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Mensajes del libro «Conocer la vida y la iglesia»
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CAPÍTULO VEINTE

EL QUEBRANTAMIENTO DE DIOS, NO LA MAGNANIMIDAD DEL HOMBRE, ES LA MANERA DE LA VIDA

  Lectura bíblica: 2 Co. 4:7-11, 16; 1 Co. 4:11-13; 2 Co. 6:3-10

EL QUEBRANTAMIENTO DE DIOS NO SE DEBE A LAS TRANSGRESIONES DEL HOMBRE

  Por lo general, pensamos que una persona que está en la mano de Dios, que vive en comunión con Dios y que es aceptable al Señor prosperará en todo y llevará una vida tranquila. En otras palabras, tal persona será colmada de bendiciones y felicidad. Éste es un concepto humano muy común. Por consiguiente, cuando vemos que los hermanos y las hermanas padecen aflicciones y dificultades, pensamos que están siendo disciplinados por Dios porque han cometido un gran error delante de Dios. Este concepto está profundamente implantado en nosotros y es difícil de erradicar.

  En 1943, después que los japoneses me liberaron de la prisión, contraje un serio caso de tuberculosis y tuve que guardar reposo en Tsingtao. Mi enfermedad continuó por muchos días al punto de debilitarme tanto emocional como mentalmente. En ese tiempo una de las hermanas que servía al Señor con nosotros dijo: “Tal vez el hermano Lee haya cometido un gran error delante del Señor. Tal vez el Señor no lo levante”. Ella pensó que el Señor ya no seguiría usándome porque yo había cometido un grave error; si no, no habría estado tan débil por tanto tiempo. Éste es un concepto general.

  A veces los hermanos y las hermanas que sirven al Señor tienen tanta escasez que parecieran estar en la pobreza. Después de almorzar, ellos no saben si tendrán algo que comer para la cena. Cuando vemos esta clase de situación, podemos pensar que Dios los está disciplinando. Éste es nuestro concepto. Siempre pensamos que si una persona no tiene problemas ante el Señor, tendrá una vida pacífica y feliz. Basados en Salmos 1:1, probablemente pensemos que una persona ha de prosperar si ella “no anda / en el consejo de los malvados, / ni permanece en el camino de los pecadores, / ni se sienta en la silla de los que se burlan” (v. 1). El salmista incluso escribió que tal persona “será como un árbol / trasplantado junto a corrientes de agua, / que da su fruto a su tiempo, / cuyo follaje no se marchita; / y todo lo que hace, prospera” (v. 3). Por lo tanto, incluso parece que este concepto es bíblico.

DIOS QUEBRANTA, POR MEDIO DEL SUFRIMIENTO, LA INTEGRIDAD NATURAL QUE JOB MOSTRABA EN SU VIVIR PIADOSO

  En la superficie este concepto parece ser correcto, pero en realidad no lo es. En el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, hay casos que ejemplifican este concepto. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento se habla de una persona que sufrió muchísimo. Externamente, parece que ninguna otra persona padeció aflicciones y dificultades mayores que Job. Sin embargo, la Biblia no habla de ningún pecado que él hubiera cometido ni de que tuviese algún problema delante de Dios. Al contrario, Job temía a Dios y no se separó de Él. En Job 1:8, refiriéndose a Job, Jehová declara: “No hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. Esta declaración no habla de que Job no temía a Dios y que, por lo tanto, necesitaba recibir cierta disciplina de parte de Dios. En vez de ello, esta declaración indica que en la tierra no había otro como Job, un varón perfecto y recto, a tal punto que Dios incluso le preguntó a Su enemigo, a Satanás: “¿No has considerado a Mi siervo Job?”. Satanás quedó mudo delante de Dios; no fue capaz de acusar a Job de nada. Sin embargo, Dios permitió que a Job le sobrevinieran las calamidades, una tras otra. Cuando éstas llegaron, aun Job estaba desconcertado porque él tenía el mismo concepto que tiene la mayoría.

