
Lectura bíblica: 2 Ti. 2:21; Ef. 3:7, 20
En el capítulo anterior vimos que toda nuestra obra debe ser iniciada por Dios y que nosotros meramente cooperamos con Él para satisfacer la necesidad de Su corazón. Por lo tanto, necesitamos llevar a cabo todo nuestro servicio por el poder del Señor. Necesitamos confiar en el Señor porque nada podemos hacer en nosotros mismos. Confiar en el Señor en realidad significa que llevamos a cabo nuestro servicio al estar unidos al Señor y al permanecer en comunión con Él.
En todo nuestro servicio debemos colaborar con el Amo y satisfacer Su necesidad. Cuando alguien sirve a su Amo, la primera pregunta que debemos hacernos es si el servicio se origina en él mismo o en el Amo. La segunda pregunta es si él puede satisfacer la necesidad del Amo y cumplir con Su requerimiento. En 2 Timoteo 2:21 Pablo dijo a Timoteo que él debía ser “útil al dueño [al amo]”. La palabra dueño [o amo] indica que lo que hacemos no lo iniciamos nosotros, sino nuestro Amo. Sin embargo, después de conocer la voluntad de nuestro Amo y de recibir Su mandato, aún queda esta gran pregunta de si podemos satisfacer la necesidad de nuestro Amo y cumplir con Su requerimiento.
El que sirve al Señor primero debe preguntarse si su servicio proviene de sí mismo o del Señor. Una vez que resuelve esta cuestión, debe preguntarse si puede satisfacer la necesidad del Señor. Si hermano fulano de tal labora para el Señor en Pingtong, él debe preguntarse si su obra proviene de sí mismo o del Señor. Una vez que tiene claro que su obra proviene del Señor, la primera pregunta está resuelta. Ahora él debe hacerse una segunda pregunta: ¿Puede satisfacer la necesidad del Señor y cumplir con Su requerimiento en la obra? Ésta es una pregunta importante.
Estas dos preguntas requieren que nos hagamos a un lado y también requieren nuestra plena cooperación. El primer requisito de la obra es que nos detengamos; tenemos que cesar todas nuestras actividades y reprimir nuestras opiniones, pensamientos e ideas. Todo lo que proviene de nosotros debe cesar. Tenemos que detenernos porque la obra del Señor no se origina en nosotros, sino en Él. Una vez que nos detenemos, sabremos si nuestra obra es del Señor. Luego, necesitamos poder satisfacer Su necesidad.
En Mateo 17 Pedro habló de varios asuntos. Aunque estos asuntos son muy significativos, tal vez no hayamos considerado cómo se relacionan con lo revelado en el capítulo 16. En el capítulo 16 el Señor dijo: “Sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18), pero en el capítulo 17 Pedro dijo que él le haría una tienda a Él. El Señor dijo que Él edificaría Su iglesia, pero Pedro dijo que haría una tienda para el Hijo de Dios. En Pentecostés Dios empezó a edificar la iglesia. La iglesia no es meramente una tienda, sino una casa. La sugerencia que Pedro le hizo al Señor era según su propio concepto, y no según el propósito que Dios tenía para Su Hijo, Cristo. Pedro finalmente no hizo una tienda, pero sí obtuvo mucho material para la edificación de la iglesia. Lo que dijo Pedro muestra que la opinión del hombre a veces puede ser muy similar al concepto de Dios. Sin embargo, es lamentable que la voluntad de Dios se vea frecuentemente interrumpida debido a tal similitud.
Dios desea edificar el Cuerpo de Cristo a fin de que Su Hijo obtenga una morada. El cuerpo de una persona es su morada; asimismo el Cuerpo de Cristo, que es la iglesia, es la morada de Cristo. En lo que a Dios respecta, Pedro necesitaba recoger los materiales de la edificación, y Pablo necesitaba edificar una casa con estos materiales para que Cristo tuviera una morada.
La propuesta de Pedro de hacer una tienda para el Hijo de Dios procedía de sí mismo. Aparentemente, esto era igual que el propósito de Dios, pero en realidad era contrario a lo que Dios había determinado. Con frecuencia, Dios decide hacer ciertas cosas en nosotros, los llamados. Sin embargo, es posible contradecir, reemplazar y aun dañar lo que Él ha determinado debido a que nuestras propuestas, pensamientos, ideas y opiniones son muy similares a la voluntad de Dios. Es por esto que vino una voz desde el cielo, que decía: “A Él oíd” (v. 5). Esto indica que no es adecuado que nosotros expresemos algo, digamos una palabra, hagamos propuestas ni demos nuestras opiniones. Antes bien, únicamente Él debería hablar, y nosotros tenemos que oírle a Él.
