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Mensajes del libro «Cristo crucificado, El»
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CAPÍTULO CATORCE

LA IGLESIA ES CRISTO

  En 1 Corintios 12:12 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo”. La frase así también el Cristo es una frase extremadamente crucial y misteriosa en la Biblia.

LA CABEZA DE LA IGLESIA ES CRISTO, Y LA IGLESIA COMO CUERPO DE CRISTO TAMBIÉN ES CRISTO

  En 1 Corintios 12:12 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo”. Todos los que han escrito comentarios de la Biblia reconocen que este versículo se refiere a la iglesia. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, y en este Cuerpo hay muchos miembros. Además, todos los miembros del Cuerpo, siendo muchos, son un solo Cuerpo. Sin duda alguna, este versículo habla de la iglesia. Lo extraño es que al final no habla de la iglesia sino de Cristo: “así también el Cristo”. Tal vez pensemos que lo más lógico sería reemplazar la frase el Cristo por la iglesia. Pero cuando el Espíritu Santo inspiró al hombre a escribir la Biblia, no dijo: “Así también la iglesia”, sino “Así también el Cristo”. En esto podemos ver un misterio. Este misterio nos muestra que Cristo no sólo es la Cabeza de la iglesia, sino que la iglesia como Cuerpo de Cristo también es Cristo.

  Basándonos en esto podemos deducir que a los ojos de Dios, Cristo no sólo es la Cabeza de la iglesia, sino también Cristo es la iglesia. Cristo mismo es la esencia de la iglesia. A simple vista, el conjunto total de todos aquellos que han sido salvos es la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Sin embargo, según la naturaleza intrínseca y verdadera de la iglesia, la iglesia no simplemente es la suma de todos los que son salvos; más bien, la iglesia es el total de todos los que son salvos, quienes tienen a Cristo en ellos como su vida y su realidad espiritual.

  Aparentemente, la iglesia es un grupo de personas salvas que han sido juntadas, pero internamente la iglesia es el Cristo que está en dichas personas que se han juntado. Cristo está en usted, Cristo está en mí y Cristo está también en otros. El conjunto total de todos los que pertenecemos a Cristo es “el Cristo”. El conjunto total del Cristo que está en cada uno de nosotros sigue siendo Cristo mismo. Por lo tanto, la iglesia no es sencillamente un grupo de personas reunidas. La iglesia es únicamente ese grupo de personas reunidas, en quienes Cristo está. Hablando con propiedad, la iglesia es la suma total del Cristo que está en todos nosotros como grupo de personas que han sido reunidas.

LA IGLESIA ES CRISTO MISMO

  ¿Qué es la iglesia? La iglesia es Cristo mismo, y Cristo mismo es la iglesia. Debido a que la iglesia es una entidad espiritual, ella no puede existir sin Cristo; sin Cristo, la iglesia carece de realidad. La esencia y el contenido de la iglesia es sencillamente Cristo mismo. Así pues, podemos afirmar que la realidad de Cristo es Cristo mismo, que la realidad de los asuntos espirituales es Cristo mismo, y que la realidad de la iglesia también es Cristo mismo. Toda experiencia espiritual genuina debe ser una experiencia de Cristo mismo y que sea Cristo mismo. No hay experiencia espiritual que sea otra cosa que Cristo. Por consiguiente, si tenemos una experiencia que no es Cristo mismo, dicha experiencia será una experiencia religiosa y relacionada con la conducta, pero no una experiencia espiritual. De manera que cualquier experiencia “cristiana” que no resulte de experimentar a Cristo está relacionada con la religión, la ética y el buen comportamiento, pero definitivamente no será una experiencia del Espíritu ni de Cristo, por cuanto carece de la naturaleza de Cristo.

  Todo cuanto hagamos en el servicio espiritual, ya sea orar, predicar el evangelio, visitar a los creyentes o cualquier otra cosa, el elemento interno debe ser siempre Cristo mismo, ya que la realidad espiritual es Cristo mismo. Cristo está en usted, está en mí y en muchos otros. El conjunto total del Cristo que está en todos nosotros es la iglesia, y la iglesia es Cristo.

  La iglesia no es un edificio, ni una capilla ni un salón de reuniones. Más aún, hablando con propiedad, la iglesia no es simplemente un grupo de personas. Un grupo de personas congregadas no son necesariamente la iglesia. Por ejemplo, si reunimos a un grupo de personas en la calle y junto a ellas ponemos un cartel que diga “iglesia”, aún no serán la iglesia. La iglesia es el conjunto total del Cristo que está en todos aquellos que han sido salvos. La iglesia es Cristo mismo.

