
Lectura bíblica: Lv. 2:1-16
Hemos señalado que existen cinco clases de ofrendas, debido a que nos hallamos en cinco condiciones diferentes delante de Dios. Nuestra primera condición es que no somos para Dios, y debido a eso necesitamos el holocausto. El holocausto es Cristo, Aquel que es exclusivamente para Dios. Nuestra segunda condición delante de Dios es que no somos perfectos ni finos. Fino implica que no hay nada áspero, ni tosco y también significa que no le falta nada ni le sobra nada. Algunas veces exageramos en ciertas cosas y en otras nos falta lo que es necesario. Debido a que no somos perfectos ni finos necesitamos la segunda clase de ofrenda, esto es, la ofrenda de harina, que es hecha de harina fina.
¿Por qué la ofrenda de harina seguía después del holocausto? Para entender esto tenemos que ver cuáles son las diferencias entre estas dos. El holocausto es algo que proviene de la vida animal; a saber, ganado vacuno u ovejuno, o una tórtola. La ofrenda de harina, en cambio, pertenece totalmente a otro reino; no pertenece al reino animal, sino al reino vegetal. La flor de harina es hecha de trigo. El Señor Jesús es descrito como una persona que posee dos clases de vida: la vida animal y la vida vegetal. La vida animal sirve para la redención, porque ésta requiere el derramamiento de sangre; sin el derramamiento de sangre no hay redención. La vida vegetal sirve para generar o para producir.
El Evangelio de Juan nos muestra al Señor como Aquel que posee tanto la vida animal como la vida vegetal. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Juan 12:24 dice: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Como el Cordero, Él pertenece al reino animal, y como el grano de trigo, al reino vegetal. En estos dos capítulos del Evangelio de Juan nos damos cuenta de que el Cordero, la vida animal, sirve para redimir, y el grano de trigo, la vida vegetal, sirve para producir. Un grano produce muchos granos. El Señor Jesús es el Cordero y también es el grano de trigo. Él pertenece a la vida animal y también a la vida vegetal; Él es el Redentor y también el Productor.
Por esto vemos que la función del holocausto es principalmente redimir. En Levítico 1 la palabra sangre se menciona al menos tres veces. El holocausto sirve para nuestra redención, la cual requiere la aspersión de la sangre. Se nos ha dicho claramente que el holocausto no tenía como finalidad ser nuestro alimento o satisfacción, sino que era por completo para la satisfacción de Dios. Sin embargo, la función de la ofrenda de harina sí es principalmente alimentarnos. Necesitamos ser redimidos y también necesitamos ser nutridos. El holocausto satisface a Dios. Pero la ofrenda de harina no sólo satisface a Dios, sino que también nos vivifica. Hace que vivamos en la presencia de Dios.
Además, debemos ver que todos los sufrimientos implícitos en el holocausto tienen como finalidad nuestra redención; sin embargo, los sufrimientos en la ofrenda de harina no se relacionan con la redención, sino con nuestros sufrimientos personales. Además, lo sobresaliente en el holocausto es la sangre, mientras que en la ofrenda de harina lo más importante son el aceite y el olíbano.
No sólo debemos ver la diferencia que hay entre el holocausto y la ofrenda de harina, sino también la diferencia entre el maná y la ofrenda de harina. Muchos cristianos piensan que el maná es maravilloso. Pero en el libro de Levítico el maná quedó atrás y ha sido reemplazado por algo mejor y más rico. La primera diferencia está en que el maná procede del cielo, pero la ofrenda de harina proviene de la tierra. Tal vez pensemos que algo que procede del cielo es maravilloso. ¿Podría algo ser mejor que lo celestial? No obstante, la ofrenda de harina es terrenal. El maná fue dado desde el cielo, pero la ofrenda de harina fue producida en la tierra.
Isaías 4:2 nos dice por un lado que el Señor Jesús es “el renuevo de Jehová”, lo cual habla de Su divinidad. Pero por otro lado, nos dice que Él es “el fruto de la tierra”, lo cual alude a Su humanidad. En lo que respecta a Su naturaleza divina Él es el renuevo de Jehová, y en lo que respecta a Su naturaleza humana Él es el fruto de la tierra. Isaías 53 habla del Señor como un “renuevo” que brotó de la “tierra seca”. Él es el fruto de la tierra y es un renuevo que brota de la tierra seca. Para la ofrenda de harina no necesitamos la divinidad del Señor Jesús; necesitamos Su humanidad. Para ser perfeccionados necesitamos Su humanidad; y ésta no fue mandada del cielo, sino que creció aquí en la tierra. Muchos cristianos jamás pensarían que algo terrenal pueda ser mejor que algo celestial; sin embargo, la ofrenda de harina es mejor que el maná.
El maná es un regalo de Dios, mientras que la ofrenda de harina es un presente para Dios. ¿Cuál es mejor? Debemos reconocer que un presente para Dios es mucho mejor. Debemos ser librados de nuestros viejos conceptos. El maná nos es dado para nuestra satisfacción, y no para la satisfacción de Dios. Sin embargo, la ofrenda de harina sirve para la satisfacción de Dios. Incluso es un memorial para Dios, lo cual es mucho mejor que solamente ser satisfechos. “El sacerdote [...] lo hará arder [la ofrenda de harina] sobre el altar, como memorial. Ofrenda quemada es, de olor grato a Jehová” (Lv. 2:2). El maná no tiene como finalidad la satisfacción de Dios, pero la ofrenda de harina sí; y arde como un memorial en Su presencia. Es algo para que Dios lo recuerde. Definitivamente esto es superior.
Además, el maná era necesario para poder vivir en el desierto, mientras que la ofrenda de harina es necesaria para vivir en el lugar donde Dios mora. El maná sólo podía sustentar la vida en el desierto, pero la ofrenda de harina puede sustentar la vida en el lugar donde Dios mora. ¿Dónde prefiere estar, en el desierto o en la morada de Dios? Todos debemos preferir la ofrenda de harina y debemos olvidarnos del maná. La ofrenda de harina nos basta para llevar una vida que sirve a Dios en Su presencia y en Su morada. Por lo tanto, cesamos de vagar y simplemente moramos con Dios en Su casa.
Otra diferencia importante entre el maná y la ofrenda de harina es que el maná nunca constituyó una adoración a Dios. Dios nunca pidió a Su pueblo que le adoraran ofreciéndole el maná, pero sí les pidió que le adoraran con la ofrenda de harina. Por lo tanto, la ofrenda de harina es más que suficiente para formar parte de la adoración a Dios. La razón por la cual muchos cristianos no adoran verdaderamente a Dios es que aún siguen alimentándose del maná. En las iglesias locales debemos ofrecer una verdadera adoración a Dios disfrutando de la ofrenda de harina durante todo el día.
Hay un punto adicional acerca del maná y la ofrenda de harina. Para obtener el maná no se necesita realizar ninguna labor humana, pero para obtener la ofrenda de harina sí se requiere de mucha labor humana. Debemos laborar en la buena tierra, cultivando la tierra, sembrando la semilla, regando las plantas y segando la cosecha. Debemos atender a tantas cosas a fin de obtener la harina fina; aun después de recoger la cosecha, necesitamos ir a moler y hornear. Todo esto no se hace en la Tienda de Reunión, sino en el hogar. Todo lo que se requería para obtener el maná era salir a recogerlo; pero la ofrenda de harina requiere mucha más labor que el maná.
Muchos jóvenes hoy en día son sueltos y descuidados. Varias veces he querido ir a visitar las casas de los jóvenes, pero mi esposa me decía que primero debía llamarlos. Mas si lo hacía, ya no habría habido necesidad de ir. Mi intención era ver el estado en que mantenían sus dormitorios y la cocina. Muchos de ellos claman: “¡Oh Señor, amén, aleluya!”. Pero a mí me gustaría ir a ver sus dormitorios. Temo que muchos de ellos no hayan tendido sus camas el día de hoy. De ser así, entonces ciertamente eso no es la harina fina. Me gusta oír a los jóvenes decir: “¡Aleluya!”; pero ¿por qué razón exclaman: “Aleluya”? A veces me gustaría ir a sus recámaras, para ver cómo laboran en Cristo y cómo cultivan la tierra al tender sus camas.
Las personas ociosas ni siquiera pueden salir a recoger el maná. Aunque eso no represente mucha labor, aun así uno debe levantarse temprano y salir “fuera del campamento” a recogerlo. Dios es misericordioso; pero no le otorgará mucha gracia si usted es perezoso. Dios envía el maná fuera del campamento, pero no lo envía a nuestro dormitorio ni lo pone dentro de nuestra boca. Más bien, a fin de recoger el maná, debemos levantarnos temprano, salir de la cama, dejar el dormitorio y salir fuera del campamento. Luego debemos cocinarlo un poco antes de poder comerlo.
Salomón dice en Proverbios 19:24 que el perezoso mete su mano en el plato, y ni aun es capaz de llevársela a la boca. Él es realmente ocioso. Un perezoso no puede ni obtener el maná, así que mucho menos la ofrenda de harina. La ofrenda de harina requiere mucha más labor que el maná.
Ahora veremos algo sobre los ingredientes de la ofrenda de harina. Como ya hemos visto, la sustancia principal es la harina fina, que proviene de la vida vegetal. En la Biblia la vida vegetal siempre se refiere a la humanidad del Señor. El Señor como hombre, tal como la harina fina, es perfecto. La harina fina es perfecta en su uniformidad; es muy fina, suave y dócil. Esto nos revela lo equilibrada y balanceada que es la humanidad del Señor.
Algunas hermanas son muy sensibles, y algunos hermanos son muy intelectuales, más de lo que debieran. Otras hermanas son tan sensibles que pareciera que nunca piensan; pero por otro lado, hay algunos hermanos que piensan demasiado. Cada vez que se les habla, ellos arquean sus cejas, lo cual es señal de que están utilizando la mente. He conocido a algunos hermanos tan indiferentes que ni siquiera pueden reírse. Esto muestra que ellos no son finos, balanceados ni equilibrados, y que tampoco son tiernos ni comprensivos.
Pero el Señor Jesús en Su humanidad es tan fino, tan balanceado, tierno y dócil. Cuando era tiempo de alegrarse, Él se alegraba (Jn. 11:15). Cuando había que llorar, Él lloraba (v. 35). Como hombre era finamente balanceado. A veces fue muy firme al reprender a los malvados, pero no era áspero (Mt. 21:12-13; 23:33); aun en eso era fino y equilibrado. Ésta es la harina fina. No tengo las expresiones apropiadas para hablar de la perfecta humanidad de Cristo. Sería más conveniente orar-leer una vez más los cuatro Evangelios teniendo esto en mente. Entonces veremos la fineza con la cual Cristo se condujo siempre en Su vivir humano.
Este Cristo perfecto es el regalo que presentamos a Dios en la Tienda de Reunión. No es un presente que Dios nos dé a nosotros, sino un regalo que nosotros le damos a Dios. Cuando venimos a la Tienda de Reunión necesitamos ofrecer a tal Cristo perfecto en Su humanidad como una especie de regalo para Dios. Podemos decir: “Padre, aquí está un regalo precioso para Ti, y es simplemente el hombre Jesús en Su humanidad”. A Dios le agradará mucho recibir tal presente.
No nos sorprende que Dios sea perfecto, pero que un hombre sea perfecto si es un hecho asombroso. ¡Alabado sea el Señor que en la tierra, entre el linaje humano, hubo un hombre tan perfecto, tan balanceado, tan fino y tan tierno! Él era así como la harina fina. Ésta es la humanidad de Jesús. Éste es el hombre Jesús. En la Tienda de Reunión ningún presente puede ser tan querido y precioso para Dios como la humanidad de Jesús. Nuestro presente a Dios debe ser el hombre Jesús a quien apreciamos, disfrutamos y experimentamos durante todo el día.
En Levítico 1 no podemos encontrar la palabra memorial, pero se usa muchas veces en el capitulo 2, al hablar de la ofrenda de harina. Esta palabra tiene un significado más profundo que el de la palabra satisfacción. Si usted no está satisfecho con algo, nunca haría un memorial de eso, pero si algo le satisface en extremo, eso llegará a ser un memorial continuo para usted. Esto mismo sucede con el hombre Jesús, el hombre perfecto, el hombre fino, que presentamos a Dios. Él es la máxima satisfacción para Dios, lo cual finalmente llega a ser por siempre un memorial para Él; es decir, por la eternidad.
Aquí en Los Ángeles hemos estado disfrutando mucho a Cristo, y creo que al experimentarle más y más, tendremos en nuestras reuniones de la iglesia un regalo tan querido para Dios. Esto llegará a ser un memorial eterno para Dios y también para nosotros. Estoy convencido de que aun en la eternidad recordaremos el disfrute que tuvimos de la humanidad de Jesús en el salón de la calle Elden en Los Ángeles. Esto sobrepasa a la satisfacción.
Las palabras olor grato también se usan en referencia a la ofrenda de harina. Algunas versiones lo traducen como “fragancia para descansar”. Es un olor grato que hace que Dios se sienta en reposo. Si presentamos al hombre Jesús que hemos experimentado como un verdadero regalo a Dios, esto llegará a ser un olor grato, una fragancia que hace descansar y un aroma que satisface.
Debemos ver que la ofrenda de harina es principalmente para nosotros. Era sólo un puñado lo que se ofrecía a Dios como memorial; el resto, la mayor parte, era de los sacerdotes. “Lo que resta de la ofrenda [...] será de Aarón y de sus hijos” (Lv. 2:3). Ésta era la dieta de los sacerdotes. Los sacerdotes se alimentaban de Cristo como la ofrenda de harina día tras día. Hoy nosotros somos los sacerdotes, así que debemos comer a Cristo como la ofrenda de harina, la cual es nuestra dieta sacerdotal.
El Señor Jesús en Juan 6:57 dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Si comemos de la ofrenda de harina, viviremos por causa de esta ofrenda. Somos lo que comemos; lo que comemos finalmente llega a constituir nuestro ser. Si día tras día comemos a Cristo como nuestra ofrenda de harina, finalmente llegaremos a ser Cristo. “Porque para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Ésta es la clase de vida que es adecuada para servir a Dios en el sacerdocio.
Dios no espera que los ángeles le sirvan como sacerdotes; Él desea seres humanos. Por tanto, no debemos servir a Dios como ángeles, sino como hombres. Que el hombre le sirva a Dios es ciertamente maravilloso; sin embargo, necesitamos alimentarnos a fin de servir a Dios en Su presencia. Para estar en la presencia de Dios sirviéndole, debemos tener una dieta extraordinaria, y esta dieta es Cristo como la ofrenda de harina. Cuanto más disfrutemos a Cristo como nuestra dieta, más seremos nutridos, calificados, fortalecidos y sostenidos para servir a Dios como sacerdotes. Por esto necesitamos diariamente experimentar a este Jesús.
Todos tenemos que hacer un cambio en nuestra dieta. Olvídense de leer periódicos y revistas. Debemos pasar más tiempo en los cuatro Evangelios a fin de comer a Jesús. Es de esta manera que la humanidad de Jesús llegará a ser nuestra verdadera comida y nuestra dieta diaria. De este modo, cuando vengamos a la reunión, seremos los verdaderos sacerdotes que sirven a Dios.
En la ofrenda de harina había harina fina y aceite. Sabemos que el aceite representa al Espíritu divino. La harina fina representa la humanidad de Cristo, y el aceite es el Espíritu divino. El aceite se derramaba sobre la harina fina e incluso se mezclaba con ella. He sido criticado por usar la palabra mezclar al describir la mezcla de la divinidad con la humanidad; pero finalmente hallé esta palabra en Levítico 2:4-5, que dice: “...Flor de harina sin levadura, amasadas con aceite”. ¡La harina fina era mezclada, amasada con el aceite! Es decir, la humanidad se mezcla con la divinidad. La humanidad es sazonada, fortalecida y regada por el Espíritu divino.
John N. Darby era una persona que verdaderamente conocía la Biblia. En su “Nueva Traducción” de la Biblia, él señala que mezclar es mucho más que ungir. En Salmos 92:10 esta palabra fue traducida incorrectamente como “ungir” en vez de traducirse: “Seré mezclado con aceite fresco”. Todos debemos ser mezclados con el Espíritu Santo. No basta que el Espíritu se derrame sobre nosotros y nos unja, sino que además el Espíritu debe ser mezclado con nosotros. Jesucristo fue tal persona. Mientras estuvo en la tierra, Él fue un hombre mezclado completamente con el Espíritu Santo.
En la ofrenda de harina no solamente había aceite, sino también olíbano. “Pondrás sobre ella aceite, y le echarás además olíbano [heb.]. Es una ofrenda [de harina]” (v. 15). El olíbano representa la grata fragancia de la manifestación de la resurrección. Cuando el Señor estuvo en la tierra, todo lo que llevó a cabo tanto en Sus actividades como en Su conducta y conversaciones era siempre una exhibición grata y fragante. Sus acciones no eran naturales, sino algo de la resurrección. Aunque aún no había sido crucificado, Él vivía en resurrección. Aun cuando sólo tenía doce años de edad, Él estaba en el templo atendiendo las cosas de Dios, y la manera en que se conducía era en resurrección. Nunca hacía nada según Su concepto natural; al contrario, siempre manifestaba la vida de resurrección, la cual era tan dulce y fragante. Él poseía el verdadero olíbano. En la humanidad del Señor están siempre presentes el aceite y el olíbano, es decir, siempre están presentes el Espíritu divino más la fragancia de la resurrección.
Un día, mientras Él estaba ministrando, le dijeron que Su madre y Sus hermanos le buscaban. Él contestó que los que hacen la voluntad de Dios son Su madre y Sus hermanos. Esto no fue algo natural, sino algo de la resurrección. Aun cuando lloró, no lo hizo de forma natural, pues en Su llanto también se manifestaba la fragancia de la resurrección.
La harina fina representa la humanidad de Jesús; el aceite, al Espíritu divino, y el olíbano, la fragancia de la vida de resurrección. Éste es el hombre Jesús: una vida en la humanidad mezclada con el Espíritu divino y que expresa la vida de resurrección. Ésta es la ofrenda de harina. Solamente se tomaba un puñado de esta ofrenda y se hacía arder sobre el altar para presentársela a Dios a fin de satisfacerlo, como un memorial eterno, y el resto, la mayor parte que quedaba, era para los sacerdotes. Todos debemos aprender a alimentarnos de Cristo para presentarlo a Dios en la Tienda de Reunión. Simplemente debemos participar de Cristo con Dios, y Él llegará a ser nuestro alimento diario. Este alimento nos transformará para que tengamos una vida sacerdotal, a fin de que estemos calificados para servir a Dios como sacerdotes en el sacerdocio.