
Lectura bíblica: Ef. 1:22-23
Después de pasar un tiempo delante del Señor para buscar Su voluntad respecto a los diferentes aspectos de la iglesia, el Señor me dio el sentir en mi espíritu de que deberíamos tocar el asunto de la iglesia según la situación actual de los santos. En principio podemos dividir este tópico en dos aspectos: el primer aspecto atañe a la Biblia, y el segundo aspecto atañe a la vida interior.
Todo cristiano genuino tiene una Biblia a mano. Para nosotros la Biblia es muy clara, segura y confiable. Siempre que los hijos de Dios sientan un temor reverente y piadoso en sus corazones, nunca le harían objeciones a la Biblia. Todos debemos respetar la posición que la Biblia tiene delante de Dios y sentir un gran aprecio por la autoridad que la Biblia ejerce entre los hijos de Dios. Necesitamos alabar a Dios por habernos dado la Biblia como nuestra mejor herencia y como nuestro invaluable tesoro. La Biblia ha llegado hasta nuestras manos y ha sido traducida en nuestra lengua para que podamos entenderla con facilidad; ésta es una gran bendición que el Señor nos ha dado. Así que, cuando hablamos del asunto de la iglesia, tenemos que verificar con la Biblia todo lo relacionado con la condición de la iglesia. Debemos examinar la Biblia cuando medimos una iglesia. Todos los hijos de Dios que son piadosos deben confesar que no podemos aceptar nada que no sea según la Biblia, que no pueda permanecer en pie ante el escrutinio de la Biblia, o que viole claramente las enseñanzas de la Biblia o esté en contra de las mismas. De manera que, toda persona que sea piadosa y le pertenezca a Dios con el tiempo deberá examinar el asunto de la iglesia según la Biblia.
Hace casi un siglo, el Señor hizo surgir a un grupo de hermanos en Inglaterra. Debido a que ellos tenían muchas preguntas respecto a los grupos cristianos, comenzaron a verificar si la condición en que éstos se hallaban era según la crónica y la enseñanza de la Biblia. Después que compararon tal situación con la Biblia, descubrieron que todos los grupos cristianos que conocían tenían algunos problemas. Estos santos occidentales tenían un eslogan muy simple: “¡De regreso a la Biblia!”. Ellos esperaban que la condición, el contenido y las actividades de la iglesia y toda obra que ellos llevaran a cabo fuesen según la enseñanza de la Biblia. Sin embargo, después de que estos hermanos fallecieron, su supuesta iglesia se degradó en un cristianismo impropio, el cual se ha desviado de la Biblia en muchas cosas y no concuerda con la Biblia.
Hace cien años atrás el Espíritu Santo levantó a un grupo de hermanos para que regresaran a la Biblia. Ellos querían desechar todo lo que no estuviese en la Biblia y, por la gracia del Señor, querían recobrar todo lo que estaba en la Biblia. Incluso hoy, tanto en el este como en el oeste, hay muchas personas piadosas entre los hijos de Dios que están respondiendo al llamamiento del Espíritu Santo y trayendo el asunto de la iglesia de regreso a la Biblia. Los hermanos quieren desechar todo lo que no consta en la Biblia y recobrar todo lo que está en la Biblia, conforme a lo que ellos han visto en la Biblia y según la gracia que se les ha mostrado. La iglesia tiene que ser según lo que consta en la Biblia. Lo que el hombre pueda ver y percibir en torno a la condición y situación de la iglesia debe ser según la enseñanza de la Biblia.
Hoy en día, en esta era de confusión que impera en el cristianismo, la primera pregunta que nos deberíamos hacer, independientemente del grupo cristiano que contactemos, es si su condición es agradable a Dios. No deberíamos aceptar rápidamente que ellos se hallan en el terreno de la iglesia. Deberíamos comparar con la Biblia la condición de cada grupo. Esto significa que debemos usar la Biblia para discernir este asunto de la iglesia. Si juzgamos según la voluntad del hombre, nos meteremos en problemas porque cada grupo tiene su propia interpretación y perspectiva. Si tratamos de contestar la pregunta acerca de la iglesia según la perspectiva del hombre, sólo estaremos aún más confundidos. Todos tenemos que aprender a desechar nuestras perspectivas, a hacer a un lado nuestras opiniones y a llevar a la Biblia toda pregunta acerca de la iglesia.
