasos para honra (v. 21).
En 2 Timoteo 3:11-12 vemos que podemos experimentar a Cristo y disfrutarle como Aquel que libra a los creyentes que sufren persecuciones.
En 2 Timoteo 3:12 Pablo dice: “En verdad todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”. Aquí la palabra griega traducida “quieren” también significa “resuelven”. Vivir piadosamente es llevar una vida de piedad. Todos los que quieren, los que resuelven, llevar una vida de piedad en Cristo Jesús padecerán persecución. Por esta razón, no debiéramos esperar que la religión actual nos trate bien; más bien, debemos esperar persecución debido a que llevamos una vida de piedad en medio de una situación de impiedad. Siempre y cuando permanezcamos firmes en pro de la economía de Dios, seremos condenados, sufriremos oposición y seremos atacados. Se propagarán rumores acerca de nosotros, y nuestro nombre será difamado y mancillado. Tal persecución no procede principalmente de la gente mundana, sino de los que se llaman cristianos. En Juan 16:2 el Señor Jesús anunció que venía la hora cuando cualquiera que mate a los discípulos pensará que rinde servicio a Dios. A causa de su celo por Dios, tales personas matarán a los seguidores del Señor, simplemente debido a que éstos no siguen el camino tradicional. Si deseamos vivir piadosamente en Cristo Jesús, no debiéramos esperar sino persecuciones.
En 2 Timoteo 3:11 Pablo dice: “Persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra. Estas persecuciones he sufrido, y de todas me ha librado el Señor”. Este versículo indica que Cristo libra a los creyentes piadosos de todas las persecuciones. Algunos argüirán que puesto que Pablo murió bajo la persecución, Cristo no lo libró de todas las persecuciones. No obstante, debemos ver que Pablo dice en 2 Timoteo 4:18: “El Señor me librará de toda obra mala, y me salvará para Su reino celestial”. Tal parece que a lo largo de los siglos que han pasado el Señor no siempre libró a Sus santos fieles, tales como los apóstoles Pablo y Pedro, de las persecuciones y de morir como mártires. Sin embargo, debemos ver qué es lo que sucederá al concluir la era presente. César Nerón, quien persiguió y mató a Pablo, será arrojado al lago de fuego, pero aquél a quien él persiguió será librado al ser introducido en el reino celestial. Aunque Pablo fue rechazado por un reino terrenal, él será salvo al ser introducido en el reino celestial. A la postre, todos los creyentes que sufrieron persecución y murieron como mártires serán librados por el poder de resurrección de Cristo al ser introducidos en Su reino celestial.
En 2 Timoteo 4 Cristo es revelado como Aquel que se manifestará.
En 4:1 Pablo dice a Timoteo: “Delante de Dios y de Cristo Jesús, que juzgará a los vivos y a los muertos, te encargo solemnemente”. Dios le dio todo el juicio a Cristo, porque Cristo es un hombre (Jn. 5:22, 27; Hch. 10:42; 17:31; Ro. 2:16). Como Juez justo (2 Ti. 4:8), Cristo juzgará a los vivos en Su trono de gloria, en Su segunda manifestación (Mt. 25:31-46), y Él juzgará a los muertos en el gran trono blanco después del milenio (Ap. 20:11-15).
En 2 Timoteo 4:1 Pablo le hace un encargo solemne a Timoteo por la manifestación de Cristo y por Su reino. Esto indica que el incentivo y la meta de Pablo, en su vida y obra, era la manifestación del Señor y Su reino. La manifestación del Señor es para juzgarnos, para recompensar a cada uno (Mt. 16:27; Ap. 22:12), y Su reino tiene como fin que Él reine junto con Sus vencedores (Ap. 20:4, 6). El apóstol no solamente tomó estos dos asuntos como su incentivo y meta, sino que también, por medio de estos dos asuntos, le encargó a Timoteo, a quien él guiaba, que cumpliera fielmente su ministerio, el ministerio de la palabra (2 Ti. 4:1-2, 5).
