
Los santos necesitan ver el punto básico de que la iglesia es Cristo mismo, es decir, Cristo mismo en los santos. Aun cuando es un asunto muy básico, la iglesia es un tema extraordinario. Debemos acudir al Señor buscando Su misericordia para poder ver que la iglesia no es otra cosa que Cristo. Todo lo que no corresponda a Cristo no es la iglesia. Esto podría hacer que algunos pregunten: “¿Qué es Cristo?”. Cristo es Dios hecho carne, y Dios hecho carne es Dios mezclado con el hombre.
Dios estableció una ley especial en el universo cuando creó todas las cosas: todo es “según su especie” (Gn. 1:11-12, 21, 24-26). Dios no mezcla dos cosas de especies diferentes; Él quiere que todo sea según su especie. Sin embargo, Dios también tiene la gran intención de mezclarse a Sí mismo con el hombre; quiere mezclar la divinidad con la humanidad para hacer de ellas una unidad. El fruto de tal mezcla contiene tanto el elemento del hombre como el elemento de Dios. Tanto Dios como el hombre están incluidos en esta mezcla.
En la salvación que Dios efectúa, la única meta que Él desea alcanzar, lo único que quiere lograr, el único resultado que quiere producir en el universo consiste en mezclar las naturalezas divina y humana como una unidad. Aparte de esta mezcla, Dios no permitirá que dos cosas diferentes se mezclen para formar una sola. El misterio de la salvación depende de que Dios y el hombre lleguen a ser uno. El centro de la salvación depende de que Dios se forje en el hombre y mezcle al hombre con Él. Lamentablemente, muchos santos no ven este asunto, pero si se quitase dicho asunto a la salvación efectuada por Dios, ésta dejaría de existir. Esta salvación ya no estaría disponible si le restamos el hecho de la unión de Dios con el hombre, la mezcla de Dios mismo con el hombre. El misterio de la salvación efectuada por Dios, el centro de la salvación, el misterio de la vida y el misterio de la unión depende de este punto: Dios entra en el hombre y se mezcla a Sí mismo con el hombre a fin de que los dos lleguen a ser uno solo.
En la mezcla de Dios con el hombre, el primer paso se dio con una persona, esto es, con Jesús el nazareno, Aquel que es Cristo. Cristo es Dios hecho carne, la mezcla de Dios con el hombre. Cuando Jesús el nazareno estaba en la tierra, habría sido correcto decir que Él era un hombre, pero también habría sido correcto decir que Él era Dios (Jn. 1:1, 14). Él es Dios y hombre juntamente mezclados. Después de la muerte y resurrección de Cristo, este principio que se dio en Cristo se expandió mediante el agrandamiento de la mezcla de Dios y el hombre. Todos los salvos somos Su expansión y agrandamiento.
Mediante la muerte y resurrección de Cristo, Dios en el Espíritu Santo ha entrado en miles, incluso millones, de personas y se ha mezclado con ellas. El resultado de esta mezcla es un Cristo agrandado. Este Cristo agrandado es un Cristo misterioso, un Cristo corporativo. Cuando Dios se hizo carne en Belén, el resultado de la mezcla de Dios con el hombre era pequeño e individual. Pero mediante la muerte y resurrección de Cristo, Dios en el Espíritu Santo ha entrado en millones de personas y se ha mezclado con ellas. El resultado de esta mezcla es un Cristo agrandado, un Cristo universal, un Cristo misterioso. Este Cristo es la iglesia, que también es llamada el Cuerpo de Cristo. La iglesia es el Cristo agrandado, y este Cristo agrandado es igual a Cristo.
Después de recibir esta palabra, tenemos que aplicarla. Por ejemplo, una persona que estudia matemáticas puede entender las teorías de matemáticas, pero todavía debe resolver los problemas de matemáticas y aplicar las teorías de manera práctica. Todos los hermanos que sirven en la iglesia deberían prestar mucha atención a la medida en que nuestro servicio contiene el elemento del hombre y el elemento de Dios. Cuando servimos en nuestra localidad, a menudo se requiere guiar a los santos para realizar un servicio en conjunto, y también hacer algunos arreglos respecto a los hermanos que ejercen la función de diáconos. Deberíamos disponer estas cosas según la mezcla de Dios y el hombre en nosotros. Estas disposiciones de índole práctico no deben provenir del elemento humano de algún hermano, sino de la mezcla de Dios y el hombre.
Si cuando hacemos las cosas sólo podemos percibir nuestro yo, eso no es la iglesia. La iglesia es una entidad compuesta de la mezcla de Dios con el hombre, un organismo constituido de la mezcla de Dios con el hombre. Si Dios no está en nuestros actos, eso no es la iglesia. La iglesia es una entidad compuesta de la mezcla de Dios con el hombre. La naturaleza de la iglesia es Dios mezclado con el hombre; ella es la mezcla de Dios con el hombre.
La situación actual del cristianismo es muy caótica. Todos dicen estar en lo correcto, y parece como si fuese muy difícil juzgar quien está en lo correcto y quién está equivocado. Sin embargo, si tenemos perspicacia y conocimiento espirituales, sabremos lo que es la iglesia. Todo tiene su propia naturaleza, y su naturaleza determina lo que es. Si pintamos dos sillas con una pintura dorada, quizás algunos piensen que las sillas están hechas de oro porque sólo ven el color exterior. Sin embargo, la determinación final dependerá de la naturaleza de las dos sillas. Hoy en día, si algunos ponen un rótulo que indica que ellos son la iglesia, no significa necesariamente que sean la iglesia. Si una persona los contacta, sabrá si en realidad ellos son una secta, ya que una secta tiene una creencia especial, un nombre especial o una comunión especial.
