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Mensajes del libro «Conocer la vida y la iglesia»
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CAPÍTULO VEINTIUNO

EL RESULTADO DE LA OBRA SE BASA EN EL OBRERO

UNA COMUNIÓN EN CUANTO A LA OBRA EN LAS IGLESIAS

  La iglesia A: En general, los santos aquí aman al Señor, pero no tienen un fundamento sólido y, por tanto, necesitan mucha dirección. Ni siquiera los responsables de los diversos servicios han sido perfeccionados a fin de que ellos verdaderamente puedan llevar las cargas de manera práctica. En el último año hemos puesto mucha atención al evangelio y también hemos realizado cierta obra de edificación, pero los resultados no han sido notorios. En general, nuestros problemas pueden agruparse en tres categorías. Primero, debido a que el peso espiritual de los hermanos y hermanas que llevan la delantera es inadecuado, nuestro impacto es bajo y el suministro es escaso. El número de ancianos es insuficiente; uno vive muy lejos, y otro está muy ocupado con muchos asuntos. Segundo, no tenemos suficientes diáconos; algunos de ellos ni siquiera vienen a las reuniones. Esto nos coloca en una posición difícil. Además, la mayor parte de los responsables en los grupos pequeños tienen muy poco tiempo de ser salvos; su fundamento es superficial, y su búsqueda en la vida divina es inadecuada. Tercero, hay dificultades financieras. El techo del salón de reunión ha tenido que repararse constantemente en este año, y la carga financiera impuesta sobre los hermanos y hermanas ha sido muy pesada.

  La iglesia B: El año anterior nos concentramos en el aspecto del servicio, pero desde que comenzó este año hemos dirigido nuestra atención al evangelio. Después de que prediquemos el evangelio por cierto tiempo, volveremos al asunto de la edificación de los santos. Nuestro problema principalmente se relaciona con un número inadecuado de servidores. En comparación con los hermanos, las hermanas están laborando mejor. Ellas salen a visitar y a cuidar de las hermanas. Entre los hermanos, sin embargo, muy pocos están ocupados en la obra del pastoreo. Así pues, la condición del servicio es relativamente débil. Éste es un gran problema. Además, el pastoreo en las escuelas es bien difícil y está débil. En resumen, los problemas en esta iglesia pueden englobarse en tres categorías: un número inadecuado de servidores, un aprendizaje insuficiente por parte de los hermanos y una falta de claridad en cuanto a la manera de seguir adelante. Yo también tengo muchos problemas. Mi mayor problema es que no poseo suficiente conocimiento de la verdad. Creo que mis motivos son puros, pero mi conocimiento es escaso, mi fe es pequeña y tengo poca paciencia. Por ejemplo, les encargué a los hermanos que tomaran cuidado de ciertos asuntos. Cuando vi que ellos no podían llevarlo a cabo apropiadamente, incluso después que lo intentaron una y otra vez, no pude soportarlo y lo hice yo mismo.

  La iglesia C: El número de personas lentamente ha aumentado aquí en la iglesia, y los problemas también han aumentado. Yo me he consagrado delante del Señor y me he entregado al Señor, así que estoy en las manos de Dios. Sin embargo, cuando viene la mano de Dios a través del entorno, no logro soportarlo y la rechazo. En los últimos dos años el Señor ha usado muchas cosas para derribarme. En la conferencia celebrada en Manila, uno de los mensajes del hermano Lee con relación a la pureza de nuestros motivos me impresionó mucho. Sentí que en lo relacionado con aprender a servir al Señor, estoy lleno de ambición, pero le agradezco al Señor por mostrarme que el hecho de ser derribados está relacionado con tener motivos puros.

  La iglesia aquí en realidad es muy inmadura. Tenemos problemas en el servicio porque muchos de los hermanos y hermanas han sido salvos por poco tiempo. Cuando los santos del extranjero vienen a visitarnos, les resulta fácil encontrar el “altar” pero no el “Arca”. En nuestras reuniones del servicio, se expresaban muchas opiniones y no llegábamos a un mutuo entendimiento; por consiguiente, tuvimos que detenernos. No teníamos manera de seguir adelante. En términos del servicio externo, tenemos la predicación del evangelio, y respetamos la dirección de los apóstoles. Además de los diversos servicios en la iglesia, cada día del Señor por la tarde también vamos a las cárceles o a otros lugares donde se reúne la gente, tales como fábricas u hospitales, y realizamos alguna obra evangélica para conducir a las personas al Señor.

