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Mensajes del libro «Conocer la vida y la iglesia»
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CAPÍTULO ONCE

LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO

  Lectura bíblica: Ef. 4:12-13

LA EDIFICACIÓN GENUINA DE LA IGLESIA

  Después de haber visto los tipos del tabernáculo, el altar y el Arca, los cuales constituyen una forma externa de la iglesia, la redención y Cristo, tenemos que ver cómo se mide a la iglesia. En otras palabras, tenemos que ver cómo se mide el valor, el peso y la posición espirituales de una iglesia. Dado que el Arca representa a Cristo como la sustancia interna de la iglesia, podemos medir a la iglesia únicamente con Cristo mismo. Además, Efesios 4:11-12 habla claramente de los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros, quienes perfeccionan a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo. Todos los dones que Cristo dio a la iglesia tienen como fin la edificación de Su Cuerpo; la meta de la edificación consiste en que el Cuerpo de Cristo llegue a la plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (v. 13).

  Necesitamos ver qué es lo que significa edificar la iglesia. Edificar la iglesia es edificar el Cuerpo de Cristo. La meta de la edificación del Cuerpo de Cristo es que el Cuerpo de Cristo llegue a la plena madurez y obtenga la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, esto es, que la iglesia llegue a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Así pues, el asunto de la iglesia tiene que ver con Cristo. Si la iglesia no tiene a Cristo interiormente, la iglesia estará vacía y sin realidad. Por consiguiente, si queremos evaluar la iglesia, no deberemos hacerlo con nada que no sea Cristo mismo, y tenemos que ver que un grupo de cristianos tiene la estatura interior de Cristo.

  Nada que no concuerde con Cristo ni procede de Cristo debería tener cabida en la iglesia; todo ello debería ser completamente eliminado y destruido. En la iglesia sólo existe la posición, la base y el elemento de Cristo. Si vemos a la iglesia desde el exterior, vemos a muchas personas y muchos asuntos, pero estas personas y estos asuntos deberían estar mezclados con el elemento de Cristo. Esto significa que cada hermano responsable y cada santo que sirve deberían estar mezclados con Cristo interiormente. En otras palabras, todos los hermanos responsables y todos los servidores necesitan someterse a Cristo y permitir que Cristo se mezcle con ellos. De esta manera, aun cuando seguimos siendo humanos, interiormente estaremos mezclados con Cristo; seremos humanos que están mezclados con Dios. Todo servicio y toda obra que realicemos deben estar mezclados con el elemento de Cristo.

  En ocasiones, algunas personas de ciertos grupos cristianos dicen que ellos verdaderamente son la iglesia de Dios, porque sus creencias son ortodoxas y porque adoran a Dios según la manera bíblica. Sin embargo, si los examinamos a profundidad, podríamos descubrir que Cristo no está mezclado con ellos y que el Espíritu Santo no tiene la libertad para gobernarlos. Por el contrario, todo lo que percibimos son personas y cosas. Cuando queremos vivir verdaderamente en el Espíritu y permitir que Cristo sea la ley de vida en nosotros, algunos tratan de echarnos “un balde de agua fría” para decirnos que esto no funcionará. Sin embargo, en tales circunstancias, no somos nosotros quienes estamos siendo bloqueados y obstaculizados; más bien, es el Espíritu Santo.

  En las iglesias locales no debemos ser tal clase de personas. Ninguna iglesia local debería permitir que ningún hombre pase por encima de Cristo y el Espíritu Santo. Ninguna iglesia debería evitar que una persona que vive en el Señor coopere con ellos. Si una iglesia local no permite que alguien que vive en el Espíritu y sigue al Espíritu Santo avance juntamente con ellos, tal iglesia indudablemente está regida por el hombre, permite que éste ocupe la posición más elevada y tiene más del elemento del hombre que del elemento de Cristo. El Señor no aprueba una situación así.

  Tenemos que adherirnos estrechamente a este principio: la condición normal de una iglesia local consiste en establecer a Cristo de modo que Cristo pueda ser edificado en la iglesia, la estatura de Cristo pueda crecer diariamente en la iglesia y el Espíritu Santo pueda operar más activamente en la iglesia a medida que Él vive más en ella. En una iglesia local normal, el Espíritu Santo puede guiar a las personas a aprender y aceptar el quebrantamiento de la cruz, a hacerse a un lado y a someterse a la autoridad del poder del Espíritu Santo. En otras palabras, una vida de iglesia normal consiste en vivir en Cristo y permitirle que nos lleve a aprender la lección de la cruz, para que podamos aprender a edificar la iglesia a medida que el Espíritu Santo vive cada vez más en nosotros.

LA NORMA DE LA IGLESIA ES CRISTO

  La norma de la iglesia es simplemente Cristo. No podemos concluir que la iglesia ha progresado y crecido simplemente si una iglesia en cierta localidad, al cabo de un año, aumenta de cuatrocientos a seiscientos hermanos y hermanas. En realidad, es posible que la iglesia no haya crecido en lo absoluto. Aun cuando una iglesia experimente un aumento numérico, no podemos determinar si la iglesia ha aumentado y progresado sólo al considerar tales números externos. Tenemos que ver si Cristo mismo ha aumentado en la iglesia. Cuando Cristo aumenta en la iglesia, ella verdaderamente se ha agrandado y ha progresado.

  Cuando visitamos una iglesia, podemos descubrir que aun cuando ha habido un incremento numérico, el elemento del hombre también ha aumentado de tal manera que la iglesia está llena de las ideas y opiniones del hombre. Conforme a la medida adecuada, esta iglesia no ha progresado en lo absoluto. Aun cuando estos santos pueden tener cierta experiencia y no se confrontan ni se ofenden directamente, podemos percibir que ellos tienen sus opiniones. Tales santos no se someten al Espíritu Santo ni permiten que el Espíritu Santo rija en ellos; en vez de ello, es posible encontrar personas que sólo tienen experiencia en las costumbres del mundo. En otras palabras, lo que percibimos es el elemento del hombre y el cultivo personal, pero no mucho del elemento de Cristo. Es posible que los santos sean muy débiles aun cuando una iglesia tiene un aumento numérico.

  Si hay un aumento en el número de los santos solamente, en su servicio sólo percibiremos debilidad y actividad. No percibiremos la autoridad del Espíritu Santo, y tampoco hallaremos personas que se someten a la autoridad del Espíritu Santo, que permanecen en la vida divina mediante la operación del Espíritu Santo en ellos, y que sirven al Señor al permitirle que los gobierne. Tal iglesia no tendrá mucho de la estatura de Cristo. Ellos podrán tener un incremento numérico, y los hermanos responsables tendrán muchísimas experiencias humanas, y no discutirán unos con otros; sin embargo, en ellos no podemos percibir a Cristo. Esta clase de iglesia lo es sólo en nombre; ella carece de realidad.

  Si los hermanos responsables y los santos siguen así, tarde o temprano el Espíritu Santo se verá forzado a levantar a otro grupo de personas. El Señor hará surgir un grupo de personas que se someten a la autoridad del Espíritu Santo y que tienen mucha comunión con Él. Entonces cuando otros tengan contacto con ellos, percibirán la presencia del Señor y gustarán del sabor de Cristo que se halla en ellos. Por lo cual, el Arca —el testimonio de Dios— estará entre este grupo de personas.

  David era un hombre que conocía el corazón de Dios, y él llevó el Arca a la casa de Obed-edom porque conocía el corazón de Dios (2 S. 6:11-12). Sin embargo, la casa de Obed-edom no era ni el comienzo ni el destino del Arca. El principio era el tabernáculo y el destino era el templo; Obed-edom era sólo una parte del proceso de edificación.

  Hace más de veinte años atrás, las reuniones que se iniciaron en muchos lugares de la China continental eran como la casa de Obed-edom. Cuando empecé a servir a Dios, la iglesia local donde yo me reunía era como una “casa de Obed-edom”. Sin embargo, tal casa puede perdurar sólo por poco tiempo. Los que conocen a Dios no dejarán el Arca en la casa de Obed-edom; antes bien, traerán el Arca y la establecerán en la ciudad de David. El Arca puede permanecer en la casa de cierta persona por poco tiempo, pero finalmente deberá entrar en el templo. Por tanto, tener el Arca no es suficiente; también necesitamos edificar un templo para el Arca de Dios.

  La estatura de la iglesia es Cristo. Cuando edificamos la iglesia, no podemos edificar con ninguna otra cosa que no sea Cristo; podemos edificar únicamente con Cristo. Hace varios años visitamos cierta iglesia, y comprendimos que los hermanos no tenían mucho conocimiento de la verdad, ni tenían claridad acerca de la Palabra de Dios. Cuando los visitamos este año, todos los hermanos podían estar frente al podio y hablar por el Señor. Algunos dirán que esta iglesia ha hecho progresos, pero sólo podemos decir que ellos han progresado en la verdad; quizás no debamos decir que la iglesia ha hecho progresos. Una iglesia ha avanzado sólo cuando internamente ha experimentado un aumento e incremento de Cristo. Una iglesia puede obtener más conocimiento de la verdad externamente, pero puede ser que internamente no haya experimentado un gran aumento de Cristo. Necesitamos poder discernir esta diferencia.

  Muchas organizaciones cristianas han estudiado la verdad y han publicado revistas por varios años, pero todo lo que ellos tienen son perspectivas e ideas humanas. Resulta difícil encontrar entre ellas a alguien que esté bajo el quebrantamiento de la cruz, que permita que Cristo lo gobierne y que viva en el Espíritu Santo. Si nuestra iglesia es así, entonces no hemos crecido mucho en Cristo; antes bien, hemos crecido sólo en nuestra mente. Ni siquiera la verdad puede ser usada para medir la iglesia; únicamente podemos medirla con Cristo.

  A veces incluso la verdad puede reemplazar a Cristo. La iglesia en Taipéi se ha estado ejercitando en las cuatro etapas de la vida espiritual, entre las cuales la tercera etapa corresponde a la disciplina del Espíritu Santo. Muchos santos tienen el concepto de que la disciplina del Espíritu Santo implica la pérdida de algo, o una lesión física, un accidente automovilístico o una enfermedad. Sin embargo, muy pocos de entre nosotros vemos realmente que la disciplina del Espíritu Santo nos lleva a experimentar el quebrantamiento de la cruz, para que le permitamos al Espíritu Santo tener cabida en nosotros y gobernarnos. Muchas veces tenemos la doctrina sobre la disciplina del Espíritu Santo, pero no la realidad de ser regidos por el Espíritu Santo. Por tanto, es posible que la estatura de Cristo no sea establecida en nosotros. Entre los cristianos de hoy, existen demasiados sustitutos de Cristo; cualquier cosa puede ser un sustituto de Cristo. Sin embargo, únicamente lo que emana de Cristo tiene el elemento de Cristo y es de Cristo mismo.

  Algunos cristianos le prestan más atención a cultivarse a sí mismos espiritualmente que a Cristo, pero la preparación espiritual no es Cristo. Asimismo, las cosas que pensamos que están relacionadas con la disciplina del Espíritu Santo tal vez no guarden ninguna relación con Cristo. A veces visitamos los seminarios, y vemos que las personas llevan la Biblia en sus brazos, caminando lentamente y dirigiendo su mirada a los cielos de vez en cuando. Parece como si ellos fueran personas muy piadosas. Su porte piadoso nos transmite una sensación de una preparación espiritual; sin embargo, cultivarse espiritualmente no equivale a Cristo. El resultado de esta clase de preparación espiritual no es el crecimiento espiritual, sino el crecimiento de la carne; en vez del espíritu, la carne es fortalecida.