Algunos quizás digan que aun cuando ha habido una sola Biblia a lo largo de las eras, todos tienen diferentes interpretaciones de la Biblia así como definiciones diferentes acerca del significado de las palabras que contiene; por lo cual, seguirán surgiendo muchos argumentos. Esta palabra suena muy lógica, pero en realidad no lo es. En los últimos veinte años, hemos conocido a miles y miles de personas que le pertenecen al Señor. Podemos testificar que mientras una persona sienta un temor piadoso delante de Dios y esté dispuesta a hacerse a un lado, sin tener su propio prejuicio u opinión, entonces cuando la Biblia hable del número diez, ella no lo leerá como nueve ni como once. A menos que una persona tenga cierto prejuicio, lo que lee en la Biblia no será diferente de lo que ésta dice en realidad.
Por ejemplo, en el cristianismo hay dos métodos de bautismo: una manera es bautizar al creyente por rociamiento y la otra manera es bautizarlo por inmersión, y así sepultarlo en el agua. Si una persona lee la Biblia sin prejuicio alguno, no debe tener una segunda perspectiva acerca del asunto; con seguridad valorará la perspectiva del bautismo por inmersión. En el pasado yo fui bautizado por rociamiento. En ese tiempo no tuve ningún sentir, y como no lo tomé con seriedad, no oré. Hablando con propiedad, yo no era salvo. Mi nombre apareció en la lista de los que iban a bautizarse sólo porque tuve una entrevista con el pastor y asistí a un servicio de adoración para recibir la comunión. Permanecí allí en pie frente a la muchedumbre, y mientras sostenía un tazón de bronce, me rociaron con unas gotas de agua y luego recibí la comunión. Sin embargo, yo no era salvo. No obstante, al año siguiente toqué al Espíritu Santo y fui genuinamente salvo. Luego comencé a leer la Biblia. Debido a la gracia del Señor, deseé la palabra del Señor como un niño recién nacido desea la leche (1 P. 2:2).
Un día vi el asunto de bautismo en la Biblia. Cuando leí que el Señor fue bautizado en el agua y subió del agua (Mt. 3:16), empecé a preguntarme: “¿Acaso no he sido bautizado? ¿Por qué yo no me metí en el agua y subí del agua?”. Acudí a mi pastor y le hice esa pregunta. Él contestó que el bautismo por inmersión era apropiado, pero que algunos piensan que ser bautizado por inmersión es muy incómodo y que es más conveniente ser rociado con agua. Él dijo que cuando el clima está helado, y tanto los hombres como las mujeres deben cambiarse la ropa, ese método se volvía muy problemático. Esta respuesta no me satisfizo, pero no quería discutir con él, porque yo era un joven. Así que, le pregunté: “¿No es cierto que debemos seguir las pisadas del Señor? Si no seguimos al Señor en el asunto de bautismo, ¿en qué otros asuntos debemos seguirlo?”. Este pastor era muy elocuente en sus respuestas, así que dijo: “Si verdaderamente quieres imitar al Señor, debes ir al río Jordán”. Yo no respondí nada, pero interiormente no estaba contento y sentí que él discutía de un modo irracional.
Después que llegué a casa, leí la Biblia otra vez y descubrí que Juan el Bautista bautizaba en Enón, “porque había allí muchas aguas” (Jn. 3:23). Esto muestra que el bautismo no tiene que tomar lugar en el río Jordán, y “muchas aguas” indica indudablemente que las personas se bautizaban por inmersión, no por rociamiento, pues el bautismo por rociamiento no requiere muchas aguas. Luego, leí en Hechos 8:37-39 que Felipe bautizó al eunuco etíope, y que ambos descendieron al agua y subieron del agua. Sentí que yo tenía una base firme, así que nuevamente fui a ver al pastor. Después que él me escuchó, no argumentó, y dijo: “En nuestra iglesia tenemos dos maneras. Si alguno quiere ser bautizado por rociamiento, lo bautizamos por rociamiento, pero si usted quiere ser bautizado por inmersión, lo bautizaremos por inmersión”. Yo no podía estar satisfecho con su respuesta, ni podía estar de acuerdo con él interiormente porque la verdad puede ser una sola, no dos. Si la Biblia dice que debemos bautizar por inmersión, no deberíamos bautizar por rociamiento, y si la Biblia dice que debemos bautizar por rociamiento, no deberíamos bautizar por inmersión. No podía estar de acuerdo con su forma de hablar, ya que si ponemos eso en práctica, lo único que producirá serán problemas, no sólo en cuanto al bautismo, sino en otros asuntos. Hay muchas áreas en las cuales es posible que no seamos según la Biblia.