  El libro de Job presenta el concepto humano. Los tres amigos de Job pensaban que él estaba siendo disciplinado a causa de sus pecados. Ellos pensaron que Jehová era completamente justo, y que Dios no le causaría perjuicio a Job si éste no fuera pecaminoso. Sin embargo, Job refutó a sus tres amigos. El primer amigo dijo que Job era pecaminoso, pero Job dijo que él no era pecaminoso; el segundo amigo dijo que Job había errado, pero Job dijo que no había errado; y el tercer amigo dijo que Job tenía iniquidades y faltas, pero Job dijo: “Deseo argumentar con Dios” (13:3). Job quería preguntarle a Dios: “¿En qué estoy equivocado?”.

  Luego, los tres amigos de Job comenzaron con él una segunda ronda de debates. El primer amigo pensó que Job había errado porque Dios nunca disciplinaría a una persona intachable, pero Job dijo que él no había errado. El segundo amigo vino y dijo lo mismo, pero Job insistió en que no había errado. Luego, el tercer amigo vino y dijo la misma cosa, pero Job repitió que no había errado. Todos sus amigos debatían el asunto de lo que es correcto e incorrecto. El concepto de los amigos de Job refleja nuestro concepto. Sin embargo, Job, en cuanto a sus conceptos, no era mejor que sus amigos. Sus amigos dijeron que Job había sido afligido porque había errado, pero Job dijo que no había errado. En un sentido negativo, los amigos de Job decían que él había errado, mientras que en un sentido positivo, Job decía que no había errado. Los amigos de Job no habían sido librados del concepto de que el sufrimiento implica que debe haber errores presentes, y Job dijo: “Hacedme entender en qué he errado” (6:24). Las dos partes tenían el concepto de que una persona sufre golpes sólo cuando yerra.

  Después que ellos terminaran sus debates, agotaran sus palabras y dejaran de hablar, Dios se apareció a Job para aclararle que sus sufrimientos no eran calamidades, ni una respuesta a sus desaciertos. Tales sufrimientos le sobrevinieron a Job con el fin de derribar a una persona que era piadosa e irreprensible y que no daba lugar a las acusaciones de Satanás. Las calamidades que le sobrevinieron a Job no tenían como fin juzgar sus errores ni sus pecados, sino tratar a Job mismo. Cuando él finalmente se encontró con Dios, no aborreció sus actos sino a él mismo, esto es, a su yo que él justificaba y del cual podía gloriarse, en el cual ni siquiera Dios podía hallar falta y al cual Satanás no podía acusar. Job dijo: “Me aborrezco, y me arrepiento / en polvo y ceniza” (42:6). Fue sólo en este momento que Job supo que Dios lo había herido y afligido porque quería derribar la integridad natural de su ser.

  Una persona que está en las manos de Dios a menudo sufre muchas aflicciones y conflictos. Nunca deberíamos pensar que tendremos paz y bendiciones si somos temerosos de Dios. Éste es un pensamiento religioso, no es la verdad según la Biblia. Una persona que está en la mano de Dios a menudo padece muchas aflicciones y dificultades. Ya sea que él esté correcto o errado, siempre habrá quebrantamiento, golpes y sufrimiento. Si únicamente los que yerran fueran azotados, ¿qué error cometió Job? La Biblia dijo que Job era perfecto y recto.

DIOS PRUEBA QUE PABLO FUE UN SIERVO DE DIOS AL CAUSAR QUE ÉSTE PADECIERA ESCASEZ

  No sólo tenemos el ejemplo de Job en el Antiguo Testamento, sino también el ejemplo de Pablo en el Nuevo Testamento. Yo tenía el concepto de que un siervo de Dios no pasa por ninguna prueba ni carencia si está sujeto a Dios y permanece en comunión con Dios. Por consiguiente, si él estuviera en la miseria y en la escasez, tenía que haber hecho algo errado. Aun cuando examinaba este concepto, no lograba entenderlo. Sin embargo, la palabra del apóstol Pablo en 1 Corintios 4:11 me ayudó a entender. Él dijo: “Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y andamos sin dónde morar”. En aquel entonces, comencé a reflexionar sobre la experiencia de Pablo, el apóstol más excelente y fiel. Según mi concepto, puesto que él era tan fiel y perfecto, no debería tener necesidad de alimento, vestido y paz. Cuando mucho, pensé que él sufriría cierta persecución a causa de la palabra del Señor. Sin embargo, ésta no era la realidad de Pablo.

