Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Conocer la vida y la iglesia»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
21 22 23
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO SEIS

EL CAMINO Y LA VIDA DE LA CRUZ

  Lectura bíblica: Ro. 8:13-14; Gá. 5:16, 24

VER QUE HEMOS SIDO CRUCIFICADOS CON CRISTO

  En cierto punto de nuestra vida cristiana, el Espíritu Santo nos mostrará que hemos sido clavados a la cruz, aunque restringimos y obstaculizamos a Dios como vida. En otras palabras, a todo aquel que busca y sigue al Señor, el Espíritu Santo le mostrará una visión, una revelación, de que su persona fue puesta a muerte en la cruz de Cristo. Éste es un momento decisivo que todo el que ama y busca al Señor debe experimentar; es inevitable.

  Cuando somos salvos o reavivados, siempre tenemos cierta medida de celo, cierto amor por el Señor, un deseo de ir en pos de Él, un anhelo de seguirlo a Él y un fervor por expresarle nuestro amor a Él. Sin embargo, muy pronto descubrimos que lo que más obstaculiza al Señor es nuestro propio ser, aun cuando celosamente le buscamos y le seguimos. Vemos que no importa si somos buenos o malos, somos un obstáculo para el Señor. En este momento el Espíritu Santo nos mostrará que hemos sido crucificados. Con esta visión, pasamos a través de una puerta. A partir de este punto, comenzamos a tocar el camino de la vida en nuestra vida cristiana. También comprenderemos que en nuestra búsqueda y en nuestro amor por el Señor todo lo que sentíamos era celo y entusiasmo y que realmente no habíamos entrado en la senda de la vida. Cuando el Señor nos muestre tal misericordia, comprenderemos que es nuestra persona misma lo que más le obstruye y perturba.

  El Espíritu Santo nos mostrará que en este universo lo que más obstruye al Señor es nuestra persona. Entonces el Espíritu Santo abrirá nuestros ojos para mostrarnos a cabalidad que en la cruz se le dio muerte a nuestra persona. En este momento experimentaremos la muerte; pasaremos por una puerta y entraremos en la senda de la vida espiritual. Es aquí que comenzamos a tomar el camino de la vida espiritual. De aquí en adelante, el Espíritu Santo nos introducirá en el camino de la cruz cada día, y Él nos introducirá en la vida de la cruz.

LOS ASUNTOS ESPIRITUALES NOS REQUIEREN ENTRAR PRIMERO POR LA PUERTA Y LUEGO ANDAR EN EL CAMINO

  Cuando hablamos de la cruz, bien sea respecto al camino de la cruz o a la vida de la cruz, no nos referimos al sufrimiento, como es el pensamiento común. La cruz realmente se refiere a la muerte. El resultado final de la cruz en nosotros no es el sufrimiento, sino la muerte. Llevar la vida de la cruz y andar en el camino de la cruz significa que llevamos una vida diaria en la muerte y que tomamos el camino de la muerte. Para los incrédulos, esto es extraño, pero para los creyentes, quienes van en pos del Señor, ésta es una experiencia dulce y genuina.

  En otras palabras, si realmente hemos experimentado el camino de la vida y si el Espíritu Santo nos ha introducido en dicho camino, viviremos bajo la muerte y andaremos en ella cada día. Aunque podemos amar, buscar y seguir al Señor, el Espíritu Santo todavía deberá abrir nuestros ojos para mostrarnos que somos un obstáculo para Dios. En ese momento el Espíritu Santo también nos mostrará que fuimos crucificados y morimos en la cruz. Entonces pasaremos por la puerta.

