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Mensajes del libro «Conocimiento de la vida, El»
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El conocimiento de la vida

INTRODUCCION

  Sabemos que el deseo y la intención de Dios consiste en obtener un hombre corporativo, que tenga Su imagen, manifieste Su gloria, y posea Su autoridad para hacer frente a Su enemigo, a fin de encontrar reposo eterno. Sin embargo, muy pocos saben que este gran deseo y gran intención de Dios solamente se logra por medio de la vida misma de Dios. Son menos aún los que han tocado el asunto de conocer y experimentar la vida que realiza el propósito de Dios. Por lo tanto, los santos de hoy son bastante débiles e inmaduros. Aunque hay muchos que buscan al Señor, muy pocos han encontrado el camino de la vida. Muchos han confundido con la vida el celo, el conocimiento, el poder y los dones, etc.

  Le damos gracias a Dios porque en estos últimos días de urgente necesidad, Dios ha puesto de manifiesto, por medio de los mensajes de nuestro hermano, la línea de Su vida maravillosa y escondida, y de esta manera ha hecho posible que todos los creyentes vean y toquen este asunto. Se puede considerar estos mensajes como una cristalización de la nata del conocimiento y experiencia de los santos concerniente la vida durante los últimos dos mil años, y de los treinta años de experiencia personal de nuestro hermano. Verdaderamente son completos y espléndidos. El contenido de estos mensajes se divide en dos partes principales. La primera parte abarca el conocimiento de la vida y se divide en catorce aspectos principales que muestran las características de la vida y sus diferentes principios de operación. La segunda parte* [*La segunda parte fue publicada por Living Stream Ministry en un tomo titulado La experiencia de vida.] abarca las experiencias de la vida y se divide en diecinueve puntos que explican las experiencias que se tiene en las diferentes etapas de la vida espiritual y la búsqueda de la vida. Si seguimos estas lecciones una por una y las practicamos, podremos levantarnos y andar en una línea recta para así llegar rápidamente a la etapa de la madurez de la vida.

  Por lo tanto, estos mensajes han hecho factible el conocimiento de la vida, la cual es casi invisible e inasequible. Todos los santos que aman al Señor y buscan el crecimiento de la vida necesitan leer estos mensajes.

  Dr. Y. L. Chang Noviembre de 1956 Taipéi, Taiwán, República de China

CATORCE PUNTOS CON RESPECTO A LA VIDA

  Vamos a dedicar catorce capítulos, que abarcan catorce aspectos principales, para poder ver desde todos los ángulos lo que es la vida y algunos asuntos relacionados con ella. En este libro echamos un cimiento con respecto al conocimiento de la vida. Abarcamos lo tocante a la experiencia de la vida en otro tomo*. [*La experiencia de vida, publicado por Living Stream Ministry.]

II. LA VIDA ES EL FLUIR DE DIOS

  Con respecto a lo que la vida es, primero debemos ver que sólo la vida de Dios es vida. Luego debemos ver que la vida es el fluir de Dios. Apocalipsis 22:1-2 habla de un río de agua de vida que procede del trono de Dios, y de que en este río de agua de vida está el árbol de la vida. Tanto el agua de vida como el árbol de la vida representan la vida. Por consiguiente, aquí se nos muestra claramente que la vida es lo que procede de Dios. Entonces, podemos decir que la vida es el fluir de Dios.

  Ya hemos visto que la vida debe ser divina y eterna. Dios, por ser Dios, es naturalmente divino. Y la Biblia también dice que Dios es eterno. Así que, como Dios es divino y también eterno, El es la vida. Por lo tanto, el fluir de Dios es la vida.

  En cuanto a la naturaleza divina y eterna de Dios mismo, Dios es vida. Pero si Dios no fluye, aunque es vida con respecto a Sí mismo, para nosotros no lo es. El tiene que fluir; entonces será vida para nosotros. Su fluir pasa por dos etapas. La primera etapa consiste en hacerse carne. Esto hizo posible que El saliera de los cielos para fluir en medio de los hombres y manifestarse como vida (Jn. 1:1, 4, 14). Así que, por una parte la Biblia, hablando de esto, dice que fue “manifestado en carne” (1 Ti. 3:16) y, por otra, dice que “la vida fue manifestada” (1 Jn. 1:2). Por tanto, cuando El estaba en la carne, dijo que El es la vida (Jn. 14:6). Aunque en la primera etapa de este fluir El podía manifestarse a nosotros como vida, nosotros no podíamos recibirlo como vida. Por eso tuvo que dar el segundo paso para fluir. El segundo paso de Su fluir consistió en ser clavado en la cruz. Mediante la muerte, el cuerpo de carne que El había tomado fue quebrantado, permitiendo que El fluyera de la carne y llegara a ser el agua viva de vida para que nosotros lo recibiéramos (Jn. 19:34; 4:10, 14). La roca mencionada en el Antiguo Testamento lo tipificaba; esta roca fue herida y de ella salió agua viva para que la obtuviera el pueblo de Israel (Ex. 17:6; 1 Co. 10:4). Dios se hizo carne para ser un grano de trigo que contuviera vida. Fue crucificado para que, fluyendo, pudiera salir de la cáscara de la carne y entrar en nosotros —Sus muchos frutos— y llegar a ser nuestra vida (Jn. 12:24).