  Cultivarse a sí mismos espiritualmente puede parecer algo muy real exteriormente, pero de hecho es una gran falsedad. Muchos estudiantes y predicadores del seminario se conducen y se comportan de manera muy diferente en la escuela y en la casa. Su verdadera naturaleza se pone de manifiesto cuando están en casa, y ellos actúan como personas diferentes. También nosotros podemos ser semejantes a ellos; podemos actuar como dos personas completamente diferentes cuando estamos con los santos y cuando estamos en casa. Así como nuestra vida natural puede expresarse en nuestro orgullo, también puede expresarse en nuestra mansedumbre. Así como nuestra vida natural puede expresarse en nuestro “salvajismo”, también puede expresarse en nuestra fineza. Es posible que todas las cosas que las personas creen que son buenas o virtuosas no sean nada espiritual ni procedan de Cristo.

  Podemos tener el término la disciplina del Espíritu Santo, sin conocer ni experimentar lo que verdaderamente significa. Esto puede reemplazar a Cristo en nosotros. Como resultado, tal vez recibimos cierta disciplina, pero no obtenemos ni experimentamos a Cristo. Necesitamos la disciplina del Espíritu Santo en la vida de iglesia, pero no podemos usar este ítem para medir la iglesia. No podemos usar nada que no sea Cristo para medir la iglesia; podemos medirla únicamente con Cristo. El grado al cual una persona conoce a Cristo, deja que Cristo rija en ella, le cede terreno a Cristo y deja que Cristo opere ella, será el grado al cual ella ha obtenido a Cristo.

  En la iglesia la meta y el propósito de los dones consisten en edificar la iglesia a fin de que ella tenga la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. La iglesia no tiene ninguna otra labor.

LA AUTORIDAD EN LA IGLESIA

  En la iglesia no sólo se halla el asunto de la vida divina, sino también el de la autoridad. Tal vez algunos se pregunten dónde habla la Biblia del tema de la autoridad en la iglesia. Para enumerar todas las referencias halladas en la Biblia se requieren mucho tiempo y esfuerzo. Aquí sólo usaremos Romanos 12 como evidencia. Romanos 12:3 dice: “Digo [...] a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí de tal manera que sea cuerdo, conforme a la medida de fe que Dios ha repartido a cada uno”. Esto significa que alguien puede recibir la gracia para ser una mano, otro puede recibir la gracia para ser un dedo, y aún otro puede recibir la gracia para ser un brazo, y otro puede recibir la gracia para ser un pie. Aunque cada miembro difiere en tamaño, cada uno es un miembro. No deberíamos ser orgullosos y tener más alto concepto de nosotros mismos que el que debemos tener. Si una persona que es una mano tiene más alto concepto de sí misma porque se considera un brazo, ella causará problemas. Esto se debe a que la mano sirve bajo la autoridad del brazo y también funciona al estar sobre los dedos. Por consiguiente, el brazo está por encima de la mano, y la mano está por encima de los dedos; esto muestra equilibrio y orden.

  Cuanto más una iglesia recibe la gracia del Señor, más del elemento de Cristo tiene ella internamente y mayor es su estatura de Cristo; al mismo tiempo, más se manifiesta la autoridad en esa iglesia. Hoy vivimos en una era de democracia, y en todos lados se habla de democracia. Sin embargo, en la iglesia no existe ni dictadura ni democracia. En la iglesia solamente tenemos el orden propio de la vida divina y la autoridad del Espíritu Santo, debido a que la iglesia no es una organización, sino un organismo. La sociedad del mundo depende de la organización; por consiguiente, la gente habla ya sea de autocracia o democracia. Sin embargo, la iglesia no es una organización, sino un organismo; por esta razón, la administración de la iglesia no es un asunto de organización, sino un asunto de vida.