  Sin embargo, pasar por la puerta no significa que todo esté completo y acabado. Pasar por la puerta es tan sólo una entrada; después de lo cual todavía necesitamos andar en el camino. En los asuntos espirituales no se anda en el camino y luego se entra por la puerta; en vez de ello, entramos por la puerta y luego andamos en el camino. Mateo 7:13-14 habla de este principio: entramos por la puerta estrecha, y luego andamos en el camino angosto. En nuestra vida cristiana el Espíritu Santo finalmente nos conducirá por la puerta de la cruz, y luego nos llevará a tomar el camino de la cruz. Esto significa que el Espíritu Santo nos llevará a un punto en donde vemos que fuimos crucificados con Cristo en la cruz. Después de ello, conoceremos la cruz y la muerte de cruz, y el Espíritu Santo introducirá todo nuestro ser en el camino de la cruz. Entraremos por la puerta y andaremos en el camino de la muerte. Es en esta coyuntura que realmente empezamos a tomar el camino de la cruz y llevar una vida de la cruz. En otras palabras, entraremos en la muerte, y el efecto de la muerte se manifestará en nosotros cada día. La muerte de Cristo se centrará en nosotros y nos juzgará, poniéndonos en la muerte, aniquilando nuestros pensamientos, opiniones, preferencias, decisiones y emociones; dará fin a todos nuestros gustos y aversiones. Esta muerte, que es efectuada en el Espíritu Santo y por Él, es como una filosa cuchilla de afeitar, como un cuchillo filoso, que de continuo hace una obra aniquiladora en nosotros. Ésta es la cruz.

  En los asuntos espirituales necesitamos pasar por la puerta y luego andar en el camino. Considere el asunto de la oración. Muchos no saben cómo orar cuando recién creen en el Señor, así que ellos, antes de comenzar a orar, imitan las oraciones de otros e incluso las anotan. Después que han imitado a otros por cierto tiempo, el Espíritu Santo los llevará a un punto en donde pasarán por la puerta. Una vez que ellos conozcan el propósito de la oración y tocan el secreto de la oración, sabrán cómo orar. Sin embargo, esto no significa que se hayan graduado en la práctica de la oración y ya no necesitan orar. A partir de entonces, ellos necesitan llevar una vida de oración, necesitan orar diariamente para avanzar en el camino de la oración.

  Lo mismo se aplica a nuestra experiencia de la fe. Muchas personas salvas oyen la verdad del evangelio y entonan cánticos de fe, pero no viven por fe. Sin embargo, un día ellos son alumbrados por el Espíritu Santo y empiezan a conocer la realidad de la fe, de manera que ellos creen totalmente en Dios, confían en Dios y prueban la fidelidad de Dios. Sin embargo, esto no significa que se hayan graduado en términos de su fe. Al contrario, apenas están comenzando a entrar en una vida de fe. Es en este momento que ellos pueden comenzar a llevar una vida de fe y andar en la senda de la fe. En los asuntos espirituales primero pasamos por la puerta y luego andamos en el camino. Por consiguiente, en nuestra experiencia de la muerte de Cristo y de ser puestos a muerte en la cruz, primero pasamos por la puerta y luego andamos en este camino en la vida divina.

  Muchos cristianos han sido salvos por cinco, diez o incluso veinte años, y no han pasado por la puerta de la cruz. Ellos son cristianos celosos. Ellos aman al Señor y le buscan, y predican el evangelio. Sin embargo, muy pocos han experimentado al Señor en lo que respecta a pasar por la puerta de la cruz. En todas partes conocemos cristianos que son celosos, aman al Señor, buscan al Señor, predican el evangelio, salvan almas y ayudan a los santos. Pero es muy difícil conocer un santo que haya pasado por la puerta de la cruz y que conozca la muerte de cruz.

  Algunos preguntan: “¿Cómo podemos saber si alguien ha pasado por la puerta de la cruz?”. Cuando tenemos contacto con alguien que ha pasado por la puerta de la cruz, de inmediato percibimos en él la marca de la cruz, el trato disciplinario de la cruz y el quebrantamiento de la cruz. En él hay una marca de la cruz producida por la obra de la cruz. Aun si él sólo ha pasado por la puerta de la cruz, y ésta no ha hecho una obra muy profunda, ni de gran alcance, todavía es posible percibir que él ha pasado por la puerta de la cruz. Dado que él ha pasado por la puerta, él conoce algo de la cruz y del significado de ser crucificado con Cristo. De manera que, él espontáneamente comienza a tomar el camino de la cruz y vivir una vida de la cruz.