No deberíamos juzgar tomando como base las apariencias externas sin tomar en cuenta la naturaleza interna. Por esta razón, no importa dónde estemos, necesitamos preguntarnos si la naturaleza de nuestra iglesia es la mezcla de Dios con el hombre o meramente el elemento de nuestro yo. Si todo lo que tenemos es nuestro yo, eso muestra que no tenemos la naturaleza de la iglesia, y no somos la iglesia. Una taza de té es la mezcla de té y agua. Si una taza de agua sólo tiene el color del té, mas no el sabor del té, ésta no es una taza de té. La iglesia es la mezcla de Dios con el hombre; la iglesia es Cristo, el Cuerpo de Cristo y la plenitud de Cristo. La porción que fluye de Cristo hasta desbordarse es la iglesia; la iglesia es Cristo mismo.
Cuando tenemos algunas actividades en la iglesia, ya sea que eso involucre una decisión, una disposición o una sugerencia, siempre debemos tener presente que Dios tiene que mezclarse con nosotros, que tenemos que mezclarnos con Dios y que tenemos que someternos a Dios. Podemos tomar alguna disposición, pero deberíamos poder decir: “Yo estoy mezclado con Dios y vivo en Dios”. Necesitamos primero orar y preguntarle: “Oh Señor, ¿te agrada este asunto? ¿Es así como Tú quieres decidir esto? ¿Es así como Tú quieres disponer las cosas? ¿Es esto lo que Tú quieres hacer?”. Necesitamos percibir de continuo la presencia del Señor en nuestro ser, y necesitamos poner bajo Sus pies, bajo el Señor mismo, todas nuestras perspectivas, opiniones, planes e ideas, y someternos a Su luz. No deberíamos escoger por nosotros mismos; en vez de ello, deberíamos escoger lo que Dios elige, sugerir lo que Dios sugiere y decidir lo que Dios decide. Entonces podremos ver que los hermanos se mueven en la tierra según la mezcla de Dios y el hombre.
Si Dios encuentra una persona en la tierra y se mezcla con ella, tal persona ciertamente se halla en el mover de Dios. Tal mover viene a ser el mover de la iglesia. Este punto es sumamente crucial y muy avanzado, a saber: la iglesia es Cristo, es la mezcla de Dios con el hombre.
La iglesia es la mezcla de Dios con el hombre, pero un principio muy importante en esta mezcla es la sujeción del hombre a Dios. La mezcla de Dios con el hombre requiere que el hombre se someta a Dios, no que Dios se someta al hombre. Muy a menudo la gente pregunta: “¿Por qué en la iglesia no hay igualdad entre el hombre y la mujer?”. En una ocasión una hermana de edad avanzada me preguntó: “¿Por qué Dios quiere que las hermanas se sometan a los hermanos?”. Así que yo le pregunté: “¿Por qué sus ojos están colocados bajo sus cejas?”. Ella respondió: “Olvídelo; usted siempre gana”. La relación entre el esposo y la esposa es una descripción exacta de la relación que existe entre Cristo y la iglesia. La sujeción que la esposa tiene frente a su esposo representa la sujeción que la iglesia tiene frente a Cristo.
Efesios 5:31 dice: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”. Puesto que la esposa y el esposo llegan a ser uno solo, ¿quién es la cabeza? Si un mismo cuerpo tuviera dos cabezas, eso sería monstruoso. En la boda la novia por lo general cubre su cabeza con un velo. ¿Por qué el novio no cubre su cabeza? Cuando dos personas están casadas, la cabeza de una debe estar cubierta porque solamente puede haber una cabeza en la pareja, aunque antes cada quien tenía su propia cabeza. Cuando una pareja está casada, ellos declaran ante el universo que los dos han llegado a ser uno; esto es, tienen una sola cabeza. No obstante, debemos preguntarles a los hermanos casados que tienen cierta experiencia en su vida matrimonial si su matrimonio tiene dos cabezas o una sola. En los hogares de los santos, a menudo vemos muchas cabezas; por eso mismo, hay muchos problemas. Tener más de una cabeza hará de nuestra vida un asunto muy complicado.
Necesitamos preguntarnos si en nuestra vida matrimonial hay dos cabezas o una sola. Temo que algunos dirán que tienen por lo menos una cabeza y media, una cabeza es la del hermano y la otra media cabeza es de la hermana. Las hermanas necesitan cubrirse esa “media cabeza”, a fin de no hacer nulo el significado de cubrirse la cabeza.
El universo tiene leyes. Es algo maravilloso que en todo lugar y a través del tiempo, las novias se hayan cubierto la cabeza durante la boda. Según la luz de Dios, cuando dos personas se casan, las dos llegan a ser una sola. Solamente hay una cabeza, no dos. A fin de que haya una sola cabeza, la segunda debe ser cubierta. Éste es un cuadro que describe cómo Cristo y la iglesia vienen a ser uno solo. Cuando la pareja llega a ser una sola carne, una cabeza deberá estar cubierta. La iglesia no es la cabeza; antes bien, Cristo es la Cabeza de la iglesia. Cristo es la Cabeza de la iglesia, y la iglesia es Su Cuerpo. Así como la iglesia se somete a Cristo, la esposa debe someterse a su esposo. Los dos llegan a ser uno. Así pues, a fin de que Dios y el hombre se mezclen para ser uno, el hombre necesita obedecer a Dios y someterse a Él.
Tal vez algunos pregunten: “Si una mujer se somete a su esposo, ¿se vuelve ella una persona sin ningún grado de conciencia? ¿Se vuelve como una silla que no tiene sentimientos respecto al sitio dónde se le coloca y al uso que se le dé?”. Ésta no es una idea razonable, porque las hermanas tienen su mente, parte emotiva y voluntad. Una hermana que se somete a su esposo no deja de usar su mente, parte emotiva y voluntad; más bien, esto quiere decir que ella acepta la voluntad de Dios, la perspectiva de Dios y se somete a Él. Cuando Dios se mueve en el interior de ella, su voluntad se somete a la voluntad de Dios, y su mente acepta el pensamiento de Dios. Ella deja de interesarse por sí misma. Esto puede compararse al proverbio chino que dice: “El esposo canta, y la esposa le sigue”.
