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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 415-436)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE CUATROCIENTOS VEINTICUATRO

EXPERIMENTAR, DISFRUTAR Y EXPRESAR A CRISTO EN APOCALIPSIS

(21)

12. El Cordero como Novio

  Apocalipsis 19:7-9 revela que el Señor Jesús es el Cordero y, como tal, es el Novio. De manera similar, en el Evangelio de Juan, Cristo es presentado como el Cordero y como el Novio. Un día Juan el Bautista declaró: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (1:29). Este versículo revela claramente que Cristo vino como el Cordero para quitar el pecado del mundo. Después, Juan el Bautista también indicó que Cristo es el Novio. Juan dijo: “El que tiene la novia, es el novio; mas el amigo del novio, que está allí y le oye, se goza grandemente de la voz del novio” (3:29). Por tanto, en el Evangelio de Juan, Cristo es revelado como el Cordero que vino a quitar el pecado y como el Novio que vino para obtener Su novia. Si bien la mayoría de cristianos están familiarizados con el aspecto de Cristo como Cordero, sólo unos pocos prestan atención al aspecto de que Él es el novio. El Cordero tiene por finalidad la redención, y el Novio tiene por finalidad la boda. La redención fue lograda por Cristo como Cordero de Dios, y la boda tendrá lugar cuando Cristo, como Novio que viene, tome a Su novia.

  La meta de Cristo no es quitar el pecado, sino obtener la novia. En el libro de Apocalipsis, también escrito por el apóstol Juan, vemos nuevamente que Cristo nuestro Redentor es el Cordero y el Novio que viene. Por tanto, como Novio, Él tiene que tener una boda. La boda del Cordero será una boda universal; será el matrimonio del Redentor y los redimidos. Al final de la Biblia vemos una ciudad, la Nueva Jerusalén. Esta ciudad es la esposa (21:2, 9-10), y el Dios redentor es el Marido. Nuestra posición es la de la novia, y la posición del Cristo que viene es la del Novio. Estamos en la tierra siendo preparados para llegar a ser la novia que se reúna con Él, y Él está en el trono en el tercer cielo preparándose para venir como Novio a reunirse con nosotros. Por tanto, Él viene como Novio y nosotros vamos como novia (Mt. 25:1). La novia y el Novio se reunirán, no en el cielo ni en la tierra, sino en el aire. Cuando nos reunamos con Él en el aire, tendremos una boda.

a. Las bodas del Cordero han llegado, y Su esposa se ha preparado, y se le concedió vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, el cual es las acciones justas de los santos

1) Ha llegado la cena de las bodas del Cordero

  Apocalipsis 19:1-6 es la alabanza de la gran multitud de los santos, los ángeles y todas las criaturas. A continuación, Apocalipsis 19:7-8 dice: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado”. Aquí “Su esposa” se refiere a la iglesia (Ef. 5:24-25, 31-32), la novia de Cristo (Jn. 3:29). Sin embargo, según Apocalipsis 19:8-9, durante el milenio la esposa, la novia de Cristo, está formada solamente por los creyentes vencedores, mientras que en 21:2, después del milenio y por la eternidad, la novia, está formada por todos los santos que fueron salvos. La esposa del Cordero en Apocalipsis 19 es la totalidad de todos los santos vencedores desde Abel hasta el regreso del Señor. La totalidad de todos los vencedores del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento es la esposa en Apocalipsis 19:7, quien estará preparada para las bodas de Cristo. La preparación de la novia depende de la madurez en vida de los vencedores. Además, los vencedores no son individuos separados, sino una novia corporativa. Para este aspecto, se necesita la edificación. Los vencedores no solamente son maduros en vida, sino que también son edificados para formar una sola novia. Cristo no se casará con cada creyente individualmente; en lugar de ello, Él se casará con Su novia corporativa compuesta por Sus creyentes vencedores. Cuando hemos sido completamente saturados con el Dios Triuno de modo que Él fluya de nosotros, seremos completamente edificados y acoplados para llegar a ser la iglesia gloriosa, la novia amada del Señor Jesús.