  En términos del número de los santos, tenemos más de quinientos santos, y hasta doscientos de ellos asisten a la reunión del día del Señor. Según la perspectiva humana, externamente el tabernáculo de la iglesia se ve bien, pero internamente el peso espiritual es deficiente. En términos de la búsqueda espiritual, es muy difícil introducir a los hermanos y hermanas en una búsqueda genuina.

  La iglesia aquí también tiene en particular un gran número de jóvenes. Comprendemos que sus tareas escolares son una carga pesada y, por eso, no les hemos guiado apropiadamente. Recientemente, dedicamos cuatro reuniones de jóvenes por la mañana para hablarles acerca de amar al Señor, la consagración, la unción y la disciplina del Espíritu Santo. Esperamos que ellos se ejerciten en estas lecciones básicas. Además de ello, tenemos a varios santos que sirven en la milicia, y es difícil guiarlos porque, aun cuando ellos tienen gran celo y aman al Señor, su tiempo libre es limitado.

  Aunque tenemos cuatro hermanos que funcionan como responsables, en realidad sólo son tres; un hermano confronta ciertas dificultades y virtualmente ha dejado de servir. En cuanto a los diáconos, el número es relativamente bajo, y en cuanto a los responsables de los grupos pequeños, es difícil ayudarles a levantarse. Las hermanas son más fuertes que los hermanos; no importa que haya viento, lluvia o un sol abrasador, ellas llevan a cabo sus visitas de manera continua, persistente y diligente. La mayoría de los problemas entre nuestros jóvenes están relacionados con el asunto de hacer amistades y el matrimonio. A menos que les brindemos la debida atención y el pastoreo adecuado, estos asuntos se convertirán en problemas serios. Además, si nos descuidamos, parte de nuestra comunión relacionada con el servicio se volverá una simple amistad, lo cual es un tipo de levadura. Éstos son nuestros problemas.

  La iglesia D: Tenemos los mismos problemas que tienen las iglesias anteriores. Hacemos énfasis en guiar a los santos y en ser edificados en la vida y la verdad. Venimos de una localidad pequeña, pero tenemos problemas grandes. Sentimos profundamente que nuestro aprendizaje en el servicio no lleva mucho peso porque no tenemos ningún ejercicio ni experiencia verdaderos. Ésta es nuestra escasez. No podemos ofrecerles a los santos ninguna ayuda práctica en sus problemas, porque nuestro aprendizaje es limitado. Aunque realmente queremos que los hermanos y hermanas tomen la manera práctica, no somos capaces de lograr lo que deseamos debido a nuestra propia ineptitud.

  Además, la dirección que damos a los santos no tiene un orden, y nos hace falta el amor de las madres, las nodrizas. Tenemos cerca un sanatorio con una capacidad total de tres mil camas, en cinco lugares diferentes, y hay varias hermanas que trabajan ahí. Algunos santos son también familiares de los pacientes, y ahí hay un total de doscientos santos que se reúnen. Normalmente ellos toman un bus para llegar allí, y cada ruta les toma un promedio de una hora. Debido a que los santos realmente buscan al Señor, vamos allí cada semana y tenemos alguna comunión y les damos cierta guía. Hay un poblado cercano en donde diez hermanos y hermanas han comenzado a tener reuniones. En otro pueblo viven dos hermanos y dos hermanas taiwaneses que buscan más del Señor. Ellos nos invitaron a predicar el evangelio. Hay muchos adictos al opio que están sufriendo mucho y necesitan de nuestro cuidado. Cuanto más avanzamos, más percibimos que existe una gran necesidad; sin embargo, interiormente estamos agotados y no podemos satisfacer la necesidad.