Debemos someternos a Dios, pero esto no significa que no tenemos conciencia, ni opciones, ni preferencias ni ideas. En una iglesia fuerte y espiritual, los creyentes tienen muchas opciones, preferencias e ideas; sin embargo, las opciones que ellos eligen son las que Dios elige, sus preferencias son las preferencias de Dios, y las ideas de ellos son las ideas de Dios. Exteriormente, da la impresión de que solamente la iglesia se está moviendo, pero en realidad Dios está mezclado con ella y está moviéndose en ella. En lo que se refiere a estos cristianos, Dios está mezclado con ellos en su vivir y mover. El mover que ellos llevan a cabo es el mover de Dios con el hombre; los dos han llegado a ser uno. Por esta razón, en lo que respecta a esta iglesia, ella verdaderamente es el hombre y Dios. No importa cómo la veamos, ella emana un sabor especial tanto de Dios como del hombre. Siempre deberíamos recordar este punto.
Si vamos a cierto lugar y descubrimos un grupo de cristianos que tienen gran celo, no deberíamos alabarlos rápidamente, diciendo: “Todas las iglesias deberían tener esta clase de celo; ésta es la condición apropiada de la iglesia”. No deberíamos reaccionar rápidamente. En vez de ello, deberíamos preguntarnos: “¿Este celo surge sólo del hombre, o ha sido inspirado por el amor de Dios en ellos?”. Éstas son dos fuentes diferentes. Algunas expresiones de celo proceden únicamente del hombre, pero otras proceden del amor que el hombre tiene para con Dios y de que está sujeto bajo la mano de Dios, lo cual es resultado de la operación de Dios en el hombre. Las dos expresiones son diferentes; una proviene del celo del hombre, la otra proviene de la mezcla de Dios con el hombre. La primera expresión no es propia de la iglesia, pero la última sí es de la iglesia. Éste es un asunto extraordinario y un principio crucial. Tenemos que guardar este principio.
Si queremos saber si la iglesia en una localidad es la iglesia, debemos aferrarnos a este principio de que la iglesia es la mezcla de Dios con el hombre, y que el mover de la iglesia es el mover de la mezcla de Dios con el hombre. No es sencillo ni fácil emitir un juicio basado en este principio, y si somos descuidados y negligentes, podemos cometer errores fácilmente. Deberíamos tomar esto como un principio básico, pero sin emitir ningún juicio basado en este principio de manera ligera y descuidada.
Si un grupo se llama a sí mismo la iglesia, su condición interior, sus actividades y todo lo relacionado con él debe ser según la Biblia. Según la Biblia, la iglesia local no debería tener un nombre especial, una creencia especial ni una comunión especial. Lamentablemente, hoy en día la mayoría de los grupos cristianos no pasan por el filtro que representan estas tres pruebas.
Primeramente, casi todos los grupos llevan un nombre. Sabemos que la luna es la luna; no es necesario añadirle un nombre especial. De igual modo, la iglesia es la iglesia; ella no necesita otro nombre. Si nos preguntan de qué iglesia somos, deberíamos responder que estamos en la iglesia. Si dijésemos: “Yo soy del salón de la asamblea de la iglesia”, esta respuesta dejará desconcertadas a las personas y se preguntarán qué significa eso exactamente. Debemos ver que la iglesia es sólo una. Su nombre simplemente es la iglesia; la iglesia no tiene ningún otro nombre.
Debemos ver que el calificativo “el salón de la asamblea de la iglesia” no es nuestro nombre; éste se refiere al lugar donde nos reunimos. Por ejemplo, la casa donde vive el señor Chang es llamada “la residencia de Chang”. Esto sólo se refiere al lugar. No llevamos por nombre “el salón de la asamblea de la iglesia”, pero las normas de gobierno requieren un nombre de registro. Por tanto, nos vemos forzados a usarlo. No tenemos otra opción, pero no nos designamos como tal.
No queremos usar nombre alguno, porque la iglesia simplemente es la iglesia; ella no puede tener otro nombre. Si alguien pone un rótulo frente a la casa del señor Chang, que dice: “Residencia Chang”, eso no sería un problema, y da lo mismo si no hay rótulo. Sin embargo, sería muy extraño si alguien le pusiera un rótulo que dijera: “Residencia Wang-Chang” o “Residencia Liu-Chang”. Nunca deberíamos llamarnos el salón de la asamblea de la iglesia, porque ése no es nuestro nombre; sólo nos reunimos allí. Además, no somos miembros de una iglesia particular; somos miembros del Cuerpo de Cristo.
Dios no desea que los creyentes digan: “Yo soy de Pablo”, “Yo soy de Apolos”, ni “Yo soy de Cefas”. Él condena todas estas cosas (cfr. 1 Co. 1:12). A Dios no le agrada ningún nombre especial. Dios no lo aprueba. Nosotros nos congregamos en el nombre del Señor (Mt. 18:20); somos salvos porque creemos en el nombre del Señor. El lugar donde Jehová establece Su nombre es el centro de la congregación de los hijos de Dios. El ponerse un nombre es un asunto de gran relevancia en el universo. No deberíamos tener ningún otro nombre que no sea el nombre del Señor. No debería existir una Iglesia Luterana, una Iglesia Wesleyana, una Iglesia Anglicana, una Iglesia Presbiteriana, ni ningún otro tipo de “Iglesia”, porque ninguno de estos nombres es según la Biblia.
Nunca deberíamos permitir que el enemigo nos engañe y nos lleve a pensar que este asunto del nombre carece de importancia. Si a la señora Hwang se le llama “señora Chang”, su esposo se pondría furioso porque eso es algo inaceptable. Así como no podemos ponerle nombre a nadie de manera descuidada, tampoco podemos ponerle nombre a la iglesia de manera descuidada; Dios no permite esto. Aquellos que realmente conocen la iglesia y la verdad con respecto a la iglesia jamás se atreverán a poner nombre a los cristianos. Después de la muerte y resurrección del Señor, los apóstoles permanecieron en la tierra por varias décadas, y muchos de ellos fueron usados por el Señor en gran manera. Sin embargo, si leemos la historia de la iglesia, veremos que ninguno de ellos puso nombre a la iglesia. Ellos no se atrevieron, como por descuido, a darle un nombre al Cuerpo de Cristo; esto está absolutamente prohibido porque no es conforme a la Biblia.