EL SERVICIO CRISTIANO ES CRISTO

  Todos debemos tener claro que desde el comienzo de nuestra vida cristiana, todas nuestras experiencias —como por ejemplo, el arrepentimiento, creer en el Señor, el bautismo, asistir a las reuniones y predicar el evangelio— son experiencias de Cristo y son Cristo mismo. ¿En qué consiste entonces el servicio cristiano? El servicio cristiano es Cristo mismo. Si el elemento de nuestro servicio no es Cristo, entonces ese servicio no tendrá mucho valor a los ojos de Dios. En Juan 15 el Señor Jesús dijo claramente: “El que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer” (v. 5). Separados del Señor, separados de Cristo, ni siquiera podemos hablar del servicio.

  Lo que cuenta y tiene valor espiritual delante de Dios es todo lo que hacemos mientras permanecemos en el Señor y mientras el Señor permanece en nosotros. El hecho de que el Señor permanezca en nosotros significa que el Señor está unido a nosotros, y el hecho de que nosotros permanezcamos en el Señor significa que nosotros estamos unidos al Señor. Únicamente aquello que hacemos estando unidos al Señor es algo que Cristo hace por medio de nosotros, y únicamente ello tendrá valor espiritual para Dios. Pero todo lo que hagamos por nosotros mismos, con nosotros mismos y por nosotros mismos, aunque reciba las alabanzas de los hombres, no será aceptado por Dios. Dios únicamente acepta a Cristo y lo que procede de Cristo. Si usted o yo no estamos en Cristo, Dios no nos aceptará. Dios no sólo rechazará nuestros pecados, sino también las buenas obras que hagamos por nosotros mismos. Dios únicamente acepta aquello que es de Cristo y aquello cuyo elemento intrínseco y contenido es Cristo. Únicamente tales cosas tienen valor espiritual y cuentan delante de Dios.

  Únicamente cuando Cristo obtenga más cabida en los cristianos, logre crecer y sea formado en ellos, de modo que Él viva y se exprese por medio de ellos, el servicio que ellos rindan será el verdadero servicio cristiano. Cada mañana hay muchos santos que sirven juntos para limpiar el salón de reuniones. Sin embargo, tenemos que hacernos una pregunta espiritual. Cuando ellos limpian el salón de reuniones, ¿lo hacen motivados por su propio fervor o lo hacen en comunión con Cristo, siendo llenos de Él y contactándolo? Hacer la limpieza únicamente motivados por nuestro fervor es muy diferente de hacer la limpieza mientras tenemos contacto con Cristo. ¿Hay alguna diferencia entre limpiar el salón de reuniones y limpiar una escuela? Si no hay ninguna diferencia, me temo que lo que hacemos no es otra cosa que el resultado de nuestro fervor.

  No nos debemos olvidar que hay una diferencia abismal entre el servicio espiritual y el servicio secular. Para realizar cualquier actividad secular no es necesario tener contacto con Cristo, pero para realizar el servicio en la iglesia es imprescindible que tengamos contacto con Él. Debemos tener contacto con Él mientras limpiamos las ventanas; debemos tener contacto con Él mientras ministramos la palabra; y debemos tener contacto con Él mientras oramos. En todo cuanto hagamos debemos tener contacto con Él en nuestro interior. Todo aquello que hacemos, oramos o decimos debe proceder de la unión y contacto internos que tenemos con Cristo. Entonces, cuando las personas se relacionen con nosotros, percibirán que estamos llenos de Cristo. De este modo, Cristo pasará por medio de nosotros y brotará de nuestro ser. Así, cuando salgamos a visitar a los creyentes, a predicar el evangelio o a conducir a las personas a la salvación, Cristo como electricidad fluirá de nosotros y entrará en ellos.