  En cuanto a mis problemas personales, soy uno que raramente admite derrotas. Así pues, estoy lleno de ambición y esperanza en torno a que la iglesia en donde estoy no vaya atrás de las otras. Cuando se presentan muchas situaciones, yo sufro interiormente. Las reuniones tienen un nivel bajo, y yo quisiera usar algunos métodos humanos que lleven a las reuniones a tener una atmósfera de la presencia de Dios. Éste es mi hombre natural. En términos de la coordinación, me siento algo presionado. Pierdo la paciencia con facilidad, y no cuento con un verdadero aprendizaje. En términos de la verdad, parece que tengo cierta comprensión, pero no es muy profunda, y en términos de mi servicio, tampoco tengo un fundamento. En cuanto a nuestro servicio, tenemos a unos cuantos que son los que siempre sirven, pero no hemos podido perfeccionar a más santos para que se coordinen con nosotros. En cuanto a la edificación, los santos no han crecido mucho en vida, y el espíritu del evangelio es muy débil. Ésta es nuestra verdadera condición.

DEBEMOS APRENDER EN EL SERVICIO Y NO DESALENTARNOS

  La comunión expuesta por estas iglesias muestra que hay unos cuantos puntos importantes que realmente ameritan nuestra atención. Primero, en la comunión que todos los hermanos presentaron, debemos ver el principio general de que nuestra obra siempre se basa en nuestra persona. Lo que somos en nosotros mismos determina qué clase de obra podemos hacer. Lo que logremos en la obra no depende de cuántas esperanzas o expectativas tengamos; depende de lo que seamos en nuestra constitución intrínseca.

  Por favor, no se desalienten. Nunca deberíamos desalentarnos en nuestra obra sólo porque no hayamos hecho lo suficiente ni porque no hagamos bien las cosas. Hay muchas cosas que no se pueden realizar ni hacerse bien simplemente con nuestro esfuerzo, ni se pueden cumplir exitosamente sólo con nuestro empeño. Más bien, lo que realizamos se basa en lo que somos. Así pues, aun si no hemos laborado muy bien ni hecho muchas cosas, no es necesario desalentarse, porque eso no sirve para nada.

  Por otra parte, deberíamos dedicar muchísimo esfuerzo en trabajar en nosotros mismos, lo cual incluye la manera en que nos conducimos y hacemos las cosas. Necesitamos un profundo conocimiento del Señor, necesitamos las experiencias de vida, necesitamos ser diestros al manejar los asuntos y necesitamos conocer a las personas adecuadamente. Deberíamos poner cierto empeño en aprender todos estos aspectos. Por ejemplo, un hermano, que estaba lleno de ambición tras completar el entrenamiento el año pasado, recientemente decidió retornar a su localidad y ser mejor que los otros. Esta clase de ambición no sólo es inservible, sino que también debería ser rechazada. La obra genuina no está determinada por nuestra ambición, sino por nuestra verdadera condición delante del Señor. El resultado de nuestra obra está determinado por el empeño que ponemos al laborar en la verdad, en la oración, en la búsqueda de la vida espiritual y en las medidas que tomamos respecto a cada asunto. Así pues, continuamente debemos procurar conocer al Señor, conocer la vida y conocer a las personas.

EL RESULTADO DE LA OBRA SE BASA EN EL OBRERO

  Los hermanos y hermanas jóvenes tienden a enfocarse en la ejecución de la obra. Sin embargo, más del noventa por ciento de la obra, cuando en realidad se lleva a cabo, depende de la diligencia que mostramos al estar en el espíritu, conducirnos en el espíritu, ser hábiles para hacer las cosas en el espíritu y aprender a conocer al Señor y a la gente. Mostrar esta diligencia tal vez no sea considerado como una labor, pero efectivamente nos permitirá hacer nuestra obra apropiadamente. Si desatendemos estas cosas y no les dedicamos ningún esfuerzo, sino que más bien sólo queremos hacer una obra, no lograremos realizar nada, y nuestra obra no producirá resultado alguno. El resultado de nuestra obra está basado íntegramente en el peso de nuestra obra, y el peso que tiene nuestra obra se basa por completo en lo que nosotros somos. En otras palabras, Dios se interesa más en lo que somos que en lo que hacemos. Lo que somos es más importante que lo que hacemos.