  Según lo que consta en la Biblia, Pablo no sólo sufrió por el Señor internamente, sino que también externamente padeció necesidad. Muchas personas hablaron de él de modo deshonroso y le dieron mala fama (2 Co. 6:8). Incluso algunos de la iglesia en Corinto, la cual él personalmente había establecido, dijeron que Pablo era astuto y que les había prendido por engaño (12:16). ¿Por qué le aconteció tal vergüenza a Pablo, quien era el siervo más fiel de Dios? Según nuestro concepto, él no debería haber padecido ninguna escasez porque era un siervo de Dios. Muchos hermanos y hermanas tienen esta clase de fe cuando son llamados para servir al Señor. Cuando le preguntaron a un hermano que servía al Señor con respecto a su vivir, él dijo: “Cuando yo le sirvo al hombre, él toma cuidado de mi vivir. Si yo sirvo a Dios, ¿cree usted que Dios no tomará cuidado de mi vivir?”. Sin embargo, hay un momento en que realmente Dios no tomará cuidado de nosotros. Podemos preguntarle a Dios: “¿Por qué no tomas cuidado de mí aun cuando te estoy sirviendo?”. Sin embargo, Él permanecerá en silencio, y nos abastecerá sólo después de que nos hayamos tranquilizado. Habrá quienes no acepten esta palabra, pero ésta fue la verdadera experiencia de Pablo.

  Ninguno de nosotros puede ser más fiel ni tener más fe que Pablo, pero aun una persona tan fiel como Pablo siempre sufrió escasez. Sin embargo, su sentir acerca de la pobreza era diferente del nuestro. Él dijo que tal escasez era una prueba de que él era un siervo de Dios. Algunos le pidieron pruebas de su apostolado, y él les respondió que su prueba era la pobreza (6:3-10). Según nuestro pensamiento natural, la prueba del apostolado debería ser una plenitud de fe y una abundancia de bienes materiales, pero éste no es el caso. Cuando un siervo de Dios oye decir a alguien: “Dios verdaderamente le ha hecho vivir en la abundancia”, él se dirá en secreto: “Usted no conoce el hambre que yo he conocido”. Nuestro concepto es totalmente natural; éste es el concepto del hombre caído, no el concepto de la Biblia.

ES NECESARIO SER QUEBRANTADOS PARA QUE LA VIDA DE CRISTO PUEDA TENER UN CANAL

  El hombre más piadoso e irreprochable en el Antiguo Testamento era Job; el hombre más fiel en el Nuevo Testamento era Pablo. En sus sufrimientos Job no gozó ni de suministro ni de paz, y Pablo incluso fue encarcelado. Al final de 2 Timoteo, Pablo escribió que sus colaboradores le habían abandonado, que quienes habían recibido ayuda de él le habían abandonado y que en su defensa ninguno se había puesto de su parte: todos le habían abandonado (4:10, 16). Su condición era una extrema desolación. Seguramente algunos habrán dicho que Pablo había hecho algo errado y que por eso Dios lo estaba abandonando. Decir tal cosa se debe a la ceguera. Las historias de Job y de Pablo revelan que Dios está haciendo continuamente una obra de quebrantamiento en aquellos que van en pos de Él y le sirven. Dios tiene que derribar la persona de ellos, no importa si estén correctos o errados. La vida de Cristo puede tener un canal para ser liberada sólo si somos quebrantados; sólo cuando seamos quebrantados podrá la vida de Cristo sorber toda nuestra muerte.

  A primera vista, parece que David sufría mientras Saúl estaba tranquilo y en paz. Saúl era el que prosperaba y David era el que sufría. Pero ¿era Saúl recto delante de Dios y David estaba errado? En realidad, aun cuando Saúl estaba persiguiendo a David, en éste no se halló falta alguna. A partir de los ejemplos de David y de Saúl, deberíamos comprender que una persona que está en Dios recibirá muchas presiones de parte de Él, mientras que una persona que está separada de Dios no experimentará mayores dificultades. Debido a que Saúl estaba fuera de la mano de Dios, sus pasos eran fluidos, y él prosperaba en sus caminos.