Desde ese día, dejé de confiar en lo que el pastor decía, y enumeré todas las situaciones que yo veía y las comparaba con la Biblia una por una. Como empecé a investigar el asunto del bautismo en la Biblia, empecé a indagar en muchas otras cosas, incluyendo a la iglesia. Como resultado de ello, descubrí muchas cosas que no concordaban con la Biblia. Un día leí en la biografía de George Müller que también él había sido bautizado por rociamiento. Cuando una hermana le habló acerca del bautismo por inmersión, él no estuvo de acuerdo. Ella sólo le pidió que leyera la Biblia exhaustivamente, y dado que Müller le prestaba atención a la Palabra de Dios, leyó el Nuevo Testamento otra vez. Müller concluyó que la Biblia habla acerca del bautismo por inmersión con más claridad que lo que dice acerca de las profecías. Así que, él se bautizó por inmersión. Si llevamos un asunto a la Biblia y ponemos a un lado nuestras perspectivas y opiniones, y si examinamos y comparamos ese asunto con la Biblia de manera exhaustiva, tendremos claridad y lo entenderemos sin disensión alguna.
La confusión actual que prevalece en el cristianismo no es porque lo escrito en la Biblia sea confuso; en vez de ello, la confusión es producida por las opiniones e ideas del hombre y por las maneras en que hace las cosas. Si somos descuidados, la confusión del cristianismo nos llevará a andar en círculos, pero si somos serios, llevaremos a la Biblia todos los asuntos relacionados con la iglesia y los compararemos con la Biblia. Debemos aceptar todo lo que está escrito en la Biblia y rechazar todo lo que no esté en la Biblia. Si tenemos temor de Dios, y si comparamos todos los asuntos de la iglesia con la Biblia, descubriremos cualquier situación presente en el cristianismo que no sea según la Biblia. Si no somos cristianos serios, no tengo mucho más qué decir, pero si queremos ser cristianos serios, tenemos que temer al Señor y respetar Su Palabra, al exponer todos los asuntos relacionados con la iglesia bajo la luz de la Biblia a fin de obtener la norma y el estándar de Dios. Luego, recibiremos la decisión final de Dios. Todo lo demás pertenece a las opiniones del hombre, a sus perspectivas, a sus normas y a las maneras en que hace las cosas. Todo lo que pertenece al hombre o sigue al mundo será rechazado por Dios. La Biblia es grandiosa y divina; todo el que teme a Dios debe volver a la Palabra de Dios de esta manera.
Lo más precioso para un cristiano es que no sólo tenemos la Biblia externamente, sino la vida de Dios internamente. Toda vida tiene su exigencia y sabor particular. Como hijos de Dios que somos, tenemos la vida de Dios junto con su exigencia y su sabor. Por ejemplo, un pollo tiene una vida que le exige comer. Sin embargo, si tratamos de alimentar al pollo con inmundicias, se negará a comer porque no concuerda con su gusto. A un pato le gusta el agua, y su vida le exige estar en el agua porque es lo que le gusta. Toda vida tiene su exigencia y sabor particular. Asimismo, somos salvos y tenemos la vida de Cristo en nuestro ser, y Su vida exige que recibamos el debido suministro en la iglesia y que seamos satisfechos; además, tal exigencia también tiene su sabor.