No solamente es un asunto muy serio el designarse con un nombre especial, sino que también lo es el tener una creencia especial o una comunión especial. Estas tres pruebas concuerdan por completo con la perspectiva de la Biblia. Por tanto, si queremos saber si una iglesia permanece en la posición y en el terreno de la iglesia, deberíamos exponer todas las situaciones bajo la luz de la Biblia y medir cada una de ellas basándonos en la Biblia. Además, al medirlas nunca debemos hacer concesiones ni ajustes.
Hace cuatro o cinco años atrás, conocí a un hermano que era la persona más tolerante y acomodaticia que he conocido. Si caminara junto a él una persona que medía cuatro pies, él se ponía en cuclillas para poder caminar con ella. Sólo que alguien midiera siete pies, él habría sido incapaz de acomodarse a esa persona. Después de varios años, el mayor desarrollo de este hermano fue comprender que no debía hacer concesiones. Debemos ver que hacer concesiones es la manera en que el hombre neutraliza las cosas; al hombre siempre le gusta neutralizar la verdad. La verdad divina tiene un valor absoluto; si se trata de sí, es sí; y si se trata de no, es no. Nunca debe ser neutralizada. Toda transigencia equivale a una invalidación. El hombre piensa que no importa si la iglesia tiene un nombre y que no deberíamos ser tan peculiares al respecto, siempre y cuando tengamos celo por el Señor. Esto es un error porque la verdad nunca debería verse comprometida; la verdad siempre es absoluta.
Aquellos que les gusta hacer concesiones por lo general no son muy entregados. Probablemente hayan sido conmovidos por Dios, pero no quieren entregarse de forma absoluta. Una persona que se entrega de forma absoluta nunca hace concesiones. Es fácil hacer concesiones con otros y no ser absolutos si desestimamos ese toque divino de Dios en nuestro ser y nos negamos a obedecerle a Él y recibir Sus tratos.
Si una iglesia no tiene un nombre especial, una creencia especial ni una comunión especial y ha pasado las tres pruebas de la Biblia, aun así deberemos seguir investigando para comprobar si ella está llena de Cristo y del elemento de Cristo. Éste es el segundo filtro.
El primer filtro es la Biblia, y el segundo filtro es Cristo. Cuando los santos se reúnen, ¿tienen más del elemento del hombre o más del elemento de Cristo? ¿Toman como cabeza al hombre, o es Cristo la Cabeza? Es posible que un grupo cristiano no tenga un nombre especial, una creencia especial ni una comunión especial, pero si ellos tienen el elemento del hombre en exceso, ellos son meramente un grupo independiente en su localidad. Ellos pueden afirmar que su grupo no tiene un nombre especial, una creencia especial ni una comunión especial, pero quizá tampoco tiene una comunión genuina en la vida de Cristo con otros miembros del Cuerpo de Cristo. Quizás se trate de un grupo independiente en alguna localidad. Si un grupo cristiano tiene más del elemento del hombre que del elemento de Cristo, ésta ciertamente será su situación. Éste es un principio firme.
Tal vez los santos que están en cierta iglesia no tienen ningún nombre especial, creencia especial o comunión especial, pero quizás algunos ocupen una posición especial que anula la posición de Cristo. Por consiguiente, la iglesia está llena de opiniones y doctrinas independientes. En cambio, si aprendemos a rechazar a nuestro yo y a dejar que Cristo tenga la posición como Señor, desearemos tener comunión con los santos de otras localidades. Esto es un hecho innegable. Cuanto más vive una persona en el yo, más siente que no es necesario tener comunión con otros. Sin embargo, cuanto más una persona vive en Cristo, más ella siente que necesita tener comunión con otros. Esto se aplica tanto a los individuos como a las iglesias.
Si se da la impresión de que una iglesia es según la Biblia exteriormente, pero a los santos no les gusta tener comunión con los cristianos de otras localidades, esto muestra que ellos tienen más del elemento del hombre que de Cristo. Cuanto más la iglesia esté en Cristo, más deseosos estarán los santos en esa iglesia de recibir la comunión de otros. Siempre que nos aislemos y tratemos de servir a Dios por nosotros mismos, deberíamos recordar que estamos siendo independientes y sectarios. Por lo tanto, la condición de la iglesia deberá pasar por el filtro de Cristo.
Varias veces hemos dicho a los colaboradores que no permitiremos que el hombre ocupe la posición más elevada entre nosotros, aun si eso signifique que deberemos detener nuestra obra y clausurar todo. Todo tiene que proceder de la medida que Cristo tiene en nuestro ser. Lo único que debemos dejar que pase por nosotros es Cristo; nunca deberíamos dejar que nada del hombre pase por nosotros. Sólo aquellos que han recibido más del elemento de Cristo, que han conocido, experimentado y obtenido más de Cristo y que están llenos de Cristo tienen la capacidad para llevar responsabilidad. Tal persona espontáneamente pone de manifiesto su posición. En el mundo la gente se apoya en los que tienen riquezas, educación y cierto nivel social; sin embargo, en la iglesia no hay tales cosas. Entre nosotros, no distinguimos a las personas por sus riquezas, posición o fama. Entre nosotros sólo hay cristianos, y sólo tenemos a Cristo como nuestro todo. ¿Qué es un cristiano? Un cristiano es una persona que está llena de Cristo. Ésta es la iglesia. La iglesia no es como la sociedad humana. En la sociedad la gente determina la posición de una persona basándose en observaciones humanas, deseos humanos y perspectivas humanas, pero en la iglesia el único factor que determina esas cosas es Cristo.
Si queremos determinar si cierto grupo es la iglesia, la Biblia representa el primer filtro y Cristo es el segundo. Además, también se necesita el filtro del Espíritu Santo. Quizá algunos pregunten: “¿No es Cristo el Espíritu Santo? ¿Por qué necesitamos el filtro del Espíritu Santo?”. Necesitamos comprender que la vida de la iglesia es Cristo, mientras que el Espíritu Santo es el mover y la operación de la iglesia, lo que, en ambos casos, se relaciona con la autoridad de la iglesia. La apariencia externa de la iglesia está basada en la Biblia, el contenido de la iglesia es Cristo, y el mover de la iglesia es el Espíritu Santo. La iglesia no sólo tiene que ser bíblica y estar llena de Cristo; también debe ser por completo espiritual y hallarse bajo el gobierno del Espíritu Santo, el mover del Espíritu Santo y la operación del Espíritu Santo. El Espíritu Santo debe serlo todo en ella.
Puede ser que una iglesia local sea según la Biblia exteriormente y tenga cierta medida de Cristo interiormente, pero cuando ella se mueve y opera, es el hombre quien realmente gobierna en ella. Esto es muy diferente del gobierno ejercido por el Espíritu Santo. Damos énfasis a Cristo en el aspecto de la vida y naturaleza de la iglesia, pero también existe el aspecto de la autoridad en la iglesia, el cual es un aspecto del mover y operación del Espíritu Santo. La naturaleza de una iglesia local puede ser Cristo, pero a menudo el mover de ella no proviene del Espíritu Santo. En vez de ello, su mover, administración y autoridad es según la mano del hombre, no la mano de Dios. Por consiguiente, la Biblia, Cristo y el Espíritu Santo son tres asuntos esenciales para la iglesia.
Estos tres filtros o salvaguardas nos llevan a concluir que las perspectivas, ideas, opiniones, manipulaciones y capacidades del hombre, y todo lo mundano, deben terminar, ya que no traen beneficio a la iglesia. A fin de que la iglesia sea bíblica, debemos poner fin a las perspectivas del hombre, sus manipulaciones y capacidades, y a los métodos mundanos. Entonces el Espíritu Santo tendrá una vía libre para ejercer Su autoridad.
Quiero preguntarles a los hermanos responsables de cada localidad si guían a los santos a servir por el Espíritu, o por sus propios métodos y manipulación. Las manipulaciones humanas no deben estar presentes en la iglesia. No obstante, aun aquellos que consideramos espirituales pueden ser manipuladores. Por ejemplo, un hermano podría estar causando muchos problemas a los hermanos de la iglesia. En consecuencia, éstos sienten que uno de ellos debería ir a visitarlo. Después de discutir este asunto, comprenden que él estaría feliz de ver que cierto hermano responsable lo visita, pero que él se sentiría infeliz si le visitara otro hermano. Por esta razón, ellos deciden enviar al hermano que le pondrá contento. Quizás algunos piensen que esto es sabio, pero en realidad no lo es; esto es manipulación humana.
¿Qué significa que los hermanos responsables dejen operar al Espíritu Santo? Quiere decir que ellos llevan todas las dificultades que afrontan al Señor, y le dicen: “Oh Señor, ésta es Tu iglesia, y esta dificultad es Tu dificultad. ¿Cómo quieres manejar este problema, y cómo quieres solucionarlo?”. Ellos deben traer todo bajo la mano poderosa de Dios y ver cómo Dios los guiará. No deben involucrar sus perspectivas, ideas y manipulaciones humanas. Hay una gran diferencia entre estas dos maneras de afrontar las dificultades.
En una ocasión una iglesia local tenía que proveer hospitalidad para muchos santos y sintió que la carga era muy pesada. Así que los hermanos responsables se reunieron para analizar la situación, y expresaron tener la esperanza de que los ancianos contactasen a algunos de los santos más acaudalados y tuviesen comunión con ellos en cuanto a esta carga. Cuando escuché esto, les dije: “Les ruego que acepten lo que digo. Ninguno debe contactar a nadie respecto a los gastos para esta hospitalidad. Cuando mucho, pueden dar un anuncio”. Hice cesar la discusión de los hermanos para mostrarles que contactar a otros de esta manera no es sino manipulaciones humanas. Como máximo, podemos dar un anuncio para que los santos lo sepan, pero deberíamos dejar que el Espíritu Santo gobierne en este asunto. Probablemente esta iglesia local era conforme a la Biblia exteriormente y estaba llena de Cristo interiormente, pero en lo que se refiere a las ofrendas materiales, no pasó por el filtro porque los hermanos no dejaban que el Espíritu Santo gobernara en la iglesia; en vez de ello, trataron de conseguir las cosas con manos humanas. Esto no concuerda con la naturaleza de la iglesia.
La iglesia es una entidad orgánica compuesta de Dios mezclado con el hombre, compuesta del hombre que se somete por completo a Dios, vive íntegramente en Dios y se mueve completamente con Dios. Así pues, todas las cosas del hombre, incluyendo sus opiniones, perspectivas, ideas y métodos, no deben estar presentes en la iglesia. En la iglesia todo lo que es del hombre y del mundo debe terminar.
El Señor ha sido sumamente misericordioso con nosotros, pues nos ha mostrado lo que es la iglesia así como la manera de usar la Biblia, Cristo y el Espíritu Santo para examinar la naturaleza de la iglesia. Si aplicamos todos estos filtros y una iglesia pasa por todos ellos, deberíamos inclinar nuestra cabeza y decir: “Señor, aquí está Tu Cuerpo, Tu morada, y un lugar donde Tú puedes regir”. De lo contrario, deberíamos someternos al Señor y pedirle que nos perdone y nos rescate de los métodos y manipulaciones del hombre y de las perspectivas del mundo.
Debemos considerar la condición de cada iglesia local, poniendo todos los problemas de las iglesias delante del Señor y estudiándolos juntos. Esto nos ayudará a descubrir las dificultades que existen en cada localidad y entre los servidores. Tenemos que considerar estos asuntos cruciales en cada localidad para poder ver sus dificultades y deficiencias. También necesitamos ver las dificultades que algunos individuos introducen en el servicio de la iglesia.