  Cuando predicamos el evangelio, usualmente le decimos a la gente que en la vida humana no hay reposo ni felicidad sin el Señor, y las animamos a recibir al Señor a fin de que hallen reposo y felicidad. Aunque muchas personas creen en el Señor, ellas se percatan de que si bien sufrieron antes de creer en el Señor, sufren aún más después que creen en Él. Sin embargo, después que creemos en el Señor, lo que sentimos en nuestros sufrimientos es diferente de lo que sentíamos antes de haber creído en el Señor. Puede ser que a veces no nos sentimos contentos con Dios porque pareciera como si nos hubieran engañado; no obstante, incluso este sentimiento es algo bueno. Cada creyente puede testificar que verdaderamente es un gozo y una satisfacción seguir al Señor, a pesar de todas las dificultades y presiones. Muchos ejemplos de la Biblia muestran que los que verdaderamente están en la mano de Dios sufrirán aflicciones y tendrán preocupaciones; sólo aquellos que no están en la mano de Dios están tranquilos y cómodos.

JACOB REPRESENTA AL HOMBRE QUE RECIBE DE PARTE DE DIOS EL QUEBRANTAMIENTO QUE REDUNDA EN LA TRANSFORMACIÓN

  Consideremos otro ejemplo. En el Antiguo Testamento tenemos un par de gemelos; uno se llamaba Esaú y el otro Jacob. En la Biblia no hay constancia alguna de que Esaú sufriera; al contrario, él se casó con quien él quería y obtuvo lo que quería. Todo en su vida fue fácil y sencillo. Sin embargo, Jacob era diferente. Él cometió errores por una parte, y sufrió los tratos de Dios por otra. Nada en su vida resultó como él deseaba. Cada paso que dio era difícil y todas las circunstancias le fueron contrarias. Cuando vio a Faraón, Jacob era un anciano, y dijo: “Pocos y malos han sido los años de mi vida” (Gn. 47:9). La vida de Jacob en la tierra puede describirse con una sola palabra: sufrimiento.

  Quizás algunos digan que los sufrimientos de Jacob fueron el fruto de su astucia. Sin embargo, aun si Jacob no hubiera cometido ningún error ni hubiera sido astuto, él habría sufrido, porque en la Biblia Jacob representa el quebrantamiento que redunda en la transformación. El padre de Jacob, Isaac, no sufrió mucho, pero tampoco se le cambió el nombre. El nombre representa a la persona misma. Si a una persona se le cambia el nombre, quiere decir que ella ha cambiado. A Isaac no se le cambió el nombre porque nunca fue quebrantado. En la Biblia Isaac no representa el quebrantamiento; él representa la herencia. En la Biblia Isaac quiere decir que el hombre puede heredar la bendición de Dios por fe.

  La vida de Jacob muestra que una persona natural tiene que pasar por quebrantamientos a fin de llegar a ser Israel, esto es, un príncipe de Dios. Si una persona ha de ser llena del elemento de Dios, ella tiene que pasar por el proceso de quebrantamiento. Esto es lo que Jacob representa en la Biblia. Él era astuto, suplantaba y estaba lleno de maquinaciones. Su nombre Jacob significa “uno que se asía al calcañar, un suplantador” (25:26). Era una persona llena de maquinaciones y complots, pero él fue quebrantado, derribado y disciplinado por Dios una y otra vez, al punto de que Dios le cambió el nombre y lo llamó Israel (32:28), que significa “príncipe de Dios”. Jacob llegó a ser un príncipe de Dios. Esto significa que después de haber pasado por el quebrantamiento de Dios, Jacob estaba lleno del elemento de Dios.

  Según el relato de la Biblia, podemos ver una cosa maravillosa acerca de Jacob en su vejez; él era completamente diferente de como era de joven. En su juventud Jacob tenía planes, perspectivas, ideas y tretas. Él estaba lleno de maquinaciones; él sabía cómo tratar con su madre, padre, tío, esposas, hijos y Dios; incluso luchó con Dios. Esto habla de las capacidades naturales de Jacob. Cuando él luchó con Dios, no fue Dios quien no le dejaba ir, sino que fue Jacob quien no dejaba ir a Dios. Por consiguiente, Dios tuvo que tocar la coyuntura de su cadera, lo cual causó que Jacob cojeara (vs. 22-32). Jacob sabía cómo tratar con las personas, pero en su vejez, todo su ser cambió; él vino a ser un hombre sin planes. En su vejez Jacob no tenía tretas, planes ni maquinaciones, pero él estaba lleno de Dios. Ya no había en él maquinaciones ni astucia; solamente estaba Dios. No tenía opiniones ni perspectivas; solamente tenía a Dios. Él verdaderamente era Israel.