EL VERDADERO SERVICIO ES AQUEL EN EL CUAL TENEMOS CONTACTO CON CRISTO Y EN EL CUAL CRISTO FLUYE

  ¿En qué consiste el servicio espiritual? El servicio espiritual es una acción externa que realizamos como resultado de haber tocado el sentir interno de Cristo; es una acción en la que Cristo brota de nuestro interior. Cuando el Espíritu Santo está en nosotros, es Cristo que está en nosotros; porque el Espíritu es Cristo hecho real. Cuando el Espíritu nos toca, es Cristo quien nos toca, y cuando el Espíritu nos motiva a hacer algo, es Cristo quien nos motiva. Si antes de ir a limpiar el salón de reuniones, primero tenemos comunión con el Señor en casa y permitimos que Él abastezca todo nuestro ser, entonces cuando vayamos a limpiar las ventanas o las sillas, Cristo se desbordará en nuestro ser, Cristo brotará de nuestro interior. En ese momento, si alguien tiene contacto con nosotros, percibirá el sabor de Cristo en nosotros. Así, aunque simplemente estemos limpiando, podremos dar a conocer las personas un sabor que es espiritual y celestial, el cual será la fragancia de Cristo.

  Muchas veces cuando escuchamos a alguien predicar, no percibimos el sabor de Cristo en él. Esto se debe a que está desconectado de Cristo y en su vivir hay una barrera entre él y Cristo. Él aún no ha dado solución a ciertos asuntos delante de Dios, y su espíritu ha perdido contacto con Cristo. Por lo tanto, él habla simplemente usando su mente, su memoria y sus pensamientos. Así, percibimos su elocuencia, pero no percibimos la presencia del Señor en él, ni tampoco percibimos la realidad espiritual. Él ha perdido su comunión con Cristo, y su predicación es meramente doctrinal, sin el Espíritu. Esta clase de predicación no es espiritual, porque está carente de Cristo. Por consiguiente, todas las actividades relacionas con nuestro servicio deben contener a Cristo y deben ser Cristo mismo.

LOS DONES ESPIRITUALES SON CRISTO MISMO

  No sólo nuestro servicio debe ser Cristo, sino que además nuestras aptitudes espirituales deben ser Cristo mismo. ¿Qué es una aptitud espiritual? Los cristianos a menudo usan la palabra don. Un don es una aptitud espiritual. Por ejemplo, si usted tiene habilidad para predicar la palabra, ésa es su aptitud espiritual. Si usted predica el evangelio mejor que los demás, y conduce a muchos a la salvación, ésa es su aptitud espiritual. Algunos tienen esta clase de aptitud, mientras que otros no. La Biblia nos muestra que hay muchos dones; no obstante, debemos entender que los dones son Cristo mismo. Los dones espirituales, las aptitudes espirituales, provienen del Espíritu Santo y son funciones que desempeña Cristo en el hombre.

  En 1 Corintios se nos muestra que la iglesia es el Cuerpo de Cristo y que todo aquel que es salvo es un miembro del Cuerpo. En el cuerpo humano, la circulación sanguínea en los miembros es la circulación sanguínea del cuerpo, y la circulación sanguínea del cuerpo es la circulación sanguínea en los miembros. La circulación sanguínea en los oídos es la circulación sanguínea del cuerpo, y la vida de los oídos es la vida del cuerpo, la vida de la cabeza. Por consiguiente, tanto la vida de Cristo, la Cabeza, como también la vida de la iglesia, el Cuerpo, son Cristo mismo.

CADA MIEMBRO DEL CUERPO DE CRISTO TIENE UNA FUNCIÓN

  La misma vida tiene la misma circulación sanguínea. Cuando esta vida llega a los oídos, llega a ser la vida de los oídos, y cuando llega a los ojos, llega a ser la vida de los ojos. Sólo existe una clase de vida en el cuerpo, y solamente hay una circulación sanguínea en el cuerpo. La vida y la circulación sanguínea son la misma para cada parte del cuerpo. Más aún, es muy maravilloso que cuando la vida y la sangre llegan a los ojos, los ojos pueden ver; y cuando la vida y la sangre llegan a los oídos, los oídos pueden oír. Esta vida, esta circulación sanguínea, capacita a cada parte del cuerpo para que ejerza su propia función.