HACER UN VERDADERO ESFUERZO DELANTE DEL SEÑOR: LABORAR CON TODO NUESTRO ESFUERZO

  Los hermanos y hermanas jóvenes deben hacer un gran esfuerzo delante del Señor. En cuanto a nuestro vivir y nuestra manera de conducirnos, no necesitamos tener grandes ambiciones, con la esperanza de hacer una gran obra. Si esto es lo que nos interesa, deberíamos prepararnos para despertar de un sueño fútil. No necesitamos ser ambiciosos en la obra, ni necesitamos determinar nada. Más bien, simplemente debemos cultivar lo que somos de manera diligente. No deberíamos esperar hacer muchas cosas aquí en Taiwán para lograr algo en las iglesias, ni esperar alcanzar cierta etapa de la obra entre las iglesias a fin de llegar a ser el obrero más hábil y capaz. Todas estas expectativas son fútiles y deberían ser condenadas, pues todas provienen del concepto natural del hombre y de su vana imaginación.

  Cada uno de nosotros debería orar seriamente al Señor todos los días, pidiéndole que nos permita invertir nuestros esfuerzos en aprender cómo conducirnos, ir en pos de las experiencias de vida y adquirir el conocimiento de la verdad. También deberíamos pedirle al Señor que nos haga hábiles para hacer las cosas y perspicaces para conocer a las personas. Debemos poner nuestro mayor empeño en estos puntos. Como resultado, generaremos una obra aun cuando no llevemos a cabo grandes cosas. A la inversa, si ignoramos estos puntos y concentramos todos nuestros esfuerzos en trabajar, nuestra obra fracasará y no servirá para nada.

  De hecho, necesitamos emplear una gran cantidad de esfuerzos simplemente para aprender la manera de conducirnos. Como otro hermano que soy, con frecuencia voy a las casas de los obreros. Según mi observación, la manera en que los colaboradores se conducen manifiesta su carencia en varios aspectos. Perdónenme por decir esto: ellos no sólo son incompetentes en el estudio de la Biblia, sino que también están escasos en el conocimiento de la verdad. Además, tienen una manera muy pobre de conducirse. No están entrenados en lo que respecta a conocer y evaluar a las personas, ni en la forma de conducirse y hacer las cosas. Que el Señor tenga misericordia de nosotros a fin de poder recibir esta palabra con humildad.

  Que el Señor me cubra al exponerles un poco de mi testimonio personal en este asunto. Antes de ser salvo, cuando yo tenía nueve años de edad, el Señor me colocó en una situación donde tuve que trabajar para poder subsistir. Mientras trabajaba, aprendí algunas habilidades en torno a cómo manejar las cosas, y también aprendí como conocer a la gente. No me puedo jactar de ello, pero efectivamente me ayudó, incluso me fue de gran ayuda.

  El Señor puede dar testimonio por mí de que se produjo una obra cuando yo fui salvo, porque había tenido esta clase de preparación en mi carácter. En julio de 1932 fui llamado para hacer la obra del Señor. En aquel tiempo yo acababa de cumplir veintisiete años. Antes de ello, nunca había tenido el corazón para hacer ninguna clase de obra; nunca había tenido tal deseo interiormente. Sin embargo, por la misericordia del Señor, he estado plenamente ocupado con la obra desde el día que el Señor me llamó. Con un esfuerzo total de mi parte, he estado ocupado en ir en pos de la verdad, en leer la Biblia, en estudiar los asuntos espirituales y en descubrir el secreto de contactar a los demás. Si hacemos esto, seremos equipados con el conocimiento de la verdad de manera práctica y estaremos bien adiestrados en la manera de conducirnos y hacer las cosas.

EL EFECTO DE LA OBRA NO DEPENDE DE CUÁNTO HAGAMOS, SINO DE CUÁNTO APRENDAMOS

  Nunca deberíamos poner como meta el fruto, el resultado, de nuestra obra. Sólo el Señor sabe cuántas personas serán salvas a través de nosotros; nosotros no lo sabemos. Sólo el Señor sabe cuántas iglesias ayudaremos; nosotros no lo sabemos. No sabemos cuántas iglesias serán establecidas a través de nosotros, ni cuántos santos serán edificados por medio nuestro; esto depende del Señor. Además, sólo el Señor sabe la medida de verdad y el número de mensajes que serán liberados a través de nosotros; nosotros no lo sabemos. Lo único que sabemos es que debemos poner nuestro empeño en estos asuntos. Deberíamos poner nuestro empeño principalmente en aprender, y no en laborar.