El primer punto al cual tenemos que prestar atención en nuestro servicio es hacernos a un lado; esto es, tenemos que detener todo nuestro ser. Tenemos que ver que antes que Dios nos tocase, no teníamos interés en las cosas de Dios, pero en cuanto Él nos tocó, nos llenamos de opiniones. Tan pronto Dios nos conduce al monte de la Transfiguración y vemos Su gloria, tenemos muchas propuestas y opiniones. Esta experiencia no está relacionada sólo con un gran avivamiento ni con un pequeño avivamiento. Aun cuando oramos en la casa, se nos ocurren muchas ideas tan pronto tocamos al Señor. Por consiguiente, queremos hacer muchas cosas para el Señor. Ninguna de esas ideas estaba presente antes que fuésemos al monte de la Transfiguración; no estábamos interesados en tales cosas. Sin embargo, una vez que el Señor nos ha tocado y verdaderamente recibimos una carga espiritual, de inmediato queremos utilizar nuestras ideas para hacer algo para el Señor. Éste es el primer problema que tenemos en cuanto a servir al Señor.
Hoy en día en la tierra se han producido muchas denominaciones a partir de Babel. Los críticos señalan que se produce una denominación después de cada gran avivamiento que ocurre entre los cristianos. La historia de la iglesia confirma esto. Después de cada gran avivamiento, algo del hombre es producido. Cuando alguien va al monte de la Transfiguración y sus ojos le son abiertos para ver la gloria de Dios, inmediatamente manifiesta su opinión y autoaprobación. Éste es el resultado de un aprendizaje inadecuado.
La intención del Señor es edificar Su iglesia, esto es, edificar Su iglesia de modo que sea Su morada, pero Pedro sugirió hacer una tienda. Esa tienda es simbólica de muchas denominaciones. Dios desea edificarle a Su Hijo una morada, la cual es la iglesia. No obstante, muchos “Pedros” han ido al monte de la Transfiguración, han visto la gloria del Señor y han dado sus opiniones una tras otra, en vez de detenerse. Como resultado, se han producido muchas tiendas, muchas denominaciones. Una tienda representa una denominación, que aparentemente es similar a la iglesia. Una casa es según lo que el Amo ha determinado, mientras que una tienda es según la propuesta del siervo. Mateo 16 muestra el consejo determinado por el Señor, mientras que el capítulo 17 muestra la propuesta inmediata de Pedro. El momento en que Pedro presentó su propuesta, él fue interrumpido. Hoy en día hay muchas “tiendas”, debido a que muchas personas no han permitido que el Señor les interrumpa sus propuestas. Por lo tanto, en cuanto a servir al Señor, el primer problema es que no somos capaces de detenernos a nosotros mismos.
El que sirve al Señor también debe poder levantarse. Pareciera contradictorio decir que necesitamos detenernos y luego decir que necesitamos levantarnos, pero no lo es. Necesitamos reprimir nuestras opiniones y suspender nuestras propuestas, pero necesitamos levantarnos para satisfacer la necesidad del Señor y cumplir con las exigencias de Su obra. La obra de redención no fue efectuada solamente por Dios mismo. Dios necesitaba al hombre en la persona de Jesucristo a fin de laborar juntamente con Él para efectuar Su obra redentora. En la redención, el cincuenta por ciento de la obra es llevada a cabo por Dios, y el cincuenta por ciento es efectuada por el hombre. Sin Dios, no habría una obra redentora, pero sin el hombre tampoco podría haber una obra redentora. La obra de redención fue realizada mediante la unión de Dios y el hombre. Dios necesita urgentemente la cooperación del hombre. Por lo tanto, ninguna parte de la obra de redención puede ser realizada sin el hombre. Siempre que Dios quiere hacer una obra, le revela al hombre lo que Él desea hacer y requiere que el hombre se detenga al ponerle fin a sus opiniones y a todo lo que él es; luego Dios requiere que el hombre coopere con Él. Tal cooperación requiere que el hombre se levante.
No sé cuánto entendamos este punto ni cuán profundamente lo comprendamos. Saulo, antes de su conversión, servía a Dios, pero se hallaba lleno de opiniones. Sin embargo, cuando iba camino a Damasco, Dios lo encontró, y Saulo cayó en tierra (Hch. 9:4). Él había sido muy activo, pero ahora era incapaz de moverse. Todo su ser se detuvo de modo que él pudiera recibir la revelación de Dios y ver que su servicio debía provenir únicamente de Dios, y no del hombre. Dios deseaba que él viese que todos sus esfuerzos como Saulo de Tarso eran según la imaginación del hombre. Así que, Dios encontró a Saulo cuando éste iba camino a Damasco, para detener todo su ser. Sin embargo, este camino no era el final de la obra de Dios. De ahí en adelante, Dios hizo que Pablo se levantara para que pudiera satisfacer Su necesidad y serle útil a Él. Este segundo requerimiento es con frecuencia más difícil de cumplir que el primero. Aunque no nos es fácil detenernos, es aún más difícil levantarnos. Aun cuando no es fácil que nos detengamos, no obstante, una vez que nos detenemos, todavía tenemos que levantarnos para satisfacer la necesidad de Dios y cumplir con Su requerimiento. Esto es más difícil.