Con respecto a nuestro servicio en la iglesia, debemos prestar atención a los cuatro asuntos siguientes. Primero, no deberíamos desatender el evangelio. Segundo, debemos fortalecer la obra de ser perfeccionados en la verdad y en nuestro conocimiento de la verdad. Tercero, debemos experimentar la vida divina. Una vez que una persona es salva e introducida en la iglesia, deberíamos de inmediato ayudarle a conocer la verdad y a experimentar la vida divina. Cuarto, también debemos ayudarle a que aprenda a servir. Estos son cuatro asuntos necesarios.
Algunas iglesias no son tan fuertes, ni muy ricas ni competentes, y no pueden tomar cuidado de estos cuatro asuntos al mismo tiempo. Por ejemplo, cuando recién se establece una iglesia local, ella da énfasis principalmente a la predicación del evangelio. Puede ser que también tome en consideración el ayudar a los santos en los asuntos de conocer la verdad, experimentar la vida divina y aprender a servir, pero el énfasis primario recae en predicar el evangelio. Durante los últimos años, los santos en la iglesia en Taipéi hacían más énfasis en predicar el evangelio, pero ahora le ponen más atención a la búsqueda de la vida divina. Hablando con propiedad, es mejor enfatizar estos cuatro asuntos al mismo tiempo.
Bajo circunstancias normales, después que la iglesia enfatice la predicación del evangelio, los santos deberían ser guiados a estudiar la Palabra, perfeccionar a los creyentes nuevos, ir en procura de la vida y entrar en algún servicio de la iglesia. En ocasiones, la iglesia está muy escasa y no puede tomar cuidado de todo, pero aun así no deberíamos centrarnos en una sola cosa, como predicar el evangelio, y desatender los asuntos de la verdad, la vida y el servicio. Hacer esto no es muy bueno ni apropiado. Aun si no somos muy fuertes ni ricos, deberíamos aprender a ayudar y guiar a los santos en todos estos aspectos. Tomemos como ejemplo la iglesia en Taipéi. El año pasado se hizo mucho énfasis en la búsqueda de la vida divina. Sin embargo, no deberíamos pensar que podemos desatender el evangelio porque hacemos énfasis en tal búsqueda. Aunque no seamos aptos para enfocarnos en todas las cuatro cosas al mismo tiempo, aún debemos hacer todo lo posible por tomar cuidado de cada aspecto, al hacer un esfuerzo por buscar la dirección del Señor y por tomar decisiones prácticas.
Si la iglesia decide predicar el evangelio, los santos deberían estudiar cómo predicar el evangelio y cómo conducir a las personas a recibir al Señor. Deben tomar en cuenta a quiénes les predican el evangelio. Por ejemplo, necesitan estudiar y considerar la predicación del evangelio entre la familia, en el recinto universitario, o en la fábrica o entre los jóvenes. Sólo después de haber estudiado e indagado podemos saber a quienes les deberíamos predicar y cómo deberíamos hacerlo. Al mismo tiempo, necesitamos estudiar cómo coordinan con los hermanos y hermanas. Por ejemplo, ¿quién debería dirigir los cánticos, quién debería dar el mensaje en la reunión del evangelio, cómo deberíamos preparar los tratados evangélicos y quién debería hacerse cargo del transporte y de la reunión del evangelio? Necesitamos considerar estos asuntos.
Cuando la iglesia quiere predicar el evangelio, no podemos esperar que venga gente si nos dormimos plácidamente en la casa y luego de pronto nos levantamos y declaramos algunos eslóganes. Tenemos que considerar todo en detalle y prepararlo todo debidamente en orden para ir por buen camino y producir resultados. Tenemos que estudiar cuidadosamente cuáles tratados se deben usar y cuáles himnos debemos cantar. Esto es lo que significa hacer la obra del Señor. Tenemos que ser así en la obra del evangelio, y también tenemos que ser así al perfeccionar a los santos en la verdad. Tenemos que dar un paso a la vez para ayudar a los santos a conocer las verdades básicas, y luego poco a poco debemos hacer que ellos profundicen más y más en la verdad, al igual que las escuelas siguen un plan de estudio.
No es posible predicar una verdad si no nos hemos preparado, tampoco desarrollaremos tal capacidad si nos dormimos plácidamente en casa. Podemos liberar una verdad sólo después de haber estudiado la Palabra, recopilado algunos libros espirituales y organizado lógicamente nuestras ideas a fin de delinear las diversas secciones. Esto requiere de mucha labor.
Una vez estaba teniendo comunión con un hermano sobre el asunto del servicio, y le dije: “Debe de haber ciertos procedimientos en el servicio de su localidad. No deberíamos ser como afirma un proverbio chino que dice: ‘Hay que vendar la cabeza sólo cuando duela, y hay que vendar el pie sólo cuando duele’”. Esto no funcionará. Deberíamos servir como si fuésemos doctores. Cuando nos viene un paciente, deberíamos examinar todo su cuerpo para llegar a un diagnóstico, y luego tratar su dolencia paso a paso. Al mismo tiempo, deberíamos estimar cuánto tiempo tomará tratar la dolencia. De igual modo, para establecer una escuela hay que seguir ciertos procedimientos, así sea una escuela secundaria o una universidad. Cuando administramos la iglesia, deberíamos ser como un cuidadoso jardinero metódico. Incluso cuando invitamos a otros a comer, deberíamos seguir un orden particular al servir la comida. Tenemos que ser así aún más en la obra del Señor.
Ningún obrero debería dormir plácidamente en su casa todos los días; un buen obrero y uno que lleva bien su responsabilidad debe ser una persona que estudia todos los días. En una ocasión vino un hermano a Taipéi y, después de observarnos, dijo: “Cada vez que vengo, veo algún cambio en la manera que toman”. Al hacer la obra del Señor y al servir al Señor, tenemos que tener una actitud de estudiar y de mejorar. Si no practicamos esto y sólo copiamos a otros, nuestra obra no será efectiva. Podemos tomar como referencia la obra de otros, pero sus obras no pueden reemplazar nuestra propia labor.