  La obra no depende de cuánto nos esforcemos en ello; más bien, depende de cuánto aprendamos. El aprendizaje es la obra verdadera; la verdadera obra de servir al Señor es noventa y cinco por ciento aprendizaje, y cinco por ciento labor. Cuanto más aprendamos, tanto más eficaz será nuestra obra. Sin embargo, no deberíamos evaluar el efecto; debemos dejar que sea Dios quien lo valore, y la valoración de Dios será determinada ante el tribunal de juicio en el futuro. Nuestra mirada nunca debería estar fija en los resultados, sino en cómo nos conducimos, cómo nos ocupamos de la vida de Dios y cómo manejamos los asuntos. Finalmente, tenemos que prestarle atención a estos puntos y poner más de nuestro empeño en aprenderlos.

HACER UN ESFUERZO POR PRODUCIR SERVIDORES

  Recientemente, lidié seriamente con cierto hermano que era muy peculiar. No importa lo que se dejara en manos de él, siempre laboraba sin sentido común, sin consideración y sin discernimiento. Por consiguiente, el resultado era siempre caótico. Un día lo vi y le pregunté qué estaba haciendo. Dijo que estaba leyendo un libro espiritual. Yo le dije: “Usted debería aprender a hacer algo práctico”. Le dije que si él no aprendía a hacer las cosas, nunca podría salir de Taipéi. Él respondió: “Pero es que no tenemos suficientes servidores, ancianos ni responsables para las casas”. Esto deja ver nuestra verdadera condición. No tenemos suficientes responsables ni servidores porque el noventa por ciento del tiempo estamos dando mensajes, mientras que para aprender a conducirnos y hacer las cosas sólo ocupamos el diez por ciento. En otras palabras, nos esforzamos menos en lo relacionado con nuestra conducta y las cosas que hacemos, que cuando damos mensajes. Nuestra obra no puede producir servidores, porque somos inadecuados en la manera de conducirnos y hacer las cosas.

  La incapacidad de nuestra obra para producir personas útiles es un problema serio que no deberíamos ignorar. Si servimos en cierto lugar por dos o tres años sin producir un anciano o algunos servidores, ello se debe a lo que somos. Si alguien más estuviese en nuestra posición, probablemente produciría algunos ancianos muy útiles al cabo de un año o menos. En otras palabras, aquellos que sólo pueden dar mensajes, pero no tienen la habilidad ni la experiencia en la manera que se conducen y hacen las cosas, no pueden producir personas útiles. Por ejemplo, un albañil puede producir fácilmente unos cuantos obreros en menos de un año con sólo adiestrar algunos aprendices. Esto no lo conseguirá hablándoles a los otros, sino al guiarles en su labor. Esto es así aún más en la obra del Señor. Si los tratos aplicados a nuestra persona son insuficientes, si nuestro conocimiento de la verdad es deficiente, si nuestra forma de manejar los asuntos no es muy diestra ni experimentada y si nuestro conocimiento de las personas es superficial, no seremos capaces de producir personas útiles aun cuando conozcamos las doctrinas de los libros y podamos decírselas a los otros. Producir personas útiles requiere esfuerzo. Sólo los que se esfuerzan pueden producir personas útiles en la obra.

SER DILIGENTES EN CONOCER LA VERDAD Y LABORAR PARA APRENDER CÓMO CONDUCIRNOS Y HACER LAS COSAS

  Espero que podamos ver estas dos cosas en su conjunto. Tenemos que ser diligentes en conocer la verdad, y tenemos que laborar para aprender a ser hábiles en la manera en que nos conducimos y hacemos las cosas. Los mensajes que damos pueden despertar en las personas emociones que las motiva a amar al Señor, pero no pueden hacer que quienes han sido motivados sean perfeccionados y útiles. Para que ellos sean perfeccionados y lleguen a ser útiles, necesitamos trabajar delante del Señor. Después de hacer nuestro trabajo, debemos dedicarnos a laborar por un año y medio; mientras laboramos, debemos llevar a los santos con nosotros a fin de perfeccionarlos, así como un albañil lleva con él a sus aprendices para adiestrarlos. No es necesario abrir una escuela para enseñar a los santos, ni tener alguna clase de entrenamiento especial; más bien, podemos ser fructíferos simplemente al llevar a los santos con nosotros. Después que estén laborando con nosotros por un año o menos, serán perfeccionados y llegarán a ser personas útiles.