  También debemos ver que únicamente la iglesia como candelero de oro puede ser la novia de Cristo (1:20). Esto indica que la vida de Cristo debe ser expresada en nuestro vivir. Aunque esto va en contra de nuestro concepto humano, nuestro enfoque no debiera ser atender a la bondad o maldad que manifestemos; más bien, debemos atender al árbol de la vida, al Dios Triuno y a Cristo como Espíritu todo-inclusivo. Sea que estemos en nuestro hogar con nuestra familia o en las reuniones de la iglesia con los hermanos y hermanas, todos debemos expresar a Cristo en nuestro vivir. Si vivimos por Cristo expresaremos en nuestro vivir a Dios mismo, quien es el Espíritu, el cual está representado por el oro puro que irradia la luz; entonces llegaremos a ser la novia de Cristo que satisface Su deseo.

  Tenemos que ser la novia para Cristo. Cuando estemos anhelantes por llegar a ser la novia, Cristo será satisfecho. No solamente Cristo será satisfecho, sino también nosotros. Apocalipsis 19:7 dice: “Gocémonos y alegrémonos”. En principio, no hay persona más grata y feliz que una novia. En la actualidad, por ser la iglesia, el complemento de Cristo, padecemos sufrimientos y sobrellevamos muchas pruebas. Pero viene el día cuando ya no habrá persecución, sufrimientos ni pruebas. Cuando lleguemos a ser la novia, todas las pruebas difíciles habrán llegado a su fin.

  En Apocalipsis 19:6 la voz de la gran multitud proclama: “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!”. El reinado de Dios, el reino, está relacionado con las bodas del Cordero, y las bodas del Cordero son el resultado de la compleción de la economía neotestamentaria de Dios. La economía de Dios en el Nuevo Testamento consiste en que Cristo obtenga una novia, la iglesia, por medio de la obra redentora y la vida divina de Cristo. El tema del Nuevo Testamento es el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— que opera conjuntamente a fin de obtener la novia para el Hijo. El Padre concibió el plan, el Espíritu lleva a cabo el plan del Padre y el Hijo disfruta lo que el Padre planificó y lo que el Espíritu realizó. La novia es aquella parte del linaje humano que contraerá matrimonio con el Hijo y se convertirá en Su complemento. Mateo 28:19 se refiere al Padre, al Hijo y al Espíritu. En Hechos y en las Epístolas vemos cómo el Espíritu opera conforme al plan del Padre a fin de obtener la novia para el Hijo. Todo el Nuevo Testamento es simplemente un relato de cómo el Dios Triuno opera conjuntamente para lograr que una parte del linaje humano sea la novia, el complemento, del Hijo. Al final del Nuevo Testamento, en el libro de Apocalipsis, vemos a la novia. Mediante la obra continua del Espíritu Santo a lo largo de los siglos, la meta del Dios Triuno será obtenida al final de esta era. Entonces la novia con los creyentes vencedores estará lista. Simultáneamente, el reino de Dios vendrá. Esto corresponde a la profecía del Señor en Mateo 26:29, en la cual se hace referencia al reino de Dios —el reino del Padre de Cristo—, en el cual Cristo beberá con nosotros después de Su regreso.

  La boda traerá el reinado del Señor, el reino, debido a que todos los huéspedes invitados a la boda constituirán la novia corporativa y también serán los co-reyes del Novio. El Novio, quien tomará toda la tierra como Su reino, ciertamente requiere de muchos reyes subalternos para que sean Sus co-reyes. Todos Sus co-reyes serán Su novia corporativa.