En la primavera de 1934, cuando comenzaba a aprender a llevar a cabo la obra del Señor, varios hermanos también comenzaron a servir al Señor. Ninguno de nosotros dormía plácidamente en casa; en vez de ello, hacíamos todo lo posible por estudiar y laborar todos los días. Cualquiera que labore para el Señor y pueda dormir plácidamente todos los días, no será una persona útil, y la obra del Señor sufrirá una gran pérdida.
Todos necesitamos ver la importancia de estas cuatro cosas: el evangelio, la verdad, la vida y el servicio. Esta palabra no está dirigida a una iglesia en particular. Todas las iglesias deben estudiar estos asuntos, para que vayan rumbo a predicar el evangelio, perfeccionar a los santos en la verdad, avanzar en la experiencia de la vida divina y llevar a cabo el servicio. Mediante la predicación del evangelio en la iglesia en Taipéi, se ha introducido gente en la iglesia en grupos de trescientos a quinientos. Sin embargo, todavía hay mucho que aprender en torno a la manera de guiar y fortalecer a los santos en la verdad, la vida y el servicio. Cada uno de estos asuntos —el evangelio, la verdad, la vida y el servicio— es de importancia crucial, y cada uno debe llevarse a cabo. Si podemos llevar a cabo estos cuatro asuntos cruciales, entonces la iglesia tendrá un firme fundamento después de cuatro o cinco años. No importa hacia dónde vayamos en el futuro, deberíamos hacer más que simplemente predicar el evangelio. Deberíamos también tener un firme fundamento en la verdad y en la búsqueda de la vida divina. Luego, de manera espontánea, nuestro servicio tendrá peso. Necesitamos llevar estas cuatro cosas a nuestra localidad y tratar de practicarlas y llevarlas a cabo. Deberíamos tener la actitud de un alpinista que avanza por la montaña sin cansarse, y no deberíamos dormir plácidamente y estar cómodos. Finalmente, debemos ignorar toda dificultad y seguir adelante sin temor.
Además de los cuatro puntos anteriores, necesitamos prestarle atención al cultivo de los talentos de los santos. En este respecto, necesitamos primero atender a los jóvenes, y entre los jóvenes, deberíamos concentrarnos en los estudiantes. Si la obra en una localidad no puede ganar a los estudiantes que están allí, entonces tal obra es un fracaso, y este tipo de fracaso indica que no habrá futuro. No menospreciamos a los mayores, pero si una iglesia sólo tiene santos mayores, algo le hace falta. Si observamos la sociedad, podemos ver que en cualquier trabajo o negocio se les presta atención a los jóvenes para tener un futuro. Después de haber oído esta palabra, les ruego que no sientan que esto no es justo y se pregunten por qué el futuro de la iglesia depende de los jóvenes. En la vida de iglesia la función de los jóvenes es muy diferente de la función de los niños y de los mayores.
Los adolescentes todavía son muy jóvenes, y los mayores son a menudo muy olvidadizos. Si en la iglesia los santos de más edad pudiesen pasar a los más jóvenes las lecciones que han aprendido en el Señor a lo largo de los años, sea que fuese una carga por el evangelio, el conocimiento de la verdad o una porción en cuanto al servicio, esto sería maravilloso. De esta manera, los santos de edad avanzada pueden descansar y dormir en paz, los jóvenes pueden desempeñar debidamente su función en la iglesia, y los adolescentes y niños pueden crecer sanamente en la iglesia. A fin de mantener y consolidar la condición de la iglesia, por una parte, necesitamos avanzar fielmente en el evangelio, la verdad, la vida y el servicio, pero por otra parte, tenemos que cultivar los talentos de los santos para ganarlos.
Además, hay que darles una guía y un perfeccionamiento específicos a los santos de edad mediana y a otros grupos de diferentes edades. Esto no significa que ignoremos a algunos y que prestemos más atención a otros. Sin embargo, el futuro de la iglesia y de la obra del Señor debe tener manera de continuar. Quizás algunos digan: “Ya que Dios no hace diferencia de personas, deberíamos tratar a los mayores y a los jóvenes por igual. Tal vez Dios no use a una persona, aun si ella es talentosa”. No quiero responder a esta palabra iniciando una discusión, pero deberíamos pedirle al Señor que abra nuestros ojos para ver Sus necesidades y para ver aquello que esté acorde con nuestra porción. Si no vemos esto, difícilmente ayudaremos a las personas a nuestro alrededor. Si al ayudar a otros no ejercemos discernimiento alguno y usamos la misma manera para con todos, así sean de edad avanzada o jóvenes, nuestra obra no tendrá un gran futuro debido a que en nuestro servicio no podremos producir personas útiles ni cultivar una segunda generación que sea útil.
Según el relato de las Epístolas en el Nuevo Testamento, dudo que Pablo enseñara a Timoteo y a Tito de la misma manera que enseñó a otros hermanos y hermanas. Aun cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Él trataba a los discípulos de forma diferente de la que trataba a otros que le servían a Él. El Señor sirvió a la multitud al predicarles la palabra. Sin embargo, el Señor llevó a Sus seguidores a un monte alto, a un lugar especial, en donde podía prepararlos de modo que un día ellos satisficieran la necesidad de Él. Fueron los ciento veinte discípulos quienes pudieron satisfacer la necesidad del Señor al principio de la era de la iglesia en el Nuevo Testamento (Hch. 1:15). Necesitamos aprender cómo conducir la obra hacia el futuro, y no meramente observar lo que otros hacen.
En el asunto de cultivar talentos, necesitamos ejercer discernimiento en nuestra obra. Hay una obra que es más general, y otra que es más específica. A veces cuando el Señor estaba en la tierra, Él podía hablarles a miles o incluso a decenas de miles de personas, pero a la postre el Señor sólo llevo con Él a unas cuantas a un monte alto, y sólo tres vieron la transfiguración del Señor (Mt. 17:1-2). Sin embargo, no importa dónde laboremos, no deberíamos tener preferencias. Si tenemos que escoger, no deberíamos basarnos en nuestros sentimientos; más bien, deberíamos basarnos en la función que tiene la persona delante del Señor y en cuánto el Señor puede abrirse paso en ella. Probablemente debamos prestar atención especialmente a la condición de algunos santos, y aun dejar que algunos sigan en la misma condición por el momento. Hasta en un jardín vemos diferencias. Algunas flores crecen en los extremos del jardín, y otras flores crecen en medio. Esto no se trata en lo absoluto de menospreciar a algunos santos ni de tener a otros en más alta estima; es imprescindible que tengamos la capacidad de alimentar a los santos basándonos en las necesidades de su función particular.