  Por tanto, la vida que recibimos de Dios es el fluir de Dios mismo. Desde nuestro punto de vista, esta vida que entra en nosotros es el fluir de Dios que se introduce en nosotros, y desde el punto de vista de Dios, es el fluir que sale de El. Entonces, cuando esta vida sale de nosotros, de nuevo es el fluir que sale de Dios. Este fluir de Dios comenzó en Su trono: primero entró en Jesús el nazareno; luego pasó por la cruz y entró en los apóstoles; después este fluir salió de los apóstoles como ríos de agua de vida (Jn. 7:38); pasó por los santos de todos los siglos, y finalmente entró en nosotros. Este fluir saldrá de nosotros y entrará en millones más y seguirá así por toda la eternidad, fluyendo para siempre y sin cesar, tal como lo afirman Apocalipsis 22:1-2 y Juan 4:14.

  Las aguas mencionadas en Ezequiel 47 simbolizan este fluir de Dios. Adondequiera que fluyan las aguas, todas las cosas tendrán vida. Asimismo, adondequiera que llegue este fluir de Dios, habrá vida, porque este fluir es la vida misma. Cuando este fluir llegue a la eternidad, entonces la eternidad estará llena de la calidad de vida y llegará a ser una eternidad de vida.

  Al comienzo, cuando la Biblia habla de la vida, nos muestra un río que fluye (Gn. 2:9-14). Al final, en Apocalipsis, se nos muestra que en cuanto a nosotros, todas las cosas relacionadas con la vida, ya sea el agua de vida o el árbol de la vida, proceden de Dios. Esto indica claramente que para nosotros la vida es el fluir de Dios mismo. Dios fluyó desde los cielos, y por medio de la carne entró en medio de nosotros como la vida que nos fue manifestada. Luego, Su fluir salió de la carne y entró en nosotros como la vida que hemos recibido.

III. LA VIDA ES EL CONTENIDO DE DIOS

  Con respecto a lo que la vida es, el tercer punto consiste en que la vida es el contenido de Dios. Puesto que la vida es el fluir de Dios, es por lo tanto el contenido de Dios, porque el fluir de Dios procede de Dios mismo, y Dios es Su propio contenido.

  Este contenido, por ser Dios mismo, es todo lo que Dios es, o sea, la plenitud de la Deidad. La Biblia nos dice que toda la plenitud de la Deidad está en Cristo (Col. 2:9). Cristo, la corporificación de Dios, fue manifestado para ser la vida del hombre. Esta vida contiene toda la plenitud de la Deidad, la cual es todo lo que Dios es. Todo lo que Dios es, se encuentra en esta vida. El hecho de que Dios sea Dios radica en esta vida. Por lo tanto, esta vida es el contenido de Dios, la plenitud de la Deidad. Cuando recibimos esta vida, recibimos el contenido de Dios, y recibimos todo lo que está en Dios. Esta vida dentro de nosotros es lo que Dios es. Ahora en esta vida Dios llega a ser nuestro todo y es nuestro todo; Dios llega a ser nuestro Dios y es nuestro Dios. En Cristo esta vida es la plenitud de la Deidad y el contenido de Dios mismo; por eso, también en nosotros esta vida es la plenitud de la Deidad y el contenido de Dios mismo.

IV. LA VIDA ES DIOS MISMO

  Hemos visto que esta vida es el fluir de Dios, y que la vida es el contenido de Dios. El fluir de Dios procede de Dios mismo, y el contenido de Dios también es Dios mismo. Por ser la vida el fluir de Dios así como el contenido de Dios, la vida es Dios mismo. Este es el cuarto punto que debemos conocer con respecto a lo que la vida es.

  En Juan 14:6 el Señor Jesús dijo que El es la vida. Después de decir esto, desde el versículo 7 hasta el 11, dio a conocer a los discípulos que El y Dios son uno (y cuando dice esto, es Dios quien habla en El). El es Dios hecho carne, y es Dios en la carne (Jn. 1:1, 14; 1 Ti. 3:16). Cuando dice que El es la vida, es Dios quien dice que Dios es la vida. Por consiguiente, Sus palabras nos muestran que la vida es el propio Dios.