Entre nosotros hay un hermano que se le dificulta contener sus opiniones e ideas. Siempre que discutimos un asunto con él, él tiene ideas y sugerencias. Por ejemplo, si le pedimos que nos ayude a barrer el piso, él responde que es necesario limpiar las ventanas. Si le pedimos que limpie las ventanas, él dice que hay que barrer el piso. Esto muestra que él es una persona cuyos pensamientos y opiniones no cesan. Sin embargo, si él quiere servir al Señor, él tiene que reprimir sus ideas y pensamientos.
Esto se puede comparar con la relación entre un siervo y su amo. Si el siervo reconoce que él es un siervo, tiene que oír la palabra de su amo. Si su amo quiere que barra el piso, el siervo tiene que obedecer a su amo y barrer el piso antes de limpiar las ventanas. Un siervo también puede oír la palabra de su amo y sabe que debe barrer el piso, pero después de escuchar la palabra se va a dormir. Cuando se despierta, tal vez no se mueve porque está esperando que alguien compre la escoba. Sin embargo, la persona que se supone debe comprar la escoba, está esperando que alguien le dé el dinero, pero la persona encargada de las finanzas no tiene acceso al dinero porque la persona que abre la caja está en la ducha, y no puede venir de inmediato. Esto no es algo que yo inventé; es una situación real.
Esto muestra que en el servicio del Señor no es fácil que uno se detenga, ni es fácil que uno se levante. Cuando una persona verdaderamente encuentra al Señor, detendrá todo su ser y le preguntará al Señor qué es lo que Él quiere. Si el Señor le dice: “Barre el piso”, de inmediato tal persona debe barrer el piso con suma atención. Toma en cuenta todo lo relacionado con barrer el piso y le presta toda su atención. En el servicio del Señor, hay una cantidad de opiniones humanas, pero son muy pocos los que satisfacen la norma de Dios. Según la manera de ser humana, cada vez que las personas discuten sobre algo, siempre tienen muchas opiniones, pero luego se van a casa y duermen plácidamente sin más consideración. Esto es realmente desconcertante. Ésta es una de las razones por las cuales a los ancianos no les agrada que se expresen demasiadas opiniones en la iglesia.
Si aprendemos estas lecciones esenciales, seremos muy espirituales. Si un hermano de edad avanzada nos pide que cocinemos, de inmediato centraremos nuestra atención en la cocina. Al tratar con este hermano ya anciano, tenemos que aprender a detenernos a nosotros mismos y levantarnos con todo nuestro ser. Sólo entonces podemos satisfacer la necesidad del Señor. Nuestros problemas están relacionados con el hecho de que no podemos detenernos, y que luego no podemos levantarnos. Por consiguiente, no hemos sido muy útiles en la mano del Señor.
En la reunión de ancianos, algunos hermanos sólo saben cómo hacer sugerencias pero no saben cómo trabajar. Con respecto a tales hermanos, debemos pedirles que trabajen. Puesto que ellos han sugerido hacer algo, deberían tomar la delantera para llevarlo a cabo. Por ejemplo, si un hermano dice que el sol es demasiado brillante en el salón de reunión y que sería bueno colgar algunas cortinas, yo le diré: “Por favor, usted hágalo”. Después que un hermano hace varias sugerencias sin llevarlas a cabo, por lo general ya no tiene la osadía de abrir su boca para hablar cuando nos volvemos a reunir. No es necesario rechazar las sugerencias de los hermanos, pero siempre deberíamos pedirles que ellos mismos hagan lo que sugieren. Esto les ayudará a aprender la lección de no dar sus opiniones a la ligera. Si ellos creen que algo puede ser viable, deberán hacerlo. Después que lo hayan acabado, podemos comentar al respecto. Si no está hecho apropiadamente, necesitamos cambiar el método. Después que estos hermanos hayan pasado por estos tratos dos o tres veces, no volverán a hablar con tanta libertad. El hermano que sugirió que se colgaran cortinas, por ejemplo, en tres ocasiones no pudo colgar las cortinas apropiadamente, y finalmente necesitaba de ayuda. Desde entonces, él ha sido una persona diferente cuando ha sugerido algo.
El Señor nos aplica Su trato según este mismo principio. Por ejemplo, cuando alguien le preguntó a Pedro si el Señor Jesús pagaba el impuesto del templo, él respondió: “Sí”. Sin embargo, ¿de verdad necesitaba el Señor pagar el impuesto del templo? El Señor no le respondió a Pedro directamente; más bien, le pidió que fuese a pescar en el mar (Mt. 17:24-27). Creo que Pedro aprendió una gran lección mediante esta experiencia. Desde ese día, él no se atrevió a volver hablar tan descuidadamente. Al estar frente a la vasta expansión del mar mientras él esperaba pescar un pez que tuviese un estatero en la boca, Pedro debió haberse sentido muy turbado. Quizás haya pensado: “Todas estas molestias se deben a que hablé demasiado. ¿Cuándo he de hallar un pez con un estatero en su boca?”. Pedro aprendió muchas lecciones de manera profunda. Uno que esté aprendiendo a servir al Señor debe venir delante de Él y detenerse a sí mismo. No nos toca a nosotros determinar lo que debemos hacer, sino que más bien lo determina el mandato del Señor. Luego, tenemos que levantarnos para satisfacer Su necesidad.