  Por una parte, los santos no pueden levantarse para servir al Señor después que sólo oyen un mensaje y han sido conmovidos; ellos aún deberán pasar por la etapa de la edificación. Ciertamente hemos sido muy deficientes en este aspecto. Por otra parte, no hemos efectuado una buena obra de perfeccionamiento en algunos de los santos que tienen un corazón para el Señor. Estos dos aspectos revelan nuestra deficiencia, y ésta se debe a que no hemos aprendido lo suficiente. Si estuviéramos más seguros en estos dos puntos, la mayoría de nuestros problemas desaparecerían.

LOS OBREROS NECESITAN APRENDER HACIENDO UN GRAN ESFUERZO

  Debido a que en varios lugares los obreros y servidores no han hecho gran esfuerzo, muchos santos no han sido perfeccionados, y el número de personas útiles es prácticamente cero. La escasez de personas útiles es un gran problema en las iglesias. La manera de solucionar este problema es que todos los obreros hagan un mayor esfuerzo por aprender.

  Recientemente, mientras tenía comunión con los hermanos sobre estos asuntos, todos estábamos afligidos interiormente. Tenemos al menos cien o doscientas personas en la mayor parte de las iglesias en Taiwán. Sin embargo, la mayor dificultad que enfrentamos reside en guiar a los responsables. Según nuestra situación actual, casi todas las ciudades principales tienen un obrero de tiempo completo. Sin embargo, si hubiera la necesidad de que éstos fuesen a otra área de la obra, la localidad en donde ellos están inmediatamente tendría una escasez de personas útiles. Éste es un problema serio. Si nuestra obra no puede producir personas útiles, los obreros se verán comprometidos y no podrán cooperar con el mover del Espíritu Santo.

  El número de diáconos es incluso un problema mayor. Hay una deficiencia significativa en el número de diáconos en todo lugar, porque no hemos invertido tiempo ni esfuerzo para perfeccionar a los santos mediante un entrenamiento práctico, a fin de ver quién tiene la capacidad para ser diácono. Tales personas no sólo escasean, sino que en algunos lugares ni existen. Como resultado, se han establecido iglesias en varios lugares, pero no tenemos colaboradores que puedan ser enviados a las iglesias para que les ayuden a producir santos útiles. Ésta es una carga muy pesada en nuestro ser, pero a la vez ninguno puede salir a hacer esta obra.

  Si nos remontamos a la fuente de estos problemas, veremos que la razón única y definitiva es que no hemos puesto el suficiente empeño. Por ejemplo, si alguien va a establecer una escuela en algún sitio, es fácil reclutar a los estudiantes; él sólo necesita colocar algunos anuncios y carteles en las calles, y la gente vendrá y se inscribirá. Sin embargo, después que los estudiantes se inscriben, el verdadero problema tiene que ver con enseñarles a los estudiantes y con organizar las clases, los dormitorios y los maestros. Reclutar a los estudiantes es fácil; instruirlos no lo es. Dar mensajes y predicar el evangelio son en cierto modo equivalentes a publicar anuncios para reclutar estudiantes. Después que la gente oye el evangelio, ellos son salvos y se sienten motivados en su corazón para amar al Señor, y luego que oyen un mensaje, ellos se vuelven fervientes y están dispuestos a servir al Señor. ¿Pero cómo deberemos guiarlos e instruirlos? ¿Cómo los conduciremos, poco a poco, por el camino correcto? Lo que hagamos dependerá de cuánto hayamos aprendido y de lo que nosotros seamos.

  He estado sopesando continuamente un asunto muy importante delante del Señor. ¿Deberían todos los colaboradores de toda la isla permanecer en Taipéi, aprender juntos y luego para finales del año regresar a sus respectivas localidades a trabajar, o deberían regresar ahora? Hay cosas que se necesitan hacer en las diversas localidades, pero temo que si no ponemos el suficiente empeño por aprender, no podremos alcanzar nuestra meta aun cuando tal vez deseemos ser rápidos. Así pues, hay dos principios básicos: primero, tenemos que aprender, y segundo, el aprendizaje requiere que nos esforcemos lo suficiente.