No deberíamos dejar ninguna obra a su propia suerte. En vez de ello, debemos laborar por el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo necesita nuestra cooperación. Todo obrero, anciano o hermano responsable, y más aún, todo el que ame y busque al Señor tiene que aprender esto. Al guiar a los santos en la iglesia, deberíamos guiarlos según su condición ante el Señor, y debemos ser equilibrados en todo aspecto. De esta manera nuestra obra llegará a ser eficaz. Si no estudiamos, no sabremos cómo manejar nada. Los pescadores suelen estudiar la mejor manera de pescar; esto requiere mucho aprendizaje y estudio.
Cuando laboramos, deberíamos incluso estudiar nuestros contactos. Por ejemplo, necesitamos estudiar qué clase de personas podemos ganar y qué clase de resultados podemos producir. Seremos efectivos en nuestra obra sólo cuando produzcamos algunas personas útiles. Si sólo tenemos en cuenta la cantidad, los resultados de nuestra obra no serán de mucha utilidad. Por tanto, en cuanto al servicio de todas las iglesias, debemos avanzar en los cuatro puntos que mencionamos antes. Necesitamos prestar atención también al asunto de los talentos. Si una persona manifiesta la porción de un anciano, deberíamos entrenarle como tal; si la porción de otra persona es la de un diácono, también deberíamos ayudarle diligentemente. Así, en nuestra obra, no sólo tendremos a muchos que han sido salvos, sino también a muchos que pueden servir. Además, cultivaremos a algunas personas útiles, como los ancianos y diáconos. Necesitamos aprender estas cosas.
Cuando hacemos la obra del Señor no podemos dejar que estas cosas se resuelvan por sí mismas. Espero que todos oremos por estos asuntos. La razón básica por la cual hay una carencia de personas útiles en la vida de iglesia es que no hemos aprendido lo suficiente, ni hemos enseñado a otros lo suficiente. Muchos han sido salvos, y la obra ha sido levantada, pero no tenemos obreros. Esto muestra que tenemos que ponernos al día; todos necesitamos aprendizaje. Después que hayamos aprendido algunas lecciones, necesitamos enseñar lo que hemos aprendido a los hermanos y hermanas a fin de que ellos puedan enseñar a otros cuando salgan a los diferentes lugares (2 Ti. 2:2). De esta manera, podemos producir personas útiles. A la postre, todos serán aptos para llevar a cabo la obra.
Con respecto al problema de los individuos, tomemos como ejemplo al hermano A y al hermano B. Cuando el hermano A hace algo, él se centra y se concentra en eso; sin embargo, cuando el hermano B hace algo, a menudo él toma en consideración muchas cosas diferentes. Es muy interesante que el Señor frecuentemente ponga juntos a estos hermanos. Aunque el hermano A se concentra en lo que está haciendo, no considera muchas cosas; por eso él es rápido. En contraste, el hermano B es más lento porque él toma más cosas en consideración. Tal situación hace que cada uno aprenda una lección diferente.
Dado que el hermano B toma mucho tiempo para decidir, esto constituye un gran obstáculo. Por esta razón, él deberá aprender algunas lecciones. Esto no significa que él no debería tomar nada en consideración; sino que, en vez de ello, deberá ser más rápido en sus consideraciones y estar dispuesto a sacrificarse y pagar el precio. Si nos ponen por delante el reino de los cielos y el lago de fuego, no deberíamos tener que pensar cuál será nuestra elección. Si queremos entrar en el reino de los cielos, inmediatamente deberíamos olvidarnos del lago de fuego. Si nos tomamos un tiempo para pensar sobre ello, tal vez ya sea demasiado tarde. En algunos asuntos necesitamos ser simples y determinados. Delante del Señor, debemos aprender a ejercer nuestros juicios apropiada y rápidamente, y sin demoras. Esto no significa que cuando laboramos no deberíamos pensar; más bien, necesitamos aprender la manera de discernir qué es más importante y qué es menos importante, y necesitamos aprender a hacer sacrificios.
Necesitamos considerar seriamente el asunto de cultivar talentos. Hoy en día, si concentramos todos nuestros esfuerzos en las cosas pequeñas, podríamos cosechar algún beneficio; sin embargo, deberíamos invertir más tiempo en cultivar los talentos. Esto quiere decir que necesitamos hacer algunos sacrificios, porque no es posible hacerlo todo. Si queremos llevar a cabo la obra del Señor, debemos sopesar la importancia que tiene cada asunto. Si el Señor quiere que vayamos al este, debemos ir al este. En ese momento no deberíamos ni siquiera ver hacia el oeste, por muy importante que eso pareciera. Una vez que estemos claros acerca de lo que es más importante y de lo que el Señor quiere que hagamos, deberemos desechar todo lo demás. Tenemos que aprender a renunciar a algunas cosas y a sacrificarnos. Si no podemos desechar ciertas cosas y detener nuestra labor para el Señor, no podremos emprender otras cosas ni laborar verdaderamente para el Señor.
Cuando nos encontramos con cierto hermano y le decimos: “Hermano, ésta es una obra muy importante”, quizá él responde: “Sí, pero no podemos desatender aquella obra”. O cuando le decimos: “Deberíamos tomar cuidado de esta persona”, quizá él responda: “Sí, pero también deberíamos cuidar de esta otra persona”. Parece como si él no pudiera tomar una decisión y no tuviera una meta definida. Él considera que cada persona es igual y que todas las obras son igualmente importantes. Sin embargo, aquellos que tienen más experiencias rápidamente pueden establecer una meta con exactitud y firmeza, y luego actuar de forma consecuente. Espero que todos podamos aprender estos asuntos.