  La boda, que tendrá lugar en el aire, será breve. Después de la boda, habrá un banquete de bodas. El banquete de bodas es siempre mucho más largo que la boda. Mateo 22 indica que el banquete de bodas será el reino milenario. Para los vencedores, los mil años del reino milenario serán un banquete de bodas. Para el Señor, mil años son como un día (2 P. 3:8). Todos los invitados al banquete de bodas también participarán como reyes en el reinado de mil años. Nuestro Rey será el Novio; nosotros, Sus co-reyes, seremos Su novia; y los mil años serán nuestro banquete de bodas y nuestra luna de miel con nuestro Novio, Cristo.

  Muchos cristianos no recibirán la recompensa de reinar con Cristo en el reino venidero. Aunque hayamos sido salvos, tenemos que llegar a ser vencedores para recibir el reino como recompensa. Para los vencedores, reinar con Cristo en Su reino será el banquete de bodas.

  La Biblia es verdaderamente un libro divino. Génesis 1:1 es necesario, pero no hubieron aleluyas cuando Dios creó los cielos y la tierra. El aleluya es oído en Apocalipsis 19:6-7, cuando llega el tiempo de las bodas del Cordero. En la vida humana no hay tiempo más feliz que el de las bodas; no obstante, una boda humana es apenas una sombra. La verdadera boda es el matrimonio del Cordero, a saber, las bodas de Cristo y la iglesia. Cuando nos reunimos como iglesia en la actualidad nos encontramos llenos de gozo porque experimentamos un anticipo del banquete de bodas de Cristo y la iglesia. Cuando llegue el tiempo de las bodas del Cordero, será un tiempo de aleluyas. La vida de iglesia es el anticipo de aquel día de bodas. En la vida de iglesia estamos felices porque disfrutamos el anticipo del banquete de bodas.

2) Su esposa se ha preparado

  Debemos prestar atención a la frase Su esposa se ha preparado. Mateo 25:1-13 relata la parábola de las diez vírgenes. En esta parábola las vírgenes prudentes que acumularon aceite en sus vasijas —aquellas cuyas almas fueron llenas y saturadas con el Espíritu de Dios— eran “las que estaban preparadas” y, por ende, entraron con el novio “a las bodas”, es decir, disfrutaron la cena de las bodas del Cordero que tiene lugar a Su regreso (v. 10). Eso indica que la obra de Dios a lo largo de las generaciones consiste en edificarse dentro del hombre. Él es el Dios del cielo, quien no solamente posee la naturaleza de Dios sino también el elemento celestial. Cuando Él se edifica dentro de nosotros, Él nos reconstituye con la naturaleza de Dios y con el elemento celestial. Cuanto más le permitamos forjarse en nosotros, más tendremos el elemento de Dios y el elemento celestial en nosotros. Todos hemos tenido esta experiencia. Cuando nos sujetamos al Espíritu Santo permitiéndole a Dios forjarse en nosotros, tenemos tanto la presencia de Dios como el sabor de los cielos dentro de nosotros. Podemos crecer en la medida que Dios se edifica en el nuestro. La edificación que Dios realiza y nuestro crecimiento tienen por finalidad la preparación de la novia. Que la novia se haya preparado significa que la iglesia ha sido edificada. La novia representa a la iglesia en su estado consumado. Que la novia se haya preparado significa que la iglesia ha sido completamente edificada y ha crecido hasta alcanzar la madurez.

  Según Mateo 25, cuando el Señor regrese, los que estén preparados se sentarán con Él en el banquete de bodas. Aquí, estar preparados significa que la novia se ha preparado, que Dios completó Su obra de edificación en el hombre y que nosotros hemos crecido y madurado en la vida del Señor. Estos tres asuntos —la obra edificadora de Dios en nosotros, nuestro crecimiento en la vida del Señor y nuestra preparación delante del Señor— están todos vinculados entre sí. La obra edificadora que Dios realiza en nosotros equivale a nuestro crecimiento en la vida del Señor y también a nuestra preparación delante del Señor. Estos tres asuntos son, en realidad, un solo asunto.