  Un bebé recién nacido a duras penas puede ver con sus ojos, escuchar con sus oídos, andar con sus pies o hacer cosas con sus manos. Aunque un bebé tiene sus cuatro extremidades y hasta cierto punto ellas cumplen su función, no se han desarrollado completamente. Así como cada miembro de nuestro cuerpo físico tiene su propia función, todo creyente, por el hecho de ser salvo y ser miembro del Cuerpo de Cristo, tiene su propia función. La función de los oídos es oír. Oír es la aptitud de los oídos que, en términos bíblicos, es el don de los oídos. Por consiguiente, el don que cada uno tiene es su función. La Biblia nos dice que aquellos en la iglesia que pueden hablar por el Señor y predicar el evangelio, son la boca. Esta clase de hablar es un don, al cual la Biblia lo llama profetizar. Algunos tal vez no tengan esta clase de don y función; no obstante, es posible que también aquellos que tienen el don del profetizar no posean el don y función que otros tienen. Por ejemplo, los pies no pueden hablar, pero sí pueden caminar; las manos no pueden andar, pero sí pueden elaborar cosas; la boca no puede elaborar cosas, pero sí puede profetizar. Esto nos muestra que las manos tienen el don de elaborar cosas, la nariz tiene el don de oler y la boca tiene el don de profetizar. En realidad, estos dones son las funciones que realizan los diferentes miembros.

LA MANIFESTACIÓN DE LAS FUNCIONES, LOS DONES, SE DA CON EL CRECIMIENTO EN VIDA

  Si las diferentes funciones de nuestro cuerpo han de expresarse o no, dependerá completamente de nuestro crecimiento en la vida divina. Un bebé recién nacido tiene ojos, pero a duras penas puede ver; tiene oídos, pero difícilmente puede oír; tiene una boca, pero no puede hablar; tiene pies, pero no puede andar. Esto se debe a que el bebé aún no se ha desarrollado ni ha crecido. Pese a que somos salvos y también somos miembros del Cuerpo de Cristo, debido a que no hemos crecido lo suficiente en la vida divina, no podemos profetizar por el Señor, aun cuando seamos una boca. Aunque seamos manos y debiéramos estar haciendo ciertas cosas en la iglesia, aunque seamos pies y debiéramos estar andando y corriendo en la iglesia, debido a la falta de crecimiento en vida, nuestras funciones aún no se han desarrollado al grado de ser útiles y hacerse manifiestas.

  Algunos podrían preguntar: “¿Todos tenemos algún don?”. Simplemente fíjese en su cuerpo. ¿Tiene usted algún miembro que no tenga una función? Del mismo modo, cada miembro del Cuerpo de Cristo tiene un don. Si no tuviéramos ningún don, no tendríamos ninguna aptitud, y si no tuviéramos ningún don, no podríamos ejercer ninguna función. No existe ningún cristiano que no tenga alguna función espiritual en la iglesia. Conforme a lo que Dios ha determinado, toda persona salva es un miembro del Cuerpo de Cristo y tiene su propia función. Sin embargo, la pregunta es si ha crecido lo suficiente en la vida divina. Dios ya ha determinado que toda persona salva sea un miembro, y que cada miembro tenga un don, una aptitud y una función. Sin embargo, la pregunta es si los que han sido salvos han crecido lo suficiente en la vida divina. Sin el debido crecimiento en la vida espiritual, sus aptitudes espirituales, sus funciones espirituales, no podrán expresarse.

  ¿Por qué decimos que los dones espirituales son Cristo? Porque sin la vida de Cristo no podemos ser miembros del Cuerpo de Cristo, y por ende, no podemos tener las funciones propias de los miembros ni los dones espirituales. Cuando la vida de Cristo entra en usted, usted llega a ser la boca; cuando la vida de Cristo entra en mí, yo llego a ser los pies; y cuando la vida de Cristo entra en alguien más, ésa persona llega a ser las manos. Es maravilloso que cuando el mismo Cristo, la misma vida, entra en usted, usted llega a ser la boca; cuando entra en mí, yo llego a ser los pies; y cuando entra en alguien más, él o ella llega a ser las manos. Eso significa que no sólo somos miembros de Cristo, sino que además la vida de los miembros y la naturaleza de los miembros son Cristo mismo. Somos miembros del Cuerpo de Cristo, por lo que nuestra naturaleza interna, nuestra vida interna, es Cristo.