UN PRINCIPIO FINANCIERO: CADA IGLESIA DEBE SER INDEPENDIENTE

  Un hermano de cierta localidad habló del asunto de las finanzas, diciendo que los santos están agotados con respecto a cuidar de las finanzas y ofrendas de la iglesia, y parece que ellos ya no tienen las fuerzas para continuar. Esto parece comprensible, pero en principio quizá no sea lo correcto. En términos de la obra, los medios financieros pueden llegar al punto de agotarse, pero en términos de la iglesia, no deberían agotarse. Si los que están en una iglesia local no tienen el corazón para servir, esto no debe crear un problema financiero, y si ellos tienen el corazón para servir, deberán servir según la capacidad de los santos, en otras palabras, según la capacidad financiera de los santos. En cuanto al servicio, ninguna iglesia local debería recurrir a otras localidades por causa de las finanzas; en la Biblia no podemos encontrar el principio de que una iglesia dependa financieramente de otra iglesia. Una iglesia en una localidad es como una familia. Después que se establece una familia, ella no debe esperar ayuda de otras familias. No deberíamos tener tal actitud. De lo contrario, no seremos una familia, sino cualquier otra entidad. No se debe establecer una iglesia, si ésta no tiene la capacidad financiera. Si se establece una iglesia, ésta debe servir según su capacidad financiera. Éste es un principio importante.

  Hace pocos años atrás hicimos algo muy arriesgado en la obra con el fin de atender las necesidades de todas las iglesias en la isla de Taiwán. En aquel tiempo la situación general nos obligó a tomar cuidado de las necesidades financieras de las iglesias en Taiwán, e incluso de las necesidades financieras de sus locales de reunión. Al hacer esto, estábamos corriendo un gran riesgo, y temíamos que las iglesias nos malentendieran y pensaran que podían obtener ayuda financiera de la obra siempre que ellas tuviesen algunos servidores. Esta práctica no es según el principio rector en la Biblia, y da como resultado las “misiones”. El cristianismo en China tenía este concepto. Había una noción de que siempre y cuando los santos amaran al Señor y sirvieran a Dios celosamente, llovería el dinero de parte de otros países. Así pues, la gente edificaba locales de reunión en todo lugar, contrataba evangelistas, etcétera. Esta noción negativa fue producida por los misioneros occidentales que laboraban en China.

  Hay un principio muy importante relacionado con las finanzas. Dondequiera que los santos se levanten a servir a Dios como iglesia local, los santos locales deben asumir la responsabilidad del servicio y los gastos. Si los santos en una localidad no disponen de muchas ofrendas materiales, la localidad no debería tener mucho servicio. En el Antiguo Testamento todos los enseres que se hallaban en el tabernáculo de Dios provenían de los israelitas; no llovieron del cielo. Si una localidad no puede proveerse su propio dinero, no debemos esperar que el dinero venga de otros sitios. Éste es un principio básico.

  En adelante, los gastos destinados a la obra sólo pueden usarse en lugares con necesidades extremas; no nos es posible acomodar las localidades que tienen locales de reunión. Los hermanos que funcionan como responsables en los diversos lugares deben observar que cuando existe una mayor capacidad financiera se puede rendir un servicio mayor, pero que cuando ellos no tienen la capacidad, no es necesario que muchos sirvan. Por ejemplo, un hermano que sirve en algún lugar debe ser muy sencillo. Si él tiene los medio financieros, puede construir dos habitaciones pequeñas que sirvan como oficina administrativa de la iglesia; de lo contrario, no necesita hacer nada.

  Siempre que tengamos el dinero y la capacidad, podemos hacer más; si no tenemos la capacidad, debemos hacer menos. Por ejemplo, algunos hermanos de cierta localidad una vez tuvieron comunión con nosotros respecto a que deseaban tomar cuidado de los locales de reunión de otras dos iglesias. Les dijimos que sería mejor no hacer eso. Si las localidades no podían costear la renta, sería mejor que ellos se reunieran simplemente en los hogares de los santos, y si esto no fuera posible, deberían encontrar un lugar más económico. No estoy bromeando; esto se trata de un principio. Cuando el primer grupo de santos comenzó a partir el pan en Tsinan, ellos lo hacían en un cementerio que había en una colina remota. Se reunían en torno a una mesa usada para ofrecer sacrificios, y allí ponían el pan y la copa. Éste fue el comienzo de las reuniones en Tsinan. En aquel tiempo ellos apenas eran estudiantes muy pobres; más tarde, algunos de ellos vendieron sus ropas y poco a poco ahorraron dinero para un local de reunión. Ésta es la manera apropiada.