Después que fui salvo y comencé a leer la Biblia, comparé la denominación en donde yo estaba con la Biblia, y hallé que había muchas situaciones que no eran según lo relatado en la Biblia. Seguí asistiendo a las reuniones, pero me sentía deprimido e intranquilo después de cada reunión. Antes de ser salvo, siempre me sentí bien después de cada reunión porque la capilla era muy silenciosa. Eso era mucho mejor que el teatro. Después que fui salvo, comencé a orar al Señor, a buscarle y a tener comunión con Él, y comprendí que la vida que estaba en mí realmente poseía cierta exigencia y cierto sabor por el suministro de vida. Sin embargo, los mensajes que se daban en esas reuniones no me suplían interiormente; allí no podía recibir alimento alguno, e interiormente yo no estaba satisfecho.
En un invierno durante la navidad, todos estaban celebrando en la capilla. Aunque yo era salvo, debido a que aún era muy joven, fui a ver la función junto con los demás. Sin embargo, poco después, me sentí muy triste interiormente, y decidí que no volvería a ir otra vez. Esto era debido al sabor y la exigencia de la vida que estaba en mí.
En el interior de toda persona salva, reside un sabor y una exigencia relacionada con la vida. Esto es semejante a la vida de un niño pequeño, la cual espontáneamente causa que él quiera comer. Además, él tiene cierto gusto. Si le dan una comida que apesta y sabe amarga, él la echará de su boca; pero si le dan un alimento que huele bien y es dulce, él se lo comerá todo. El gusto que tiene la vida en los cristianos genuinos nos dice dónde debemos reunirnos para agradar al Señor, es decir, dónde está el alimento espiritual, dónde se halla la presencia del Señor y dónde Dios alimenta a Sus hijos. En nosotros percibimos cierta exigencia y cierto sabor. No podemos juzgar el asunto de la iglesia sólo externamente según las doctrinas de la Biblia, sino que también tenemos que juzgarlo internamente según el sabor y la exigencia de la vida.
Cuando yo daba algunos mensajes en Tsingtao, alguien me preguntó: “¿Qué grupo cristiano es apropiado? Todos dicen que son apropiados, entonces ¿cómo debemos juzgarlos?”. Le respondí diciendo que primero debemos medir a cada grupo según la Biblia. Si en este respecto no podemos encontrar nada malo en el grupo, tenemos que juzgarlo según la exigencia y el sabor de la vida. Por ejemplo, hay muchos grupos en Tsingtao. Si un grupo predica el evangelio, tiene el nombre del Señor y ayuda a las personas a ser salvas, pero internamente están escasos del elemento del Señor, el testimonio de ellos no será resplandeciente. Cuando alguien es recién salvo, es posible que él se sienta bien al acudir a ese grupo porque el nombre del Señor está allí y porque le ayudaron a ser salvo y a conocer la salvación. No obstante, él no puede recibir una gracia más profunda porque ese grupo le cede muy poco terreno al Señor. Si bien él tiene una medida muy pequeña del elemento de Cristo, todavía se siente satisfecho con esta clase de grupo debido a que él es recién salvo.
Sin embargo, en él se desarrollará cierta necesidad, y cuando él crece y conoce más al Señor, ya no se siente satisfecho en esas reuniones. Un día él puede acudir a otro grupo, y tal vez este grupo le ceda un poco más terreno al Señor, y los líderes sean personas consagradas y procuren recibir el derramamiento del Espíritu Santo. Después que este hermano experimenta la consagración y procura recibir el derramamiento del Espíritu Santo, él está lleno de la presencia del Señor y puede percibir la presencia del Señor más que en el primer grupo. Esto temporalmente satisfará su gusto. Sin embargo, después de un tiempo sentirá otra necesidad que no puede ser satisfecha y se va a buscar otro grupo. Es posible que el tercer grupo sea verdaderamente más espiritual y experimente más la presencia del Señor. Pero después de uno o dos años, nuevamente surge otra necesidad en él. Entonces él descubre un cuarto grupo con mayor valor espiritual, el cual le satisface. Finalmente, el Señor le guiará hacia donde Él quiere que esté. El sabor y la exigencia de la vida le dirá que él ha llegado al lugar más elevado, el lugar donde él puede tocar la presencia del Señor a lo sumo y recibir el máximo suministro de vida.