  En su juventud y edad mediana Jacob era común y corriente, con tretas, capacidades, maneras y normas. Pero en su vejez él era un Israel, que no tenía métodos, perspectivas ni opiniones. Cada uno de sus pasos era Dios. Aunque Jacob no parecía ser nada más que una persona ordinaria, no estaba bajo Faraón cuando se presentó ante él; Jacob incluso extendió su mano para bendecir a Faraón (47:1-10). Esto muestra que él tenía cierta posición delante de Dios y que él era importante.

  Si un pordiosero se nos aproxima, probablemente no seamos capaces de extenderle nuestra mano para bendecirle, porque Dios no tiene mucha cabida en nosotros, ni tenemos la suficiente medida del elemento de Dios. Si éste es nuestro caso, al estar delante del pordiosero no pensaremos que somos mayores que él ni que tenemos más de lo que él tiene. Como consecuencia, no le extenderemos la mano para bendecirle. Sin embargo, cuando estaba delante de Faraón, Jacob extendió sus manos para bendecirlo. Esto indica que Jacob tenía peso y posición y que era una persona importante, y que él era Israel, el príncipe de Dios, puesto que había sido quebrantado. Necesitamos ver que lo que nosotros llamamos bendiciones, felicidad y paz es considerado como basura a los ojos de Pablo (Fil. 3:8). A menudo las bendiciones, la felicidad y la paz nos impiden obtener a Dios. Así pues, a fin de obtener a Dios, Él tiene que despojarnos de todas las bendiciones y de la felicidad y la paz.

EL QUEBRANTAMIENTO DE DIOS TIENE COMO OBJETO EL EDIFICIO DE DIOS

  Dios necesita quebrantarnos porque lo que impide que Dios sea constituido en nuestro ser es nuestra persona. Este derribamiento en el sentido negativo es realmente una edificación; todo lo relacionado con nuestro derribamiento también está relacionado con que Dios se edifica a Sí mismo en nuestro ser. Cuanto más seamos derribados, más Dios se edificará en nosotros. Obtendremos a Dios no sólo objetivamente, sino también subjetivamente. El resultado de que Dios se edifique en nosotros es que llegamos a ser Israel, el príncipe de Dios.

  El quebrantamiento que Dios efectúa en nosotros no se debe a que Él sea cruel con nosotros, sino a que Él nos muestra Su gracia. Lo que Dios quita no es sino basura; es algo físico. Lo que Él derriba es nuestro despreciable yo. Sin embargo, lo que Dios edifica en nuestro ser es Él mismo, Aquel que es incomparable e infinito. Al final de la Biblia se muestra a la Nueva Jerusalén con el árbol de la vida. Sin embargo, el árbol de la vida no sólo se nos muestra al final de la Biblia, sino también al comienzo mismo de ésta. La Nueva Jerusalén revelada al final de la Biblia no es una estructura edificada con basura, barro, madera y ladrillo. ¡No! La Nueva Jerusalén es una estructura edificada con oro puro, perla y piedras preciosas, todo lo cual se refiere a Dios mismo. La Nueva Jerusalén es simplemente Dios mismo en esencia, apariencia, naturaleza y gloria.

  La obra que Dios realiza en todas las generaciones consiste en eliminar toda la basura, barro, madera, hierba y hojarasca, a fin de producir el oro puro, la perla y las piedras preciosas necesarias para Su edificio. ¿Qué clase de personas somos nosotros? ¿Somos hombres de oro? ¿O somos hombres de barro, hombres de madera y hombres de hojarasca? Es correcto decir que somos hombres de barro porque el hombre fue hecho del barro. Sin embargo, no somos meramente hombres de barro, sino también hombres de hierba, porque toda carne es como hierba (1 P. 1:24). Así pues, somos hombres de hierba, hombres de carne. En términos de la creación, somos hombres de barro; en términos de la caída, somos hombres de hierba y madera; esto es, somos hombres de carne. En 1 Corintios 3:12 se nos dice que los que laboran para Dios no deben edificar con madera, hierba y hojarasca, sino con oro, plata y piedras preciosas. La obra de quebrantamiento que Dios efectúa en nosotros no es ningún maltrato que recibimos de Él, sino más bien Su dulce trato y cuidado especial para con nosotros. Él quiere remover el barro y derribar la madera, hierba y hojarasca en nosotros, y luego edificarse a Sí mismo en nosotros. Si consideramos esto cuidadosamente delante del Señor, estaremos gozosos aun cuando nos enfrentemos a grandes aflicciones, porque nuestros sufrimientos nos traerán oro puro, perla y piedras preciosas.