  Los santos en Taiwán actualmente no pueden ser más pobres que aquellos estudiantes. Un hermano me escribió, diciéndome que había ido a cierto lugar donde no había un local de reunión, y solicitaba mi ayuda. En aquel tiempo yo estaba en Asia Sudoriental. Cuando percibí el tono de petición, de inmediato lo rechacé. Agradecemos y alabamos al Señor que cuando nos rechazan, Dios toma cuidado de nosotros. En aquel lugar finalmente tienen un salón de reunión. Tenemos que aprender a esperar en Dios, y no confiar en el hombre. Estas decisiones recaen sobre los santos locales. Debemos dejar que los hermanos y hermanas vean que una iglesia debe ser financieramente independiente, de modo que se levanten a ejercer su función.

LA IGLESIA NECESITA CUIDAR DE LA OBRA DEL SEÑOR Y DE LA OBRA DE LOS OBREROS

  Actualmente, sólo unos cuantos hermanos que sirven a Dios a tiempo completo en los diversos lugares están siendo sustentados por las iglesias. Esto es incorrecto. Las iglesias deben volver a apoyar la obra del Señor. Al principio la obra se compadecía de la escasez financiera de los santos, y no queríamos poner la carga de la obra sobre los obreros mismos. Hasta ahora, las necesidades de los obreros han sido solventadas casi enteramente por la obra; más del noventa por ciento de sus necesidades corren a cargo de la obra. Sin embargo, en términos de los santos que se reúnen en cada localidad, es anormal que la obra sustente las iglesias. En general, las iglesias en Taiwán han sido muy bendecidas y están muy bien. Sin embargo, en el pasado las iglesias en Taiwán recibían el servicio de los obreros, pero sin tener en cuenta las necesidades de los obreros y de la obra, sin manifestar la más mínima preocupación por el vivir de los obreros. Esto es extremadamente anormal; y no debe ser nuestro caso. Traemos a colación esta deficiencia no con el propósito de solicitar la contribución de las localidades para la obra y los obreros, sino para que tengamos claridad en cuanto a la verdadera situación y podamos dar de manera apropiada.

  Por la gracia del Señor podemos decir una cosa con denuedo. Todas las iglesias en Taiwán tienen la capacidad de cuidar de las necesidades de la obra y de los obreros, y nuestro corazón para el servicio es incuestionable. Sin embargo, esta situación anormal de que las iglesias pidan para su sustento debe cambiar a una situación en la cual donen ofrendas para la obra y los obreros. Que los hermanos en todas las iglesias busquen la dirección del Señor y hablen claramente de esto a los santos. Sin embargo, no deberíamos dar a los santos la impresión de que les estamos pidiendo dinero; más bien, debemos ayudarles a ver que tienen una responsabilidad con respecto a la obra del Señor y a la obra de los obreros. Al mismo tiempo, deberíamos preguntarnos qué efecto habría en la obra del Señor si todas las iglesias y los santos en toda la tierra fuesen como los que están en Taiwán. ¿Cómo sobrevivirían los obreros del Señor? Tenemos que ayudar a los hermanos y hermanas a ver este asunto claramente.

  Lo que el Señor ha dado a las iglesias en Taiwán es rico, abundante y desbordante. Sin embargo, cuando hay alguna conferencia, la obra asume una gran cantidad de gastos; incluso nos encargamos del transporte de los participantes. No obstante, muy pocos santos se interesan por la obra. Todas las iglesias deberían tener una comunión normal acerca de las finanzas, a no ser que creamos que la obra no es de Dios. Siempre y cuando la obra sea de Dios, deberíamos tener comunión. Espero que los hermanos en todas las iglesias tengan más comunión sobre este asunto. Que todos practiquemos esto juntos en todo lugar a fin de que la obra del Señor y los obreros puedan recibir el cuidado apropiado.

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