Los que sirven al Señor a tiempo completo no deberían discutir con las personas acerca de cuál lugar es correcto o incorrecto. Tan sólo necesitamos mostrarles los principios de que éste debe ser según la Biblia y según la exigencia interior de la vida. Si ellas tienen temor del Señor, llevarán el asunto de la iglesia a la Biblia y lo resolverán según la Biblia. Ellas también estarán atentas al sabor y la exigencia de la vida en su interior, e irán al lugar que esta vida les requiera.
In 1947 en Shanghái había un hermano que a menudo criticaba a la iglesia. En una reunión él criticó públicamente a la iglesia. Después que él habló, me levanté y le dije: “Hermano, no me atrevo a decir que no tenemos los defectos de los cuales habló, pero si puede hallar otro lugar en todo Shanghái que sea mejor y más correcto, yo ciertamente le seguiré”. Se sacudió la cabeza y declaró que él no podía encontrar tal lugar. Entonces le dije que si él no podía encontrar tal lugar, debería dejar de criticarnos. Esta palabra parece ser muy simple y poco sofisticada, pero quería presentárselas porque es la manera más simple y más sencilla de medir este asunto de la iglesia.
Por una parte, con un temor piadoso debemos hacer a un lado todo lo que no sea según la Biblia y, por otra, tenemos que tocar el sentir interior para ver si somos abastecidos y si podemos tocar la presencia del Señor en comunión. Simplemente no podemos medirlo todo según la Biblia de manera externa e ignorar la existencia de la realidad espiritual interna y la presencia del Señor. Necesitamos conocer el Espíritu y la vida del Señor, y dejar que el Señor nos gobierne para que la cruz pueda quebrantarnos a mayor profundidad. Si no hacemos esto, sólo tendremos algunos ritos externos, y seremos según la Biblia meramente de manera externa. Estas cosas por sí mismas no tienen mucho valor. Deberíamos dejar que la cruz nos quebrante interiormente y cave en nuestro ser más profundamente, a fin de que Cristo pueda tener más terreno en nuestro ser y el Espíritu pueda tener más autoridad en nosotros. Entonces cuando otros vengan a nuestras reuniones, ellos podrán tocar al Cristo viviente y la realidad celestial. Únicamente esto es la iglesia genuina.
Externamente, la iglesia tiene que ser por completo según la Biblia; internamente, la iglesia tiene que estar completamente llena de Cristo y del Espíritu. Si queremos probar si una iglesia es según el deseo de Dios, tenemos que examinarla según estos dos aspectos. Necesitamos usar la Biblia por fuera y el Espíritu por dentro; tenemos la luz de la Biblia por fuera, y las exigencias y los gustos de la vida por dentro. No deberíamos menospreciar ninguno de estos dos aspectos; ambos aspectos son principios que sirven para resolver la interrogante acerca de la iglesia.
Puesto que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la iglesia es Cristo mismo. Cristo es la corporificación de Dios, y Él es Dios que se hace carne, toma la semejanza de hombre y vive la vida de un hombre. Cualquier cosa que dependa de la capacidad y organización del hombre y de la manera que él hace las cosas, no puede alcanzar tal meta. Siempre que abordemos el asunto de la iglesia, necesitamos detener todo nuestro ser. Cuando la gente toca el asunto de la iglesia, comienzan a aparecer todos los yo, como “yo pienso”, “yo veo”, “yo quiero” y “yo haré”. Debemos hacer cesar todo esto. No deberíamos decir: “El bautismo ciertamente es según la Biblia, pero yo pienso...”. Ésta no debería ser nuestra respuesta.
En el pasado en cierta localidad, tuvimos una hermana de edad avanzada que era muy educada, muy osada y muy elocuente; además, ella amaba mucho al Señor. Un día ella vino a mí y me preguntó: “¿Por qué 1 Corintios 14 prohíbe que la mujer hable?”. Cuando oí esta palabra, percibí que algo no andaba bien, por lo cual le respondí con mucha calma: “Sólo sé que esto claramente está escrito en 1 Corintios 14, pero al igual que usted, no conozco el motivo”. Luego, le pregunté: “Aunque ninguno de nosotros conoce el por qué, ¿no es 1 Corintios 14:34 el mandamiento de la Biblia? Si no lo es, podemos removerlo, pero si éste es el mandamiento de la Biblia, ¿qué más podemos decir?”. Luego, ella dijo: “Pero yo pienso...”, y yo le respondí: “Usted no necesita pensarlo. ¿Quién necesita que usted lo piense? Si necesitáramos que usted lo pensara, la Biblia no existiría”. Estas palabras realmente la conmocionaron, ¿pero acaso nuestra perspectiva tiene valor alguno? ¿Tenemos la posición para dar una opinión? Si tuviésemos la posición para opinar, podríamos abandonar la Biblia. Todos tenemos que aprender a hacer cesar nuestros razonamientos y simplemente decir amén a la Palabra de Dios sin decir nada más.
A menudo los que preguntan sobre las razones no quieren someterse y, por lo general, son personas orgullosas y arrogantes. Esta clase de persona dirá: “Yo pienso”, “yo veo”, “yo creo”, “yo quiero”, “yo decido” y “yo quiero hacer esto”. Esta clase de actitud no proviene de la Jerusalén celestial, sino de Babilonia, del abismo. Quienes temen a Dios no dirán nada ante Su Palabra, y saben que sólo lo que Dios dice cuenta. Tal vez no entendamos la razón de ello, pero aun así tenemos que inclinarnos y confesar que Él es el Señor, que nosotros somos Sus siervos y que nuestra actitud es simplemente recibirlo.
Siempre que abordemos el asunto de la iglesia, deberíamos postrarnos con todo nuestro ser, porque si el hombre está presente, allí no estará la iglesia, y si ha de estar la iglesia, allí no puede estar el hombre. Si estamos allí, allí no estará la iglesia, y si allí está la iglesia, nosotros no podemos estar presentes. La Biblia es un requerimiento externo muy poderoso; sin embargo, hay algo más poderoso dentro de nosotros: el Espíritu Santo y la vida. Este requerimiento es más subjetivo y personal, y también nos afecta mucho más. En el caso de la hermana de edad avanzada que antes mencioné, usé la Biblia para apaciguarla, pero también le pregunté: “Hermana, ¿el sentir que tiene en su interior concuerda conmigo, o con sus palabras?”. Ella respondió que su sentir interior no coincidía con su parecer y que le exigía que ella aceptara 1 Corintios 14, aun cuando su hombre exterior no quería aceptarlo. Esto muestra que si bien yo usé la Biblia para confrontar este asunto, la vida dentro de ella también la estaba confrontando.
Con respecto a la iglesia, la Biblia es la norma y la vida es la exigencia. A menudo la gente discute con nosotros sobre el tema de la iglesia, pero mientras ellos discuten mentalmente con nosotros, su sentir interior concuerda con nosotros y habla a favor nuestro. Por consiguiente, a veces sólo necesitamos señalarles ciertas cosas y luego dejar que el sentir interior en ellos continúe hablando. Si queremos tocar el asunto de la iglesia, necesitamos desechar todo lo que pertenece al mundo y todas las relaciones humanas, organizaciones, métodos, perspectivas y opiniones. No deberíamos dar cabida a estas cosas en lo absoluto, porque ni la Biblia ni el Espíritu Santo lo hacen. El Espíritu Santo sólo tiene la exigencia de la vida.
No es necesario discutir sobre el asunto de la iglesia; en vez de ello, sólo necesitamos discernimiento. El discernimiento requiere del sentir interior. Si tememos a Dios y vamos en pos del Señor, debemos usar la Biblia como la norma externa, y debemos usar el sabor de la vida en nuestro interior como la exigencia. Si queremos satisfacer los requisitos del Espíritu Santo, tenemos que andar según la verdad tocante a la iglesia. Si no queremos pagar el precio y si nos preocupan las relaciones humanas, la posición o la aceptación del mundo, queriendo mantenernos en las organizaciones cristianas, tan sólo podemos acudir al Señor pidiendo Su misericordia. Que el Señor nos otorgue Su gracia a fin de que nuestros corazones se conserven limpios, nuestros espíritus se mantengan abiertos, y nosotros continuemos siguiendo a la vida y tomando el camino apropiado de la iglesia.