EXPERIMENTAR SER PUESTOS A MUERTE POR LA CRUZ

  El significado de la cruz es la muerte, y la función de la cruz es darnos muerte. Cuando el Señor Jesús estaba en la cruz, Él no sólo estaba sufriendo; Él moría. El significado consumado acerca de que el Señor Jesús estuviese en la cruz se relaciona con la muerte. La muerte de cruz es aplicada a nosotros mediante el poder del Espíritu Santo, y su eficacia consiste en darnos muerte, en aniquilarnos. Cada día el Espíritu Santo opera a fin de forjar la cruz de Cristo y la muerte de cruz en nuestro ser, de modo que cada parte de nuestro ser pueda ser introducida en la muerte.

  La verdad en cuanto a la muerte no es un asunto sencillo. La muerte de ninguna persona es simple y sencilla. En nuestra experiencia espiritual, cuando el Espíritu Santo nos alumbra para ver que hemos sido crucificados, nos regocijamos, estamos contentos y alabamos al Señor. Muchos santos han tenido esta experiencia. Cuando comenzamos a ver que fuimos crucificados con Cristo, alabamos y nos regocijamos. Hace veinte años atrás, cuando yo recibí esta luz, me hallaba en mi estudio, y sentí tanto gozo y exultación que estuve saltando, corriendo, alabando y dando gracias. Aun cuando yo era una persona corrupta, llena de injusticias, que ofendía a Dios, se oponía a Dios y que era incurable, aun así vi que yo estaba crucificado. Aun una persona como yo había sido aniquilada en la cruz. El Señor dijo: “Tú has muerto”, y yo también dije: “He muerto”. Creí la palabra del Señor. En aquel día yo morí. Esto me hizo regocijar en exultación; estaba más contento que cuando fui salvo. Sin embargo, después de un corto tiempo, comprendí que yo seguía vivo y que no había muerto. Era el mismo de antes, y no había cambiado en nada. Por lo cual me sentía confundido. Continué fracasando, y mis fracasos eran mayores, más serios y más graves que antes. Aunque vi que había sido crucificado con Cristo, comprendí que yo seguía viviendo.

  Entonces el Espíritu del Señor me mostró que morir con Cristo implica más que sólo pasar por la puerta de la muerte. Todavía necesitaba ser guiado por el Espíritu a fin de andar en el camino de la muerte y llevar la vida de la muerte. Desde ese día en adelante, el Espíritu aplicó y forjó la muerte en mí. La muerte comenzó a operar y a surtir efecto en mí. Tal operación me daba muerte cada día, aniquilando cada parte de mi ser. El primer día dio muerte a algunas de mis emociones; al día siguiente aniquiló algunas de mis opiniones; al otro día dio muerte a algunos de mis pensamientos; y otro día puso fin a varios de mis conceptos. Los elementos de mi persona estaban siendo aniquilados a diario. El Espíritu Santo usó la muerte de cruz, la cual yo había visto, para hacer una obra aniquiladora y darme muerte. La aniquilación efectuada por el Espíritu gradualmente se hizo más profunda, más fuerte y más intensa. El Espíritu operaba en mí continuamente. En términos de mi vivir, yo vivía bajo la cruz cada día; en términos de mi andar, cada día me hallaba en el camino de la cruz.