LA OBRA GENUINA QUE DIOS EFECTÚA EN EL HOMBRE ES EL QUEBRANTAMIENTO

  Todo aquel que es guiado por Dios tiene que experimentar la obra de quebrantamiento que el Señor efectúa en él continuamente. Nos ocurrirán problemas en nuestras casas, en nuestras profesiones, en nuestro servicio en la vida de iglesia, e incluso en nuestra obra para el Señor, a fin de que Dios pueda edificar más de Sí mismo en nosotros. Por tanto, no deberíamos tener el concepto erróneo de que si somos temerosos de Dios y vivimos delante de Él, tendremos un camino allanado en todo lo que hacemos y obtendremos los elogios, las glorias y el respeto de la gente. El que hoy nos respeta, puede burlarse de nosotros y pisotearnos mañana. Cuando alguien nos admira, deberíamos poner tal admiración bajo nuestros pies, porque tal vez nos admire por medio año o un año, pero un día él también podría menospreciarnos y vituperarnos.

  Dios no permitirá que alguien que esté en Sus manos sea objeto de constantes atenciones y halagos, como una bella flor en un florero. Tarde o temprano, Dios destruirá el florero y removerá nuestra belleza para que la gente no piense tan bien de nosotros. No deberíamos pensar que todos los santos nos admirarán y respetarán porque Dios nos envió, nos llamó y nos confió Su obra. Éste no es el caso. Un día todos los hermanos y hermanas podrían rechazarnos y menospreciarnos. Aun cuando quizás externamente ellos no se nos opongan ni digan nada contra nosotros, internamente nos despreciarán y nos criticarán.

  Todos los hermanos que llevan la delantera en las iglesias han bebido de esta copa de sufrimiento. Por favor, recuerde que el máximo beneficio que el Señor de la resurrección quiere que obtengamos proviene del juicio y de las críticas de los hombres. Aquellos a quienes hemos instruido, enseñado, ayudado y abastecidos por muchos años a la postre podrían recompensarnos con nada más que juicio y censura. Éste es el camino de aquel que sirve al Señor; no hay otro camino que sea mejor ni superior que éste.

  Los que coinciden con nosotros y nos admiran hoy pueden ser los que nos persigan ferozmente en el futuro. Dios no permitirá que ninguno de Sus siervos sea alabado ni exaltado por el hombre. Tarde o temprano, Dios ha de derribar aquello que en nosotros es digno de alabanza y causar que seamos viles y repudiables ante los ojos del hombre. Éste es el quebrantamiento que Dios efectúa. La obra genuina de la mano de Dios consiste en quebrantarnos. La unción y la disciplina del Espíritu Santo son las buenas obras de Dios, pero la obra más severa de Dios es la del quebrantamiento. Que el Señor tenga misericordia de nosotros; que nosotros los que estamos aprendiendo a servirle a Él escuchemos esta palabra a fin de que no seamos sacudidos al encontrarnos con estas cosas en el futuro. En vez de ello, que podamos conocer en lo profundo de nuestro ser la obra de quebrantamiento que Dios efectúa.

UNA MAGNANIMIDAD MÁS PROFUNDA, UN YO MÁS FUERTE

  Además, debemos tener presente que cuando confrontamos el quebrantamiento de Dios, no deberíamos responder con magnanimidad. Cuando confrontamos el quebrantamiento de Dios y nos es difícil aceptarlo, sería mejor aceptarlo en lugar de soportarlo. ¿Qué significa esto? Los filósofos chinos nos enseñan a ser magnánimos. Sin embargo, la magnanimidad es incompatible con la enseñanza de la Biblia. La enseñanza hallada en la Biblia requiere que seamos quebrantados. Ser magnánimos quiere decir que tenemos la habilidad de sorber las dificultades. Sin embargo, cuanto más hagamos eso, más llenos del yo estaremos y menos del elemento de Dios tendremos. Ésta no es la enseñanza de la Biblia. La enseñanza de la Biblia requiere que seamos quebrantados y derribados a fin de que Dios pueda introducirse en nuestro ser.