  Por ejemplo, hay cristianos nominales que no se han arrepentido, que no han recibido la salvación y que no poseen la vida del Señor. Alguien les compartió acerca de creer en el Señor, así que ellos supuestamente “creyeron” en el Señor. Alguien les compartió acerca del bautismo, y ellos se hicieron bautizar. Sin embargo, ya que se “afiliaron” a la iglesia de este modo, ¿será que eso los hace miembros de Cristo? Por supuesto que no. ¿Por qué? Porque no tienen a Cristo en ellos. Usted es un miembro de Cristo porque Cristo está en usted; yo soy un miembro de Cristo porque Cristo está en mí; y todos los que son miembros de Cristo lo son porque Cristo está en ellos. Más aún, es un hecho maravilloso que cuando la vida de Cristo entra en cada uno de nosotros, usted llega a ser la boca, yo llego a ser los pies y alguien más llega a ser las manos. Aunque todos recibimos la misma vida, esta vida llega a ser los diferentes miembros en diferentes personas. Algunos llegan a ser cierto tipo de miembros, y otros llegan a ser otro tipo de miembros. Además, pese a que todos son miembros, las funciones de algunos ya se han hecho manifiestas en algunos, mientras que en otros aún no se han manifestado. La razón por la cual algunos ya manifiestan su función es que Cristo ha crecido en ellos y se ha desarrollado en ellos al grado en que su función se manifiesta de una manera madura. Sin embargo, algunos no manifiestan su función porque, a pesar de que ya son salvos y tienen a Cristo, Cristo aún no tiene cabida para crecer en ellos. Por lo tanto, sus funciones aún no se han manifestado.

  Es necesario que veamos lo que significa ser un miembro del Cuerpo de Cristo. Debemos preguntarnos, ¿cuál es la aptitud que tiene un miembro? ¿Cuál es la función de un miembro? Si Cristo no ha entrado en usted, es simplemente un individuo, pero usted no es un miembro del Cuerpo de Cristo. Cuando Cristo entra en usted, llega a ser un miembro del Cuerpo de Cristo; no obstante, es posible que aún no manifieste su función debido a que Cristo aún no se ha desarrollado en usted. Pero si Cristo encuentra la base que necesita en usted para desarrollarse y madurar, su don espiritual espontáneamente se manifestará. Por consiguiente, es necesario que veamos que si no ejercemos ninguna función de servicio la responsabilidad recae sobre nosotros. Si no ejercemos ninguna función, es porque pese a que ya tenemos la vida de Cristo y al Espíritu de Cristo en nosotros, no le hemos dado al Señor la oportunidad ni la base necesaria para que Él crezca y se desarrolle en nosotros.

  Muchos cristianos piensan que no tienen mucha utilidad en la iglesia. Creen que aunque son salvos, no son capaces de hacer nada. Por ejemplo, en cierta ocasión había alguien en Shanghái que, después de haber sido salvo, no procuraba mucho los asuntos espirituales. Aunque asistía con regularidad a las reuniones y a veces oraba con lágrimas en sus ojos, era difícil que en su mente y en sus pensamientos él cambiara de dirección. Si bien no pecaba, tampoco amaba al Señor. Cuando las personas lo exhortaban a amar al Señor y servirle, él les decía que puesto que simplemente ocupaba un asiento en las reuniones y no podía ministrar la palabra, ni predicar el evangelio ni cuidar de los santos, daba igual que estuviera o no en la iglesia. Sin embargo, no mucho después de decir esto, el Señor hizo algo en él, y se enfermó. El Señor obró en él y lo hizo que sintiera lo precioso que es el Señor. Entonces este hermano empezó a buscar más del Señor, a pasar mucho tiempo en oración cada día, a consagrarse al Señor, a permitir que el Señor reinara en él en los asuntos pequeños y en los grandes, como también empezó a practicar estar en la presencia del Señor y a andar con el Señor. Así, él permitió que el Señor ocupara el primer lugar en su ser. Después que experimentó este cambio, su función en la iglesia se manifestó. No sólo aprendió a leer la Biblia apropiadamente, sino que además cuando se ponía de pié en las reuniones para leer la Biblia, la leía con mucho sentimiento. Fue entonces que se manifestó su don. Cuando hablaba acerca de algunos versículos de la Biblia, las personas podían percibir el resplandor y la autoridad de Dios. Esto no era elocuencia humana sino el don de Dios.

  Cuando un bebé acaba de nacer y lo vemos acostado en una cama, sus piecitos son lindos; no obstante, no pueden caminar porque aún no se han desarrollado. Sin embargo, día a día, a medida que el bebé coma y beba, sus pies crecerán y se fortalecerán, y finalmente llegará el día cuando el niño podrá sostenerse en pie. Luego, al cabo de poco tiempo, el niño podrá caminar y correr. Sin duda alguna, esto es una especie de milagro. El bebé que en un principio no podía caminar ahora puede caminar y correr. Los dones espirituales maduran y se desarrollan de la misma manera. Sin vida, no puede haber aptitud espiritual, y sin vida, tampoco puede haber función espiritual. Muchas personas, pese a que tienen muchos años de ser salvas, sus funciones aún no se han manifestado, pues no saben predicar el evangelio, visitar a los creyentes o guiar a otros. La única razón por esto es que la vida que está en ellas aún no ha crecido ni madurado y a que Cristo aún no tiene mucha cabida en ellas. Por consiguiente, su aptitud espiritual, su don espiritual, aún no se ha manifestado.