  En la actualidad, la iglesia es una miniatura de la gloriosa Nueva Jerusalén del futuro, y crecerá de continuo hasta el día que se haya desarrollado por completo. Nosotros crecemos a través de la continua obra edificadora que Dios realiza en nosotros. Cuanto más Dios se edifica en nosotros, más crecemos. Sin la obra edificadora de Dios, nosotros no podemos crecer. Nuestro crecimiento en realidad equivale al edificio de Dios (Ef. 4:12-13).

  Con toda certeza Apocalipsis 19 se cumplirá en toda su extensión. Además, creemos que el proceso mediante el cual se cumplirá está teniendo lugar en la actualidad. Sin embargo, la novia no puede ser preparada rápidamente. Esta preparación es una obra gradual que tiene lugar durante un período de tiempo. Ciertamente el Señor tiene que realizar una obra en la tierra a fin de preparar a Su novia. Esta preparación implica que se realice una edificación corporativa. Los que formen parte de la novia no solamente tienen que ser maduros en vida, sino también tienen que ser juntamente edificados para constituir una sola novia. La obra primordial del Señor en Su recobro consiste en preparar Su novia. En Su recobro Él llama al remanente de los que le aman y le son fieles. Él hace el llamado a vencer la degradación del cristianismo a fin de que un grupo de entre los que le buscan pueda ser preparado como Su novia.

  La novia, la esposa, de Cristo será preparada plenamente por Cristo mismo con miras a Su boda a fin de ser Su deleite y satisfacción. La preparación de la novia es llevada a cabo mediante la redención efectuada por Cristo, mediante la salvación orgánica y mediante la obra intensificada de Su salvación orgánica. Apocalipsis 19 dice que la novia es preparada plenamente al ser debidamente adornada. En la actualidad Cristo nos adorna para hacer de nosotros Su novia. El deleite y la satisfacción de Cristo es Su novia plenamente preparada y adornada. La venida de la cena de las bodas del Cordero en Apocalipsis 19:7 se refiere al matrimonio de Cristo con la Nueva Jerusalén, Su novia en el milenio.

  En el principio, Dios era meramente Dios. Él estaba solo. Pero no es bueno que Dios esté solo (Gn. 2:18). Él desea un complemento. Jesús no vino meramente para ser el Redentor, sino para ser el Novio, y como tal, Él necesita de una novia (Jn. 3:29). Pablo dice que él desposó a los creyentes corintios con un solo esposo para presentarlos como una virgen pura a Cristo (2 Co. 11:2). Efesios 5 revela que la iglesia es la esposa de Cristo y que Cristo es el Marido. Después, el libro de Apocalipsis dice que la esposa se ha preparado y que las bodas del Cordero han llegado (19:7). Éste será el matrimonio universal en el cual los vencedores nos casaremos con Cristo, nuestro Dios. A partir de entonces, Dios ya no estará solo jamás. Nuestro Dios será un Dios casado. Él se casará con la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, como Su novia. Al principio de la Biblia, Dios busca Su complemento. Al final de la Biblia, Él ya no está solo, sino que está con Su novia. Tal escena muestra que Dios se mezcla con la humanidad corporativa. Éste es el propósito eterno de Dios.

3) Se le concedió vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, que es las acciones justas de los santos

  Apocalipsis 19:8 dice: “A ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”. Aquí el lino fino, que representa las acciones justas de los santos, se refiere al Cristo que expresamos en nuestro diario vivir. Esto indica que mientras la iglesia se encuentra en una profunda degradación, nosotros debemos ser los vencedores que viven a Cristo e incluso le expresamos en nuestro vivir como nuestra justicia subjetiva de día en día. A los ojos de Dios, el lino fino es el Cristo expresado en nuestra vida diaria.