Necesitamos levantarnos para satisfacer la necesidad del Señor, y levantarnos incluye muchos aspectos. Un hermano dijo una vez que siempre y cuando una persona se especialice en algo, podrá ganarse su sustento en el mundo. Sin embargo, en el servicio del Señor tenemos que ser diestros en todo aspecto: en nuestro espíritu, en nuestra alma y en nuestro cuerpo. Ésta es nuestra experiencia. El que le es útil al Señor, de inmediato se levantará con todo su ser para responder al mandato del Señor. Dicha persona será capaz de ejercitar su mente, su parte emotiva y su voluntad de la misma manera en que ejercita su espíritu. Sabrá cómo regular, abastecer y controlar su cuerpo. Él puede levantarse para satisfacer la necesidad del Señor en cosas grandes o pequeñas.
Después de ser salvos, a menudo nos sentimos inadecuados para satisfacer la necesidad del Señor y cooperar con Él cuando quiere usarnos. Es bueno tener esta clase de sensación. Debido a que algunos no se sienten así, ellos tranquilamente se duermen cuando el Señor quiere usarlos. Por eso decimos que no deberíamos dormir ni comer en paz; más bien, necesitamos levantarnos y tomar las debidas medidas con respecto a nosotros mismos a fin de satisfacer la necesidad del Señor.
En cuanto al segundo punto relacionado con levantarnos para satisfacer la necesidad del Señor, hay muchas lecciones que deberíamos aprender. Si bien algunos santos les hablan a las personas, no les es fácil penetrar en los sentimientos de ellas ni entenderlas. Esto se debe a una falta de aprendizaje. En una ocasión vi que un hermano actuó inapropiadamente en la práctica de dar hospitalidad, y le dije: “Hermano, debe prepararse mejor cuando provea hospitalidad”. Él respondió que le había preguntado a sus huéspedes respecto a sus necesidades, y le dijeron que no necesitaban nada. Yo le respondí: “No deberíamos ser insensatos y aceptar sus palabras. Aunque nuestros huéspedes no mienten, tampoco quieren ser maleducados”. Nuestro hermano era muy sencillo e ingenuo, creyendo todo lo que le decían los huéspedes. Cuando le dijeron que podían prescindir del jabón y del agua caliente, no quería decir que ellos no lo necesitaran. El servicio de este hermano muestra que él no entendía la necesidad de las personas, ¿así cómo podría servirles bien?
Cuando los santos vienen a nosotros, con frecuencia no entendemos sus palabras, y a veces nuestra comprensión es exactamente lo opuesto a lo que ellos quieren decir. Nosotros los cristianos deberíamos aprender a hablar con honestidad más que con amabilidad. He estado aprendiendo esta lección por más de veinte años, y ya casi la aprendí. Cuando recibo hospitalidad en la casa de un santo, siempre les digo lo que necesito cuando ellos me hacen preguntas como: “¿Necesita comer algo?”. Como cristianos que somos tenemos que aprender varias lecciones. En particular, cuando servimos a otros, tenemos que aprender a conocerlos, a entender sus palabras y a saber sus deseos. Sólo entonces podemos levantarnos para satisfacer la necesidad del Señor.
A algunos hermanos les gusta hablar en su dialecto local. Esto no es muy apropiado. Deberíamos aprender a satisfacer toda clase de necesidades de modo apropiado; sólo entonces podemos levantarnos para satisfacer la necesidad del Señor. No me es posible darles muchos ejemplos. En breve, hay mucho que debemos aprender en este segundo punto, esto es, en lo de levantarnos para satisfacer la necesidad del Señor. La manera de ser de algunas personas les imposibilita servir a Dios. Temo que si sirvieran a Dios, ellas tendrían que “desollar su piel”. No sólo deberían hacer cambios en sus vestidos y hacerles alteraciones, sino que incluso deberían “desollarse”. Si una persona no ha aprendido ninguna lección, no sabrá qué hacer cuando la gente vaya a verle; no sabrá cómo manejar un asunto cuando se lo planteen. Esta clase de persona no puede servir a Dios.
Si queremos servir a Dios, tenemos que aprender a detener todo nuestro ser delante de Dios; además, tenemos que aprender a hacer que todo nuestro ser se alce delante de Dios. Tenemos que aprender cada uno de los puntos que son necesarios. No podemos aprenderlos todos en un día ni en un momento; más bien, necesitamos cada día y cada momento. Éste es un asunto a largo plazo. Si el Señor dispone que asumamos la responsabilidad de recibir a los huéspedes de fuera, deberíamos considerar todo lo relacionado con la hospitalidad. Por ejemplo, ¿qué necesitarán los huéspedes luego que entren en la casa? ¿Qué necesitarán tener en sus habitaciones? ¿Qué otras necesidades pueden tener? Debemos considerar cuidadosamente estos asuntos. Sólo así podemos ser útiles en nuestro servicio.