  Algunos podrían preguntar: “¿Qué significa aplicar la muerte de la cruz a fin de hacer morir el elemento natural en nosotros? ¿Qué significa que la cruz nos dé muerte cada día?”. Como ejemplo, digamos que un hermano ve la visión de que él ha muerto con el Señor y comprende que ha sido crucificado con Cristo. Él se dirá para sí que él ha visto el asunto de su muerte y de su aniquilación en la cruz. Ésta es la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, cuando se despierta a la mañana siguiente, él tiene en mente hacer esto y aquello, y decidirá lo que va a hacer con base en sus propios gustos y aversiones. Sin embargo, mientras él está pensando y decidiendo, percibe de forma maravillosa que el Espíritu Santo está obrando en él, como si el Espíritu Santo estuviese hablándole y preguntándole: “¿Es éste tu pensamiento o el de Cristo? ¿Es ésta tu decisión o la del Señor? ¿Son éstos tus gustos y aversiones o los del Señor?”. El Espíritu Santo operará en él de esta manera. Si él piensa y elige según sus propias elecciones y preferencias, el Espíritu Santo luchará enérgicamente contra él, y el Espíritu lo detendrá, lo condenará y lo reprenderá. Por consiguiente, el hermano sabrá claramente que sus preferencias no son las del Señor.

  Mientras el Espíritu Santo opera, resplandece y reprende de esta manera, y el hermano confiesa sus pecados, en él se está llevando a cabo una obra aniquiladora imperceptible, la cual pone un clavo en sus ideas y opiniones. Aun cuando el Espíritu Santo lo condena, él sigue teniendo una voluntad férrea y sigue aferrado a su opinión. No obstante, aun cuando él insiste en su opinión, ahora ésta tiene un agujero y ha cambiado un poco. El Espíritu Santo ha realizado una pequeña obra de aniquilación y quebrantamiento. Si él sigue así, el Espíritu Santo operará con mayor intensidad en este hermano hasta que sea conquistado interiormente por el Espíritu. Entonces él se postrará y dirá: “Oh Señor, Te doy gracias y te alabo. Ya estoy en la cruz, y he sido crucificado”. Sus ideas, opiniones y pensamientos estarán crucificados, y sus gustos y aversiones también estarán en la cruz. La cruz puede penetrarle a tal grado que sus preferencias, su voluntad, su mente y todo su ser serán afectados. Éste es el Espíritu Santo que opera y aplica la muerte de cruz en él, la cual produce el efecto de hacer morir sus pensamientos, sus preferencias y su yo. Después de esta experiencia, habrá un poco más de agujeros y fisuras en el ser interior de este hermano, puesto que él ha sido quebrantado un poco más.

  Aunque él todavía vive y anda, ha recibido cierta luz acerca de la cruz y ha experimentado la cruz un poco. Sin embargo, la mayor parte de su elemento natural sigue existiendo y está presente en la vida que él lleva. Su yo se levanta de manera inconsciente y continúa dando opiniones, tomando decisiones, y eligiendo. Sin embargo, el proceso de la muerte también se repite en él. Con base en que el hermano ha visto la cruz, el Espíritu lo alumbrará, y la luz lo condenará y le preguntará: “¿Proviene esto de ti o del Señor? ¿Eres tú, o es Cristo?”. En un momento determinado, él será conquistado y subyugado otra vez, y de nuevo él se postrará y dirá: “Oh Señor, Te doy gracias y te alabo. Mi persona ya está en la cruz”. De ahí que, sus preferencias, pensamientos y opiniones serán puestos a muerte en la cruz, y él recibirá y experimentará la cruz otra vez. A medida que el Espíritu Santo intensifica Su obra en él, la marca y el quebrantamiento de la cruz en él se profundizarán. Experimentará otro quebrantamiento más, y más de su propio elemento será puesto a muerte. Por consiguiente, poco a poco, día tras día, y evento tras evento, él experimentará la cruz en el Espíritu Santo.