  En la Biblia la iglesia tiene un nombre muy bueno: el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23). Es muy fácil entender el Cuerpo. Podemos usar de ejemplo los miembros de nuestro cuerpo. Si todos nuestros miembros quisieran tener una reunión para discutir de igualdad, ¿habría alguna manera para que ellos fuesen iguales? La única manera en que pueden ser iguales es que el cuerpo muera y todos sus huesos sean desmembrados y dispersados.

  Todos sabemos que un cuerpo viviente se sostiene derecho. Cuando una persona se pone de pie para hablar, su cuerpo debe estar erguido. Cuanto más fuerte y activa sea una persona, más derecha será su expresión corporal. Cuando una persona se enferma y se acuesta, ella queda en un mismo plano horizontal. Los miembros de su cuerpo están al mismo nivel sólo cuando la persona muere y es desmembrada.

  A veces cuando vemos la condición de una supuesta iglesia, parece como si ella fuese un montón de huesos dispersos. Los hermanos hablan de que entre ellos todos son iguales, y las hermanas no se someten a los hermanos. Todos hablan de igualdad, pero de hecho, se trata de una situación donde hay huesos dispersos. La iglesia es el Cuerpo de Cristo. En la superficie parece que nuestro cuerpo estuviera organizado, pero en realidad es un organismo. Todos los diferentes miembros del cuerpo no pueden hablar de ser iguales, y además, deben estar derechos. Sin embargo, una vez que los miembros estén en posición vertical, ciertamente tiene que haber un orden. Hay algunos que estarán por encima y otros por debajo. Por consiguiente, con esto se halla la autoridad.

  Espero que los santos que funcionan como responsables y sirven en una localidad puedan recibir esta palabra. Esto no significa que aquel que la reciba quiere tener el control en la iglesia. Todo el que quiera controlar a otros ciertamente no recibirá la gracia de parte del Señor. El que ha recibido gracia y conoce a Dios, no quiere controlar a otros. La primera vez que hablamos acerca del orden y la autoridad en la vida divina, una hermana de edad avanzada preguntó: “¿Será que el hermano que ministra la palabra usará este mensaje para hacer que los otros se sometan a su autoridad?”. De hecho, puede ser la persona que hizo tal pregunta sea la primera en no someterse a la autoridad.

  Aquellos que desean que otros se les sometan, no conocen la gracia. Los que verdaderamente conocen la gracia no esperan ni desean que otros se les sometan. En la iglesia no deberíamos tener a nadie que desee controlar a otros, y tampoco deberíamos tener a nadie que no tenga la voluntad de someterse a la autoridad. A estas personas les hace falta la gracia. La iglesia es el Cuerpo orgánico de Cristo, y no debería tener a nadie que desee controlar a otros.

  Cada persona que ha recibido gracia y vive en el Espíritu de vida hallará su lugar en el Cuerpo de Cristo, y descubrirá el orden que le corresponde entre todos los miembros. En la iglesia no hay jerarquía, pero hay un orden; en la iglesia no se ejerce control sobre otros, pero los miembros se someten unos a otros (5:21). Efesios no habla del rango que posee cada miembro, pero sí habla de su función, según la operación de cada miembro en su medida (4:16). ¿Cómo podríamos asignar nombres jerárquicos a nuestro brazo y muñeca? No hay jerarquía con respecto a la mano y el brazo, pero entre ellos hay un orden. Si la mano pudiese hablar, diría: “Si yo ofendo a todo el mundo, eso no me causa temor, pero me da temor tener problemas con mi brazo, que está por encima de mí. Si hubiera algún problema, yo estaría en dificultades. Si vivimos en virtud de la vida divina, de seguro conoceremos nuestra posición.

  La autoridad de la iglesia a la cual nos referimos es totalmente diferente de la autoridad que tiene el papa en la Iglesia Católica. Si alguien nos pregunta quién es nuestra autoridad, le responderíamos que es el hermano que está al lado de nosotros. Los hermanos que coordinan y sirven junto con nosotros son nuestra autoridad; entre nosotros no tenemos un líder como el papa que tiene autoridad sobre todos. No tenemos nada semejante. Nuestra única Cabeza es Cristo; Él es nuestra única autoridad, y nosotros somos miembros los unos de los otros (Ro. 12:5; Ef. 4:25). La única diferencia que hay entre nosotros se relaciona con el orden y la autoridad en el Cuerpo. Necesitamos comprender que el santo que está más cerca de nosotros es nuestra autoridad; él o ella es nuestra autoridad. Dado que el miembro más cercano a los dedos es la mano, ella es la autoridad de los dedos.

  Si venimos a una iglesia viviente y normal que vive en el Espíritu y tiene la plena medida de la estatura de Cristo, inmediatamente podemos ver que los miembros tienen la expresión del Cuerpo. Ellos son miembros los unos de los otros, están unidos uno con el otro y conocen el orden que le corresponde a cada uno. Todo se ve derecho y lleno de vida, nada es plano ni débil.

  Cuando hay muchas opiniones en la iglesia, no hay otra solución más que someterse a la cruz y dejar que ésta nos quebrante; sólo entonces podemos saber a quién debemos atender según la autoridad y el orden en Cristo. Una iglesia apropiada es una iglesia derecha, y los hermanos y hermanas que están sirviendo allí conocen la posición y la relación que tienen entre ellos. Cuando vamos a algunas iglesia locales, los ancianos están allí sentados en la oficina administrativa como los jefes de un departamento o sector de una agencia de gobierno. Cuando los diáconos vienen a ver a los ancianos, aquéllos se comportan como subordinados que vienen a recibir órdenes de sus superiores. Esta clase de situación nos entristece. De hecho, ésta es la condición del cristianismo degradado.

  En la iglesia hay ancianos y diáconos, pero los ancianos no deben darse aires de ser un anciano, y los diáconos no deben considerarse inferiores ni insignificantes. Mi brazo está más alto que mi mano, pero mi brazo no hace alarde de su fuerza, pensando que es más elevado que mi mano. Asimismo, mi mano no piensa que ella es más pequeña y que no tiene mucho uso. Algunos diáconos tienen este concepto cuando están con los ancianos; piensan que ellos simplemente deben seguir las órdenes de los ancianos. Este concepto erróneo proviene del Hades y del mundo.

  Si Dios nos designa como ancianos, recibimos el ancianato en virtud de la gracia de Su vida; por consiguiente, no tenemos nada de qué jactarnos, ni hay motivos para sentirnos inferiores. Deberíamos comprender que somos personas que nos sometemos al orden de la vida en la iglesia, el Cuerpo. De esto es lo que se habla en Romanos 12:3, donde dice que uno necesita pensar “de tal manera que sea cuerdo, conforme a la medida de fe que Dios ha repartido a cada uno”.

  No hay dictadura ni autocracia en la iglesia; tampoco tenemos posiciones democráticas ni jerárquicas. En la iglesia los hermanos y hermanas se coordinan como un cuerpo orgánico. La iglesia no es una entidad organizada sino orgánica. La vida de iglesia apropiada es el mover de un cuerpo orgánico. Los apóstoles, los ancianos y los servidores son miembros, y cada uno funciona según su porción y permanece en su posición en una entidad orgánica. Todos ellos conocen la vida y la autoridad, y todos guardan el orden correspondiente a la vida.

  Espero que todos los hermanos aprendan las lecciones respecto a conocer la vida divina, conocer el orden que nos corresponde en dicha vida y, al aprender este orden, conocer la autoridad. No hay una autoridad centralizada entre nosotros. En vez de ello, los hermanos que nos rodean son nuestra autoridad; los miembros que sirven al Señor junto con nosotros son nuestra autoridad.