  “Limpio” en el versículo 8 se refiere a la naturaleza, mientras que “resplandeciente” se refiere a la expresión. La palabra griega aquí traducida “acciones justas” también podría traducirse “justicias”. Las acciones justas no son la justicia (es decir, Cristo) que recibimos para ser salvos (1 Co. 1:30). La justicia que recibimos para ser salvos es objetiva y nos da la capacidad de cumplir los requisitos del Dios justo, mientras que aquí las acciones justas de los santos vencedores son subjetivas (Fil. 3:9) y los hace aptos para que cumplan los requisitos del Cristo vencedor. Por tanto, el lino fino denota a Cristo, nuestra vida vencedora, a quien expresamos en nuestro vivir.

  La justicia que es Cristo mismo nos basta para ser justificados y salvos; dicha justicia está en singular. Pero el uso de acciones justas en Apocalipsis 19:8 está en el plural y demuestra que lo mencionado en este versículo no es Cristo como nuestra justicia para que seamos justificados; más bien, esto se refiere a las acciones justas, el diario andar, el vivir cristiano, que Cristo como nuestra vida manifiesta a través de nosotros. Lo producido por la vida interior es el lino fino con el cual estamos vestidos. A fin de asistir a un banquete, especialmente a un banquete de bodas, tenemos que vestirnos de la manera apropiada. Del mismo modo, necesitamos vestir el traje apropiado para asistir al banquete de bodas del Cordero.

  Según la revelación de toda la Biblia, los que hemos sido salvos necesitamos dos vestiduras: una para nuestra salvación y otra para nuestra recompensa. Para nuestra salvación necesitamos de una vestidura que cubra nuestra desnudez. Esta vestidura es la que se puso el hijo pródigo en Lucas 15. Al regresar a su padre, el hijo pródigo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (v. 21). Él se consideraba indigno de estar en la presencia del padre. Pero el padre dijo a sus esclavos: “Sacad pronto el mejor vestido, y vestidle” (v. 22). Esta vestidura es Cristo como nuestra justicia. Ello representa ser justificados por Dios en Su presencia. Todos tenemos esta primera vestidura, la cual es Cristo como nuestra justicia, nuestra justificación, que nos permite estar en pie delante del Dios justo.

  Sin embargo, también tenemos necesidad de una segunda vestidura. Ésta no es para nuestra salvación, sino para que recibamos recompensa al hacernos aptos para asistir al banquete de bodas del Hijo de Dios. La primera vestidura nos hace aptos para reunirnos con Dios para nuestra salvación. La segunda vestidura nos hace aptos para reunirnos con Cristo para nuestra recompensa. Esta segunda vestidura es la obra del Espíritu Santo dentro de nosotros. En realidad se refiere al Cristo por el cual vivimos y a quien expresamos en nuestro vivir. Es el Cristo expresado a través de nosotros en nuestro diario vivir.

  La segunda vestidura es también la justicia mencionada en Mateo 5:20. En este versículo el Señor Jesús dijo: “Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Este versículo indica claramente que tenemos que tener una justicia superior a la de los fariseos. Esta justicia no es el Cristo objetivo que recibimos como nuestra vestidura para nuestra justificación; más bien, es el Cristo subjetivo a quien vivimos como nuestro diario vivir. No se refiere a la vestidura que nos justifica, sino a la vestidura que nos hace aptos para recibir una recompensa.

  Esto también es ilustrado por el traje de boda mencionado en Mateo 22:11-12. En esta parábola el Señor se refirió a un hombre que asiste a una fiesta de bodas sin un traje de boda. El rey, al ver a aquel hombre, le dijo: “Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin tener traje de boda?”. El invitado enmudeció. Entonces, el rey le dijo a sus servidores: “Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes” (v. 13). El traje de boda no es la vestidura para justificación, sino un traje muy especial. De acuerdo a la costumbre de los antiguos judíos, nadie podía asistir a una boda sin el traje de boda, un traje especial. Si hemos de estar en el banquete de bodas del Cordero, tenemos que estar vestidos con tal traje. Si hemos de ser aptos para asistir al banquete de bodas de Cristo, debemos vivir por Cristo y expresarle en nuestro diario vivir. Este Cristo, el Cristo subjetivo, será el traje de boda que nos haga aptos para ser admitidos en el banquete de bodas. Por tanto, tenemos necesidad tanto de la vestidura que nos justifica como del traje de boda.