LA VERDAD DUAL DE LA CRUZ

  Podemos ver que Pablo en sus epístolas habla de la cruz de dos formas diferentes. Primero, él habla de que fuimos crucificados con Cristo; esto fue llevado a cabo por Cristo. Cuando Cristo fue crucificado, nos llevó consigo a fin de que muriésemos en Él. Esto es un hecho cumplido, y simplemente debemos creer y recibirlo. Romanos 6:6 dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él”, y Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”. Ambos versículos hablan de este hecho logrado por Cristo. Pablo también habla de la cruz en 5:24, que dice: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias”. Romanos 8:13 dice: “Por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo”.

  Algunos que enseñan la verdad en cuanto a la cruz cometen el error de hablar solamente de un aspecto de esta verdad hallada en la Biblia. Algunos sólo hablan del logro eterno de Cristo mediante Su crucifixión en la cruz. Ellos dicen que no necesitamos ser crucificados, porque sólo debemos recibir este hecho cumplido. Esto es cierto, pero éste es sólo un lado de la verdad. No basta simplemente con saber un lado de la verdad, debido a que en las epístolas que Pablo escribió se expone otro lado. Romanos 6:6 dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él”, pero Romanos 8:13 dice: “Si por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo, viviréis”. Por una parte, fuimos crucificados en la cruz; por otra, también debemos hacer morir los hábitos del cuerpo por el Espíritu. Hacer morir los hábitos del cuerpo por el Espíritu indica que debemos cooperar con el Espíritu para hacer morir nuestra carne, lo cual equivale a dar muerte a una parte de nuestro elemento. Esto significa que nosotros nos damos muerte y que también el Espíritu nos da muerte.

  Mediante el Espíritu Santo somos iluminados en cuanto al hecho logrado por Cristo. Esto nos permite pasar por la puerta. Luego, el Espíritu ejecuta y forja este hecho en nosotros interiormente, de modo que condenamos lo que el Espíritu condena, censuramos lo que el Espíritu censura y damos muerte a lo que el Espíritu da muerte. Es así como experimentamos la muerte de cruz.

EL CAMINO Y LA VIDA DE LA CRUZ

  El día que vi la luz de la cruz y el hecho de que yo había muerto con Cristo en Romanos 6, me llené de gozo, gracias y alabanzas. No obstante, tan sólo estaba pasando por la puerta; ése era un lado de la verdad. En aquel tiempo no vi el otro lado de la verdad, es decir, que yo necesitaba tomar el camino de la cruz. Sólo vi que la muerte de Cristo me había aniquilado y había resuelto todo. No obstante, a la mañana siguiente aun antes de bajar por las escaleras, vi que yo seguía vivo. No comprendí que después de haber pasado por la puerta, yo necesitaba andar en el camino. El Espíritu Santo me ayudó a pasar por la puerta, pero ahora necesitaba que Él me guiara para poder andar en el camino. Sin embargo, dado que el Espíritu Santo quería aplicar la cruz en mí y diariamente me alumbraba con la luz de la cruz, esta luz me cuestionaba, condenaba y reprendía, y cuando yo externaba alguna preferencia u opinión me mostraba lo que procedía de mi yo. Cuando estuve dispuesto a obedecerle a Él y a cooperar y laborar con Él, me postré y dije: “Amén, Señor, pondré este asunto en la cruz”. Lo condenaré y lo crucificaré.

  A medida que cada día yo era puesto a muerte y recibía luz y dirección, y estaba cooperando con la obra continua del Espíritu Santo de aniquilarme y ponerme a muerte, la muerte de la cruz estaba siendo constituida en mí. Por lo tanto, esta obra de aniquilarme y darme muerte en el Espíritu, conforme al Espíritu, por el Espíritu y mediante el Espíritu, se cumplía en mí cada día. Esto no se trataba de dar muerte a otros, sino de aniquilar y hacer morir mi propio elemento interior. Éste es el camino de la cruz y la vida de la cruz; ésta es la dirección que el Espíritu Santo nos da cada día.