La condición de algunos jóvenes nos causa molestias. Ellos leen la Biblia de forma descuidada; omiten algunas oraciones y citan mal los versículos. ¿Cómo pueden ellos satisfacer la necesidad de Dios? A veces el hermano que debe dar un mensaje en la reunión comienza a considerar de qué hablar hasta el último minuto. Cuando repentinamente recuerda algún versículo, no puede recordar la referencia exacta; apenas se sabe el versículo vagamente. Esto comprueba que no hubo la suficiente preparación. En lugar de esperar hasta el último minuto para considerar de qué hablar, tenemos que estar tan bien preparados que podemos abrir la Biblia exactamente en el versículo sobre el cual vamos a hablar. Ésta es una preparación apropiada.
He dicho varias veces que si queremos satisfacer la necesidad del Señor, tenemos que estar preparados en todo aspecto. Servir al Señor requiere que seamos competentes en todo. No podemos decir que estamos plenamente capacitados para satisfacer la necesidad del Señor, pero el Señor requiere que para servirle a Él seamos competentes en todo. Esto requiere que estemos preparados externa e internamente. Nuestro espíritu debe estar limpio, fresco, lleno de la presencia del Señor, y debe ser fuerte, debe conocer la manera espiritual. Necesitamos aprender todos estos asuntos. Mi corazón frecuentemente se compunge cuando veo que los santos no tienen nada que hacer. ¿Cómo puede ser que ellos no tengan nada que hacer? Si estamos procurando aprender todo el tiempo, ciertamente tendremos un sinfín de cosas que hacer.
Además hemos leído muy poco. Por ejemplo, nuestros colaboradores que tienen entre cuarenta y cincuenta años leen muy poco. En principio, deberíamos leer un libro cada semana. Deberíamos leer los libros que nosotros publicamos y los que publican otros países. Necesitamos ver cómo se hacen las cosas en los Estados Unidos y en Japón. No deberíamos estar contentos con lo que tenemos en el presente, pensando que todo lo hemos hecho bien. Aun si hemos actuado bien, siempre necesitamos buscar cómo mejorar y consultar con otras personas. Actualmente hay muchos de entre nosotros que no han leído un solo libro en todo el año. No podemos decir que no somos perezosos. Si esta condición persiste, ¿cómo podremos satisfacer la necesidad de Dios?
Si queremos servir al Señor, tenemos que levantarnos y tratar de hacer algo. Por ejemplo, si queremos limpiar el piso, debemos estudiar y descubrir la manera apropiada para limpiar. Ninguno que participe en la obra del Señor puede estar ocioso o desocupado. La práctica en el cristianismo degradado es contratar predicadores para que ellos prediquen, pero nosotros no podemos hacer eso. La persona que verdaderamente le es útil al Señor tiene que ser agresiva y poder realizar grandes cosas. En la Biblia casi todos los que le fueron útiles a Dios fueron arrebatados del mundo por Dios. Si ellos hubiesen amado al mundo y permanecido en el mundo, habrían sido personas muy exitosas. En vez de ello, el Señor los arrebató del mundo, los sacó de ahí, e hizo que fueran vasos útiles en Sus manos.
Muchas personas tienen el concepto erróneo de que si no son aptos para hacer ninguna otra cosa, pueden ser un predicador. Uno de mis compañeros de clases llegó a ser reportero de un periódico cuando él tenía cerca de veinte años de edad, pero más tarde renunció a su puesto. Él vino a verme y me pidió que lo presentara a la iglesia porque él quería un puesto de predicador. En aquel tiempo, una madre que tuviera tres hijos, haría que el hijo más brillante estudiara medicina, que el que le seguía estudiara negocios y que el que era menos brillante estudiara teología. Sin embargo, el servicio a Dios no puede ser de esta manera. El más brillante tiene que servir a Dios, y los que no son tan brillantes también tienen que servir a Dios, sólo que éstos necesitan vencer su falta de inteligencia al dedicarse cierto tiempo a aprender, como el refrán que dice: “La torpeza puede remediarse con diligencia”. Tenemos que tener esta clase de actitud y sentimiento.