  También se hace referencia a este segundo traje en Apocalipsis 3:4, 5 y 18. En 3:4-5 el Señor le dijo a la iglesia en Sardis que quienes no han contaminado sus vestiduras andarán con Él en vestiduras blancas y “el que venza será vestido de vestiduras blancas”. Ésta es la vestidura adecuada para el banquete de bodas. En 3:18 el Señor le aconsejó a la iglesia en Laodicea que comprase de Él “vestiduras blancas para vestirte”. Por tanto, en el libro de Apocalipsis este asunto de la segunda vestidura es recalcado. Si no tenemos esta segunda vestidura, nos perderemos el banquete de bodas.

  Estas dos vestiduras también son vistas en el salmo 45. En este salmo la reina tiene dos vestidos (vs. 13-14): uno corresponde a la justicia objetiva requerida para nuestra salvación, y el otro, a la justicia subjetiva requerida para nuestra victoria. El segundo vestido equivale al traje de boda mencionado en Mateo 22:11-12. La reina en el salmo 45 representa a la iglesia. Su primer vestido está tejido con brocado de oro, y su segundo vestido es un vestido bordado. En la Biblia el oro representa la naturaleza de Dios. En el momento de nuestra salvación recibimos la vestidura de oro que nos permite estar en la presencia de Dios. Además de esto, necesitamos otra vestidura, la vestidura bordada; que ésta sea bordada denota la obra transformadora del Espíritu Santo. En la actualidad el Espíritu Santo opera en nosotros a fin de transformarnos, de manera similar a como un sastre hace bordados en una tela dando muchas puntadas. Aunque tenemos la primera vestidura, nuestra segunda vestidura está siendo preparada por la obra bordadora del Espíritu Santo. Esta vestidura nos hará aptos para comparecer ante Cristo en Su tribunal. Día tras día recibimos las puntadas de aguja, la obra transformadora, del Espíritu Santo. Esto se debe a que no solamente necesitamos ser justificados, sino también ser aprobados. Cuando comparezcamos ante el tribunal de Cristo, ¿recibiremos Su aprobación? Únicamente quienes tengan la segunda vestidura producida por la obra bordadora del Espíritu Santo serán escogidos y aptos para asistir al banquete de bodas del Cordero.

  La novia en Apocalipsis 19 está vestida de lino fino, resplandeciente y limpio, a saber: las acciones justas de los santos. Esto es Cristo que crece en nosotros y es expresado en nuestro vivir. Cuando expresamos a Cristo en nuestro vivir permitiéndole crecer en nosotros, Él llegará a ser nuestro vivir. La única manera para que Cristo crezca en nosotros y sea expresado en nuestro vivir consiste en que nosotros le comamos y le bebamos todo el tiempo.

  Que la novia sea preparada significa que ella posee el lino fino, resplandeciente y limpio. Sin duda alguna, estas acciones justas están relacionadas con la justicia mencionada en Efesios 4:24, donde se nos dice que el nuevo hombre fue creado en la justicia. El hecho de que la vestidura de la novia sea limpia, o pura, no sólo significa que no tenga suciedad alguna, sino además que no hay ninguna mixtura en ella. Aquí la justicia de la novia denota la justicia subjetiva, esto es, Cristo como justicia que ha sido constituido en nuestro ser. Cuanto más esta justicia subjetiva sea forjada en la iglesia, más ella estará preparada para llegar a ser la novia. Quienes conforman la novia han sido redimidos y regenerados. Pero ellos también tienen necesidad de que la justicia subjetiva sea entretejida en su ser, de modo que posean el lino fino, resplandeciente y limpio. En realidad, es este lino lo que constituye la belleza de la novia.

