
Lectura bíblica: Sal. 68:18; Ef. 4:7-8, 11-16
Los siete capítulos anteriores sobre la ofrenda de harina abarcaron cinco puntos principales. El primer punto fue acerca del significado de la ofrenda de harina. Vimos que la ofrenda de harina era un regalo para Dios, que consiste de la humanidad de Jesús que hemos experimentado, disfrutado y apreciado. Segundo, la ofrenda de harina constituye una adoración a Dios. Tercero, la ofrenda de harina constituye el alimento sacerdotal para el sacerdocio. Cuarto, la ofrenda de harina no sólo constituye la adoración a Dios y el alimento para el sacerdocio, sino que también produce las tablas derechas, que son la estructura principal de la morada de Dios. Cuando nosotros los sacerdotes nos alimentamos de la ofrenda de harina, todos llegamos a ser tablas derechas. Quinto, la ofrenda de harina forma el tabernáculo en virtud de que une todas las tablas.
El sexto punto es profundo y difícil de explicar. Es tal vez el aspecto más profundo de la ofrenda de harina; se relaciona con la producción de los dones. Los dones en Efesios 4 no son habilidades, sino personas dotadas, tales como los apóstoles, profetas, evangelistas, y los pastores y maestros. No son destrezas o habilidades, sino que son personas dotadas que poseen destrezas o habilidades. Más aún, Efesios 4:11-16 revela que no sólo los apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros son dones dados al Cuerpo, sino que cada miembro del Cuerpo es un don.
Consideren su propio cuerpo. Cada miembro de su cuerpo es un don a su cuerpo. No piense que sólo el apóstol Pablo fue un don dado al Cuerpo y que usted no lo es. Tal vez Pablo era un brazo, pero usted al menos puede ser un meñique. El brazo es un don del Cuerpo; pero no importa cuán pequeños seamos, aun menos que el más pequeño, seguimos siendo dones para el Cuerpo. Efesios 4 habla de la eficaz operación de cada miembro en su medida. Cada uno de nosotros es al menos uno de los muchos miembros, y todos los miembros son dones.
Ahora debemos ver cómo es que los dones son producidos o constituidos. Cuando Pablo era Saulo de Tarso no era un don; él era un perseguidor, un enemigo, del Cuerpo. Sin embargo, después que fue salvo, él llegó a ser un don. Pero la frase llegar a ser no es muy adecuada; es mejor decir que después que él fue salvo, fue constituido en un don. Él era un rebelde, un enemigo y perseguidor del Cuerpo, pero fue constituido un apóstol. Ser constituido un apóstol significa ser conformado o transfigurado con nuevos elementos que nos han sido añadidos. Si estos elementos no nos son añadidos, no seremos constituidos de ellos. Pablo era un rebelde, pero el elemento nuevo que le fue añadido a este rebelde destruyó sus gérmenes rebeldes. Otros elementos también le fueron añadidos, con los cuales fue edificado como un apóstol.
El punto que debemos ver es que el elemento principal con el que Pablo fue constituido un apóstol es la humanidad de Jesús. Para probar esto, debemos leer una mejor traducción de Salmos 68:18: “Subiste a lo alto, tomaste cautivos. / Tomaste dones de los hombres, / también de los rebeldes, / para que habite entre ellos Jah Dios”. Cristo ascendió a lo alto y, habiendo conquistado a todos Sus enemigos, llevó cautivo un séquito corporativo de enemigos vencidos, que incluía a Pablo, el apóstol. Entonces, el Señor recibió dones en el hombre y para el hombre, aun para el hombre rebelde. Él recibió los dones en Su humanidad para nuestra humanidad rebelde. Así que, en este versículo vemos dos clases de humanidades: la humanidad de Jesús, por medio de la cual Él recibió los dones, y nuestra humanidad rebelde, para quienes Él recibió los dones.
Creo que todos sabemos cómo Cristo hizo que un rebelde como Saulo de Tarso fuera un apóstol. Saulo había perseguido a Esteban y a otros en Jerusalén y, no satisfecho con esto, fue a los sumos sacerdotes y obtuvo autoridad para ir a Damasco a encarcelar a todos los que invocaban el nombre del Señor. Mientras Saulo iba de camino, una luz resplandeció del cielo, y él cayó a tierra. El Señor le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Cuando Saulo le preguntó quién era, el Señor le contestó que Él era Jesús a quien él perseguía. Desde ese momento, algo del Jesús ascendido entró en ese rebelde. Saulo era tan inteligente y podía verlo todo; pero después que Jesús entro en él, fue cegado. No podía ver nada. Muchos de nosotros necesitamos ser cegados. Cuando verdaderamente Jesús entra en nosotros, ya no podemos ver más. Al principio Saulo era el que guiaba a otros, y ahora otros lo guiaban a él (Hch. 9).