La manifestación del Señor y el asunto del juicio venidero pueden ser vistos en la parábola del esclavo perezoso en Mateo 25. El reino implica una recompensa o un castigo en conformidad con lo que hemos sido y hecho desde que fuimos salvos hasta el tiempo del regreso del Señor. En 2 Timoteo 4:8 Pablo dice que él será recompensado con la corona de justicia por el Señor, el Juez justo. Pablo advierte y encarga solemnemente a Timoteo no por el amor ni la bondad, sino por la manifestación del Señor y por Su reino. Nosotros seremos recompensados o castigados justamente por el Juez justo en Su manifestación.
Debido a que la manifestación del Señor y Su reino son asuntos solemnes, Pablo le hace un serio encargo a Timoteo en 4:1-8. No debiéramos pensar que la manifestación del Señor consistirá meramente en un tiempo de arrebatamiento y entusiasmo; también será un tiempo de gran solemnidad para cada creyente en Cristo. Ésta es la razón por la cual Pablo hace su encargo a Timoteo por la manifestación del Señor y por Su reino. Que todos prestemos oído a esta advertencia solemne.
Según la exhortación de Pablo en el versículo 1, Timoteo debía vivir a la luz de la manifestación del Señor y de Su reino. Todo lo que el reino ha de rechazar en el futuro, tenemos que rechazarlo hoy en nuestro vivir. Si vivimos a la luz de Su manifestación, ciertamente nos abstendremos de discutir; no quisiéramos ser hallados discutiendo cuando el Señor aparezca. No muchos cristianos consideran la venida del Señor como una advertencia. Si leemos el Nuevo Testamento, especialmente las epístolas, veremos que los apóstoles vivían teniendo siempre presente la manifestación del Señor. La manifestación del Señor era una constante advertencia para ellos y regulaba su vivir. Ellos no se atrevían a hacer ciertas cosas porque creían que el Señor podía aparecer en cualquier momento. Si tomamos en serio la manifestación del Señor y el reino, esto afectará grandemente nuestro vivir diario. La manifestación de Cristo tiene que ser un factor básico en nuestro vivir diario. Tenemos que vivir hoy a la luz de la manifestación del Señor.
A continuación, en el versículo 8 Pablo dice: “Desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan amado Su manifestación”. La corona, un símbolo de gloria, es dada como premio, además de la salvación del Señor, al corredor que triunfa en la carrera (1 Co. 9:25). En contraste con la salvación, que proviene de la gracia y se recibe por fe (Ef. 2:5, 8-9), este premio proviene de la justicia a través de las obras (Mt. 16:27; Ap. 22:12; 2 Co. 5:10). Los creyentes serán recompensados con dicho premio no según la gracia del Señor, sino según Su justicia. Por tanto, ésta es la corona de justicia. El que recompensa es el Señor como Juez justo. Pablo estaba seguro de que tal premio estaba reservado para él y de que lo recibiría por recompensa el día de la segunda manifestación del Señor.
Aquí no se trata de una corona de gracia, sino de una corona de justicia. La corona de justicia es la corona para ser un rey. Esto significa que cuando el Señor regrese, Pablo será recompensado con la manifestación del reino de los cielos.
Pablo afirma que tal recompensa será dada a todos los que hayan amado la manifestación del Señor. La manifestación del Señor, Su regreso, es una advertencia, un estímulo y un incentivo para nosotros. Debemos amarla y esperarla con anhelo y gozo.
En la actualidad se habla mucho entre los cristianos acerca de la segunda venida del Señor. Pero no muchos creyentes comprenden que al regresar el Señor Jesús, no vendrá como Dios misericordioso ni como Salvador lleno de gracia, sino como Juez justo. Los cristianos deben estar advertidos y ser animados a prepararse para comparecer ante este Juez. En esta era oscura debemos tomar la carga de transmitir tal encargo solemne al pueblo del Señor. Todos debemos recibir este encargo delante de Dios y del Señor Jesús, Aquel que juzgará a los vivos y a los muertos. Tenemos que proclamar el hecho de que al regresar, el Señor será el Juez de todos, tanto de los creyentes como de los incrédulos. Según Mateo 25, todos los siervos del Señor tendrán que rendirle cuentas a Él. El Señor les dirá: “Bien, esclavo bueno y fiel” (v. 21), o les dirá: “Esclavo malo y perezoso” (v. 26). En Su justicia el Señor decidirá si hemos de recibir una recompensa o no.