El que sirve al Señor no puede estar ocioso y desocupado. Ninguno debiera ser así. Todos deben hacer un horario de su tiempo debidamente, planeando cuando orar, visitar a las personas, limpiar, prepararse para un mensaje y así sucesivamente. Esto requiere de aprendizaje. Si queremos servir al Señor y serle útiles, todos los días tenemos que aprender algo. De lo contrario, nuestro destino será un callejón sin salida. A veces cuando veo algunos santos, verdaderamente me siento turbado. Por ejemplo, cuando me los encuentro en la calle aproximadamente a las 7:30 p. m., ellos me dicen que no tienen nada que hacer. Tales personas no tienen utilidad alguna. Tenemos que disponerlo todo con claridad, como un plan para hacer ciertas cosas a cierto tiempo. Si estamos dispuestos a intentarlo, nuestra inutilidad se tornará en utilidad. No se han levantado suficientes personas, y hay muchas cosas que debemos aprender y muchas cosas que requieren de nuestra labor. Al servir al Señor tenemos que detenernos a nosotros mismos, pero en cuanto a satisfacer la necesidad del Señor, tenemos que entregarnos de forma absoluta y levantarnos para responderle.
Pregunta: ¿Cómo podemos tocar la vida? ¿Necesitamos una comprensión más exhaustiva sobre algunos puntos?
Respuesta: La obra de Dios, ya sea en la creación o en la redención, es hecha por Su palabra. Hebreos 11:3 dice: “Haber sido constituido el universo por la palabra de Dios”. Dios creó los cielos por Su palabra; también por Su palabra fue efectuada la obra de redención. Es por esto que tenemos la Biblia así como muchos mensajes y publicaciones espirituales. Todos éstos tienen como fin la liberación de la palabra de Dios. Según la palabra del Señor en Mateo 13:18-23, la palabra de Dios es una semilla, y en esta semilla está la vida.
Sabemos por experiencia que cuando la palabra de Dios entra en nuestro ser, su primer efecto consiste en alumbrarnos. Siempre que tenemos la palabra del Señor en nuestro ser, somos alumbrados. Cuando recibimos esta luz, ella se convierte en vida. La vida es el Espíritu Santo, Cristo y Dios. Por lo tanto, podemos recibir la palabra de Dios al leer la Biblia, escuchar mensajes, leer publicaciones espirituales, tener comunión y por los testimonios de los apóstoles. A veces el contenido de la Biblia, los mensajes, las publicaciones espirituales, la comunión y los testimonies de los apóstoles penetran en nuestra mente y memoria. En cierto momento el Espíritu Santo imparte en nuestro espíritu las mismas palabras que han entrado en nuestra mente y memoria. Luego, las palabras nos impartirán la luz, y cuando la recibimos, esta luz llegará a ser la vida, la cual es el Espíritu, Cristo y Dios. La vida es transmitida a nosotros por la palabra. Una vez que la palabra entra en nuestro ser, ésta llega a ser luz, y una vez que recibimos esta luz, recibimos vida.
Pregunta: Si no tenemos luz, ¿eso significa que no podemos recibir la palabra de Dios?
Respuesta: La palabra es lo primero, y luego está la luz. Bien sea en la creación o en la redención, el primer paso de la obra de Dios tiene que ver con Su palabra. Él habló, y todo fue hecho. Así pues, Juan 1:3 dice que todas las cosas que están en los cielos vinieron a existir por medio de Él como la Palabra. Además, el universo fue constituido por la palabra de Dios (He. 11:3). La palabra de Dios es grandiosa.
Pregunta: No tenemos ningún sentir con respecto a los asuntos relacionados con la oración. ¿Qué deberíamos hacer?
Respuesta: La pregunta que hizo minimiza el contenido de lo que estamos hablando. Nuestro servicio delante de Dios tiene que proceder de Dios, y no de nosotros. Así pues, en cuanto a los asuntos relacionados con la oración, cuando usted tiene la inspiración, ora, y cuando no la tiene, no ora.
Pregunta: El que sirve al Señor debe detenerse y luego levantarse. ¿Hay alguna relación absoluta entre estas dos cosas?
Respuesta: Veamos el caso de una persona que está aprendiendo a ser chef. Un buen chef está bien preparado. Si necesitara aprender a cocinar un pez cuando el cliente le pide: “Por favor, cocíneme un pescado”, el cliente se moriría de hambre. Si alguno quiere ser chef, debe aprender pronto y tan rápido como le sea posible. Cuando ha terminado de aprender, debe preguntarle al amo qué debe cocinar. Si el amo le pide que haga arroz blanco, de inmediato él deberá hacer arroz blanco; si el amo le pide que haga bollos de pan cocidos, de inmediato deberá hacer bollos de pan cocido. Cuando escucha la orden del amo, un chef debe poder satisfacer la necesidad oportunamente. Así que, si nosotros no hemos sido adiestrados debidamente y hemos desperdiciado mucho tiempo, tampoco recibiremos fácilmente una orden de Dios. Si un aprendiz ha cocinado sólo por dos días, ¿le encargaría su amo hacer un banquete? Creo que sabemos que esto sería absolutamente imposible.