El proceso por el que Saulo fue constituido un apóstol, continúa desde aquel día hasta llegar al capítulo 13 de Hechos. Jesús hizo de este rebelde un apóstol, y llegó a ser uno de los apóstoles más notables. Pero no piensen que llegó a ser un apóstol de la noche a la mañana. Tener la constitución de un apóstol requiere un periodo largo de tiempo; se requiere un largo proceso para que todos los elementos del Jesús ascendido le fuesen añadidos a Saulo. Jesús lo hizo un apóstol, forjando todos Sus propios elementos en él. Jesús ha recibido del Padre a todas las personas salvas, y todas ellas, incluyendo a Saulo, llegaron finalmente a ser dones. Cristo recibió estos dones en Su humanidad, y después dio todos estos salvos a Su Cuerpo para el perfeccionamiento del mismo.
Para hacer y constituir una persona dotada se requiere la humanidad de Jesús. Jesús no llevó a cabo esto en Su divinidad, sino en Su humanidad. Él recibió los dones en el hombre. La Nueva Traducción de Darby usa la frase en hombre. El Señor recibió los dones como un hombre, en la condición y posición de hombre. Después de Su ascensión, Él no recibió los dones en la posición de Hijo de Dios, sino en la posición de hombre. El hecho de que Él recibiera los dones, significa que Él los hizo dones.
Cristo nos recibió del Padre cuando fuimos salvos. Fuimos llamados y escogidos por Dios en la eternidad, así que le pertenecíamos al Padre. Pero después el Padre nos dio a Jesús. El Padre dio y el Hijo recibió. Después que el Hijo nos recibió, nos envió, por ejemplo, a la iglesia en Los Ángeles, donde llegamos a ser dones para la edificación de la iglesia. Primero fuimos escogidos, predestinados y llamados por el Padre, y después fuimos dados a Su Hijo Jesús. Finalmente Jesús nos dio como dones a la iglesia en Los Ángeles. Sin embargo, si todos los que fueron escogidos, predestinados, llamados y dados serán o no dones adecuados, depende de que la humanidad de Jesús se haya forjado en ellos y forme parte de su constitución. El factor determinante es cuánto de la humanidad de Jesús ha sido forjada en nuestro ser. Así pues, el Señor no nos recibió en Su divinidad, sino en Su humanidad. Esto es muy significativo.
En el pasado hemos hablado mucho acerca de que necesitamos que la vida y la naturaleza divinas se forjen en nosotros. No obstante, si pasamos más tiempo orando-leyendo la Palabra, veremos que Dios tiene la intención de forjar Su vida divina en nosotros con una naturaleza humana. Dios desea forjar a Cristo en nosotros, y Cristo no es sólo el Hijo de Dios, sino también el Hijo del Hombre. Dios intenta forjar a una Persona en nosotros que tiene la vida de Dios y la naturaleza de hombre.
Recuerdo algunos misioneros que conocí hace años en el Lejano Oriente. Algunos tenían estudios de doctorado y eran excelentes predicadores, pero no eran muy útiles. Sin embargo, otros no eran eruditos ni tenían un grado universitario, pero el Señor los usaba sobremanera. En ese tiempo no entendía la razón de esto, pero ahora sí sé la razón. Los que eran más útiles en las manos del Señor, eran los que disfrutaban la humanidad de Jesús. Tal vez ellos no conocían esta terminología; sin embargo, participaban de la humanidad del Señor. Algunos misioneros no podían ni predicar ni enseñar bien; pero debido a que ellos experimentaban la humanidad de Jesús, trajeron un buen número de personas al Señor.
He visto muchas clases de cristianos: los formales, los fundamentalistas, los pentecostales y los de la vida interior. No sólo he visto estas diferentes clases de cristianos, sino que, bajo la soberanía del Señor, estuve entre muchos de ellos. Debo decirles que todos ellos experimentaban muy poco la humanidad de Jesús. Se supone que los pentecostales son poderosos y que los fundamentalistas conocen bien la Biblia, pero a la postre no son muy útiles al Señor porque carecen de la humanidad de Jesús. Ellos son dones dados al Cuerpo, pero están carentes de la humanidad de Jesús.