En 2 Timoteo 4:10 Pablo dice: “Demas me ha abandonado, amando este siglo”. Amar la era presente, el mundo que se presenta delante de nuestros ojos, está en contraste con amar la manifestación del Señor, mencionada en el versículo 8. El mundo, el cosmos, está compuesto de muchas eras. Tal parece que cada década es una era diferente. La era presente es el mundo que nos rodea, nos atrae y nos tienta. Demas fue una persona que amó la era presente. Debido a la atracción que sobre él ejercía este siglo, Demas abandonó al apóstol.
En los versículos 8 y 10 tenemos un contraste entre amar la manifestación del Señor y amar la era presente. Si amamos la manifestación del Señor, nos pondremos del lado del Señor y combatiremos junto con Él por Sus intereses. Pero si amamos la era presente, nos pondremos del lado del mundo. Tenemos que decirle al Señor: “Señor Jesús, te amo a Ti y amo Tu manifestación. Debido a que te amo a Ti, amo Tu manifestación”.
En el versículo 18 Pablo declara: “El Señor me librará de toda obra mala, y me salvará para Su reino celestial. A Él sea gloria por los siglos de los siglos”. Aquí, toda obra mala se refiere principalmente a la persecución desatada por los hombres, la cual generalmente se origina en la maldad de Satanás (Mt. 6:13). Pablo sufrió mucha persecución; no obstante, confiaba en que el Señor le libraría de toda obra mala.
Que Pablo fuese librado de toda obra mala incluyó incluso su muerte como mártir. Puesto que al morir como mártir Pablo fue introducido en el reino celestial, esto fue para él una liberación. En ninguna otra ocasión el Señor se imparte en una medida tan grande en los creyentes como durante el tiempo en que ellos padecen como mártires. Siempre que los creyentes padecen persecución, encuentran aflicciones e, incluso, mueren como mártires a causa de su amor por el Señor, el Señor se infunde en ellos y les imparte Sus riquezas a fin de que sean fortalecidos para vencer y sean librados de toda obra mala. Tal liberación es aquello en lo cual los creyentes deben poner su fe, depositar su esperanza y experimentar, y también es lo que al Señor le agrada darnos.
El reino celestial es “el reino de su Padre” (13:43), “el reino de Mi Padre” (26:29), “el reino de Cristo y de Dios” (Ef. 5:5) y “el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 1:11), que será una recompensa para los santos vencedores. Esto equivale a la corona de justicia en 2 Timoteo 4:8, y es un incentivo para que los creyentes corran la carrera celestial. Lo dicho por el apóstol Pablo en el versículo 18 y en el versículo 8 demuestra que esta recompensa era un incentivo para él. Pablo tenía la certeza suficiente como para hacer la triunfante proclamación de que sería salvo al grado de ser introducido en este reino celestial.
Cuando Pablo proclamó que su expectativa era entrar en el reino, él estaba siendo rechazado por todas las iglesias en Asia (1:15). No obstante, sabía que aunque fuera rechazado por los hombres terrenales, Dios habría de salvarlo introduciéndolo en Su reino debido a que él había renunciado al mundo a fin de ganar a Cristo.
Pablo sabía que habría de ser muerto como mártir por el reino terrenal, el Imperio romano terrenal, y que sería rechazado, muerto y raído del reino terrenal; no obstante, él también tenía la certeza de que el Señor habría de librarlo introduciéndolo en el imperio celestial, el reino celestial. Por tanto, él murió como mártir sin experimentar un rescate milagroso. Los pensamientos de Pablo no incluían que ocurriera algo milagroso; más bien, sus pensamientos estaban saturados de la realidad espiritual y divina. Por ser seguidores del Señor Jesús, no debiéramos esperar que el Señor haga algo milagroso por nosotros; pero tenemos pleno derecho a pedir que el Señor realice cosas espirituales, divinas y celestiales por nosotros.