  La novia en Apocalipsis 19 se refiere a la humanidad tripartita que ha sido redimida y transformada. Esta novia vestirá lino blanco, el cual es las acciones justas de los santos. Si hemos de formar parte de esta novia, debemos adornarnos con las acciones justas diáfanas, resplandecientes y puras. Día tras día debemos preparar la vestidura de lino resplandeciente para cubrirnos con ella. Ésta es nuestra justicia diaria. Producimos tal vestimenta de justicia al andar conforme al Espíritu de vida y al llevar una vida que es la vida del Espíritu. Si preparamos nuestro traje de boda día tras día, mes tras mes y año tras año al llevar tal vida en el Espíritu, no seremos hallados desnudos cuando el Señor venga. En lugar de ello, a Su venida estaremos vestidos con un traje de boda resplandeciente y limpio, o puro (3:18).

  Por último, la novia en Apocalipsis 19 llegará a ser la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21 y 22. La ciudad de la Nueva Jerusalén tendrá la semejanza de jaspe. Refiriéndose a la Nueva Jerusalén, Apocalipsis 21:11 dice: “Su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. Según Apocalipsis 21:18: “El material de su muro era de jaspe”. Además, el primero de los cimientos de la Nueva Jerusalén será jaspe (v. 19). Por tanto, la semejanza de toda la ciudad será la de jaspe. Apocalipsis 4:3 indica que Dios mismo, quien está sentado en el trono, también tiene la semejanza de jaspe. Por tanto, el jaspe denota la imagen de Dios, Su expresión. El hecho de que el jaspe sea la semejanza de Dios y de la Nueva Jerusalén indica que esta ciudad santa tendrá la misma semejanza que tiene Dios. Toda la ciudad expresará a Dios. El jaspe de la Nueva Jerusalén equivale a la justicia de la novia. En la actualidad estamos preparando nuestro traje nupcial, cuya semejanza será la de la justicia, que expresa a Dios. Finalmente, en la Nueva Jerusalén ésta será la semejanza de jaspe.

b. Los que son invitados a la cena de las bodas del Cordero son bienaventurados

  Apocalipsis 19:9 dice: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”. La novia del Cordero y los invitados a la cena de las bodas del Cordero son el mismo grupo de personas. En otras palabras, los constituyentes de la novia de Cristo son los invitados al banquete de bodas.

  Aquí la cena de las bodas del Cordero es el banquete de bodas mencionado en Mateo 22:2. Será una recompensa para los creyentes vencedores. Solamente los vencedores serán invitados, y no todos los salvos. Las cinco vírgenes insensatas mencionadas en Mateo 25:8-13 se perderán esta cena; sin embargo, después de ser disciplinadas por el Señor en la era del reino, tendrán parte en la Nueva Jerusalén por la eternidad. Por tanto, ser invitado al banquete de bodas de Cristo, por el cual los creyentes vencedores son introducidos al deleite del milenio, es una bienaventuranza. Los creyentes vencedores invitados a la cena de las bodas del Cordero también serán la novia del Cordero. La bienaventuranza a la que se refiere Apocalipsis 19:9 es la bendición de participar en el milenio. Ser invitados a asistir al banquete de bodas es tener el privilegio de compartir el reino milenario como co-reyes con Cristo.

  Mateo 22:14 dice: “Muchos son llamados, y pocos escogidos”, y Apocalipsis 17:14 dice: “Los que están con Él, los llamados y escogidos y fieles”. Ser llamados es una cosa, pero ser escogidos es otra. Quienes seguirán al Señor para combatir contra el anticristo no solamente serán llamados, sino también escogidos. Aunque tenemos la certeza de haber sido llamados, todavía no tenemos la certeza de que seremos escogidos. Esto se decidirá en el tribunal de Cristo. Después que hayamos sido arrebatados, estaremos de pie ante el Señor en Su tribunal, y Él decidirá si reunimos los requisitos o no para ser escogidos. Únicamente los escogidos serán invitados al banquete de bodas del Cordero.

  El matrimonio del Cordero tendrá lugar después del juicio ante el tribunal de Cristo. Si no recibimos galardón sino que somos desaprobados por el Señor, no pereceremos; sin embargo, sufriremos pérdida, tal como se describe en 1 Corintios 3:15, que dice: “Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. Los salvos que sufran pérdida ciertamente se perderán el banquete de bodas. El juicio en el tribunal de Cristo no determinará si somos salvos o perecemos; más bien, decidirá si recibimos galardón de parte del Señor o sufrimos pérdida.

  A la postre, cuando Cristo venga, los creyentes vencedores se unirán a Él para celebrar la cena de las bodas del Cordero (Ap. 19:7, 9). Tal banquete de bodas, único y universal, durará mil años. Durante esos mil años la iglesia es la novia, y después de los mil años la iglesia es la esposa (21:9-10). La diferencia entre una novia y una esposa es que la novia es tal únicamente el día de la boda. Después del día de la boda, la novia se convierte en la esposa. El día de la boda tenemos al novio y la novia; al día siguiente tenemos al marido y la esposa. El reino milenario, que consta de mil años, será un día de bodas para Cristo, en el cual los creyentes vencedores estarán con Cristo disfrutando de Su banquete de bodas.

  Comer y beber a Cristo para disfrutar a Cristo como nuestro banquete es el pensamiento central en la economía de Dios (1 Co. 5:7-8). El principio de la vida cristiana es un banquete. El Señor Jesús compara el evangelio de la salvación completa de Dios a una gran cena (Lc. 14:16-23). El pecador arrepentido no solamente es vestido con Cristo el Hijo como justicia que satisface a Dios a fin de ser redimido, sino que además es traído a la casa del Padre para disfrutar al rico Cristo como banquete a fin de ser salvo orgánicamente (15:22-23; 1 Co. 1:30; Ef. 3:8).

  La continuación de la vida cristiana es un banquete. La vida cristiana continúa con la mesa del Señor hasta que Él venga (1 Co. 11:24-26). El concepto divino es que hacer memoria del Señor consiste simplemente en comerle y beberle, esto es, disfrutar al Señor. La mesa del Señor es una proclamación semanal, una declaración al universo entero, de que disfrutamos diariamente a Cristo como nuestro alimento y bebida. Incluso mientras combatimos en el campo de batalla, el Señor prepara una mesa delante de nosotros en presencia de nuestros adversarios a fin de que le disfrutemos a Él como nuestro banquete (Sal. 23:5).

  La consumación de la vida cristiana es un banquete. Los creyentes vencedores celebrarán un banquete por mil años al disfrutar de una porción especial del Cristo inescrutablemente rico en la cena de las bodas del Cordero (Ap. 19:9; Mt. 26:29; Lc. 22:30; 13:29). Éste es un banquete que durará por la eternidad (Ap. 22:1-2).

  En el Evangelio de Mateo el Señor dijo que el reino de los cielos es semejante a un rey que fue a preparar un banquete de bodas para su hijo y envió a sus esclavos a llamar a los invitados para que viniesen al banquete (22:2-4). Después, Apocalipsis 19 se refiere al matrimonio venidero del Cordero y la cena de bodas del Cordero (vs. 7, 9). Esto indica que el Nuevo Testamento no solamente comienza con un banquete, sino que también termina con un banquete. Cuando asistimos a una reunión apropiada de la iglesia, disfrutamos el anticipo de la cena de las bodas del Cordero, el banquete de bodas preparado por Dios el Padre para Su Hijo. Al regreso del Señor, los creyentes vencedores disfrutarán la cena de las bodas del Cordero. En la cena de las bodas del Cordero, los creyentes disfrutarán una porción especial de Cristo. Un banquete de bodas no ofrece alimentos comunes, sino una porción especial. En ese tiempo, el Señor mismo será una porción especial que los vencedores disfrutarán.

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