Por favor, no me malentiendan cuando les hablo de la humanidad apropiada. Me doy cuenta de que algunos piensan que simplemente debemos ser humanos; así que dicen: “Seamos humanos. Dios no quiere ángeles; quiere seres humanos. Vamos a la playa, juguemos deportes y miremos televisión”. Eso será muy humano, pero no es ser “Jesusmente” humanos. Nosotros debemos ser “Jesusmente” humanos, y no sólo humanamente humanos. Tampoco me refiero a nuestra humanidad natural y caída. No debemos traer nada natural a la esfera de Jesús. Ya tenemos suficiente de esa clase de humanidad. Necesitamos otra categoría de humanidad, una naturaleza nueva, santa, como la menciona Andrew Murray en su libro El Espíritu de Cristo. Jesús no perfeccionó Su naturaleza humana de manera natural, sino de manera divina. Es humanidad y, sin embargo, es también divina.
Jesús es un hombre, pero Su humanidad tiene una fuente distinta a la nuestra. Por medio de Su muerte y resurrección Él elevó esta humanidad. Ahora Su humanidad no es solamente nueva y santa, sino también elevada. Nuestra humanidad natural nunca puede corresponder a Su humanidad. Es difícil poder discernir la diferencia entre estas dos mediante nuestras palabras, pero en nuestra experiencia hay una gran diferencia. Nuestra humanidad en el mejor de los casos es sólo una sombra; la humanidad de Jesús es la realidad. Una flor verdadera y una artificial se ven iguales en tamaño, color y forma. Si no se tiene el discernimiento, podríamos decir que son idénticas; pero no lo son en lo más mínimo. Una procede de la vida; la otra no tiene el elemento de vida.
Para edificar la iglesia local hoy en día, es menester que las tablas derechas, las barras que unen y todos los miembros sean los dones apropiados, al tener como su elemento constitutivo la humanidad de Jesús. No sólo debemos estar derechos y unidos, sino que además debemos ser útiles. Cada miembro entre nosotros debe ser útil. Todos somos dones dados al Cuerpo, así que debemos ser útiles y ejercer nuestra función. ¿Cómo podemos hacer esto? Solamente al estar constituidos de la humanidad de Jesús.
Hace años no podía hablar de esta manera, debido a que no había recibido esta luz. No estaba claro, aunque sí tenía cierta experiencia. ¡Alabado sea el Señor, pues ahora vemos que necesitamos la humanidad de Jesús! En el pasado pensábamos que si recibiésemos ciertos dones o manifestaciones del bautismo en el Espíritu Santo, si tuviésemos cierta clase de conocimiento bíblico con el entrenamiento apropiado, ciertamente seríamos útiles. Y todo esto puede ser útil; pero finalmente lo que podemos hacer sin la humanidad de Jesús, lo derribaremos con lo que somos. El hermano Watchman Nee solía decirnos que algunos hermanos edifican doce pulgadas por lo que hacen y derriban catorce con lo que son. Esto quiere decir que ellos derriban más de lo que edifican; por eso es mejor que no hagan nada. Podemos edificar algo con nuestra doctrina y conocimiento bíblicos, pero hacemos más daño de lo que edificamos debido a nuestra carencia de la humanidad de Jesús. En la vida de iglesia necesitamos la humanidad de Jesús mucho más que los dones, mucho más que el llamado bautismo o el conocimiento de la Biblia.
Efesios 4:11-12 dice que las personas dotadas no edifican la iglesia directamente sino indirectamente. “Él mismo dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo”. Todas las personas dotadas existen para perfeccionar a otros, a fin de equiparlos para que sean miembros útiles. Perfeccionar y equipar a los santos es simplemente ayudarles a crecer en vida. Perfeccionar y equipar a los santos es alimentarlos con la ofrenda de harina, la humanidad de Jesús.
Supongamos que tenemos un bebé normal con todos sus órganos y todos sus miembros apropiados. Muchos de los miembros del pequeño bebé aún no funcionan adecuadamente, porque les falta crecimiento y madurez. El bebé tiene dos pies y dos piernas, pero no puede pararse o caminar porque aún no ha crecido en vida; así que la madre deberá perfeccionarlo y equiparlo. Ella no lo hace poniendo sobre él muchos objetos de buena calidad. Si la madre va al supermercado y compra muchos víveres, y los amontona sobre el bebé, no lo ayudaría. Sólo hay una manera en que la madre puede perfeccionar al bebé a fin de que madure; a saber: alimentarlo. Si el bebé recibe el alimento adecuado, crecerá en vida. Todos sus órganos y miembros se desarrollarán y manifestarán su función.