  Supongamos que el Señor permite que cierto hermano que está sirviendo al Señor en la iglesia confronte la oposición de otro hermano. En tiempos como éstos, él no debería tomar la manera china de ser magnánimos, lo cual implica que él debe tratar de ensanchar su capacidad e intensificar su sentido de tolerancia. En vez de ello, la Biblia dice que nuestro hombre exterior necesita consumirse y que nuestro hombre interior necesita renovarse. La oposición de parte de un hermano proviene de la mano de Dios que nos quebranta. Por lo tanto, necesitamos pedirle a Dios que nos alumbre y nos muestre aquello que Él desea quebrantar en nosotros. Esto no tiene que ver con ser magnánimos y comprensivos; esto es cuestión de ser quebrantados. Cuanto mayor sea nuestra magnanimidad, tanto más fuerte será nuestro yo. La persona más magnánima posee el ego más fuerte.

  El camino del cristiano no es el de la magnanimidad, sino el de heridas y cicatrices. Alguien podría decir: “No importa cómo me trate la gente, me tiene sin cuidado. Yo puedo tolerarlo”. Esta persona puede ser magnánima, pero está llena del yo. Aunque él tiene gran capacidad, no hay una herida ni una abertura en él, así que de su interior no puede fluir vida. Cuando una persona que es según el principio de la magnanimidad confronta ciertas circunstancias, ella ora: “Oh Señor, aumenta mi capacidad”. Ésta no es la verdad ni la enseñanza de la Biblia. La Biblia enseña que necesitamos ser consumidos, no ensanchados. Nuestro hombre exterior necesita ser consumido de día en día en lugar de ensancharse. Dios causa que seamos derribados a fin de consumirnos. Todos los problemas en nuestra vida diaria causan que seamos consumidos. Por esto Pablo dijo: “Aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Co. 4:16).

  Ser magnánimos no es lo que enseña la Biblia; ser consumidos es la enseñanza de la Biblia. Así pues, debemos recordar que cada vez que nos encontremos en una situación difícil, no deberíamos optar por el camino de la magnanimidad, sino el del quebrantamiento. Nuestra esposa nos puede perturbar, pero no deberíamos responder con magnanimidad ni tolerancia, porque ésta no es corresponde al cristiano. El camino del cristiano es aquel en que nos postramos delante de Dios cuando nuestra esposa nos molesta, y preguntamos: “¿Oh Dios, qué es lo que necesita ser quebrantado en mí?”. Deberíamos tener la luz y la enseñanza de la unción interior; necesitamos una revelación interior para poder ver cuál área quiere Dios quebrantar en nosotros. Necesitamos recibir “las hachas” y “los cuchillos” de parte de Dios, esto es, recibir los problemas que nos causa nuestra esposa en las áreas que Dios quiere quebrantarnos. A veces ni siquiera tener una esposa es suficiente; quizá también necesitemos seis hijos e incluso a los santos en la iglesia.

RECIBIR EN LA LUZ EL QUEBRANTAMIENTO DE PARTE DE DIOS

  Deberíamos postrarnos delante de Dios y recibir los tratos que Él nos aplica. Deberíamos aprender a estar en la luz para recibir el quebrantamiento de parte de Dios. Nunca deberíamos buscar la magnanimidad, la cual es sólo una herramienta para cultivar, edificar y ensanchar nuestro yo. Más bien, deberíamos aprender a postrarnos en la luz de Dios y permitir que Él nos quebrante y nos derribe, sin tratar de protegernos a nosotros mismos. Cuando todos alaban a un hermano comprensivo cuya esposa discute con él todo el día, no deberíamos seguirlos y alabarle. Deberíamos comprender que su magnanimidad sólo lo está preservando, ensanchando y edificando. No deberíamos tratar de ser magnánimos y comprensivos; más bien, deberíamos aprender a postrarnos bajo la luz de Dios, recibir Su quebrantamiento y permitir que el entorno nos quebrante y nos derribe.

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