Según 2 Timoteo 2:21, el que sirve al Señor primero tiene que limpiarse a sí mismo a fin de serle útil al amo. A fin de no contaminarnos en modo alguno, no debemos tener nada que ver con ningún lugar que sea impropio, inmundo y plagado de chismorreo. Todos los días tenemos que aprender algo y pasar por los debidos tratos. Éste es el significado de 2 Timoteo. Si nos preparamos de esta manera, seremos aptos para satisfacer todas las necesidades del Señor cuando el Espíritu Santo nos lo ordene. Por esta razón, tenemos que estudiar la Biblia apropiadamente y leer las publicaciones espirituales. Tenemos que aprender a emplear nuestro tiempo para poder satisfacer la necesidad del Señor aún más.
Pregunta: Mis pensamientos por lo general son confusos, y además soy muy tímido; por esta razón, no tengo el denuedo suficiente para juzgar las cosas. ¿Qué debería hacer?
Respuesta: Muchos siervos del Señor no siempre reciben un mandato del Señor cuando recién comienzan a ir en pos de Él. Según el relato del Nuevo Testamento, algunos hermanos, tales como Timoteo, Tito y Marcos, nunca recibieron un mandato del Señor directamente. Debido a que todos ellos eran aprendices, sus actividades en la obra siempre estuvieron bajo el mandato de Pablo. Por lo general, los hermanos y hermanas jóvenes, cuando se levantan a servir al Señor, inmediatamente esperan recibir un mandato directo del Señor, pero primero deberíamos ser aprendices y luego habrá manera de avanzar.
Con respecto a la pregunta de nuestro hermano, en nuestra vida diaria deberíamos aprender cosas grandes y también cosas pequeñas. Por ejemplo, tenemos que aprender a controlar nuestros pensamientos y adiestrar nuestro carácter. Si nuestros juicios son muy pobres, debemos aprender más todavía. Si no aprendemos en nuestra vida cotidiana, no podremos satisfacer la necesidad luego que recibamos la orden del Señor. Tenemos que aprender todo lo relacionado con nuestro atuendo y nuestras acciones, no solamente a fin de ser personas detalladas, sino a fin de aprender a ejercer nuestros juicios.
Un día, después que vi la habitación de un hermano, le dije que era muy claro que él necesitaba aprender muchas lecciones. Deberíamos fijarnos en nuestra vivienda, en nuestro atavío y en la manera en que nos conducimos en la vida y manejamos los asuntos. Si no hemos sido adiestrados, ni siquiera podremos sostener una silla apropiadamente. Si somos descuidados en nuestra vida diaria, nos será difícil satisfacer la necesidad del Señor con precisión cuando Él nos dé una orden. He observado la condición de los jóvenes constantemente, y sé que leen la Biblia de manera descuidada e inexacta. Por esta razón, imploro a todos que nos ejercitemos mucho en nuestra vida diaria.
En los asuntos que se relacionan con nosotros mismos o con otros, parece que siempre laboramos o en exceso o no lo suficiente; esto no es correcto. Por ejemplo, cuando alguien nos pide comprarle cien libras de algo, o compramos más de cien libras o menos de cien libras. Al parecer siempre hacemos o demasiado o no lo suficiente. Esto es inadecuado. Debemos aprender a ser exactos en todas las cosas.
Tenemos más de cuarenta hermanos y hermanas que sirven a tiempo completo, pero es difícil encontrar a uno que sea exacto. Parece que todos son muy descuidados y despreocupados. Esto es porque ellos desde su juventud se han desenvuelto de manera descuidada, negligente y despreocupada. Esto se debe a que no se ejercitaron adecuadamente en su vida diaria. Por lo tanto, a menudo les digo a los jóvenes: “Esa manera tan deficiente de estudiar la Biblia, la forma inadecuada de leer las publicaciones espirituales y esa capacidad insuficiente para emitir juicios, todo se debe a que ustedes no tienen un carácter estricto. Una vez que hayan desarrollado un carácter estricto, serán personas minuciosas y eficientes en todo lo que hagan”.
A muchos hermanos y hermanas que sirven a tiempo completo se les dificulta servir bien porque tienen un carácter inadecuado, no porque ellos no sepan cómo hacer las cosas. Si el carácter de los hermanos y hermanas es impropio, no tomarán en serio una tarea, y lo harán con descuido y a la ligera. Después de repetirles estas cosas, espero que podamos aprender estas lecciones de manera práctica. En unos tres o cinco meses, no deseo ver que ninguno de entre nosotros sea perezoso, complaciente o desaliñado. Deberíamos hacer las cosas a cabalidad y con seriedad, y debemos relacionarnos con las personas en espíritu y con veracidad. Si no forjamos nuestro carácter para servir al Señor, no le seremos útiles. Así pues, tenemos que estudiar la palabra de la verdad y estar familiarizados con la Biblia. Además, tenemos que ser diligentes, serios, minuciosos y solemnes. Bien sea que tengamos algo que hacer o no, debemos ser personas apropiadas. Esta clase de carácter debe ser edificado en nuestra constitución intrínseca, comenzando con las pequeñeces en nuestra vida diaria.