Todos hemos nacido sacerdotes; nacimos de la familia sacerdotal. Pero somos sacerdotes “bebés” que necesitan crecer en vida. El alimento principal que nos ayudará a crecer para ser sacerdotes maduros es la ofrenda de harina, que representa la humanidad de Jesús. Esta ofrenda de harina resulta de la labor que realizan aquellos que tienen mayor madurez. En la vida de iglesia debe haber hermanos maduros que laboren en la buena tierra para producir el grano requerido en la elaboración de la ofrenda de harina. Ellos deben traer esta ofrenda a la Tienda de Reunión y presentarla al Padre. Lo que sobre será el alimento que sirve para alimentar a la familia sacerdotal.
Hoy en día el Señor Jesús está haciendo que ciertos miembros de Su Cuerpo sean constituidos dones apropiados para el Cuerpo, y lo hace con Su propia humanidad. Él ha recibido dones en el hombre y en la posición de hombre. Por lo tanto, la manera más rápida de crecer es alimentarse de la humanidad de Jesús. No se trata de tener dones o más conocimiento bíblico, aunque tampoco es mi propósito estar en contra de estas cosas. La manera más rápida en que los cristianos pueden crecer es alimentándose de la humanidad de Jesús. Cuanto más mastiquemos a Jesús, más rápido creceremos.
Muchos entre los cristianos actuales son maduros, pero no son maduros en vida. Son maduros en términos del conocimiento, la enseñanza o los dones, pero en lo que respecta a la vida, ellos son bebés. No importa qué clase de don tengamos, es sumamente fácil ser llevados, sacudidos y zarandeados por los vientos de enseñanza. En la actualidad los cristianos poseen todas estas cosas, pero no son estables; les es fácil cambiar. Esto se debe a que carecen del crecimiento en vida apropiado.
No piensen que estoy criticando a los cristianos. Simplemente les presento los hechos propios del cristianismo actual. En Lucas 24:49 el Señor comparó el bautismo del Espíritu Santo a una vestidura. Se les dijo a los discípulos que esperasen hasta que fuesen investidos de poder desde lo alto. ¿Puede alguien crecer por ser investido? Sabemos que las vestiduras no sirven para crecer, sino para cubrir. Lo que falta hoy en día es la comida apropiada para los cristianos. Los dones no nos pueden alimentar, el conocimiento no nos puede alimentar, ni aun la mejor capacitación nos puede alimentar. Podemos hacer muchas cosas, pero las ocupaciones no nos pueden alimentar. Es por eso que en la actualidad muchos cristianos son tan pobres. Ellos tienen la vestidura, el conocimiento y la capacidad, pero no tienen alimento. El alimento proviene solamente de la humanidad de Jesús, y la humanidad de Jesús es el alimento principal de los sacerdotes.
Los que toman responsabilidades en una iglesia local no deben demandar mucho de los jóvenes. Más bien, ellos mismos deben laborar en la tierra, producir el grano, moler la harina y preparar la ofrenda de harina, para luego presentarla en la Tienda de Reunión. Entonces lo que quede será para que todos los sacerdotes se alimenten. Así, todos los sacerdotes infantes crecerán y llegarán a ser dones útiles para el Cuerpo. La verdadera necesidad de la iglesia hoy en día no es las enseñanzas, sino la humanidad de Jesús. Efesios 4:15 nos dice que debemos asirnos a la verdad, esto es, asirnos a la realidad: “Sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo”. La realidad está principalmente en la humanidad de Jesús. Jesús es la realidad, y nosotros debemos crecer en Él en todo. En nuestra vida cotidiana debemos crecer en todo en aquel que es la Cabeza, al asirnos a la humanidad de Jesús. Que Cristo reciba dones en el hombre, quiere decir que debemos asirnos a Su humanidad a fin de que podamos disfrutar la realidad y crecer hasta ser dones útiles para el Cuerpo. Al crecer podemos desempeñar nuestra función. Por esto Efesios 4:16 dice que a partir de la Cabeza todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor.
Ésta es la edificación de la iglesia. Todos debemos poner nuestros ojos en el Señor a fin de ver cómo son producidas las tablas derechas, las barras que unen y cómo son constituidos los dones. Esto sólo se logra si nos alimentamos de la humanidad de Jesús. Es de este modo que creceremos en vida y seremos hechos los dones apropiados para la edificación del Cuerpo.