  Un hermano que ha visto la luz de la cruz puede todavía reñir con su esposa en la casa debido a que las riñas concuerdan con su ser natural. Sin embargo, cuando él riñe con su esposa, el Espíritu Santo hará resplandecer la luz de la cruz en él, y le preguntará: “¿Procede esto de Cristo o de ti mismo?”. Cuando el Espíritu le alumbre y le cuestione de esta manera, él será traspasado por la cruz y será incapaz de seguir peleando con su esposa. Mientras él siga peleando, el Espíritu Santo seguirá preguntándole: “¿Eres una persona crucificada? ¿Sigues colgado en la cruz? ¿Dónde está la luz de la cruz que recibiste?”. A medida que el Espíritu Santo lo cuestione, él perderá su capacidad de pelear. Cuando se presente la situación, el Espíritu Santo le preguntará: “¿Procede esto de ti o de Cristo? ¿Eres una persona crucificada? ¿Es esto lo que significa ver la luz de la cruz?”. Por lo tanto, aun si él va en un autobús, él podrá confesar, y cuando vuelve del trabajo a su casa, el Espíritu Santo le preguntará: “¿Le preocupa su prestigio a una persona crucificada? ¿Seguirás estorbando al Espíritu porque rehúsas ofrecer disculpas?”. Después de tal interrogatorio, él se someterá al Señor y le ofrecerá disculpas a su esposa. Si una persona prefiere salvar su prestigio, ella no tiene a Cristo; si lo tuviese, ella sería capaz de disculparse. Cuando cooperamos con el Espíritu viviente, el Espíritu Santo dará muerte a nuestro prestigio y a cualquier intento por salvarlo. Ésta es la experiencia y la vida de la cruz.

LA CRUZ TRAE CONSIGO LA VIDA DE RESURRECCIÓN

  Todas estas experiencias cristianas son preciosas y hacen que pasemos por la muerte. Cuando más pasemos por la muerte, más vida expresaremos desde nuestro interior. Por ejemplo, ese mismo hermano que riñe con su esposa, también se esfuerza por expresar al Señor y por permitir que la vida del Señor fluya. Sin embargo, su fuerza natural no es suficiente para expresar a Cristo y dejar que Su vida fluya. No obstante, una vez que él esté bajo la disciplina del Espíritu Santo, el Espíritu le capacitará para que coopere con el Espíritu Santo y se someta a Él. Entonces su esposa percibirá que de él emana un sabor de Cristo, y verá en él un poco de la vida de Cristo porque la muerte de la cruz se ha hecho real en él y está tomando lugar en él. La cruz trae consigo ambas cosas: la muerte y la expresión de la vida de resurrección.

  El Espíritu nos conducirá a la muerte de la cruz hora por hora y día tras día. Ésta es la dirección del Espíritu Santo y también es la obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo que está en nosotros quiere introducirnos en la muerte a cada momento. Cuanto más intensa sea la obra del Espíritu Santo en nosotros, más intensa será nuestra experiencia de la cruz. Sin la muerte de cruz, la obra del Espíritu Santo no puede efectuarse; siempre y cuando el Espíritu Santo obre, seremos puestos a muerte por el Espíritu.

  Desde la mañana hasta la noche y desde la noche hasta la mañana, el Espíritu Santo está obrando en nosotros. Él requiere que recibamos la cruz, y Él nos pone en la muerte de cruz. Cuando la muerte opera en nosotros, la vida de resurrección puede ser manifestada (2 Co. 4:11-12). El camino de la vida es la muerte, y la muerte es el camino de la vida. Cuando andamos en el camino de la vida, andamos en el camino de la muerte de cruz. La vida cristiana consiste en llevar una vida de la operación de la cruz y una vida de la operación de la muerte. Cada día experimentamos la muerte en el Espíritu Santo, y vivimos y andamos bajo la muerte. La muerte trata con nuestra persona. Si recibimos estos tratos y somos quebrantados, la vida de Dios en nosotros tendrá un camino libre y allanado. ¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros!

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración