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Mensajes del libro «Cristo crucificado, El»
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CAPÍTULO DOCE

EL CRECIMIENTO DEL CRISTIANO

TODOS LOS ASUNTOS ESPIRITUALES RELACIONADOS CON UN CRISTIANO DEPENDEN DE CRISTO

  Efesios 4:13 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Gálatas 4:19b dice: “Hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Dios nos muestra claramente en Su Palabra que todos los asuntos espirituales relacionados con un cristiano dependen de Cristo. Bien sea creer en el Señor, ser bautizados o nuestra práctica de partir el pan en memoria del Señor, todo lo relacionado con nuestra vida cristiana depende de Cristo. Todos los asuntos espirituales dependen de si tenemos o no a Cristo. Cualquier experiencia en la que no experimentemos a Cristo no podrá considerarse una experiencia espiritual delante de Dios.

  Muchos de nosotros aún no tenemos una verdadera visión o sentir con respecto a esto. Sabemos que el Señor Jesús es Dios, que Él tiene la vida eterna y que el Señor Jesús es el Salvador y nosotros hemos recibido Su salvación y tenemos Su vida. Sin embargo, conforme a nuestro sentir, aún no entendemos claramente que el propósito de Dios es que Cristo sea nuestra vida y nuestro todo. Aun cuando hayamos creído en el Señor y ahora pertenezcamos a Él, hay algo que no hemos visto claramente. Dios desea que Cristo sea el todo para nosotros. Esto no es algo externo sino interno. El Cristo que está en nosotros es nuestra vida. La vida está íntimamente relacionada con nosotros; es por eso que decir que no tenemos vida sería igual que decir que no nos tenemos a nosotros mismos. El propósito de Dios es que Cristo sea nuestra vida; sin embargo, los que somos salvos no hemos entendido mucho del hecho de que Cristo es nuestra vida.

  Muy a menudo vivimos y andamos como si todo estuviera normal, cuando en realidad hemos puesto a Cristo a un lado. Muchas veces en esas ocasiones incluso nos sentimos contentos con nosotros mismos, pensando que hemos obrado bien. Esto demuestra que aunque somos salvos, aún no hemos visto claramente que Cristo es nuestra vida y que tenemos que vivir por Él. Si vemos esto con claridad, en lo profundo de nuestro ser sentiremos que aparte de Él no podemos hacer nada y que aparte de Él no podemos vivir. En lo profundo de nuestro ser recibiremos esta revelación y visión, y como resultado, nuestro vivir será en Cristo y por medio de Cristo.

EL DESEO DE DIOS ES QUE CRISTO SEA LA VIDA Y EL VIVIR DEL HOMBRE

  Hoy en día todavía no tenemos un entendimiento correcto del hecho de que Cristo es nuestra vida y que, como dice la Biblia, separados de Él nada podemos hacer (Jn. 15:5). No hemos visto que Dios rechaza y repudia todo lo que provenga de nosotros. Todo aquello que provenga de nosotros, por bueno que sea, no será aceptable ante Dios. Únicamente Cristo cuenta; únicamente Él tiene valor. Nuestro odio, por supuesto, no es aceptable delante de Dios, pero tampoco lo es nuestro amor. Únicamente aquello que proviene de Cristo es aceptable delante de Dios. Lo que Dios ha establecido con respecto a Su Hijo es que nosotros lo amemos y vivamos por Su vida, a fin de que el Hijo pase a través de nosotros para ser nuestra vida interna y nuestro vivir externo. Ésta es la intención de Dios, el propósito de Dios.

  Muchos de los hijos de Dios aún no han visto la intención de Dios; en lugar de ello, piensan que Dios desea que ellos traten de mejorarse a sí mismos. Por esta razón, su más profunda búsqueda está enfocada en llegar a ser mejores personas. Cada vez que van en pos del Señor, su único deseo es poder cambiarse a sí mismas. Cuando alguien no siente interés por los asuntos espirituales, se muestra indiferente a todo. No le gusta predicar el evangelio, asistir a las reuniones ni tampoco tener comunión con los santos. Sin embargo, en un momento dado, quizás cuando algo lo conmueve en una reunión, o si experimenta algún sufrimiento y es disciplinado, su corazón se despierta, y empieza a tener un corazón que busca las cosas espirituales. En esos momentos su pensamiento está centrado en cambiar su condición. Así que, anteriormente era muy dejado, pero ahora se propone ser diligente. Antes, no le gustaba leer la Biblia, pero ahora decide leer la Biblia. Antes no oraba, pero ahora si lo hace. Antes no era muy ferviente, pero ahora es muy fervoroso. Antes no asistía a las reuniones, pero ahora ha decido asistir a las reuniones. Por supuesto, todas estas cosas son buenas y correctas, pero no tienen que ver con el propósito de Dios. El propósito de Dios es Su Hijo, Cristo.

LOS OJOS DE DIOS ESTÁN PUESTOS EN CRISTO

  Dios no les exige a Sus hijos que cambien su comportamiento ni que deseen hacer lo bueno. Si los hijos de Dios se esfuerzan por cambiarse a sí mismos, de manera que en lugar de ser indiferentes, sean fervientes; en lugar de no leer la Biblia, lean la Biblia; en lugar de no orar, oren; en lugar de no asistir a las reuniones, asistan a las reuniones, Dios aún no estará satisfecho en Su corazón. Si tuviéramos el entendimiento correcto, sabríamos que no hay mucha diferencia entre buscar a Dios y ser perezosos en nuestra búsqueda de Dios. Desde la perspectiva espiritual, es lo mismo leer la Biblia que no leerla. Eso no significa que no sea necesario ser fervientes, buscar al Señor, orar, leer la Biblia y asistir a las reuniones. No, eso no es lo que queremos decir. De hecho, debemos leer la Biblia, orar y reunirnos con regularidad; sin embargo, si sólo leemos la Biblia, oramos y nos reunimos, eso no significa que seamos espirituales, pues ninguna de estas cosas puede satisfacer a Dios. Lo que cuenta para Dios y lo único que satisface Su corazón es que Cristo esté presente en nuestra lectura de la Biblia, en nuestra oración y en nuestra asistencia a las reuniones. Sólo Cristo puede satisfacer a Dios.

  Por consiguiente, el corazón de Dios no estará satisfecho si ahora leemos la Biblia cuando antes no la leíamos, ni tampoco estará contento si ahora oramos cuando antes no lo hacíamos. Asimismo, el propósito de Dios no se llevará a cabo si ahora asistimos a las reuniones cuando anteriormente no asistíamos. El propósito de Dios no se lleva a cabo de esta manera. El propósito de Dios no es que asistamos a las reuniones, seamos fervientes, leamos la Biblia u oremos. No, el propósito de Dios está en Cristo. Si somos fervientes sólo por el hecho de ser fervientes, si nos reunimos simplemente por reunirnos, si leemos la Biblia sólo por leerla, y si oramos simplemente por orar, entonces a los ojos de Dios todas estas cosas no serán más que actividades religiosas que jamás podrán satisfacerlo.

  Espero que podamos ver que todos los asuntos espirituales tienen que ver con Cristo, no con actividades espirituales. La razón por la cual estas actividades tienen algún valor es que nos ayudan a contactar a Cristo. La razón por la cual leer la Biblia y orar tiene algún valor es que tales prácticas nos ayudan a contactar a Cristo. Asimismo, la razón por la cual buscar a Dios fervorosamente tiene algún valor es que ello nos ayuda a contactar a Cristo. Sin embargo, si simplemente tenemos cierto espíritu de búsqueda o cierto fervor, y si simplemente leemos la Biblia, oramos o asistimos a las reuniones, pero no tenemos contacto con Cristo, tales cosas serán simplemente actividades y no serán más que una religión. ¿Qué es religión? Es cuando realizamos cierta acción y llevamos cierto vivir en el que buscamos a Dios y le adoramos sin tener contacto con Cristo. Eso es lo que llamamos religión. Esto no es ni espiritual ni agrada a Dios, debido a que por medio de ello no tenemos contacto con Cristo mismo.

  Por ejemplo, es posible que una persona ore todos los días. Hacer esto es correcto y apropiado. No obstante, la pregunta que tenemos que hacernos es si después que ella ha orado por cierto periodo de tiempo, ha habido algún incremento en su conocimiento y experiencia internos de Cristo. Si después de esta clase de oración su conocimiento y experiencia internos de Cristo no han aumentado en nada, sino que siguen igual que antes, entonces su oración no es nada más que un rito religioso. Sin embargo, si después de haber estado orando por medio año, su conocimiento de Cristo y el elemento de Cristo han aumentado en ella, y ella ha experimentado a Cristo de manera profunda, entonces a los ojos de Dios su oración no será algo religioso, sino algo agradable a Él. Será agradable debido a que ha tocado a Cristo, ha ganado más de Cristo y ha experimentado a Cristo.

  El único deseo que Dios tiene en Su corazón es que Cristo esté en nosotros y sea nuestra vida. Si no vivimos en esta vida ni por ella —es decir, si lo que se manifiesta en nuestro vivir no procede de esta vida— entonces, independientemente de lo que hagamos, sea bueno o malo, Dios no lo aceptará. Aun cuando se trate de algo bueno, a los ojos de Dios ello será simplemente algo religioso por cuanto no proviene de Dios ni de una revelación, y por cuanto no es Cristo mismo. Únicamente aquello que pertenece a Cristo y proviene de Cristo tiene valor ante Dios y es aceptable a Él.

DIOS DESEA QUE EL HOMBRE SE NIEGUE A SÍ MISMO Y VIVA POR MEDIO DE CRISTO

  Todos debemos conocer este principio al grado en que nos aborrezcamos a nosotros mismos y todo aquello en nuestro vivir que procede de nosotros mismos. En el pasado aborrecíamos únicamente los aspectos negativos nuestros, tales como nuestro orgullo, envidia y vanagloria. Pensábamos que si éramos humildes, mansos, modestos y no nos exhibíamos ni éramos jactanciosos, seríamos personas buenas y correctas. Sin embargo, no es así. Muchas veces, aun cuando una persona sea mansa, humilde y discreta, sigue estando en sí misma. Su mansedumbre y su humildad, su discreción y el hecho de no jactarse, todo ello, proviene de sí misma y hecho por sí misma. Nunca debemos olvidar que en el yo se encuentran tanto cosas buenas como malas. Un cristiano puede exhibir amor, mansedumbre y bondad en su vivir; no obstante, si tales cosas carecen de Cristo, no serán más que cosas que proceden de sí mismo. Por lo tanto, aunque dichas cosas reciban los elogios de los hombres, no agradarán a Dios. El propósito de Dios es que, en Cristo, nos neguemos a nosotros mismos y vivamos en virtud Cristo.

  Por consiguiente, Dios nos hace una sola pregunta: ¿vivimos por nuestra propia vida o por la vida de Cristo? Lo que a Dios le interesa es diferente de lo que a nosotros nos interesa. A nosotros nos preocupa el bien y el mal, pero lo que a Dios le interesa trasciende todo esto y es mucho más profundo. Él desea saber si hacemos algo por nosotros mismos o por Cristo. A nosotros únicamente nos interesa aquello que hacemos, pero lo que a Dios le interesa es saber quién lo hace. Aun cuando hagamos algo bueno y recto, no necesariamente Dios lo reconocerá, aceptará y valorará. Dios aún nos preguntará si lo hicimos por nosotros mismos o por Cristo. Si hacemos algo por nosotros mismos, aun cuando ello exhiba bondad, mansedumbre y humildad, no se ganará la alabanza de Dios ni será aceptado por Él. Probablemente, recibamos las alabanzas de los hombres, pero nos desviaremos del camino de Dios.

  El camino de Dios está centrado en Cristo mientras que nuestro camino está centrado en nosotros mismos. Aunque algunas veces hemos orado para que verdaderamente estemos dispuestos a depender de Él y a esperar en Él, el hecho es que aún seguimos viviendo por nosotros mismos. Nunca hemos negado nuestra bondad, nuestra mansedumbre ni nuestros méritos. Nunca hemos negado, menospreciado e incluso pisoteado las cualidades que otros aprecian de nosotros. Al contrario, valoramos al máximo todas esas cosas. Confesamos el nombre del Señor, le servimos y nos acercamos a Él, pero nuestro problema fundamental sigue siendo que no nos negamos a nosotros mismos. Seguimos pensando que a Dios le agrada lo que hacemos para Cristo por nosotros mismos y en nosotros mismos.

EL PROBLEMA SUBJETIVO DEL HOMBRE ES EL HOMBRE MISMO

  El problema subjetivo que Dios encuentra en nosotros es nuestro yo. Tal parece que aunque en nosotros ya no tienen más cabida los pecados y el mundo, Cristo aún no encuentra mucha cabida en nosotros. Es posible que abandonemos los pecados y el mundo; con todo, pareciera que también hemos abandonado a Cristo. Tal vez pensemos que estamos a favor de Cristo y que vivimos por medio de Cristo, pero en realidad, seguimos viviendo en nosotros mismos y por nosotros mismos. Quizás hayamos experimentado un cambio, pero es un cambio sólo de nombre, pues no hemos cambiado mucho en realidad.

  Hacemos el bien por nosotros mismos y, sin embargo, sostenemos que nuestra bondad proviene de Cristo. A los ojos de los hombres esto parece ser muy espiritual, pero a los ojos de Dios eso no significa nada. Humanamente, muchos santos han mejorado mucho y han cambiado, pero espiritualmente siguen siendo los mismos. En el pasado ellos tenían un temperamento irascible, pero ahora han experimentado una mejoría y tienen un temperamento más dócil. Humanamente, ellos realmente han mejorado, pero espiritualmente no ha habido ningún cambio ni progreso en su conocimiento de Cristo.

  Permítanme darles un ejemplo de esto. Supongamos que tenemos una tasa que contiene agua y la cubrimos con un pañuelo. Algunos dirían que la tasa sirve para contener agua y que no debiéramos cubrirla con un pañuelo porque eso no se ve bien. Sin embargo, si retiramos el pañuelo, ¿aumentaría la cantidad de agua que está en la tasa? Puede ser que después de retirar el pañuelo cambie o mejore la apariencia de la tasa; no obstante, el agua que está en la tasa no aumentará. Esto es muy semejante al cambio que experimentan muchos cristianos. Es un cambio en el cual “el pañuelo ha sido quitado”. Hay un hermano que anteriormente era muy áspero con su esposa, pero ahora que ha empezado a servir de ujier en la iglesia, siente que no debiera enojarse más con su esposa. Aunque este tipo de cambio es positivo, pero es más bien es algo externo. Espiritualmente, delante de Dios, él realmente sigue siendo el mismo, porque la medida de Cristo que estaba en él cuando se enojaba es la misma que está en él ahora que tiene un buen genio.

EL PROGRESO ESPIRITUAL CONSISTE EN AÑADIR EL ELEMENTO DE CRISTO

  Espero que podamos ver que nuestra vida espiritual es Cristo, que nuestro vivir espiritual es Cristo y que nuestro progreso espiritual también es Cristo. No debemos pensar que el progreso espiritual simplemente consiste en un cambio en nuestra expresión externa. El progreso espiritual genuino es el aumento del elemento de Cristo en nosotros. Todos estamos de acuerdo en que debiéramos retirar el pañuelo, pero también en que debiera aumentar el agua que está en la tasa. El peor de los casos sería que ni aumente el agua ni sea retirado el pañuelo. Algunos tenían un temperamento irascible hace algunos años y hoy todavía conservan su mal genio. El temperamento de otros, en cambio, ha cambiado de malo a bueno, es decir, han eliminado sus malos hábitos y ahora tienen un buen comportamiento; sin embargo, el Cristo que está en ellos aún no ha aumentado. El progreso de un cristiano no debiera consistir únicamente en un mejoramiento superficial, sino en el incremento de Cristo en su interior. El progreso de un cristiano no debe consistir únicamente en que sea librado de sus malos hábitos y de un mal comportamiento, sino que, además de ello, debe tener un aumento interno del elemento de Cristo.

  Algunas personas mejoran su comportamiento externo, pero no se produce ningún aumento de Cristo en ellas. Eso no es progreso espiritual sino un progreso religioso. No es el crecimiento de Cristo sino un crecimiento en moralidad. Hoy en día muy pocos cristianos son capaces de discernir entre la moralidad y Cristo. A menudo consideran que la moralidad de cierto cristiano se origina en Cristo, y no son capaces de discernir si el cambio que exhibe un cristiano es simplemente un cambio ético o un cambio debido al aumento de Cristo en él. Efesios 4:13 y Gálatas 4:19 claramente nos muestran en qué consiste el progreso del cristiano. El progreso del cristiano es cuando Cristo crece y es formado en él, de modo que la medida de la estatura de la plenitud de Cristo esté presente dentro de él. El progreso de un cristiano es cuando Cristo es formado en él, y la medida de Su estatura aumenta dentro de él.

  La revelación en la Biblia es muy clara en cuanto al progreso del cristiano. Sin embargo, desafortunadamente nos cuesta mucho trabajo cambiar nuestros conceptos. Cuando observamos que alguien mejora en su comportamiento, decimos que ha progresado espiritualmente. Por ejemplo, supongamos que alguien antes discutía mucho con su esposa, ahora ya no lo hace; o supongamos que ahora es diligente cuando antes era muy perezoso, o que ahora no tiene opiniones ni nada que decir, sino que trabaja silenciosamente, cuando era antes muy parlanchín y estaba lleno de opiniones. En esos casos hablaríamos muy bien de él diciendo que él ha progresado espiritualmente. Esto muestra que todavía somos demasiado naturales y que no sabemos lo que es la espiritualidad ni el progreso espiritual.

  ¿En qué consiste la verdadera espiritualidad? La espiritualidad es Cristo mismo. ¿En qué consiste el progreso espiritual? El progreso espiritual es el aumento de Cristo. Siempre que Cristo aumente en los santos, ellos hablarán menos; asimismo, siempre que Cristo aumente en los santos, su mal genio disminuirá. De eso podemos estar seguros. Sin embargo, si el mal genio de una persona disminuye, pero no se da ningún aumento de Cristo en ella, en dicho caso, su cambio simplemente será un cambio ético. El mejoramiento de su temperamento y de su comportamiento será el resultado de su propio esfuerzo, de haberse cultivado a sí misma. Será algo moral, pero no algo que proviene del aumento de Cristo dentro de ella. Así que, aunque haya cambiado completamente su modo de vivir por su propio esfuerzo, no ha tocado a Cristo, no ha tenido contacto con Él, ni ha experimentado ningún aumento de Cristo en su ser. Ciertamente ha cambiado externamente, pero no internamente, pues Cristo no ha crecido en ella.

  Si queremos progresar espiritualmente y crecer espiritualmente, debemos volver nuestros pensamientos a Dios, a fin de recibir la luz y la revelación de que no es cuestión de moralidad sino de Cristo. No debemos pensar que puesto que antes éramos personas inmorales o poco éticas, ahora debemos ser personas éticas, sino más bien, aunque anteriormente hicimos muchas cosas regidos por nuestra propia vida, ahora debemos hacerlo todo por medio de la vida de Cristo. Dios desea que nosotros neguemos nuestra propia vida y que vivamos por la vida de Cristo. Por consiguiente, tenemos que ver claramente que Cristo es nuestra vida y nuestro vivir. Una vez que veamos esto claramente, espontáneamente cambiará nuestro modo de pensar, volviéndolo de la ética, las buenas obras y el buen comportamiento a Cristo mismo.

EXPRESAR A CRISTO EN NUESTRO VIVIR EN LUGAR DE EXPRESAR LA MORALIDAD

  Es extremadamente serio y crucial para nuestro progreso espiritual que hagamos este giro. Por consiguiente, espero que estas palabras resplandezcan sobre nosotros y nos alumbren para que veamos que lo que Dios desea es simplemente Cristo mismo. Ser cristiano no es cuestión de moralidad, ya que la meta de un cristiano es algo más elevado que la moralidad. Ser cristiano es algo que tiene que ver con Cristo. Vivir de una manera moral no nos hará cristianos apropiados. Únicamente cuando expresemos a Cristo en nuestro vivir seremos cristianos apropiados. Cristo es la razón por la cual un cristiano puede ser cristiano. Un verdadero cristiano no sólo tiene a Cristo en su interior, sino que además expresa a Cristo en su vivir.

  Cuando un cristiano expresa a Cristo en su vivir, manifiesta la moralidad más elevada. Sin embargo, hablando con propiedad, el poder de un cristiano no depende de vivir conforme a la moralidad, sino de que viva a Cristo. Aun cuando alcancemos cierta norma de moralidad, eso no nos hará cristianos apropiados. Cuando Cristo crezca continuamente en nosotros, seremos cristianos apropiados. Todo lo relacionado con el cristiano tiene que ver con Cristo. Si vemos esto, tendremos un cambio de conceptos, de la moralidad a Cristo, y valoraremos más a Cristo que a la moralidad. Ver esto es algo muy poderoso. De hecho, ver esto cambiará nuestra vida cristiana. Si no vemos esto, nuestra lectura de la Biblia simplemente será una comprensión mental, nuestra oración será en nuestra mente, nuestras decisiones las haremos conforme a lo que nos dicta la mente, y todo cuanto hagamos será hecho en nuestra mente. Sin embargo, una vez que veamos esto, a partir de ese momento no usaremos más nuestra mente para contactar a Cristo, leer la Biblia u orar; antes bien, en todo lo que hagamos usaremos nuestro espíritu.

  No es cuestión de si tenemos o no doctrinas sino de si tenemos o no tenemos a Cristo. No debemos pensar tanto en buscar doctrinas sino en buscar a Cristo. Cuando buscamos a Cristo con toda seriedad, Él tendrá libertad para actuar en nosotros y se moverá en nosotros, nos hablará y tocará nuestro ser. En otras palabras, en nuestro interior no tendremos nada más que el Cristo vivo. Debido a que lo valoramos, buscamos y contactamos, Él tendrá la oportunidad de obrar en nosotros, y Su Espíritu podrá actuar y tocar nuestro ser. Como resultado, Cristo aumentará en nosotros. Una vez que Él haya aumentado más y nosotros estemos a punto de enojarnos, Cristo tocará nuestro mal genio. Entonces habrá un conflicto entre nosotros y Él, y también una fricción entre nosotros y Él. En esos momentos, si lo amamos, lo valoramos y le permitimos obtener la victoria, Él obtendrá una oportunidad y una base en nosotros para suprimir nuestro mal genio con Su poder de resurrección, y al final nuestro mal genio desaparecerá. Esto será un verdadero cambio, y esto es lo que Dios desea.

EL PROPÓSITO DE DIOS ES QUE CRISTO SEA FORMADO EN NOSOTROS

  Por un lado, Cristo aumentará en nuestro interior; por otro, se manifestará un cambio en nuestra expresión externa. El aumento de Cristo en nosotros eliminará nuestro mal genio, nuestro orgullo y nuestra aspereza. Por consiguiente, el mejoramiento de nuestro temperamento no se deberá a que haya sido elevada nuestra moralidad, sino a que Cristo ha aumentado en nosotros. Cristo aumentará en nosotros al grado en que todo lo que no es compatible con Él será desechado.

  Es cierto que valoramos a Cristo en vez de la moralidad, pero eso no significa que ya no necesitemos la moralidad. Hay muchos cristianos que no valoran la moralidad, pero al final su moralidad es más elevada que la de otros. Algunos cristianos aprecian a Cristo mucho más de lo que aprecian a sus padres, pero al final honran a sus padres más que los demás, porque el Cristo que está en ellos les quita todo lo que se opone a honrar a sus padres. Así, su vivir emana de Cristo y expresa a Cristo, y esta expresión es la que honra a los padres. Aunque ellos valoran altamente a Cristo y no valoran tanto el asunto de honrar a los padres, cuando viven a Cristo, llevan una vida que honra a sus padres. En esto consiste el verdadero vivir espiritual. Cuanto más lleven los cristianos esta clase de vida espiritual, más progreso tendrán.

  El progreso de un cristiano no es nada menos que Cristo se manifieste por medio de él. Cuando Cristo se manifiesta por medio de él, no solamente se da un aumento de Cristo en él, sino que además Cristo crece en él hasta ser un hombre de plena madurez y es formado en él. A estas alturas, no sólo un cristiano tendrá la vida de Cristo, sino que además tendrá la estatura de Cristo. Entonces, debido a que Cristo lo llena y llega a ser su todo, la perspectiva de Cristo es su perspectiva y los pensamientos de Cristo son sus pensamientos. De este modo, él recibirá la revelación y la luz para ver que todo lo que procede del hombre —por excelente que sea y por muy bueno que parezca— no podrá agradar a Dios. Como resultado, él rechazará todo lo que proviene de sí mismo. Despreciará su propia bondad y moralidad y desechará todo lo que provenga de sí mismo. Por otra parte, valorará altamente a Cristo en su interior y le dará a Cristo la oportunidad de moverse en él y de tocar su ser en todo aspecto. Finalmente, el elemento de Cristo aumentará en él y este incremento desechará todo lo que no es de Cristo. De este modo, el Cristo que está en él crecerá hasta alcanzar plena estatura y hasta ser un hombre de plena madurez. Entonces, todo su ser será lleno de Cristo; sus pensamientos serán Cristo, sus conceptos serán Cristo, sus inclinaciones serán Cristo y también sus juicios serán Cristo. Así, será lleno del elemento de Cristo en todo aspecto, entonces Cristo será formado en él. Éste es el propósito de la obra que Dios realiza en nosotros.

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