  Debemos prestar atención al hecho de que la Biblia muy pocas veces usa la expresión “la vida de Dios”. La enseñanza de la Biblia nos revela principalmente que Dios es la vida; habla principalmente de Dios como vida; muy pocas veces menciona “la vida de Dios”. Nos dice que Dios es nuestra vida y habla de Dios como nuestra vida; casi nunca dice que Dios quiere que recibamos “Su vida”. Decir “la vida de Dios” es diferente de decir “Dios es vida” o “Dios como vida”. La vida de Dios no implica necesariamente la totalidad de Dios mismo, mientras que las expresiones Dios es vida o Dios como vida denotan al Dios mismo completo. Hablando con propiedad, cuando recibimos vida, no sólo recibimos la vida de Dios, sino a Dios como vida. Dios no solamente nos dio Su vida; El mismo vino para ser nuestra vida. Por ser Dios mismo la vida, Su vida es Su mismo ser.

  Entonces, ¿qué es la vida? La vida es Dios mismo. ¿Qué significa tener vida? Tener vida es tener a Dios mismo. ¿Qué significa vivir la vida? Vivir la vida es vivir a Dios mismo. La vida no es diferente de Dios en lo más mínimo. Si lo fuera, no sería la vida. Debemos entender esto claramente. No es suficiente saber que tenemos vida; además debemos saber que esta vida que tenemos es Dios mismo. No es suficiente saber que debemos vivir esta vida; debemos saber también que la vida que debemos vivir es Dios mismo.

  Hermanos y hermanas, en verdad ¿cuál es la vida que debemos vivir? ¿Qué es lo que vivimos cuando vivimos la vida? ¿Es el amor, la humildad, la ternura y la paciencia lo mismo que vivir la vida? ¡De ninguna manera!, porque ni el amor, ni la humildad, ni la ternura, ni la paciencia es vida; ni tampoco lo es la bondad o la virtud. Sólo Dios mismo es la vida. Por lo tanto, vivir tales virtudes no es vivir la vida. Solamente vivir a Dios es vivir la vida. Si el amor, la humildad, la ternura y la paciencia que vivimos no son el fluir de Dios ni la manifestación de Dios, entonces no son vida. Toda bondad o virtud que vivamos no es vida, a menos que sea la expresión de Dios a través de nosotros. Las buenas virtudes que vivimos deben ser el fluir, la manifestación y la expresión de Dios; entonces estaremos viviendo la vida; porque la vida es Dios mismo.

  Colosenses 2:9 y Efesios 3:19 nos muestran la plenitud de Dios. La vida que recibimos es este Dios “completo”. Por lo tanto, esta vida también es “completa”. En ella están el amor y la luz, la humildad y la ternura, la paciencia y la longanimidad, la compasión y la comprensión. Todas las bondades y virtudes contenidas en Dios se hallan en esta vida. Por lo tanto, esta vida puede expresar en nuestro vivir todas estas virtudes desde nuestro interior. Vivir estas virtudes equivale a vivir a Dios, porque esta vida es Dios. Aunque esta vida se expresa por medio de muchas manifestaciones, tales como el amor, la humildad, la ternura y la paciencia, todas éstas son expresiones de Dios, porque brotan de Dios. Lo que brota de Dios es la expresión de Dios, o la expresión de la vida, porque Dios es la vida y la vida es Dios

V. LA VIDA ES CRISTO

  La Biblia nos muestra que la vida es Dios mismo. Además, nos muestra que la vida es Cristo. La vida era Dios; luego Dios se hizo carne, lo cual es Cristo. Por lo tanto, Cristo es Dios, y también es la vida (1 Jn. 5:12). La vida que era Dios, la vida que es Dios, está en El (Jn. 1:4). Así que, Cristo repitió continuamente que El era la vida (Jn. 14:6; 11:25), y que vino a la tierra para que el hombre tuviera vida (Jn. 10:10). Por tanto, la Biblia dice que el que lo tiene a El tiene la vida (1 Jn. 5:12), y que El está en nosotros como nuestra vida (Col. 3:4).

  Así como la vida es Dios mismo, así también la vida es Cristo. Tal como tener la vida es tener a Dios mismo, así también tener la vida es tener a Cristo. Así como el vivir la vida significa vivir a Dios mismo, también el vivir la vida es vivir a Cristo. De la misma manera que la vida no es diferente de Dios en lo más mínimo, tampoco es diferente de Cristo. Extraviarse ligeramente de Dios no es vida, tampoco lo es extraviarse ligeramente de Cristo. Esto se debe a que Cristo es Dios como vida. Por medio de Cristo y como Cristo Dios se manifiesta como vida. Así que, Cristo es la vida y la vida es Cristo.