  Si cinco hermanos que se coordinan juntos quieren predicar el evangelio, ¿deberían hacer una elección para ver quién será el director y líder? Tal vez nos preocupe que si ellos no conducen una elección, no habrá nadie que los guíe ni nadie que sea el responsable e imparta el mensaje. Entonces ¿qué deberían hacer? Ellos deberían someterse unos a otros y laborar juntos. Las actividades de la sociedad humana siempre requieren arreglos previos, tales como votar por un presidente y un vicepresidente. Sin embargo, en la vida de iglesia no sucede lo mismo; todos los hermanos y hermanas deben vivir en la vida divina y permitir que el Espíritu Santo sea el Gobernador. Todos deben someterse a la autoridad del Espíritu Santo y guardar el orden correspondiente a la vida. Si éste es el caso, cada uno sabrá cuál es su posición y qué debe hacer.

  Si en una familia hay cinco hermanos, no es necesario que todos se junten y voten para ver quién es el primero y quién es el segundo. El orden entre los cinco hermanos de la familia está determinado por la vida. El hermano mayor no necesita sentirse orgulloso y el hermano menor no necesita sentirse inferior. El orden que ellos tienen está basado en su curso natural. El hermano mayor es el hermano mayor, y el hermano menor es el menor. Éste es el orden de la vida.

  Asimismo, cuando estamos con los hermanos, inmediatamente sabemos cuál es nuestro lugar. Un niño sensible obedece a su padre, a su madre, a su hermano mayor, al segundo hermano mayor, al tercero y así sucesivamente. Admirablemente, así es en toda familia saludable y normal. El hijo mayor sabe que él es el mayor y que debe asumir cierta responsabilidad y cierto comportamiento; al mismo tiempo, cuando da una orden, todos los otros hijos obedecen porque ellos conocen el orden en que nacieron. En una familia saludable, no sólo el padre es la autoridad, sino también la madre. Además, el hermano mayor es la autoridad sobre el segundo hermano, éste ejerce autoridad sobre el tercer hermano, el tercero es la autoridad sobre el cuarto hermano, y el cuarto es la autoridad del quinto. En la familia completa se mantiene cierto orden.

  Toda autoridad constituye una protección, un apoyo y un suministro. Por ejemplo, cuando una familia se reúne para comer, por lo general el hijo menor recibe más alimentos porque todos le aman. El mayor frecuentemente lo envidia y siente que éste es muy privilegiado. No obstante, tal vez el menor diga: “Yo no soy el más privilegiado, pues a mí todos me corrigen”. Este ejemplo nos muestra que hay un orden de vida entre los miembros del Cuerpo. Aunque el orden viene con restricciones, también trae consigo cierto suministro. Si vivimos en la vida divina, si mantenemos nuestra posición y respetamos la posición de otros al hacer cualquier cosa en la iglesia, podremos coordinarnos unos con otros de manera apropiada.

  Cuando los hermanos y hermanas toman cuidado del servicio de la limpieza en la vida de iglesia, hemos descubierto dos clases de situaciones. Algunos santos realmente han avanzado. Mientras limpian, ellos no tienen ni ideas ni opiniones. Ellos simplemente siguen al que lleva la responsabilidad, quien les dice cómo deben de limpiar, lo que deben usar y la responsabilidad que deben asumir. Esto nos muestra que ellos verdaderamente han aprendido algunas lecciones. Sin embargo, cuando otros hermanos y hermanas hacen la limpieza, ellos no tienen comunión aunque tampoco discuten. Cuando los hermanos responsables tratan de decirles cómo deberán limpiar, es posible que respondan: “Yo haré la parte que me corresponde, y usted haga la suya. Por favor, no me moleste”. Claro, quizás algunos no digan esto, pero ellos exhiben esta clase de actitud cuando hacen la limpieza. Esto representa una escasez en cuanto a conocer el orden correspondiente a la vida, y en cuanto a aprender las lecciones de vida.

LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO

  Cuanto más una persona vive en el Espíritu Santo y en la vida divina, más él conoce su posición, el orden de vida y la autoridad en la vida. Tales hermanos y hermanas son un firme fortalecimiento para el Cuerpo de Cristo. Si mi dedo meñique se rebela y se niega a mantenerse en su lugar, esperando más bien llegar a ser un pie y caminar, ¿qué clase de situación sería ésta? La iglesia entera a menudo sufre pérdida cuando un pequeño hermano o hermana rehúsa mantenerse en el lugar que le corresponde en la iglesia. Por el contrario, si una persona se mantiene en su lugar, ella será un fortalecimiento para el Cuerpo. En otras palabras, los miembros que fortalecen el Cuerpo son aquellos que mantienen su lugar.

  Efesios 4:16 dice: “Todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo”. Cada coyuntura del Cuerpo tiene su propia medida, la cual se desarrolla en virtud de la vida y puede suministrar ricamente a todos los miembros. Cuando todos ellos funcionan según su función, el Cuerpo es edificado. Una iglesia llega a ser fuerte y es edificada cuando todos los santos conocen el orden de la vida y permanecen en su propio lugar.

  Por consiguiente, con respecto a la iglesia hay requerimientos estrictos; ella requiere que nos separemos del mundo, nos neguemos a nuestro yo, crucifiquemos la carne y rechacemos la vida natural. También requiere que nos separemos de la independencia y del individualismo. No es suficiente estar separados del mundo, del yo, de la carne y de la vida natural, porque aun así podemos seguir viviendo conforme a nuestra independencia e individualismo. La independencia y el individualismo son los factores principales que impiden que el Cuerpo de Cristo sea edificado. Si hemos de tener la iglesia, no podemos mantener el individualismo, y si hemos de tener el Cuerpo, no podemos mantener la independencia. En el Cuerpo no hay individualismo, no hay ninguna idea, juicio, decisión, inclinación, elección ni preferencias individuales. Todo lo individual obstruye la edificación de la iglesia y daña el Cuerpo de Cristo.

  Cada creyente tiene su propia personalidad y características; la salvación que Dios efectúa no anula nuestra personalidad ni nuestras características. Por una parte, se nos ha mostrado misericordia para estar en la familia de Dios. En una familia, tal vez el hermano mayor sea el más grande, pero sigue siendo una persona, y el hermano menor tal vez sea más pequeño, pero él también es una persona. Ésta es la situación de una familia. Por otro lado, cuando hablamos de que la iglesia es el Cuerpo de Cristo y de que nosotros somos los miembros del Cuerpo, nuestra persona no existe. En el Cuerpo tenemos una sola persona, y ésta es la persona de Cristo la Cabeza. Si todos los miembros de nuestro cuerpo fuesen su propia persona, estaríamos en grandes problemas y no podríamos vivir.

  Aunque nuestro cuerpo tiene muchos miembros, hay una sola persona, que es la cabeza. Cuando nuestra cabeza se siente cansada y quiere dormir, todos los miembros se recuestan. Si nuestra cabeza se siente cansada y quiere recostarse para reposar, pero nuestras manos no desean descansar y en vez de ello continuaran moviéndose y laborando, todo nuestro cuerpo se enfermaría.

  Siempre hay dos lados para una verdad. En el aspecto de ser un hermano en la familia de Dios, cada creyente es una persona; sin embargo, en lo que respecta al Cuerpo de Cristo, nuestra persona no existe porque hay solamente un Cuerpo. Por consiguiente, solamente puede haber una persona. Algunos hermanos y hermanas insisten en ser su propia persona en el Cuerpo y, como resultado, impiden que el Cuerpo haga cualquier movimiento. Ellos tienen que comprender que son miembros del Cuerpo. Si ellos intentan ser un miembro independiente, se convertirán en los miembros más feos del Cuerpo, pero si ellos se mantienen en su debido orden, serán los miembros más hermosos.

  La clave de todos estos puntos depende del nivel de la vida en nosotros. Si nuestra vida es suficientemente abundante, esto requerirá que renunciemos a nuestra propia persona así como a nuestro individualismo, independencia, prejuicio y orgullo. Ésta es la manera para que la iglesia llegue a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, la manera para que la iglesia sea fuerte y la manera para que la iglesia exprese la plenitud de Cristo.

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