Usemos de ejemplo la casa de los obreros. Cuando me quedé allí por unos cuantos días, vi que a veces los hermanos y las hermanas ni siquiera cierran la puerta cuando salen de la casa. Si ni siquiera hemos aprendido esto, ¿cómo podemos servir y guiar a los santos? En la pequeña sala de recepción, había bandejas y tazas cerca de los cuatro sillones. Sin embargo, después que ellos usaban las bandejas y las tazas no las volvían a poner en su lugar; todo era un desorden. Puedo darles muchos ejemplos que muestran que no hemos aprendido estas lecciones apropiadamente y que nuestro carácter aún no ha sido edificado. Por lo tanto, no creo que podamos estudiar bien la Biblia ni que nuestro servicio vaya en buen camino.
Si estamos dispuestos a ejercitarnos y forjar nuestro carácter, ciertamente recibiremos luz cuando leamos la Biblia, y es cierto que seremos eficaces en el servicio. De lo contrario, si no estamos dispuestos a aprender muchas cosas apropiadamente, nuestra mente será muy indisciplinada, confusa e infructuosa. A partir de ahora, si el Señor nos guía y tiene misericordia de nosotros, tenemos que aprender de una manera seria. Entonces cuando confrontemos algún asunto, no estaremos confusos ni tímidos, sino que tendremos buen juicio y denuedo. Dado que nuestra mente ha sido adiestrada en las cosas pequeñas, seremos personas precisas. Si queremos que el Señor nos use y si queremos ser vasos útiles en Su mano, no debemos tener necesariamente un amplio conocimiento, pero nuestro carácter tiene que ser adiestrado.
Pregunta: Todos sabemos que existen diferentes líneas en el servicio de la iglesia, como la línea del evangelio, la línea de la vida y la línea de los asuntos administrativos, etc. En nuestro ejercicio diario, le prestamos mucha atención a levantarnos temprano y hallar un sitio para orar. Luego, al leer 1 Samuel 1, 4, 6, y 7, vemos cómo la oración de Ana fue contestada y cómo ella tenía comunión mientras oraba. En resumen, hay siete cosas por las cuales necesitamos orar: primero, por Dios; segundo, por la iglesia; tercero, por nuestro país; cuarto, por los santos; quinto, para que la gente crea en el Señor; sexto, por los judíos; y séptimo, por nosotros mismos. En otras palabras, primero necesitamos orar por la venida del reino de Dios. Segundo, necesitamos orar por el avivamiento de la iglesia y por los servidores, incluyendo los ancianos, los diáconos y los hermanos responsables en los grupos pequeños. Tercero, necesitamos orar por nuestro país y por las autoridades, orando por la salud y la sabiduría de los que están en alto cargo, con miras a que nosotros llevemos una vida tranquila y piadosa a fin de que el evangelio pueda extenderse ampliamente. Cuarto, necesitamos orar por la falta de oración de los santos, por aquellos que hemos perdido, por el crecimiento en vida, y para que los santos se unan a las reuniones donde todos procuran seguir adelante y para que asistan a las reuniones de oración en los grupos. Quinto, necesitamos orar para que los obreros sean enviados a predicar el evangelio y por la salvación de nuestros amigos, parientes y colegas. Sexto, necesitamos pedirle a Dios que bendiga a los judíos para que ellos puedan arrepentirse y creer en Jesús. Séptimo, necesitamos orar para que seamos alumbrados a fin de conocer el yo a fin de que seamos lavados y liberados de nuestros pecados y errores, y para que se nos dé un espíritu de sabiduría y de revelación a fin de conocer la voluntad y los principios de Dios. Que todos nosotros los servidores entremos en las cuatro etapas de la experiencia de vida a fin de crecer en la vida divina hasta la madurez (véase La experiencia de vida). ¿Hay algo que falte?
Respuesta: Esto es bueno. Espero que todos los servidores y hermanos responsables en las iglesias no sólo se ejerciten ellos mismos en estas prácticas de vida, sino que también aprendan a guiar a los santos a entrar en las mismas. Tenemos que ejercitarnos apropiadamente con relación a las siete cosas de las cuales debemos orar; éstas efectivamente son buenos tópicos. Cuando una persona recién comienza a orar, y no puede seguir bien el sentir de su espíritu para orar audiblemente, posiblemente ore primero según cierta norma. Sin embargo, poco a poco su mente y su boca se complementarán una a otra. Entonces puede romper con su oración acostumbrada y entrar en la oración del espíritu. Espero que todos los santos intenten hacer esto. Esta manera es muy beneficiosa en la etapa inicial. Sería mejor si practicáramos las cuatro etapas de la vida espiritual en todos los lugares, como nuestro hermano nos compartía. Los colaboradores, los ancianos, los diáconos y los responsables de los grupos pequeños deberían tomar la delantera para ejercitarse en tal práctica. De esta manera, todas las iglesias espontáneamente tendrán un vivir y una expresión que corresponden a la realidad espiritual.