VI. LA VIDA ES EL ESPIRITU SANTO

  En Juan 14:6, después de decir el Señor Jesús que El era la vida, dio a conocer a Sus discípulos que no sólo El y Dios eran uno (vs. 7-11), sino que también el Espíritu Santo y El eran uno (vs. 16-20)*. [*En los versículos 16 y 17 el Señor aludió al Espíritu Santo con “le”, pero en el versículo 18, cambió el pronombre de “le” al “Yo” de manera implícita. Al cambiar el pronombre implícito de El [estará] a Yo [no dejaré], el Señor estaba diciendo que “El” es “Yo”. Esto revela que el Espíritu Santo mencionado en los versículos 16 y 17 es El mismo.] En los versículos del 7 al 11 nos mostró que El es la corporificación de Dios, es decir, que El está en Dios y Dios está en El. Por lo tanto, que El sea vida significa que Dios es vida. En los versículos del 16 al 20 El reveló además que el Espíritu Santo es Su corporificación, Su otra forma; y cuando Su presencia física nos deja, este Espíritu de realidad, quien es El mismo como el otro Consolador, entra en nosotros y mora con nosotros. Este Espíritu que vive en nosotros y mora con nosotros es Su misma persona que vive en nosotros como la vida que podemos vivir. Por lo tanto, estos dos pasajes nos muestran que debido a que Dios está en El y a que El es el Espíritu Santo, El es la vida. Dios está en El como vida, y El es el Espíritu Santo como vida. Que El sea la vida significa que Dios es vida y también que el Espíritu Santo es vida. Por tanto, Juan 4:10 y 14 nos dicen que el agua viva que El nos da es la vida eterna. Juan 7:38 y 39 nos dicen además que el agua viva que fluye de nosotros es el Espíritu Santo que hemos recibido. Esto revela que el Espíritu Santo es la vida eterna. El Espíritu Santo que recibimos es la vida eterna que experimentamos, es decir, es el Cristo que experimentamos como vida. Hemos de experimentar la vida eterna, o sea, a Cristo como vida, en la persona del Espíritu Santo. Por esta razón el Espíritu Santo se llama “el Espíritu de vida” (Ro. 8:2).

  El Espíritu Santo es “el Espíritu de vida” porque el hecho de que Dios y Cristo sean vida depende de El. El y la vida están unidos como uno y no pueden ser separados. El es de vida y la vida es de El. La vida es Su contenido, y El es la realidad de la vida. Hablando en términos más exactos, El no sólo es la realidad de la vida, sino también la vida misma.

  Todos sabemos que Dios es un Dios triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Padre está en el Hijo, y el Hijo es el Espíritu. El Padre en el Hijo es manifestado entre los hombres; por lo tanto, el Hijo es la manifestación del Padre. El Hijo es el Espíritu, y entra en el hombre como tal; por lo tanto, el Espíritu es el Hijo que entra. El Padre es la fuente de la vida, la vida misma. El Hijo, por ser la manifestación del Padre (1 Ti. 3:16), es la manifestación de la vida (1 Jn. 1:2). Además, el Espíritu, por ser el Hijo que entra, es la vida que entra. Originalmente la vida es el Padre; en el Hijo esta vida es manifestada entre los hombres; y como Espíritu entra en el hombre para que el hombre la experimente. De esta manera el Espíritu llega a ser el Espíritu de vida. Puesto que el Espíritu es el Espíritu de vida, el hombre puede recibir vida mediante el Espíritu, y cuando el hombre pone la mente en el Espíritu, su mente es vida (Ro. 8:6). Ya que el Espíritu es el Espíritu de vida, cuando el hombre ejercita su espíritu para tocar al Espíritu, él toca la vida. Al tener contacto con el Espíritu, tiene contacto con la vida, y cuando obedece al Espíritu, experimenta la vida.

  En resumen, la vida es el Dios Triuno. Sin embargo, para nosotros la vida no es el Dios Triuno que está en los cielos, sino el Dios Triuno que fluye. Este fluir del Dios Triuno indica que Su contenido, el cual es El mismo, primero fluyó a través de Cristo; luego fluyó como Espíritu para que lo recibamos como vida. Así que, cuando tocamos a Dios en Cristo, como el Espíritu, tocamos vida, porque la vida es Dios en Cristo como el Espíritu.

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