  Una vez que veamos cómo el Señor nos ha cuidado y resguardado, cómo llevó nuestros pecados y nos dio Su vida y todas las cosas, surgirá en nosotros un amor por Él. Es en este amor que nos consagramos a Él y le permitimos que nos ilumine y nos muestre las cosas que hay en nosotros y aquellas relaciones con otros que le desagradan y que tienen que ser eliminadas. En ese momento, si nos sometemos a Él y ponemos fin a dichos asuntos, experimentaremos gozo, fortalecimiento y paz en nuestro interior. Además, podremos cuidar de otros, predicar el evangelio y pastorear a otros. Una vez que la vida de Cristo se desarrolle en nosotros y madure, de inmediato se manifestará nuestra función.

LA MANIFESTACIÓN DE LOS DONES DEPENDE ENTERAMENTE DE NOSOTROS

  Qué tanto se manifieste nuestro don y cuán útiles seamos en las manos del Señor no es algo que depende del Señor, sino enteramente de nosotros. ¿Le hemos dado al Señor la oportunidad y la base necesaria para obrar en nosotros? ¿Quién reina en nosotros, el Señor o la carne? Estas preguntas son extremadamente importantes y cruciales. Si estas preguntas aún no han sido contestadas, y si nosotros aún no hemos dado solución a estos asuntos, aun cuando seamos salvos, Cristo no podrá crecer en nosotros ni desarrollarse en nosotros al grado en que nuestra función se haga manifiesta. Los hermanos que llevan la delantera y los que sirven deben dedicar mucho tiempo a orar por todos los santos, a fin de que sus dones espirituales se manifiesten y se desarrollen.

  Nunca debemos pensar que no somos dotados; más bien, debemos acudir al Señor y orar a Él pidiéndole que tenga misericordia de nosotros para que estemos dispuestos a asirnos de Él, a darle plena cabida en nosotros y a permitirle que nos gane para que la vida que está en nosotros pueda desarrollarse. Una vez que esta vida se desarrolle, las funciones, los dones, serán manifestados. De manera que si alguien es los pies, una vez que haya crecido, podrá andar; si alguien es las manos, cuado haya crecido, podrá hacer cosas; y si alguien es los ojos, cuando haya crecido, podrá ver. La manifestación de todos los dones depende de si estamos dispuestos o no a darle el Señor la cabida suficiente para que Su vida se desarrolle en nosotros.

EL DESARROLLO DE LA VIDA TIENE COMO OBJETIVO EL EJERCICIO DE LOS DONES

  No hay nadie que sea salvo y no sea miembro del Cuerpo de Cristo, ni tampoco hay nadie que sea un miembro y no posea algún don o función específica que cumplir. Si hay algún miembro que no tenga alguna función, es porque no le ha dado a Cristo la oportunidad para desarrollarse y madurar en él. Por lo tanto, debemos orar, volvernos al Señor, negarnos a nosotros mismos y encomendarnos completamente al Señor. No importa lo que hagamos, tenemos que poner los ojos en el Señor para que en la medida que los santos han recibido los dones, en esa misma medida ellos ejerciten sus dones. Lo que determinará la medida en que ejercitemos nuestro don será la medida en que la vida divina se haya desarrollado en nosotros. El desarrollo de esta vida dependerá de nuestra comunión con el Señor, y nuestra comunión con el Señor dependerá de nuestro amor por el Señor.

  Por consiguiente, tenemos que amar al Señor y consagrarnos a Él. Además, tenemos que poner fin a todo aquello que sintamos que no es conforme a Su corazón. Si nuestra comunión con el Señor no es muy profunda ni íntima, debemos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros para que fortalezcamos nuestra comunión con Él y permitamos que Él entre más profundamente en nuestro ser. Una vez que el Señor tenga suficiente cabida en nuestro ser, el Espíritu Santo tendrá cabida en nosotros, y nuestro don espiritual se manifestará. De este modo, el Cuerpo de Cristo ejercerá su función, la condición de la iglesia será normal, y Dios podrá obtener la verdadera adoración.

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